A propósito del posgrado Universitario en la Facultad de Ciencias Médicas

Autores/as

  • Rubén Bengio Universidad Nacional de Córdoba - Facultad de Ciencias Médicas

DOI:

https://doi.org/10.31053/1853.0605.v61.n2.33028

Palabras clave:

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Resumen

La importancia de la competencia profesional ha adquirido trascendencia tal que su consideración no solo es motivo de debate en los ámbitos académicos sino que está instalada en la sociedad, produciendo crecientes demandas de atención médica eficiente, buenos resultados, costos alcanzables y elevada ética profesional en la consecución de esos objetivos.

En orden a lo anterior, se han acentuado en las últimas décadas las exigencias relacionadas con la educación médica y la atención de la salud, generando la necesidad de una formación profesional de tal calidad que permita dar respuesta a los reclamos de referencia. Por supuesto, no son ajenos a esta situación los vertiginosos avances científicos y tecnológicos registrados en el campo de las ciencias en general y de la medicina en particular, los cambios en los sistemas y modalidades de la atención médica y la mayor Información que posee la población respecto a sus enfermedades y de las posibilidades de recuperar su salud. La vastedad y complejidad de los conocimientos médicos dio lugar, hace ya largo tiempo, a la aparición de las especialidades, las que a su vez se fueron subdividiendo en ramas secundarias, entre las cuales los jóvenes profesionales puede optar de acuerdo a sus preferencias, con el objetivo de adquirir la capacitación necesaria para ejecutarlas con niveles de excelencia. Ello presupone que el egresado cumplirá con un período de capacitación en servicio de cuatro a seis años de duración según la especialidad, durante el cual y con dedicación
exclusiva, recibirá la enseñanza teórica y práctica establecida en el programa oportunamente aprobado y en donde esta última ocupará no menos del 70% de la carga horaria total. Todo este Proceso, que podría sintetizarse como de "aprender haciendo", deberá ser supervisado permanentemente por profesionales de mayor experiencia, con delegación progresiva de responsabilidades crecientes yevaluación permanente de las distintas fases del proceso. En otros términos, es el sistema de Residencias Médicas, por todos conocido desde hace muchos años y de cuyas bondades para la formación de especialistas puede darse fe por la experiencia acumulada al respecto en nuestro mecho y en todo el mundo.
El sistema de residencias reconoce antiguos antecedentes, pudiendo los mismos encontrarse en los internos de los hospitales de Paris a fines del siglo XIX. Las residencias, tal como hoy las conocemos, se originaron en el hospital Johns Hopkins de Baltimore, produciendo así la contribución más significativa a la enseñanza y la práctica de la medicina en Estados Unidos y luego en todo el inundo. En nuestro país, la primera institución que contó con un sistema de
residencias fue el Instituto de Semiología, dirigido por el Profesor Tiburcio Padilla, siendo la misma aprobada por su iniciativa en 1952. En 1957 se  establecen las residencias de cirugía en los Hospitales Municipales de Buenos Aires, siendo la primera la dirigida por el Dr. Mario Brea en el l-Iospita1 Duraind. Las residencias médicas en Córdoba reconocen corno primer antecedente la creación, del Colegio de Cirugía para Graduados en 1957, por iniciativa y bajo la dirección del Dr. José Antonio García Castellanos, en el Servicio de Cirugía del Hospital Córdoba. Oficializado en 1958 por el Ministerio (le Salud de la Provincia, dio lugar a la creación de las residencias médicoquirúrgicas provinciales en 1961.
Una mirada retrospectiva luego tic la experiencia acumulada tanto a escala mundial como en nuestro país, permite asegurar que el sistema de residencias constituye el método más adecuado para la formación de recursos humanos en acciones de salud, no habiendo demostrado ventajas sobre el mismo ninguna otra institución de posigrado.
Las condiciones actuales han convertido al sistema de residencias en un imperativo para el egresado, pero, no obstante el incremento de la oferta educativa a través de instituciones públicas y privadas, el número de plazas resulta insuficiente en relación con la demanda, que registró un aumento constante en las últimas décadas. Las causas de esta situación derivan de dos razones: la carencia relativa de suficientes centros formadores y los presupuestos insuficientes
para las becas económicas. Otras de las causales esgrimidas es la sobreabundancia de especialistas en determinadas disciplinas, por otra parte fuertemente demandadas por los interesados, pero este aspecto puede ser solucionado por medio de adecuada información y orientación. Ante este cuadro de situación, la respuesta de la Facultad de Ciencias Médicas ha sido la creación, a través de la Secretaria de Graduados, de las Carreras Universitarias de Especialización. Las mismas resultan una alternativa de indudable valor académico y acreditan para la práctica (le la especialidad en el ámbito nacional, pero a la vez constituyen una elevada responsabilidad para el ente que debe certificarlas. No existiendo sistemas alternativos válidos e idóneos, la Carrera Universitaria de Especialización deberá desarrollarse con la metodología de enseñanza de la residencia médica, con idénticos programas, planes de entrenamiento, cargas horarias y regímenes de guardias y rotaciones. Todo lo anterior, independientemente de la fuente de financiación y aplicable aún en los casos en que la misma no existiere. Paralelamente, otra de las obligaciones de la Dirección de las Carreras de Posigrado es la evaluación cuidadosa de los centros formadores para SLI acreditación como tales. Esta evaluación deberá ser cuali y cuantitativa tanto desde el punto de vista de su infraestructura como (le su capacidad operativa, teniendo en cuenta para ello los recursos humanos, el número de pacientes externos, de egresos institucionales, de intervenciones quirúrgicas y su complejidad, entre otros parámetros.
La evaluación permanente del proceso para precisar su desempeño y el cumplimiento de sus objetivos es otro de los aspectos críticos y donde se registran falencias. Si bien la evaluación de los postgrados es realizada por la CONEAU, se trata de un (]¡agnóstico a escala general de los programas de una institución, debiendo contarse con una metodología de control de gestión más precisa ypernianente. El control (le gestión permitirá corregir deficiencias durante el proceso. toda vez que SU diagnóstico al término del mismo, en el momento de la evaluación final, sólo traería el reconocimiento tardío del problema. En este sentido, el otorgamiento de competencias a los comités de las distintas especialidades para realizar estas tareas puede constituirse
en un mecanismo idóneo para alcanzar los objetivos precisados. Por muchos años, fue una percepción generalizada que el último contacto del egresado con sil Fhcultad se producía en el acto de colación de grados. En el mismo, el egresado recibía el diplonia (lUC lo acreditaba como médico, escuchaba palabras de emicoini por el logro alcanzado y predicciones alentadoras sobre su futuro. De allí en más, la Universidad sólo en escasa medida atendía
las necesidades de sus egresados para completar su formación. Hoy tenemos signos alentadores que traducen el fuerte compromiso que la Facullacl de Ciencias Médicas ha contraído con lacdiicacióu médica de posgrado. Las reformas producidas en el ingreso y el currículo de grado abren posibilidades ciertas de piotunchizar y perfeccionar el sistema deeducación de posgraclo, posibilidades estas que deberán ser cuidadosamente analizadas y  aprovechadas  

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Biografía del autor/a

Rubén Bengio, Universidad Nacional de Córdoba - Facultad de Ciencias Médicas

Director de la Revista de la Facultad de Ciencias Médicas 

Citas

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Publicado

2004-06-09

Cómo citar

1.
Bengio R. A propósito del posgrado Universitario en la Facultad de Ciencias Médicas . Rev Fac Cien Med Univ Nac Cordoba [Internet]. 9 de junio de 2004 [citado 3 de mayo de 2024];61(2):5-6. Disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/med/article/view/33028

Número

Sección

Editorial