Sobre la revista
Escribir (y también publicar) ha dejado de ser el gesto temerario que Platón estigmatizó. No quizás tanto por un triunfo ideológico, sino por la conquista de una mejor relación de aquello tan temido. La verdad y la “mentira”, lo valioso y lo intrascendente, se ponen también en juego y se reconocen en espacio públicos de producción y circulación. Puede entonces que la tarea –la de hacer una revista, por ejemplo- no tenga por qué asumir otro carácter que el de una prolongación, con otros medios, de lo que ya hacemos: dialogar, leer, ensayar, polemizar, comentar… Nombres no quiere presentarse explicitando posiciones. Quisiera, en cambio, que sólo de sus posiciones no tenga mucho sentido hablar, porque precisamente en ellas (y en sus diferencias) tendrá sentido ejercer alguna fricción, articular palabras. Por eso todo lo que hemos querido hacer coincide con lo que hemos logrado hacer, y coincidirá en el futuro con lo que ya hemos hecho. Para hacer una revista de filosofía las circunstancias son siempre adversas. Por eso la nuestra se alimentará de lo mismo que la curiosidad filosófica: de osadía, temor, ensayo, error. Siempre es posible disponer los materiales de otro modo, o intentar una diferente relación con los textos, los lenguajes, los problemas. Tal vez una revista conceda la puesta en obra de esa posibilidad.
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