Narración, filosofía y reparación en dos experiencias de memoria con personas mayores. Comentarios arendtianos para pensar la extensión desde la perspectiva de los derechos humanos

Maximiliano J. Chirino[1] | maximiliano.chirino@gmail.com | Universidad Nacional de Córdoba

Recepción: 24/03/23

Aceptación final: 29/05/23

Resumen

El presente artículo comparte una serie de reflexiones a partir de dos experiencias con personas mayores en el marco de una ayudantía alumno extensionista desarrollada al interior del Programa de Adultos Mayores de la Secretaría de Extensión Universitaria (SEU-UNC), durante el año 2022. En dichas experiencias se articularon estrategias en torno a la narración y deliberación ética con reflexiones propiamente de la filosofía, propiciando el ejercicio activo de la memoria del pasado y presente.

En el marco de una posición de defensa por los derechos humanos de las personas mayores, el trabajo propone pensar las experiencias acontecidas en diálogo con las lecturas desarrolladas por Hannah Arendt acerca del lugar de la narración en la condición intersubjetiva de la existencia humana. Se sostiene que articular la práctica extensionista con una perspectiva de los derechos humanos, que habilite el encuentro intersubjetivo e intergeneracional, puede significar la posibilidad de agenciamiento democrático en las experiencias de vida de las personas mayores.

A modo conclusivo, el trabajo propone arraigar institucionalmente la práctica extensionista en las experiencias de enseñanza universitaria. Abogando por un proceso de curricularización de la extensión, se defiende que dicho esfuerzo podría constituir un aporte significativo a la revalorización de las prácticas territoriales con agentes extrauniversitarios.

Palabras clave: derechos humanos, personas mayores, extensión universitaria, Hannah Arendt

 

Abstract

This article shares a series of reflections based on two experiences with older adults in the framework of an extension student assistantship developed within the Older Adults Program of the University Extension Secretariat (SEU-UNC), during the year 2022. In said experiences, strategies were articulated around the narration and ethical deliberation with reflections proper to philosophy, promoting the active exercise of the memory of the past and present.

Within the framework of a position of defense for the human rights of older adults, the paper proposes to think about the experiences that occurred in dialogue with the readings developed by Hannah Arendt about the place of the narrative in the intersubjective condition of human existence. It maintains that articulating the extension practice with a perspective of human rights, which promotes the intersubjective and intergenerational encounter, can mean the possibility of democratic planning in the life experiences of the main characters.

In conclusion, the paper proposes to institutionally root the extension practice in university teaching experiences. Advocating for a process of curricularization of the extension, it is argued that this effort could constitute a significant contribution to the revaluation of territorial practices with extra-university agents.

Keywords: human rights, older adults, university extension, Hannah Arendt

 

 

Considerar lo poco considerado: nuestra condición humana intersubjetiva

Aunque nos consolara que las cosas perecieran con la tardanza con la que se construyeron,
lo cierto es que el crecimiento es lento y la ruina rápida

Séneca, Epístola a Lucilius, 91, 6.

 

Suelen ser pocas las ocasiones en que escribir en contextos universitarios y académicos se vuelve un acto permeable con la vida. Permítame considerar lo que sigue como, aunque sea, un intento breve. Estas palabras y las que siguen están dedicadas a quienes me han acompañado y convidado de pensamientos y afectos en los talleres para personas mayores que a continuación comentaré: particularmente va dedicado a las y los compañeros y compañeras estudiantes y a los docentes Hernán García y Pamela Ceccoli, quienes habilitaron la palabra y la pregunta. Pero, sobre todo, se lo dedico a mi abuela Nelly, quien durante estos años me permite la espesa y difícil, aunque no por eso poco feliz, compañía del transcurrir del tiempo.

Hace unos años inicié un vínculo con un programa de extensión de la universidad. Lo relato así livianamente, porque así de liviano fue mi andar, despreocupado e incrédulo de que la práctica extensionista pudiese hacer algo conmigo más de lo que yo podría con ella. Se trataba en cuestión del Programa de Adultos Mayores de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba, donde en el año 2020 decidí incorporarme en el marco de una ayudantía de alumno extensionista[2].

El programa, cuyo trabajo colectivo es posible por la articulación constante de docentes, nodocentes, estudiantes y egresados, desarrolla sus tareas desde el año 2010, incorporando desde ese momento el trabajo con estudiantes de grado. Una de sus líneas de acción a la que haré referencia en este artículo es el dictado de talleres prácticos que el programa brinda en convenio con el PAMI[3]. Los talleres que se dictan para personas mayores configuran tres grandes áreas temáticas: tecnología, idiomas, y cursos generales que involucran la enseñanza de artes, gestión y creación de contenido radial, filosofía, y prácticas para el hogar como jardinería y reciclaje, entre otros cursos. Dichas instancias tienen lugar en la ciudad de Córdoba y también en el interior de la provincia, incorporándose además, a partir del año 2020 por razones de la contingencia dada la pandemia mundial, la modalidad virtual y semipresencial de enseñanza, posibilitando que los talleres sean tomados además por personas mayores de distintos puntos del país e incluso por quienes se encuentran en otros países.

El año en que inicié mi experiencia como ayudante alumno al interior del programa significó mucho más que una nueva configuración de la enseñanza en plataformas virtuales. La pandemia ocasionada por el virus COVID-19 trajo consigo no sólo una serie de nuevos problemas en torno al cuidado, la salud y lo público (como la regulación de la circulación y proxemia de los cuerpos o el control de la sintomatología y condición inmunitaria de los mismos), sino que, sobre todo, se instaló un escenario de suma vulnerabilidad en torno a la vida. Esta rehabilitación de ciertos interrogantes en relación a las condiciones de cuidado de la vida de las distintas corporalidades impactó de forma directa en las personas mayores. El riesgo de enfermedad mayormente marcado en dicho colectivo y el aislamiento social como política de prevención, reforzaron la exclusión que las personas mayores padecen estructuralmente en nuestras comunidades.

A partir de este diagnóstico del año 2020 fue que el programa, junto con UPAMI, decidió garantizar los cursos universitarios en modalidad virtual. Esta decisión institucional es susceptible de ser leída bajo la comprensión de la importancia de dos grandes cuestiones poco consideradas en nuestros ámbitos universitarios y académicos: sostener espacios intersubjetivos y apostar por el encuentro intergeneracional.

En distintos escritos, Hannah Arendt ha advertido sobre la condición humana propiamente intersubjetiva de la existencia, señalando que todo agente viene a un mundo ya iniciado y que partirá de un mundo sin que su partida implique el final del mundo en común que le ha dado asilo: “Estar vivo significa vivir en un mundo anterior a la propia llegada y que nos sobrevivirá al partir” (2010, p. 45). Nada ni nadie por tanto existe en singular, aislado, y sin un mundo, sino que es la pluralidad la condición de la existencia humana intersubjetiva. En sus fragmentos de los años sesenta de ¿Qué es la política? Arendt (2019a) define que la pluralidad “remite al hecho de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo” (p. 22). Y en otro texto, La vida del espíritu, Arendt (2010) reflexiona sobre el carácter fenoménico de la aparición donde podemos apreciar que nuestra existencia es de por sí compartida: “Nada de lo que es existe en singular desde el momento en que hace su aparición; todo lo que es está destinado a ser percibido por alguien” (p. 43).

A esta última apreciación fenomenológica sobre la existencia intersubjetiva en términos de su espacialidad es posible sumarle un comentario en torno a la temporalidad de la existencia humana: su condición intergeneracional. En Entre el pasado y el futuro, un libro donde Arendt compiló varios de sus ensayos a modo de ejercicios del pensamiento político, señala que el presente es ese punto que se traza por dos fuerzas que se desarrollan vivazmente: el pasado y el futuro. En ese espacio intermedio signado por lo que acontece hoy, la autora localiza y arraiga al pensamiento, no visto como una facultad representacional sino más bien desde el punto de vista existencial: “El propio pensamiento surge de los incidentes de la experiencia viva” (2016, p. 30), señala la autora.

Dado que nuestra existencia humana es intersubjetiva en la medida en que vivir significa habitar un mundo que nos precede y sobrevivirá aunque esto último hoy, clara y tristemente, no podamos afirmarlo con la misma seguridad, el pasado no trae consigo necesariamente una prescripción respecto a qué hacer con el mundo heredado. Esto lo reflexiona Arendt a partir de su lectura del aforismo de René Char[4] (poeta de la resistencia francesa ante la ocupación nazi) donde es posible atender la potencialidad de pensar en términos intergeneracionales. En la medida en que requerimos de otros para existir, para compartir esa mismidad del mundo en común, resulta imprescindible construir lazos entre las generaciones que han habitado, habitan y habitarán el mundo.

Desde este marco, habilitar espacios intersubjetivos apostando por el encuentro intergeneracional nos permite una comprensión más aproximada y justa con nuestro tiempo. En consonancia con lo expuesto hasta ahora, es esclarecedor lo que Arendt (2018) señala sobre qué es la comprensión en un texto de la década de los cincuenta: “Es el modo específicamente humano de vivir, porque cada persona necesita reconciliarse con un mundo al que ha venido como extranjera y, en cuanto es única y distinta, siempre permanecerá como una extranjera” (p. 444). Encontrarnos con otras y otros en espacios colectivos nos permitirá, aunque sea brevemente, la posibilidad de ejercer la comprensión, en la medida en que se nos aparece ante todas y todos un mundo común compartido que tratamos día a día de dotar de sentidos.

Retomando la reconstrucción de lo que fue el Programa de Adultos Mayores a partir del año 2020, la centralidad que ocupó considerar la necesidad de habilitar espacios intersubjetivos e intergeneracionales se enmarcó en la defensa de los derechos humanos en las personas mayores. En consonancia con declaraciones internacionales[5], el Programa ha sostenido como objetivo promover, fortalecer y asegurar el ejercicio de todos los derechos humanos de las personas mayores, a través de diversas acciones que contribuyan a su plena inclusión, integración y participación en la comunidad. Desde este posicionamiento ético-político y frente a un escenario de suma desintegración del tejido social y de vulnerabilidad sobre las condiciones de vida, el 2020 significó en gran medida comenzar a considerar con mayor relevancia lo que poco era considerado hasta el momento: la condición humana intersubjetiva.

Desde ya que esta lectura no busca reducir la multidimensionalidad de la intersubjetividad a la acción de ayudantes alumnos, ni mucho menos sobrestimar la decisión de espacios virtuales para el dictado de los cursos de UPAMI. Habilitar espacios intersubjetivos apostando por el encuentro intergeneracional, por la participación y por el trabajo colectivo junto a personas mayores es, de mínima, una deuda con toda nuestra comunidad.

Considerar la inclusión de ayudantes alumnos y el dictado virtual de los cursos nos permite atender de manera crítica las condiciones para la escucha, la participación y el acceso a derechos como la educación, la cultura y recreación por parte de las personas mayores.

 

Pensar el relato como posibilidad para contar sobre sí junto a otras y otros

Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia
 o contamos una historia sobre ellas

Isak Dinesen

 

Con las palabras de Dinesen comienza el apartado de La condición humana (2019b) referido a la facultad de la acción. En su obra, Hannah Arendt se ocupa de las tres facultades que constituyen la vita activa: el trabajo como labor sobre las necesidades biológicas, el hacer-obra en cuanto fabricación de objetos, y la acción en cuanto facultad de praxis (transformación) y discurso (dar cuenta de la perspectiva que se tiene del mundo en el que se vive). De estas tres, solo la acción no requiere necesariamente de objetos materiales para su realización, ya que articula con lo que es específicamente humano: actos y discursos. Una vida sin acción ni discurso es para Arendt una vida “literalmente muerta para el mundo; ha dejado de ser una vida humana porque ya no la viven los hombres” (2019b, p. 201), resultando así para la autora la capacidad de praxis y discurso como parte insustituible de la condición de la existencia propiamente humana.

Mediante actos y discursos el agente se inserta en un mundo compartido junto a otros. En esa inserción se aparece junto y ante otras/os donde se responde ante la pregunta ¿quién eres tú? Por medio de esta aparición se afirma la unicidad y distinción de todo ser humano, puesto que para Arendt “mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano” (2019b, p. 203).

A partir de esta lectura arendtiana sobre el lugar de la narración quisiera detenerme a pensar dos experiencias que acontecieron al interior del Programa de Adultos Mayores en el año 2022. Como ya fue mencionado, el programa inició una articulación en el año 2020 más específica en torno al sostenimiento de espacios intersubjetivos e intergeneracionales. Esto con el tiempo se fue sedimentando y mejorando, resultando una constitución más definida al interior del vínculo entre ayudantes alumnos, equipos docentes y estudiantes mayores[6]. En este sentido se realizó no solo una apuesta en la orientación de aspectos del orden de lo afectivo y didáctico-metodológico en las clases mismas de los talleres, sino que el Programa organizó y promovió distintas actividades tales como ciclos de conversatorios y encuentros donde las personas mayores pudiesen compartir experiencias y reflexionar colectivamente.  “Fue como si recién pudiésemos como grupo hablar de lo que nos pasa” señalaba una de las estudiantes en una de las devoluciones[7] realizadas hacia el Programa.

Este acento en la circulación de la palabra y en la posibilidad de hablar en primera persona fue en gran medida lo que signó la primera experiencia a la que haré referencia, a saber, el desarrollo del taller dictado en el marco del convenio entre el Programa y UPAMI, titulado “Juegos escriturales para contar nuestras memorias” cargo de la docente Pamela Ceccoli.

Con la participación regular de 15 estudiantes, en su totalidad mujeres, el taller tuvo como objetivo practicar ciertas dinámicas en la escritura que articularon memorias propias y ficciones en torno a lo que las participantes imaginaban y deseaban como posible en relación a sus vivencias personales y proyectos de vida. En una serie de doce encuentros el taller fue promoviendo la sensibilización en torno a la narración como práctica del relato de sí mismas: “entramos y salimos de la ficción, porque algo hay en eso sobre nosotras mismas” (respuesta de una estudiante cuando le consultaron sobre qué piensa acerca del taller).

Si retomamos el marco de lectura arendtiana, podemos pensar que en la narración sobre el pasado propio, y también sobre los deseos y expectativas que se tuvieron y tienen frente a dicho pasado, a las compañeras estudiantes se les jugó la posibilidad de mostrarse ante otras. Aparecer, como mostración en un mundo público, compartido e intersubjetivo, es para Arendt (2015; 2019b), responder ante la pregunta ¿quién eres tú? (Y también: ¿qué crees? ¿Qué sientes? ¿Qué piensas?). En ese entrar y salir de la ficción, operaba la aparición de quien se narra, pero también las costuras de sus relatos, sus continuidades y discontinuidades.

“Pasa que me acuerdo de muchas cosas y me emociono” compartía una compañera estudiante. Eso que pasa en la práctica de la narración es susceptible de ser pensado en términos de un ejercicio de memoria y (re)construcción del quién que aparece cuando la palabra circula. Si bien entre el relato y la producción literaria hubo una serie de ejercicios que acompañaron y sostuvieron el proceso, la potencia está en la práctica misma de la narración, en el acto mismo de pronunciar quién es una.

En términos del carácter público del mundo como apariencia que se nos presenta a todos y como mundo común que es compartido intersubjetivamente, en el acto de aparecer, en el ejercicio de la narración, ante otros que constituyen, potencialmente, una comunidad, se posibilita “[comprender] cómo y bajo qué articulación específica el mundo común se le presenta al otro, quien como persona permanece siempre desigual o distinto” (Arendt, 2015, p. 55). De este modo estamos en condiciones de afirmar que en las prácticas de narración de sí no solo hay un trabajo consigo misma/o en el sentido de reflexionar sobre la propia experiencia, sino que también se trata de un tipo de práctica netamente política. “Este tipo de comprensión —ver el mundo (tal y como decimos hoy en día, de modo más bien trillado) desde el punto de vista del otro— es el tipo de conocimiento político por excelencia” (Arendt, 2015, pp. 55-56). Con esto la autora nos permite comprender que la aparición del otro, la posibilidad de mostrarse quién es, la circulación de la palabra, y la escucha, pueden ser comprendidas como prácticas políticas.

Esto último fue uno de los ejes nodales de la segunda experiencia a relatar en el presente artículo, a saber, el desarrollo del taller —también en el marco del convenio del Programa de Adultos Mayores con UPAMI—, “Filosofía: la experiencia hecha preguntas”, cuyo dictado estuvo a cargo del profesor Hernán García.

Desarrollado durante el segundo semestre del año 2022, con doce encuentros como la experiencia anteriormente mencionada, y con un total de 12 participantes estables, esta vez de cantidades similares entre hombres y mujeres, el taller propuso la planificación de lecturas filosóficas a partir de los problemas que las y los estudiantes llevasen al espacio de taller. Se trataba de un programa abierto sostenido por una escucha y recepción de las inquietudes de las y los estudiantes.

El presupuesto central de la modalidad del taller era que la filosofía posee en cierta medida una capacidad terapéutica para las personas en cuanto posibilita la reflexión, deliberación y escucha de sí mismas/os y de otras/os (Nussbaum, 2021). Mediante un ejercicio de toma de conciencia sobre determinados problemas en la vida de las y los participantes, el taller permitió un ejercicio filosófico de deliberación y escucha donde, al igual que en el taller anterior, la experiencia se construía mediante la participación activa de las perspectivas distintas de las y los participantes.

“Cuando vengo al curso pienso, y entonces me escucho a mí mismo” señalaba un compañero estudiante hacia el cierre del taller. Esa dialoguicidad del pensamiento existencial donde uno es como “un otro yo” permite atender que determinadas prácticas en torno a la filosofía, como las aplicadas en este caso, posibilitan la práctica del pensamiento, del aparecerse ante uno en términos de Arendt (2010).

En esta línea, bajo el tratamiento de problemas ético-políticos tales como la justicia, el acuerdo, el desacuerdo y la historia, el taller posibilitó a su vez una reflexión meta en cuanto discutía también sobre qué se comprende bajo determinados conceptos. En el caso de la historia por ejemplo, se permitió atender a la diferencia que existe entre la historia como construcción oficial y legitimada por los discursos imperantes, y los relatos en cuanto microhistorias y narraciones.

Esta última cuestión fue un disparador de ambas experiencias, siendo pertinente para ambas traer los aportes de Ursula K. Le Guin con respecto al lugar que ocupa la narración en la ficción. Allí la autora propone descentrar la figura del héroe como el gran relator de la experiencia y de la historia, para pensar lo humano que se juega en la capacidad de contar historias (telling stories). La autora señala que si comprendemos la ficción como una bolsa de transporte, podemos pensarla como “una forma de tratar de describir lo que realmente está sucediendo, lo que la gente realmente hace y siente, cómo las personas se relacionan con todo lo demás” (2021, p. 14). Hacer ficción y hacer narración serían por tanto dos prácticas humanas antiquísimas que han estado con nosotras y nosotros desde tiempos inmemoriales, donde la narrar la vida y lo que acontece, nos permite devenir como humanas y humanos al interior de una cultura y de una comunidad.

En consonancia con los comentarios aportados por Arendt y Le Guin, podemos atender que en ambas experiencias la narración ocupó un lugar clave que posibilitó concederle al relato un espacio para la intersubjetividad y también para una apuesta intergeneracional en la medida que el diálogo era trasladado y compartido con ayudantes alumnos extensionistas y con docentes.

 

Consideraciones finales

En el presente artículo se compartieron una serie de comentarios propios de la fenomenología de la acción de Hannah Arendt y también de la teoría de ficción de Le Guin para pensar dos experiencias con personas mayores.

Se pudo observar que la construcción colectiva y participativa de los talleres ofrecidos por el Programa de Adultos Mayores y el UPAMI permitió, en el ejercicio paciente de tejer y cultivar relatos, la posibilidad de sostener una comunidad donde las y los participantes pudieron mostrar quiénes eran mediante la acción de contar sus historias, sus pensamientos, sus inquietudes. Tanto para ficcionalizar al pasado como en la primera experiencia, así como para reflexionar y deliberar filosóficamente como en la segunda, se abrió una hendidura para agenciar la participación de las y los compañeros/as mayores.

A su vez se observó que esta decisión de sostener mediante la figura del relato y la narración lo intersubjetivo e intergeneracional en los espacios de enseñanza y aprendizaje, implicó no sólo una articulación más acorde entre lo metodológico con los contenidos, sino que, específicamente, significó la promoción y sostenimiento de condiciones de acompañamiento y escucha.

Resulta importante destacar que esta perspectiva, empática y dialógica, asumida desde los derechos humanos de las personas mayores, posee la potencia de habilitar nuevos cruces entre docentes, estudiantes y agentes extrauniversitarios. Abogando por la curricularización de estas experiencias al interior de la formación universitaria de grado, es viable defender la promoción de espacios intersubjetivos e intergeneracionales. Desde el ejercicio de la narración se posibilita como universidad aportar a los procesos de reparación de las trayectorias de vida de las personas mayores así como también en el fortalecimiento de la vida democrática, construyendo una comunidad más sensible y justa con quienes han sostenido el mundo previo a nuestra llegada.

 

Bibliografía

-Arendt, H. (2010). La vida del espíritu. Editorial Paidós.

-Arendt, H. (2015). La promesa de la política. Editorial Paidós.

-Arendt, H. (2016). Entre el pasado y el futuro. Editorial Ariel.

-Arendt, H. (2018). Ensayos de comprensión. 1930-1954. Formación, exilio y totalitarismo. Editorial Página Indómita.

-Arendt, H. (2019a). ¿Qué es la política? Editorial Paidós.

-Arendt, H. (2019b). La condición humana. Editorial Paidós.

-Chirino, M. (2021). Ayudantes Alumnos en la Extensión: agencia e intercambio intergeneracional. Revista EXT, Nº 14, pp. 1-10. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ext/article/view/36129

-Le Guin, U. (2021). La teoría de la bolsa como origen de la ficción. Editorial Oficios Varios.

-Nussbaum, M. (2021). La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística. Editorial Paidós.

 

 

 

 

 



[1] Estudiante de Filosofía (FFyH-UNC) y de Teatro (FA-UNC). Integrante del grupo radicado en el CIFFyH (UNC) “Nudos problemáticos en la obra de Arendt para pensar el presente: filosofía política, republicanismo, feminismo y humanismo”. Correo: maximiliano.chirino@gmail.com.

[2] Las ayudantías alumno extensionista son un tipo particular de ayudantías que la UNC viene desarrollando desde el año 2008 con el objetivo de incorporar a estudiantes de grado en las prácticas extensionistas que diversos programas y proyectos sostienen año a año.

[3] El Programa de Atención Médica Integral (PAMI), perteneciente al Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (INSSJP) del Estado Argentino, desarrolla desde el año 2010 el programa UPAMI, destinado a garantizar en convenio con más de 40 universidades de todo el país el dictado de cursos universitarios para sus afiliados y el público en general. Para más información recomiendo acceder a la plataforma del programa mediante el siguiente enlace.

[4] El aforismo en cuestión indica que “nuestra herencia no proviene de ningún testamento” (Arendt citando a Char, 2016, p. 13).

[5] Un documento clave al respecto ha sido la declaración de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores desarrollada en el año 2015. El texto puede ser consultado en el siguiente enlace.

[6] Al respecto sugiero la lectura de un artículo de mi autoría donde reconstruyo específicamente el rol que como Ayudantes Alumnos fuimos desarrollando al interior de la práctica extensionista. Ver: Chirino, M. (2021). Ayudantes Alumnos en la Extensión: agencia e intercambio intergeneracional. Revista EXT,  N° 14, pp. 1-10.

[7] Todos los comentarios citados de estudiantes mayores han sido extraídos de las devoluciones realizadas al Programa. En cada cierre de cuatrimestre el Programa prevee instancias de evaluación de la experiencia por parte de las y los participantes. Por un lado se trata de instancias orales y por otro de escritas opcionales. En todos los casos citados se omiten los nombres para preservar la identidad de las y los estudiantes.