Opiniones de un alquimista del siglo X
Resumen
A menudo, en nuestra tarea de enseñar química a los estudiantes que llegan a nuestra Facultad, nos preguntamos:
¿Qué debemos enseñar a los futuros químicos?, y esto nos lleva a plantearnos otra pregunta previa:
¿Qué deben saber quiénes pretenden iniciar estudios de química en nuestra Facultad?Esta última pregunta ya fue respondida hace mucho tiempo, planteada de la siguiente forma:
¿Cuál debe ser el entrenamiento preliminar de un aspirante a alquimista?
“Debe incluir: el estudio de Matemática usando los textos de Euclides y de Ptolomeo; el estudio de las ciencias naturales como las enseñaron Aristóteles y Apolonius de Tyana.Luego el estudiante debe adquirir la habilidad manual, adiestrar sus ojos para la observación y la mente para la reflexión sobre sustancias químicas y sus transformaciones.Dado que el comportamiento de la Naturaleza es invariable, nunca hace la misma cosa de distinta manera, el alquimista, al igual que el médico, debe esforzarse para seguir a la Naturaleza.”
Estas son las opiniones del erudito árabe Maslama Ibn Ahmad en su libro Rutbat al-Hakim (“El peldaño del sabio”), un libro muy completo sobre los aspectos de la alquimia de la época. Para ubicarnos mejor, debemos aclarar que Maslamanacióalrededor del año 940 en Qurtubi (o Córdova) durante el dominio moro de la actual España, vivió y trabajó mucho tiempo en la ciudad de Majriti (actual Madrid) y falleció en el año 1007, dejando una extensa obra sobre astronomía, aritmética y alquimia. En este libro, Maslama describe por primera vez el principio de conservación de la masa, que mucho más tarde (ocho siglos después y en los inicios de la química moderna)es promulgado por Lavoisier como una regla fundamental de las reacciones químicas. En sustrabajos, Maslama fue también el primero en seguir una regla química considerada hoy como fundamental, pero que no se aplicóen forma generalizada hasta el siglo XIX: la “experimentación cuantitativa”.
En su libro describe:
"Tomé mercurio natural, libre de impurezas, y lo coloqué en una vasija de vidrio con forma de huevo. Introduje ésta en otra vasija con forma de olla, y coloqué el aparato completo sobre un fuego muy vivo (...). Calenté el aparato día y noche durante cuarenta días, después de lo cual lo abrí. Encontré que el mercurio, cuyo peso original era de un cuarto de libra, se había convertido completamente en un polvo rojo, suave al tacto, con el mismo peso que tenía inicialmente".
Fuente: “Temas de historia de la química”, Miguel Katz.Asociación Química Argentina, 2016.
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