Description: Logo Artilugio.jpgNúmero 5 · Año 2019

 

 

 

Derivas de una Colección

 

Drifting of a Collection

 

Julieta Mansilla y Florencia Pumilla

Investigadoras independientes

Santa Rosa, Argentina

julieta.mansilla.aybar@gmail.com

fpumilla@gmail.com

 

 

Recibido: 15/07/2019 - Aceptado: 19/07/2019.

 

Resumen

El presente artículo es un acercamiento a la instancia experimental del Proyecto “DESVÍOS. LA DERIVA COMO ESTRATEGIA METODOLÓGICA”, acontecida en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, en diciembre de 2018; centrada en la investigación “Colección Particular” de la artista visual Florencia Pumilla, integrante del Proyecto. Este texto incluye dos relatos de dicha experiencia.

Palabras Clave: deriva; Situacionismo; performance; colección; La Pampa.

 

Abstract

This paper is an approach to the experimental instance of the research project “DETOURS. DRIFTING AS A METHODOLOGICAL STRATEGY”, which took place in Santa Rosa, La Pampa, on December 2018. It is based on the research work “Particular Collection” by Florencia Pumilla, visual artist and member of the research project. This text includes two descriptions of the above-mentioned experience.

Key words: drifting; Situationism; performance; collection; La Pampa.

 


 

El Proyecto “DESVÍOS. LA DERIVA COMO ESTRATEGIA METODOLÓGICA” surge por iniciativa de un grupo de egresadas de la Especialización en Estudios de Performance interesadas en continuar la indagación en las problemáticas de sus trabajos finales, en forma conjunta.[1] La deriva, como metodología, estaba siendo desarrollada por Belkys Scolamieri, una de las integrantes, y aparece como la puerta de entrada más indicada para el propósito colectivo. El proyecto fue presentado y seleccionado en la convocatoria CEPIAbierto/2018.

“DESVÍOS. LA DERIVA COMO ESTRATEGIA METODOLÓGICA” se propuso constituir un laboratorio que pretendía generar experiencias de encuentros socialmente significativos, capaces de crear situaciones que funcionaran como cortocircuitos en el devenir cotidiano y rutinario de la ciudad, a partir de los postulados estético-políticos de la Internacional Situacionista. Basándose en la técnica de la deriva, estrategia metodológica que se utilizó como procedimiento, para posibilitar otros modos de adquirir conocimientos, planteando el desarrollo de una investigación psicogeográfica, capaz de replicarse en otros contextos y ambientes.

La deriva como técnica supone toda una teoría del espacio y, también, todo un modo de intervención sobre las condiciones actuales de producción espectacular del mundo. En una sociedad que privilegia el valor de cambio y ha hecho del espacio una propiedad, el procedimiento situacionista privilegia el valor de uso del espacio público. La actividad supuso la construcción de un conjunto de instancias experimentales que pueden verse materializadas en la constitución de una obra colectiva inacabada, que permite trazar otro mapa de la trama urbana, de sus afectos y efectos performativos.

La deriva como procedimiento es un comportamiento lúdico constructivo. No sigue recorridos precisos y marcados, como los que hoy llamaríamos corredores culturales o circuitos preestablecidos por las guías de las ciudades. Por el contrario, la deriva es un método de concentración, de observación y análisis del espacio, y aparece como posibilidad de conocer críticamente el espacio. Sigue una serie de reglas siempre posibles de transgredir en función de los requerimientos del momento.

Para el proyecto Desvío se utilizó la adecuación metodológica que hicieran Scolamieri y Blázquez para una serie de derivas realizadas en distintas ciudades.[2] Antes de aventurarse en el recorrido ciudadano con esta técnica situacionista, cada grupo de personas derivantes deberá acordar una “clave” y un “principio de movimiento”. La clave es el porqué, con qué motivación vamos a derivar. Puede ser una pregunta, una inquietud o una simple palabra que sirva como motor para la deriva. El principio de movimiento es la definición sobre cómo recorrer el espacio para evitar el reconocimiento del mismo y propiciar el conocimiento, intentando con esto sortear los tránsitos establecidos y habituales. Se recorre el espacio, por ejemplo, siguiendo a una persona con una vestimenta particular; caminando 20 minutos en sentido horario y otros 20 en sentido anti horario; doblando a la derecha cuando se cruza un perro y a la izquierda cuando se encuentra una persona con sombrero, o cualquier acuerdo que el grupo haga para transgredir los caminos conocidos y automáticos.

El presente artículo es un acercamiento a la instancia experimental acontecida en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, en diciembre de 2018; centrada en la investigación “Colección Particular” de la artista visual Florencia Pumilla, integrante del grupo. A continuación, desarrollaremos los lineamientos básicos de la misma, para luego presentar dos relatos de la experiencia.

 

La clave: una colección privada

 

La abuela Elsa Aurora Rodríguez de Pumilla, en algún momento de su vida, sufrió un accidente, a causa del cual quedó con lesiones que parecían poder dejarla postrada en una cama por el resto de su vida. Ante semejante pronóstico, para pasar el tiempo empezó a coleccionar. Comenzó juntando cajas de fósforos y esta primera colección fue el puntapié de un sinnúmero de colecciones de las más diversas, que fueron reunidas en lo que posteriormente constituyó la colección privada de la Familia Pumilla, a la que Elsa llamaba “el museo”.

Dicha colección tuvo siempre un lugar central en el cotidiano de esta familia y el acopio de objetos llegó a ocupar más de una de las habitaciones de la vivienda. Más allá de que estas colecciones constituyeran series de objetos similares agrupados (almanaques, mates, puntas de flechas, boleadoras, monedas), lo particular radicó en lo que Elsa hizo con estos objetos, porque no sólo se limitó a reunirlos sino que también los rotuló, los nomencló, los etiquetó y los distribuyó en anaqueles, paneles y vitrinas, con una verdadera pretensión museográfica.

Está práctica de señalamiento, de marca, de insistencia por registrar la procedencia de los objetos y por describir sus características no se agotó en los límites de lo que fue su “museo”. Este gesto reiterado de dejar una huella se extendió también a sus objetos cotidianos.

Hace cuatro años, un año después del fallecimiento de Elsa, su nieta, la artista visual Florencia Pumilla se mudó a la que fuera su casa-museo. El habitar este lugar y convivir con los objetos de su cotidiano generó en Florencia, además de una gran movilización emocional, muchos interrogantes. Y empezó a hacerse patente no sólo su clara influencia como referente en su obra, sino también en sus procesos creativos.

Florencia comenzó a preguntarse entonces cuáles serían las historias que narran los objetos, qué hay en estas constelaciones de objetos o en la lógica de su ordenamiento que pueda generar narraciones y de qué modo pueden los objetos de esta colección particular generar narraciones a partir de una performance.

Si bien la colección particular tiene un lugar de origen, su carácter espacial pareciera mostrarse disponible por la fuerza desterritorializadora que encierra el carácter conjetural de su organización. El relato que generan los objetos de la colección particular de la abuela Elsa crea un espacio que “da espacio” a otras acciones que se pueden emprender allí, el relato crea un campo que autoriza prácticas y, a su vez, marcha delante de estas para abrirles camino.

La colección particular de la abuela Elsa fue la clave, a partir de la cual quienes participaron de la deriva en Santa Rosa comenzaron el recorrido por la ciudad.

 

Experiencias

 

Grupo 1 / Julieta Mansilla.

Integrantes: Roxana Martín, Victoria Stefollani y Julieta Mansilla.

Punto de partida: Pasaje Julián Inda 291 (casa de Florencia Pumilla).

Clave: Colección Particular.

Principio de movimiento: caminar en línea recta hasta encontrar una caja y allí doblar a la izquierda.

Tiempo de deriva: 1h 30m aproximadamente.

 

Era una tarde atípica, para realizar una acción inusual. Florencia Pumilla, a quién quiero como amiga y artista, me invitó a participar de una deriva que desarrollaría junto a su grupo de estudio sobre performance en nuestra ciudad.  Caminé hasta su casa para llegar a la hora señalada, por calles desiertas que ilusionaban con la idea de que Santa Rosa era simplemente la escenografía de una película que ya se filmó. En el interior la gente duerme la siesta, se guardan en sus casas y afantasman las veredas, se sumaba esta vez, el evento esperado y conflictivo del año la final de Boca-River. La ciudad era nuestra.

Llego a su casa, Florencia me presenta a sus compañeres y nos sugiere que esperemos un rato a unas amigas que quedaron en venir. El ambiente era festivo, fluyen las risas sobre anécdotas graciosas que les fueron sucediendo desde que llegaron a Santa Rosa. Tardé en entender cuáles eran las reglas de la actividad, pero  enseguida me integraron al jolgorio. Cuando se armó el grupo definitivo, Flor nos introdujo en su proyecto de investigación, nos relató la manera en que su abuela inició su colección, que permanece resguardada en una de las habitaciones de la casa, y nos invitó a conocerla. Parecíamos niñes en un parque de diversiones, o exploradores al mejor estilo Indiana Jones. El eclecticismo de la abuela para señalar objetos vulgares en su uso cotidiano y en ese toque de varita mágica, convertirlos en objetos preciados, nos maravilló. Hipotetizamos posibles lógicas que la llevaron a coleccionar esos objetos y no otros, pero en algún momento entendimos que no era tan necesario hacerlo y nos dedicamos de lleno a hurgar y abrir cajitas nomencladas y cerradas con celo proteccionista.

Salimos a la calle, afectades por la experiencia de haber conocido la colección de la abuela, en dos grupos. Cada grupo debía consensuar cuál sería el principio de movimiento que guiaría su recorrido por la ciudad. No fue muy clara la indicación de cuándo finalizaría la aventura y a nadie pareció importarle, ya que nos dimos cuenta del detalle luego de mucho tiempo de caminar. Yo formaba parte del grupo que también integraban Victoria y Roxana. Decidimos que nuestro principio de movimiento seguiría la siguiente lógica: caminar en línea recta hasta ver una caja, y en ese momento doblar a la izquierda y caminar nuevamente en línea recta hasta que la próxima caja nos obligue a girar a la izquierda, y así constantemente.

Lo primero que resaltó fue la ausencia de personas en las calles, el tránsito automovilístico era inexistente. De vez en cuando, surgían murmullos inentendibles que venían del interior de alguna casa. Éramos tres chicas caminando por el medio de la calle, ellas dos ya se conocían y yo era la primera vez que tenía contacto con ellas. Al principio, íbamos concentradas en la posible aparición de una caja que nos hiciera cambiar de rumbo. Luego de varias cuadras en las que eso no sucedía, nos relajamos y nuestras conversaciones fueron más profundas. Recorrimos las calles de todo un barrio junto a los deseos que motorizan nuestros proyectos personales.

La ausencia de personas en el escenario urbano nos dejó en primer plano el ordenamiento de las cuadras y la similitud de la arquitectura de las casas. Diferenciamos cuáles eran, notoriamente, hogares de abuelas y cuáles eran de personas jóvenes, por sus jardines delanteros. Claro que, como toda clasificación arbitraria, existen sus excepciones. Los jardines de abuelas tenían ciertas características: césped verde cortado prolijamente donde se disponían con diversos órdenes una colección de plantas florales, donde reinaban rosales frondosos de todos los colores; también adornos como duendes o patos de yeso. Digo que los jardines eran de abuelas, aunque es cierto que cualquier persona puede ocuparse de la jardinería del hogar sin importar su género, pero es una actividad tradicionalmente feminizada, por lo menos en nuestra ciudad. Es así que en nuestro recorrido fuimos observando cómo era que, en cada casa, se armaba la colección floral del patio delantero, la carta de presentación ante les vecines.

En el transcurso del recorrido, se sucedieron varios hechos que merecen ser contados, pero voy finalizar con el relato que rescato para mi colección de recuerdos experienciales. No podría explicar cómo fue que la deriva nos llevó a la avenida Santiago Marzo, la Circunvalación de la ciudad. Una avenida de tránsito ligero, que sirve para acortar caminos, que se recorre en auto o moto y casi nunca se camina. Por esta razón, quienes no habitamos en  viviendas sobre esa avenida, poco sabemos de sus detalles. De repente, nos encontramos caminando por allí, donde las casas se salpicaban entre terrenos baldíos o grandes galpones cerrados. Les habitantes de las pocas casas estaban en sus interiores. Los vehículos que circulaban parecían ser conducidos automáticamente. En ese escenario, una familia gitana se nos presentaba como una aparición. Sus integrantes eran las únicas personas que estaban en su vereda: tres adolescentes escuchaban música, cuatro niñes correteaban y su madre barría el cordón de la calle. A medida que nos acercábamos, les reconocí: era una familia que suele ir al centro, en busca de ayuda económica o de alimentos que puedan brindarle las personas que transitan la zona, quienes les devuelven una mirada construida por todos los estereotipos que se cargan sobre la comunidad cíngara, como si fueran extranjeres. Ahí estaban como nosotras, al margen de la siesta y del partido de fútbol. Ahí estaban en su territorio, soberanes de su hogar que se extiende hacia el exterior, habitando hasta su vereda y la calle. Nos saludamos con un beso, les presente a mis compañeras de deriva y les contamos que estábamos simplemente caminando, hablamos del calor y de la tarde soleada. Fue el único encuentro con otras personas en toda la deriva, y fue significativo para todes. Esta sensación la reafirma Mariana, la madre gitana, quién me recuerda este encuentro cada vez que volvemos a cruzarnos por las calles céntricas de la ciudad.

 

Grupo 2 / Florencia Pumilla

Integrantes: Angelina Uribe Urruti (Pitu), Pablo Molina, Belkys Scolamiri, Florencia Pumilla.

Punto de Partida: Pasaje Inda 291, Santa Rosa, La Pampa.

Principio de movimiento: 1, 2, 3, 3, 2, 1. Caminar X cantidad de cuadras y doblar a la izquierda.

Clave: Colección.

Tiempo de Deriva: 1 hora y media aproximadamente.

 

Una actividad particular convierte al domingo 9 de diciembre en una jornada particular. Como parte de nuestro proyecto de investigación, planeamos una deriva en Santa Rosa. Es el turno de indagar en mi proyecto y adentrarnos en el tema sobre el que vengo trabajando: la colección particular de mi abuela Elsa. Es en su casa, mi casa actualmente, donde nos reunimos para empezar la aventura.

Parte del equipo cordobés se encuentra en la casa de visita desde hace un par de días y, en la sobremesa del domingo, esperamos a que lleguen las participantes locales que compartirán la experiencia. Una vez reunides, nos introducimos en el famoso “museo” de la abuela y echamos un vistazo por ese vasto mundo. Si bien no está en sus mejores condiciones desde hace mucho tiempo, el impacto que las colecciones hacen sobre nosotres es contundente. Después de esta experiencia, nos dirigimos a la calle para comenzar la deriva por Santa Rosa. Estamos en el Barrio Colonia Escalante y desde ahí, con la idea de colección como clave, empezamos la deriva.

Nuestro grupo acuerda caminar X número de veces (progresión 1, 2, 3; 3, 2, 1) en línea recta y, al llegar a la esquina, doblar a la derecha. Así lo hacemos y rápidamente llegamos a la calle P. Desconocido, que sorprende a les visitantes con su nombre. Vamos recolectando objetos que guardamos en bolsitas transparentes y etiquetamos con el nombre de la calle Transitada. P Desconocido, Pedro Luro, Leguizamón. Se van sumando bolsas que empiezan a conformar nuestra colección. Hay bastante silencio y Pitu decide ir tomando registro con su celular de los sonidos que aparecen llamando nuestra atención y que son capturados para formar parte de la colección junto con los objetos azules ya embolsados.

El principio de movimiento elegido nos hace cruzar una avenida que atraviesa la ciudad de punta a punta. Es el tramo urbano de la Ruta Nacional 35 y salida directa hacia el Norte y hacia el Sur. Al cruzarla, dejamos Colonia Escalante y nos adentramos en la Villa Santillán, uno de los Barrios más añejos de Santa Rosa. De ambos lados, la ciudad parece vacía, todo está detenido por la siesta y la final de la Copa Libertadores de América. Para las locales la ciudad, conocida, se nos presenta como otra. Reparamos en detalles que antes no habíamos visto y la deriva nos permite conocer de otra manera nuestro propio lugar.

Somos casi las únicas personas transitando las calles y, en nuestra trayectoria, sólo cruzamos a unas niñas que juegan en una vereda, y a un señor en un porche que, inquieto con nuestra presencia, nos increpa indagando sobre el porqué de habernos detenido tan cerca de su casa. Mencionar que estamos realizando “un trabajo para la Universidad” es lo que quizá un poco lo tranquiliza, pero no lo deja conforme del todo. Emprendemos la marcha y esto nos invita a reflexionar sobre qué tipo de tránsitos son habilitados a los cuerpos en el ejido urbano, y cómo el corrernos de este tácito acuerdo nos pone bajo sospecha.

Hace mucho calor y otra vez nos encontramos sobre la avenida Luro. La ciudad ha recobrado movimiento, se escuchan bocinazos y gritos de festejos. River salió campeón y nosotres damos por concluida la deriva.

 

Punto de encuentro

 

Cuando consideramos, cada grupo por su parte, que las derivas habían concluido, nos comunicamos por WhatsApp para reunirnos. La casualidad hizo que nos encontráramos a una cuadra de distancia sobre la misma avenida, aun cuando los recorridos se sucedieron en sentidos opuestos.

La ciudad que se había detenido por la siesta, por el partido o… para propiciar nuestras derivas, de repente había cobrado un movimiento más activo por parte de les habitantes, que despertaron de sus siestas y/o que salieron a festejar el triunfo de River Plate. Caminamos atravesades por el calor a contrapelo de la caravana futbolera, en dirección a una heladería para premiarnos con unos merecidos helados. Allí, decimos congregarnos en el Parque Oliver para poner en común las experiencias de ambos grupos.

Compartimos por turnos los registros, que consistían en objetos recolectados, fotos y audios obtenidos con el celular, y los relatos de las apreciaciones de cada integrante.

Las conversaciones comenzaron a desarrollarse a partir de la extrañeza con que percibimos la ciudad quiénes ya vivíamos en ella, que fuimos conectando entre todes con el sentido propio que se persigue con las derivas: desestructurar el sentido habitual con el que recorremos la trama urbana y conocer nuevas facetas de la misma. Esto, a su vez, permite que se generen nuevos conocimientos, que en esta oportunidad tuvieron como eje la idea de colección. Y esto fue significativo tanto para quienes residimos en Santa Rosa como para quienes vinieron de visita.

En el intercambio de experiencias y nuestros hallazgos sobre la idea de colección, aparecieron ideas que nos llevan a un precioso texto de Walter Benjamin, “Desembalo mi Biblioteca”. Es el fragmento donde relata la pesquisa de ejemplares para el ingreso a su colección de libros y cómo esto le posibilita conocer nuevas ciudades, lo que linkeamos con la deriva como procedimiento.

 

La entrada en posesión y la apropiación pertenecen al dominio de la táctica. Los coleccionistas son individuos dotados de instinto táctico; en su experiencia, cuando se trata de conquistar una ciudad extranjera, la tienda de libros antiguos más pequeña puede significar una fortaleza, la papelería más alejada una posición clave. ¡Cuántas ciudades se han abierto ante mí en el curso de las expediciones que realizaba a la conquista de libros![3]

 

En nuestro caso, derivar con la idea de colección como guía nos permitió no sólo tener nuevas percepciones e ideas sobre lo que es una colección y el hecho de coleccionar, sino también adquirir conocimiento sobre Santa Rosa a quienes estuvimos recorriéndola, incluso a quienes aquí vivimos desde hace años.

Todes recordamos haber tenido o tener una colección, hablamos sobre cómo fuimos incorporando elementos a ese universo, y también sobre cómo a algunes de nosotres nos habían alentado a coleccionar o bien nos habían heredado alguna colección. En este punto, como en toda la conversación, volvimos recurrentemente a la particular colección que le dio origen a toda esta expedición. Colección particular, colección hereda. Y es otra vez a Benjamin a quien vamos a citar hablando a cerca de la heredabilidad.

 

heredar es, a decir verdad, el medio más sólido de formar una colección. Pues la actitud del coleccionista respecto de sus riquezas tiene origen en el sentimiento de obligación que le crea su posesión. Es, por lo tanto, la actitud del heredero en el sentido más elevado. Una colección tiene como título de nobleza más hermoso el poder ser legada.[4]

 

De la charla, más que certezas fueron emergiendo preguntas: ¿qué nos motiva a coleccionar? ¿Qué es lo que convierte a un grupo de objetos en una colección? ¿Es accesible el sentido de una colección para alguien más que para la persona coleccionista? ¿Será que hay tantos sentidos como personas que están en contacto con estos objetos? ¿Hay algún ordenamiento correcto para estos objetos? Son estas preguntas las que ayudarán a seguir indagando sobre la acción de coleccionar, ellas y una pequeña lista-colección de palabras que surgieron del encuentro para seguir pensando: acumulación, grupo, selección, conjunto, arbitrario, legado, preciado, regalo, tesoro.

 

 

Bibliografía

 

Walter Benjamin, “Desembalo mi biblioteca”, en El arte de coleccionar (España: Centellas, 2012).

 

 

Biografía

Julieta Mansilla

Autora

 

Gestora cultural independiente. Integrante del Proyecto NINFA Arte Contemporáneo y Cultura Visual. Librera. Educadora del Museo Provincial de Artes, La Pampa.

Contacto: julieta.mansilla.aybar@gmail.com

 

 

Florencia Pumilla

Autora

 

Artista visual. Integrante de distintos proyectos y dispositivos artísticos grupales. Tallerista y Educadora a través del arte. Forma parte del grupo Bonus Track, que lleva adelante el proyecto “Desvíos a la Deriva”.

Contacto: fpumilla@gmail.com

 

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Cómo citar este artículo:

Julieta Mansilla y Florencia Pumilla, “Derivas de una Colección”, Artilugio [en línea], 5 (septiembre de 2019): 225-236.

 

 

Artilugio

Número 5, 2019 / ISSN 2408-462X (electrónico)

https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART

 

Centro de Producción e Investigación en Artes,

Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

 

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[1] “Desvíos. La deriva como estrategia metodológica” es un proyecto llevado adelante por el grupo Bonus Track, integrado por Soledad Videla, Victoria Steffolani, Beatriz Scolamieri, Sofía Torres Kosiba, Florencia Pumilla y Pablo Molina como coordinador. Se presentó como espacio/laboratorio procesual de creación conjunta, intentando revisar ciertas jerarquías establecidas y dar lugar a nuevos vínculos que faciliten la emergencia de una renovada vitalidad. Se Recurrió a la técnica de la deriva como estrategia metodológica por ofrecer nuevas modalidades de adquirir conocimientos a partir de la invitación a (re)vivificar experiencias. Cada una de las integrantes del equipo coordinó para el resto una deriva con pautas específicas, retomando en cada caso hilos conductores a los trabajos finales desarrollados en la Especialización en Estudios de Performance (Facultad de Artes, UNC, 2017). Proyecto integrado por Soledad Videla, Victoria Steffolani, Beatriz Scolamieri, Sofía Torres Kosiba, Florencia Pumilla y Pablo Molina como coordinador.

[2] En el texto “La Experiencia no apropiable: Prácticas de derivas” presente en el libro BP.15 Primera Bienal de Perfomance, Área Académica, pueden encontrarse los registros de dichas derivas realizadas por Scolamieri y Blázquez.

[3] Benjamin, “Desembalo mi biblioteca”.

[4] Benjamin, op. cit.