30 VEsC - Año 15 - Número 28 - 2024: 23-33 https://revistas.unc.edu.ar/index.php/vesc/article/view/47946
video llamada, etc.)
Así como podemos reconocer que los/as estudiantes debieron adaptarse a estos nuevos modos
de ser estudiantes, también podemos identificar a otro grupo que empezó a cursar una carrera en el
contexto de la pandemia. En esos casos, durante dos años aprendieron a ser estudiantes universitarios
bajo esa modalidad. Una modalidad que fue excepcional, y que con el retorno a la presencialidad,
les tocó (des)aprender e incorporar nuevas prácticas tales como participar de clases teóricas que
tienen larga duración extensas, rendir oral de manera presencial, a hacer parciales escritos con papel
y birome y sin la posibilidad de consultar apuntes o en los sitios web, entre otras.
De cualquier manera, y en ambos casos, creemos que es un buen momento para generar dispositivos
para no sólo conocer cómo aprendieron los/as estudiantes en tiempos de virtualidad forzada, sino
también indagar en cómo (luego de esa experiencia reciente) están estudiando actualmente. Qué
estrategias aprendidas en tiempos de virtualidad siguen implementado; a qué tipo de recursos acuden
y para qué; qué sitios visitan para ampliar la información y/o buscar explicaciones complementarias;
qué tipo de recorridos realizan por fuera de los que les proponen sus docentes, etc.
Se trata de una información muy valiosa para esta reconfiguración de los escenarios educativos.
Conocer las estrategias estudiantiles no implica necesariamente reformular o acondicionar las
prácticas de enseñanza a la medida de sus prácticas de aprendizajes, pero sí resulta significativo que
el diseño de las propuestas tengan como punto de partida el reconocimiento de qué es lo hacen y qué
no hacen. Incluso esta información es fundamental para fortalecer aquellas prácticas que potencian
los aprendizajes y tal vez desalentar o proponer alternativas cuando se identifican estrategias que no
favorecen una genuina apropiación del conocimiento, por ejemplo cuando cortan y pegan información
de la web sin hacer un trabajo con aquellos datos, o reproducen de manera textual los contenidos
clases y/o explicaciones docentes, etc.
Siguiendo con los modos de participación de los/as estudiantes durante tiempos de educación
virtualizada, es posible observar (aunque tal vez en menor medida) la emergencia de un nuevo tipo
de actividad académica que habilitó otros formatos (por fuera de las tradicionales monografías,
informes, fichas, etc.) así como también la utilización de entornos, herramientas y aplicaciones
digitales disponibles en la web para la realización de videos, presentaciones digitales, podcast, etc.
por parte de los/as estudiantes. En este sentido, podemos decir que se diversificaron los lenguajes
y por lo tanto, las formas de apropiación del conocimiento. Ya hablamos de las potencialidades de
incluir estos recursos y herramientas digitales en los procesos educativos, por eso en lo que queremos
detenernos ahora es en el lugar que asume (o podría asumir) el sujeto de aprendizaje no sólo en la
utilización sino también en la realización de este tipo de producciones académicas.
Si pensamos a la educación desde una perspectiva socio cultural, entendemos que los procesos
de aprendizaje se dan en un contexto de participación en la que el sujeto se implica activamente
en la construcción de conocimientos y esta situación está mediada por los diferentes saberes,
recorridos,habilidades, etc. (Bruner, 1997; Baquero, 2002)
Este enfoque se nutre principalmente de los postulados Lev S. Vigostsky (2006; 2007) quien
sostiene que el desarrollo del pensamiento sólo puede explicarse en términos de interacción social
y en este sentido, el aprendizaje se da primero en el plano de la experiencia mediada por sistemas
simbólicos culturales, entre ellos, el lenguaje.
Fundamentos e Investigación Verónica Plaza Schaefer