Número 11

Año 2023


El pulso de una época. Redes militantes y afectivas para un cine hecho por mujeres (Argentina, 1988)

The pulse of a time. Affective and activist networks for women’s film (Argentine, 1988)

Marcela Visconti

Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras

Instituto de Investigaciones de Estudios de Género

Buenos Aires, Argentina

marcevisconti@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4428-184X

DOI: https://doi.org/10.55442/tomauno.n11.2023.42816 

 ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s22504524/1cnwar2j9 

Resumen

En 1988 se celebra en Mar del Plata la primera edición del Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres “La mujer y el cine”, un espacio pionero que busca dar a conocer la obra de directoras de todo el mundo con el fin de alentar la labor femenina en el quehacer cinematográfico. El festival abre una zona de circulación y de visibilidad para el cine hecho por mujeres, creando un entorno de colaboración y de apoyo laboral y afectivo que fue decisivo para consolidar el campo del cine y sus oficios como un área de trabajo para las mujeres. Desde una estrategia feminista de reescritura de la historia orientada a producir nuevos énfasis y enfoques, y asumiendo una premisa que sostiene la necesidad de pensar el cine como un objeto atravesado por tensiones formales y estéticas tanto como institucionales, sociales y afectivas, este artículo se propone historizar la creación del festival como una forma de asociacionismo que toma impulso desde los espacios de encuentro y militancia de mujeres, que habían cobrado fuerza en el campo cultural argentino tras la apertura democrática en 1983 promoviendo un intercambio de experiencias –y el reconocimiento de lo propio en lo colectivo– como base de la acción política feminista.

Palabras clave: Festivales de cine, Mujeres, Feminismo, Democracia, Cultura

Abstract

In 1988, the city of Mar del Plata hosted the first edition of the “Women and Film” International Women’s Film Festival, a trailblazing space aimed at disseminating the work of female directors from around the world with the goal of encouraging women’s involvement in filmmaking. The festival opened up a zone of circulation and visibility for films made by women, giving rise to an environment of collaboration and work-related and affective support which proved central as a means to establish the realm of filmmaking, with its associated trades, as an area for women to work in. Based on a feminist strategy of re-writing history that enables new emphases and approaches to emerge, and assuming a premise which posits the need to think of cinema as an object crossed by formal and aesthetic tensions, but also institutional, social, and affective ones, this paper aims at historicizing the creation of the festival as a form of association born in the spaces of activism where women met, spaces that had gained momentum in the Argentine cultural field after the return of democracy in 1983, fostering an exchange of experiences –and the recognition of one’s own experience in the collective– as the foundation of feminist political action. 

Key words: Film festivals, Women, Feminism, Democracy, Culture


Recibido: 05/06/2023 - Aceptado con modificaciones: 11/09/2023

TOMA UNO, Nº 11, 2023 - https://revistas.unc.edu.ar/index.php/toma1/index
ISSN 2313-9692 (impreso) | e-ISSN 2250-4524 (electrónico)

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La década de 1980 es una etapa clave en la reconfiguración de los espacios de las mujeres en la historia del cine argentino. En relación con la transformación que se da en ese momento, cuando algunas mujeres comienzan a trabajar con regularidad dentro del campo del cine profesional, fue importante el rol que jugó el Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres “La mujer y el cine”. Creado en 1988, se trata de un evento pionero en Argentina y en América Latina, que cuenta con una trayectoria histórica de continuidad desde entonces hasta hoy, cuando se cumplen treinta y cinco años de su existencia. A lo largo de todos estos años, “La mujer y el cine” se ocupó en reunir a directoras, fotógrafas, guionistas, actrices, productoras, técnicas, escritoras y críticas, fomentando redes y puentes entre cinematografías y generaciones, a través de lazos profesionales y afectivos tendidos por mujeres en su deseo de hacer cine, de ver cine y de hablar sobre cine.

Imagen 1: Tapa del catálogo del primer Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres “La mujer y el cine”. Archivo: Biblioteca de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica del INCAA. Imagen de la última edición del festival realizado en mayo de 2023. Archivo: La mujer y el cine.

Al momento de su creación a fines de los ochenta, el festival abría una zona de circulación y visibilidad para el cine hecho por mujeres, impulsando el acercamiento entre pares y el encuentro con trabajadoras de otras cinematografías, contribuyendo a tender redes y creando así un entorno de colaboración y de apoyo laboral y afectivo que fue decisivo para consolidar el campo del cine y sus oficios como un área de trabajo para las mujeres. Subrayar la dimensión colectiva que hizo posible la organización del evento lleva a pensar su creación como una forma de asociacionismo que tomaba impulso desde los espacios de encuentro y militancia de mujeres, que habían cobrado fuerza en el campo cultural argentino tras la apertura democrática en 1983, promoviendo un intercambio de experiencias –el reconocimiento de lo propio en lo colectivo– como base de una acción política feminista con antecedentes desde principios de los setenta. Avanzando en esta dirección, la hipótesis que plantea este artículo sostiene que la emergencia del festival –y, en consecuencia, la reconfiguración de los espacios de las mujeres que se da en la década de 1980 en el ámbito del cine– guarda relación con el impacto del pensamiento y la acción feministas en la cultura argentina.

En función de esta idea, el propósito de este trabajo consiste en historizar y contextualizar el surgimiento de “La mujer y el cine” en relación con otras zonas del campo cultural argentino. ¿En qué articulación de sucesos y procesos inscribir la creación del festival? ¿Cómo pensar su creación menos como un hito que como el emergente de una red de acciones y decisiones, tramada y anudada en distintos tiempos? Desde esos tiempos discontinuos, ¿cuáles serían los cortes con los que es posible trazar (es decir: inventar) genealogías? Partiendo de estos interrogantes, que asumen una estrategia feminista de reescritura de la Historia orientada a producir nuevos énfasis y enfoques (Buarque de Hollanda, 2018), en lo que sigue se reconstruyen algunas coordenadas que alojan los cruces entre cine y feminismo desde los cuales tomará fuerza la conformación de un espacio para el cine hecho por mujeres en Argentina.

Tramas colectivas

La edición inaugural del Festival Internacional de Cine realizado por Mujeres “La mujer y el cine” tuvo lugar del 1 al 8 de abril de 1988 en la ciudad de Mar del Plata. Con la idea de dar a conocer la obra de directoras de todo el mundo y de alentar la labor femenina en el quehacer cinematográfico a nivel local, se proyectaron largometrajes de quince realizadoras de distintos países,[1] se presentó una sección especial dedicada a la labor de cortometrajistas latinoamericanas y se realizaron exposiciones fotográficas de Annemarie Heinrich y de Sara Facio, una exhibición de bocetos y vestuarios de cine de Graciela Galán, además de sesiones diarias de debate y variadas actividades sociales. Para la concreción del proyecto fue importante la gestión de Susana López Merino (que estaba al frente del Departamento de Cultura y Relaciones Públicas del Hotel Provincial de Mar del Plata), quien convocó a un grupo de personalidades relacionadas con el cine y la cultura para conformar el Comité Asesor integrado por María Luisa Bemberg, Marta Bianchi, Sara Facio, Gabriela Massuh, Lita Stantic y Beatriz Villalba Welsh. La creación del festival fue el emergente de una red colectiva de acciones, decisiones, posicionamientos e intervenciones que tienen una historia vinculada a la defensa de los espacios de las mujeres en sintonía con el pensamiento feminista. Esa red, que había comenzado a tramarse a principios de los setenta, se despliega con fuerza en el contexto de recuperación de la democracia, en un momento de gran efervescencia cultural donde surgirán espacios de encuentro y militancia de mujeres vinculados con prácticas creativas y artísticas que van sentando las bases para nuevas formas de asociacionismo como la que hará posible a “La mujer y el cine”.

En el pasaje de los años sesenta a los setenta, un grupo de mujeres del ámbito cultural, literario y artístico comienza a reunirse en un café de Buenos Aires y funda la Unión Feminista Argentina. Entre ellas estaban María Luisa Bemberg, Leonor Calvera, Sara Torres, Gabriela Christeller, Alicia D’Amico, Marta Miguelez, entre otras. En varias ocasiones Bemberg remarcó que las reuniones de concienciación, las discusiones, el ánimo y el sostén brindado entre compañeras fueron determinantes para atreverse a tomar una cámara, abriéndose paso como directora en el mundo del cine profesional. Luego del período de la dictadura, tras el golpe militar del año 76, que obligó a la dispersión de las reuniones y a la suspensión del activismo público,[2] la llegada de la democracia movilizó nuevas acciones y encuentros que en parte continuaron el recorrido ya iniciado, sumando el impulso de las mujeres que volvían al país desde el exilio, para abrir espacios de reflexión y de acción cultural mediante iniciativas colectivas que promovían el reencuentro, el intercambio festivo, las formas de lo común, la cooperación recíproca y las dinámicas de hospitalidad. La efervescencia del momento sintonizaba con lo que entonces estaba pasando en otros países de la región. En 1983, tras viajar a Lima al Segundo Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, Julieta Kirkwood (2021) –un nombre ineludible para pensar los feminismos latinoamericanos en los setenta y los ochenta– notaba

que en todas partes se da o se empieza a dar la conversión de las mujeres en sujeto, que por todas partes las mujeres se toman la palabra; que se juntan en jornadas, en grupos, en congresos, que se organizan y que se unen por la política, por la investigación, por la acción (p. 71).

En nuestro país, los grupos, las iniciativas y los proyectos se multiplican al calor del clima de cambio de época que marcó la vuelta democrática. En 1982 se funda la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer, ATEM 25 de Noviembre. Unos meses antes del mítico 8 de marzo de 1984, una fecha que quedó en la memoria del movimiento de mujeres como el primer acto público feminista realizado en democracia, se comienza a reunir la Multisectorial de la Mujer, donde se decide llevar a cabo aquel acto que marcaría un hito histórico.[3] En el marco de este contexto, surgen nuevos espacios culturales con interés en la creatividad y en las prácticas y experiencias creativas de las mujeres.

Imagen 2: Volante convocando al acto del 8 de marzo de 1984. Fondo personal Elsa Cola Arena, Memoria Abierta.

El 25 y el 26 de octubre de 1982 se realiza el Primer Congreso Argentino “La Mujer en el Mundo de Hoy”, convocado por DIMA (Derechos Iguales para la Mujer Argentina).[4] Sara Rioja, María Luisa Bemberg, Susana Finkelstein y Leonor Calvera conforman el Comité de organización del evento que se lleva a cabo en dos jornadas de más de doce horas cada una, con debates, mesas redondas y talleres, donde participan más de ochocientas mujeres. En las mesas sobre creatividad (uno de los seis ejes del congreso) deliberaron Silvina Bullrich, Griselda Gambaro, Marta Lynch, Carolina Muchnik, Marta Minujin y María Luisa Bemberg.[5] Al año siguiente la experiencia se repite con alcance latinoamericano. Entre un congreso y otro, en abril de 1983, se celebran las Jornadas de la Creatividad Femenina con el lema “En toda mujer hay una creadora y en toda creadora hay una mujer”; un encuentro con características inéditas en el país donde

mujeres de todos los ámbitos de la creación, mujeres con gusto o afición por el arte expusieron sus trabajos junto a las profesionales y, a la par, se reunieron para hablar en talleres y mesas redondas con mujeres espectadoras del arte (Calvera, 1990, pp. 77-78).

María Luisa Bemberg, Norah Borges, Alicia D'Amico, Raquel Forner, Josefina Robirosa, Martha Lynch, Renata Schusshein fueron algunas de las panelistas. De estas jornadas surge Lugar de mujer, un espacio decisivo como punto de encuentro para mujeres y feministas, que funcionó desde 1983 hasta fines de esa década. Fue un ámbito cultural abierto y plural, donde se dio lugar a múltiples iniciativas, charlas y actividades; entre ellas proyecciones de películas con debates y cursos sobre “La imagen de la mujer en el cine”. Entre sus fundadoras estaban Alicia D’Amico, Narcisa Hirsch, Sara Torres, Hilda Rais, María Luisa Bemberg, Marta Miguelez, María Luisa Lerer, Elizabeth Jelin, Graciela Sikos, Lidia Marticorena y Ana Amado -que por esa misma época fue pionera en llevar el feminismo a los estudios de cine en la universidad-.[6] 

El 10 de octubre de 1983 se lleva a cabo en Buenos Aires una mesa redonda sobre “El cine y la mujer” con la participación de figuras vinculadas al medio (Silvia Chanvillar, Clara Zapetini, Susana Torres Molina, Graciela Taquini y otras) para conversar sobre la relación de las mujeres con la expresión artística y su inserción en el mundo del cine. Al mes siguiente, el Instituto Goethe realiza el ciclo “La mujer y el cine” con proyecciones de películas alemanas dirigidas por mujeres a cargo de la cineasta Jutta Bruckner, quien organiza junto con Ana Amado un seminario sobre la “Participación de la mujer en la creación cinematográfica”. En el mes de marzo de 1984, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el Museo del Cine de la ciudad de Buenos Aires organiza el ciclo “La mujer en el cine argentino” con proyecciones de películas, una exposición fotográfica de Annemarie Heinrich y una mesa redonda coordinada por la periodista y escritora Nelly Casas con intervenciones de Clara Fontana (periodista), Silvia Ripoll (montajista), Clara Zappettini (realizadora, guionista y productora), Beatriz Guido (escritora y guionista), Graciela Dufau (actriz) y Paulina Fernández Jurado (entonces directora de la Cinemateca Argentina).

Los espacios de visionado y de discusión en torno al cine, desde perspectivas femeninas o feministas, que en los ochenta abrieron tanto Lugar de mujer como el Instituto Goethe, y también encuentros como los mencionados que comenzaban a darse en diferentes ámbitos, fueron algunos antecedentes, aislados, en la creación de una zona de circulación y de visibilidad para el cine hecho por mujeres. Será este, justamente, un objetivo del Festival “La mujer y el cine”.

Imagen 3: Afiche del ciclo “La mujer en el cine argentino” organizado por el Museo del Cine en marzo de 1984. Archivo: Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken.

El pulso de una época

“¿De qué está hecha nuestra época?”, se pregunta Florencia Angilletta (2021) cuando reflexiona acerca de nuestro presente, advirtiendo que: “Período y época no son sinónimos, ni equivalentes, a veces entre sí se empastan, se pisan, pero raramente comienzan y culminan juntos”. Luego explica:

La periodización, aunque no está dada y pueda construirse, es una cronología, una cuenta, un lapso que empieza y termina, mientras que lo epocal es un estado de la imaginación pública, está hojaldrado de sensibilidades, flujos ciegos, espectros, promesas, en un amasado no siempre coincidente que lleva encima emergencias, continuidades, rupturas, desvíos (p. 19).

Sigo aquí estas ideas para pensar los años ochenta en la Argentina como una época marcada por –“hecha de”– el fervor, el entusiasmo, la confianza en un presente que traía la experiencia de la libertad (de hacer, de expresarse, de estar juntxs) como un rasgo que define el “estado de la imaginación pública”. No la promesa de un futuro por venir sino la potencia de un presente vivido desde la sensación colectiva de un tiempo mejor que ha llegado y al que hay que contribuir. Así, la organización de colectivos de mujeres, asociaciones y espacios de encuentro sigue el pulso de ese “cambio de época” en “una etapa inaugural en la que ciertos temas latentes en la sociedad argentina encontraron un lugar para salir a la luz”, lo cual, afirma Mabel Bellucci (2019), “implicó un momento de quiebre y una oportunidad que no fue desaprovechada” (párr. 11). Las mujeres que harán posible el festival “La mujer y el cine” son parte de la nueva escena cultural e institucional que trae la democracia; una escena en la que intervienen con interés sobre problemáticas de la sociedad y en defensa de los derechos de las mujeres. Desde sus propias áreas de injerencia profesional o de gestión, se involucran activamente y mantienen un fuerte compromiso con la cultura argentina, a la par del avance que se daba con el proceso de institucionalización a través de la creación de organismos, programas específicos y políticas públicas a favor de las mujeres.

Además del ejercicio de su profesión como actriz de cine, teatro y televisión, Marta Bianchi se desempeñó como asesora del Programa de Promoción a la Mujer y la Familia y como consultora de la Subsecretaría de la Mujer (Secretaría de Desarrollo Humano y Familia, Ministerio de Salud Pública y Acción Social) fundada en 1987 durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Al frente de esa Subsecretaría estaba Zita Coronato Montes de Oca, quien desde ese lugar brindó apoyo y auspicio al festival. En su rol de promotora cultural, Susana López Merino tuvo gran influencia desde su labor de gestión en Mar del Plata. Gabriela Massuh cumplió un papel destacado al frente del área de Cultura en el Instituto Goethe. Beatriz Villalba Welsh estaba vinculada al Instituto Nacional de Cinematografía y a su escuela de cine. Sara Facio, una fotógrafa muy reconocida dentro y fuera del país, en 1985 había creado y estaba al frente de la Foto Galería del Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires. Lita Stantic desde los años sesenta y setenta se había abierto camino en la producción, un rubro en el que por entonces casi no había mujeres. En los ochenta, conformó una dupla de trabajo junto a María Luisa Bemberg –formalizada en la productora Gea que ambas fundaron al comienzo de esa década–, con quien trabajó en cinco de sus seis largometrajes.[7] Bemberg contaba con una trayectoria feminista pionera en Argentina y en Latinoamérica como militante y cofundadora de la Unión Feminista Argentina, en el mismo momento en que llegaba al cine, a principios de los setenta, a través de la escritura de guiones y de la realización de un par de cortometrajes militantes.[8]

La creación de “La mujer y el cine” tuvo que ver con ampliar las condiciones de posibilidad (materiales, culturales, simbólicas) para que nuevas películas pudieran ser concebidas, realizadas y mostradas. Para que más mujeres pudieran hacer más películas fue fundamental fortalecer un entramado de espacios y acciones, de alianzas y afectos. En ese sentido fue importante el acercamiento de periodistas comprometidas con el feminismo y la lucha por los derechos de las mujeres, quienes apoyaron con sus palabras el espacio de la muestra. María Moreno destina al festival casi seis páginas de la sección a su cargo en la revista Fin de siglo. Annamaria Muchnik, conductora del ciclo “Ciudadanas”, que desde la Radio Belgrano había contribuido a inaugurar en los medios el debate democrático sobre la condición de las mujeres (Torricella, 2011), participa activamente del evento (oficia de traductora, resuelve imprevistos, colabora con invitadas y organizadoras), al que dedicará un lugar destacado en su programa radial, y luego es convocada a sumarse al equipo del festival para preparar la segunda edición. Desde entonces, Muchnik contribuyó con una labor sostenida para llevar adelante y dar continuidad al festival que, al día de hoy, preside.

Voces feministas

La directora de la muestra, Susana López Merino (1988), comienza el discurso de apertura dando cuenta del interés que las motivaba:

Para nosotras, organizar este primer festival “La mujer y el Cine” significa (…) fomentar la expresión de un “sí, se puede” en otras mujeres de nuestro país que, por un motivo u otro, han visto postergados sus proyectos de hacer un film (p. 2).

Las palabras comparten el espíritu que animaba una reflexión de Bemberg, formulada diez años antes, en el momento en que se decidía a llevar adelante el proyecto de su primer largometraje, quien subraya el valor del feminismo y de la experiencia militante que la habían impulsado a aventurarse en su camino profesional como cineasta:

El feminismo es una manera de ser que, además, ayuda a vivir. Cuando se comprende que muchas de las cosas que pensamos y sentimos son el producto de una determinada cultura y no una neurosis personal, una se siente mucho mejor. (…) Por eso, cuando veo una mujer desorientada me dan ganas de decirle que no es la única. Que a miles y miles de mujeres les pasa lo mismo. Como me pasó a mí. Y me reúno con mujeres, escribo guiones, realizo films (en Soto, 1978, p. 2).

Esta reflexión expresa la importancia del feminismo, de lo colectivo o, más precisamente, del reconocimiento de lo propio en lo colectivo, para dar valor, para impulsar a la acción y para sostener el desarrollo personal y profesional, particularmente, en áreas que involucraban la creatividad como un camino posible para las mujeres.

En sintonía con estas ideas, no sorprende la inclusión en el catálogo del primer festival de un par de textos de dos destacadas escritoras feministas: Leonor Calvera (1988) y María Moreno (1988). Me interesa remarcar estos nombres por el peso que tienen en relación con la historia del feminismo y de los movimientos de mujeres de nuestro país. Leonor Calvera había sido una de las fundadoras de la Unión Feminista Argentina y desde entonces mantenía un fuerte compromiso militante. En su texto, resuenan problemáticas centrales del feminismo de los setenta y los ochenta en torno al desarrollo profesional y la dependencia económica de las mujeres y a cómo la sociedad patriarcal moldea, predispone, formatea a las personas desde un reparto prefijado de roles, funciones y atributos de género, tal como queda de manifiesto en el siguiente pasaje:

[Asumirse como directoras] es una tarea compleja, que requiere no sólo creatividad sino facultades ejecutivas y dotes de mando. La suma de todo ello no es fácil hallarla en el género mujer, a quien la sociedad no prepara para el desarrollo de estas cualidades. Un decisivo factor exterior se une a los psicológicos: el cine necesita el aporte de cuantiosos capitales. Aunque trabaje con sueños, es una industria, una fábrica que precisa el alimento de ese dinero, que casi nunca tienen las mujeres (Calvera, 1988, p. 6).

María Moreno, por su parte, contaba con una trayectoria feminista pionera dentro del periodismo gráfico. Había participado en proyectos clave como el suplemento femenino “La Opinión de la mujer”, del diario La Opinión en los tardíos setenta, o el mítico periódico para mujeres alfonsina lanzado con el retorno de la democracia, así como también en la Sección “La Mujer” publicada en el diario Tiempo Argentino entre 1982 y 1986. La nota que escribe para el festival hilvana reflexiones que captan con lucidez el sentido del cambio que había comenzado a producirse en el campo del cine cuando las mujeres se ubican detrás de la cámara.

La presencia de estos textos, dispuestos como apertura y cierre del catálogo, es muy significativa. Calvera escribe como ensayista e investigadora en “temas dedicados a la temática femenina” (p. 7). Moreno lo hace como periodista y, de un modo ejemplar, como crítica y espectadora. Desde esos registros disímiles, las autoras atraviesan los mismos tópicos: los oficios tradicionalmente permitidos a las mujeres dentro del set, la conquista del lugar de directora y las dificultades para ejercerlo, las diferentes formas de aprehender el mundo que comporta la mirada femenina, la necesidad de reformular el ejercicio de la crítica. La inclusión de dos nombres emblemáticos del feminismo argentino, cuyas intervenciones desde la escritura “enmarcan” los contenidos relativos a las actividades propias de la muestra (proyecciones, debates, exhibiciones), es un sello contundente de la orientación ideológica del festival, aun cuando el término “feminismo” no sea utilizado abiertamente como bandera, seguramente en razón del rechazo que la palabra provocaba en la sociedad argentina de los ochenta. Calvera (1990) recuerda que en los encuentros organizados durante aquellos años, ponían “gran cuidado en no mencionarla” para evitar “que un prejuicio verbal nos restara la participación de elementos valiosos” (p. 78).

María Elena Walsh fue otra referente del feminismo que acompañó el festival desde su concepción. En el video de homenaje por los veinte años de “La mujer y el cine”, Gabriela Massuh recuerda con admiración su participación en el encuentro fundacional del evento:[9] “Ahí había dos pilares del feminismo argentino, que eran María Luisa Bemberg y María Elena Walsh (…) Era un poco usar toda la ideología que habíamos aprendido de ellas” (en Angeleri, Farji y Menis, 2008). El reconocimiento de Massuh era un sentimiento compartido, como indica la frase que acompaña la imagen del rostro de la escritora, cantautora y poeta como portada nada menos que del número de lanzamiento del periódico alfonsina en diciembre de 1983, donde se lee: “María Elena Walsh: la madre de todas nosotras”. El nombre de Walsh no aparece en el primer catálogo, pero su pensamiento tuvo incidencia en la discusión de las líneas ideológicas del festival, así como en el despliegue de una perspectiva más libre y abierta para reescribir la Historia bajo la premisa de “inventar a nuestras precursoras” –como luego querrá Moreno (2010)–, desempolvando criterios demasiado ajustados a jerarquías androcéntricas que desestiman formas de creatividad femenina fuera de los formatos estipulados. “Es nuestra gran novelista, que por usar los flamantes medios –radio, cine– resulta todavía inclasificable para los revisores del lenguaje que sólo se atienen al prestigio de la palabra impresa”, escribe Walsh (1989) sobre Niní Marshall, a quien rinde homenaje y llama “nuestra Cervanta” en un texto breve publicado en el catálogo del segundo festival (p. 35). Si hacer teoría es “elaborar una distancia crítica y autocrítica que nos impida reproducir pasivamente lo sedimentado como lugares comunes culturales” (Richard, 2018, p. 28), el alegato de María Elena Walsh a favor de Niní anticipaba con gran lucidez la posición teórica desde la cual los feminismos comenzarían a redimensionar el valor del pensamiento y de la labor profesional de mujeres que no encajaban en roles establecidos y eran por eso “ninguneadas”, para decirlo con una de sus palabras.

Imagen 4: Tapa del número de lanzamiento de alfonsina (1983, diciembre). Archivo CeDInCI.

Una foto en la Historia. Algunas reflexiones finales

Como la teoría fílmica feminista se ocupó de señalar, películas, instituciones y contextos no operan independientemente unos de otros, por ende, es necesario pensar el cine como un objeto atravesado por tensiones formales y estéticas tanto como institucionales, sociales y afectivas. Una de las primeras fotos del festival “La mujer y el cine”, que circuló en la prensa al momento de su lanzamiento, es elocuente en este sentido. La imagen fue tomada en la conferencia de prensa para la presentación oficial de la programación del festival, realizada en un lujoso hotel porteño el 17 de marzo de 1988. Se trató de un gran evento al que asistieron personalidades del mundo artístico, empresarios, funcionarios del gobierno y hasta la secretaria privada del entonces presidente de la nación, Raúl Alfonsín, quien días después envió un telegrama de felicitación y apoyo a la muestra. De la mesa de presentación participaron como oradores el director del Instituto Nacional de Cinematografía, Manuel Antin; el Subsecretario de Cultura de la Nación, Luis Gregorich; el subsecretario de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, Antonio H. Caruso; la responsable de la Subsecretaría de la Mujer, Zita Montes de Oca; y, por parte del festival, Juan Pablo Mastropasqua del Comité Ejecutivo, Susana López Merino, María Luisa Bemberg y Sara Facio. En la misma conformación de la mesa, en su “puesta en escena”, que disponía las figuras femeninas y masculinas en lugares intercalados, hay una pista del nuevo horizonte que el festival venía a abrir, al promover roles de liderazgo femenino en el campo cinematográfico y en el ámbito de la cultura. Nunca hasta ese momento en la historia del cine argentino había habido una imagen así, con mujeres sentadas a la par que los hombres, con voz y voto, tomando la palabra y conduciendo los hechos y sus acciones conforme a sus propios deseos. La imagen pasó desapercibida. Aunque mirada con los ojos de la Historia, representa el punto en que está aconteciendo una transformación.

Imagen 5: Presentación oficial de la programación del festival “La mujer y el cine”. Conferencia de prensa en el Plaza Hotel el 17 de marzo de 1988. Fotografía publicada en La Razón el 20 de marzo de 1988.

Unas semanas después, en el Teatro Auditorium y en los salones del Hotel Provincial de la ciudad de Mar del Plata, un público entusiasta asiste a las proyecciones y participa de las actividades brindando pleno apoyo al evento, lo cual fue decisivo para la continuidad del proyecto que, al año siguiente, incorpora una sección competitiva con un concurso nacional de cortometrajes.[10] Desde aquellos primeros festivales, “La mujer y el cine” ha forjado una trayectoria que llega hasta hoy. Entre 1988 y 1994 se llevaron a cabo seis festivales internacionales con una periodicidad anual, excepto en 1992 cuando la muestra no pudo realizarse por falta de financiamiento. De 1996 a 2006 “La mujer y el cine” conformó una sección especial dentro del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Desde entonces, las ediciones del festival y del concurso nacional de cortometrajes siguen un trayecto más o menos intermitente, en respuesta a políticas culturales precarias o directamente ausentes en el largo plazo como sostén de la continuidad del evento. No obstante, el colectivo ha podido sortear las dificultades y los vaivenes propios de cada coyuntura y permanece como el único festival pionero del cine de mujeres de América Latina con una trayectoria histórica sostenida a lo largo de más de tres décadas.

“La mujer y el cine” forma parte de las historias y de las luchas culturales que sustentan los logros de las mujeres que hoy y desde hace varias décadas hacen cine en Argentina. El festival mismo emerge de un entramado de acciones, luchas, intereses y deseos. En su creación, a fines de los ochenta, sedimentan como capas, historias y luchas colectivas del feminismo y de los movimientos de mujeres, como es fácil advertir si se presta atención a la circulación de nombres que reaparecen en los distintos lugares de encuentro y militancia, en un arco que enlaza acciones, espacios y proyectos feministas entre dos épocas: desde los años pioneros a principios de los setenta hasta la gestión y la concreción de un espacio institucional para el cine hecho por mujeres, en un festival. Trazar genealogías que reconozcan e inscriban estos y otros cruces y articulaciones entre cine y feminismos proporciona un espesor histórico que potencia las luchas del presente a favor de la equidad y la diversidad dentro del campo cinematográfico. Dicho de otro modo, el reconocimiento de un legado en la labor y la obra (estética y militante) de quienes han sido precursoras, establece continuidades con el pasado que impactan sobre el cine por venir.

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Tarducci, M. (2019). Los ochenta. En M. Tarducci, C. Trebisacce y K. Grammático, Cuando el feminismo era mala palabra. Algunas experiencias del feminismo porteño. Buenos Aires: Espacio Editorial.

Torricella, P. (2011). Apuntes para una historia de Las 12. Mora. Revista del Instituto de Estudios Interdisciplinarios de Estudios de Género, 17, diciembre, pp. 95-114.

Walsh, M. E. (1989). Niní, Cervanta nuestra (p. 35). Publicación Oficial del II Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres “La mujer y el cine”.

Fuentes

La mujer y el cine (1988, abril). La mujer y el cine, Publicación Oficial del I Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres.

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Biografía

Marcela Visconti

Doctora en Historia y Teorías de las Artes y magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se desempeña como Profesora Titular Regular de “Análisis, Crítica y Estudios sobre Cine” en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Integra el Comité Editorial de Mora, revista del Instituto de Investigaciones de Estudios de Género (IIEGE) de la misma institución, donde participa en proyectos sobre género, narrativas contemporáneas y cultura latinoamericana.

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Cómo citar este artículo:

Visconti, M. (2023). El pulso de una época. Redes militantes y afectivas para un cine hecho por mujeres (Argentina, 1988). TOMA UNO, (11). Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/toma1/article/view/42816 


[1] Como parte de la Sección Oficial, conformada por títulos recientes no estrenados comercialmente en el país, fueron exhibidos: Beirut, la última película (Jennifer Fox, Estados Unidos, 1987); Diario para mis hijos (Márta Mészáros, Hungría, 1982); Los hermanos Mozart (Suzanne Osten, Suecia, 1985); Las madres (Susana Muñoz y Lourdes Portillo, Argentina-México, 1985); Lúcida locura (Margarethe von Trotta, Alemania, 1982); Sin techo ni ley (Agnés Varda, Francia, 1985); La hora de la estrella (Suzana Amaral, Brasil, 1985); Nuestro casamiento (Valeria Sarmiento, Francia, 1984); La tarde demasiado avanzada de un fauno (Vera Chytilová, Checoslovaquia, 1983) y Werther (Pilar Miró, España, 1986). En la Muestra Paralela se proyectaron: Buenos Aires, la tercera fundación (Clara Zappettini, Argentina, 1979); Juguemos en el mundo (María Herminia Avellaneda, Argentina, 1971); Más allá del bien y del mal (Liliana Cavani, Italia-Francia-Alemania, 1977); Miss Mary (María Luisa Bemberg, Argentina, 1986) y Rosa Luxemburgo (Margarethe von Trotta, Alemania, 1986). Tomo la información del catálogo del evento (La mujer y el cine, 1988).

[2] Acerca de los modos de resistencia del activismo feminista durante la etapa dictatorial, ver el trabajo de Mabel Bellucci (2013) “Estrategias de feminismo local en plena dictadura”.

[3] Sobre las acciones, actividades, grupos y experiencias feministas en los ochenta se puede consultar el número “Feminismo por feministas. Fragmentos para una historia del feminismo argentino 1970-1996”, publicado por la revista Travesías. Temas del debate feminista contemporáneo, a cargo de Silvia Chejter (1996). El número incluye una sección, “Los 80 en fotos”, con fotografías de Alicia D’Amico.

[4] DIMA era una asociación civil fundada en 1976 para atender y mejorar la situación jurídica de las mujeres. Se crea “por recomendación del Primer Congreso Internacional de Naciones Unidas sobre la Condición de la Mujer, realizado en México en 1975” (Bellucci, 2019).

[5] Los otros ejes eran: medios de comunicación, civismo, psicología, trabajo y política. Acerca de la organización de este evento y otros dos llevados a cabo por DIMA por la misma época, ver el relato de primera mano de Leonor Calvera (1990) en Mujeres y feminismo en Argentina (pp. 76-79).

[6] Sobre la historia de Lugar de mujer, ver el trabajo de Mónica Tarducci (2019), quien recupera y analiza algunos documentos (entre ellos, el acta de fundación) de esta Asociación Civil. Georgina Gluzman (2021) estudia las actividades llevadas a cabo en Lugar de mujer centrándose en las experiencias creativas y en los debates sobre la creatividad de las mujeres. Acerca de la apertura de Lugar de mujer y sus actividades, ver también el trabajo de María Laura Rosa (2014 y otros artículos).

[7] Cuando se lanza el festival “La mujer y el cine” ya habían realizado Momentos (1981), Señora de nadie (1982), Camila (1984) y Miss Mary (1986) y estaban planificando Yo, la peor de todas (1990). El último filme de Bemberg, De eso no se habla (1993), no contó con la producción de Stantic, que estaba abocada a la dirección de su propia película Un muro de silencio (1993).

[8] La creación de la UFA acontece paralelamente al momento en que Bemberg está escribiendo el guion de Crónica de una señora (Raúl de la Torre, 1970), que fue su primer trabajo cinematográfico. Los cortometrajes mencionados son: El mundo de la mujer (1972) y Juguetes (1978).

[9] Me refiero al encuentro organizado por Susana López Merino en 1987, donde se conformó el Comité Asesor.

[10] Lucrecia Martel, Ana Poliak, Paula Hernández, Ana Katz, Anahí Berneri y muchas otras jóvenes recibieron premios en ediciones de este certamen que contribuyeron a promover la continuidad de sus carreras.