El conflicto en Volkswagen (Monte Chingolo) de 1983: un análisis sobre la cultura obrera y el nexo entre los espacios de producción y reproducción

 

The conflict in Volkswagen (Monte Chingolo) in 1983: an analysis of workers' culture and about relations between production and reproduction areas

 

Leandro Molinaro*

 

 

 

Resumen

 

El texto refiere a aspectos del conflicto desarrollado entre febrero y mayo de 1983 en la planta de la empresa automotriz Volkswagen situada en Monte Chingolo. En base a fuentes escritas y dos entrevistas realizadas a activistas protagonistas de dicho conflicto, analizamos esta disputa entre capital y trabajo bajo el prisma de conceptos relacionados con la cultura obrera, y con respecto al nexo entre los espacios de producción y de reproducción social. En primer lugar, nos centramos en el rol de las corrientes de izquierda presentes en esta terminal en cuanto a su importancia en el armado y desarrollo de la organización de base en el establecimiento de Monte Chingolo y de las características de la lucha acontecida en 1983. En segundo término, abordamos el impacto del conflicto en el ámbito de reproducción social. Por un lado, con respecto a la vinculación de los operarios con los vecinos de Monte Chingolo. Por otro, en relación con los dos activistas entrevistados, señalamos las tensiones que se generaron con sus familias debido a la duración del enfrentamiento con la patronal.

 

Palabras claves: Movimiento obrero, Activismo, Volkswagen, Conflicto, Reproducción social.

 

Abstract

 

This article refers to aspects of the conflict developed between february and may of 1983 at the plant of Volkswagen in Monte Chingolo. Based on written sources and two interviews with activists who were protagonists of the conflict, we analyze this dispute between capital and labor through the prism of concepts related to working class culture, and about relations between production and social reproduction areas. In first place, we focus on the role of left parties who had insertion in this company in terms of their importance in the assembly and development of the union representation in the factory of Monte Chingolo and the characteristics of the struggle in 1983. Secondly, we analyze the impact of the conflict in the field of social reproduction. On the one hand, regarding the relationship of the workers with the residents of Monte Chingolo. On the other, in relation to the two activists interviewed, we point out the tensions that were generated with their families due to the duration of the confrontation with the enterprise.

Keywords: Labour movement, Activism, Volkswagen, Conflict, Social reproduction.

 

 

Introducción

 

En este artículo examinamos algunas de las características de la conflictividad laboral acontecida en los finales de la última dictadura cívico-militar argentina. Para ello tomamos como caso al pleito desarrollado en la planta de Volkswagen (VW) de la localidad de Monte Chingolo —partido de Lanús, zona sur del Gran Buenos Aires—,[1] ocurrido entre febrero y mayo de 1983. Si bien ya lo hemos abordado (Molinaro, 2017), para esta ocasión tomamos problemáticas que habían quedado por profundizar: en primer lugar, indagamos sobre aspectos de la cultura obrera en el lugar de trabajo. En segundo término y en relación con lo anterior, analizamos el impacto de la lucha obrera no sólo en el ámbito de producción, sino también en el espacio de reproducción social. Sobre esto último, nos preguntamos cómo influyó el enfrentamiento de los operarios de la terminal automotriz en el barrio y en la unidad familiar.

Para cumplir dichos objetivos, la investigación se encuentra basada en el escrutinio de fuentes escritas y orales: Con respecto a las primeras, utilizamos periódicos comerciales de distribución masiva —Crónica y La Nación— y de diferentes agrupaciones de izquierda con inserción en el movimiento obrero con el fin de realizar una descripción general del conflicto. También consultamos el archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), el cual cuenta con detallada información sobre las características de esta disputa gremial y sobre la inserción de agrupaciones políticas en la empresa. Asimismo, para tener acceso a aspectos de la subjetividad de una parte del colectivo obrero de la planta de Volkswagen ausentes en los insumos escritos, elaboramos dos entrevistas a activistas que lideraron el conflicto: Claudio Kohan, un ex militante del Partido Obrero (PO), y Lucio Trombatore, quien no pertenecía a ninguna agrupación pero que se identificaba con el peronismo. Sus testimonios, además, nos servirán como guía para el planteo de diversas problemáticas relacionadas con la conflictividad del período, en general, y este caso en particular.

En cuanto al marco conceptual a utilizar en este escrito, el recorte que realizamos sobre el movimiento obrero se centra en la organización de la clase trabajadora en el sitio laboral. Para ello, partimos de Gramsci (2004, p. 80-91) quien señala que es en la fábrica donde la clase obrera advierte su funcionalidad, y es en la organización en el sitio laboral donde comienza a prefigurar, a través de prácticas y discursos, un determinado nivel de conciencia. La centralidad del establecimiento fabril también puede observarse en otros autores italianos que confluyeron en la revista Classe operaia en la década de 1960 como Mario Tronti (2001, p. 53-54), quien precisa la importancia de la fábrica por la relación dialéctica entre capital y trabajo que se da en ella y cómo este proceso trasciende fuera de este ámbito. Para el caso específico de Argentina, es Adolfo Gilly (1986, p. 20 y ss.) quien realiza una aproximación teórica sobre las organizaciones de base. Este autor argumenta sobre su potencialidad como doble poder: en cuanto a su carácter sindical debido a que puede disputar la rentabilidad empresarial en el espacio productivo, y desde el punto de vista político como posible desafío a la dirección de los sindicatos y a su papel como estabilizador del orden social.

Asimismo, también nos interesa indagar sobre la relación entre las corrientes de izquierdas y estas organizaciones de base. En este sentido, creemos de valía analizar la importancia de estas agrupaciones en la incorporación de elementos de cultura residual o en el surgimiento de una cultura emergente (Williams, 2009, p. 161-164). Basándonos en la propuesta de Novelo et al. (1986, p. 69), señalamos que las organizaciones políticas, como otras instituciones, funcionan como mediadoras y transmisoras de prácticas culturales. Consideramos que las diferentes corrientes de izquierda con inserción importante pero minoritaria en el movimiento obrero actuaron como mediadoras para la circulación de experiencias que rechazaban los consensos construidos, principalmente, por la clase dominante y el Estado tanto en el área de producción como de reproducción.

Como señalamos más arriba, para la reconstrucción del conflicto nos basaremos en fuentes escritas y orales. Sobre estas últimas, tenemos en cuenta que los entrevistados no solo nos cuentan lo que hicieron, sino también lo que deseaban hacer, lo que creían estar haciendo y lo que piensan que hicieron en el contexto de producción del reportaje (Portelli, 1991, p. 49-50). Por lo tanto, la historia oral nos resulta de utilidad para encontrar elementos subjetivos relacionados con las características de la cultura obrera, teniendo en cuenta apreciaciones personales sobre el impacto de la lucha en la vida cotidiana. Esto último nos servirá para analizar el vínculo entre el sitio laboral, el barrio y la familia.

Tanto el vecindario como las relaciones familiares nos muestran aspectos centrales de la cultura obrera. En el caso a analizar, las zonas aledañas a la terminal automotriz se encontraban integradas a la lucha en el lugar de producción. En este sentido, pensamos que la solidaridad barrial puede colaborar en el debilitamiento de la relación de dominación de la patronal sobre el colectivo obrero. Con respecto a las relaciones familiares, consideramos que estas deben tenerse en cuenta en el vínculo entre el espacio de producción —donde los trabajadores venden su fuerza de trabajo— y la unidad doméstica, entendida como uno de los ámbitos esenciales de reproducción de la fuerza de trabajo. Esto último implica comprender a las esferas de producción y reproducción como una unidad diferenciada: la dimensión social y la dimensión doméstica bajo la lógica del capital (Vogel, 2013; Varela, 2020).

 

El conflicto en Volkswagen Monte Chingolo en el ocaso de la última dictadura

 

La derrota militar en las islas Malvinas dio inicio al declive de la dictadura cívico-militar surgida en 1976. Ante la crisis política desatada, el presidente de facto, Reynaldo Bignone, negoció con los políticos agrupados en la Multipartidaria, y en particular con la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ), una salida electoral que terminaría decantando en octubre de 1983. La situación económica también distaba de ser positiva como consecuencia de los cambios estructurales y el plan económico neoliberal de José Martínez de Hoz surgidos en los años previos.[2]

Entre las ramas industriales más afectadas por la crisis, se encontraba el rubro automotriz por su dependencia del mercado interno (Bil, 2018). En la década de 1960 Argentina contaba con veintena de terminales y solo ocho para principios del decenio de 1980. Entre 1975 y 1983 se calculaban unos 40 mil despedidos en empresas automotrices y 70 mil cesantes en autopartistas, quedando solo un tercio de trabajadores en el gremio con respecto a mediados de la década del setenta.[3] En los primeros años del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, las grandes empresas automotrices redujeron su personal de forma severa: Mercedes Benz 20%, Renault 40%, Volkswagen 30% y Sevel —Fiat – Peugeot— 40% (Pozzi, 2008, p. 49).

Bajo la coyuntura de derrumbe del régimen militar, el movimiento obrero encabezó numerosas medidas de fuerza que incluyeron paros, movilizaciones, ollas populares, ocupaciones de lugares de trabajo, quite de colaboración y trabajo a desgano. Muchas de estas acciones fueron impulsadas por las bases. Ya sea por organizaciones en el sitio laboral, varias de ellas ilegalizadas en los años previos, o surgidas al calor de estas luchas. En algunos gremios, los pleitos laborales dieron origen a la elección de nuevos delegados que, muchas veces, escapaban al control de las dirigencias sindicales. Las causas de los enfrentamientos con la patronal eran de carácter defensivo: giraron en torno a los reclamos por aumentos salariales, la recuperación de conquistas eliminadas por el “Proceso”, y en oposición a suspensiones y despidos.

Los agrupamientos político-sindicales que conducían los gremios a nivel nacional o de seccional, o que lo habían hecho hasta mediados de la década de 1970, no se encontraron al margen de estos conflictos. Algunos de ellos encabezaron medidas de fuerza en pos de recuperar atribuciones perdidas en los inicios de la última dictadura, en particular la devolución de las asociaciones intervenidas en su mayoría por las autoridades castrenses. Los principales nucleamientos dirigenciales se habían conformado a partir de diferentes tácticas frente al régimen castrense: la Comisión de los 25, la Comisión Nacional de Trabajo (CNT), y la Comisión de los 20.[4]

Además de activistas pertenecientes a diferentes vertientes del peronismo tradicional, encontramos la presencia de agrupaciones de izquierda que habían logrado sobrevivir a la represión dictatorial de los años previos: Partido Comunista (PC), el más importante en términos cuantitativos, los ilegalizados Partido Socialista de los Trabajadores que a finales de 1982 se reconvertiría en el Movimiento Al Socialismo (MAS); el Partido Comunista Revolucionario (PCR) cuyo sello legal sería, a partir de 1983, el Partido del Trabajo y del Pueblo (PTP); el Partido Obrero (PO) que hasta 1982 recibía el nombre de Política Obrera; e Intransigencia y Movilización Peronista (IMP), identificada con el peronismo de izquierda. También observamos otras corrientes políticas como algunas escisiones del viejo Partido Socialista, el Partido Intransigente (PI) y el radicalismo. Por último, cabe destacar que en este período detectamos un gran número de activistas que no integraba ninguna de estas agrupaciones. En su mayoría eran jóvenes que habían participado de la resistencia contra la ofensiva patronal y dictatorial desde los lugares de trabajo. Con el inicio de la transición democrática liderarían un importante número de conflictos y, muchos de ellos, serían elegidos como delegados.[5]

Para enfrentar la creciente conflictividad obrera en el ocaso del “Proceso”, el gobierno militar ya no contaba con el consenso social necesario para llevar a cabo una represión sistemática como en los años previos. Por ello, desde el Ministerio de Trabajo se apeló, principalmente, a mecanismos de negociación con sectores de la dirigencia sindical, los cuales podemos ver reflejados en el conflicto de Volkswagen. Una de las principales tácticas consistió en pactar la normalización de los sindicatos y las obras sociales intervenidas por el Estado, la mayoría tras el golpe de 1976.[6] A cambio, el gobierno procuraba apaciguar los elevados niveles de conflictividad del período.[7]

El Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), la principal asociación obrera del gremio automotriz, era uno de los cientos de sindicatos que a nivel nacional se encontraba intervenido. No obstante, las agrupaciones que lo habían liderado hasta la caída del gobierno de “Isabel” controlaban seccionales y delegaciones. En el caso del AMBA, la Lista Verde encabezada por José Rodríguez, ex secretario general del sindicato, había conservado el manejo de las delegaciones de esa región. También tenían inserción otras agrupaciones que habían dirigido el gremio, como Lealtad a Kloosterman —con control de seccionales en otros puntos del país—, sectores del peronismo de izquierda —como IMP— y diferentes corrientes de izquierda que habían conservado cierta inserción en empresas automotrices de forma clandestina. En el caso de Volkswagen, la planta que la automotriz poseía en San Justo que contaba con 1100 operarios, era dirigida por la Lista Verde. Pero en la de Monte Chingolo donde trabajaban 900 obreros, la composición del activismo era heterogéneo: allí confluían militantes del PO —uno de los principales líderes de la huelga fue Claudio Kohan, integrante de la comisión interna y de ese partido—, de las agrupaciones peronistas Lealtad a Kloosterman e IMP, y activistas independientes. En el establecimiento también había delegados de la Lista Verde, militantes del PC y, en menor medida, del MAS.[8]

Entre el 10 de febrero y el 3 de mayo de 1983 se produjo un enfrentamiento entre la patronal y la organización de base debido a despidos masivos, que incluían a los delegados más combativos del establecimiento.[9] La razón de esta medida se encontraba relacionada con la intención de Volkswagen de reducir el personal, desarmar el activismo y aumentar los ritmos de producción. En los inicios de la huelga, la comisión interna de la planta de Chingolo impulsó la realización de movilizaciones y un acto en la estación Lanús, obteniendo la solidaridad de vecinos y entidades políticas, sindicales y sociales.[10] En este sentido, también montaron una olla popular en las adyacencias de la empresa en la cual tanto vecinos como militantes de diferentes corrientes políticas y organizaciones sociales aportaron dinero y gran cantidad de alimentos. Alrededor de ella vivieron por 86 días entre 20 y 30 de los despedidos.

Por su parte, los dirigentes y delegados de la Lista Verde desalentaron la huelga en Monte Chingolo desde un principio. Asimismo, la conducción de las delegaciones de Avellaneda y San Justo que ellos conducían negoció la reincorporación solo de obreros que no eran opositores a esta corriente sindical. Sus dirigentes prometieron impulsar un paro en el GBA de cuatro horas para el 3 de marzo que luego se levantaría tras negociar la aplicación de la conciliación obligatoria con el Ministerio de Trabajo. La cartera laboral impuso, así, la suspensión del paro, aunque no obligó a la empresa a volver al momento previo al estallido del conflicto como señalaba dicha norma.[11] La patronal solo reintegraba a cuentagotas a operarios, principalmente, en la planta de San Justo cuya organización interna era controlada por el nucleamiento liderado por Rodríguez.

Tras la aplicación del arbitraje estatal, los obreros votaron en asamblea su aceptación, lo cual puso fin a la huelga. El desgaste por el largo conflicto había hecho mella en Monte Chingolo. Por una parte, las reincorporaciones que venía llevando a cabo la empresa alimentaron las esperanzas de muchos trabajadores de que los despidos pudieran ser revertidos a partir de la negociación entre cúpulas. Por otro lado, hubo divisiones en el grupo de operarios que querían mantener la huelga: un sector liderado por Kohan impulsaba la toma del establecimiento, mientras que otro estaba a favor de continuar con el cese, pero sin la ocupación. Esta falta de acuerdo hizo posible que se impusiera la moción promovida por los dirigentes de la Lista Verde de levantar el paro.[12]

El 3 de mayo, al finalizar el período de conciliación, votaron no realizar nuevas medidas de fuerza. La decisión no careció de polémicas. En la asamblea se hizo una primera votación a mano alzada en la que ganó la moción de continuar con la lucha. No obstante, por presión de los dirigentes de la delegación, los trabajadores se dividieron y un grupo insistió con volver a votar, pero mediante urna. En esta elección, que sería la definitiva, ganó la postura de no realizar acciones directas —350 votos a 250—. A pesar de la huelga de hambre de dos operarios en los días finales del conflicto y si bien durante la lucha lograron reducir la cantidad de despidos, 27 operarios no pudieron reingresar. Entre ellos los delegados de Monte Chingolo opositores a la Lista Verde.[13]

El epílogo victorioso para la patronal y la dirigencia de la Lista Verde alejó por el momento los fantasmas de un rebrote del activismo antiburocrático en uno de los gremios donde las agrupaciones clasistas y combativas habían florecido en los años de radicalización social previos al golpe de Estado de 1976. En cuando a las izquierdas, el PO recibió un duro golpe ya que perdió peso en el gremio con la expulsión de VW de uno de sus representantes con mayor arraigo en una terminal automotriz. Igualmente, debe diferenciarse las diversas posturas de este tipo de organizaciones. Mientras el PO y el MAS dieron apoyo público al conflicto, el PC, aliado a la Lista Verde y a la Comisión de los 25, fue crítico de las medidas de fuerza impulsadas por la organización de base.[14]

 La derrota de los operarios en Monte Chingolo ocurrió mientras dirigentes mecánicos y funcionarios del Ministerio de Trabajo negociaban el levantamiento de la intervención militar del sindicato a nivel nacional. Semanas después del final del conflicto, el gobierno militar devolvió las riendas del SMATA a la antigua conducción. Pactaron la creación de una comisión normalizadora, otorgando a la Lista Verde la mayoría de los cargos.[15] Resulta posible argumentar que la resolución del conflicto y el rol jugado por la agrupación liderada por José Rodríguez contra la organización de base de VW Monte Chingolo aceleró los tiempos para concluir con la intervención militar.

 

La trayectoria de dos activistas: la politización en el sitio laboral y el nexo con el barrio y la familia

 

Uno de los delegados de Volkswagen que entrevistamos, Claudio Kohan, era militante en esa época del Partido Obrero —Política Obrera hasta 1982—. Ingresó al establecimiento de Monte Chingolo en 1978 —cuando este aún pertenecía a la automotriz Chrysler— a partir de las directivas de su partido de “proletarizarse”.[16] Siguiendo su trayectoria, cuando fue contratado por la empresa en plena dictadura, la fábrica carecía de organización por lo que el PO le pidió que entrara en contacto con dirigentes de la Lista Verde que conducían la delegación sin “blanquear” su identidad política:

 

Claudio Kohan (CK): En los años 78-79 la Lista Verde obtiene la posibilidad de tener algún delegado en fábrica y como yo estaba relacionado con ellos pensaban que yo era uno más como ellos y me impulsaron a mí como delegado de fábrica. [José] Rodríguez decía en privado que yo era su delfín, su sucesor… obviamente no lo era [risas].

Entrevistador (E): ¿La patronal te reconoció como delegado?

CK: La única objeción vino de la empresa sobre mi nombramiento por mi origen judío. Y la respuesta de la burocracia [NdelA: Lista Verde] fue: ‘¿Una vez que tenemos un inteligente nos los quieren cagar?’ [risas]. Entonces me aprobaron. Y me firmó el [ministro de Trabajo] General Liendo que era el delegado.[17]

 

Además de los prejuicios antisemitas de la empresa de origen alemán, en otro pasaje de la entrevista se puede apreciar la táctica del PO al interior del establecimiento:

 

CK: Yo todo lo que hacía lo charlaba con el partido. Yo no asumía una responsabilidad así si no lo charlaba previamente con el partido. El compromiso asumido fue vamos a seguir con esta línea. Yo como “tapado” dentro de la burocracia... hasta que esto vaya contra los trabajadores mismos. Si alguna vez ocurre algún problema, bueno ahí voy a decir quién soy.[18]

 

Desde su condición de “tapado”, Kohan logró sumar a otros obreros a la militancia en el partido trotskista, “visitando las casas de los compañeros que me interesaban, hablando en la fábrica y fuera de ella”. Por un lado, la tarea de militancia fue de importancia para constituir en la terminal automotriz un grupo de operarios dispuestos a organizarse de forma clandestina para conseguir mejoras en las condiciones laborales, y que a la vez era independiente de la dirigencia sindical. Es decir, podemos postular que esta agrupación de izquierda funcionaba como mediador de prácticas culturales de resistencia clandestina que la clase obrera había experimentado en las décadas previas. Por otro lado, se observa una de las aristas del vínculo entre los ámbitos de producción y reproducción ya que la tarea de sumar activistas se hacía en las casas de los obreros donde la vigilancia estatal y patronal era menor.

Ahora bien, como vimos, el PO no era el único partido de izquierda presente en este sitio laboral. Con una influencia menor en el conflicto, también encontramos militantes del PC, del MAS y peronistas combativos. Lucio Trombatore era un operario que se identificaba con el peronismo, aunque no pertenecía a ninguna agrupación específica:

 

E: ¿Vos con quién te identificabas políticamente?

Lucio Trombatore (LT): Yo me identifico con el peronismo. Por muchas razones. Por las conquistas sociales del peronismo, la ley de la silla, la ley 18.610, la ley de obra social, las vacaciones, las horas extras… que se yo. El reconocimiento del 50%, del 100%... las conquistas sociales que hubo durante el peronismo para los obreros. Está bien que eso trajo una burocracia sindical que es lo que daña al sistema sindical.[19]

 

Para este activista el peronismo estaba asociado a las mejoras en las condiciones laborales, aunque no de forma acrítica ya que también tenía una mirada negativa de la dirigencia sindical de ese signo político y que, en muchas ocasiones, atentaba contra la defensa de esos mismos derechos conquistados. Trombatore había entrado en Chrysler en 1974 sin participar de la organización sindical en el lugar de trabajo. Recién lo haría en 1981 cuando los operarios eligieron delegados, aunque sin ser reconocidos por la delegación de Avellaneda del SMATA controlada por la Lista Verde.

 

E: ¿Por qué te eligen a vos como delegado?

LT: Mirá, yo, en realidad… ¿sabés por qué me metí? Porque iban a elegir un pibe que yo lo conocía. Que no me parecía el delegado para los muchachos… era un loco... no era lo aconsejable para los muchachos. Entonces yo dije “yo me voy a presentar también”. Y fui elegido en asamblea a mano alzada. […] Lo que pasa es que ocurría una cosa. Yo hablo como si fuera tartamudo que no supiera hablar. Pero en una asamblea no soy tartamudo y hablo muy vehemente. Y muestro que estoy diciendo la verdad, y que en cierta forma voy para adelante.[20]

 

“Decir la verdad” o “ir para adelante” eran factores subjetivos que integraban la cultura obrera en tanto se asociaban con valores positivos que distinguían al “buen” compañero, honesto y dispuesto a luchar por sus compañeros, en contraposición del obrero que “bajaba la cabeza” o era cómplice de la patronal. Estos valores también pueden emparentarse con el concepto de “estructura de sentimiento” (Williams, 2009, p. 174-175), en cuanto a que este “buen compañerismo” no podemos definirlo como parte de una ideología, sino como un elemento de un patrón de conducta propio de la identidad de la clase obrera en una coyuntura determinada.

Una vez constituida la organización de base en 1981 con activistas de diferentes orientaciones políticas, ésta comenzó a impulsar algunas acciones directas con las que lograron impedir aumentos en los ritmos de producción y una de las mejores remuneraciones del gremio.[21] Esta postura causó rechazo en la parte empresarial y roces con la Lista Verde. La dirigencia gremial consideraba que los delegados estaban actuando más allá de su control. A mediados de 1982 ocurrió un hecho que anticipaba el enfrentamiento del año siguiente y que involucró a fuerzas paraestatales. En palabras de Claudio Kohan:

 

CK: En el 82 comienza una persecución más abierta contra mí. Nosotros hacíamos la reunión del cuerpo de delegados los viernes. La finalización del turno era las 14 horas. Ese día nos demoramos. Y a eso de las 14.30 o 15 llaman al cuarto de los delegados y atiendo yo. Y me dicen si Kohan ya salió. Y les digo “no sé, ¿por qué?”. “No, no, para saber”, me dicen. Entonces les dije [a los otros delegados]: “Compañeros acá afuera me están esperando, si alguno de ustedes me acompaña…”. Y salimos con tres más. Subimos al auto, yo tenía un auto que estaba estacionado dentro de la fábrica. Cuando salimos, vemos que hay un Falcon [...]. Y yo les dije, eh, vamos a cargar nafta y el Falcon paró atrás. Obviamente no tenían orden de detención o me querían solo.[22]

 

Por un lado, podemos apreciar un probable vínculo de la empresa o la dirigencia de la Lista Verde con las fuerzas de seguridad en tiempos de dictadura.[23] Por otro lado, se infiere que varios compañeros de Kohan decidieron no dejarlo solo, lo cual muestra la unidad y solidaridad existente en la organización interna. Además, para evitar la detención, los operarios se internaron en las calles de Monte Chingolo y apelaron a los vecinos:

 

CK: Salgo de la estación muy rápido y ellos arrancan también. Al llegar a la primera bocacalle pasa un camión, llego a la bocacalle, giro y me voy de la avenida. […] Al llegar a la esquina yo empecé a tocar bocina, mis compañeros bajaron las ventanillas y empezaron a gritar. Conclusión: ellos frenaron estando en la esquina opuesta. Y empezó a salir gente por el tumulto. Y la gente nos conocía. Y empezamos a gritarles a los del otro auto: “Ustedes nos están siguiendo”. Y el que estaba atrás dijo: “si quieren fierro, acá tenemos fierro”. “¡Nos están amenazando! Escucharon que nos están amenazando” [NdelA: dirigiéndose a los vecinos del barrio]. Y al final, el que estaba a cargo dijo: “Somos del regimiento I de Inteligencia de Palermo pero estamos controlando la zona, no los estamos siguiendo a ustedes”. Entonces les dijimos: “ustedes se van por allá y nosotros por acá”. Y así terminó.[24]

 

Los vecinos de la zona conocían a los integrantes de la organización de base de VW debido a que la mayoría de los trabajadores residían allí. Sin embargo, que hubiesen salido de sus casas en defensa de los trabajadores también puede explicarse por la propia cultura obrera que incluía el rechazo a las fuerzas represivas.[25] Además, Kohan señala que el vínculo previo con los barrios aledaños a la empresa fue construido a partir de la actividad sindical:

 

CK: Hicimos muchas colectas de comida y cosas por el estilo en Monte Chingolo y fuera de Monte Chingolo. Teníamos buen lazo con la gente de la zona, no sólo porque muchos trabajadores eran del barrio, sino porque actuábamos sobre el barrio.

E: ¿Qué tipos de acciones hacían ahí?

CK: Por ejemplo, el Lanusazo.[26] Una rebelión civil contra el levantamiento de impuestos. La bandera de Volkswagen Monte Chingolo estaba ahí. La población nos conocía y teníamos muy buena relación con ella.[27]

 

El testimonio revela otro acercamiento al nexo entre el área de producción y reproducción: los operarios participaban de actividades barriales solidarias o de protesta, lo cual generaba un vínculo cercano con la población de Chingolo. Este apoyo se intensificó entre febrero y mayo de 1983 cuando la patronal embistió contra los operarios de la planta. Sin los lazos solidarios establecidos entre los trabajadores y el exterior hubiese sido imposible desarrollar una huelga de un mes de duración y tres meses de olla popular. Esta última, donde vivieron varios de los despedidos durante 86 días, se transformó en el punto de encuentro entre el barrio y la fábrica, entre agrupaciones políticas y los operarios de VW, y entre los despedidos y los que habían quedado dentro del establecimiento. Desde la subjetividad de los entrevistados la olla popular representaba el lugar fundamental de encuentro:

 

LT: Con la olla popular vos aglutinás a los despedidos y a los muchachos que no están despedidos que son los que van a luchar por vos, en definitiva. Y vos desde afuera tenés que ayudar a los de adentro haciendo manifestaciones… Nosotros íbamos haciendo manifestaciones a todos lados: a Chingolo, a la estación Lanús, a Congreso. […] Además, nosotros recibíamos de la gente, de los negocios o de las colectas que hacían en el colectivo. Porqué iban con alcancías algunas en los colectivos.

E: ¿Eso quién lo organizaba?

LT: Eso, digamos, el partido de Kohan.[28]

 

CK: La olla popular vivía de los vecinos que nos acercaban comida, de agrupaciones políticas que traían cosas, de festivales que se realizaban ahí, de los compañeros que todavía cobraban y que dejaban algo.

E: ¿Tenían un apoyo barrial importante?

CK: Pleno.[29]

 

El acompañamiento barrial también fue importante en las movilizaciones realizadas durante febrero al centro de Monte Chingolo y a Plaza Mayo en donde participaron una gran cantidad de vecinos de la zona y familiares de los obreros. Todos juntos entonaron en estas marchas el canto de batalla: “paso, paso, paso, se viene el chingolazo”.[30] No obstante, Trombatore introduce un matiz en este apoyo a la lucha: “Venían, al principio venían. Pero después se extendió demasiado… Bueno, es a lo que te llevan. Te hacen extender el conflicto… y a la larga perdés”.[31]

Como señala Trombatore, la extensión del conflicto provocó tensiones en el colectivo obrero. En un principio los trabajadores que no habían sido despedidos se plegaron a un paro de 21 días en protesta. Pero, como vimos, la empresa estableció reincorporaciones a cuentagotas de la mayoría de los cesanteados. Esta táctica debilitó la posición de los activistas que estaban al frente de las medidas de fuerza, ya que disminuía la solidaridad de los trabajadores que tenían expectativas de que la mayoría de los despedidos pudiesen lograr el reingreso a partir de la negociación entre la cúpula sindical y la patronal.

En paralelo, los dirigentes de la Lista Verde señalaban que en la planta de San Justo habían sido reincorporados la totalidad de los operarios expulsados debido a la posición conciliadora de la organización de base que respondía a esa agrupación.[32] Aquí primaba una lógica de clientelismo fabril. Al “premiar” con la reincorporación a los operarios alineados a la Lista Verde o que no tenían una identidad política combativa, la agrupación dirigida por Rodríguez ponía en funcionamiento un sistema de mediaciones políticas personalizadas cuyo resultado expresaba una forma de descolectivización de los obreros de la fábrica (Varela, 2015). Al respecto, Trombatore relata una anécdota que se articula con esta concepción:

 

LT: Un día nos vamos algunos muchachos al sindicato de Avellaneda del SMATA. Cuando vamos nos reciben con una amabilidad. “Pasen, pasen, los están esperando arriba”. Yo ni conocía el lugar […] Y cuando llegamos arriba, vimos a algunos compañeros despedidos y algunos compañeros de adentro reunidos con gente del sindicato. Nada que ver con lo que nosotros íbamos ahí, con lo que estábamos planeando. Cuando los vi, la desilusión fue total. Porque vi gente que yo la consideraba derecha y qué se yo. No quiere decir que no sean derechos, pero sentí una desilusión…[33]

 

Este sentimiento de “desilusión” expresaba que la empresa y la dirigencia de la Lista Verde habían logrado exitosamente dividir a los operarios de Monte Chingolo. Como última medida, Trombatore y otro operario decidieron llevar a cabo una huelga de hambre:

 

LT: Apenas salió eso yo me ofrecí… no le vas a pedir que haga huelga de hambre a alguno de los chicos, cualquier muchacho que ya bastante la está sufriendo, Como “líder” entre comillas, hacela vos, si vas a sufrir, bueno. […] se acababan las opciones. Pero no se negoció, igual. Me comí nueve días de huelga. Pero, ojo, yo no me comí nueve días de huelga comiendo, haciéndome el boludo, comiendo como hacen algunos. No comía de verdad.[34]

 

Además de la división de los operarios que afloró tras dos meses de conflicto, las tensiones también se observan con respecto a las consecuencias en el espacio de reproducción social. La permanencia en la olla popular durante 86 días afectó a las familias de los entrevistados:

 

LT: Mi señora no laburaba. En el 83, Cristian tenía 13 años. Y Mariela, nació en el 72, 11 años. Era una edad difícil. Y mi señora remachaba pulloveres, le ponía cuellitos, para sacar algo. […] Fue lo peor que pude hacer porque sacrifiqué mi familia. La hice mierda. Hice mierda a mi esposa, hice mierda a mis hijos. Eso es lo de uno… y yo no lo tuve en cuenta. Mi señora me venía a visitar, los chicos me venían a visitar. Un día fue mi hermana. Me venía a buscar como si fuera un nene. Mi hermana era 30 años mayor. [Me decía]: “Vení que te necesitan tu esposa, tus hijos”.[35]

 

E: ¿Y vos en ese momento tenías familia, estabas casado? ¿Cómo impactaba eso?

CK: Mal, ahí me separé. Tuve un hijo en medio del conflicto.[36]

 

Estos testimonios nos muestran una problemática ausente en las fuentes escritas. Hasta este punto, la familia y, en particular, las mujeres aparecían invisibilizadas. Al centrarnos en el conflicto en un sitio laboral cuya fuerza de trabajo era masculinizada, las mujeres no encabezaban las acciones directas. Pero el mismo proceso de lucha las muestra como una de las principales afectadas. En el caso de Trombatore, observamos una contradicción producto de un sentido común patriarcal: señalaba que su esposa no trabajaba para luego expresar que realizaba una labor textil, además de hacerse cargo de las tareas hogareñas. Mientras que deducimos que la separación de Kohan de su esposa se encontraba relacionada con su permanencia en la olla popular en momentos del nacimiento de su hijo. Es decir, si solo nos enfocamos en el lugar de trabajo se pierde de vista cómo la dinámica de este conflicto afectaba también a la familia. En este caso, la lucha obrera en el sitio de producción provocó un deterioro en el ámbito de reproducción. En particular, las mujeres sufrieron, por un lado, las consecuencias económicas del despido de sus maridos. Por otro, debido al enfrentamiento de sus parejas con la patronal, se profundizó la opresión de género en tanto debieron cargar exclusivamente con las tareas domésticas en sus hogares. Queda por continuar indagando sobre esta cuestión. Futuras investigaciones pueden arrojar luz sobre la vinculación entre operarios y familiares durante el conflicto y acerca de la dinámica de los hogares durante la permanencia de los varones en la olla popular.

 

Palabras finales

 

En este escrito examinamos algunas de las características del conflicto laboral ocurrido en la planta de Monte Chingolo de Volkswagen entre febrero y mayo de 1983. En base a las fuentes escritas y orales recolectadas, analizamos esta disputa entre capital y trabajo bajo el prisma de conceptos relacionados con la cultura obrera, y con respecto al nexo entre los espacios de producción y de reproducción social. A continuación, establecemos una serie de conclusiones en pos de seguir profundizando la investigación sobre el movimiento obrero en la década de 1980.

En primer lugar, sostenemos que las corrientes políticas se encontraban interrelacionados con la cultura de los trabajadores en conflicto. Con diferentes matices, las agrupaciones de izquierda y del peronismo combativo fueron de importancia en el armado y desarrollo de la organización de base en el establecimiento de Monte Chingolo. Uno de los delegados que representaba este perfil de la comisión interna y el cuerpo de delegados fue Claudio Kohan, el cual pertenecía al PO. La inserción de este partido en la fábrica colaboró en dar forma a la identidad de esta organización de base. Las decisiones tomadas en asamblea, la implementación de una olla popular, las colectas de dinero y víveres, las movilizaciones, los festivales y la impresión de un boletín de huelga fueron medidas en las que activistas del PO y, también, de otras corrientes de izquierda y del peronismo combativo, tuvieron influencia en su implementación. Estas acciones formaban parte del repertorio de lucha de la clase obrera tanto en términos estructurales como culturales (Tilly, 1987). Podemos establecer que las agrupaciones actuaron como mediadoras de estas experiencias bajo la lógica de sus propias tácticas y estrategias.

Esto no invalidaba que también tuviesen protagonismo activistas independientes, como Lucio Trombatore. En su figura como representante gremial de base se combinaba su identidad política peronista —visto al peronismo como dador de derechos laborales desde el Estado— y por elementos de una “estructura de sentimiento”, asociados con el “buen compañerismo” —compromiso con sus pares en la lucha—. Esto último lo llevaba a estar más cerca de activistas que no pertenecían al peronismo por su enfrentamiento con la patronal y con la dirigencia sindical.

Por su parte, la fracción de la dirigencia del SMATA que controlaba la delegación Avellaneda tuvo como táctica propiciar la reincorporación de los trabajadores que pertenecían a la Lista Verde o no eran opositores a la misma, y a la vez expulsar a los activistas más combativos que dirigían la organización de base de Monte Chingolo. Esta política fomentaba valores presentes en la cultura obrera como la conciliación de clase al priorizar la negociación en el ámbito superestructural. Asimismo, el criterio selectivo de reincorporación promovía el cálculo individualista en cuanto hubo operarios despedidos que abandonaron la lucha a cambio de volver a ingresar a la empresa, aceptando la marginación de los sectores más combativos de la fábrica. En este sentido, dichos valores convivían de forma contradictoria en la cultura proletaria con prácticas de solidaridad colectiva que observamos en diferentes momentos del pleito como la huelga, la olla popular y las asambleas que unían a los que habían quedado adentro con los que habían sido cesanteados.

En segundo término, abordamos el impacto del conflicto en el ámbito de reproducción social. Por un lado, con respecto a la relación de los operarios con los vecinos de Monte Chingolo, marcando la importancia de la olla popular como puente entre la fábrica y el barrio. Este vínculo fue, en parte, producto de una construcción política previa. Por ejemplo, la organización de base de Volkswagen había tenido presencia en acciones barriales como las realizadas durante el “Lanusazo”.

Por otro lado, en el caso de los dos activistas entrevistados señalamos las tensiones que provocó en sus familias la extensión del enfrentamiento con la patronal. Si bien tomamos como punto de partida que las bases de acumulación del capital residen en la extracción de plusvalor en el lugar de la producción, intentamos demostrar que no darle relevancia al trabajo doméstico que recaía sobre las mujeres (Vogel, 1979; Bhattacharya, 2017), atentaba contra las posibilidades de triunfo de una lucha obrera. En este sentido, las agrupaciones políticas y sindicales con inserción en la fábrica no parecieron haber ofrecido herramientas para afrontar estas vicisitudes que la extensión del conflicto indujo en la familia de los activistas. Por ejemplo, en este ámbito laboral masculinizado no pudieron impulsar la conformación de una comisión de mujeres compuesta, principalmente, por madres y esposas que garantizara el contacto diario de los trabajadores con sus familias y que tuviera un rol activo en el conflicto en la búsqueda de muestras de solidaridad barrial o de parte de entidades políticas y sociales. Este era un repertorio presente en diferentes momentos de la historia del movimiento obrero en gremios donde distintas agrupaciones de izquierda tenían algún grado de implantación como se puedo observar en la huelga de los obreros de la madera de 1930 (Camarero, 2007), la de la construcción de 1935 y 1936 (D’Antonio, 2000), el paro portuario de 1966 (Mangiantini, 2019) o el Villazo de 1974 en Villa Constitución (Santella y Andújar, 2007), por citar solo algunos ejemplos de relevancia.

Para la década de 1980, observamos en el gremio mecánico la existencia de una comisión de mujeres durante la ocupación de Ford Motor (junio – julio de 1985) impulsada por el PCR, un partido que no tuvo presencia en la disputa en Monte Chingolo ocurrida dos años antes de este hecho. El PO, a cuyo partido pertenecían varios de los activistas de la planta de Volkswagen, no pareció darle importancia a la conformación de este tipo de organismos hasta finales de la década de 1990 (Casola, 2021). En resumen, la falta de política que contemplara el nexo entre el ámbito de producción y el de reproducción en el caso analizado contribuyó a alejar a los varones de sus familias y que las mujeres estuvieron obligadas a cargar exclusivamente con los trabajos domésticos lo cual afectó la dinámica de la lucha en el sitio laboral.

En suma, intentamos dar cuenta de un conflicto en un recinto laboral en términos políticos y culturales, y estudiar la lucha de un colectivo de trabajadores con respecto a las vicisitudes ocurridas al interior del área de producción y fuera de éste. Los años transcurridos entre la disolución de la última dictadura y la reapertura democrática mostraron un crecimiento de los enfrentamientos entre el movimiento obrero y la patronal, muchos de ellos organizados por cuerpos de delegados y comisiones internas. Aún debemos seguir profundizando en su análisis teniendo en cuenta estas variables. En esa tarea nos embarcamos.

 

Bibliografía

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FECHA DE RECEPCIÓN: 29/3/2022

FECHA DE ACEPTACIÓN: 15/7/2022

 



[1] La empresa de origen alemán, Volkswagen, adquirió este establecimiento en enero de 1980, el cual hasta ese entonces pertenecía a la filial argentina de la automotriz estadounidense Chrysler.

[2] En 1982 la inflación fue del 343,5% y en 1983 de 433,7% (INDEC). Los datos sobre la situación de la clase obrera nos muestran que, durante 1983, los salarios reales crecieron con respecto a 1982, aunque se encontraban un 12,5% por debajo de los valores de 1975. Mientras que la tasa de desocupación era 4,6% en 1982 (6,4% de subocupación), disminuyendo a 3,9% en 1983 (5,9% de subocupación).

[3] Información obtenida de La Nación, Tercera sección, 10-4-1983.

[4] En cuanto a las 62 Organizaciones, el principal agrupamiento peronista, en este contexto estaba debilitado por la proscripción, ordenada luego del golpe de Estado de 1976, y por el encarcelamiento de su principal dirigente, Lorenzo Miguel, hasta 1980.

[5] Por ejemplo, este fenómeno llamó la atención del MAS, el cual evaluaba que este nuevo activismo representaba una “nueva vanguardia” sindical. Según la corriente morenista, la principal debilidad era su inexperiencia: “no sabía dirigir asambleas” ni llevar a cabo “tácticas necesarias en conflictos”. Temario Comité Ejecutivo (2° parte), documentación interna del MAS, 15-6-1983.

[6] Los intentos de iniciar una normalización sindical habían comenzado tiempo atrás, aunque este proceso se había visto interrumpido por el desembarco militar en las Malvinas (Sangrilli, 2010; Zorzoli, 2015).

[7] Esto también era promovido por fracciones de la clase dominante que se mostraban a favor de la devolución de los sindicatos a los viejos dirigentes. Como ejemplo de peso vale citar a la Unión Industrial Argentina (UIA), cuya cúpula en julio de 1982 solicitó al ministro de Trabajo, Héctor Villaveirán, poner en marcha la normalización sindical con el objetivo de tener interlocutores válidos con los cuales negociar diferentes problemáticas. La Nación, 14-7-1982.

[8] Sobre la inserción de diversas agrupaciones en la planta de VW Monte Chingolo tomamos como referencia: DIPPBA, Mesa B, Carpeta 66, Legajo 42. Tomo I.

[9] Crónica (1era. edición), 12-2-1983.

[10] Entre estas agrupaciones se encontraban la Multisectorial Avellaneda–Lanús, UCR (comisión gremial), Partido Justicialista, CGT Brasil Regional Avellaneda, Confederación Socialista Argentina, Movimiento Nacional Constitucionalista, La Fraternidad (seccional Victoria), Lista Verde de Gráficos, Comisión de Desocupados (La Plata, Berisso y Ensenada), Comisión Interinstitucional de Wilde, el PC, el MAS, la Juventud Peronista, Intransigencia y Movilización Peronista, Agrupación “1° de Mayo René Salamanca” de Mercedes Benz, PCR-PTP y el PO. También se acercaron a la planta Madres de Plaza de Mayo que transmitieron su apoyo y le pidieron a los operarios que firmaran un petitorio por los desaparecidos. Véase: DIPPBA, Mesa B, Carpeta 66, Legajo 42. Tomo I, pp. 230, 231; Crónica (1era. edición), 17-2-1983; Prensa Obrera, N° 10, 25-3-1983; Hoy Servir al Pueblo, N° 2, del 9-3 al 22-3-1983.

[11] Crónica (1era. edición), 3-3-1983; Prensa Obrera, N° 7, 4-3-1983.

[12] Entrevista a Claudio Kohan, ex militante del PO, operario en la planta de Monte Chingolo desde 1978 (cuando aún pertenecía a Chrysler) hasta 1983, y delegado entre 1980 y 1983, 16 de enero de 2017, Ciudad de Buenos Aires. Entrevistador: Leandro Molinaro. Entrevista a Lucio Trombatore, activista independiente, peronista, operario en la planta de Monte Chingolo desde 1974 hasta 1983, y delegado entre 1982 y 1983, 26 de enero de 2017, Lanús, Buenos Aires; Prensa Obrera, N° 8, 11-3-1983.

[13] Crónica (1era. edición), 6-5-1983; Solidaridad Socialista, N° 23, 5-5-1983; Prensa Obrera, N° 15, 6-5-1983.

[14] Según los comunistas, los delegados y el PO seguían una posición “ultra” que los conducía al aislamiento, lo cual los volvía funcionales a la patronal. Recién criticaría a la conducción gremial tras el desenlace del conflicto, acusándolos de generar confusión y de haber pretendido aislar la lucha. Igualmente, el PC señalaba como principal culpable de esta situación a la empresa a la que caracterizaban como un “pulpo multinacional, aliado de Estados Unidos e Inglaterra” que buscaba “desorganizar al movimiento obrero, descargando la crisis en la espalda de los trabajadores”. Qué Pasa, N° 111, 6-4-1983; Qué Pasa, N° 115, 4-5-1983; Qué Pasa, N° 119, 1-6-1983.

[15] Hoy servir al pueblo, N° 9, 15-6 al 28-6-1983.

[16] Esta era una política común de los partidos de izquierda en la década de 1960 y 1970 que consistía en que militantes pertenecientes a la pequeña burguesía se insertaran en fábricas, por un lado, como forma de experimentar la explotación en el ámbito de producción y, por otro, para sumar a las filas de su partido a compañeros de origen obrero.

[17] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[18] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[19] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[20] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[21] Además, frenaron despidos y suspensiones llevando a cabo medidas de fuerza, aunque alrededor de un centenar de operarios se plegaron al retiro voluntario. Prensa Obrera, N° 3, 14-1-1983.

[22] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[23] Sobre la cercanía de la agrupación liderada por Rodríguez y el ejército, Kohan comenta en otra parte de la entrevista que: “Eran culo y calzón. [Un par de años antes del conflicto] ellos [la Lista Verde] me llevaron al regimiento III de la Tablada a hablar, me mostraron donde estaban los autos con los que secuestraban a compañeros, donde los llevaban antes de llevarlos a los centros clandestinos de detención”. Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[24] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[25] En particular, en Monte Chingolo aún existía en la memoria de los vecinos la represión ejercida por los militares en el barrio durante el intento ocupación por parte de la organización armada Partido Revolucionario del Pueblo – Ejército Revolucionario del Pueblo del Batallón Depósito de Arsenales 601 “Coronel Domingo Viejobueno”, ocurrido el 23 de diciembre de 1975. Para una reconstrucción minuciosa de este hecho, véase Plis-Sterenberg (2003).

[26] En un contexto de repliegue de la última dictadura, entre octubre y diciembre 1982, se produjo el “vecinazo” de Lanús —del cual Monte Chingolo era parte—, una protesta masiva contra el aumento de impuestos municipales, la cual también se desarrolló en otros municipios del conurbano bonaerense como Morón, Tres de Febrero, Avellaneda y Lomas de Zamora (González Bombal, 1988).

[27] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[28] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[29] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.

[30] Qué Pasa, N° 105, 22-2-1983; Prensa Obrera, N° 6, 25-2-1983.

[31] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[32] Extractos de la publicación 24 de Abril, órgano de difusión del SMATA Quilmes.

[33] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[34] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[35] Entrevista a Lucio Trombatore, op. cit.

[36] Entrevista a Claudio Kohan, op. cit.