Nada fue casualidad: Miguel Calderón Moreno. UAP, 1971-1973 (México)

 

Nothing was a coincidence: Miguel Calderón Moreno. UAP, 1971-1973 (Mexico)

 

Gloria Arminda Tirado Villegas*

 

 

 

Resumen

 

En este texto se presentan los testimonios de Miguel Calderón Moreno, quien fuera estudiante de la Universidad Autónoma de Puebla: preparatoriano en 1971-1972 y alumno de Leyes en 1973. Su ingreso a la Universidad corresponde al contexto en que se impulsó el movimiento que se conoce como segunda Reforma Universitaria, liderada por agrupaciones de izquierda que crecieron en presencia y participación después del movimiento estudiantil de 1968. Esta corriente reformista se enfrentó a los ataques frontales y violentos de una oposición organizada, principalmente la de un grupo de porros dirigidos por Raúl Méndez Morales, conocido como La Salerosa, y por el Frente Universitario Comunista. Miguel simpatizó con la izquierda. Su definición política desató la enemistad con los salerosos; fue golpeado, secuestrado y llevado a la cárcel en los primeros dos años. El 1 de mayo de 1973 su hermano Alfonso murió asesinado con otros tres estudiantes cuando francotiradores les dispararon a universitarios desde distintos puntos. Su relato fue grabado en seis entrevistas a profundidad, en diferentes fechas y, en esta época de pandemia, a través del Zoom. Su memoria no solo reconstruye hechos, los aclara y refuta las versiones de la prensa y de la Dirección Federal de Seguridad sobre varios hechos.

 

Palabras claves: Violencia, Reforma universitaria, Comunismo, Movimiento estudiantil, Comités de lucha.

 

Abstract

 

This text presents the testimonies of Miguel Calderón Moreno, who was a student at the Autonomous University of Puebla: a high school student in 1971-1972 and a law student in 1973. His admission to the University corresponds to the context in which the movement that took place was promoted. known as the second University Reform, led by leftist groups that grew in presence and participation after the student movement of 1968. This reformist current faced frontal and violent attacks from an organized opposition, mainly that of a group of porros led by Raúl Méndez Morales, known as La Salerosa, and by the Communist University Front. Miguel sympathized with the left. His political definition unleashed enmity with the salty; he was beaten, kidnapped and taken to jail in the first two years. On May 1, 1973, his brother Alfonso was killed with three other students when snipers shot at university students from different points. His story was recorded in six in-depth interviews, on different dates and, in this time of pandemic, through Zoom. His memory not only reconstructs facts, it clarifies them and refutes the versions of the press and the Federal Directorate of Security on various facts.

Keywords: Violence, University reform, Communism, Student movement, Struggle committees.

 

 

Introducción

 

En la Universidad Autónoma de Puebla, hoy Benemérita, después del movimiento estudiantil de 1968, las inquietudes de jóvenes con conciencia social quedaron latentes. A diferencia de la capital del país, donde la represión fue muy dura, en la UAP fue relativa; la izquierda participaba en los comités de lucha, organismos que actuaron activa y decididamente por transformar la universidad, al impulsar la llamada Segunda Reforma Universitaria en 1971 (la primera se dio en 1961). La reconstrucción de este proceso de los setenta se ha hecho desde algunos textos de historiadores, pero hace falta conocer la visión de los actores que participaron, en este sentido “la entrevista temática, interesada en examinar la vida o fragmentos de experiencia de un individuo para aclarar aspectos de la sociedad o procesos no registrados por la historia documental” (Garay 2018, p. 148).

La entrevista se convierte en un testimonio fecundo, para develar otra versión que contrasta lo difundido por la DFS y la prensa. Así Miguel Calderón nos lleva por aquellos días donde estudiar era vivir a salto de mata, más aún cuando se era comunista, qué era para él militar, por qué decidió apoyar la opción de la izquierda, cómo se enfrentó a los porros y a una cadena de violencia. La pregunta nos lleva a otra más esencial: qué era ser estudiante entonces. Su memoria es recuperada desde los inicios de la Preparatoria, 1971 a 1973, cuando estudia primer año de Leyes. Su narración contrasta con la historia oficial, y la consignada en las notas periodísticas. Es central porque se están por cumplir los primeros cincuenta años de este proceso violento de enfrentamientos con los porros y la derecha, el Frente Universitario Anticomunista, que unidos al gobernador, a los grupos empresariales y a la iglesia actuaron organizadamente.  Coincido con Graciela de Garay, quien sostiene “Es importante señalar que la gran aportación de la historia oral es el rescate de la subjetividad, de aquello que por la naturaleza de su información nunca se transmite o consigna por escrito.” (Garay, 2018, p. 151). La entrevista se convierte en un testimonio de gran valor.

La inestabilidad política en Puebla durante estos tres años que se abordan, 1971 a 1973, se reflejó en la gobernabilidad y en la universidad: hubo tres gobernadores en Puebla, el Gral. Rafael Moreno Valle, quien inició su gubernatura el 1 de enero de 1969, solicitó permiso por “razones de salud”, el 21 de marzo de 1972; el Congreso del Estado nombra gobernador interino a Gonzalo Bautista O’Farril, quien dimite a su cargo el 7 de mayo de 1973, el que desempeñó durante un año y 24 días; luego es nombrado gobernador interino Guillermo Morales Blúmenkron quien permaneció hasta el 1 de febrero de 1975. Tres rectores interinos y un rector que termina su periodo: El 26 de marzo de 1971 se propuso al abogado Ignacio Flores Rojas, electo en Consejo Universitario el 26 de marzo; ante su renuncia se elige el 6 de julio al Lic. Martín Carbajal Caro; el 10 de junio de 1972 el Quim. Sergio Flores Suárez es el nuevo rector interino, cargo que desempeñó hasta el 10 de septiembre de ese año, fecha en que se convocó a nuevas elecciones y al ganarlas queda electo como rector definitivo.

 

Estudiar la preparatoria

 

En 1971 Miguel Calderón Moreno ingresó a estudiar en la Preparatoria Nocturna Benito Juárez García de la Universidad Autónoma de Puebla; la eligió porque ahí estudió Alfonso, su hermano mayor; sería uno más de la numerosa matrícula de 1,445 estudiantes. En aquel entonces en la Universidad Autónoma de Puebla estudiaban 13,969 alumnos, cifra significativa si se consideran los problemas de subsidio que presentaba la Universidad y que cruzaban con el impulso de la izquierda por lograr una Reforma Universitaria: cambios de planes y programas de estudio, apertura de otras carreras, creación de otras preparatorias, mantener la Universidad laica y gratuita y el ejercicio de su autonomía. Estos objetivos los abrazó una izquierda heterogénea que enfrentó una férrea oposición del Frente Universitario Anticomunista y del Bloque Ciudad Universitaria, una agrupación que incluía a porros conocidos como “los salerosos”. Del primer grupo su nombre lo dice, anticomunista, y el segundo estaba ligado al gobierno.

Miguel desde el inicio, como muchos estudiantes, enfrentó la hostilidad de porros fósiles* que quisieron raparlo y golpearlo. También lidió con enemistades que dejó Alfonso, su hermano mayor. Debió blindarse ante los embates violentos que padeció y construir su propia masculinidad. Su narración reconstruye esos días de inicio de 1971:

 

Mi primer encuentro con la violencia fue exactamente en el examen de admisión. Cuando salíamos del examen estaban el grupo de Salerosa, con El Judío, Rubén del Castillo y toda esa bola de porros. Estaba ahí El Jarocho, no logro recordar su nombre. Cuando empezamos a salir vi a Vicente Botello Quiroz, amigo de mi hermano, que se estaba golpeando en el camellón de la 14. Salté rápido, pero cuando ya estaba cerca, Vicente había dominado a su contrincante. Los demás porros querían golpearlo, como acostumbraban ellos, en bola. Entre la gente estaban unos maestros y no permitieron que se le acercaran. Ahí se acabó todo.[1]

 

Su narración continúa. Hasta cierto punto se emociona al dirigir su memoria a las siguientes experiencias:

 

Conocía a Enrique Hernández Uriarte, El Judío, él era en esos momentos el consejero universitario de la Preparatoria Nocturna; tenía buena amistad con mi hermano Alfonso a pesar de estar en el grupo de Salerosa, incluso ya nos conocíamos antes pues esporádicamente me acompañaba Alfonso al Carolino. Ahí nos conocimos El Judío y yo. Cuando vio que llegaba a clases, me advirtió que mientras él estuviera ahí no iba a pasar nada.[2]

 

El padre de los Calderón, Alfonso Calderón Sánchez, era líder obrero por la Federación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (FROC). Pese a que esta federación podía considerarse oficial, él tenía sus propias formas de apoyar a los trabajadores; su visión de justicia y de igualdad lo llevó algunas veces a estallar huelgas por la intransigencia de la patronal. No era fácil lidiar con los empresarios, tampoco con el sindicalismo oficial, no comulgaba con ese sindicalismo. Este era el motivo por el cual molestaban a los Calderón diciéndoles que su padre era un “líder charro”, en México este adjetivo tiene una connotación de traidor. Esto provocó que Alfonso hijo, y luego Miguel, se liaran a golpes con algunos jóvenes. Los hermanos tenían claro cuál era la posición de su papá; en su casa había reuniones de militantes del Partido Comunista, conocían a personajes que en 1972 fueron asesinados, Joel Arriaga Navarro, Enrique Cabrera Barroso, por mencionar a algunos. Se acercaban a Alfonso padre para pedir el apoyo de sus sindicatos al movimiento universitario y viceversa. Esto lo sabía Miguel, desde que era niño supo de la posición de su padre en el movimiento conocido como el de los “lecheros”, que obligó a dimitir al gobernador del estado de Puebla, general Antonio Nava Castillo, en 1964:

 

Desde 64, por ejemplo, y desde antes, llegaron dirigentes de la Universidad, del Directorio Estudiantil, pidiéndole apoyo a mi papá para que les prestara su salón, que los apoyara en lo que ellos decían era su actividad. Ahora llego a la conclusión que era su quehacer político. Todo esto empezó cuando en el 64 le piden apoyo a mi papá para una de las primeras manifestaciones de apoyo a los lecheros. Mi papá asistió con su sindicato, no todos, pero vaya si tenía fuerza, era numeroso su sindicato “Leobardo Coca Cabrera”, e invitó a algunos de los que hacían grupo con él, era el presidente del comité estatal de la FROC y ahí, en esa actividad, empezó a tener mayor relación social, principalmente con los universitarios, pero también con todo tipo de organizaciones campesinas y de obreros que se le acercaban. Todo esto va condicionando la vida de nosotros y yo lo planteo con mucho orgullo y como una forma muy elemental de lo que fue la participación de Alfonso, mi hermano, y la mía.[3]

 

La división en la Preparatoria Nocturna, como en la Diurna, estaba polarizada entre quienes simpatizaban con la Reforma Universitaria y quienes estaban en contra: los porros —salerosos— y muchos fósiles porque entonces no había filtros universitarios ni un reglamento que estableciera cuántos años podía permanecer un estudiante en la prepa o en la carrera. La apropiación de los espacios resultaba de una negociación forzada entre quienes podían estar o no. Por lo tanto, era importante ganar los órganos de representación universitaria: ser consejero, la dirección de una escuela y la rectoría. Todo esto se dilucidaba en 1971. Calderón, desde el inicio, se definió pro Reforma y al referirse a Sergio Galindo Flores —estudiante de la Prepa—, lo describe:

 

…desde que ingresé a la preparatoria siempre mostró una actitud muy agresiva conmigo. Bueno, estaba yo en primero de preparatoria, pero en segundo estaban Morales Paz, Vitalino Cruz Torres y Nicodemo, El Japonés; Marco Antonio Márquez, El Japonés Chico. En las reuniones que hacíamos nosotros comentábamos esto. Incluso Nicandro [se refiere a Nicandro Juárez, director de la Prepa] en alguna ocasión me dijo que cualquier problema que tuviera se lo comentara porque ya era tensa la relación con los porros de Salerosa. Desde ese momento era notoria la actitud agresiva de Sergio Galindo Flores hacía mí. Hubo un momento en el que estando en clases nos alertamos: ante cualquier situación de violencia que hubiera todos debíamos salir a ver qué era lo que pasaba y actuar en consecuencia, porque en número nos llevaban.

En esa ocasión se empezaron a oír gritos. Estábamos en clase, no recuerdo exactamente el día. Salí de mi salón y estaba José Luis, un amigo de por el rumbo de San Martín Texmelucan; iba caminando hacia atrás y Sergio Galindo lo iba siguiendo intentando tenerlo cerca. Llevaba un frasco de leche en la mano. José Luis le decía: “tira el frasco y nos damos”, y el otro: “no, en estos momentos te voy a dar”. Decía “te voy a dar”, pero no soltaba el frasco. Llegó el momento en que se atonta Sergio y José Luis intenta tirarle el frasco y lo aprieta, pero en el forcejeo lo empiezan a agredir varios. Intervenimos nosotros. Sergio intentó agredirme a mí y llega Nicandro y otros abrazaron a Sergio. Nicandro aprovechó para que bajáramos José Luis y yo a la dirección. A gritos Sergio me amenazó, después llegaron los demás a la dirección. Esto debió de haber sido en enero del 71.[4]

 

Relatado por él, Miguel, hasta aquí se ha mostrado parte del ambiente. Ese tipo de “broncas”[5] se presentaban frecuentemente en otras escuelas de la Universidad, en Medicina o en las unidades académicas que laboraban en el edificio del centro, conocido como el Carolino, donde estaba la Rectoría y donde el Grupo pro Reforma operaba. Los estudiantes de la Escuela de Leyes fueron los primeros en pasarse a la Ciudad Universitaria, que se inauguró en 1969. Ellos se apoderaron de ese espacio que se volvió el epicentro de la oposición, por eso se autodenominaron Bloque Ciudad Universitaria, aunque tenían integrantes en Medicina y en las Prepas de la Benito Juárez.

Como ya se dijo, durante ese 1971 hubo dos rectores interinos: los licenciados Ignacio Flores Rojas y Martín Carbajal Caro. El nombramiento del primero ocurrió el 26 de marzo, pero renunció a escasos meses, una evidencia de inestabilidad debido a los problemas constantes, que se reiniciaron en la Escuela de Medicina. Una nota publicada en El Sol de Puebla en marzo de 1971 muestra uno de los acontecimientos frecuentes en ese año.

 

Una riña entre dos grupos antagónicos, iniciada en Medicina a varillazos, palos y hasta balazos, a las 9 horas, culminó a las puertas de la Inspección de Policía, con una zacapela a botellazos a lo largo de la calle. Hubo 5 lesionados, uno de ellos por bala y muchos golpeados. /Los que se dijeron agredidos y agresores, declararon acerca de los hechos ante el agente del Ministerio Público.[6]

 

En sus declaraciones los detenidos distorsionaron los hechos, pero destaca que, aun estando en la Inspección de Policía, continuaron los enfrentamientos:

 

A las 12 horas se presentaron los dos grupos en la Inspección de Policía y se estuvieron amagando continuamente, obligando a parar y desviar el tráfico por otras calles y produciendo embotellamientos. A las 13 horas el grupo de Roberto Morales, Adán Ríos y Luis Santaella, se enfrentó a botellazos con los comandados por “La Salerosa”. Causaron numerosos destrozos a los camiones urbanos en que se trasladaron y resultaron otros estudiantes golpeados, así como transeúntes.[7]

 

 El grupo de los salerosos interrumpía clases, llegaba sorpresivamente a las escuelas, al edificio Carolino, siempre armados con pistolas, bóxeres, cadenas y retaban a golpes. Otras veces lanzaron bombas o buscaban en la calle a sus víctimas. A veces buscaban en la calle a sus víctimas. El hartazgo por estos ataques provocó que los pro Reforma se armaran para defenderse.

Esa rispidez llegó a tal grado que algunos preparatorianos de la Nocturna, como Calderón, se refugiaron en el Carolino para tomar clases en la Preparatoria Popular Emiliano Zapata, cuyos salones se encontraban en el tercer patio del edificio. La petición la hizo Miguel Calderón y sus compañeros con el fin de no perder clases. En cierto momento tuvieron la absurda idea de debatir con los salerosos, lo que provocó una atroz confrontación que llegó a mayores con el asesinato de su amigo Marco Antonio Márquez, El Japonés Chico. Ese día Miguel se acompañó de estudiantes del comité de lucha de la Preparatoria Popular. Ingenuos, llegaron en un camión a la Prepa:

 

Acordamos ir, los de la Diurna y la Nocturna para proponer un debate, pero El Judío propuso que se hiciera al otro día. Regresamos el 6 de agosto. Ahí se dio el primer roce cuando intentan agredirnos en el estacionamiento de la Preparatoria. Había gente que no se metía, pero sí nos apoyaba. Nosotros preguntamos: “bueno, ¿quieren el debate o no?” Y otro gorila del Judío me reta a golpes. Tampoco podía decir que no. Inicia la pelea, se hace el círculo y una persona vestida de negro, desde lo más alto del laboratorio de la Preparatoria, empieza a dispararnos con un rifle. Corremos a donde está ahora una paletería. El Judío, El Aguacate, El Castillo se meten a la Preparatoria. Nos quedamos en la esquina de la paletería y otros se fueron al Aurrerá (Walmart hoy). Según nosotros, los íbamos a rodear. Empiezan las balaceras y les pido que fueran a avisar al Carolino. Los únicos que llegaron fueron los de Medicina. Ya estaba oscureciendo cuando llega El Chocolate y dice: “nos tenemos que ir”. “¡Pero si están adentro!”. Ahí estaba la mayoría de los porros. Me insistió en que nos fuéramos a la rotonda. Cuando llegamos a la fuente me dice: “tenemos que irnos de inmediato a la Cruz Roja, es que El Japonesito está herido”. Nos fuimos en los camiones a la Cruz Roja. Llegamos, sale Alfonso, mi hermano, y atrás de él sale El Japonés, el hermano mayor y nos reclamó. Luego el doctor salió e informó: “acaba de fallecer El Japonesito”. Después supe que El Japonesito fue asesinado en los campos de futbol de atrás de la Prepa. Ellos entraron por ahí, pensaban que los íbamos a agarrar a dos fuegos. Cuando los porros de La Salerosa se dieron cuenta salieron a enfrentarlos. Nos dijeron que Sergio Galindo, El Aguacate, iba hasta adelante disparando y le dio el tiro por la espalda. Nunca apresaron a Sergio Galindo, quien estuvo preso fue Díaz Mazzoco.[8]

 

El asesinato de El Japonesito

 

La prensa distorsionó lo ocurrido, la nota periodística afirma que cuando Marco Antonio Márquez corrió con todo el grupo le pegaron el balazo. Además, informó que los que llegaron a agredir a la escuela eran los que iban con Calderón y Vitalino Cruz; tampoco eran 300 los que llegaron al famoso debate:

 

Una serie de hechos violentos que culminaron con la muerte del estudiante, al parecer de la Preparatoria Popular, Marco Antonio Márquez (a) “El Japonés Chico”, ocurrieron ayer 6 de agosto a partir de las cinco de la tarde, cuando grupos de estudiantes de la Preparatoria Benito Juárez y la Popular, armados con palos, piedras y armas de fuego, a bordo de camiones urbanos secuestrados se presentaron en el edificio de la Preparatoria Benito Juárez. Según versiones extraoficiales, los desmanes fueron iniciados por un grupo de preparatorianos del grupo de Vitalino Cruz Torres, consejero alumno, quienes, junto con alumnos de la Preparatoria Popular, arribaron armados al edificio de San Manuel. Al frente de los agresores, cuyo número era de aproximadamente 300, iba Marta Bonilla, “La Mara”. Luego iniciaron los disparos y al parecer un grupo de los que llegaron a “sitiar” el edificio de la Preparatoria fue repelido y en desbandada huyeron a refugiarse en un edificio de la 14 sur 5102. Entre los que corrieron se encontraba Marco Antonio Márquez. Hasta dicho edificio llegó el grupo opositor y con disparos y piedras destrozaron la mayoría de cristales de la fachada. El grupo que se encontraba en el edificio de la Preparatoria, estaba, según se informó, armado incluso con metralletas, desde lo alto abrieron fuego contra el grupo que pretendía tomar la escuela.[9]

 

La descripción de Calderón precisa la forma en que ocurrieron los hechos, más aún cuando El Chocolate, estudiante de Medicina, le dijo que desistieran de estar ahí parapetados. En vano esperaron refuerzos del Carolino, solo llegaron unos cuantos de Medicina. Con justa razón los vecinos de la 14 Sur, cercanos al edificio de la Preparatoria, se indignaron. Cuando escucharon los disparos escondieron a sus hijos y se protegieron en la parte posterior de sus casas como única defensa ante alguna bala perdida. Los peatones y automovilistas estuvieron en grave peligro de ser víctimas de las pugnas estudiantiles porque la policía nunca llegó. Los vecinos pidieron garantías a las autoridades.[10]

Esta acción tuvo varias lecturas, la del gobernador y la de un grupo empresarial coincidían en señalar que la Universidad alojaba guerrilleros. Para el grupo pro Reforma ese enfrentamiento era revelador de la violencia en la que estaba inmersa la Universidad y, más aún, la izquierda, porque la prensa y los medios informativos hablaban en contra de los comunistas. Los ataques personalizaban a miembros del Partido Comunista, principalmente al ingeniero Luis Rivera Terrazas, director de la Escuela de Física; a Alfonso Vélez Pliego, director de la Preparatoria Emiliano Zapata, a quienes acusaban de dirigir la violencia del Grupo pro Reforma, al que llamaron “grupo terracista”.

El cadáver del estudiante Marco Antonio Márquez fue velado en el Paraninfo de la Universidad el 7 de agosto a las 19 horas. El féretro fue sacado del recinto universitario y conducido a su domicilio acompañado por cerca de cien jóvenes que integraban el cortejo fúnebre.

Ese día 7 de agosto el Consejo Universitario se reunió y determinó expulsar a todos los que venían causando problemas, empezando por sus principales cabecillas: Raúl Méndez Morales, Gildardo Ramos Cortés, Jesús Persino, entre 30 estudiantes, decisión que no respetaron los salerosos.

Los acontecimientos que siguieron subieron aún más el encono y precipitaron otros enfrentamientos, más aún cuando en septiembre de 1972 fue nombrado el químico Sergio Flores Suárez rector interino de la Universidad; se trataba del primer rector comunista. Humberto Sotelo refiere:

 

Desde luego, las organizaciones derechistas no esperaban la “bendición” del gobierno para continuar con sus incursiones contra la Universidad. En la misma noche del día en que el Consejo Universitario nombraba a Sergio Flores como rector fueron atacados con petardos los domicilios de los catedráticos Alfonso Vélez Pliego y Jaime Ornelas Delgado. Unos días después el mismo rector denunciaba ante los medios informativos haber recibido amenazas de muerte vía telefónica y volantes. (Sotelo, 2002, pp.106-107).

 

El 20 de julio de 1972 fue asesinado por sicarios Joel Arriaga Navarro, quien estuvo preso en la cárcel de Lecumberri desde que fue detenido cerca de su casa el 4 de octubre de 1968, hasta el 7 de noviembre de 1971 cuando salió. Fue nombrado jefe de la Librería Universitaria y después, el 22 de junio de 1972, en Sesión de Consejo Universitario es nombrado director interino de la Preparatoria Nocturna Benito Juárez. Las manifestaciones que exigían justicia fueron numerosas.

Parecía que no había tregua con la gente violenta, por eso los comités de lucha organizaron una manifestación más para el 19 de agosto, a la que asistieron aproximadamente cinco mil personas, la cual terminó en un mitin en la Plaza de la Constitución. El tema central de las demandas se enfocó en exigir la renuncia de los jefes policiacos, general Joaquín Vázquez Huerta y Felipe Flores Narro, y la del procurador de Justicia, Raymundo Zamudio, a quienes se les señaló incapaces para esclarecer el asesinato.

Ocurrido el homicidio, la solidaridad y la protesta contra la escalada de violencia no se hicieron esperar. El Consejo Universitario, reunido el 27 de julio, abordó como único punto “El asesinato de Joel Arriaga Navarro”. Se acordó publicar un documento de circulación nacional reprobando los actos del asesinato del arquitecto y pugnar por su esclarecimiento. Se culpó a los asesinos materiales y a los intelectuales, así como a las personas “que han llevado a cabo la campaña fascista en contra de la Universidad Autónoma de Puebla”. Antes de acompañar su cuerpo al Panteón Jardín se le rindió un homenaje a Joel Arriaga en el Salón Paraninfo del edificio Carolino. (Tirado, 2022, p. 93).

La Universidad estaba ante una coyuntura importante, crucial: el nombramiento del rector definitivo; se haría en la sesión del Consejo Universitario en el mes de septiembre.

 

La convocatoria para elecciones de nuevo rector señala que los aspirantes deben reunir los siguientes requisitos: ser mexicano por nacimiento; mayor de 35 años y menor de 65 en el momento de su elección; poseer un título o grado académico superior al de bachiller y haber prestado durante cinco años servicios docentes o de investigaciones en la Universidad. / En los corrillos universitarios se dice que es probable la elección del químico Sergio Flores, actual rector interino de la UAP.[11]

 

En esta animadversión a causa del avance de los comunistas, Miguel Calderón sufrió poco antes un secuestro. Fue por el 28 de agosto, recuerda que ocurrió lo siguiente:

 

…en el mes de agosto nos pusimos de acuerdo para ir al cine el domingo. Nos vimos ahí, en donde está el Monte de Piedad, faltaba un compañero, no llegó y decidimos ir. En eso un amigo dijo “vamos a mi casa, a la Libertad”. Tomamos un camión, no recuerdo qué ruta, y dobló en la 14 y exactamente en la 5 de Mayo el chofer paró bruscamente. Iba conmigo Amado Cruz y otro amigo, el de la Libertad… Entonces, cuando paran el camión, vi cómo lo rodearon. Eran varios de La Salerosa, de la Nocturna. El primero que subió al camión fue Sergio, me empezó a gritar: “¡ahora sí no te escapas y ahora sí vas a conocerme!”. Me paré y les dije, cuando estaba sentado: “bájense ustedes”. Y nos bajamos todos. Pero por instinto dices: “si yo me acerco el otro se baja por la puerta y avisa”. Todas esas ideas empezaron a cruzarme. Entonces le dije a Sergio: “quédate tu solo acá en el camión”. Me acerco y él, de manera sorpresiva, me golpea con un bóxer. Fue muy fuerte, muy doloroso. Yo trastabillé hacia atrás y ya habían subido más, ya no eran universitarios, eran los del barrio de Sergio. Me bajan del camión, me tapan con un suéter, con un trapo, me suben a un taxi y desde ahí El Aguacate me puso una pistola. Me dijo: “Tú me dices en el momento en el que te quieras morir”. No es que sea uno valiente, pero en esos momentos vienen muchas ideas. Yo me quedé callado, buscando qué hacer pues ya iba totalmente sometido en el asiento trasero del taxi. Cuando me subían al taxi alcancé a ver que ellos estaban parando otro carro; no íbamos solos en ese taxi. Empezamos a circular –a mí ya me habían tapado con una chamarra– hasta que llegamos a CU. Me bajaron violentamente y me empezaron a golpear. Me di cuenta de dónde estábamos hasta que ellos se fueron. Me golpearon, me rompieron las rodillas, tengo un rocazo, dos rocazos, en la cabeza, me dejaron caer piedras.

Con el paso de los años pienso que me querían matar. De joven piensa uno de una manera y ahora, como adulto, lo piensa uno de manera madura. Me querían matar porque ya al último oía las voces muy lejos, ya no reconocía las voces, Entre lo poco que lograba entender oí: “Ya no se mueve, déjenlo, si no se murió no tarda en morirse”. Yo trataba de respirar, pero la sangre no me dejaba; tenía la boca y la nariz llenas de sangre. Me arrastré, vi un carro, le toqué, era una pareja. La novia se puso histérica, el del carro de atrás se bajó y me preguntó. Yo poco entendía, recuerdo que me decía o entendí que si me habían asaltado y le dije que no, que me habían golpeado y le pedí ayuda, que me llevara a la 25 y a la 7 Sur. Recuerdo que había un consultorio médico y fue lo primero que pensé: “me tengo que atender”. La novia se puso histérica, pero me llevó, me dejó en la esquina de la 7 y la 25. Ahí me arrastré hasta que llegué; estaba cerca el consultorio. Toqué, salió el médico y me dice: “¿Qué te pasó? ¿Quién eres? ¿Te asaltaron?”. Era una cosa poco audible, me acuerdo que le pedí que hablara a la clínica del doctor Cabrera o que me parara un taxi para que me llevara. “Espérame”. Entiendo que hizo las dos cosas porque salió y pidió un taxi; uno no quiso y al otro le dijo que me llevara: “por favor, porque mira, está muy mal”. El del taxi dijo sí. Me subieron, me pusieron en el asiento trasero.

Cuando llegamos a la clínica del doctor Cabrera le dije al chofer: “sube rápido, por favor, me siento mal”. Y cuando apenas iba a entrar el chofer bajó el doctor que estaba –ahí me conocían– y le dijo: “diles por favor que vengan, que aquí está Miguel Calderón”. Cuando salieron ya llevaban la camilla. Cuando me vieron dijeron: “Y ahora qué, ¿te asaltaron?, ¿qué te pasó?”. Yo ya no hilaba bien, balbuceaba. Me subieron a la camilla, me empezaron a lavar, a bañar, a hacer las curaciones. Les dije: “háblenle al doctor”. Me contestó el hijo del doctor, el hermano de Enrique, “ya, Miguel, ya le hablamos a mi papá, estate tranquilo, ya te estamos atendiendo”. “¿Vengo mal?”, no me acuerdo, algo así les decía yo, quizá no se los decía muy claro, pero les preguntaba que cómo estaba. “Te agredieron, te agredieron”. El doctor Cabrera llegó y les preguntó si ya habían hecho lo que les había indicado, y cuando me vio dijo: “¡no manches, te deshicieron!”. Con la voz que tenía el doctor me dijo así, me acuerdo: “¿Quién te pegó?”. Al paso de los años entendí que él no quería que perdiera el conocimiento. Le dije: “son los porros, fue Sergio Galindo”. Le pedí que le avisara a mi mamá: “¿Usted tiene el teléfono de mi mamá?” “Sí”. “Avísele por favor, dígale que estoy acá”. Entiendo que él lo hizo; me sedaron. Todas las curaciones y no sé, tres horas o cuatro horas. A los que estaban ahí, a los enfermeros o las enfermeras, les pedí que hablaran a la Prefectura de la Universidad y les dijeran que estaba yo ahí en la clínica.[12]

 

Cuando se enteraron su padre y su hermano que habían secuestrado a Miguel, fueron a buscarlo a la casa de Sergio Galindo, que vivía en una vecindad. Al verlo llegar el hermano de Sergio les disparó desde la azotea, por fortuna no los hirió, pero cayó al pisar la vieja cornisa. La tergiversación de la información de la prensa mencionó que su padre de Miguel y su hijo Alfonso habían llegado armados. La policía llegó y encontró muchas armas en la casa de Sergio Galindo, pero ni siquiera por eso lo detuvieron. Miguel conocía muy bien a su papá, sabía que era mesurado y no podía llegar a agredir a los familiares e impediría que lo hiciera su hijo. Lo cierto es que, ellos sí fueron recibidos a balazos.

Los porros pronto se enteraron que Miguel estaba internado en la Clínica Cabrera. Hasta ahí llegaron en un camión y trataron de derribar la puerta. Los médicos llamaron a la policía y al escuchar las sirenas los porros se dispersaron. Pasaron algunos días para que Miguel saliera de la Clínica. Ya estando en su casa poco a poco reconstruyó lo vivido.

Para Miguel ese año fue infinitamente complicado: fue detenido, contradictoriamente acusado de agredir a Sergio Galindo. Lo llevaron a la cárcel municipal San Juan de Dios, donde pasó cuatro meses. En esa dinámica de detener a los estudiantes comunistas, poco después del 18 de octubre nuevamente es aprehendido Miguel Calderón Moreno cuando salía de su casa y se dirigía a ir a ver a sus amigos. Salió, vio todo despejado, caminó, y de pronto fue rodeado por varias patrullas. Su padre le había dicho que no saliera y quiso regresar a su casa, pero le dieron un jalón. Corrió, pero llegaron patrullas en sentido contrario, lo rodearon y lo metieron a una sin mostrarle alguna orden de aprehensión.

Su amplia narración de aquellos días que permaneció en la cárcel de San Juan de Dios permite varias lecturas. Por fortuna su juventud le hacía ver esperanzadoramente su condición. Encontró presos que conocían a Enrique Cabrera, también a su papá; ellos lo protegían. Recibía muchas visitas, apoyos, comida, dinero, tenía libros. Además de su injusta detención todavía le quisieron cargar otros tres o cuatro procesos, entre esos los robos que otros habían cometido. ¿Cuál era el aparentemente el motivo de su detención? Su enfrentamiento con Sergio Galindo. La madre y la hermana de Sergio lo acusaron, pero nunca apareció Sergio y no hubo un careo. La acusación por robo se desvaneció de inmediato.

La desigualdad del trato hacia él quedó muy clara: pese a que había varias acusaciones y testimonios contra Sergio nunca fue detenido. La policía perseguía con una intención política. Esperó inútilmente que llegara el licenciado Vicente Villegas, abogado de la Universidad, y su abogado fue un defensor de oficio. Durante esos meses encerrado pudo continuar leyendo, preparándose y reflexionando sobre el contexto en que vivía; ahí hizo amistad con varios presos que conocieron a su padre cuando fue enviado a prisión por haber estallado una huelga en La Teca, fábrica propiedad de los Chedraui, donde trabajaban puras mujeres. Pasó cerca de cuatro meses o más, no lo tiene muy claro, y le acumularon otros delitos, uno de ellos fue un robo y asalto a Sanborns. Miguel conocía muy bien a quienes lo habían hecho porque lo contaban y se ufanaban de “su hazaña”. Lo cierto es que cuando lo llamaron a carearse con el administrador o dueño de ese comercio, no lo señaló, aun así, continuó prisionero.

 

—Ahí está Miguel Calderón –pero el señor no decía nada. A la tercera vez le dicen:

—Bueno, ahí está Miguel Calderón, ¿no va usted a decir nada?

—Es que a este joven nunca lo he visto. (El juez abrió los ojos, el secretario se puso rojo.

¡Pero usted lo señaló!

—Sí, pero es la primera vez que lo veo. Yo no tengo porqué perjudicarlo ni lo voy a perjudicar. Esta es la primera vez que lo veo.

—¿Le dieron dinero? ¿Lo amenazaron de la Universidad? –el secretario insistió.

—No.

Miguel le preguntó al juez:

—Disculpe, pero el señor ¿quién es? –porque el secretario quería que me señalara, y él me dijo:

—Yo soy el gerente de Sanborns.[13]

 

Estando en la prisión se enteró del asesinato de Enrique Cabrera Barroso, ocurrido el 20 de diciembre de 1972, a unos meses de haber sido asesinado Joel Arriaga Navarro. Algunos presos recordaban a “Cabrerita”, como le decían, quien estuvo en dos ocasiones en la cárcel de San Juan de Dios, la primera por el movimiento estudiantil de 1961, cuando permaneció un año dos meses; la segunda en 1966 y permaneció dos años. Precisamente salió en 1968.

Enrique fue asesinado cuando descendía de un taxi que lo llevó a su casa; regresaba de haber ido a firmar un programa de servicio social a Oaxaca. Enrique había sido nombrado jefe de Extensión Universitaria en la sesión del Consejo Universitario del 13 de junio de 1972; desarrollaba una gran labor extensionista, por vez primera existían programas de atención a las zonas rurales, un compromiso social de la Universidad. En la noche de su asesinato sus hermanos habían salido a comer en una taquería cercana y alcanzaron a ver cuándo Enrique llegaba. Vieron que tres sujetos golpeaban a su hermano, quien trató de repeler la agresión, pero el más alto de los atacantes le dio un segundo golpe, lo derribó y cuando se encontraba en el suelo, por lo menos dos de los tres individuos le hicieron fuego.[14]

Este otro asesinato parecía una advertencia. ¿A quiénes? A los comunistas. Los asesinatos nunca fueron esclarecidos. La Dirección Federal de Seguridad y una comisión especial que nombró el presidente Luis Echeverría Álvarez nunca señalaron ni aprehendieron a los asesinos materiales ni a los intelectuales. Pero el Frente Universitario Anticomunista urdió una versión vil sobre los asesinos intelectuales y la publicaron en un desplegados de plana completa. Se reproduce un fragmento.

 

Ante la anarquía comunista imperante en el Estado de Puebla, que amenaza conducir a todo el país a una gravísima situación de violencia e impunidad incontrolable, pues coincide con movimientos sediciosos en diferentes lugares de la República, los organismos firmantes.

-exigimos-

Que a la mayor brevedad y con firmeza y decisión se sirva usted disponer y ordenar la intervención de la fuerza pública y de usar los medios que nos otorga la constitución, para enjuiciar y encarcelar a todos los que dentro y fuera del llamado edificio carolino (que no es la universidad sino una verdadera cheka bolchevique-tribunal sangriento) están en diversas formas trasgrediendo la ley con secuestros, tráfico de drogas, prostitución organizada, ataques a las vías de comunicación, perturbación del orden público, pornografía, pandillerismo y portación y acopio ilegal de armas… [15]

 

Las amenazas en desplegados, volantes y mantas, se volvieron constantes; se organizaron manifestaciones para apoyar al gobernador; le exigían que salieran los comunistas de la Universidad. Esta unión se sumó a la reacción articulada contra la Universidad, a la que consideraban perdida y la que querían recuperar a toda costa.

 

El 18 de octubre las “fuerzas vivas”, encabezadas por el Gobernador Gonzalo Bautista O’Farril efectúan un mitin anticomunista en el zócalo de la ciudad. En este el gobernador ordena públicamente al procurador de justicia del estado la aprehensión del químico Sergio Flores Suárez, rector de la uap; del ingeniero Luis Rivera Terrazas, director de la Escuela de Física; del profesor Enrique Cabrera Barroso, jefe del Departamento de Extensión Universitaria y Servicio Social; del licenciado Alfonso Vélez Pliego, director de la Escuela Preparatoria Popular, y de otros dirigentes universitarios. (Vélez Pliego, 1978, p. 78).

 

Cuando Miguel Calderón sale de la cárcel el ambiente sigue polarizado. Los opositores a la Reforma Universitaria se concentran en las escuelas de Arquitectura y de Administración de Empresas, donde tienen su base los fúas, y presentan abiertamente posiciones para desconocer al rector y al Consejo Universitario. Los estudiantes del Bloque Ciudad Universitaria se reúnen en Ciudad Universitaria, donde se encuentran las Escuelas de Administración de Empresas, Ciencias Químicas, Ingeniería Química, Leyes, Ingeniería Civil, Arquitectura y el Departamento de Idiomas. Empezaron a realizar asambleas para desconocer a las autoridades. Llegan al extremo de acusar a estudiantes del Grupo pro Reforma de haber robado dinero, libros y una máquina de escribir de Administración de Empresas.

Después se comprobó que estos robos fueron urdidos por ellos mismos. Tres testigos aclararon lo ocurrido y sus testimonios se asentaron en las actas de averiguaciones previas de la Procuraduría. El estudiante Francisco Hernández García, del bibliotecario Rubén Espino Osorio y el empleado de intendencia Lorenzo Palma Guzmán declararon haber visto al profesor Mario Iglesias y a los estudiantes José Torres Huchin y Fernando Cifuentes, apoderarse y sacar de las oficinas de la Escuela de Administración de Empresas una máquina de escribir, útiles de escritorio y cajones del archivero con expedientes, por lo que cometieron el delito de robo tipificado en el artículo 349 del Código de Defensa Social.[16] Los fúas inventaban acusar de todo a los comunistas hasta sacarlos de la Universidad, pero al mismo tiempo planeaban ya la creación de una universidad privada, lo que sí lo lograron.

 

El asesinato de Alfonso, su hermano

 

Otro momento de violencia extrema se presentó el 1 de mayo de 1973, cuando se realiza el desfile oficial que año con año conmemora el Día del Trabajo; entonces los contingentes oficiales salían de las calles 25 Poniente y 11 Sur. Al final de la columna se integraron contingentes independientes: profesores normalistas del Movimiento Revolucionario del Magisterio, ferrocarrileros, universitarios, vendedores ambulantes, campesinos. Cuando brigadas de estudiantes universitarios repartían volantes entre los asistentes al desfile, cuatro de ellos fueron detenidos por la policía. Cuando se dieron cuenta de esta detención algunos estudiantes corrieron al edificio Carolino para avisar de lo ocurrido y solicitar auxilio.

La represión no quedó en la detención: cuando el grupo independiente estaba por pasar frente al gobernador —Avenida Reforma 711— fueron dispersados con gases lacrimógenos y algunos estudiantes fueron golpeados por la policía. Varios corrieron, unos fueron a sus casas y otros corrieron a refugiarse al edificio Carolino, sede de la Rectoría. Ahí llegaron con convulsiones provocadas por los gases lacrimógenos. Al conocer la detención de sus compañeros, algunos jóvenes deciden retener a un policía y canjear su liberación por la de los cuatro universitarios aprehendidos en el desfile. De pronto alguien quemó una patrulla de la policía en la 4 Norte y Avenida Maximino Ávila Camacho, esquina del edificio Carolino. Minutos después se escuchan detonaciones que provienen desde lo alto de edificios aledaños a la Universidad. Hay quienes afirman que quien quemó la patrulla fue un provocador para desatar el enfrentamiento. Los francotiradores esperaban una señal.

Todo sucedió muy rápido. Los jóvenes llegaron intoxicados por los gases lacrimógenos y fueron auxiliados por compañeras; otros subieron a la azotea del edificio Carolino, supuestamente querían repeler la agresión. Miguel hizo lo mismo. Alcanzó a ver que bajaban a tres jóvenes, dos de ellos muertos y uno gravemente herido que falleció después.

Alfonso Calderón, su hermano, estaba abajo, afuera del Carolino; le avisaba a la gente que llegaba al festival que se haría en el Salón Barroco que se fuera por el lado de la 3 Oriente cuando una bala pegó en su yugular y cayó. Alguien avisó al Hospital Universitario, llegó una ambulancia y lo trasladó, pero murió en el nosocomio.

A Miguel Calderón Moreno, que ese día se encontraba en la azotea del edificio Carolino, lo llamaron y le dijeron que lo esperaba el rector.

 

Yo estaba en la azotea del edificio Carolino cuando me avisaron que bajara. Yo me tardo en bajar, porque en todo movimiento que hacía me tundía la metralla porque estaban tirando. Me fui arrastrando para protegerme de las balas. Estaba en el techo y ahí simplemente veía cómo volaba lo que le llaman el cubil. Me tardé más de lo que podía haber tardado si hubiera podido caminar. Cuando logré bajar, al encaminarme a la puerta para salir al pasillo vi que estaban llorando unas jovencillas. Les dije:

—¿Por qué lloran?

—No, pues es que estuvo muy feo.

—¿Pero por qué lloran? ¿Qué, les pegaron?”

Cuando ya estaba por salir por la puerta volteo hacía abajo. Por instinto, no sé, –si me dicen, pues no sé por qué–volteé y veo tres cuerpos tendidos ahí en el Paraninfo.

—¿Qué pasó aquí?

—Pues les dieron”

—Y qué les dieron.

—No, pues les dieron.

—¿Les dieron un balazo?

—Sí.

—Y ¿los van a curar?

—No Miguel, ya fallecieron. […].

 Cuando entré (a Rectoría) ya estaba mi papá, ya estaba mi mamá. El ingeniero estaba hablando con ellos. Sergio me vio y me hizo señas para que me sentara ahí donde él estaba, pero encontré una silla junto a mi mamá. Vi a mi mamá nerviosa y trató de ocultar la mirada, pues tenía ya los ojos llorosos. Le pregunto:

—¿Qué pasó? ¿Por qué está usted así?

—Ahorita, ahorita van a hablar contigo.

Mi papá sí estaba un tanto más controlado, pero tenía un rictus de tristeza inolvidable. Yo pensé en todo, menos en Alfonso. Me habla Sergio y me dice:

—Miguel, Alfonso está en el hospital universitario y tus papás vienen de ahí. (…) Desde antes que llegaran tus papás nos avisaron que Alfonso falleció.[17]

 

Un testigo que escribió su testimonio en Tiempo Universitario refiere:

 

Bajaron algunos compañeros de la azotea y bajaron a dos muertos, y dos abajo, eran cuatro; se escuchaban bastantes balazos continuos y no se localizaba de dónde provenían. El razonamiento fue que provenían de los edificios adyacentes al edificio Carolino. Entonces los compañeros optaron por comenzar a desalojar las azoteas, cosa que no pudieron hacer porque cada vez que se movía algún compañero se escuchaba un balazo que pasaba zumbando cerca, si es que no le tocaba alguno de los que iban bajando.

—P. ¿Pensaron responder de la misma forma? ¿O pensaron nomás resguardarse?

֫R. Pues no se puede responder en la misma forma porque, en primera, no se tienen los medios necesarios, y los estudiantes no están dispuestos a un enfrentamiento… Los francotiradores después se localizaron: se vio de dónde procedían los balazos, y eran del Hotel América, que se localiza en el Portal Iturbide; del edificio antiguo de Gobierno y del Ayuntamiento.

Los estudiantes, para bajar de la azotea, tuvieron que hacer agujeros por las ventanas que conducen a la azotea, ya que por donde habían subido no era posible porque estaban siendo cazados.[18]

 

El periódico El Sol de Puebla cabeceó así su primera plana: “Balacera entre estudiantes y policías”, como si se hubiese tratado realmente de una confrontación en igualdad de circunstancias. Los sicarios estaban, como ya se señaló, en lo alto de algunos edificios; otros, en unas fotografías, aparecen en los portales. Fueron varios los francotiradores, aunque la Dirección Federal de Seguridad sólo se refirió a un tal Chisín.

Regresemos a la familia Calderón. Los padres quedaron devastados por los acontecimientos. Su madre se significó por luchar por el esclarecimiento de los asesinatos, no solo el de su hijo. Su padre y Miguel también actuaron en consecuencia, como hasta la fecha, en que Miguel ha formado y encabeza una Comisión de la Verdad.

Por la gravedad de lo ocurrido era necesario citar a los consejeros a la reunión extraordinaria del Consejo Universitario el 3 de mayo. En ella se acordó por unanimidad declarar a Gonzalo Bautista O’Farril, gobernador del estado, como “hijo indigno de la institución” y se solicitó públicamente su destitución.[19] En esta reunión se abordó el asunto relacionado con el atentado a la Universidad Autónoma de Puebla.

Las manifestaciones de los universitarios fueron numerosas, como la solidaridad de muchos intelectuales y de organizaciones estudiantiles. Tantas como las que también organizó el sector empresarial para apoyar al gobernador. Pero el presidente Luis Echeverría, a través de personeros, envió una orden y el doctor Gonzalo Bautista O’Farril dimitió de la gubernatura ante el Congreso del Estado el 10 de mayo.

Varias organizaciones derechistas firmaron y publicaron un desplegado titulado “protesta permanente contra el caos comunista”, en él invitaban a diversos sectores de la población a concurrir a una manifestación para protestar por los hechos y por la renuncia de Gonzalo Bautista O’Farril. El gobernador interino, Guillermo Morales Blumenkron, emitió un comunicado que se publicó en la página principal de los periódicos, en él declara que considera improcedente la concentración y pide a la población que se abstenga de concurrir a ella.

Las dos manifestaciones, anunciadas para realizarse el 11 de mayo en el centro y por las calles de la ciudad, una del Comité Permanente de la Ciudadanía de Puebla y otra de los comités de lucha del edificio Carolino de la Universidad, fueron impedidas por la policía, que bloqueó las arterias que confluyen al Zócalo, acción ordenada por el gobernador Guillermo Morales Blúmenkron, quien trataba de reestablecer cierta paz en la ciudad, no solo en la Universidad.

El 29 de mayo se nombró un nuevo procurador general de Justicia, el cargo lo ocupó el licenciado Jorge Rosales Peimbert, después de que el gobernador interino aceptó la renuncia del licenciado Raymundo Zamudio Muñoz. El nuevo nombramiento destensó las reacciones de los universitarios, que esperaban fuera más profesional en su tratamiento.

El 31 de mayo el Patronato de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, ya constituida, publicó en los medios impresos su convocatoria para ingresar a esta universidad y los requisitos que deberían cubrir los solicitantes. La apertura de la nueva institución universitaria apaciguó momentáneamente los ánimos entre los grupos. La creación de esta universidad privada llevaría a los grupos antirreformistas a concentrar sus esfuerzos en ella, aunque no dejaron de atacar a los comunistas de la Universidad Autónoma de Puebla. Ya entonces Miguel Calderón estudiaba en la Escuela de Leyes y poco a poco iría estableciendo nuevas relaciones. Trataba de ganar posiciones y de que avanzara la Reforma Universitaria.

 

Conclusiones

 

El título elegido para este texto revelador de los acontecimientos en los que se involucró Miguel Calderón Moreno evidencia al protagonismo de los porros conocidos como salerosos, especialmente de Sergio Galindo Flores, quien le tuvo animadversión a Miguel desde el inicio. El perfil de Miguel era de liderazgo en el grupo de jóvenes preparatorianos que apoyaban la Reforma Universitaria y simpatizaba con el director de la Preparatoria Nocturna Benito Juárez, licenciado Nicandro Juárez, quien había sido padrino de bodas de su hermano Alfonso. Su empatía con los comunistas fue clave para situarlo como una persona que ponía en riesgo el dominio que en ella ostentaban los porros mediante el temor que provocaban. El testimonio discursivo de Miguel permite contrastar lo que la prensa publicaba, mediatizaba a la vez que confundía con su posición anticomunista. Al mismo tiempo conocer las motivaciones que lo condujeron a esta participación.

 

La entrevista de historia oral implica, desde luego, el grabar una historia que cuenta una persona mediante la conversación o el monólogo asistido que conduce un historiador interesado en explorar las contradicciones entre los mitos, las ideologías, las visiones de la historia, las motivaciones inconscientes, los scripts individuales y familiares, las memorias pública y privada, lo personal y lo político. (Garay, 1999, p. 87).

 

En esos años la individualidad se debatía entre objetivos colectivos, disputas y el uso de la fuerza, característica de esos grupos. Miguel participó en defensa de la Reforma Universitaria y no siempre salió avante. Sus amargos recuerdos contrastan con lo que publicaba la prensa, con las actas de consejo, y mueven a reconocer la enorme valía de su formación ideológica, su resiliencia. Su masculinidad fue puesta a prueba en cada momento y destaca su fortaleza ante el asesinato de su hermano Alfonso, como su tesón en formar la Comisión de la Verdad para esclarecer los asesinatos ocurridos entonces.

 

Bibliografía

Garay, G. (2018). “Las fuentes orales”, en: von Wobeser, G. (coord..). Reflexiones sobre el oficio del historiador. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.

Garay, G. (1999). La entrevista de historia oral: ¿monólogo o conversación? REDIE. Revista Electrónica de Investigación Educativa, Vol. 1, N° 1, noviembre, Universidad Autónoma de Baja California, Ensenada.

Montes, J. (2003). Testimonio: “Los días en Puebla”, en Tiempo Universitario, año 6, N° 8, Puebla, 29 de abril.

Sotelo, M. (2002). 1972-1973, Puebla de los demonios. Puebla: Gobierno del Estado de Puebla-BUAP, Cuadernos del Archivo Histórico Universitario.

Tirado, V. G. (2017). Testimonios sobre un día difícil: el 1 de mayo de 1973 en la UAP, Historia, Voces y Memoria, revista del Programa de Historia Oral, Instituto Interdisciplinario de Estudios en América Latina, N° 10, 6 de abril, p. 35-47.

Tirado, V. G. (2017). Anticomunismo versus Reforma Universitaria, Escripta, Revista de Historia, Vol. 4, N° 7, enero-junio, 2022, p. 75-102.

Vélez Pliego, A. (1978). La sucesión rectoral, las lecciones de la historia, en Crítica, revista de la universidad autónoma de Puebla, año 1, N° 1, octubre-diciembre, p. 41-90.

Yáñez Delgado, A. (1988). UAP: Reforma y violencia, Puebla: Universidad Autónoma de Puebla.

 

Entrevistas

 

Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12 y 13 de abril, 7 de junio, 2022.

 

Hemerografía

 

 “Quejas de los vecinos”, El Sol de Puebla, 8 de agosto de 1971, p. 1 y 3.

“Batalla campal en la Escuela de Medicina”, El Sol de Puebla, 23 de marzo de 1971, p. 1 y 3.

“Un muerto. Secuestraron varios camiones y atacaron con rifles y pistolas”, El Sol de Puebla, 7 de agosto de 1971, p. 1 y 3.

“Esta semana nombran rector de la UAP”, El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1972, p. 1.

(Desplegado), El Sol de Puebla, 15 de octubre de 1972, p. 4.

“Declaración de los hermanos Cabrera”, El Sol de Puebla, 22 de diciembre de 1972, p. 1 y 3.

 

Archivos

 

Procuraduría General de Justicia (PGJ), 1973, ave. prev. 42, delito 19001, 31 fojas.

Acta del Consejo Universitario correspondiente a la sesión extraordinaria, 3 de mayo de 1973.

 

 

FECHA DE RECEPCIÓN: 27/6/2022

FECHA DE ACEPTACIÓN: 12/9/2022



* El término fósiles se refiere a quienes permanecían varios años en la preparatoria o carrera sin terminar el ciclo de estudios.

[1] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[2] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

 

[3] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[4] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[5] Problemas y enfrentamientos físicos.

[6] Batalla campal en la Escuela de Medicina”, El Sol de Puebla, 23 de marzo de 1971.

[7] El Sol de Puebla, loc. cit.

[8] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[9] “Un muerto. Secuestraron varios camiones y atacaron con rifles y pistolas”, El Sol de Puebla, 7 de agosto de 1971.

[10] “Quejas de los vecinos”, El Sol de Puebla, 8 de agosto de 1971, pp. 1 y 3.

[11] “Esta semana nombran rector de la UAP”, El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1972, p. 1.

[12] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[13] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

 

[14] “Declaración de los hermanos Cabrera”, El Sol de Puebla, 22 de diciembre de 1972, pp. 1 y 3.

[15] (Desplegado). El Sol de Puebla, 15 de octubre de 1972, p. 4.

[16] PGJ, 1973, av. prev. 42, delito 19001, 31 fojas.

[17] Miguel Calderón Moreno, entrevista de Gloria A. Tirado Villegas, Puebla, Pue., 12, 13 de abril y 7 de junio, 2022.

[18] Testimonio: Montes, “Los días en Puebla”, en Tiempo Universitario, año 6 número 8, Puebla, 2003.

[19] Acta de Consejo Universitario, Universidad Autónoma de Puebla, ACU-UAP, 3 de mayo de 1973.