Mujeres de la meseta norte del Chubut

análisis intergeneracional a partir de la historia oral

1980-2021

 

Women of the north plateau of Chubut  intergenerational analysis from oral history 1980-2021

 

 

Aldana Andrea Ibarrola

 

 Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina

aldana_ibarrola@hotmail.com

 

 

Resumen

El siguiente artículo expone las historias de vida de dos generaciones de mujeres de la meseta norte del Chubut que han lidiado y lidian con las lógicas capitalistas, estatales y patriarcales. Desde sus lugares de subalternidad han acatado, negociado e impugnado discursos dominantes y reconfigurando sus subjetividades como mujeres campesinas.

A través del uso de la Historia Oral y la escucha atenta de los testimonios de vida, identificamos que dentro de las tramas intergeneracionales nuestras sujetas de estudio han logrado sostener sus costumbres campesinas con rasgos de vida propios y locales, adaptando soluciones económicas y sociales frente a los discursos dominantes.

Trabajamos con registros orales y el análisis de sus prácticas de vida con el propósito de identificar estrategias y posicionamientos de las mujeres campesinas, que la historia oficial y sus registros no aprehenden de modo total o definitivo.

Pretendemos contribuir desde una perspectiva feminista y decolonial a la reflexión sobre el estudio y reconocimiento de grupos sociales que han contribuido formas sociales originales y prácticas estratégicas para desarrollar un modo de ser “Otro” en el mundo (Chakrabarty, 2008), siendo las mujeres de la meseta agentes activas dentro de estos procesos.

 

Palabras claves: mujeres, meseta norte, campesinado, subalternidad, memorias

 

 

Abstract

The following article exposes life stories of two generations of women from the northern plateau of Chubut who have grappled and grapple with capitalist, state and patriarchal logics. From their places of subalternity they have complied, negotiated and challenged dominant discourses, reconfiguring their subjectivities as peasant women.

Through the use of oral history and attentive listening to life testimonies, we identify that within the intergenerational networks our subjects of study have managed to sustain their peasant customs with their own and local life traits, adapting economic and social solutions to the dominant discourses.

We work with oral records and analysis of their life practices in order to identify strategies and positions of peasant women, which official history and its records do not fully or definitively apprehend.

We intend to contribute from a feminist and decolonial perspective to the reflection on the study and recognition of social groups that have contributed original social forms and strategic practices to develop a way of being “other” in the world (Chakrabarty, 2008), being women of the plateau active agents within these processes.

 

Keywords: women, north plateau, subalternity, memories.

 

 

 

Introducción

La historia de las mujeres que estudiamos pertenecen al pequeño campesinado de subsistencia de la meseta norte del Chubut, una población que ha lidiado desde su conformación con la ambigua presencia estatal en la región, los vaivenes del mercado internacional de lanas, los intereses de capitales extranjeros por el territorio y, en las últimas décadas,  con los desastres climáticos por ciclos que varían de largas sequías a intensas nevadas, grandes inundaciones[1] y la presencia inusual de erupciones volcánicas (1991 y 2011)[2] que impactaron en el suelo generando pérdidas de ganado ovino. Frente a este panorama la población ha construido estrategias de vida y de permanencia en la región alternando trabajo en el campo y en las aldeas o pueblos. Otras se han marchado hacia las ciudades costeras, sosteniendo su apego y vínculos con su lugar de origen.

Nos ubicamos en la meseta norte de la provincia del Chubut, conformada por los departamentos de Telsén y Gastre. La población se encuentra distribuida en localidades de Telsén, Sepaucal, Gan Gan, Chacay Oeste, Blancuntre, Lagunita Salada, El Escorial, El Mirasol, Gastre y Yala Laubat. A su vez, se encuentran parajes como el Puntudo, Laguna Fría, Sierra Chata, Bajada Moreno, Bajada del Diablo, entre otros. También hay aldeas escolares o parajes que en la actualidad no conforman poblados reunidos, como el caso de la aldea escolar de Laguna de Vaca en cercanías a Telsen, lugar de origen de algunas mujeres entrevistadas.

La cantidad de la población en términos absolutos se mantiene estable[3], pero la distribución ha variado verificándose un proceso de movimiento poblacional, de migración de los campos al pueblo o a la aldea, crecimiento de pequeños pueblos y expulsión de población a centros urbanos (Troncoso e Ibarrola, 2020).

La distribución de la población en la Patagonia fue condicionada por la política de tierras luego de las campañas militares del ejército argentino a fines del siglo XIX (denominada conquista del Desierto), destinando grandes latifundios a la producción lanera. Las condiciones de ventas fijadas bloqueaban el acceso a la tierra de quienes carecían de capitales, de tal manera que sólo quienes estaban fuertemente vinculados con los grupos de poder se encontraban en condiciones de responder a la oferta de tierras que hacía el Estado de absorber su posterior venta especulativa (Bandieri, 2005). Esto generó un repoblamiento heterogéneo en la meseta, los campos abiertos fueron ocupados por migrantes de diversas procedencias nacionales y extra nacionales (chilenos, españoles, “turcos”, “criollos"[4]) y población originaria que desarrollaron, a menor esbcala, la producción ovina y caprina.

Desde el proceso de repoblamiento y la incorporación al territorio del estado argentino la región que estudiamos ha sido considerada espacialmente como periferia (en relación a las localidades costeras que se consolidaron como centros) y a su población inferiorizada mediante criterios socio económicos y racistas (Troncoso e Ibarrola, 2020). Esta consideración se mantuvo y acentuó desde la provincialización del Chubut (1957) hasta la actualidad, produciendo segregaciones tanto de residencia como de expectativas para sus habitantes, desestimando a la ganadería ovina como su principal actividad económica, considerándola atrasada en comparación de otras prácticas agrícolas.

Dentro de este proceso se fueron consolidando las estructuras patriarcales a la vez que fue en aumento la presión de las lógicas capitalistas sobre la tierra, la producción ovina y el consumo. A ello se sumó, creciente, la presencia estatal.

A esta población de la meseta la consideramos como pequeño campesinado de subsistencia. Nos basamos en la definición propuesta por Mabel Manzanal quien considera al campesinado siempre en proceso, entre campenización y descampesinización[5] y, en este caso, manteniendo las estrategias para equilibrar la economía familiar y el sistema capitalista. La autora define a los “campesinos” como integrantes de las familias productoras agropecuarias que comparten la actividad productiva y doméstica, utilizando predominantemente la mano de obra familiar (con escasa contratación de trabajo transitorio) y se distinguen de otras familias productoras agropecuarias por la ausencia de una sistemática acumulación del capital (Manzanal, 2006).

El estado se hizo presente mediante agentes estatales con el proyecto de civilizar, gobernar, controlar la distribución de tierra e incorporar a la población a formas sociales que posibilitaran la gobernabilidad, mediante las ideas de nación y de civilización. Mediante las instituciones modernas, programadas para la intervención social, impusieron pautas de comportamiento, se expresaron en la lengua oficial, llevaron a cabo el registro de datos, individualizaron a los ciudadanos (Troncoso, 2015).

El proyecto estatal reforzó la preeminencia masculina que caracteriza a estas comunidades campesinas de la meseta norte, muy evidente en la división de tareas del campo, la crianza de les hijes, la participación en las decisiones de la unidad familiar, los matrimonios, el manejo y posesión de la tierra.

Nos interesa comprender por medio del registro oral, cómo las mujeres han experimentado su subalternidad. En nuestros registros se destacan los posicionamientos diversos, tales como acatar, impugnar, negociar, entre otros, frente a las prácticas y los contextos patriarcales. Intentamos conocerlas separándonos del privilegio epistémico (Mohanty, 2008) de intelectuales feministas occidentales que formulan una epistemología dominante que no incluye los conocimientos y reclamos de las sujetas locales, imponiendo visiones occidentales sobre la igualdad y libertad, ideas de la ilustración europea que han sido exitosamente globalizadas (Suárez Navaz y Hernández Castillo, 2008).

Adherimos a la postura de Yuderkys Espinosa (2009) al proponer que los feminismos decoloniales critican al colonialismo y el feminismo universal, que aseguran el bienestar para “unas” (mujeres de privilegio blanco burgués) en detrimento de la gran mayoría racializada. Consideramos que las mujeres campesinas de la meseta norte del Chubut están interseccionadas por el racismo que se encuentran intrínseco al proceso capitalista, estatal y patriarcal. Nos apoyamos en el concepto de intersección propuesto por el movimiento black feminism en la década de 1970, considerado como la superposición de opresiones de raza, género y clase que se desarrollan en los ámbitos individuales e institucionales, es decir cuestiones macrosociológicas como microsociológicas. 

Patricia Hills Collins (2000) propuso que la articulación de opresiones produce los efectos de las estructuras de desigualdad social en las vidas individuales y se produce en procesos microsociales que llevan a la formación de la interseccionality  y cuando se refiere a fenómenos macrosociales que interrogan la manera en que están implicados los sistemas de poder en la producción, organización y mantenimiento de las desigualdades, se llama interlocking systems of oppression (sistema de interseccionalidad y de opresiones).

Desde los feminismos decoloniales el concepto fue retomado por María Lugones, quien señala que las mujeres subalternas (mujeres indígenas, campesinas y de color) están condicionadas por una intersección de opresiones, pero que a partir de la identificación de las mismas se debe actuar políticamente. La autora propone la lógica de la fusión como posibilidad vivida de resistir a múltiples opresiones mediante la creación de círculos resistentes al poder desde dentro, en todos los niveles de opresión, y de identidades de coalición a través de diálogos complejos desde la interdependencia de diferencias no dominantes (Viveros Vigoya, 2016).

De esta forma a partir de la escucha sensible de los relatos de vida de las mujeres de la meseta, nos aproximaremos a estrategias metodológicas que nos separen de los métodos clásicos de los feminismos hegemónicos occidentales. Buscamos construir un relato histórico en el que estén presente las mujeres y que incluya su punto de vista, sus formas de valorar y comprender el mundo (Harding, 1998) desde sus espacios como campesinas, madres, esposas.

Utilizamos las historias de vida como una herramienta analítica que nos permite vincular hipótesis con los sucesos, es decir la construcción de una “teoría”, una representación mental, de lo que ocurre en la “realidad social” (el referente) y el momento de la verificación o, más bien, de la consolidación empírica de las proposiciones descriptivas y de las interpretaciones avanzadas (Bertaux, 1989). Los relatos de vida recogen la expresión de lo colectivo a través del registro individual, conduciendo a un análisis procesual, implicando una serie de sucesos que transformaron la vida del informante.

Desde una mirada intergeneracional de dos generaciones de mujeres de la meseta norte del Chubut, analizando rupturas y continuidades en las nuevas generaciones mediante las historias de vida, nos proponemos comprender cómo han logrado sostener sus modos vida, dentro de las interseccionalidades de opresiones que las atraviesan, logrando crear estrategias para sostener sus modos de vida que las diferencian de los discursos y políticas dominantes (estatales, patriarcales).

El testimonio oral, memorias subterráneas y subalternidad

Sostenemos el uso del testimonio oral como una de las formas de registro de la memoria.  Su importancia reside no en su adherencia al hecho del pasado sino más bien a su alejamiento del mismo, cuando se reconstruye. Allí se despliegan la imaginación, los simbolismos y el deseo. Por eso dice Portelli que no existen fuentes orales falsas (Portelli, 1991).

En este trabajo nos hemos ocupado de analizar e interpretar los discursos de las mujeres de la meseta norte del Chubut a través de entrevistas realizadas entre el 2010 y el 2021. Testimonios que contienen anécdotas, enumeraciones, hechos, descripciones, relatos recuerdan las mujeres (o los hombres que han hablado de mujeres) y que han intentado dar cuenta de sus sufrimientos y padeceres, pero minimizándolos e integrándose a un relato general o genérico (Bourdieu, 1999).

La memoria es un activo proceso de creación de significados que expresan conflictos subjetivos, políticos y sociales del pasado y el presente en el que se produce la entrevista. En esa operación colectiva de presentar los acontecimientos y de las interpretaciones del pasado que se quiere salvaguardar, se integra en tentativas no siempre conscientes de definir y reforzar sentimientos de pertenencia y fronteras sociales entre colectividades de distintos tamaños (Pollak, 2006).

Halbwachs (2005[1950]) en su análisis reconoce las “capas de memorias” que se van encuadrando dentro de un estado, siendo dominantes las memorias oficiales y produciendo interpretación y sentido que desplazan las memorias sociales; éstas últimas no forman parte de la conformación y construcción de la memoria hegemónica nacional. En estas memorias desplazadas por el discurso hegemónico se encuentran las que construyen las mujeres de la meseta norte del Chubut. Por su condición de mujeres y su subalternidad constituyen memorias subterráneas (Pollak, 2006) que emergen a través de las fisuras que deja la propia historia dominante, se forman en prácticas de resistencia que ocupan espacios de expresión que permiten recordar las experiencias. Estas memoras se expresan a través de olvidos, silencios, transmisiones interrumpidas, sentimientos de pérdida y/o fragmentación y desconexión de recuerdos.

Consideramos que las historias de vida de las mujeres contienen diferentes perspectivas, suelen recordar eventos con más detalles, expresan sentimientos, tienden a recordar la vida cotidiana, la situación económica de la familia (Jelin, 2002) mientras que los hombres relatan más a menudo una lógica racional. Las mujeres en las entrevistas enuncian su agenda personal, “revelando cosas que no te esperabas porque las cosas que debe saber no son necesariamente las que va preguntando y porque muchas veces las personas no saben que ciertos aspectos de su vida forman parte de la historia” (Portelli, 1991).

Las memorias dominantes son las que tratan y pueden fijar sentido sobre el pasado, organizar y uniformar experiencias e historias para homogeneizar y limitar interpretaciones amenazantes y enviarlas hacia el terreno de lo aceptable. Estas se han impuesto por medio agentes estatales a través de las instituciones[6] de salud, educación y seguridad que reproducen estereotipos y rasgos patriarcales, ubicando a las mujeres en lugares secundarios e intensificando su subalternidad. Frente a esto, observamos que a lo largo del tiempo existe un acatamiento de las mujeres a estas lógicas dominantes, pero de forma parcial, intercalando saberes y prácticas locales con las institucionales. En los siguientes párrafos analizaremos los modos de negociación y acatamiento de dos generaciones de mujeres frente a los agentes e instituciones estatales en la meseta norte del Chubut.

Nunca llevé mis hijos al médico, nunca gracias a dios

A lo largo del siglo XIX se instalaron instituciones estatales en los espacios de la meseta norte del Chubut. Se colocaron puestos sanitarios con enfermeros en algunas localidades y recién en la década del 50 y 60 se instalaron hospitales que terminaron de definir a los poblados que concentrarían mayor cantidad de población, Telsen, Gan Gan, Gastre (Troncoso, 2015). La distancia entre los campos y aldeas y los puestos sanitarios u hospitales generó que muchas mujeres accedieran al sistema de salud solo por cuestiones graves. El cuidado de sus hijes e incluso los partos estaba en manos de parteras y curanderas locales, mujeres que fueron desmerecidas por la medicina occidental. María (83 años) de Laguna de Vaca mencionaba

yo crié un montón de hijos y nunca se me enfermaron, ni al médico, porque de Telsen quedaba lejos hasta Laguna de Vaca... Nunca llevé mis hijos al médico, nunca, gracias a Dios, hasta grandes, nunca[7].

 

Todas las mujeres sabían curar, mantenían costumbres propias combinadas con las que indicaban los médicos y enfermeras, como atar al pie derecho del niño que aprende a caminar una crin del potro más brioso para que camine derecho, atender con infusiones los dolores de panza, de oído y molestias en las dentaduras, acostarlo en determinada posición, frotarlo con ceniza, curarle el empacho “tirando el cuerito”[8] y el mal de ojos con amuletos, todas prácticas que realizaban las “abuelas”. Una maestra comentó: “te decían: tienes que tomar tal cosa…no yo ni loca. El empacho, curaban el mal de ojo” (Troncoso, 2015).

Estos saberes se transmitían los métodos para acudir al parto, María señala

 

sí, lo sabía por mi mamá. Pero yo hacer eso…o cortar el cordón umbilical, parecía que me iba a cortar yo ¡por dios! Yo decía, dios mío (se ríe) y ella me decía “no te asustes negrita”[9].

 

Algunas mujeres de los pueblos, distanciadas de las parteras y curanderas recurrieron al personal de salud de los hospitales, señalando el maltrato hacia la población de la meseta. Los estereotipos reproducidos por les agentes estatales se ponían en escena y eran interpretados como segregaciones, dando cuenta de la producción de subjetividades del racismo y la discriminación. Gladys (43 años) de Gan Gan cuenta cómo fue tratada al nacer su hija.

 

Nadie tenía ganas de atender a una chica a la una de la mañana que quería tener un bebe. Me dejaron sola en la sala de parto, y bueno que se yo traté de sujetar a mi hijita como pude”[10].

 

Esta atención por parte del personal de salud, reafirma la avanzada de la modernidad sobre las prácticas locales y sobre su población.

Observamos que mujeres de las nuevas generaciones elaboraron estrategias incorporándose a las instituciones sanitarias como enfermeras o auxiliares de enfermería. Hemos registrado, por ejemplo, a una joven mujer que nació en Gastre de aproximadamente 30 años, realizó sus estudios primarios y secundarios en el lugar, luego prosiguió con el curso de auxiliar de enfermería y en la actualidad desempeña en el hospital del pueblo. Convenció al médico que le permitiera realizar campañas para el control de la natalidad en pueblo y repartir preservativos y pastillas anticonceptivas, que se proveían en forma suficiente (Troncoso e Ibarrola, 2020).

Ahí se educaron mis hijos y yo era cocinera

Al relatarse a sí mismas, las mujeres realizan procesos reflexivos y a la vez reafirmantes. Las interpretaciones de estas entrevistas a la luz de la premisa de Giarraca y Bidaseca (2004), a saber, las narrativas orales son modos de argumentar, observamos cómo en la construcción de discursos se realizan operaciones retóricas para convencer a sus interlocutores acerca de cómo interpretar los hechos narrados y ello nos ha permitido presenciar enunciados con intenciones de convencer, pero a la vez, de convencerse a sí mismas (Ibarrola y Troncoso, 2020).

La escuela fue otra de las instituciones que se hizo presente en el proyecto civilizador del estado, acaparó toda la actividad oficial, al combinar la misión alfabetizadora, con otras de carácter asistencial y de registro y control (Troncoso, 2015). La presencia de las instituciones escolares generó oportunidades para muchas mujeres. Varias escuelas fueron creadas a pedido de familias que vivían en los campos y sus hijes quedaban registrades para acceder a la educación. Fue así que se crearon aldeas escolares[11] que impulsaron  a las madres a mudarse para que sus hijes realicen la escuela primaria. La familia de Gladys (43 años) vivía en un campo de Talagapa y cuando tenía 7 u 8 años su mamá se trasladó al pueblo para que estudiara. Ella dice: “Mi mamá me dio lo que pudo para ir a la escuela. Mi mamá decidió traerme a Gan Gan para ir a la escuela, si hubiese sido por mi papá ni iba a la escuela”[12]. Tomar la decisión de hacer algo juntas para sostener el proyecto de escolaridad de la hija se valora, retrospectivamente, como un acierto y una superación.  

Algunas solo pudieron acceder a la educación primaria, y en ocasiones pudieron retomar sus estudios ya adultas en los planes de finalización de estudios secundarios como FiNes[13]. María de Blancuntre (43 años) sostieneaquí en estos lugares, casi nadie termina el secundario, tenías que trabajar y estudiar para eso. Nosotros ahora tenemos el FiNes, estamos terminándolo”[14].

Lo que el individuo recuerda tiende a ser lo que tiene crucial importancia en relación con sus experiencias con las principales relaciones sociales (Da Silva Catela, 2011).  Muchas mujeres consideran a las escuelas como espacios donde lograron obtener mayor participación externa al hogar, construyendo vínculos con otras mujeres como en cooperadoras escolares, organizando celebraciones patrias, colectas solidarias y preparando regalos para el día de la niñez o navidad[15]. Son espacios que en los sectores del campesinado a raíz de la ausencia de algunas comodidades las obligan a salir del hogar, lugares colectivos, pero también eminentemente femeninos (Castan, 1987).

Para otras mujeres la escuela les permitió obtener empleos estatales como cocineras, porteras o mucamas, trabajos que correspondían a labores de lo femenino y subalternizado pero, en contrapartida, lograron acceder a un salario para ayudar y complementar a la economía familiar del campo. María (83 años) menciona sobre la escuela de Laguna de Vaca.

 

Yo era cocinera en la escuela. Ahí se educaron mis hijos y yo era cocinera... hacía el pan, hacía todo, hacía el pan al horno de barro. Pero vio, que antes uno no sacaba fotos, si no ¡qué lindo sería! no se sacaban fotos como ahora…[16]

 

También María de la comunidad de Blancuntre se refirió al trabajo en la escuela que obtuvo a través de planes de empleo en la década del 90

 

Hace 20 años que trabajo en la escuela, pero hace 10 años recién estoy en planta permanente. Empecé a trabajar con planes, así que trabajé varios años en negro para el estado, pero no teníamos obra social, no teníamos aportes. Me costó mucho entrar… trabajé esos años por 120 pesos, habías dos chicas que entraron conmigo, una también con un plan y otra fue contratada porque era la hija de la cocinera.[17]

 

Recién en la segunda década del siglo XXI se instalaron escuelas secundarias presenciales de Gastre y Gan Gan e implementaron albergues en Chacay Oeste, El Escorial, Gastre y Blancuntre que necesitaron más personal: choferes, cocineras, asistentes y auxiliares de limpieza que se reclutó entre la población local, en su mayoría mujeres (Troncoso e Ibarrola, 2020). Antes de estas instalaciones, encontramos narraciones de mujeres que han sido enviadas a realizar estudios secundarios en las ciudades con trece o catorce años, algunas se hospedaban en casas de algún pariente o fueron contratadas como empleadas domésticas en casas. Carmen (47 años) de Laguna de Vaca:

 

Después me vine a estudiar a Trelew, la secundaria. Me quedé con una tía, me quedé con una amiga, me quedé con por todos lados... yo estudiaba en la ENET N°1. Me pagaban una beca…una beca semanal, en aquel tiempo eran tres pesos y algo, que era mucho. Por mes me daban treinta pesos. Yo le sabía comprar cosas a mi mamá y le mandaba. Ahí en la Fontana, en la calle Fontana en Trelew, donde había una tienda grande, arriba había una oficinita ahí tenía que ir a cobrar siempre”[18].

 

Encontramos el caso de una joven de Gastre, su mamá trabajó cómo doméstica en el pueblo. Al finalizar sus estudios secundarios decidió estudiar la carrera de Historia en la UNPSJB residiendo en albergue para estudiantes en Trelew y con ayuda económica de la beca universitaria. Actualmente trabaja de profesora en la ruralidad. Otras jóvenes deciden estudiar carreras como enfermería, magisterio o policía, puestos estatales que le aseguran un trabajo en localidades de la meseta norte del Chubut. Como la maestra de educación intercultural bilingüe (EIB) de la escuela de Yala Laubat, nació en Gastre, estudió en Trelew y regresó para trabajar en la escuela del pueblo.

Sin embargo, otras fueron a la ciudad y regresaron indicando “no me adapté. El regreso a la aldea suele recordarse como trastorno, una inadecuación o insatisfacción, generando una lectura de lo que fue y lo que pudo haber sido.

Cada testimonio de vida de estas mujeres nos indica que frente al sistema educativo tuvieron un acatamiento, priorizando el beneficio económico y social de la unidad familiar campesina. A su vez encontramos que las nuevas generaciones a través de las experiencias de sus madres, logran por medio de la educación construir proyectos individuales, que algunos continuaron y otros fueron modificados con su retorno al pueblo o aldea.

Las nuevas generaciones de mujeres 

La unidad familiar de la población de la meseta norte del Chubut se encuentra definida desde su formación por una división  sexual  de tareas, producto de la matriz estatal que reprodujo la estructura dicotómica hombre/mujer impuesta desde la colonialidad del género[19] (Lugones, 2008). Las mujeres ocupan los espacios de la cocina, la administración de la despensa, la quinta. Se encargan de la elaboración de la comida, la crianza de les niñes y las tareas de limpieza del hogar. También se hacen cargo del cuidado de las chivas y el gallinero. Por su parte los varones realizan labores de cría de ovejas, la esquila, los cercos, la elaboración de talabartería, los pozos, la construcción de viviendas.

En las últimas décadas, a causa del declive del precio internacional de la lana, las mujeres accedieron a empleos estatales (porteras, cocineras, auxiliares) o empleadas domésticas para completar los ingresos de la unidad económica familiar, sin dejar de ocuparse del resto de las tareas. María (43 años) de Blancuntre trabaja como cocinera en el albergue escolar y complementa sus jornadas laborales con la administración de un almacén junto a su esposo y también poseen un campo. Ella comentaHace 10 años tenemos el almacén, vendemos fiambre, queso, lo que se pueda vender y lo que la gente necesita”[20].

En general la estructura familiar de la meseta norte está compuesta por les padres y les hijes, priorizando al progenitor masculino quien sería el encargado del cuidado del campo. Estas familias sostuvieron una alta natalidad durante todo el siglo XX lo que implicaba que les más jóvenes alternaban en el mercado de trabajo local en empleos de baja calificación correspondientes a su género o la migración a las ciudades costeras. María (83 años) de Laguna de Vaca sostiene “Tuve mis hijos, tuve como nueve hijos, no sé, dos fallecieron, ah sí, dos chiquititos se me fallecieron y ahí críe a todos mis hijos”[21].

Las nuevas generaciones puedan acercarse a sujetos y experiencias del pasado como “otros”, diferentes, dispuestos a dialogar más a re-presentar a través de la representación (Jelin, 2002). De esta forma observamos un cierto control de la natalidad por parte de las jóvenes, repensando sobre la vida de sus abuelas y madres, adquiriendo la memoria un sentido formativo o educativo cuando puede ser interpretada en términos ejemplificadores (Todorov, 1998). Carmen nació en Laguna de Vaca y conoció al padre de sus primeros dos hijes en Telsen. Se separó y tuvo a su hijo menor hace 6 años.

Es posible interpretar este cambio en las nuevas generaciones de mujeres campesinas a partir de ciertos procesos individuales y colectivos de frustración, que se relacionan con una fijación ambigua entre la aceptación o la sujeción a un orden que se vive como excluyente e injusto (Bidaseca, 2004). También cambió la relación con la tierra, antes el proyecto familiar permitía que les hijes siguieran en el campo, ya sea “poblando”[22] una parcela nueva o por matrimonio o herencia. La cría extensiva, el agotamiento de tierras fiscales disponibles, las variaciones de precios internacionales de la lana y otros avatares cambiaron la dinámica demográfica y las familias se fueron reduciendo.

En cuanto a la ocupación de los campos por matrimonios observamos que en la primera mitad del siglo XX la pareja (que se conformaban en las fiestas anuales de señaladas y la esquila) debía pedir permiso al jefe de familia de la mujer, es decir cumplían un protocolo del pedido de mano. El casamiento consumía una gran parte del fondo de ceremonial y estaba a cargo de las dos familias (Troncoso, 2015). Podemos encontrar en María que en su relato de su matrimonio comentó:

 

Hasta los veintitrés estuve con mis padres y después me hicieron casar.... A mí me dieron chivas, vacas, ovejitas teníamos, y mi viejo igual, el marido mío. Así que nosotros vivíamos ahí. No teníamos que comprar nada, teníamos todo. Lo único que teníamos que comprar eran los vicios.[23]

 

 

Encontramos diferencias en cuanto al matrimonio en las nuevas generaciones, Carmen comentó que sus padres rechazaban la consumación de su matrimonio, por lo que decidió ir con el comisario del pueblo de Telsen para que le dé una respuesta “Tuve que ir a la comisaría, hablar con Don Vargas, para decirle que nos queríamos venir. Don Vargas nos dice ´¿vos qué querés hacer? ¿Vos te vas a hacer cargo? Bueno entonces no se preocupen, vayan tranquilos'”.[24]

Otras mujeres han optado por construir sus proyectos de vida sin contraer matrimonio, como Gladys (43 años) de Gan Gan que, según argumenta decidió tener hijes para poder alejarse de su familia:

 

Tuve la relación con el padre de mis hijos para que me diera la posibilidad de ser madre. Era muy chica y no sabía las responsabilidades para ser mujer como cocinar... Además, sabía que iba a ser lo mismo que mi papá”[25].

 

En este caso ella optó por la soltería, condición que era inusual y socialmente rechazada décadas anteriores en la meseta; como a los tíos de Carmen que eran hermanos y decidieron quedarse en el campo de sus padres: “Juan se llamaba él y mi tía Ofelina. Ellos se quedaron solteros, fallecieron los papás y como los otros hermanos se casaron, quedaron ellos en la casa, hasta que se murieron”[26].

En cada generación el recuerdo individual se medirá en la herencia cultural de tal modo que sus nuevos componentes se ajustarán a los viejos a través del proceso de interpretación (Da Silva Catela, 2002). Las narraciones y testimonios de las mujeres de la meseta norte del Chubut, nos muestran como dentro a través de la experiencia y las memorias intergeneracionales, han logrado reconocer opresiones de ciertos órdenes sociales (Bidaseca, 1999), reconfigurando sus identidades como mujeres campesinas.

Las diversas experiencias de las mujeres nos han demostrado que pese a la interseccionalidad de opresiones que atraviesan (género, etnia, clase) han logrado re-existir y transformar sus subjetividades como mujeres campesinas desde una mirada intergeneracional a través de estrategias de posicionamientos diversos frente el proceso hegemónico patriarcal.

Es el presente el que dinamiza la memoria y le da significados. Los narradores al contar proyectan sobre el relato su esencia identitaria y sus proyectos de futuro, sus miedos y sus esperanzas (Connerton, 1993). Dentro de las comunidades de la meseta norte del Chubut podemos encontrar prácticas patriarcales que se reafirman y mantienen dentro de las generaciones, como la violencia y maltrato de los hombres hacia las mujeres. En sus relatos, las mujeres reconstruyeron sucesos con sus memorias ubicadas en el presente, que les permitió posicionarse ante los sucesos y poder contarlos. Gladys de Gan Gan padeció la violencia de su padre, ella recuerda:

 

A pesar de todo rompí el miedo…mi papá nunca abusó sexualmente, pero si abuso con los golpes. No tenía intimidad de adolescente…  y a mi mamá yo creo que a veces… mi mamá a puertas cerradas le golpeaba. Ella nunca se metió cuando mi papá me golpeaba.[27]

 

La recuperación del pasado es indispensable, lo cual no significa que deba regir el presente si no que, al contrario, esté hará del pasado el uso que prefiera (Todorov, 1993). Algunos testimonios, sus recuerdos sobre la violencia patriarcal silenciada en el pasado, es recuperada en el presente como forma de confrontación hacia esa violencia. María comentó que su esposo tomaba alcohol y le pegaba, pero un día le dijo “vos nunca me vas a pegar eh, porque ni mi papá ni mi mamá me pegaban. Vos porque seas mi marido no me vas a pegar”.

De este modo podemos observar a través de los relatos como las mujeres campesinas de la meseta norte del Chubut pese a que se encuentran dentro de los procesos hegemónicos que la subalternizan, logran doblegar estos discursos dominantes, recuperando las memorias subterráneas de sus generaciones, redefiniendo así sus identidades. Estas voces desafían el marco desde el cual la historia se estaba escribiendo, al poner en cuestión el marco interpretativo del pasado (Jelin, 2002).

 

 

A modo de reflexión final

Nuestro trabajo pretende analizar desde una perspectiva intergeneracional los posicionamientos y agencias de las mujeres de la meseta norte del Chubut y cómo lidian con los procesos hegemónicos que las atraviesan. Y cómo han desplegado estrategias para mantener sus modos de vida campesinos. Por medio de herramientas convencionales de la Historia Oral y el uso de la historia de vida buscamos utilizarlos para reconstruir una historia feminista y decolonial que derribe con los discursos dominantes de la historia oficial que las niega, las oblitera y las subalternizan.

La Historia Oral nos permite comprender la importancia de las memorias subterráneas de estas mujeres campesinas, esenciales para sus estrategias de resistencia contra las opresiones. Las nuevas generaciones interpretan las memorias, dándole nuevos significados y sentidos transformando y redefiniendo sus identidades como mujeres de la meseta norte de Chubut.

En nuestro trabajo de relevamiento oral, registramos que, desde el proceso de repoblación de la meseta norte del Chubut, las experiencias de vida de las mujeres y sus prácticas nos muestran que los acatamientos, impugnaciones y estrategias de resistencia frente a las lógicas dominantes patriarcales y estatales han variado, pero siempre manteniendo sus prácticas locales y campesinas. Resistiendo en la intersección de las opresiones y en su solapamiento, no deshace ninguna de las dos cosas, pero habilita lugares de creatividad y resistencias de poder desde adentro (Lugones, 2005).

Ambas generaciones de mujeres han lograron desafiar las imposiciones dominantes en sus prácticas cotidianas como en la crianza de sus hijes, su relación con los agentes estatales (salud y educación) adaptando soluciones económicas y sociales, siempre manteniendo sus modos de vida y su identidad mesetense, arraigadas a la tierra y sus costumbres. Consideramos el hacer activo de estas mujeres dentro de las resistencias de esta población definida como campesinado moderno frente a las lógicas capitalistas, una resistencia y una alternativa, un modo de ser en el mundo, una diversa manera de habitar la modernidad (Chakrabarty, 2008).

Nos acercamos a las historias de vida de las mujeres de la meseta norte del Chubut a partir de una lectura minuciosa, evitando reproducir lógicas colonialistas, aproximándonos al otre a partir del conocimiento de la cultura otra, una compleja articulación entre lo simbólico y lo social.

 

 

 

Bibliografía

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FECHA DE RECEPCIÓN: 05/08/2021

FECHA DE ACEPTACIÓN: 29/11/2021

 

 



[1] Tormenta de Telsén en abril del 2014.https://www.elpatagonico.com/es-inviable-ingresar-tierra-telsen-n735935 consultada en agosto del 2021.

[2]https://reliefweb.int/report/argentina/emergencia-agropecuaria-por-cenizas-del-volc%C3%A1n consultada en agosto del 2021.

[3] Ver también Hermosilla (2013: 11).

[4] Se denominó turco a quienes descienden de inmigrantes sirio libaneses y criollos cuando se quiere omitir la genealogía o se pretende obliterarla, aludiendo de manera velada al mestizaje e inscribiendo en la nacionalidad argentina.

[5] Debate teórico/academicista entre las teorías que sostienen que el campesinado está en vías desintegración o descampenización (Lenin, Foster) y los que proponen que es posible la subsistencia, incluso fortalecimiento de la forma de producción campesina, bajo el sistema capitalista (Chayanov 1979).

[6] Consideramos instituciones entonces, al mercado, la propiedad privada, la familia, la monetización, y también a las organizaciones con una función social específica, como los partidos políticos, los clubes o las iglesias. El estado se organiza mediante la especialización institucional: escuelas, policía, registro civil, hospitales (Troncoso, 2015).

[7] Entrevista a María (83) realizada en junio del 2021 en Puerto Madryn por Aldana Ibarrola.

[8] Práctica popular o medicina natural para curar fuertes dolores de estómago o “empacho”.

[9] Entrevista a María (83), ya citada.

[10] Entrevista a Gladys realizada en agosto del 2020 en Puerto Madryn por Aldana Ibarrola.

[11] El Mirasol, El Escorial, Yala Laubat, Blancuntre y Sepaucal, Chacay Oeste, Laguna de Vaca, entre otras.

[12] Entrevista a Gladys, ya citada.

[13] Programa de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios es un programa educativo argentino llevado adelante por el gobierno nacional a partir del año 2008 con presencia en todas las jurisdicciones de Argentina.

[14] Entrevista a María (43) realizada en diciembre del 2019 en Blancuntre por Aldana Ibarrola.

[15] Día de la niñez en Lagunita Salada organizado por el club de las madres https://www.facebook.com/suplemento.mesetadiarioelchubut/?__cft__[0]=AZVipj0y_eGE53bPQwTx2yRvsv025JG7SxLCUNQK7KulRCfNPqUz4iTxonYhtdgg5MBrXSzReu4YKgIQCtkf1ZzG_tcAuqN1mDKGi-s7R47XXURo-fAT1kLjfmCNfdjP9MbWkU2wMhq0Sv92M32sLe5J902MMAHrhtHyqGexnP0E6w1FhAdxw6bh8FQp1O9BzI&__tn__=-UC%2CP-R Página consultada 12/05/2021.

[16] Entrevista a María (83), ya citada.

[17] Entrevista a María (43), ya citada.

[18] Entrevista a Carmen realizada en junio del 2021 en Puerto Madryn por Aldaba Ibarrola.

[19] María Lugones define colonialidad del género como el proceso histórico en el cual se impone heteronormatividad, entrelazándose con el control por el territorio, el capital y las subjetividades.

[20] Entrevista a María (43), ya citada.

[21] Entrevista a María (83), ya citada.

[22] Término local que se utiliza para habitar o trabajar un campo, manteniendo así el sostenimiento de la parcela campesina.

[23] Entrevista a María (83), ya citada.

[24] Entrevista a Carmen, ya citada.

[25] Entrevista a Gladys, ya citada.

[26] Entrevista a Carmen, ya citada.

[27] Entrevista a Gladys, ya citada.