Conflictividad y vida
cotidiana de trabajadoras comunes de una fábrica autopartista en el Gran Buenos
Aires (1974-1983) [1]
Conflict
and daily life of common workers in an autopart factory
in greater Buenos Aires (1974-1983)
Marina Lucila Negri
Universidad
Nacional de General Sarmiento, Argentina
Resumen
En el marco de la Historia
local, el presente trabajo indaga sobre la conflictividad social al interior de
Buffalo SACI, empresa autopartista de San Fernando, en la Zona Norte del Gran
Buenos Aires durante el período comprendido entre 1974-1983. Tradicionalmente,
los análisis sobre la última dictadura militar argentina han sido elaborados
desde una perspectiva nacional o de las grandes urbes y se han focalizado en el
análisis de trabajadores varones con un fuerte compromiso sindical o político.
No obstante, el estudio de un caso local puede brindar nuevas claves para
interpretar el período así como también, incorporar nuevos actores sociales que
inauguren otras preguntas y problemáticas a investigar. A partir de los
testimonios orales de ex trabajadoras de la fábrica, esta investigación analiza
la vida cotidiana en un establecimiento caracterizado, según los testimonios,
por un bajo nivel de conflictividad y compuesto por trabajadoras “comunes”
(Lvovich, 2008) que convivió geográficamente con establecimientos donde se
llevaron a cabo luchas contra la burocracia sindical y con un alto nivel de
participación política de los trabajadores. Teniendo en cuenta este contexto,
problematizo la transmisión de un pasado armonioso en los testimonios
relevados, incluso en referencia a los contextos de huelgas.
Palabras clave: trabajadoras comunes, vida cotidiana,
conflictividad, historia oral, paternalismo.
Abstract
Within the
framework of the local history, this paper investigate
the social conflict in Buffalo SACI, an auto parts factory in San Fernando, in
the North Zone of Buenos Aires during the period 1974-1983.Traditionally,
analyzes of the last Argentine military dictatorship have been developed from a
national or big city perspective and have focused on the analysis of male
activists workers. However, the study of a local case of “common female
workers” can provide new clues to interpret the period as well as incorporate
new experiences that open other questions and problems to investigate. Based on
the oral testimonies of former factory workers, this research analyzes daily
life in an establishment characterized, according to the testimonies, by a low
level of conflict and composed by “common” workers (Lvovich,
2008) who geographically lived with establishments where fights against the
union bureaucracy were carried out and with a high level of political
participation of the workers. Taking this context into account, I problematize
the transmission of a harmonious past in the testimonies surveyed, even in
reference to the contexts of strikes.
Keywords: common workers, daily life,
conflict, oral history, paternalism.
Introducción
El
presente artículo busca analizar la conflictividad y la vida cotidiana de “trabajadoras comunes” de
la fábrica Buffalo, autopartista ubicada en San
Fernando, en la Zona Norte del Gran Buenos Aires durante el período 1974-1983 a
partir de algunas entrevistas a sus ex trabajadoras. Según los testimonios, los
registros de la ex Dirección de Inteligencia
de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA) y la prensa partidaria y
nacional, Buffalo se caracterizó y aún lo
sigue haciendo, por un bajo nivel de
conflictividad, por lo tanto, me interesa problematizar la transmisión de un pasado armonioso en los testimonios
relevados incluso, en referencia a contextos de huelgas. Por otra parte,
sostengo que el bajo nivel de conflictos estuvo vinculado con las
características de una fábrica en donde predominaba el concepto de “gran
familia” para remitirse a los vínculos entre patrones y empleados y, por
último, problematizo las dificultades de hacer historia oral de “trabajadoras
comunes”, cuya experiencia transcurrió principalmente en el ámbito de lo
privado.
A diferencia de los estudios predominantes en la
historiografía sobre las y los trabajadores en este período, que reflexionaron
en torno a aquellos varones que eran militantes o estaban sindicalizados, este
trabajo se enmarca dentro del campo de los comportamientos de la llamada “gente
común” a fin de evidenciar la multiplicidad de experiencias de un mismo actor
social (Lobato, 2004: 27).[2] Teniendo
en cuenta este objetivo, la historia oral resulta particularmente necesaria
para “traer el pasado al presente” (Thompson, 1988: 294) a fin de poder
reflexionar sobre dichas memorias y
problematizar “esferas escondidas” que no han sido tomadas en cuenta por
la historia tradicional o que incluso, no están representadas en las fuentes
escritas, pero sobre todo, permite acceder a las “voces ocultas” (Thompson, 2004:
20). Es decir, aquellas voces que por no pertenecer a las esferas de poder,
quedarían al margen del relato histórico tradicional.
A partir del análisis micro-social, utilizo como fuentes
una serie de entrevistas a ex trabajadoras de la fábrica a fin de reconstruir
sus experiencias y el cotidiano en este establecimiento fabril en el que
predominaba la mano de obra femenina. Así como también, acceder a los
significados que tuvieron las distintas experiencias, en este caso, los
momentos de conflictividad, para las actoras de la época (Schwarzstein,
2002). Más que relatos factuales, las
entrevistas orales abiertas son reconstrucciones que los individuos realizan
sobre sí mismos a partir del ordenamiento de aquellos acontecimientos que
marcaron su existencia. Dicho ordenamiento se realiza a partir de una búsqueda
de coherencia entre acontecimientos que permiten definir el lugar que el
individuo ocupa en la sociedad, así como también evidenciar su relación con los
demás (Pollak, 2006). Al poner en evidencia las
subjetividades, podemos acceder a toda una gama de percepciones y
representaciones sociales de trabajadores que difícilmente podrían haber sido
accesibles a través de otro tipo de fuentes. No obstante, cabe advertir el
hecho de que “la memoria no es un depósito pasivo de hechos, sino un proceso
activo donde los actores resignifican su pasado a la luz del presente”, lo que
implica también un esfuerzo por parte del historiador para interpretar estos
testimonios en el contexto de enunciación en el que son evocados (Portelli, 2014: 40).
Teniendo
en cuenta estas características de la historia oral ¿qué implicancias
metodológicas conlleva el hacer historia oral de “trabajadoras comunes”? ¿Cuáles
son los problemas que deben ser sorteadas para poder acceder a las
subjetividades de este grupo de mujeres cuyas experiencias han transcurrido en
el ámbito de lo privado? Para poder responder a estas preguntas, recurriré a mi
propia experiencia en esta investigación.
Por
empezar, una vez que identifiqué algunas trabajadoras, tuve dificultades para
lograr que dieran su testimonio, ya sea por desconfianza, por el deseo de “no
querer recordar” su experiencia en la empresa autopartista o por considerar que
al ser mujeres “comunes” (sin militancia política y/o sindical), tenían poco
para decir. A diferencia de las y los trabajadores con alguna militancia
política, que poseen una práctica constante en relación a poner en palabras sus
ideas, hacerse escuchar por otros y transmitir sus experiencias de manera
pública, los trabajadores “comunes” se perciben a sí mismos y a sus vivencias
como “poco interesantes”. Como sus trayectorias vitales transcurrieron en el
ámbito de lo privado, se encuentran alejados de distintas dimensiones de lo
público que puedan tener el efecto de valorizar sus palabras, y en la mayoría
de los casos no están acostumbrados a verbalizar y analizar su propia
experiencia vital. No obstante, estos “entrevistados desprevenidos” (Viano, 2008: 64) son los que realizan narraciones más
libres y desestructuradas, a diferencia de aquellas que realizan actores que
consideran haber tenido mayor protagonismo en el pasado que intentan evocar.
Por otra parte, el trabajo como investigadora implicó un acercamiento paulatino
a fin de brindar seguridad a las ex trabajadoras al momento de realizar las
entrevistas, pero sobre todo, establecer un vínculo
afectivo o, al menos, de conocimiento mutuo que me permitiera adentrarme en sus
experiencias personales, sus horizontes de expectativas, sus representaciones y
marcos ideológicos. La confianza fue un elemento esencial dado que me permitió
obtener el contacto de otras posibles entrevistadas y poder realizar la
entrevista misma. Si en una primera instancia obtenía la entrevista, recién en
un segundo o tercer contacto lograba acceder a la recomendación de otro
trabajador o trabajadora. No obstante, pese a todos los recaudos, la mayoría de
las entrevistadas no quiso brindar una entrevista en forma presencial sino vía telefónica,
las cuales fueron grabadas cuando me lo permitieron. De hecho, algunas
entrevistas no pudieron ser registradas, y la reconstrucción del diálogo se
hizo posteriormente, lo cual explica que en esos casos las citas textuales se
limiten a algunas frases o se utilicen paráfrasis. Desgraciadamente, el hecho
de no poder hacer entrevistas personales y tener que hacerlas telefónicamente
generó inconvenientes dado que imposibilitó el análisis del plano no verbal de
la entrevista que abarca la gestualidad, la postura.
Teniendo
en cuenta estas dificultades y a fin de abordar la experiencia cotidiana en la fábrica en un sentido
más amplio, construí los
testimonios a partir
de dos formas: mediante una narración libre del testimoniante
respecto de sus experiencias de vida como trabajadoras en la fábrica, y a partir de preguntas generales semi-estructuradas, a fin de obtener respuestas espontáneas
pero focalizadas. Creo que dicha estrategia resulta la más apropiada al momento
de abordar períodos históricos conflictivos con el fin de no circunscribir los
resultados a nuestras propias ideas o hipótesis, dando mayor espacio para la
elaboración de una investigación abierta y atenta a las construcciones de los
entrevistados y menos a las del entrevistador.
El caso de estudio
Buffalo fue creada
en 1965 por Osvaldo Celesti, aprovechando el espacio
cedido por su padre dentro de un aserradero. Si bien los comienzos de esta
fábrica fueron muy precarios, tuvo un crecimiento importante entre 1965 y
los setenta, dado que a nivel
nacional se produjo un fuerte impulso de la industria automotriz y autopartista
(Moreno, 2013). La empresa, llegó a emplear a
500 trabajadores y trabajadoras que producían para las principales terminales
de los alrededores como Ford y Fiat. Según los relatos de las
entrevistadas, podemos decir que la historia de la fábrica transcurrió entre un
período de “esplendor” durante la conducción de la fábrica por Osvaldo Celesti (1965-1972), dado la cantidad de trabajadores y la
relación de estilo familiar que se tejió entre ellos. Un período de transición
tras la muerte repentina de Osvaldo en el que se produce la reorganización de
la fábrica en manos de la esposa, Lidia. Finalmente, una última etapa en la que
se hace cargo el hijo, Horacio, desde mediados de los años setenta hasta la
actualidad. A diferencia de los períodos anteriores, esa etapa se caracterizó
por el reforzamiento de las jerarquías y una pérdida del clima familiar
característico de las descripciones del primer período.
El período analizado en
este trabajo transcurre en dos momentos: el primero comprende el lapso entre
1974 y 1976, el segundo abarca de 1976 a 1983. No obstante, cabe aclarar que
esta cronología nos permite contextualizar las narrativas de las trabajadoras,
pero no proviene de sus evocaciones que son más laxas e imprecisas.
El primer momento puede
ser entendido a partir de la consolidación de las posturas clasistas en los
gremios y un crecimiento en el número de las agrupaciones de izquierda que
habían surgido como respuesta a las políticas socioeconómicas autoritarias del
gobierno del Gral. Juan Carlos Onganía (1966-1970),
siendo el Cordobazo (1969) el momento cúlmine de este
proceso. Tras su regreso definitivo al país el 20 de junio de 1973, Perón
intentó poner fin a la movilización social autónoma de los trabajadores,
incrementada durante el gobierno de Héctor Cámpora, a
través del fortalecimiento de la cúpula sindical y de grupos parapoliciales
como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) (Schneider, 2015: 126).
Dichas medidas legales y coercitivas se vieron acrecentadas durante el gobierno
de María Estela Martínez de Perón a partir de la Ley 20.840, sancionada el 28
de septiembre de 1974, cuyo fin era imponer penalidades a las “actividades
subversivas”, comprendiendo bajo esa categoría la militancia tanto política
como sindical y laboral (Basualdo y Jasinski, 2016: 249). Por su parte, el ámbito económico se
caracterizó por una serie de políticas regresivas llevadas a cabo por el Ministro Celestino Rodrigo en 1975 a la que las los
trabajadores se opusieron a partir de las distintas coordinadoras interfabriles.[3]
El segundo período
comienza con el golpe de Estado de 1976 y se caracteriza por la desmovilización
de las organizaciones sindicales a partir de los secuestros y desapariciones de
los principales delegados de los establecimientos fabriles con el objetivo de
instaurar una transformación en el modelo de acumulación vigente: la
industrialización por sustitución de importaciones. A partir del cercenamiento
de derechos laborales básicos, las políticas implementadas como la Reforma
Financiera de 1977, la apertura arancelaria y el endeudamiento externo
provocaron un proceso de concentración económica (Basualdo
y Jasinski, 2016: 249). Frente a este contexto
adverso para la actividad económica en general y la industria en particular,
desde las bases se llevaron a cabo diversas medidas de protesta.
Delineando el perfil de las trabajadoras de Buffalo
De la
entrevista a una de las trabajadoras más antigua de la fábrica, se puede
plantear que los orígenes de Buffalo fueron muy
humildes. Celia entró a trabajar en 1954 en el astillero del padre de Osvaldo Celesti que años después, se convertiría en la fábrica
autopartista. Al respecto, Celia rememora las precarias condiciones de trabajo
a las que estaba sometida:
claro, Jorge [refiriéndose
a su cuñado] ya fue cuando todo estaba armado. Pero yo lo que pasé, yo me
sentaba en un cajón. No me da vergüenza decirlo, por eso ahora estoy embromada
de la espalda ¡Pero no importa! Nos divertíamos, porque la juventud de antes no
era como la de ahora.[4]
En la mayor
parte de las entrevistas, se detecta la evocación de duras condiciones laborales,
que incluso llegaron a afectar la salud de las trabajadoras, pero que sin
embargo, son minimizadas en pos de resaltar la camaradería entre compañeras y
compañeros que rondaban entre los 15 y 18 años aproximadamente. Según las
trabajadoras, ingresaron a la fábrica en los inicios de su adolescencia después
de terminar sexto grado, de modo que el pago les era realizado en lo que se
conoció como la libreta de ahorro, es decir, un documento donde se anotaban los
movimientos realizados en la cuenta bancaria de la que provenía[5]. Pese a
su edad, en la mayoría de los casos, el ingreso a la fábrica no fue el comienzo
de su actividad como operarias, dado que muchas habían trabajado en fábricas de
la zona como el frigorífico “Cocarsa” en San Fernando
o la fábrica de pelucas “Pelufo” en Beccar. La jornada laboral era de ocho horas diarias, de
6:00 a 14:00 horas y en el caso de que hubiera mucho trabajo, se podía extender
hasta las 16:00. Según Mecha, si bien en un principio se trabajaba el mediodía
del sábado, desde el Ministerio de trabajo se resolvió que los trabajadores de Buffalo hicieran una hora más para no tener que trabajar
los sábados. El trabajo que se hiciera por fuera de ese horario, contaría como
hora extra.[6]
A diferencia de la situación de los trabajadores
varones, la legislación no permitía el trabajo nocturno de las mujeres y sólo
una de las entrevistadas evocó haber trabajado durante los fines de semana. Al
respecto, interesa detenernos sobre cómo el género delimitó tareas específicas
al interior de Buffalo, cuya mano de obra era
predominantemente femenina. Pese a ser minoría, los hombres ocupaban los
puestos más calificados, cargos de jefatura con una paga mayor que la de las
trabajadoras o en actividades consideradas peligrosas, que correspondían a la
zona de los balancines donde se cortaban las chapas. Estas características en
cuanto a las variables de género son corroborados en fábricas de mayor
envergadura, como por ejemplo, en Alpargatas (Mitidieri,
2014). Otro de los casos en los que se evidencia una diferenciación según el
género y la categorización dentro del sistema productivo es en el caso de los
matriceros, dado que debían poseer el oficio; la sección de ingeniería que
estaba formada por trabajadores con estudios y los jefes de las distintas
áreas: matricería, producción, mantenimiento y venta.
Estos puestos, por lo general, eran ocupados por hombres que poseían una larga
trayectoria en la fábrica y era personal de confianza de la patronal. De los
casos entrevistados, se puede constatar que los varones que ocuparon cargos
superiores al de operarios realizaron una jornada laboral más extendida que el
resto de los y las trabajadoras. Por otra parte, en el caso de las mujeres, el
trabajo remunerado en la fábrica constituía sólo una parte de sus obligaciones
diarias dado que por fuera de su relación laboral, las trabajadoras eran
sometidas a una “explotación múltiple” (Lobato, 2007) en tanto debían hacerse
cargo de un trabajo extra-fabril no remunerado dentro del hogar. La mayor parte
de las entrevistadas eran madres y esposas, de modo que tras la jornada laboral
debían cumplir con las tareas asociadas a los cuidados del hogar.
Como adelantamos inicialmente, la mano de
obra predominante dentro de Buffalo era femenina. Al
respecto, cabe detenernos en las evocaciones que hacen las y los trabajadores
sobre el motivo por el cual la patronal prefería emplear mujeres. Para ello,
recurriremos al testimonio de un trabajador varón. Según Teté, este criterio
obedecía al menor pago en comparación a los trabajadores varones e incluso, por
la minoría de edad.[7] Por el contrario, Celia y
Angélica adujeron que se debía a que eran más puntuales o rendían
más que el varón.[8] En estos últimos
testimonios, podemos apreciar la existencia de “supuestos generizados”
(Mitidieri, 2014) implícitos que moldeaban la
percepción que las mujeres tenían sobre su propio valor y el de sus compañeros
y viceversa. Según los testimonios analizados, Angélica y Celia atribuyen al
trabajo femenino la puntualidad y la productividad, lo que señala por
oposición, valores opuestos en los varones. Por su parte, uno de los varones
trabajadores, Tito, agrega:
Supongo (…) que como había
algunos trabajos manuales y la mujer tiene más habilidad que el hombre con las
manos, entonces había trabajos que las chicas eran más rápidas, menos
conflictivas, salvo Teté (…). La recuerdo como que en alguna asamblea así,
siempre algo decía.[9]
Esta mirada
sobre las mujeres trabajadoras, por el contrario, aporta información sobre cómo
se auto-percibía un obrero. En este caso, identifica la conflictividad como un
rasgo característico del varón. A partir de esta evocación, se desprende que
usa el término “conflictivo” para referirse a la manifestación de su opinión
dentro de los espacios destinados a resolver la conflictividad en la fábrica,
es decir, a no quedarse callado. Por otra parte, en lo que respecta a las
trabajadoras, es interesante dado que, tal como sostiene Lobato (2007), más
allá de que se incentivara a la mujer para hablar en una asamblea, hacerlo,
trastocaba el orden jerárquico y por ende, llamó la atención de Tito.
Retomando los “supuestos generizados”
que detentaban las trabajadoras, no todos eran positivos dado que para algunas,
el trabajo en la fábrica las convertía en “fabriqueras”, término que denotaba
la valoración negativa que poseía el trabajo manual fuera del hogar en un
ambiente considerado predominantemente masculino.[10] Este
supuesto debe ser entendido dentro del modelo de “domesticidad” (Cosse, 2010) construido durante las décadas de los cuarenta
y cincuenta, que implicaba la existencia del varón proveedor frente a la mujer
ama de casa. Teniendo en cuenta este modelo, se comprende la tensión a la que
estaban sometidas las mujeres que debían realizar un trabajo remunerado fuera
de su casa frente a un “deber ser” femenino que las cuestionaba. Como evoca
Mecha al respecto de la organización familiar:
Yo tenía a mi mamá y mi papá.
Más mi mamá que me dieron una mano grande. Igualmente te digo, mis hijos, yo
tengo dos, una mujer y un varón. Lo pensé un poco mucho, quince años hasta que
me decidí con el varón. No era como ahora, ah, si los tienen…Mi papá me ponía
los puntos. Yo a mi marido lo tenía acá, venía mi marido y comía al mediodía y
me dijo: “si su madre cocina al mediodía, usted cocina a la noche” ¡Qué
delivery, ni delivery![11]
De todas formas, tanto mujeres como varones padecían la
desigualdad social dentro de la fábrica, que se hacía evidente en el uso
diferenciado de los uniformes entre personal administrativo y operarios, así
como en la prohibición de los vínculos entre ambos sectores, llegando incluso a
existir situaciones como las que relata Teté: “A veces cuando entraban algunos
jefes no quería que se hablen con los operarios. El patrón era el patrón y vos
nada”.[12] De
todas formas, pese a dicha jerarquización, los y las trabajadoras resaltan el
hecho de que el dueño sostenía que eran una “gran familia”, lo que implicó un
involucramiento mayor por parte de los y las trabajadoras, pero también, un
esfuerzo de parte de la patronal, al menos en el caso de Osvaldo Celesti, por evitar peleas entre trabajadores y por una
permanencia constante en la fábrica.
La
organización gremial dentro de la fábrica
Buffalo tuvo delegados y una comisión interna que
contó con la participación mayoritaria de hombres y algunas de las trabajadoras
más combativas. A continuación, haré alusión al caso de Mecha para
contraponerlo con el resto de las mujeres trabajadoras, pero también porque
pese a su rol, que puede parecernos a priori, comprometido políticamente, ella
se percibe como una trabajadora común.
Mecha evoca
las dificultades que se le presentaron al momento de representar a sus
compañeros de trabajo en la comisión interna de la fábrica:
Fue bravo, porque ponele….
siempre hay partidarios para un lado y del otro. Y se mete también la política.
Entonces vos tenías que saber que si estabas defendiendo los derechos de tus
compañeros ¡dejá un poco la política de lado! Es así. Ellos que decían: ¡ah,
sí… los delegados corre plata por debajo de la mesa! A mí nunca me pusieron un
peso demás, ni lo hubiera agarrado. Es así, entonces ellos sabían a quién
recurrir. Porque también estaba, ponele, la comisión que no era interna, que se
embarcaba, no creo en plata pero, en el chamuyo empresarial.
-MN: ¿Vos decías que mucha
gente metía la política adentro?
-Mecha: Claro, pero
nosotros también sabíamos quién era quién. Lo que siempre evitábamos era hacer
reuniones grandes porque en esas reuniones grandes cada uno tiraba su mambo.[13]
En la evocación de
Mecha, se percibe una gran tensión de los trabajadores hacia los delegados, así
como también, hacia los jefes de personal. Pero sobre
todo, cabe destacar la visión que posee sobre la política, dado que es
concebida solamente en términos partidarios, suponiendo que la organización
gremial no constituye una práctica política. Dicha mirada negativa hacia lo que
considera “la política” se justifica por el hecho de que la entrevistada asume
como lógico el despido de los trabajadores si se involucraban en ella. Esta
postura difiere de la imagen que habitualmente tenemos de una delegada y nos
brinda una de las claves para comprender las características distintivas de
este tipo de fábricas, a diferencia de los grandes establecimientos fabriles en
los que la participación en actividades políticas era valorada positivamente.
Por otra parte, dado el rol que desempeñó en la fábrica, Mecha intenta
reivindicar su trabajo y esboza una diferenciación con aquellos representantes
que “se vendían”, es decir, recibían dinero a cambio de apaciguar los reclamos
hacia la empresa.
Para
Mecha, la política es mencionada como algo ajeno a la vida cotidiana
dentro de la fábrica, dado que sólo concibe como tal la política partidaria o
los conflictos gremiales a nivel nacional.[14]
Asimismo, a nivel micro, señala las estrategias que utilizaba como delegada
para evitar la penetración de discusiones político partidarias dentro de la
fábrica. Esto último evidencia la resistencia de estos trabajadores a
involucrarse en actividades políticas más allá de las circunscriptas al
interior de la fábrica, que sin embargo, no eran consideradas como tales. Pero
a su vez, deja en evidencia momentos de tensión contrapuestos a las evocaciones
armónicas del resto de trabajadores.
Los
paros forzosos y las huelgas
El hecho de
que la fábrica no esté representada en los diarios de tirada nacional que dan
cuenta del pico de conflictividad en la zona norte durante el año 1979 y solo
exista una referencia a la participación de un delegado de la fábrica en un
plenario de trabajadores para crear una lista opositora a la dirigencia
sindical de la UOM en febrero de 1974[15],
permiten señalar que Buffalo fue una empresa con
pocas situaciones de conflicto. Entiendo por éste a la existencia de
conflictos esporádicos al interior de la fábrica, pero sin una articulación con
otros establecimientos de la zona y con el movimiento de protesta a nivel
Nacional. Los paros que se producen en Buffalo si
bien desafiaban la autoridad del empleador, no la cuestionaban abiertamente lo
que supone un grado de consentimiento entre ambos sujetos del proceso
productivo (Dicósimo, 2009). Como sostendré más
adelante, dicha actitud por parte de los trabajadores y trabajadoras puede ser
explicada por las características paternalistas que predominan en la fábrica.
Excepto
estos registros, la baja conflictividad es confirmada por los propios
trabajadores. Las evocaciones a algunos episodios de conflictividad son
realizados de forma atemporal, sin precisar si corresponden a momentos previos
a la dictadura, durante o después. Al respecto de la conflictividad, algunos de
ellos sostienen que para evitar problemas, no se involucraban en los
conflictos, mientras que otros resaltaron la poca necesidad de movilizarse en
función de mejoras dado que ya contaban con beneficios como un comedor. La
conflictividad se atribuye mayormente a la presencia de trabajadores que vienen
de afuera y por lo tanto, los entrevistados se presentan como ajenos a los
reclamos que eran realizados a los patrones. E incluso, dan cuenta de lo
irrisorio de algunos reclamos realizados por los delegados, como el caso de un
espejo para el baño. Un ejemplo particular para observar el vínculo entre
trabajadores y política lo ofrece el tema del comedor. Mientras para algunos la
fábrica contaba con diversos beneficios como la enfermería y el comedor que les
habían sido concedidos por los dueños, otros no contaban con dicho espacio,
pero tampoco los reclamaban.
Distintos
son los argumentos de la delegada Mecha, dado que complejiza el análisis refiriéndose
a las reivindicaciones monetarias o por mejoras en las condiciones de trabajo.
Mecha sostiene: “la huelga, le diríamos una medida de fuerza. Empezábamos con
15 minutos, un día si la patronal no te daba bolilla decíamos al segundo día
hacíamos 20 minutos y así. Era, no te digo la palabra extorsión, pero era una
forma de hacerles saber”.[16] Este
último testimonio, marcado por el lugar de delegada, da cuenta de la
gradualidad de las medidas de fuerza que buscaban manifestar el descontento
frente a la patronal.
Por último,
otro motivo de conflictividad provenía de las terminales a las que Buffalo proveía dado que cuando éstas paraban se debía
suspender la producción. Es en este contexto que las entrevistadas evocan
ciertas anécdotas vinculadas a los momentos de ocio: “cuando había paro yo
hacía panqueques, la otra hacía buñuelos, la otra guiso de carne. Cuando había
paro viste, paro de los metalúrgicos, el otro tocaba la guitarra…era lindo”.[17]
Incluso Teté recuerda una anécdota: “se armaban guitarreadas, cocinaban
ravioles, antes de tener el comedor. Una vez fue la señora Lidia y vio la olla
con el puchero y les dijo: -´revuelvan el puchero que se va a quemar´, nadie se
quería hacer cargo”.[18]
Asimismo, Angélica sostiene:
Había una chica que se
llamaba Susana que hervía las papas en una estufa, en una olla e hizo un pastel
grande, de molde como los de la panadería, lo metió dentro de un horno y pasa
Tedesco y le dice: ¡Acá hay olor a comida! No, ¿Quién va a cocinar, a dónde? A
la hora de comer Baudino [encargado] comió, comieron todos.[19]
A partir de estas acciones
opuestas a la disciplina cotidiana de la fábrica, podemos corroborar el hecho de
que “si las revoluciones son las grandes vacaciones que se toma la vida, las
huelgas son las vacaciones del proletariado” (Perrot,
1974: 548). Las prácticas de ocio durante la jornada laboral y particularmente
los relatos referidos a la cocción de alimentos dentro del establecimiento
pueden ser analizados a partir de la “noción de juego”, que permitían amenizar
la jornada laboral. Así como también, evidencia las nociones de solidaridad que
predominaban entre los trabajadores que organizaban estos almuerzos así como
también, las colectas de dinero para los nacimientos o fallecimientos, e
incluso para las navidades. Estas prácticas vinculadas a la cocción de alimento
refuerzan el sentido familiar que tenía el trabajo en esta empresa,
reproduciendo esquemas de organización familiar patriarcal dado que eran las
mujeres las que se avocaban a esa tarea.
Asimismo, como detecta Passerini (1991) para el caso de los obreros italianos
durante el período de entreguerras y Eleonora Bretal
(2015) para el caso de los trabajadores de Swift en Argentina durante los
setenta, la cocción de alimentos o el hecho de tomar mate a escondidas, aunque
no tenga como objetivo oponerse al control fabril, se convierten en prácticas
de indisciplina que sin embargo, no son vistas como tales por la mayor parte de
las trabajadoras de Buffalo. Cabría preguntarse hasta
qué punto estas acciones podrían evidenciar prácticas de resistencia
subterráneas en el trabajo cotidiano de los trabajadores. Por el contrario, en
sus evocaciones actuales las trabajadoras eligen resaltar los elementos
festivos aún en momentos de conflictividad, e incluso tienden a “olvidarlos, no
porque no haya significado algo para las trabajadoras, sino con el objetivo de
no molestar” (Portelli, 2014: 40) o en este caso, adecuarlo
a la memoria colectiva más fuerte en la que la experiencia fabril en Buffalo ha quedado asociada a un clima armónico.
Aunque no es la intención de
este trabajo profundizar en hipótesis al
respecto de la baja conflictividad, el hecho de que a diferencia de otros
establecimientos fabriles, el hecho de que el dueño de Buffalo
estableciera relaciones personales con sus empleadas para reforzar la idea de
“gran familia” generó, como contrapartida, un sentimiento de fidelidad hacia
él, que se vio reforzado por el hecho de que los salarios se pagaran a término.
Balance
final
A partir de las
evocaciones de las entrevistadas, el presente trabajo evidencia el hecho de que
frente a una memoria fuerte que supone trabajadores con una importante
militancia política y /o sindical opuestos a los designios de la patronal, se
presenta una memoria local en la que los testimonios evocan bajos niveles de
conflictividad dentro de la fábrica analizada. Cabe destacar el hecho de que si
bien, se evocaron situaciones de indisciplina o de huelgas, desde el presente,
las trabajadoras minimizaron dichas acciones vinculándolas al hecho de que
“debían parar” por causas ajenas a sus propios intereses o les restaron
importancia frente a los relatos que resaltaron las bondades del patrón. Este
análisis, visibiliza la tensión que existe entre memorias personales de quiénes
vivieron el período y las memorias que circulan públicamente. Pero también
entre memorias de “trabajadoras comunes” y militantes. A su vez, nos permite
observar como un colectivo de trabajadoras construye su identidad a partir de
su baja politización sindical o partidaria, en contraposición a la circulación
de una memoria oficial o académica que resalta dichos compromisos. Las memorias
locales resaltan elementos que las memorias más fuertes de organismos de
derechos humanos decidieron dejar de lado a fin de reconstruir los lazos
sociales que habían sido quebrados durante el período (Portelli,
2002). En otras palabras, las memorias más fuertes impuestas desde la recuperación
democrática cristalizaron relatos como el de los ochenta, en el que predominó
una sociedad pasiva frente a los crímenes de un Estado terrorista o el de los
noventa, en el que se rescató una sociedad combativa, pero también
colaboracionista (Lvovich y Bisquert,
2008). El desafío que presenta el trabajo con memorias locales consiste en
complejizar las memorias fuertes para identificar la multiplicidad de
experiencias de un mismo actor social.
Fuentes
Archivo
Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA)
Entrevistas
Entrevista a Teté, operaria de Buffalo
Saci. San Fernando, Provincia de Buenos Aires,
Argentina. Septiembre de 2016 y abril de 2018. Entrevistadora: Marina Negri.
Entrevista a Celia, operaria de
Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Mayo de 2017. Entrevistadora: Marina Negri.
Entrevista a Mecha, operaria y
delegada de Buffalo Saci.
San Fernando, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017.
Entrevistadora: Marina Negri.
Entrevista a Angélica, operaria de Buffalo
Saci. San Fernando, Provincia de Buenos Aires,
Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina Negri.
Entrevista a Tito, jefe de matricería
de Buffalo Saci. San
Fernando, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017.
Entrevistadora: Marina Negri.
Bibliografía
Basualdo, Victoria y Jasinski,
Alejandro. 2016. “La represión a los trabajadores y el movimiento sindical,
1974-1983”. En: Gabriela Águila, Santiago Garaño y
Pablo Scatizza (coords.), Represión estatal y violencia paraestatal en
la historia reciente argentina: Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado
(pp. 245-276) La Plata, Universidad Nacional de La Plata.
Bretal, Eleonora. 2015. “Tiempo de ocio en la
jornada laboral. Significaciones e indicios en torno a las prácticas de
apropiación, cocción y consumo de carne en Swift”. En: Alejandro Schneider y
Pablo Ghigliani (comps.), Clase obrera, sindicatos y Estado. Argentina
(1955-2010) (pp. 43-64) Buenos Aires, Imago Mundi.
Cosse, Isabella. 2010.
Pareja, sexualidad y familia en los años
sesenta. Buenos Aires, Siglo XXI.
Dicósimo, Daniel. 2009. “Experiencias
productivas, visión del mundo y unidad obrera. El proceso de trabajo como
dimensión explicativa de los conflictos laborales”. H-Industri@ Revista de historia de la
industria argentina y latinoamericana. Año 3, Nro. 4. http://ojs.econ.uba.ar/ojs/index.php/H-ind/article/view/454/837
Lobato,
Mirta. 2004. La vida en las fábricas,
trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970).
Buenos Aires, Prometeo.
Lobato,
Mirta. 2007. Historia de las trabajadoras
Argentinas (1869-1960). Buenos Aires, Edhasa.
Lvovich, Daniel. 2008. “Actitudes sociales y dictaduras: Las
historiografías española y argentina en perspectiva comparada”. Páginas. Revista digital de la Escuela de
Historia, año 1 n. 1, pp. 29-49. http://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/149
Lvovich, Daniel y Bisquert, Jacqueline. 2008. La
cambiante memoria de la dictadura: discursos públicos, movimientos sociales y
legitimidad democrática.
Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. Buenos Aires,
Biblioteca Nacional.
Mitidieri, Gabriela. 2014. “La huelga de las
alpargatas en 1979: nociones de lo justo en dictadura”. Páginas, Año 6, n° 12, pp. 83-102. http://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/20
Moreno, Hernán. 2013. “El
proceso de internacionalización de la trama automotriz argentina”. H-indsutri@,
Año 7, Nro. 12, pp. 1-36. http://ojs.econ.uba.ar/ojs/index.php/H-ind/article/view/531/991
Passerini, Luisa. 1991.
“Ideología del trabajo y actitudes de la clase trabajadora hacia el fascismo”.
En: Dora Schwarzstein, La historia oral (pp. 142-172) Buenos Aires: CEAL, 1991.
Perrot, Michell. 1974. Les ouviers en grave, France 1871-1890. Vol. 2, París, La
Haya, Mounton Coll.
Pollak, Michael.
2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades
frente a situaciones límite.
La Plata: Al Margen.
Portelli, Alessandro.
2002. “Las fronteras de la memoria. La masacre de las Fosas Ardeatinas.
Historia, mitos, rituales y símbolos”. Sociohistórica, n. 11-12, pp. 163-176. www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3065/pr.3065.pdf
Portelli, Alessandro.
2014. “Las funciones del olvido: escritura, oralidad, tradición”. En: Patricia Flier y Daniel Lvovich, Los usos del olvido. Recorridos, dimensiones
y nuevas preguntas. Rosario, Prohistoria.
Robertini, Camillo. 2019. Quando la Fiat parlava
argentino. Una fabbrica italiana e i suoi operai nella
Buenos Aires dei militari. Milano-Firenze: Le Monnier/Mondadori.
Saz
Campos, Ismael. 2004. Fascismo y
franquismo. Valencia: PUV.
Schwarzstein, Dora. 2002. “Memoria e Historia”. Desarrollo económico, Vol 42, N 167.
Schneider, Alejandro. 2015.
“Cuando se hizo tronar el escarmiento. La política laboral de Juan D. Perón
para disciplinar el movimiento obrero”. En: Alejandro Schneider y Pablo Ghigliani (comps.), Clase obrera, sindicatos y Estado (pp.
107-127) Buenos Aires: Imago Mundi.
Thompson,
Paul. 1988. La voz del pasado. Valencia,
Institució Alfons el Magnànim-Centre Valencià d'Estudis i d'Investigació.
Thompson, Paul. 2004.
“Historia oral y contemporaneidad”. Anuario
de la escuela de Historia- FH- y A- UNR, n 20.
Viano, Cristina. 2008. “Mujeres y movimientos
sociales: un acercamiento a Madres de Plaza de Mayo desde una historia de
vida”. En: Gerardo Necoechea Gracia et al. (comps.),
Historia oral y militancia política en
México y Argentina (pp. 61-81) Buenos Aires: El Colectivo/FFyL-UBA.
Werner, Ruth y Aguirre, Facundo. 2009. Insurgencia obrera en la Argentina,
1969-1976. Clasismo, coordinadores interfabriles y
estrategas de la izquierda. Buenos Aires: Instituto del Pensamiento
Socialista Karl Marx.
FECHA DE RECEPCIÓN: 28/03/2021
FECHA DE ACEPTACIÓN: 30/08/2021
[1]
El
presente trabajo es una versión adaptada de un capítulo de mi tesis de maestría
en Historia contemporánea titulada: “Vivir la Fábrica. Vida cotidiana y
actitudes sociales de trabajadores y trabajadoras fabriles sin militancia
explícita”. La investigación estuvo dirigida por la Doctora Marina Franco y fue
defendida en septiembre de 2020 en la Universidad de General Sarmiento (UNGS).
[2] Al respecto de la categoría de
“trabajadores comunes”, véase Saz Campos (2004), Lvovich
(2008), Robertini (2019). Para el presente caso de
estudio prefiero una categoría de “trabajadores comunes” que
me permita incluir a trabajadores y trabajadoras que no participaron de las
organizaciones sindicales (más allá del ámbito de trabajo inmediato) ni de las
organizaciones político-partidarias de la época.
[3] El proceso de conformación de
Coordinadoras fue un fenómeno inédito en la historia del movimiento obrero,
dado que implicaban el establecimiento de lazos de solidaridad y organización
entre fábricas de un mismo espacio territorial. La Coordinadora de
Zona Norte abarcaba establecimientos y fábricas de General Pacheco, Tigre, San
Fernando, San Martín, Vicente López y San Isidro (Werner y Aguirre, 2009). Si
bien estuvo integrada por los trabajadores del sector industrial, fue liderada
por los obreros metalúrgicos de empresas autopartistas y de la industria
automotriz.
[4] Entrevista a Celia, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Mayo de 2017. Entrevistadora: Marina Negri.
[5] La caja nacional de ahorro postal fue
creada el 6 de octubre de 1914 como una institución de ahorro público para
niños y niñas. A partir de la compra de estampillas que se pegaban en la
libreta, estas eran admitidas por la entidad como valores en depósito que a
futuro, rendían un pequeño interés.
[6] Entrevista a Mecha, operaria y delegada de
Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[7] Entrevista a Teté, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2016. Entrevistadora:
Marina Negri.
[8] Entrevista a Angélica, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[9] Entrevista a Tito, jefe de matricería de Buffalo Saci. San Fernando, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina Negri.
[10] El término “fabriquera” proviene del
lunfardo y significa obrera de una fábrica.
[11] Entrevista a Mecha, operaria y delegada de
Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[12] Entrevista a Teté, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Abril de 2018. Entrevistadora: Marina Negri.
[13] Entrevista a Mecha, operaria y delegada de
Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[14] La referencia a los asesinatos de Augusto
Timoteo Vandor en 1971 quien se desempeñaba como
Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) durante 1958-1959 y el
de José Ignacio Rucci, secretario General de la
Confederación General del Trabajo (CGT) entre 1970 y 1973 asesinado en 1973,
dan cuenta de los esfuerzos que realizó la entrevistada para ejercer su tarea
sin comprometerse en la política a nivel nacional en un contexto de
radicalización política.
[15] El periódico “Avanzada Socialista”, órgano
de difusión del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) del 19 de febrero
de 1974 publicó la participación de Buffalo en un
plenario de trabajadores de base con el fin de crear una lista opositora a
Victorio Calabró, presidente de la Unión Obrera
Metalúrgica de la República Argentina (UOMRA). En dicho plenario fueron
denunciados los múltiples accidentes de trabajo y el aumento de la explotación
por parte del patrón. Pero sobre todo, la complicidad de los dirigentes
gremiales para con los diferentes gobiernos y la firma del “pacto social”,
acuerdo firmado entre los trabajadores y los empresarios el 8 de junio de 1973
con el fin de concertar la política económica nacional entre el gobierno, los
sindicalistas y los empresarios nucleados en la CGE. Finalmente, la lista
opositora fue proscripta.
[16] Entrevista a Mecha, operaria y delegada de
Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[17] Entrevista a Angélica, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina
Negri.
[18] Entrevista a Teté, operaria de Buffalo Saci. San Fernando,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2016. Entrevistadora:
Marina Negri.
[19] Entrevista a Angélica, operaria de Buffalo Saci. San Fernando, Provincia
de Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2017. Entrevistadora: Marina Negri.