¿Qué le vas a decir a la Historia? experiencias de infancias en un hogar escuela durante la década de 1950

 

What are you going to say to the History? Childhood experiences at Hogar Escuela during the 1950s

 

 

Mariano Pussetto

 

Centro de Estudios Avanzados,

Facultad de Ciencias Sociales,

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

pussettomariano@gmail.com

 

 

              Resumen

 

A principio de la década de 1950, comenzó a funcionar en la ciudad de Córdoba el Hogar Escuela General Juan Perón, construido por la Fundación Eva Perón. Esta institución educativa continuó funcionando luego del golpe de Estado de 1955 pese al cambio de nombre, pero tanto la organización institucional como la dinámica cotidiana implicaron grandes cambios para los niños y las niñas que allí residían.

En este artículo me propongo, a partir de diversas entrevistas realizadas a una persona que vivió su infancia en esta institución, reflexionar acerca de la forma en la que se construye conocimiento a partir de los relatos de vida sobre infancias en un determinado contexto socio-histórico. Me pregunto entonces ¿cómo abordar y comprender esa subjetividad que se produce en un momento histórico? ¿Qué perdura, se renueva y se resignifica en este presente? Para ello, el siguiente escrito se ocupa de analizar lo que implica, metodológica y analíticamente, entender que, en la articulación de los relatos de vida y el diálogo entre el investigador y el protagonista, se producen aquellas experiencias que se cuentan.

 

Palabras claves: Experiencias, Relatos de vida, Hogar escuela, Peronismo, Infancia.

 

               Abstract

 

At the beginning of the 1950s, the General Juan Perón school home, built by the Eva Perón Foundation, began to function in the city of Córdoba. This educational institution continued to function after the military coup in 1955 despite the change of name, but both the institutional organization and the daily dynamics implied great changes for the boys and girls who lived there.

From various interviews with a person who lived his childhood in this institution, I propose, in this article, to reflect on the way in which knowledge is constructed from life stories about childhoods in a given socio-historical context. I wonder: how to approach and how to understand the subjectivity that occurs in a historical moment, and what endures, is renewed and resignified in this present? For this, the following writing deals with analyzing what it implies, methodologically and analytically, to understand that, in the articulation of life stories and the dialogue between the researcher and the protagonist, those experiences that are told are produced.

 

Keywords: Experiences,  Life stories,  School Home, Peronism, Childhood.

 

 

Introducción

El camino recorrido para abordar las experiencias educativas de infancias en el Hogar Escuela “General Juan Perón”[1] construido por la Fundación Eva Perón[2], tuvo su origen a partir de la lectura de un texto realizado por Juan[3], un hombre de 72 años que vivió en esta institución durante su niñez, desde 1952 hasta 1957. Este escrito publicado en su Facebook se titula “A los caídos en el 16 de septiembre de 1955”, y significó para mí el ingreso a un mundo desconocido. Después de leerlo coordinamos una primera entrevista para profundizar sobre su texto. Uno de los aspectos centrales que me llevó a pensar este trabajo es que, para Juan, haber transitado el Hogar Escuela durante el periodo peronista fue parte de los mejores años de vida. Las preguntas, entonces, se sucedían unas a otras para empezar a imaginar, y luego comprender, todo lo que esa frase condensaba ¿Qué implicancias tuvo el Hogar Escuela para que esta experiencia sea recordada, luego de 60 años, como algo único en la vida de Juan? ¿Qué hay allí, y qué pasó en aquellos “mejores años de la vida”? En la misma línea, ¿Cómo abordar y comprender esa subjetividad que se produce en un momento histórico? ¿Qué perdura, se renueva y se resignifica en este presente? Frente a estos interrogantes, comencé a pensar un proyecto de investigación[4] susceptible de narrar aquella experiencia educativa que contrastaban con mi sentido común de joven de clase media que, al imaginar hipotéticamente mi vida en un internado estatal, solo me generaba angustia.

El terreno y las edificaciones de lo que supo ser el Hogar Escuela, hoy pertenecen a la Provincia de Córdoba y son sede de los Ministerios de Salud y Desarrollo Social del gobierno provincial. Aunque por fuera el edificio se conserve intacto en su construcción inicial, quien recorra cualquiera de estos Ministerios, advertirá que su estructura y dinámica interna en nada se asemeja a un hogar, y menos aún, a una escuela. Visité en tres oportunidades el edificio: las primeras dos veces lo hice con el fin de conseguir datos que me permitieran rastrear archivos, documentos o alguna fuente de valor para mi investigación. La respuesta recurrente en ambas visitas fue la misma: acá, del Hogar Escuela, nada. La tercera vez que estuve allí, lo recorrí junto a Juan, para que fuera él quien me guiara e hiciese posible imaginar las dinámicas cotidianas de los niños y las niñas por esos largos pasillos, amplios salones y numerosas habitaciones que, sin su compañía, serían difíciles de dilucidar entre tantas fragmentaciones que las oficinas ministeriales imponen hoy ¿Cómo se produce este olvido, o vaciado social? Estas experiencias educativas parecen diluirse con el fluir del tiempo y es justamente ese uno de los reclamos que Juan realiza. En ese sentido, documentar lo no documentado (Rockwell, 2009) tiene una doble intención: por un lado, es parte del quehacer etnográfico desde el enfoque que aquí propongo y, por otro lado, es el intento por dar respuesta a la demanda de Juan de evitar el olvido de aquellos niños.  

Tras indagar en diversos archivos (Archivo Histórico Provincial, Archivo Municipal, y Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba) y consultar con historiadores locales, la escasa información sobre el Hogar Escuela “General Juan Perón” se convierte en un dato en sí mismo, por lo que rastrear las experiencias educativas que allí se produjeron también supone una dificultad mayor. Como afirma Sandra Carli,

el peronismo construyó una verdadera puesta en escena para la niñez que se recuerda por experiencia directa, o se reconstruye a partir de su transmisión a otras generaciones, o por su notoria ausencia o destrucción (2005: 62).

 

Es justamente esto último lo que, entre otras cosas, les imprime un carácter fragmentario a las narrativas, aunque, a pesar de ello, el esfuerzo está en la articulación entre documentos, bibliografía y, principalmente, la densidad de las entrevistas realizadas. Articulación que, como mayor deseo, intentará generar nuevas preguntas sobre las experiencias educativas de infancias que se producen en determinado contexto socio-histórico y en/entre instituciones educativas. 

A lo largo de mi investigación me centré, principalmente, en relatos obtenidos a partir de entrevistar a cuatro personas que vivieron en el Hogar Escuela durante la década de 1950. En este trabajo, para priorizar la reflexión teórico-metodológica, solo haré referencia a los diálogos y encuentros con Juan durante los años 2018 y 2019.

En resumen, en este trabajo pretendo reflexionar acerca de la forma en la que se construye conocimiento a partir de los relatos de vida sobre infancias. Para ello, el siguiente escrito se ocupa de analizar lo que implica, metodológica y analíticamente, entender que, en la articulación de los relatos de vida y el diálogo entre el investigador y el protagonista, se producen aquellas experiencias que se cuentan.

 

La urdimbre, el hilo y las huellas: consideraciones sobre el acto de narrar

Las experiencias de infancias que me propongo narrar se construyen a partir de diversas fuentes, pero adquieren una centralidad mayor con los relatos orales, entendiendo que los documentos de historia oral son siempre el resultado de una relación (Portelli, 1991). Así, los encuentros, las conversaciones y sus posibles análisis oscilan entre diversas temporalidades -un presente que remite al pasado y un pasado que es revisitado desde la memoria-, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre distintas escalas de análisis –lo local y lo regional-, entre lo individual y lo colectivo, y entre la implicancia y el distanciamiento. De esta forma, al igual que la perspectiva biográfica, tal como lo plantea Desmarais (2009/2010: 34), “el hilo conductor de estos movimientos es la búsqueda de significaciones de las experiencias vividas”, significaciones que también son construidas en ese devenir del relato, “ya no se trata de lidiar con los hechos sociales como cosas sino de analizar cómo los hechos sociales se hacen cosas, cómo y por quién son solidificados y dotados de duración y estabilidad” (Pollak, 2006: 18). Mi tarea como investigador, entonces, no es comprobar si las representaciones sociales en los enunciados de los entrevistados son “verdaderas” en función de la objetividad del mundo social sino, por el contrario, es poner en tensión esos dos planos analíticos y entender cómo, las propias representaciones de los sujetos y las disputas por el mundo social, construyen esa misma realidad.

Aquella pregunta central de la mirada antropológica: “qué está pasando acá”, devenida aquí en proceso histórico: “qué pasó acá”, nos invita a bucear en las memorias de infancias de quienes vivieron y experimentaron con sus propios cuerpos un momento histórico marcado por la transformación social y la violencia política. Si bien este trabajo no pretende incursionar en el vasto campo de los estudios sobre las memorias[5], algunas referencias clásicas se tornan valiosas para pensar aquellos recuerdos de la niñez. Los recuerdos de los entrevistados, -a veces de una infancia gozosa, otras veces de marcas traumáticas en función de la gran fractura temporal de aquella época- podrían ser pensados, siguiendo a Pollak (2006), como “memorias subterráneas”, recuerdos que “son celosamente guardados en estructuras de comunicación informales y pasan desapercibidos por la sociedad en general. Por consiguiente, hay en los recuerdos de unos y otros zonas de sombra, silencios, ´no-dichos´” (Pollak, 2006: 24). Aquella carta de Juan escrita en 2017, se enmarca en un tiempo político en el que asoma la necesidad de traer a flote aquella memoria en el Hogar Escuela. “Memoria colectiva” (Halbwachs, 2011[1950]) que parece encontrar el momento propicio para “inscribir sus recuerdos contra el olvido” (Pollak, 2006: 22).  

Entendiendo que el elemento singular en la historia oral es la subjetividad del hablante (Portelli, 1991), los relatos de vida que se originan en nuestros intercambios representan la posibilidad de acercarnos a los sentidos de esas experiencias vividas, susceptibles de mostrar aquello que la historia “de los grandes sucesos” nos limita[6]. Asimismo, estos relatos “plantean el desafío de volver a insertar lo sentidos individuales atribuidos a la experiencia en el contexto social en el que ellos surgen, única vía de trascender lo particular y construir un saber más denso sobre lo social” (Kornblit, 2004: 15). Esto no supone escindir el relato de vida del contexto en el que se inscribe, sino, por el contrario, ponerlo en diálogo y en tensión es lo que se le impone al investigar. Parece lícito, diría Ginzburg (2014[2006]), entender que la mirada “de cerca” nos permite observar algo que se escapa a la visión de conjunto y viceversa, al analizar cualquier acontecimiento o proceso histórico. Es en este sentido que se torna valioso el diálogo que propone Halbwachs (2011[1950]) entre memoria autobiográfica y memoria histórica. En ese cruce se pueden rastrear las marcas en la memoria de los sujetos, marcas susceptibles de ser revisitadas para poner en diálogo con aquella memoria histórica, al decir de Halbwachs (2011[1950]: 115):

 

s allá de los grabados y los libros, en la sociedad de hoy en día el pasado ha dejado numerosas huellas, a veces visibles, que podemos percibir también en la expresión de los rostros, en el aspecto de los lugares e incluso en los modos de pensar y de sentir inconscientemente conservados y reproducidos por ciertas personas y en ciertos medios.

 

Quizás allí radique el nudo entre lo metodológico y la memoria, bucear en el sentir para pensar la experiencia.

Realizar un abordaje antropológico de las experiencias de infancia que vivieron estos niños y niñas implica entender que aquellos relatos de vida deben ser inscriptos en su respectiva estructura de significaciones, no para intentar “convertirnos” en esos niños (hoy, adultos que recuerdan), sino “conversar con ellos” (Geertz, 2006[1973]). Esto supone el encuentro de, al menos, dos horizontes: el del investigador y el protagonista -y podríamos agregar aquí un tercer orden, si entendemos que, en este caso, en las entrevistas se remiten a sus recuerdos para narrar sus experiencias-. Retomando a Ricoeur (1996), Kornblit entiende que,

 

el relato surge como parte del encuentro con el otro, y no puede ignorarse que su producción estará influida por una serie de presupuestos vigentes para ambos protagonistas de tal encuentro con respecto a lo que se espera que se produzca, tanto en el nivel de los contenidos como en el nivel de lo formal (2004: 21).

 

En este mismo sentido, y continuando con lo propuesto por Geertz (2006[1973]: 28), el escrito antropológico es una interpretación de segundo y tercer orden. Dirá el autor que, por tal motivo, son ficciones: “ficciones en el sentido de que son algo `hecho´, algo `formado´, `compuesto´ -que es la significación de fictio- no necesariamente falsas o inefectivas o meros experimentos mentales de `como si´”. De esta forma partimos de entender que estos relatos son ficciones que narran experiencias personales. “Así como una persona es, de alguna manera, aquello que cuenta de sí misma, y esto puede variar en sucesivos relatos y frente a distintos interlocutores, también los relatos están sujetos a diversas interpretaciones” (Kornblit, 2004: 25). De nuestras interpretaciones, entonces, inscribimos un discurso social susceptible de ser discutido. Una perspectiva particular que debe ser explicitada al lector para advertir la presencia del narrador, así como también la posibilidad de dar diversas interpretaciones (Burke, 1993).

En mi investigación me propongo, siguiendo a Geertz (2006[1973]), realizar una “descripción densa o, en la reformulación del término que hace Burke (1993), una “narración densa”, en la que dialoguen los acontecimientos (surgidos, principalmente, de los relatos orales) y las estructuras, para narrar las experiencias de infancias que aquí nos ocupan. Así, a la medida de Paul Ricoeur (1984), contar es un acto configurante que torna inteligible algo.

La tan citada frase[7] de Geertz (2006[1973]) que concibe a la cultura como la urdimbre de las tramas de significaciones que las personas tejen, es trasladada aquí para continuar jugando con su metáfora. Porque en mi intento por “desentrañar las estructuras de significación”, me interesan los sentidos y las prácticas, los sentimientos y las esperanzas de aquellos niños y niñas que supieron habitar el Hogar Escuela, tanto como las estructuras en la que se inscriben. Por eso, abordar las huellas nos resulta tan imprescindible como el hilo de la historia en esta trama de significados para, “desenredar el entramado de lo verdadero, lo falso y lo ficticio que es la urdimbre de nuestro estar en el mundo” (Ginzburg, 2014[2006]: 18).

 

Comenzar a narrar la experiencia

Las décadas de 1940, 1950, estuvieron marcadas por una fuerte transformación social, que implicó el acceso de las clases populares a derechos sociales históricamente negados. Este período osciló entre conquistas sociales promulgadas por el gobierno peronista y el entorpecimiento impuesto por parte de la oligarquía nacional consolidada desde la formación del Estado Argentino. Como afirma Puiggrós (2003: 137),

Desde fines del siglo XIX, la discriminación educativa se había producido en forma piramidal; el desgranamiento tenía una alta correlación con las características sociales y culturales de los sujetos sociales que demandaban educación. Imperceptibles mecanismos de discriminación iban separando socialmente a los desertores de los concurrentes, a los "buenos alumnos" de los inadaptados, a los bien educados de los mal educados. La reforma del primer gobierno peronista pretendía erradicar la discriminación. Por un lado, se daba una respuesta sin precedentes por su magnitud a la demanda de educación de los sectores populares. Pero por otro, se les diseñaba una zona especial del sistema, separada del tronco clásico mitrista (bachillerato-universidad) por reglamentaciones y requerimientos.

 

Las ideas pedagógicas del Primer Plan Quinquenal[8] reflejaban una tendencia del nacionalismo popular y consideraba problema de Estado la promoción y el enriquecimiento de la cultura nacional. La acción cultural sería transmitida por la enseñanza y por la tradición. Las escuelas y todas las instituciones educativas ocuparían un rol principal en la promoción de estas ideas (Puiggrós, 2003).

El peronismo acuñó una política destinada a niños y niñas y, en ese sentido, “la niñez fue concebida como depositaria de la acción social del Estado, y como heredera y continuadora de la nueva cultura política (Carli, 2002: 215). En ese marco, la creación de Hogares escuela, entre otras instituciones, fue vital para llevar adelante su política de formación y asistencia. Así,

 

 el peronismo partió del reconocimiento de la pobreza infantil y de su condición popular para constituir un nuevo sujeto político cuya identidad se definía no por sus derechos propios, sino por su pertenencia a la nación. La niñez fue objeto de una interpelación política (Carli, 2002: 215).

 

 

El Hogar Escuela “General Juan Perón” de la ciudad de Córdoba albergó a 500 niños y niñas desde su creación a principios de la década de 1950 hasta la llegada de la autodenominada “Revolución Libertadora” en septiembre de 1955. En este espacio las y los infantes eran agrupados en dormitorios con capacidad para 30 niños o niñas, siguiendo el orden etario (desde los 6 hasta los 12 años), cubriendo así, lo que se suponían que eran las edades que abarcaba el ciclo primario. Los niños asistían a la escuela nacional Emilio Olmos, mientras que las niñas eran educadas en la escuela Alberdi. Ambas instituciones, para esos años, eran consideradas dos de las escuelas con mejor educación y prestigio en la ciudad.

El texto de Juan que me trajo hasta acá, titulado “A los caídos en el 16 de septiembre de 1955” y publicado en su Facebook, se centra principalmente, al igual que sus recuerdos, en el día en el que, tras haberse decretado la intervención de todos los Hogares escuela del país, los militares ingresaron al edificio y él atestiguó el acontecimiento.

En ese texto, así como en los diversos encuentros que mantuvimos, hay una fuerte presencia del presente sociopolítico de Argentina (al momento de realizar las entrevistas), tal como él lo vive, y también son centrales los niños que vivieron en el Hogar Escuela. “Por supuesto, ante el horror, los niños llorábamos de modo desgarrador, nadie sabía que, por fuera de ese sagrado espacio poblado por niños, los criminales de ayer actuaban con total impunidad, como los de hoy”.[9] Este fragmento parece articular esas temporalidades de la memoria -incomprensible, inaudito, para un niño de 8 años- y un momento posterior, donde se apropia y se da sentido a través de las palabras: horror, criminales. Dirá Jelin,

 

“es en los registros de la rememoración y la inclusión del pasado en la subjetividad del presente donde se pueden ver los diferentes niveles y la multiplicidad de temporalidades involucradas”.

Hay un primer registro, que podríamos denominar “fáctico”: el momento histórico en que ocurrieron los hechos y el cruce con el momento biográfico y las temporalidades familiares intergeneracionales. Sobre ese trasfondo, se generan los diversos niveles o capas de memoria y subjetividad:

• como narrativas de los hechos recordados de ese pasado;

• como recuerdos de los sentimientos de ese momento y esa época;

• como sentimientos generados en el acto de rememoración en la entrevista misma: miedos ligados a seres cercanos, silencios personales y grupales, retracción;

como formas de transmisión intergeneracional: quién cuenta, quién recibe, quién silencia;

• como reflexiones sobre lo vivido, en función del momento del curso de vida en que se vivió y de las miradas actuales sobre ese pasado;

• como reflexión sobre el lugar de cada uno en el mundo y sobre la propia responsabilidad social.

En la superposición de estas capas y en sus interacciones es donde se manifiesta, entonces, la multiplicidad de temporalidades: tiempo biográfico del contenido de lo que se relata; tiempo histórico en que ocurrieron esos hechos; tiempo histórico-cultural del testimonio (cambios en el tiempo, permisos, silencios) (Jelin, 2014: 148).

 

La claridad metodológica que nos propone la autora es central para abordar los relatos que los sujetos construyen en las entrevistas. En este caso, los relatos de Juan sobre el Hogar Escuela están anclados en un presente que él entiende que se asemeja mucho a eso que la revolución libertadora me [le] quitó. La reconfiguración de las políticas públicas tras el cambio de gobierno en el año 2015 en Argentina, implicaron una gran cantidad de cambios en la manera de hacer y gestionar el Estado[10]. “Distinguir entre coyunturas favorables o desfavorables a las memorias marginadas es de entrada reconocer hasta qué punto el presente tiñe el pasado. Según las circunstancias, se da la emergencia de ciertos recuerdos, y el énfasis es puesto sobre uno u otro aspecto” (Pollak, 2006: 24).

En ese devenir histórico, la narración de Juan oscila entre diversas temporalidades para que juntos construyamos aquella experiencia educativa. ¿Cómo leer, entonces, aquel relato? ¿Es necesario ocuparme de ver cómo las palabras de Juan se corresponden, o no, con lo que pasó? Si partimos de entender que la experiencia no es “lo que me pasó”, sino esos relatos y narrativas que le dan sentido a la vida, entonces narrar la experiencia supone una reflexión continua entre las diversas temporalidades, marcas y huellas del pasado, y el presente que habilita nuevas formas de comprender.

El intercambio con Juan, tanto en nuestros encuentros cara a cara, así como también en el contacto por correo electrónico, es de gran fluidez e interés. Existe en él una gran motivación para que aquellas historias de niños y niñas puedan ser leídas y así evitar que sean olvidadas:

 

Esto que vos estás ahora motivado para hacer a mí me parece una cosa, no indispensable, me parece una cosa maravillosa, ¿por qué?, porque es ponerse a trabajar en la búsqueda de toda la documentación que pueda haber sobre un tema que es, prácticamente, yo diría, desconocido por todos, salvo en la casualidad del tipo que pasó por ahí y está vivo. []

Nadie dijo nunca nada [de los niños que allí vivieron], ni el peronismo, ni el radicalismo, ni los demócratas, ni la iglesia, nadie, nunca dijeron nada. Todos se rasgan las vestiduras, (…) pero a los niños los tiraron a la calle.[11]

 

La lucha es por evitar el olvido de aquellos recuerdos de infancia, de aquellas “memorias subterráneas” que aquí emergen en contra de aquel silencio que Juan denuncia: un reclamo histórico a todos los linajes políticos, incluido el peronismo. Sus memorias se presentan como una suerte de legado que se niega a sucumbir ante un silencio histórico y político, un legado que se disputa en el cruce temporal, como si el presente en el que habla Juan le advirtiera el paso del tiempo.

En los relatos de Juan existe una suerte de “deuda” con esta institución y con quienes fueron sus compañeros, hasta el punto tal que, en su intento por escribir sobre aquellos años de infancia, siente haber fracasado:

 

Yo intenté escribir durante mucho tiempo, y fracasé en ese plano…, quería escribir una novela con un poco la historia de un niño desde adentro. Yo ponía el niño y el que opinaba era el adulto. No me salía el tema y estoy trabajándola todavía, porque quiero dejar el testimonio de ese paso por el Hogar Escuela que son tres años de paraíso y dos años de infierno. Quiero dejarlo armado como una cosa..., no quiero que haya una pizca de resentimiento, por más que haya violencia, por más que haya dolor, no quiero que sea el hombre resentido el que opine. Porque en realidad, el resentimiento es una cosa fea, y lo que hicieron los tipos que hicieron este daño tan grande a los niños se lo han hecho a todo el país, no se lo han hecho únicamente a los chicos del Hogar Escuela, se lo han hecho a muchas personas.[12]

 

En el intento por narrar su propia infancia, Juan deposita una serie de expectativas en mi investigación, aunque en su deseo por escribir la novela de un niño desde adentro marca una distancia. Entre la cercanía y el resguardo, las tensiones y la complicidad, se construye ese tejido en el que estas narraciones se inscriben.

 

Tres años de lo mejor que recibí en la vida

Mientras caminamos por los actuales Ministerios, Juan me va mostrando lo que fueron algunos de aquellos espacios que, en el presente, han perdido la estructura original del Hogar Escuela. Durante la caminata va recordando algunas anécdotas, describe los espacios con sus respectivos funcionamientos, y también hay momentos en que la nostalgia de aquella infancia se hace presente para mostrar cómo, el pasar por esa institución, marcó su vida.

Al llegar al sector de lo que fueron los comedores, Juan señala hacia un cuarto cerrado y dice:

Esto era el “officeque era el lugar donde estaban las mucamas que tenían los alimentos, el pan, la mermelada, la leche; y la cocina estaba acá. Acá había una cocina, pero nosotros hacíamos los ataques cuando salíamos del colegio, estaban haciendo milanesa, mirábamos para adentro…, te imaginas las fuentes de milanesas (se ríe) le pegábamos el ataque y salíamos corriendo con las milanesas. Cuando veníamos cagados de hambre del colegio. Esas cosas eran parte del juego de la vida del niño, y como los niños estaban muy bien tratados, no pasaba nada, a los chicos no los retaban, los cuidaban, sí, no era cuestión de salvajismo, pero había siempre un grupito que hacíamos esas cosas.[13]

 

A medida que avanzamos, los recuerdos en Juan emergen con mayor detalle, aunque las actuales estructuras espaciales del Ministerio hacen necesario detenerse a revisar aquellos espacios originales. La relación entre espacialidad, materialidad y olvido se manifiesta con claridad en nuestro caminar. El espacio, como lugar practicado (De Certeau, 2010), se constituye ahora en un continuo fluir de gente que espera ser atendida, que intercambia papeles (y problemas) en escritorios de asistentes y secretarios, en cuartos fragmentados en múltiples áreas de atención. La institución educativa devenida en lugar de gestión burocrática, se sostiene en el relato de Juan y en la materialidad externa (como una suerte de carcaza) que, en su conexión, resisten aquellas palabras que los oficinistas repetían en mis primeras visitas: acá, del Hogar Escuela, nada. El espacio, entonces, es disputado en sus múltiples significaciones, aquí también se construye olvido, aquí también se construye memoria.

Tras una discusión con un empleado de seguridad que nos impide ingresar al salón de actos, Juan dice:

 

y vos decís, ¿qué relación tiene esto con aquello? [la reciente pelea con el día del golpe de 1955] Sí, claro, tiene relación directa, porque aquí a mí me dieron los primeros tres años de lo mejor que recibí en la vida, [] que es lo que el Estado tiene que hacer, no lo que hizo el estúpido que estaba ahí recién. Esto no es privado. Esto es tuyo, mío y es de todos. Porque esto es algo construido a partir de la fuerza de todos. No es que esto lo ha construido alguien porque vino un milagro. Ha costado mucho hacer esto. Vos calculá lo que ves ahora con la dimensión que tiene, estaba desde que yo estaba acá. [] Todo hecho en esa época, entonces vos decís, claro mierda, que mucha guita, mucho esfuerzo, porque tenía un sentido el esfuerzo. Entonces vos podés decir: sí, se chorearon todo… Mirá [señala el Hogar Escuela], qué le vas a decir a la historia.[14]

 

Los mejores años de su vida se vuelven a resignificar: es la inmensidad de un espacio físico junto a la especificidad de los vínculos que allí se tejieron lo que adopta nuevos sentidos. La experiencia de Juan me pone de frente ante determinados imaginarios o prejuicios sociales que asumen que todas las instituciones de cuidado de la infancia son “lo peor que te puede pasar”, ¿qué sucede, entonces, cuando además de los sentidos políticos, las palabras de Juan se vuelven contra nuestros propios prejuicios? Es en el constante ejercicio de la memoria que la experiencia de Juan adquiere nuevas significaciones a partir del diálogo continuo con el presente, en ese sentido y siguiendo a Portelli (1991), la memoria es un activo proceso de creación de significados. En ese movimiento temporal nos encontramos para poder narrar la experiencia y tornarla inteligible.

Su afirmación final: qué le vas a decir a la historia, no sólo es un gesto de gratitud a los primeros tres años vividos en esa institución, sino que me interpela directamente: ¿Qué voy a decir de esas experiencias educativas? de aquellas infancias que parecen cristalizarse en la nostalgia de “los cabecitas negras”, ¿seremos capaces, entonces, de resistirnos a una narración estéril de lo sensible?

 

Lo que puedo preguntarme hoy, cuando vemos que señores del mismo bando que por entonces nos atacaron es: ¿hacia dónde nos llevan?, ¿alguien sabe su día de mañana? Porque sabemos de muchos desencuentros, tenemos cierta responsabilidad ante la vida y ante la historia.[15]

 

¿A qué responsabilidad se refiere Juan? Y, en todo caso, ¿cuál es la responsabilidad que a mí me corresponde? Es con Juan, por la ética y el respeto que implica cualquier investigación antropológica que se precie de serlo, pero… ¿no es acaso también mía esa responsabilidad ante la historia? Al decir de Rockwell, en la experiencia etnográfica, “a la acción de describir lo que se presenció se le suma, así, la responsabilidad de narrar cómo llegó a ser, para contribuir a la tarea pendiente de imaginar cómo podría el mundo llegar a ser de otro modo” (2009: 203).

Continuando con Rockwell (2009: 201), “entre lo singular de la experiencia de campo y la complejidad de nuestro estar-sentir-saber ahí, se juega la construcción de una narración”. En este sentido, el permanente trabajo con la memoria y el ejercicio reflexivo para abordar aquellas infancias históricas desde este presente complejizan la investigación: así, se vuelve indispensable atender las preocupaciones que oscilan en respetar la palabra del otro, tornar consciente mi condicionamiento a ella y no perder de vista lo que implica narrar la experiencia.

Por ese camino transito a lo largo de esta tesis -o al menos es el que deseo recorrer- con especial atención a los hilos de aquella madeja que han de ser ovillados si se quiere empezar a tejer. Entonces, la pregunta que asoma como garante de vigilancia: ¿Qué le vas a decir a la historia?

 

Algunos apuntes finales

Uno de los principales desafíos para este trabajo es cómo comprender, a partir de un conjunto de entrevistas, aquellas experiencias de infancias que tuvieron lugar hace más de sesenta años en un hogar escuela. Esta preocupación no solo está ligada a la distancia temporal, sino también a los intentos oficiales por borrar esas experiencias (principalmente con la destrucción de todo tipo de documentación de esta institución) y los silencios que acompañan este proceso. Aun así, las coyunturas también pueden favorecer la emergencia del recuerdo, y ahí resuenan las palabras de Juan en su intento por evitar el olvido. Repito: Nadie dijo nunca nada [de los niños que allí vivieron], ni el peronismo, ni el radicalismo, ni los demócratas, ni la iglesia, nadie, nunca dijeron nada. Todos se rasgan las vestiduras, pero a los niños los tiraron a la calle. Aquel reclamo de Juan también me problematiza sobre esa comprensión, porque no se trataba solo de “tornar inteligible algo”, sino también de acompañar aquellas “memorias subterráneas” que emergen en los relatos.

Para poder comprender, es necesario apelar a una serie de categorías teóricas que sean herramientas para rearmar ese entramado complejo que luego me posibilite construir una narración. En ese sentido, privilegié determinados aspectos teóricos que me permitieron conciliar intereses y demandas. Los relatos de vida, así como también una forma de pensar la memoria y sus temporalidades, son centrales para producir un análisis interpretativo de las experiencias educativas de infancias dentro del Hogar Escuela. Memorias y experiencias se articulan al indagar en los sentidos que le otorgan los sujetos a lo vivido, categorías desde las cuales me introduje para pensar y comprender un “hacer” de niños y niñas en determinados límites y condiciones de un tiempo histórico.  

En los relatos de mis entrevistados se conjugan temporalidades y narraciones. Tiempos para recordar y tiempos para guardar silencio. Relatos agudos, difusos, singulares y colectivos. El amplio desarrollo de la investigación es la conjunción de una narración, la construcción de una trama que también tiene su propio contexto de producción y una interpelación en tiempo presente que imprime una manera de escribir aquel pasado. En la construcción de la etnografía está en juego el intento por sostener un modo de narrar, un posicionamiento que busca hacer de esos hilos un tejido común.  

Las experiencias educativas que busco comprender y narrar en mi trabajo abren el camino para continuar explorando aquellas infancias silenciadas, como un primer esfuerzo por recuperar lo que intentó ser borrado de la memoria oficial. Es por ello que no se trata solo de “documentar lo no documentado”, sino también de iluminar un conjunto de prácticas, acciones y sentidos que se quisieron borrar como proyecto y como experiencias educativas concretas. El encuentro con la carta de Juan, arrojada como una botella al mar, fue para mí una invitación a ampliar los conocimientos de una época, a bucear por esas “memorias subterráneas”. A poner en discusión los diversos sectores de la educación y la política. Una invitación a indagar en los silencios, en las destrucciones y en lo local.

¿Qué le vas a decir a la historia? seguirá resonando en mi cabeza, como una pregunta fundante pero siempre inconclusa, una compañía reflexiva que invita, cautelosa, a continuar este tejido de experiencias educativas de infancias.

Bibliografía

Bloch, Marc. 1957. Introducción a la historia, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, Buenos Aires.

Burke, Peter. 1993. Formas de hacer historia, Alianza Edit, Madrid.

Calveiro, Pilar. 1998. Poder y desaparición, Colihue, Buenos Aires. 

Carli, Sandra. 2002. Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955, Miño y Dávila, Buenos Aires.

Carli, Sandra. 2005. “Los únicos privilegiados son los niños”, Todo es Historia,o XXXVIII, n° 457, pp. 58-65.

De Certeau, Michel. 1996. La invención de lo cotidiano I, ITESO, México.

Da Silva Catela, Ludmila. 2001. No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos, Ediciones Al Margen, La Plata.

Desmarais, Danielle. 2009/2010. “El enfoque biográfico”, Cuestiones Pedagógicas, Nro. 20, Univ de Sevilla, pp.27-54.

Geertz, Clifford. 2006 [1973]. La interpretación de las culturas, Ed. Gedisa, Barcelona.

Ginzburg, Carlo. 2014 [2006]. El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Halbwachs, Maurice. 2011 [1950]. La memoria colectiva, Miño y Dávila, Buenos Aires.

Hartog, Francois. 2011. Evidencias de la historia: lo que ven los historiadores, Ed Universidad Iberoamericana, México.

Jelin, Elizabeth. 2002. Los Trabajos de la memoria. Memorias de la represión, Siglo XXI Editores, Madrid.

Jelin, Elizabeth. 2014. “Las múltiples temporalidades del testimonio: el pasado vivido y sus legados presentes”, Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, Nº 1, pp. 140-163.

Kornblit, Ana Lía. 2004. Metodologías cualitativas: modelos y procedimientos de análisis, Biblos, Buenos Aires.

Pollak, Michael. 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, Ediciones Al Margen, La Plata.

Portelli, Alessandro. 1991. “Lo que hace diferente a la historia oral”, en: Dora Schwarzstein, La historia oral, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.

Puiggros, Adriana. 2003. Qué pasó en la educación Argentina: breve historia desde la conquista hasta el presente, Ed Galerna, Buenos Aires.

Ricoeur, Paul. 1984. “La vida: un relato en busca de un narrador”, Educación y Política, Buenos Aires, Docencia.

Rockwell, Elsie. 2009. La experiencia etnográfica. Historia y cultura en los procesos educativos, Paidós, Buenos Aires.

Tello, Mariana. 2012. La Vida en Fuego. Un análisis antropológico sobre las memorias de la ‘lucha armada’ en los ’70 en Argentina. Tesis doctoral en Antropología. Universidad Autónoma de Madrid, España.

 

 

FECHA DE RECEPCIÓN: 17/12/2020

FECHA DE ACEPTACIÓN: 14/09/2021



[1] Este Hogar Escuela fue construido en la ciudad de Córdoba a principios de la década de 1950, a metros de los terrenos que conforman la ciudad universitaria. Tras el golpe de Estado de 1955, el Estado nacional lo expropió y lo pasó a manos del Gobierno Provincial, comenzando así un largo derrotero institucional. En los años siguientes se estableció allí el Instituto Pablo Pizzurno, lugar en el que los niños vivían y se educaban, para luego quedar relegado a un mero depósito de menores hasta su cierre definitivo. En los primeros años de la década de 2000, se hicieron refacciones para albergar allí los actuales Ministerios de Salud y Desarrollo Social de la provincia de Córdoba. 

[2] La Fundación Eva Perón fue una institución creada en 1948 por Eva Perón, cuyo fin fue proporcionar asistencia social, salud y educación a niños/as, mujeres y adultos/as mayores. La propia Eva Perón se ocupó de manera personal (hasta su muerte en 1952) de los asuntos centrales de la institución. La Fundación se desplegó por todo el territorio nacional y buscó transformar la tradicional Sociedad de Beneficencia. En 1955, tras el golpe de Estado fue intervenida, desmantelada y disuelta. 

[3] Juan nació en enero de 1947 en Córdoba. Su mamá era empleada pública y su papá Director de la Escuela Presidente Roca, aunque falleció cuando Juan tenía 8 años. Eran siete hermanos y debido a la situación socioeconómica que vivía su familia lo enviaron al Hogar Escuela.

[4] Este artículo se desprende de mi trabajo de Maestría en Investigación Educativa (CEA-FCS-UNC) titulado: “Lo que fue un paraíso, se tornó un infierno. Experiencias educativas de infancias en un Hogar Escuela de la ciudad de Córdoba durante la década de 1950” y se enmarca dentro de un proyecto de investigación mayor titulado: “Transformaciones de los procesos de escolarización y experiencias estudiantiles. (Córdoba, mediados del Siglo XX a la actualidad)”. Directora: Dra. Silvia Servetto. CIFFYH- Área Educación- Facultad de Filosofía y Humanidades. SECyT. UNC, 2018 – 2021.

[5] Para ampliar sobre estudios de memoria sobre el pasado reciente ver: Calveiro (1998), Jelin (2002), Da Silva Catela (2001) y Tello (2012).

[6] Algunas de las discusiones entre aquella historia de los grandes sucesos y la microhistoria pueden verse retratadas en: Bloch (1957), Burke (1993), Hartog (2011) y Ginzburg (2014[2006]).

[7] “Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones” (Geertz, 2006[1973]: 20).

[8] El Primer Plan Quinquenal fue una planificación estatal durante el primer gobierno de Perón que abordaba temas de Economía, Defensa Nacional y Gobierno del Estado. En este último, su desarrollo estaba ligado a cuestiones de Política, Educación, Salud, Justicia y Cultura. 

[9] Juan. Publicación de Facebook. Septiembre de 2017.

[10] Las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri implicaron un fuerte endeudamiento externo con amplios retrocesos para algunas áreas del Estado, un ejemplo concreto fue que en el año 2018 los Ministerios de Salud; Trabajo; Cultura; Ciencia y Tecnología; Ambiente y Desarrollo Sustentable; Energía; Turismo; y Agroindustria, pasaron a ser Secretarías de Gobierno con un amplio recorte presupuestario para esas áreas consideradas de menor importancia por el entonces gobierno nacional.

[11] Juan. Entrevista. Abril de 2018. Mariano Pussetto. 

[12] Juan. Entrevista. Abril de 2018. Mariano Pussetto. 

[13] Juan. Entrevista. Noviembre de 2018. Mariano Pussetto.

[14] Juan. Entrevista. Noviembre de 2018. Mariano Pussetto.

[15] Juan. Publicación de Facebook. Septiembre de 2017.