RESEÑAS

 

RÍOS, Guillermo. Hora de abrir los ojos. El proceso de sindicalización docente en la provincia de Santa Fe 1969-1976. Homo Sapiens Ediciones. Rosario, 2019, 254 páginas.

 

Entre 1969 y 1976 se produjo en nuestro país y en la región un ciclo de alza de protestas que, efectivamente, provocó que muchos y muchas consideraran que era “Hora de abrir los ojos”. El autor analiza durante este periodo, la conformación de un sindicalismo docente de nuevo cuño que cuestionó al sindicalismo tradicional existente y delineó los trazos de una nueva organización democrática y combativa en la provincia de Santa Fe. Dicho periodo de la historia reciente estuvo connotado por una intensa conflictividad política y social, por radicalizados proyectos de cambio y por un sindicalismo que protagonizó, como señala el autor “su propia búsqueda de asunciones identitarias traducidas en múltiples planos de acción y producción de saberes”. El ciclo se cierra con el advenimiento de la dictadura genocida, en 1976. Guillermo Ríos realiza un minucioso trabajo de investigación a fin de construir un mapa de voces a partir del contacto con pequeños círculos de memoria donde las experiencias vividas en esos años se compartieron y resguardaron. Esos círculos, formados por quienes habían protagonizado esa inédita experiencia de organización sindical docente, necesitaron de la llegada de alguien de “afuera” para recordar, “destabicarse” y poder hablar. El autor representó ese “afuera” atento, lo que le permitió documentar una diversidad de testimonios que aportan al campo de investigación de la historia de los y las trabajadoras docentes. Tiempo de interpelaciones, las experiencias protagonizadas pusieron en cuestión los instrumentos de protesta y también inquirieron a los maestros por su propia identidad. ¿Apóstoles? ¿Educadores? ¿Profesionales? ¿Obreros del aula o de la tiza? ¿Trabajadores de la educación? ¿Mujeres, maestras y militantes todo a la vez?

 La memoria viva de esas experiencias late en la oralidad y aunque la dictadura haya hecho desaparecer muchos archivos y documentos la recuperación de esas voces de militantes de base y de dirigentes aportan a la reconstrucción de lo sucedido y nos permiten asomarnos a un universo de experiencias altamente valorados por sus portadores.  Quienes fueron entrevistados dieron cuenta de la experiencia de fundación de esas nuevas organizaciones sindicales combativas y democráticas que confluyeron en una construcción “de abajo hacia arriba” de un sindicato provincial: la FUSTE (1972), fruto de múltiples articulaciones territoriales, y a nivel nacional la CUTE (1972).  Mientras esto ocurría en Santa Fe, construcciones similares ocurrían también en otras provincias. Este proceso tuvo su punto más alto en septiembre de 1973 con la fundación de la CTERA. Entre 1973 y 1976 se cerrará progresivamente este ciclo de alza de protestas para clausurarse a manos de una nueva dictadura militar.

 La expresión “Hora de abrir los ojos” con que Guillermo Ríos titula su texto, resulta un llamado ineludible a “quitarse las telarañas que la costumbre nos teje diariamente en las pupilas”, como quería Girondo. Así lo hicieron cuarenta y pico de años atrás las y los maestros de esa generación que desde las aulas y las calles pretendieron cambiar el mundo y cambiar la vida desde lo colectivo.  Este libro es el resultado de esa cita, no tan secreta ya, entre esos viejos maestros y maestras y el autor.  Leer este trabajo nos incluye en ese poderoso  encuentro.

 

Mariana Caballero

poesiaenmarcha@yahoo.com.ar

Comisión Directiva provincial de Amsafe

 

 

 

 

 

NOGUERA, Ana. Revoltosas y revolucionarias. Mujeres y militancia en la Córdoba setentista. Editorial de la UNC, Córdoba, 2019, 418 páginas.

 

En Revoltosas y revolucionarias, Ana Noguera analiza la participación de las mujeres en las organizaciones político – militares Montoneros y PRT – ERP, en el escenario particular de la provincia de Córdoba, en los años ´60 y ´70. Su hipótesis es clara: la radicalización política y la conflictividad social hicieron que muchas mujeres jóvenes comenzaran a militar en organizaciones armadas, rompiendo con los estereotipos de género que les correspondían según los parámetros sociales de su época. Así, comenzaron a forjar vínculos de nuevo tipo que, aun no inscribiéndose en el feminismo, cuestionaron las tradicionales posiciones de subordinación femenina. La autora consigue articular la dimensión política del género y la memoria social situada a través del puente que tiende entre estas dos aristas la historia oral, siendo los testimonios el componente esencial de la investigación. A lo largo de la obra aparece un justo equilibrio entre el colectivo y las individualidades: si bien lo que se pone bajo la lupa es la agencia de las mujeres como grupo, Noguera no pierde de vista las diversidades y heterogeneidades de cada una de sus entrevistadas, cuyas experiencias dan sustento a su hipótesis, a partir de poner en juego mucho más que su ser generizado, entendiendo que éste está atravesado, además, por la clase, la edad, la subjetividad, la trayectoria personal, etc.

En el capítulo I, para poder explicar el surgimiento de Montoneros y del PRT – ERP, se despliega un panorama del contexto nacional (1955 – 1966) que expone aspectos nodales que hacen a la comprensión del marco social, político, económico y cultural que  vio surgir dichas organizaciones. A su vez, haciendo foco en Córdoba, la autora nos brinda una cartografía particular que abona el proceso que se ocupa de analizar, a nivel regional. En esta miscelánea política y socio – cultural, las ideas de la nueva izquierda y la concomitante opción por la lucha armada encontraron un campo fértil. Así, el Cordobazo aparece como un gran suceso político – social, catalizador de la articulación obrera – estudiantil, rápidamente significado como un momento bisagra en la vida de muchos y muchas militantes.

En el capítulo II, encontramos problemas en torno a la cuestión de la cultura juvenil y la experiencia generacional. Noguera nos convida testimonios de los que se sirve para hilvanar los devenires y motivaciones de las (y los) militantes cordobesas. Su objetivo es descubrir/describir el perfil de la militancia de aquellos años, donde se observan articulaciones distintivas entre proyecto personal y político, lo individual y lo colectivo, lo íntimo y lo público.

Los capítulos III y IV abordan el análisis de Montoneros. El III, da cuenta del proceso de surgimiento de la organización, describiendo aquellos contextos específicos, como por ejemplo, la primavera camporista. A su vez, se ocupa de reconstruir la vida interna de la organización, no sólo sus actividades más formales, sino también la construcción de los vínculos inter e intra genéricos e inter e intra generacionales, y los desplazamientos operados en estos mismos sentidos en torno a las sexualidades y a los cuerpos. En el capítulo IV se ocupa específicamente de la agencia de las mujeres montoneras, remontando la genealogía hasta la figura de Eva Perón y el desarrollo del universo femenino al interior de las filas del partido.

Los capítulos V y VI ponen en la lupa la organización y desarrollo del PRT – ERP y las mujeres perretianas, respectivamente. Al igual que para el caso de Montoneros, aquí el V capítulo aborda cuestiones en torno al contexto, la organización interna, los frentes legales, la estructura clandestina. En tanto el VI se ocupa de la conformación del Frente de Mujeres, de los debates en torno a la concepción de la mujer como sujeto político y acerca del lugar que le correspondería en la lucha revolucionaria. A pesar de estas tramas de discusiones político – ideológicas, Noguera descubre que las apelaciones del PRT - ERP hacia las mujeres se hicieron principalmente por su condición de madre y ama de casa y no en tanto sujeto revolucionario.

El capítulo VII analiza en detalle las variadas formas que revistió la propaganda armada; todas estas acciones contaron con la participación de mujeres: es en este aspecto de su militancia donde alteraron más fuertemente los estereotipos y atributos sociales considerados femeninos, dando lugar a lo que Noguera denomina “masculinidad femenina”.

Finalmente, en el capítulo VIII, la autora aborda cuestiones del orden de lo íntimo y cotidiano, como la maternidad, las crianzas, las relaciones de pareja, la familia, la construcción del binomio “compañero – compañera”, aspectos todos tensionados por el afán de las organizaciones de regirse por la nueva moral del hombre (y mujer) nuevo, que entró en contradicción con las formas sociales tradicionales y establecidas. En este sentido, Noguera llama la atención respecto a que las elaboraciones vertidas acerca de estas temáticas por sus entrevistados y entrevistas son posteriores a los hechos en sí.

Revoltosas y revolucionarias es una síntesis certera de las décadas de 1960 y 1970 en Argentina, ajustando el foco sobre la provincia de Córdoba. Es una obra innovadora en tanto brinda una imagen fresca de la militancia de aquellos años, poniendo ciertos acentos ineludibles. Y, finalmente, es un libro necesario, que logra combinar múltiples perspectivas: a la perspectiva de género, se suman aristas en torno a las subjetividades, a las cuestiones generacionales y de clase, en el afán de brindar una foto completa de décadas nodales del siglo XX argentino, donde los testimonios dan carnadura a procesos sobre los que existen regueros de tinta.

 

Agustina Kresic

agus.kresic@gmail.com

Centro Latinoamericano de Investigaciones en Historia Oral y Social

Universidad Nacional de Rosario

 

 

 

ARP, Agnès; LEO, Annette; MAUBACH, Franka (eds.). Giving a Voice to the Oppressed. The International Oral History Association, Between Political Movements and Academic Networks. Berlín/Boston. De Gruyter Oldenbourg, 2019, 356 páginas.

 

La vida da muchas vueltas. Los historiadores que pasaron sus carreras entrevistando a otras personas, ahora son los entrevistados. De esta forma, los mismos métodos que aplicaron para desentrañar múltiples temáticas se utilizan para historiar lo que fue su contribución. Giving Voice to he Opressed es es justamente eso, una historia oral de la historia oral.  Utilizamos esta terminología por convención, puesto que este es un tema en el que los propios especialistas no han llegado a ponerse de acuerdo. Mientras en Inglaterra, por ejemplo, se habla sin problemas de “Oral History”, en España se ha preferido el concepto de “fuentes orales”. Nos referimos, en cualquier caso, de una corriente que desde los años sesenta y sesenta se postuló como un nuevo camino con el que descubrir lo que los viejos documentos escritos no decían o manipulaban. Otro asunto es si debemos hablar de una “metodología” o, por el contrario, de una “disciplina”. La cuestión, verdaderamente polémica, ha hecho correr ríos de tinta. 

La IOHA (Asociación Internacional de Historia Oral), se fundó como organización formal, es decir, con estatutos y cargos directivos, en 1996. Sus inicios, sin embargo, arrancan veinte años atrás, cuando se celebró la primera Conferencia Internacional de Historia Oral en Bolonia. Un equipo de especialistas encabezado por Angès Arp, Annette Leo y Franka Maubach ha diseccionado esta prehistoria en un volumen que se publicó en alemán bajo el título Den Unterdrückten eine stimme geben? (Wallstein Verlag, 2013). Ahora tenemos, por fin, la traducción inglesa.

No nos encontramos ante una evocación complaciente sino frente a un conjunto de estudios riguroso, en el que los autores hacen lo que deben hacer los buenos profesionales: plantear preguntas, interpretar lo que dicen los testimonios con distancia crítica y hacer que entren en diálogo las fuentes orales con las escritas. El lector quedará admirado ante este trabajo de orfebrería histórica, basado en las entrevistas a una muestra de treinta personas. Para rastrearlas, el equipo investigador tuvo que visitar Londres, Nueva York, Barcelona, París, Moscú o Estocolmo, entre otras ciudades. Esta labor, de por sí complicada, se ha complementado con una exhaustiva búsqueda en los archivos. Posible, en parte, gracias a los papeles privados de algunos de los protagonistas más significados, como Luisa Passerini, Birgitta Skarin Frykman, Lutz Niethammer y Ronald Grele.

En los setenta, la incipiente IOHA consistía en una red informal que ponía en contacto a académicos de varios países, unidos por intereses historiográficos comunes, una sensibilidad política de izquierda o de extrema izquierda y fuertes lazos de amistad. Un británico, Paul Thompson, aparece como el alma indiscutida de este grupo, tanto por su gran capacidad de trabajo como por su constancia a la hora de aprender idiomas con los que acercarse a tradiciones culturales que no eran la suya. En este periodo fundacional, muchos de estos autores compartían la inquietud de “dar voz a los sin voz”. Con el tiempo, un sector del movimiento de la historia oral criticaría esta aspiración por constituir un populismo ingenuo. Los marginados no necesitan que les den voz porque ya la tienen. Solo hay que escucharla.

En una línea interdisciplinar con larga tradición, los autores de Giving a Voice combinan el enfoque histórico con el sociológico. Consiguen así una profunda radiografía de los protagonistas de la IOHA, en la que hay que distinguir distintos niveles de implicación que aparecen representados en una serie de círculos concéntricos. En el que ocupa la posición central, el más restringido, aparece el núcleo duro de la Asociación, las siete personas fundamentales para la toma de decisiones: Daniel Bertaux, Ronald Grele, Lutz Niethammer, Luisa Passerini, Alessandro Portelli, Paul Thompson y Mercedes Vilanova.

Los responsables del volumen escriben desde la admiración. Por suerte, también tienen muy despierto el sentido crítico, sobre todo a la hora de analizar las guerras internas en la IOHA y las inconsecuencias entre el discurso y la praxis. El movimiento de la historia oral defendía una visión radical de la democracia, pero eso no impidió que a la hora de la verdad estuviera controlado por hombres y europeos. En los encuentros internacionales, además, la utilización del inglés resultaba obligada. Se produjeron así situaciones surrealistas, como la de un encuentro en que diversos especialistas en América Latina no podían usar el castellano. Este y otros factores hicieron que los historiadores de origen español y latinoamericano se rebelarán contra el predominio de los anglosajones, que a sus ojos ejercían un imperialismo cultural. La inesperada elección de la española Mercedes Vilanova como presidenta de la IOHA, en 1996, obedeció, entre otros factores, a la necesidad de abrir la asociación al resto del mundo. 

Los pioneros de la historia oral tenían algunos aspectos cruciales en común. Nacidos por lo general, durante la década de los treinta y a principio de los cuarenta, acostumbraban a proceder de familias de clase media o alta, por lo que no tuvieron problemas económicos en su infancia. Eso les facilitó hacer en su juventud un viaje iniciático fuera de su país. Este fue el caso de los italianos Luisa Passerini, Alessandro Portelli Alessandro Triulzi, que permanecieron un año en Estados Unidos, país que también tuvo una honda repercusión en la biografía de Mercedes Vilanova. El alemán Lutz Niethammer, a su vez, visitó Israel y Polonia en la primera mitad de los sesenta. En su contribución, Manja Finnberg estudia este movimiento dentro del espacio geográfico, pero va más allá y aborda en el movimiento en el espacio político. Aborda así el compromiso con la izquierda de una generación marcada por acontecimientos como la crisis de Súez, en 1956, o el estallido del Mayo francés en 1968.

Tras este periodo marcado por el dinamismo, muchos se nuestros protagonistas se vieron enfrentados a una crisis existencial. Entre 1972 y 1976, la mayoría de los entrevistados dejó de vivir con la misma intensidad la implicación política.   En cuanto a la relación con el mundo académico, estos historiadores se percibían a sí mismos como outsiders. ¿Tenían razón? Lo más probable es que la imagen del “marginal” sea un estereotipo utilizado por intelectuales innovadores para autodescribirse. Un estereotipo basado, con todo, en hechos reales. Luisa Passerini, por ejemplo, no obtuvo reconocimiento durante largo tiempo. Por ser mujer y porque un historiador oral no era un auténtico historiador para los que detentaban el poder en la Universidad. Mientras tanto, esta imagen hostil del mundo exterior contribuyó a proporcionar a los historiadores orales un sentido de comunidad.

La evolución de la IOHA de red informal a organización estructurada fue una evolución lenta y complicada. Julie Boekhoff la reconstruye en un capítulo que analiza con detalle los diversos encuentros internacionales. En el de Oxford, que tuvo lugar en 1987, Paul Thompson abogó sin éxito por la constitución de un organismo institucionalizado. Pensaba que esa era la manera de convertir la historia oral en un campo respetable desde el punto de vista académico. Otros, contrarios a generar una estructura burocrática, se oponían a este proceso. Mercedes Vilanova se hallaba entre ellos, pero eso no impidió que sus colegas la eligieran como presidenta de la IOHA cuando está se constituyó en 1996 durante la conferencia de Göteborg, un encuentro que fue un final, una reforma y un nuevo comienzo, todo a la vez.

La existencia de una red internacional permitió a sus integrantes un intercambio de ideas que hubiera sido imposible en el marco de sus respectivos países. Los autores de Giving a Voice muestran un clima intelectual favorable a toda una serie de debates fecundos. De esta forma, la denominada “historia oral” se enriqueció con aportaciones teóricas novedosas. Eso hizo posible pasar de la simple recopilación de fuentes a una reflexión en profundidad sobre cuestiones metodológicas. Entre tanto, la antigua idealización del “pueblo”, sujeto por definición de las luchas democráticas y revolucionarias, dio paso a una visión más compleja: las clases populares también formaban parte del consenso que hizo posible las dictaduras. Una y otra vez, las fuentes orales hacían llegar a conclusiones que chocaban con viejos prejuicios, tanto de la derecha como la izquierda. ¿No es eso lo que las hace tan fascinantes? 

 

Francisco Martínez Hoyos

fmhoyos@yahoo.es

Universidad de Barcelona

 

 

 

 

 

 

 

 

IGLESIAS, Federico.  Escritores, dictadura y resistencia. Un estudio sobre la revista El Ornitorrinco (1977-1983). Los Polvorines: Universidad Nacional General Sarmiento; La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Posadas: Universidad Nacional de Misiones, 2019, 194 páginas.[1]

 

El objetivo de la obra de Federico Iglesias, parte de su tesis de Maestría en Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de General Sarmiento, es analizar la revista El Ornitorrinco dirigida por Abelardo Castillo y Liliana Hecker en el período comprendido entre 1977 y 1983.Sin embargo el autor explicita que pretende ir más allá del análisis del contenido de la revista para poder reestructurar las prácticas y los circuitos de sociabilidad que hicieron posible la publicación de El Ornitorrinco en un contexto no favorable para la circulación de una revista literaria como fue el período del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, de esta manera se propone reconstruir los vínculos entre cultura, intelectuales y dictadura a partir de la publicación de la revista analizada. La delimitación temporal utilizada por el autor es 1977 -1983 aunque aclara que la revista se sigue publicando con cuatro números más hasta el año 1986, sin embargo para los objetivos del libro y lo que el autor pretende analizar es conveniente la periodización establecida siguiendo lo que plantea Liliana Hecker en una entrevista realizada por el autor del libro donde deja en claro que la publicación de la revista en un contexto democrático perdía la razón de ser de la misma.

Para llevar adelante dicho objetivo el autor se vale de diferentes aspectos metodológicos, la obra se inscribe dentro de la historia cultural y la historia reciente ya que Iglesias plantea que es necesario poner en discusión estudios sobre la relación entre cultura y dictadura. Sin embargo, lo novedoso y llamativo del libro es que tratándose del análisis de una revista literaria publicada a fines de los años ´70 en Buenos Aires, Argentina, el autor se vale también de los aspectos metodológicos de la historia oral poniéndola en juego con la memoria para llevar adelante el objetivo explicitado anteriormente. A partir de allí, las fuentes utilizadas son el corpus documental de la revista que es la razón de ser del libro, también se vale de otras publicaciones literarias de la época, de las revistas que son antecesoras de El Ornitorrinco como El Grillo de Papel y El Escarabajo de Oro, para poder establecer las continuidades y rupturas de aquellas obras que tienen como director a Abelardo Castillo. Asimismo, utiliza fuentes orales, como los testimonios de los protagonistas de la revista a partir de entrevistas realizadas por el mismo autor, y entrevistas llevadas a cabo por otras personas a los artífices de la revista. Federico Iglesias deja en claro que es necesario utilizar un tipo de metodología especial al momento de trabajar con fuentes orales ya que “supone ciertos resguardos metodológicos y epistemológicos dado que los testimonios suelen no hablar tanto y no solo de hechos ocurridos en el pasado, sino procesos de subjetivación de la historia que dan cuenta de los recuerdos como los olvidos y los errores”[2].

A partir de los objetivos planteados por el autor y de diversas preguntas que se hace para guiar la obra como por ejemplo ¿Cuáles son las estrategias estético-discursivas para poder circular en dicho contexto? ¿Hasta dónde es válido hablar de resistencia o adaptación? Iglesias plantea una hipótesis que sostiene que la publicación de la revista debemos entenderla a partir del entrecruzamiento de tres premisas, por un lado comprender que fue la iniciativa de un grupo de escritores en un contexto no favorable para la publicación de revistas literarias, por otro que la existencia y masividad de la publicación hay que entenderla en relación con el contexto de peligro es por eso que “la revista circuló en lo que Nelly Richard denominaba “subcircuitos de recepción cultural”, los que, si bien contribuyen a disminuir su impacto social, a la vez ponen relativamente a salvo de la censura oficial”[3]. Y por último el autor considera que se debe tener en cuenta el prestigio que tenían los directores de la revista (Liliana Hecker y Abelardo Castillo) tanto político como económico, que hicieron posible el desarrollo de la revista literaria en un contexto de censura a la mayoría d las expresiones culturales que dieran algún tipo de discusión. Iglesias considera que estas tres coordenadas hicieron que la revista El Ornitorrinco desarrollara mecanismos de autocensura como las formas de transmitir y la utilización de un lenguaje metafórico para poder subsistir, y esto condicionó el contenido, la estética y la orientación de la revista.

El libro está dividido en tres capítulos aparte de la introducción y las conclusiones. En el primer capítulo titulado “Dictadura, escritores y resistencia: cuestiones de enfoque y conceptualización”, el autor se propone desarrollar el contexto de producción de la revista para poder establecer como fue la relación entre este y la producción cultural, tal como lo plantea en su hipótesis, Iglesias sostiene que tanto la redacción como circulación de la revista estuvieron completamente marcadas por el contexto. A partir de allí analiza dos cuestiones fundamentales, por un lado el rol del escritor, donde retomando las definiciones de Claudia Gilman, planta el debate entre lo que se denomina como “escritores revolucionarios” y “escritores comprometidos”. Iglesias sostiene que quienes llevaban adelante la revista, que seguían una tradición sartreana, se consideraban escritores comprometidos en el sentido de que eran personas que comprometidas políticamente y que intelectualmente asumen una mirada crítica del contexto en el que se desarrollaba la revista. Sin embargo, el compromiso intelectual de la mirada crítica y la obra literaria, para quienes dirigían la revista, podían ir por caminos separados, es decir, la literatura de ficción que se publicaba en El Ornitorrinco no necesariamente tenía que significar una crítica a la realidad política, esta mirada crítica debía aparecer sí en las notas editoriales o en algunos artículos como se especifica con mayor detalle en el capítulo dos del libro. En este sentido el autor plantea que tanto Castillo como Hecker retoman este concepto de escritor comprometido de Sartre y lo reformulan en este nuevo compromiso del intelectual que debe manifestarse en las notas editoriales y no necesariamente en la libre elección de la obra literaria. Esto también es notorio, plantea Iglesias, en el staff de la revista, los escritores que participaban de ella no necesariamente pertenecían a la izquierda.

La otra cuestión en la que se va a centrar el primer capítulo es en la categoría de resistencia, con el objetivo de poder establecer si la revista El Ornitorrinco se la puede enmarcar dentro de la resistencia cultural, tal como la concebían sus autores, en los años de la última dictadura militar en Argentina o bien una adaptación al régimen. Iglesias desarrolla un largo debate acerca de que implica la categoría de resistencia, y plantea que utilizando la categoría sin analizarla no podemos hablar de la revista como un espacio de resistencia cultural, sin embargo luego de desmenuzar la categoría concluye diciendo que si bien la revista no se planteó como una resistencia organizada a la dictadura militar, si podemos encontrar en sus notas editoriales y en algunos artículos nociones, lecturas de la realidad y planteos que iban en contra de lo que la dictadura militar quería instalar como visión hegemónica. En este sentido la publicación, dice el autor, significó un cierto camuflaje que no buscó terminar con el régimen sino darles a sus lectores las herramientas para generarse diferentes interrogantes.

 Esto da pie para el comienzo del segundo capítulo “Un animal imposible durante la dictadura: la revista por dentro” donde detalla la materialidad de la revista, los detalles de sus publicaciones y la composición de la misma. En esto el autor se tiene a analizar las características de las notas editoriales donde “se combina el análisis de la situación política, con la crítica literaria y las claves de lectura que se le proponen al lector. El Editorial es la voz autorizada para intervenir en el espacio público, en el terreno de la palabra impresa”[4] es decir, las notas Editorial son el momento de la revista donde se centra el debate en torno a lo político-cultural, fijando la posición de los autores respecto a ciertos temas. Tal como plantea Iglesias, la revista fue concebida como una revista de literatura que no intervenía en cuestiones políticas salvo en el Editorial, a lo largo de su publicación plantea el autor, existieron diferentes notas que dieron su visión política de la realidad como por ejemplo el Editorial que se publica con respecto al conflicto entre Argentina y Chile por el canal de Beagle. Asimismo, en un número de la revista se publicó una solicitada con respecto a los desparecidos, y también varios números de la revista tuvieron páginas dedicadas al debate en relación al exilio que mantuvieron Hecker y Cortazar. A lo largo del capítulo lo que intenta deslizar Iglesias analizando cada una de las secciones de la revista, aunque dedicándole mayor volumen a el Editorial, es que el lenguaje utilizado por la revista permitió su publicación, sus páginas estaban llenas de metáforas y redacciones en un tono moderado, esto generó que la revista tenga un cierto carácter que permitió su publicación, diferente a sus antecesoras El Grillo de Papel y El Escarabajo de Oro. Una cuestión que plantea el autor que es muy interesante y puede dar comienzo a futuros trabajos es indagar sobre quiénes eran los receptores de esos discursos, es decir, quien eran los lectores de la revista El Ornitorrinco. Iglesias plantea que es muy difícil y que excede los marcos del trabajo poder establecer el perfil del lector de una revista de crítica literaria que se inscribía dentro de la tradición sartreana.

La pregunta sobre quienes leían la revista El Ornitorrinco lleva al autor directamente al capítulo tres: “El Ornitorrinco en su hábitat: sociabilidades, prácticas y trayectorias”, a nuestro juicio el capítulo más interesante del libro y donde se produce un entrecruzamiento de todos los aspectos metodológicos explicitados anteriormente. El capítulo tiene como objetivo dar cuenta de los significados sociales y culturales del grupo de escritores de la revista haciendo hincapié en las prácticas y relaciones sociales que implicaron la publicación de El Ornitorrinco en un contexto represivo y para ello se vale de una serie de entrevistas realizadas a los protagonistas de la revista. Para el autor el contexto transforma completamente las prácticas y esto lo puede explicitar a través de las fuentes orales donde los entrevistados dan cuenta de las modificaciones que tuvieron que llevar a cabo para lograr la publicación de la revista: desde conseguir editoriales que quieran publicarla, las formas de distribución de la misma, la organización y discusión de la revista en un ámbito privado. El autor considera que es de suma importancia prestarle atención al recambio de escritores con respecto a las otras dos revistas antecesoras, en este sentido Iglesias considera que esto es significativo ya que muchos de los escritores que habían participado de El Grillo de Papel y El Escarabajo de Oro están exiliados, perseguidos, muertos o desaparecidos. En este sentido, la composición de los autores que publican en la revista es un abanico heterogéneo con respecto a la pertenencia política e ideológica de cada uno de ellos.  Iglesias considera que el cambio en las formas de sociabilidad al momento de crear la revista, es decir, las modificaciones teniendo en cuenta a sus antecesoras donde los escritores se reunían en un café a discutir sus publicaciones y en estos debates participaban diferentes intelectuales creando de esta manera una marca identitaria de las revistas,  en el contexto donde se desarrolla El Ornitorrinco es imposible la creación colectiva, y esta es replegada al ámbito privado con un menor número de participantes.

El autor concluye de esta manera planteando que en la revista “su discurso y algunas de sus acciones generaron espacios alternativos para expresar críticas y publicar literatura que no respondían a modelos promovidos por el régimen militar como los impulsados por el mercado editorial saturado de best sellers. En dichas circunstancias el camuflaje fue parte y condición de posibilidad para articular algún tipo de resistencia.”[5]

A modo de conclusión podemos decir que el libro propone un recorrido por el desarrollo de la revista El Ornitorrinco, en donde se analiza su contenido, el modo de expresarse del mismo a través del papel de sus autores, su relación con la cultura pero también con el contexto en el que se estaba viviendo. En este sentido el autor logra a lo largo de su obra dar cuenta de su hipótesis como también dar respuesta a las preguntas que guiaron el trabajo. La obra es una apuesta a la historia cultural a partir del análisis de una revista, en diálogo permanente con la historia reciente y con la historia oral, esta última a través de sus fuentes da al libro una dinámica especial que permite que el autor se dedique no solamente al análisis del contenido de la revista, sino ir más allá e indagar en las prácticas de sociabilidad que la misma permitió.

 

 

Carla Di Terlizzi

carladiterlizzi@gmail.com

Universidad Nacional de Rosario

 



[1] El e-book pertenece a la serie Entre los Libros de la Buena Memoria. Disponible en https://ediciones.ungs.edu.ar/libro/escritores-dictadura-y-resistencia/

[2] IGLESIAS, Federico Escritores, dictadura y resistencia. Un estudio sobre la revista El Ornitorrinco (1977. 1983), Los Polvorines: Universidad Nacional General Sarmiento; La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Posadas: Universidad Nacional de Misiones. 2019, p. 33

[3] IGLESIAS, Federico Escritores…, cit.  p. 22

[4] IGLESIAS, Federico Escritores…, cit. p.81

[5] IGLESIAS, Federico Escritores…, cit. p. 157