Repensar la juventud rebelde: la historia oral de vida, la
mujer y la lucha armada contra la dictadura cívico-militar chilena
Rethinking the
rebel youth: the oral history of life, women
and the armed struggle against the Chilean civil-military dictatorship
Javiera Velásquez Meza
Universidad de Santiago de Chile, Chile
javiera.velasquez@usach.cl
Resumen
El presente
artículo postula la historia oral de vida como una metodología de investigación
apropiada para reconocer la experiencia de las mujeres en la lucha armada. De
forma particular, conoceremos la historia de vida de una exmilitante del
MAPU-Lautaro chileno, organización político-militar que combatió la dictadura
cívico-militar, encabezada por Augusto Pinochet y el periodo de transición
democrática, liderado por Patricio Aylwin.
A partir del
testimonio oral, proponemos identificar diversos elementos que compusieron el
proceso de subjetivación política de nuestra protagonista, que explican su
agencia y devenir militante, abordando aristas que han quedado ocultas como la
incidencia de las experiencias vividas en infancia y juventud, como también la
lectura desde la mujer inserta en un espacio de política armada. Sin perjuicio
de ello, el diálogo con fuentes primarias complementa el relato.
En este sentido,
la historia de oral vida y el reconocimiento de la subjetividad militante
complejizan los estudios sobre los grupos insurgentes en Chile y Latinoamérica.
La particularidad del testimonio oral nos permite ver en este una herramienta
particularmente clave para el análisis del rol de las mujeres en la resistencia
armada.
Palabras claves: Historia de vida,
Historia oral, Mujeres militantes, Subjetivación política, Lucha armada
Abstract
This
article postulates the oral history of life as an appropriate research
methodology to recognize the experience of women in the armed struggle. In
particular, we will know the life story of a former member of the chilean MAPU-Lautaro, apolitical-military
organization that fought against the civic-military dictatorship, led by
Augusto Pinochetand the period of democratic
transition, led by Patricio Aylwin.
Based on
the oral testimony, we propose to identify various elements that made up the
process of political subjectivation of our protagonist, which explain her
agency and becoming a militant, addressing edges that have been hidden such as
the incidence of experiences lived in childhood and youth, as well as the
reading from women inserted in a space of armed politics. Notwithstanding this,
the dialogue with primary sources complements the story.
In this
sense, the oral history of life and the recognition of militant subjectivity
make studies of insurgent groups in Chile and Latin America more complex. The
particularity of the oral testimony allows us to see in this a particularly key
tool for the analysis of the role of women in the armed resistance.
Keywords: Life history, Oral history, Militant women, Political subjectivation, Armed
struggle
Introducción
Hacia la
década de 1980, al cumplirse casi diez años de la dictadura cívico-militar
chilena encabezada por Augusto Pinochet, sectores de la sociedad chilena salieron
a las calles demostrando su rechazo al terrorismo de Estado, la represión del
día a día y a las medidas implementadas y resguardadas por medio de la
Constitución Política de 1980. Entre éstas, las modificaciones económicas de
tipo neoliberal impuestas por la carta magna fracasaron a corto andar, provocándola
quiebra de fábricas, desempleo, pobreza y agudizando la brecha entre pobres y
ricos. Todo ello derivó en la mayor crisis económica que había vivido el país
desde 1930, llegando a devaluar el peso chileno en junio de 1982.
A partir
de entonces, de forma tímida, también comenzaban a surgir expresiones de
descontento en comunas periféricas de Santiago, que llamaban a participar de una
de las primeras “marchas del hambre” en el centro de la capital, acción que se
replicó en el resto del país. La reorganización social que se conformó alcanzó
su mayor expresión en el histórico llamado a paro nacional del 11 de mayo de
1983, convocado por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), y al que
adhirieron sindicatos, estudiantes, territorios, entre otros.[1]
Una de
las principales características de las movilizaciones fue la prescindencia de
los partidos políticos encabezando la protesta, principalmente, debido a la
compleja situación en que los dejó la desarticulación y proscripción tras el
golpe de Estado. Aunque bien la derrota que ello habría significado para los
partidos de izquierda, en particular, para los adherentes del gobierno de la
Unidad Popular (UP) de Salvador Allende, imprimió en estos partidos la
necesidad de revisión respecto del quehacer político. Algunos definieron un
proceso de renovación teórica y política desde el exilio, otros vivieron
continuos fraccionamientos y otros optaron por abrazar la lucha armada.[2]
Nuevas
orgánicas como el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL, 1982), vinculado al Movimiento
de Acción Popular Unitaria (MAPU) y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR,
1983), surgido como brazo armado del Partido Comunista (PC) se transformaron en
opciones válidas para aquellos sectores de la juventud que buscaban enfrentar la
dictadura de manera directa, sumando sus acciones a las del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR).[3]
Muchas
mujeres vivieron ciertamente estas experiencias y, sin embargo, en la
historiografía han quedado un tanto supeditadas al rol de los hombres. Para
nuestro caso particular, la politóloga Luisa Dietrich señala que la lucha
armada se ha insertado en un totalizador masculino, donde se mantienen estereotipos
que vinculan a los hombres con la violencia y la guerra, mientras las mujeres
serían pacíficas y apolíticas, por lo que “… de género refuerzan la idea de que la lucha
armada y los contextos militarizados son ámbitos de connotación masculina, sin
indagarlos críticamente”[4].Por
su parte, en el libro “Las Revolucionarias…”, Alejandra Oberti
apuesta por “repensar la historia de las organizaciones político-militares”[5]
y comprender el rol de las mujeres militantes desde su posición y desde los
imaginarios construidos por organizaciones principalmente compuestas por
hombres, lo que supone escudriñar parámetros que van más allá de la estructura
partidaria, como la subjetividad militante, conformada a través de testimonios
orales y documentación orgánica.[6]
Creemos
que el desafío historiográfico se vuelca sobre despojar a la mujer de un
imaginario colectivo, político y social, que ha reproducido actitudes y
problemáticas en variados ámbitos. Para ello, es necesario destacar los
factores que llevaron a cada una de ellas a una determinada elección de vida. Oberti señala que estas razones varían de acuerdo con
experiencias personales hasta experiencias de las que fueron testigos, y
podríamos señalar que esta suerte de condiciones objetivas y subjetivas, dieron
lugar a los procesos de politización que abrieron caminos a diversos derroteros.
Una de
las fórmulas utilizadas para dar lugar a las voces de las mujeres militantes de
organizaciones político-militares en la historiografía, es la del rescate del
testimonio oral. En sintonía con ello, apostamos en este artículo por reconocer
la experiencia de la mujer en grupos armados en un contexto de dictadura en
América Latina, a través de la historia oral de vida, observando en ésta un método
apropiado para tal objetivo.
Pero
¿qué particularidades posee la historia oral de vida que aquí buscamos
construir? En primer lugar, debemos decir que, frente a la historia reciente y
la violencia política, nos encontramos ante escenarios historiográficos que han
rescatado, mayoritariamente, la memoria de los hombres como quienes poseyeron los
espacios de lucha y resistencia, con menor intervención de las mujeres. Y si la
incorporación de sobrevivientes de las dictaduras latinoamericanas o excombatientes
ha sido tardía, creemos que plantear el análisis en perspectiva de género
reduce aún más las investigaciones. Con todo, cabe destacar algunos que abordan
tales situaciones y se suman a los de Alejandra Oberti,
como los trabajos de Tamara Vidaurrázaga, Javiera
Robles, Ana Noguera, entre otras.[7]
Un
rescate oral en perspectiva de género surge como alternativa para “combatir”
ciertas injusticias pasadas, reconocer los lugares, roles y disputas de las
mujeres dentro de las organizaciones guerrilleras. De acuerdo con Pablo Pozzi,
pueblos colonizados o sobrevivientes de luchas contra dictaduras militares,
“cuestionan hoy la historia oficial con sus memorias subterráneas y reclaman el
reconocimiento social…”[8]
que por diversas razones no se les ha otorgado, así como tampoco el
reconocimiento de su participación en determinados procesos históricos.
Una de
las principales críticas realizadas a la historia oral, ha sido poner en
cuestión el testimonio y la objetividad de la investigación, por lo que muchos
de sus detractores subestiman la capacidad interpretativa que ésta posee y cómo
se conforma como fuente oral de la cual la historia oficial y otras voces –en
ocasiones– “dominantes” prescinden. En su defensa, debemos señalar que “no toda cuestión oral es historia oral”[9]
y que ciertamente, la historia oral permite acceder a otras voces de forma
innovadora. Hablamos entonces de historia oral cuando los testimonios disparan
la memoria de las y los protagonistas o testigos, ayudándonos a “construir una
fuente que nos aporte a lograr una forma más completa de comprensión del
proceso social”[10],
dando lugar a una construcción historiográfica conjunta de entrevistadas/os y
entrevistador/a.
Para el
historiador chileno Mario Garcés, el aporte clave de las entrevistas es el hallazgo
de aspectos subjetivos implicados en el contexto analizado, además de encontrar
visiones y perspectivas sobre hechos o acontecimientos en particular,
enriqueciendo la información sobre ellos[11]. En
este sentido, surge la posibilidad de construir una historia oral de vida a
partir de la experiencia subjetiva del individuo, constituyendo un elemento
explicativo de su trayectoria e identidad.
Por su
parte, Alfredo Molano destaca que las historias de vida son “por su condición
testimonial subjetiva e individual, representaciones en donde el contexto de
las conductas particulares y de los eventos colectivos está delimitado por la
misma experiencia consciente del protagonista. De ahí que el universo en
representación sea un universo justificado por los estrechos segmentos de la
vivencia singular”[12].
A partir de ello, es pertinente destacar que Gerardo Necoechea
señala “las entrevistas no provienen de muestras representativas ni pretenden
tipicidad o ilustrar la generalidad. La historia oral busca conocer la
percepción subjetiva de los procesos sociales que conforman a los individuos”[13].
De esta forma, la experiencia aquí analizada no busca representar la visión de
la totalidad de las mujeres militantes de una organización, puesto que sería
imposible pretender aunar y homogeneizar una multiplicidad de vivencias. Más
bien, observaremos cómo las experiencias de una mujer van dando forma a la
identidad y la trayectoria política de la protagonista, en un periodo clave
para la historia reciente de Chile y cuyas consecuencias latentes, se
explicitan hoy en el diario vivir.
Para
esto, comprenderemos el concepto de subjetivación política (SP)de acuerdo
Massimo Modonesi, como un proceso que abarca un
conjunto de elementos, formas y dinámicas que confluyen en el sujeto, “en torno
a conjuntos o series de experiencias colectivas surgidas de relaciones de
dominación, conflicto y emancipación”[14]. Como
componente de la SP, vale destacar la noción thompsoniana
de experiencia, que identifica la experiencia vivida (fundada en causas
materiales que le dan origen y que encuentra forma en el ser social) y la
experiencia percibida (que adquiere lugar y relevancia en la conciencia social,
y debe su existencia a la presión ejercida por la experiencia vivida). Así la
experiencia se conforma como diálogo entre ser y conciencia social, dotando de
agencia política a mujeres y hombres, al experimentar situaciones materiales y
relaciones interpersonales. En esta línea, creemos apropiado utilizar la noción
de SP para relevar la experiencia y subjetividad militante desde una
perspectiva de género, complejizando el entramado social tejido a través de la
vida del sujeto. Según Modonesi,
“todo proceso de subjetivación pasa por un conjunto y una serie de experiencias
que –en el cruce o la intersección entre espontaneidad y conciencia– le
confieren forma y especificidad”[15].
Además, identificamos en este proceso tres etapas de
acuerdo con lo que Gerardo Necoechea denomina como “procesos
de politización”. La primera de estas tres fases tiene relación con los
entornos familiares, ya sea durante la infancia o la adolescencia. La segunda fase
se relaciona a las condiciones materiales que rodean al sujeto y la recepción
subjetiva de ciertos factores determinantes. Aquí adquiere relevancia la
vivencia de sucesos particulares, de forma directa o indirecta, y también las
relaciones interpersonales establecidas con sujetos politizados. La tercera fase
apuesta por la reconstrucción de ideas que se rebelan ante la disposición
ideológica, según la experiencia adquirida[16].
Esta fase permite ver que la reconstrucción de ideas da lugar a la SP como un
proceso abierto y en constante reconfiguración, donde convergen elementos
políticos, sociales, culturales, de género o raciales, descartando observarlo
como una unidad constituida[17]
de forma monolítica, así como tampoco pretende ser un testimonio uniforme de determinada
organización. En palabras simples, la construcción de la subjetividad
revolucionaria está lejos de ser un proceso homogéneo.
Ahora bien, en el ejercicio de la política, la
presencia de las mujeres ha supuesto para la historiografía, desmoronar ciertos
espacios concebidos como masculinos: el Estado, el Gobierno, el Partido. Como
señalamos previamente, sumar a ello la vía armada complejiza aún más el
escenario. Para resolver esto, creemos aplicables ciertas premisas clásicas
sostenidas por Joan Scott al comprender el género como una categoría de
análisis. Uno de estos prismas basales tiene relación con el reconocimiento del
género como una dimensión básica sobre la cual se levanta la articulación del
poder. Por otro lado, se observa como un elemento constitutivo de las
relaciones interpersonales, encontrando la intervención de elementos
culturales, normativos, político-sociales y subjetivos[18].Ambas aristas confluyen en la vida de la protagonista,
otorgando diversas especificidades a su experiencia y que permiten repensar, desde
la subjetividad, el rol de las mujeres que fueron parte de la lucha armada.
La incorporación de la subjetividad militante a los
estudios de la historia reciente aparece como un desafío aún en construcción,
que se hace mayor para las investigaciones sobre la historia de las mujeres o en
perspectiva de género. La historiadora mexicana Ana Lau Jaiven
indica que “la historia oral resulta un medio idóneo de conocimiento para la
recuperación de la experiencia de las mujeres (…) Pero no sólo se trata de
rellenar huecos; en el caso específico de las mujeres, el objetivo es redefinir
la experiencia de vida a través del análisis del universo cotidiano reflejado y
transmitido por esa memoria femenina. La recuperación de la palabra femenina se
convierte en un trabajo prioritario y la oralidad en el vehículo privilegiado
de su historia, otra forma de acercarse a la palabra”[19].
De esta forma, nuestra propuesta de trabajo es
presentar la historia oral de vida como una metodología idónea para reconocer, de
acuerdo con las concepciones teóricas señaladas, la experiencia de ser mujer y
hacer política revolucionaria y armada. Ello nos invita a identificar y
comprender la capacidad de agencia política de las mujeres por sí mismas y a la
vez, ver en la historia oral de vida una herramienta adecuada para conocer los
testimonios suspendidos de la resistencia armada en la historia reciente,
aquellas voces que hasta ahora han estado en las penumbras y que han resurgido,
vale destacar, de la mano de la oralidad, de manera paulatina y en alza durante
los últimos años: el de las mujeres en la primera línea.
Para esto conoceremos la historia de vida de una ex
militante del MAPU-Lautaro, que llamaremos “Marcela”. En sus propias palabras,
observaremos pasajes y momentos clave en su vida y en la historia reciente de
Chile, que imprimió hitos determinantes para cientos de mujeres y hombres.
Finalmente,
es preciso destacar que si bien no pretendemos realizar una historia del
MAPU-Lautaro, debemos conocer grosso modo
la experiencia donde se cobijó el caso que presentamos, las particularidades
que lo hicieron diferir de sus símiles contemporáneos y que veremos en un
primer apartado. Luego, el artículo está organizado a
través de las fases señaladas del proceso de politización de Necoechea: infancia y juventud, hitos y relaciones
interpersonales y radicalización política. Así conoceremos la historia de vida
de Marcela, una mujer que, como tantas otras, decidió optar por la vía armada
en la lucha contra la dictadura chilena.
“Con la rebeldía popular la toma de Chile, va!!”
(sic)[20]
Antecedentes del MAPU-Lautaro
Nacido en diciembre de 1982 al alero del Partido MAPU[21],
el MJL surgió para ser un canal de aquella juventud que buscaba un camino de
lucha más directa contra la dictadura, caracterizándose por agitación y
propaganda (incluida armada). Aunque en un comienzo no pretendía ser la
juventud del Partido MAPU, en la práctica, conllevó un alza importante de
militantes vinculados a las células del Partido.
Su estructura inicial, sin embargo, constó de brigadas
conformadas en dos “bastiones” –en la jerga lautarina–
clave para el desarrollo de la nueva organización, a saber, territorial,
asentado en las poblaciones periféricas de Santiago, y más tarde, el secundario,
inserto en la enseñanza media que se reorganizó desde sus bases a partir de
1982[22].
Además, extendió su accionar político-militar tras el plebiscito de 1988 y la
posterior llegada del gobierno de la transición democrática, en 1990.
Una de sus particularidades fue la lectura política
poco ortodoxa, en comparación a la visión de otros grupos de izquierda que se
sostenía en viejos preceptos sobre la concepción de la revolución, lo que supuso
un quiebre teórico con las posturas de sus símiles como el MIR o el FPMR. Además,
incorporó determinadas temáticas al análisis político que, según las
directrices de la organización, debían tener lugar en la izquierda, como el consumo
de marihuana o la sexualidad, lo que fue particularmente atractivo para un
segmento de la juventud, con una fuerte impronta popular. Ello
también les valió la crítica de la izquierda tradicional y el desdén de la
dictadura.
Otro factor clave en la historia del Lautaro fue el
alza de acciones de mayor envergadura hacia fines de la década de 1980, con la
incorporación en octubre de 1987 de las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro
(FRPL) como aparato militar, en momentos en que el país se encontraba a un año
del plebiscito que pactaba la salida de Pinochet.
En línea con los análisis de situación política y la
declaración de la Guerra Insurreccional de Masas (GIM) como estrategia para
terminar con la dictadura por la vía armada e instaurar el socialismo en Chile,
el MAPU-Lautaro obvió la transición democrática, reforzando su accionar y
alcanzando su auge histórico durante el gobierno de Patricio Aylwin, primer
presidente electo de la postdictadura chilena. Apoyado en las policías y grupos
de inteligencia destinados exclusivamente para ciertos objetivos, este gobierno
se transformó en el mayor persecutor y desarticulador
de los grupos que continuaron la lógica de la lucha armada, especialmente, la
fracción autónoma del FPMR y el MAPU-Lautaro[23].
Con asesinatos, encarcelamientos y penas de extrañamiento,
las organizaciones político-militares que no creyeron en la transición pactada
fueron desarticuladas en pos de la paz social y bajo
el discurso de la seguridad ciudadana, dando paso a diversos gobiernos que
legitimaron la herencia dictatorial resguardada en la Constitución de 1980.
Aquella lectura de la “falsa democracia” hoy moviliza a todo Chile y es preciso
conocer todas las veredas de esta historia reciente. Marcela fue parte de ella.
“Siendo muy chica yo me sentía como de
izquierda…”
Marcela nació el año 1971, durante el primer año de la
UP, con Salvador Allende en la presidencia. Por ello, sus memorias y primeras
vinculaciones con el contexto nacional se forjaron en el núcleo familiar como
primer espacio de sociabilidad. Señala:
…yo soy de una
familia allendista, sin militancia, afín al gobierno de Allende, a la Unidad
Popular, entonces en dictadura eso siempre estuvo. Era parte del tono familiar…
asociado mucho a un sentimiento de tristeza, de pérdida. Y en ese contexto (…)
siendo muy chica yo me sentía como de izquierda, aunque no tenía militancia ni
nada, ni mi familia tampoco. O sea, no había una militancia muy activa en nada,
pero sí nos manifestábamos, íbamos, tocábamos las ollas, cuando yo era chica
íbamos a las protestas…[24]
…mis hermanas
más grandes –yo soy la más chica– (…) vivieron la Unidad Popular, por ejemplo,
siendo jóvenes. Yo sentía, al menos en el clima de mi familia, en dictadura,
que se había perdido algo muy fuerte… muy fuerte. Entonces yo me crié en esa lógica (…) siempre sentí eso en mi casa, que
había como esa tristeza, como esa sensación de que estábamos viviendo algo terrible…[25]
En esta introducción a la historia de vida de Marcela,
surgen ciertos detalles que es preciso destacar. Primero, nos permite descartar
la posibilidad de una tradición familiar de militancia política, como se
reitera en muchos testimonios de exmilitantes de organizaciones
político-militares, tanto en Chile como en América Latina. Por otro lado,
ciertamente, la relación con sus hermanas mayores y la experiencia permeada a
través de los vínculos familiares, comenzaron a potenciar un cierto camino, a
partir de sensaciones y percepciones forjadas desde la infancia. Pero esto
demuestra que la incidencia de los núcleos familiares adquiere matices y van
más allá de una potencial tradición militante de forma hereditaria y
unidireccional.
Necoechea señala
que el primer acercamiento a la política, según el análisis de la politización
en tres tiempos, suele tener lugar en el círculo inmediato de la familia y
también en la escuela[26].
Marcela continúa su relato y recuerda:
Bueno, la vida se hacía igual. Iba al colegio,
estudiaba, sabía que había cosas que una no podía hablar y cuando empezó la
época de las protestas, yo empecé a ir chica, con mis papás, mi papá me llevaba
a las concentraciones del Parque O’Higgins, después iba con mis hermanas (…) Y
de chica como a los 10, 12 años, había un grupo que era como scouts, se llamaba “Manques Chile”. Era
como un grupo scout, pero de
izquierda, organizado por gente vinculada al Partido Radical Socialdemócrata,
en esos años. Y yo tenía una compañera del colegio de las monjas, que su
hermana salía con un chico que
era de ese grupo, entonces ahí yo empecé a ir a ese grupo, chiquitita. Súper
chica. Y… ya no me acuerdo el año, ponte tú que debo haber tenido 13, 14 años,
hicieron un congreso en Padre Hurtado y era un Congreso que organizó el OCARIN
que era como una organización infantil del PC que lo dirigía Mireya Baltra y
Ruth Baltra, las hermanas Baltra organizaban toda esa cuestión. Entonces
generaron este congreso, debe estar en alguna parte, debe haber sido el… ¿‘85?
Era el primer congreso de niños, hecho por niños, en Chile.[27]
Un documento disponible en el Archivo de Fondos y
Colecciones del sitio web del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de
Chile, consigna que la Organización Nacional por la Cultura y el Arte Infantil,
OCARIN[28],
fue fundada en octubre de 1970 –como Comité de Arte Infantil, CARIN– y
refundada en enero de 1979. En efecto, figura como una de sus impulsoras y
refundadoras, la actriz y dramaturga Ruth Baltra; fue militante del PC e
impulsó talleres teatrales para niñas, niños y jóvenes. Así advertimos cómo las
incipientes tendencias adquiridas a través del espacio familiar comenzaron a
encauzar su camino mediante instancias dispuestas para el propio protagonismo
de niñas y niños en la acción política. Esto permite incorporar al análisis un
factor que comúnmente la historiografía adulto céntrica ha dejado fuera: la
agencia política de niñas y niños, más allá de ser meros receptores.
Según el relato de Marcela, es posible establecer su
participación en el Congreso del OCARIN como el primero de sus acercamientos políticos
más concretos, complementando aquella carencia de una “militancia activa” que
no tuviera en su propio núcleo familiar. Indica:
Bueno, la cuestión es que yo fui, chica, 14 años debo
haber tenido y éramos puros cabros de izquierda o familias de izquierda. Y
vinieron cabros retornados, muchos que ni siquiera habían retornado todavía del
exilio, sino que vinieron ellos y sus papás estaban exiliados. Gente de hartas
partes del mundo y fue genial, porque estuvimos dos días conversando, hablando
de derechos humanos, derechos de los niños y esa fue como mi primera cosa así
más… más (risas) no sé cómo decirlo…como más empapada de la izquierda…[29]
Para Marcela, la participación en el congreso del
OCARIN y la discusión que allí se llevó a cabo sobre derechos humanos, derechos
del niño, situación política nacional, entre otros, fueron sin duda parte de
los factores que potenciaron un proceso en alza. El proceso de SP a través de
la primera etapa de la politización, demuestra que los caminos trazados no
fueron azarosos y que hubo experiencias variadas que confluyeron en las
decisiones de la protagonista. En la misma dimensión infanto-juvenil, otro
factor importante que permeó sus experiencias y apropiaciones del contexto nacional
fue el vecindario:
…me crié en un barrio de Estación Central, cerca de calle
Conferencia[30].
Y tenía un amiguito en el barrio que a su papá lo habían asesinado en La
Moneda… eran mis vecinos (…) y mi primera amiga del barrio era una cabra que
venía llegando del exilio. Fue la primera punki que conocí y te estoy hablando
del año ‘85, ‘86… nos echaban de las fiestas porque ella andaba con alfileres,
con un overol, ¡the real overol! Entonces esos fueron
mis vínculos, gente con la que yo estuve cerca, entonces después como que todo
se dio (…) había algo por todos lados. Después mi familia se cambió a Maipú. Mi
hermana vivió siempre en Maipú. Yen la villa que nosotros vivíamos, vivía la
familia de Ronald Wood[31]
y el hermano menor de él era amigo de mi sobrino y yo lo conocía porque se
juntaba con unos cabros a fumar en la plaza (…) La mejor amiga del colegio de
mi hermana es Marcela Hoppe, hermana de Álvaro Hoppe[32],
el fotógrafo. Esos fueron mis contactos de chica, sin ser mi familia militante…
y mi hermana se casó con un chico que era del PC, entonces yo como a los 13
años conversaba con mi cuñado y había mucha influencia en mi cercanía. Era
imposible que no terminara siendo de izquierda.[33]
De forma paralela a las diversas actividades y la vida
en el barrio, el ingreso de Marcela al sistema escolar la llevó al colegio en
donde vivió un primer acercamiento con gente vinculada a la izquierda, a través
del grupo Manque. Pero luego, un cambio de establecimiento fue el paso que
agudizó su proceso de politización, marcando su devenir militante:
Yo estudié en un
colegio de monjas y de ahí me echaron en segundo medio. Y ahí después entré al
Liceo 4[34],
que era un liceo súper politizado y era otra realidad. Porque era del otro
lado. No era del centro mismo, aunque estaba en el radio, pero era una realidad
distinta… y en mi liceo había de todo, había comunistas, socialistas y éramos
súper activas. Íbamos a las marchas, a las protestas…[35]
Según Gerardo Necoechea, el
segundo tiempo del proceso de politización ocurre cuando el individuo vive de
forma directa o indirecta ciertos sucesos y establece relaciones cercanas con
personas ya politizadas[36].
Si el primer acercamiento de Marcela fue con grupos vinculados a la
centroizquierda –recordemos que el grupo Manque se asociaba al Partido Radical
Socialdemócrata–, la segunda fase propiciaría el nexo con la izquierda
tradicional, para más tarde observar su paso a la radicalización, coincidente
con el momento agudo del conflicto en el país y de su propio proceso de
politización.
Los vínculos establecidos con compañeras de curso y
liceo, tras su cambio de establecimiento, fueron los detonantes del ingreso de
Marcela a la vida política militante, asociada a la juventud de un partido
político de izquierda en un contexto de dictadura; más aún cuando ella misma
esperaba el momento de actuar. La situación política y social tras 1982 con la
crisis económica y las primeras protestas nacionales en 1983, incubaron en muchas
y muchos jóvenes las ganas de hacer algo efectivo contra la dictadura. Marcela
indica:
…tenía compañeras
de colegio que tenían hermanas más grandes que eran de izquierda, había gente
que estaba en el tema de derechos humanos, contra la tortura y desde chica
siempre tuve cercanía a distintas cosas, a las organizaciones que trabajaban
con niños y así. Entonces después vino toda la efervescencia secundaria y yo
milité en la Juventud Socialista, bien chica. Yahí había
una lógica que era como de formación, de reuniones, de centros de alumnos…[37]
…yo creo –al menos
a mí me pasó– que tenía una cosa medio idealizada de lo que históricamente
había sido el Partido Socialista, la figura de Allende, la UP y todo eso. Y me
motivó a que me metiera a militar ahí, porque tenía un contacto y ya.O sea, no hay mucha más
reflexión que eso, no te podría decir algo más de peso… además era súper chica,
tenía 14 años. Entonces igual con los acercamientos que tenía en esa época –más
allá de que igual éramos una generación que estaba súper politizada–,
también éramos bien ingenuos…[38]
Uno de los puntos que compone el proceso de SP según Modonesi, es la presencia de ciertos elementos que llegan
al sujeto a través de sus propias experiencias. Las menciones de Marcela sobre
su percepción del Partido Socialista (PS) y la Juventud Socialista (JS), tienen
que ver con la imagen de Salvador Allende plasmada en el acervo cultural de la
izquierda en Chile y la difusión soterrada de su iconografía en las movilizaciones
a partir de 1983, por lo cual es pertinente señalar que el campo cultural de la
época también acarreó a parte de la juventud a reconocer e impregnarse de una
posición política, incluso con las prohibiciones de la época. La censura de la
dictadura además impulsó el “mano a mano” en cada espacio de relaciones
interpersonales, para difundir música, literatura, iconografía, entre otros, lo
que contribuyó al aumento de los niveles de politización de una generación en
sus propios espacios, como reflexiona Marcela.
Sin embargo, a nivel orgánico, como muchos de los
partidos políticos con tradición histórica en Chile y que fueron los primeros
objetivos de la dictadura, el PS y su ala juvenil sufrieron importantes bajas
tanto por la represión, el exilio y sus crisis internas, lo que debilitó en
muchas formas su estructura militante. Esto podría explicar en parte la
desorganización que primó en ocasiones, respecto de las nuevas incorporaciones
que podrían haber reforzado la militancia durante la década de 1980. Recuerda:
…entre primero y
segundo medio hubo un verano que me tuve que quedar sola en Santiago y todo el
mundo andaba en trabajos voluntarios y se suponía que me iban a contactar y no
me contactaron. Eso era como en el ‘86, ‘87 debe haber sido (…) entonces a raíz
de esa “irresponsabilidad” de esta gente con la que se supone me tenía que
juntar, como que me apesté con la JS y justo coincidió que ese verano una muy
amiga mía sí había ido a los Trabajos Voluntarios y había conocido al Lautaro.
Que era como bajo perfil, nadie lo conocía… y ella me llevó unos documentos… no
me acuerdo si eran unos “Pueblo Rebelde” que era el periódico y a mí me encantó
el Lautaro. Como que fue “¡esto es lo que yo quiero!” …[39]
El hito de los trabajos voluntarios realizados por
estudiantes de enseñanza media y las relaciones de amistad de Marcela, la
llevarían a encontrar el camino que canalizaría sus ganas de luchar contra la
dictadura, antecedidas por diversas experiencias y elementos que las rodearon y
compusieron. Ese momento fue decisivo para su propia historia.
“No quería pasarme en asambleas discutiendo…”
A través
del relato hemos encontrado puntos clave en la trayectoria militante de Marcela,
como su incipiente acercamiento a la política a través del evento de OCARIN, el
cambio de establecimiento educacional, su llegada al Liceo 4 y su fallido paso
por la JS, siendo esta última la causante de la posterior definición de Marcela
sobre su opción de lucha frente a la dictadura. Su ingreso al Lautaro respondió
a una serie de experiencias como las narradas y motivaciones externas que
indirectamente gatillaron el rechazo y el descontento, incluso respecto de las otras
organizaciones políticas:
…el tema
de las recuperaciones, de ir a la acción más directa –que en esa época no la
mencionábamos así–para mí era lo más buena onda del Lautaro, porque yo tenía
ganas de hacer cosas, no quería pasarme en asambleas discutiendo si íbamos a
bajar al metro o no. Yo sentía que era un momento álgido y por eso entré al
Lautaro (…) me hizo mucho sentido. Yo comulgaba total y absolutamente con el discurso
lautarino de esa época, con el tema de la juventud,
que eran los únicos que hablaban –una cosa que para mí era súper potente– de
pasarlo bien ahora, no este apostolado de la
izquierda… y como que rescataban y ponían en relevancia el tema de la juventud como
un lugar de potencia y no como un lugar de errores.[40]
Una de las características del MJL, plasmada en su
manifiesto inaugural de 1982, fue el aspirar a ser un canal de expresión de la
juventud rebelde y por ello, el grueso de las brigadas lautarinas
fue compuesto por jóvenes de muy corta edad, habiendo brigadistas del MJL desde
los 12 o 13 años; especialmente, en las poblaciones. Luego, la extensión del
MJL al bastión secundario implicó un fortalecimiento también de las células del
Partido MAPU. Cuando Marcela ingresó al MJL, fue precisamente a través de una
brigada inserta en la enseñanza media, mientras ella la cursaba. Recuerda:
…entré al Lautaro a
una brigada secundaria donde habíamos (sic)puras mujeres, que era “la brigada
de las minas”, así nos decían:“la
brigada de las mujeres” (…) segundo, tercero y cuarto medio, fueron mis años
full secundaria y además participaba en el COEM[41]
y todas esas cosas… Todos pasábamos en esa cuestión y carreteábamos[42]
juntos… que era parte de lo que más se nos criticaba, que nos juntábamos, que
nos conocíamos, que éramos poco compartimentados…[43]
…y claro, cuando
éramos la brigada de mujeres fue coincidencia. Fue como “oye, hay siete minas
secundarias que entraron a la movida, ¿juntémoslas a todas?” era más práctico, no
sé… porque además éramos de distintos lados (…) y estaba toda la cosa secundaria
pesada, había una efervescencia. Me acuerdo de… básicamente propaganda, o sea
nada más que eso, barricadas… porque los secundarios, y en el Lauta, hacíamos
harto eso…[44]
Vivir la militancia en una organización armada contra
la dictadura siendo mujer, fue una práctica transgresora, tanto para la
sociedad como para el Estado. Así lo demostraron los medios de comunicación
cuando expusieron a la “mujer metralleta”: la imagen de una mujer despiadada,
fría, agresiva y sin escrúpulos al momento de asaltar bancos. Es reconocido a
nivel local el acierto fotográfico y autodenominado “golpe periodístico” del
diario de circulación chilena “La Cuarta”[45],
que constituyó la materialización física de tal caricatura.
Por el contrario de los efectos esperados, la propia
organización utilizó esta situación para reconocer el rol de las mujeres lautarinas. El número 28 del periódico “El Pueblo Rebelde
Vencerá" expone:
Se publicaron fotos,
se le puso nombre y, cuando todo hacía esperar una detención inminente, volvió
y volvió a aparecer, hasta el punto que “La Cuarta” (…) habla de “dos enanas metralletas”
(…)
Aparecen dos cuestiones relevantes, interesantes de
reflexionar:
Una, sin duda la más significativa e importante, tiene
relación –más allá de la caricatura que se ha intentado sin éxito vender- con
la participación de las compañeras en la lucha revolucionaria y, de manera
particular, con la alegría, audacia, valentía e integralidad de las lindísimas
compañeras mapucistas y lautarinas.
“Mujeres, revolucionarias y subversivas” ha sido siempre una mezcla que le
retuerce las tripas al sistema de dominación.
Otra, se refiere al exceso del mito y el cómo los
pacos[46]
están haciendo el ridículo. Vamos al origen: de una foto de una joven pobladora
encontrada en medio del despelote de una ofensiva de allanamientos, la llamada
“inteligencia” de los pacos creó –por vez primera- un personaje, sangriento,
despiadado y a punto de ser cazado.
Pues bien, como
éste (sic) personaje no existe y la actividad subversiva nuestra se ha
multiplicado y profundizado, los bichos entraron en crisis. El mito se ha
transformado en boomerang que los golpea…[47]
Tal análisis de la situación parece ser el discurso
que primó en la organización. En efecto, Marcela reconoce haber sentido igual
participación en las acciones realizadas y en las relaciones establecidas a
nivel orgánico. No obstante, también recuerda otros momentos que son propios de
su experiencia:
…en mi reflexión yo
fui una igual, por el nivel de acción y de participación. Pero yo me acuerdo…
un compañero me hizo una pataleta porque a mí me habían pasado un “fierro”
mejor que a él. Me acuerdo de eso. Y claro, eso es una expresión del machismo
de él. Y quizás era machista porque no éramos todas, no todas hacíamos lo
mismo, entonces ¿por qué esa diferencia? No se potenciaba que todas las
compañeras fueran milicianas, por ejemplo (…) yo creo que en algunas cosas sí
lo era, pero el discurso del Lautaro no era machista. Cuando se hablaba de la
felicidad en el sexo, por ejemplo, era para todos, no había algo de “ah, no,
nosotros los hombres (…) en el caso nuestro, cuando éramos de esta “brigada de
minas”, éramos un valor. Que éramos mujeres y que teníamos ese espacio y que
éramos secundarias y hacíamos barricadas y éramos puras minas…[48]
Con todo y algunas situaciones específicas como la
relatada, luego de su ingreso a las brigadas del MJL, a corto andar, Marcela se
incorporó a una célula del Partido MAPU, lo que según variados testimonios de
ex lautarinas y lautarinos
significaba adquirir un compromiso mayor. Marcela recuerda:
…el
MJL era como más
de agitación, de propaganda. El MAPU se supone –o lo que
se trataba, creo yo, hacer
desde ahí– era más formativo, más
compromiso, más proyección y más
¿partidario?
Creo que sí.[49]
Comprendiendo esto, nos debemos detener en el contexto
político de la fecha, en dos aspectos: a nivel interno de la orgánica y a nivel
nacional. Por un lado, en 1987, el Lautaro conformó un aparato militar, las
FRPL, dando lugar a partir de entonces al Complejo Partidario MAPU-Lautaro[50];
formación con la que, en enero de 1988, definió la GIM como su estrategia a
seguir. Por otro lado, un sector de la clase política conciliadora y la
dictadura ya cimentaban las bases del plebiscito que, en octubre de 1988, dio
el triunfo electoral a la opción del No a Pinochet y esgrimía los albores de
una entrante transición democrática. Sin embargo, algunas orgánicas como el
MAPU-Lautaro, escisiones del MIR y el FPMR Autónomo, no creyeron en la salida
pactada y mantuvieron las acciones armadas, lo que se tradujo en la persecución
por parte del gobierno de Patricio Aylwin.
Las memorias de Marcela entregan datos relevantes para
comprender lo ocurrido desde su ingreso entre los años 1987 y 1988, su
experiencia de vida, su proceso de politización y su trayectoria militante:
…siento que el
Lautaro era un lugar de acción. Y si tú querías acción, no había ni una
posibilidad de que no la tuvieras, porque de la instancia partidaria que tú
fueras, aunque fueras brigadista, ibas a estar en una barricada. Osea, no había nadie que no hiciera algo. O ibas a estar
tirando panfletos y no iban a pasar meses de proceso y de entrenamiento y de “ah
ya, te vamos a probar”, no (…) había mucha acción de propaganda, mucha acción
directa de esto que te decía de las recuperaciones, propaganda armada,
copamientos, o sea, el Lautaro no paraba. Y, por otro lado, la gente de las
Fuerzas haciendo acciones más power, haciendo
recuperaciones de armamento, atacando los cuarteles de los pacos… todas esas cosas.
Después fue lo más heavy…[51]
Todas las experiencias confluyentes en la protagonista
se tradujeron en un intenso periodo donde es posible identificar la tercera
fase del proceso de politización. Necoechea señala
que el tercer tiempo se nutre de tres fuentes: producción cultural, sucesos que
marcaran el contexto de la época y la presencia de personas significativas que
impulsaron la acción “y el resultado fue un espíritu de grupo cimentado en la
amistad y el aprendizaje compartido.”[52]Cabría
hacer hincapié en las propias temáticas que el Lautaro incorporó como
reivindicaciones políticas: el consumo de marihuana, el “sexo nuestro”, el
derecho a ser felices, a la entretención, entre otros. Estas aristas
significaron una influencia cultural que permeó a toda la militancia y
contribuyó a moldear su identidad. En la experiencia de Marcela, cada una de las
fuentes nombradas corroboró su paso a la izquierda armada, antecedido por la
experiencia familiar, barrial y escolar, alcanzando su apogeo político hacia
los últimos años de la dictadura.
En octubre de 1989, ad-portas de las elecciones presidenciales y la salida de Pinochet,
la Central Nacional de Informaciones (CNI), sucesora de la DINA, realizó uno de
los últimos operativos que terminaron con la detención de una veintena de
militantes de las estructuras de las ciudades de Santiago, Coquimbo y Valparaíso.
Entre el llamado “grupo de octubre” y con 18 años, Marcela había sido detenida.
“Teníamos mucha sangre en el cuerpo…”
Tras los operativos de octubre perpetrados por la CNI
y con una importante cantidad de militantes detenidos, incluidos por primera
vez miembros de la Dirección Nacional, el MAPU-Lautaro enfrentó el retorno a la
democracia con la prisión en alza de su militancia y también con los asesinatos
de algunos militantes destacados, como el caso de Ariel Antonioletti,
asesinado por la Policía de Investigaciones en 1990 o de Norma Vergara,
asesinada por la Dirección de Inteligencia Policial de Carabineros (DIPOLCAR)
en 1993. Hasta el momento de su detención, la militancia de Marcela se podría
definir como un periodo donde su compromiso se vio fortalecido y reafirmado
cada día, aun siendo breve en cuanto a tiempo, pero intenso en cuanto a acción.
Así lo advierte ella:
…yo milité súper
poco tiempo antes de caer presa, entonces fue como “debut y despedida”. Entré como
el‘87, sí, debe haber sido a principios del ‘87…[53]
…y caí presa el ‘89.
Y entre ‘87 y ‘89, nunca no hice nada. Nunca paramos (…) hubo muchas acciones
del Lautaro e íbamos todos a todas. Por lo menos ese es mi recuerdo (…) todo el
mundo estaba en lo del “No” y nosotros estábamos en otra. Para nosotros no era
ni tema, éramos un mundo aparte (…) y yo dejé de militar en la cárcel, no seguí
en el Lautaro después. Tuve vínculos, cercanías, pero nunca más volví a tener
participación en nada, hice mi camino por otro lado…[54]
Ciertamente, el encarcelamiento como experiencia en la
historia de vida de Marcela, supuso otras vivencias y nuevas interpretaciones
del momento y el contexto político del conjunto de la sociedad chilena que,
como hemos señalado, se veía frente a un ideal del gobierno entrante como
garante de la democracia irrestricta.
Un punto clave que empujó a Marcela a cuestionar su
permanencia en la orgánica, fue el asesinato de Ariel Antonioletti,
cuyo caso fue un duro golpe a la militancia lautarina,
a la estructura política, a la moral combatiente, pero también a lo emocional.
Los vínculos personales afloraron de forma instintiva. Ariel había sido parte
de la reorganización secundaria durante la década de 1980 y conformó las
brigadas iniciales del bastión secundario del MJL. También fue detenido en los
operativos de octubre de 1989 y desde entonces hasta noviembre de 1990, se
encontraba en prisión. Su asesinato tras su rescate desde la cárcel marcó el
comienzo de diversos cuestionamientos de Marcela:
… en mi momento, la
caída del Ariel y su asesinato posterior son un hito, porque yo sentí que fue
pura pérdida. O sea, no había manera que yo encontrara que había algún logro de
algo. Fue una pérdida en costo humano súper alta… no me acuerdo si fue al tiro
o poco tiempo después, pero yo me desvinculé del Lautaro estando presa. Porque
mi reflexión era que no estaban los tiempos para esas cosas, para morirse así.
Fue súper… desde un lugar súper humano. Porque además cuando yo caí presa, una
de las primeras reflexiones que hice es que no me quería morir, en lo personal,
entonces tenía súper claro que, si yo salía, no iba a volver a participar de
acciones que tuvieran la posibilidad que me mataran, primero. Y después, cuando
pasó lo del Ariel, yo sentí que habían habido errores
graves, que no podía ser que lo hubieran encontrado donde lo encontraron, que
qué heavy que no hubiera habido una mejor red, como que esas fueron mis
reflexiones y en parte mi proceso.[55]
A partir de entonces, la vida de Marcela se volcó a la
actividad política en la cárcel, si bien no militante, la organización y
convivencia de las presas políticas entregó otras herramientas y elementos que
nutrieron a unas y otras en prisión:
…la vida en prisión
tenía otros acentos, que era la resistencia en la cárcel, reivindicar el lugar
de ser presas políticas, había harto trabajo social en la cárcel y yo no me
marginé de eso. Me marginé de la vida militante, de alguna forma (…) pero cuando
yo caí había harta efervescencia en torno a la cárcel. Entonces –no sé si los
hombres funcionaban igual– nosotras teníamos un colectivo de presas políticas y
desde ahí elaborábamos un actuar conjunto, todas, más allá de tu militancia y creo
que eso fue súper potente dentro de las mujeres que estábamos presas (…) siempre
fue así y en general, más allá de las diferencias políticas, que sí las había, se
podía trabajar juntas (…) fue una cárcel bien activa, no parábamos. Gente iba,
llegaba, visitaban organizaciones internacionales de derechos humanos, había
mucho movimiento. Y estudiábamos, teníamos talleres, clases, cursos, todo el
tiempo había cosas, entonces no te podías ni aburrir, porque si no estabas
estudiando, leyendo, tejiendo, trabajando, estabas haciendo aseo. Porque había
que hacer aseo, mucho aseo (risas).[56]
En efecto, en la sección “cartas al director” de la
opositora revista Análisis, en noviembre de 1988, confirma la existencia de una
coordinadora de presas políticas. Firmada por Valentina Álvarez y Belinda Zubicueta, la carta expresa “Las prisioneras políticas
recluidas en la Cárcel de Santo Domingo queremos una vez más denunciar las
arbitrariedades en que incurre Gendarmería, haciendo así aún más penosa nuestra
condición de vida” y termina haciendo un llamado a todas
“las organizaciones
de derechos humanos, Iglesia, a las organizaciones sociales a velar por la
situación de los Presos Políticos, a pronunciarse por el cese de la represión y
que se haga justicia y por la libertad de los Presos Políticos sin condición ni
exclusión”[57].
En concordancia con el relato de Marcela, a su llegada
a la cárcel en 1989 la Coordinadora de Prisioneras Políticas de la Cárcel de
Santo Domingo ya se encontraba activa, motivo por el cual nuestra entrevistada
señala que efectivamente se incorporó a tales actividades al interior de la
cárcel. Continúa su relato y recuerda:
…nos movilizábamos
harto. Una vez a mí me castigaron porque yo tenía pareja en esa época y nos encontraron
teniendo sexo (…) porque al principio de la cárcel nosotras no teníamos derecho
a venusterio –las mujeres– entonces como éramos confianzudas, las que teníamos
pololo[58]
armamos un lugar en un taller que teníamos, donde recibíamos la visita y ahí
armamos nuestro “rincón del amor”. Y un día estábamos ahí en la visita, yo
estaba con mi pinche[59]
y llegó el jefe de la unidad, se metió hasta donde yo estaba y eso era
castigado y nos castigaron sin visita. Entonces ahí hicimos una toma, para que
se restituyeran las visitas… y todas las cabras jugadas. Después nos dieron las
visitas y después teníamos visitas en las celdas… ¿viste que no nos daban la
libertad? Nos empezaron a dar un montón de facilidades (…) Yo hacía lo que
tenía que hacer por ser parte del colectivo de presas políticas y buena onda,
pero yo me desligué, dejé de militar después que mataron al Ariel.[60]
…y en la
cárcel yo estuve con puras minas power. Las
compañeras con las que estuve presa… creo que el 80% había tenido roles
protagónicos, no eran las esposas de alguien o la pareja de alguien o presa a
propósito de haber prestado ayuda a alguien. Sí las había, pero la mayoría de
las mujeres que estaban, habían sido protagonistas, habían actuado, habían
estado en la primera línea, por decirlo de alguna forma. Pero claro, al final
igual era un factor sorprendente que nosotras fuéramos más metidas o que
tuviéramos roles de mayor responsabilidad o de mayor acción. A los pacos les
sorprendía, yo me acuerdo cuando a mí me detuvieron, que ellos pensaban que una
estaba ahí para acostarse con los hombres. Y te lo decían.[61]
El periodo que Marcela vivió en la cárcel, entre 1989
y 1992, dejó en ella distintas huellas que, por un lado, revalidaron su
accionar militante en el Lautaro, aun cuando dejó de ser parte de la
organización. Por otra parte, también propició la reflexión tardía, probablemente,
producto de las mismas experiencias, de haber sido parte de la resistencia que
enfrentó la dictadura. Ambas variantes sintetizan el legado de su propia
historia de vida:
…después cuando me
emparejé… mi hijo fue planificado. Pero tenía que ver con la historia que
estaba viviendo en ese momento, porque cuando salí, al mes quedé embarazada (…)
bueno, yo quise tenerlo. Pero era en otra, sí, yo estaba enamorada y todo, pero
fue como mi desconexión, como de “no, chao” … hubo muchas cosas que yo no vi
hasta después. Muchas cosas mías y, de hecho, hasta mucho tiempo después. Creo
que una se puso en modo automático y vivió como pudo. Yo nunca me sentí
víctima, pero claramente lo fui. Después vi un montón de cosas que me pasaron
como secuelas de la prisión, mucha dificultad para estar… en la vida. Mucha
culpa de estar viva. Pero todo eso lo vi con los años (…) yo además estudié
psicología, me hice mis terapias, mis cosas, pero hay daños que son súper
profundos que una no alcanza a registrar…[62]
La salida de la cárcel y el intento por hacer una vida
fuera del hilo conductor que trascendió su trayectoria militante, su historia y
que finalmente compone su identidad, fue un proceso complejo para Marcela. Así
lo reconoce en función de su regreso a la cárcel, esta vez en apoyo y
solidaridad con otros presos:
…con los años
empecé a ir a la cárcel de nuevo, a propósito del Kamina
Libre[63]
y como que recuperé algo en mi vida, porque yo me quedé en pelotas sin la
militancia. Había algo estructural que había perdido, porque para mí fue súper
importante. Porque yo soy una mina activista, hoy día puedo decirlo, entonces
como que todos esos años en los que yo quise ser “buena” (risas) y ponerme a estudiar,
armar pareja y no sé… algo mío no estaba, algo que era súper importante… un
sentido de vida. Entonces todo era muy difícil. Después me separé, tuve asuntos
súper graves con el papá de mi hijo… todo fue muy difícil.[64]
Sin duda, las experiencias de vida de Marcela trazan
un camino que no fue casual ni momentáneo. El proceso de SP y las etapas de la
politización y radicalización, adquirieron un sentido claro y formativo en su
vida, a raíz de sus propias vivencias y los elementos que la rodearon y
moldearon su identidad.
El retorno a la democracia que supuso el triunfo del
No y de Aylwin, llevó a que la persecución del Estado contra grupos armados
fuera legitimada por la sociedad, a quien se ofreció el discurso de paz social
y seguridad ciudadana, para lo cual era indispensable despolitizar espacios que
estuvieran por fuera de la esfera gubernamental. Junto con la desarticulación a
nivel orgánico que contribuiría a mostrar una aparente estabilidad política en
el país, los procesos subjetivos de cada individuo también se enfrentaron a un
quiebre respecto de su entera vida militante, quiebres que en ocasiones se han
reparado y nos permiten observar las repercusiones y los aprendizajes:
Cuando se
cumplieron los 40 años del golpe, a mí me quedó la cagada. Porque había mucha
cosa que había quedado sin mirar de ese proceso, de la violencia de haber
vivido en la dictadura, de la experiencia particular de una de haber estado
detenida. Y estuve años con depresión, yo no me di cuenta porque echaba para adelante,
pero me costó mucho…[65]
En el presente, las huellas de esa historia que forjó
y fortaleció la identidad de Marcela, vuelven día a día a su cotidianidad, hoy
desde la vereda del feminismo y, por cierto, a propósito de toda su historia.
Nuevamente, no es azaroso. Señala:
Bueno, a mí la
izquierda me arrojó al feminismo. Yo soy feminista ahora.[66]
…claro, encontré el
feminismo, pero me pasa que… a mí me influenció mucho haber sido del Lautaro,
no lo niego. Es parte de mi estructura, de mi manera de pensar, de cosas que me
definieron. O sea, yo me siento todavía –aunque sea una señora– profundamente antisistémica. Y quizás en el Lautaro en esa época no
hablábamos así, pero yo creo que es mucho la tónica que siguió (…) yo siempre
creí que el Lautaro tenía razón y efectivamente aquí no iba a cambiar nada… y
con los años digo “¡uh, qué visionarios fuimos!” (risas). No estábamos hablando
tonteras, entonces yo siempre estuve sintonizada en esa lógica, como… que al
final era más antisistémica que antidictadura, que
esa era la diferencia yo creo para nosotros… yo de verdad me siento bien lejana
de un montón de posturas de la izquierda hoy…[67]
Hoy tras comprender su propia posición en la historia,
Marcela ha logrado tomar los aprendizajes y el legado de aquella experiencia,
con cada uno de los elementos que la impulsaron a ser quien es y cómo resolver
y enfrentarse a la sociedad:
Yo creo que una se
va transformando, va aprendiendo y vas mirando otras cosas… yo hoy día digo
“qué bueno que soy feminista” porque tengo un lugar. Aunque no tenga una
revolución, pero sí creo que estoy en un lugar que puedo hacer un montón de
cosas y que a mí me transforman.[68]
Ese lugar que Marcela forjó a través de su propia
historia de vida y que aún construye.
Conclusiones
Trazar los hitos de una historia de vida posee una
complejidad mayor de la que se puede percibir a simple vista. Reconocer cuáles
han sido los hitos que marcan una trayectoria y cómo éstos tienen su
repercusión, no sólo en la sociedad, sino en la propia subjetividad militante,
es una labor que se ve enfrentada al conservadurismo objetivista de la Historia.
Como señalamos en un comienzo, incorporar además a la
historia reciente un análisis pendiente de la subjetividad del individuo, como
sujeto activo del proceso social se vuelve un doble desafío cuando acuñamos a
esto la posibilidad de profundizar la dimensión de género. La historia de
Marcela es sólo una de muchas desconocidas que hoy se deben relevar desde la
interseccionalidad, enfrentando los sesgos de los estudios académicos.
Cómo podemos reconocer el rol de las individuas
activas en procesos históricamente vinculados a los hombres es a través de la
oralidad, aunque creemos no es una metodología única ni excluyente, sí es una
herramienta apropiada para conocer esa historia que se ha obviado. También
parece pertinente señalar que el diagnóstico disciplinario para similares
experiencias a lo largo del continente puede compartir bastantes matices y
potenciar el debate y los desafíos para las investigaciones sobre este campo,
pero probablemente una revisión bibliográfica sobre esta discusión requiera un
trabajo por sí solo.
Finalmente, queremos terminar señalando ciertos puntos
desprendidos del caso que hemos presentado y a los que hemos podido llegar a
través de la historia oral. En primer lugar, el proceso de subjetivación
política y la politización en tres tiempos nos permiten reconocer elementos que
rodean la experiencia de las mujeres y, por tanto, cómo su trayectoria es
definida por sí misma a través de su vida. Sin perjuicio de ello, sabemos que
hay casos de vinculación política a través de terceros, sean relaciones
sentimentales, de amistad u otros, pero es necesario complejizar estas
historias. Es probable que haya muchos otros factores aledaños que
posibilitaron las decisiones posteriores.
Por otro lado, investigar desde la perspectiva de
género la experiencia de lucha armada también aporta a conocer otras
dimensiones de las organizaciones guerrilleras, el activo rol de las mujeres o
las tensiones que debieron enfrentar. Por cierto, quedan muchos pendientes. En
este breve trabajo, hemos intentado potenciar la historia oral de vida a partir
del rol de una mujer, pero creemos necesario destacar que las vivencias desde
la diversidad sexual siguen invisibilizadas en esta historia. El estereotipo de
un guerrillero varonil ha permeado en muchas maneras las interpretaciones y
lecturas de la insurgencia latinoamericana, tanto invisibilizando el rol de las
mujeres como también aunando a los hombres bajo una figura de masculinidad,
vinculada a concepciones patriarcales e incluso conservadoras en torno a la
lucha armada.
Por último, la historia oral de vida nos entrega datos
e interpretaciones que han sido relegadas por la Historia en general, como la
participación política de las y los jóvenes, incluso niñas y niños,
reconociendo el potencial influyente de infancia y juventud en la identidad de
vida de quienes marcaron pauta en la historia reciente de la región.
Para el caso de los grupos de lucha armada, este
aporte que nos entrega la oralidad viene a relevar la experiencia de un sector
de la juventud, coincidente en un contexto y cuyo carácter generacional,
probablemente posea muchas similitudes entre sus historias de vida, así como
también las diferencias manifiestas que se hacen síntomas de sus diferentes
devenires. Por tanto, enfrentar este rol a las predisposiciones que hemos
llamado adulto céntricas también nos permite escudriñar la subjetividad política
en aristas que dotan de coherencia las trayectorias militantes y entregan una
interpretación más íntegra de distintos momentos de la historia, parafraseando
a Pozzi, resistiendo y combatiendo todas las injusticias del pasado que aún
puedan persistir.
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ROJAS, Luis, De la rebelión popular a la sublevación imaginada.
Antecedentes de la Historia Política y Militar del Partido Comunista de Chile y
del FPMR (1973-1990), Ed. LOM, Santiago de Chile, 2011.
SALAZAR, Gabriel, La violencia política popular en las “Grandes
Alamedas”. La violencia en Chile 1947-1987 (una perspectiva histórico popular),
Ed. LOM (segunda edición), 2006.
SCOTT, Joan, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”,
en NASH, Mary y James Amelang (Eds.) Historia y género: las mujeres en la Europa
moderna y contemporánea, Alfons el Magnànim,
Valencia, 1990, pp. 23-58.
VIDAURRÁZAGA, Tamara, Mujeres en rojo y negro. Reconstrucción de la
memoria de tres mujeres Miristas, 1971-1990, Ed.
Escaparate, Concepción, 2006.
Fuentes
Partido MAPU, “Mapucistas: con la rebeldía popular la toma de Chile, va!!”,
documento interno. Santiago de Chile, 1983.
“‘OCARIN’ 12 años de vida en Chile de una organización infantil”,
Archivo de Fondos y Colecciones, Museo de la Memoria y Derechos Humanos. En: http://roble.museodelamemoria.cl/index.php/275696;isad.
Disponible en junio de 2020.
“‘La Cuarta’ fotografió segundo a segundo el asalto a los dos bancos”, La
Cuarta, viernes 18 de mayo de 1990.
“Un fantasma llamado mujer revolucionaria”, El Pueblo Rebelde Vencerá,
N°28, año V. Santiago de Chile, octubre de 1989.
“Presas políticas” en sección Cartas al Director,
Revista Análisis, N°252, 7 al 13 de noviembre de 1988.
Entrevistas
MARCELA. Entrevista realizada el 9 de diciembre de 2016 en la ciudad de Santiago
de Chile. Entrevistadora: Javiera Velásquez.
MARCELA. Entrevista realizada el 20 de septiembre de 2017 en la ciudad
de Santiago de Chile. Entrevistadora: Javiera Velásquez.
FECHA DE RECEPCIÓN: 15/05/2020
FECHA DE ACEPTACIÓN: 30/08/2020
[1] Sobre las protestas nacionales, ver BRAVO,
Viviana, Piedras, barricadas y cacerolas. Las jornadas nacionales de protesta.
Chile 1983-1986, Ed. Universidad Alberto Hurtado, 2017; y GARCÉS, Mario y
Gonzalo Delamaza, La explosión de las mayorías.
Protesta nacional 1983-1984, Educación y Comunicaciones, 1985.
[2] Sobre la situación de los partidos
políticos y las protestas, ver SALAZAR, Gabriel, La violencia política popular
en las “Grandes Alamedas”. La violencia en Chile 1947-1987 (una perspectiva
histórico popular), Ed. LOM, 2006.
[3]Si bien la producción sobre las
organizaciones político-militares se encuentra en alza y se ha nutrido
fuertemente durante los últimos años, recomendamos ver GOICOVIC, Igor “El
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la irrupción de la lucha armada
en Chile, 1965-1990, en POZZI, P. y Claudio PÉREZ (eds.) Historia oral e
historia política. Izquierda y lucha armada en América Latina, 1960-1990,
Ed. LOM-UAHC, Santiago de Chile, 2012, pp.159-189; BRAVO, Viviana, ¡Con la
razón y la fuerza, venceremos! La Rebelión Popular y la subjetividad comunista
en los ‘80, Ariadna Ediciones, 2010; ÁLVAREZ, Rolando, Desde las sombras: una
historia de la clandestinidad comunista (1973-1980), Ed. LOM, 2003; ROJAS,
Luis, De la rebelión popular a la sublevación imaginada. Antecedentes de la
Historia Política y Militar del Partido Comunista de Chile y del FPMR
(1973-1990), Ed. LOM, 2011. Sobre el MAPU-Lautaro, veremos más adelante.
[4] DIETRICH, Luisa “La ‘compañera política’:
mujeres militantes y espacios de ‘agencia’ en insurgencias latinoamericanas”,
Colombia Internacional, N°80, Universidad de Los Andes, 2014.
[5] OBERTI, Alejandra “Las Revolucionarias:
militancia, vida cotidiana y afectividad en los setenta”, Edhasa,
Buenos Aires, 2015, p. 17.
[6] OBERTI, Alejandra “Las Revolucionarias…”.
[7] Por citar algunos: OBERTI, Alejandra
“Contarse a sí mismas. La dimensión biográfica en los relatos de mujeres que
participaron en las organizaciones político-militares de los ‘70”, en
CARNOVALE, Vera, Federico Lorenz y Roberto Pittaluga
(eds.) Historia, Memoria y Fuentes Orales,
CEDINCI/Memoria Abierta, Buenos Aires, 2006, pp. 45-62. VIDAURRÁZAGA, Tamara
Mujeres en Rojo y Negro. Reconstrucción de la memoria de tres mujeres Miristas, 1971-1990, Ed. Escaparate, Concepción, 2006.
ROBLES, Javiera “Memorias de la clandestinidad: relatos de la militancia
femenina del Frente Patriótico Manuel Rodríguez” en Revista Nomadías, núm. 19, Santiago de
Chile, 2015, pp. 85-103. NOGUERA, Ana Revoltosas y revolucionarias. Mujeres y
militancia en la Córdoba setentista, Ed. UNC,
Córdoba, 2019.
[8] POZZI, Pablo “Historia oral: repensar la
historia”, en NECOECHEA, Gerardo y Pablo Pozzi (comps.)
Cuéntame cómo fue. Introducción a la
historia oral, Ed. Imago Mundi, Buenos Aires,
2008, p.6.
[9] POZZI, Pablo “Historia oral…” El resaltado
es del original.
[10] POZZI, Pablo “Historia oral…”.
[11] GARCÉS, Mario Tomando su sitio. El
movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970, LOM, Santiago de Chile, 2002,
p. 27.
[12] MOLANO, Alfredo “Historia oral: Melisa,
una mujer de las FARC”, en POZZI, Pablo y Claudio PÉREZ (Eds.) Historia oral e historia política. Izquierda
y lucha armada en América Latina, 1960-1990, LOM, Santiago de Chile, 2012.
[13] NECOECHEA, Gerardo “El proceso de
politización desde una perspectiva de historia oral: militantes de izquierda
latinoamericanos, 1960-1990”, Revista Tempos Históricos, Vol. 17, Brasil, 2013.
[14]MODONESI, Massimo Subalternidad,
antagonismo, autonomía: marxismos y subjetivación política, CLACSO-Prometeo,
Buenos Aires, 2010, p.15.
[15] MODONESI, Massimo Subalternidad, antagonismo,
autonomía… p. 21.
[16] NECOECHEA, Gerardo “El proceso de
politización…”
[17] RAMÍREZ, Franklin “Subjetivación política
y perspectivas del cambio” en MODONESI, Massimo (Coord.) Movimientos subalternos, antagonistas y autónomos en México y América Latina,
UNAM – La Biblioteca, México D.F., 2015.
[18] SCOTT, Joan “El género: una categoría útil
para el análisis histórico”, en NASH, Mary y James AMELANG (Eds.) Historia y género: las mujeres en la Europa
moderna y contemporánea, Alfons el Magnánim,
Valencia, 1990.
[19] JAIVEN, Ana Lau “La historia oral: una
alternativa para estudiar a las mujeres”, en DE GARAY, Graciela (Coord.) La Historia con Micrófono. Textos
introductorios a la historia oral, Instituto Mora, México D.F., 20006.
[20]Partido MAPU “Mapucistas:
con la rebeldía popular la toma de Chile, va!!”,
documento interno, 1983.
[21] Sobre el MAPU, ver MOYANO, Cristina MAPU o
la seducción del poder y la juventud. Los años fundacionales del partido-mito
de nuestra transición (1969 – 1973), Universidad Alberto Hurtado, Santiago de
Chile, 2009; y El MAPU DURANTE LA DICTADURA. Saberes y prácticas políticas para
una microhistoria de la renovación socialista en Chile 1973-1989, Universidad
Alberto Hurtado, Santiago de Chile, 2010.
[22] Sobre la composición orgánica y la
historia del MAPU-Lautaro ver ACEVEDO, Nicolás MAPU-Lautaro, Escaparate,
Concepción, 2012; y “¡¡Fuera Pinochet, Chile Popular!! El MAPU–Lautaro en las
protestas populares (1978-1985)”. También se sugiere el trabajo de FAURÉ,
Eyleen, “Los Locos del Poder. Aproximación histórica a la experiencia del
Movimiento Juvenil Lautaro. (1982-1997)”.
[23] Para más información ver ACEVEDO, Nicolás
“Continuidades en el Chile post-dictatorial: el
accionar del MAPU-Lautaro y la respuesta de la Policía de Investigaciones en el
gobierno de Patricio Aylwin (1990)”, Revista Divergencia, N°2, 2013 y “1988,
Plebiscito Para la Concertación, Guerra Para el MAPU- Lautaro: Lecciones de Dos
Elecciones Opuestas”, Revista Pretérito Imperfecto, N°1, 2012.
[24] MARCELA Entrevista realizada el 09/12/16
en Santiago de Chile. Entrevistadora: Javiera Velásquez.
[25] MARCELA Entrevista realizada el 20/09/17
en Santiago de Chile. Entrevistadora: Javiera Velásquez.
[26] NECOECHEA, Gerardo “El proceso de
politización…” p. 165.
[27] MARCELA Entrevista realizada el 20/09/17…
[28] “‘OCARIN’ 12 años de vida en Chile de una
organización infantil”, Archivo de Fondos y Colecciones, Museo de la Memoria y
Derechos Humanos. En: http://roble.museodelamemoria.cl/index.php/275696;isad.
Disponible en junio de 2020.
[29] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[30]El Caso Calle Conferencia fue una
seguidilla de operaciones de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA),
primera policía política de Pinochet, llevadas a cabo durante 1976, donde
capturaron a once miembros del Comité Central del PC en clandestinidad, tras
haber montado una “ratonera” en una casa de seguridad ubicada en calle
Conferencia, comuna de Estación Central, Santiago de Chile. Según estableció la
investigación, los cuerpos de las dos mujeres y los nueve hombres detenidos
fueron lanzados al mar.
[31] Ronald Wood fue un joven estudiante de 19
años, sin militancia política, asesinado en 1986 por militares en una “Jornada
por la Democracia”, en un reconocido puente de Santiago.
[32] Álvaro Hoppe es un reconocido fotógrafo
chileno que registró importantes momentos clave de la dictadura, como las
protestas nacionales o el masivo funeral del sacerdote francés André Jarlan, asesinado en 1984 por carabineros en una población
de Santiago.
[33] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[34] El Liceo N°4 de Niñas Isaura Dinator de Guzmán, está ubicado hacia el sector poniente de
la comuna de Santiago, en los límites con las comunas Quinta Normal y Estación
Central.
[35] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[36] NECOECHEA, Gerardo “El proceso de
politización…”
[37] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[38] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
El resaltado me pertenece.
[39] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[40] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[41] La Coordinadora de Organizaciones de
Enseñanza Media, COEM fue referente estudiantil de izquierda que existió
durante 1984 y más tarde dio lugar a otra organización estudiantil. Vinculada a
la Juventud Socialista (JS), las Juventudes Comunistas (JJCC), la Izquierda
Cristiana (IC), el MIR, el Lautaro, entre otros.
[42] En Chile, término informal para referirse
a las fiestas.
[43] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[44] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[45] “‘La Cuarta’ fotografió segundo a segundo
el asalto a los dos bancos”, La Cuarta, viernes 18 de mayo de 1990.
[46] Término informal para referirse a la
policía uniformada en Chile.
[47]“Un fantasma llamado mujer revolucionaria”,
El Pueblo Rebelde Vencerá, N°28, año V, octubre de 1989, p. 9.
[48] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
El resaltado me pertenece.
[49] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[50] Su estructura se estableció en MJL, a
través de brigadas que realizaban agitación y propaganda; células del Partido
MAPU, cuya función era de formación y decisiones políticas; y las milicias de
las FRPL, que llevaron a cabo acciones de mayor envergadura de tipo
político-militar.
[51] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[52] NECOECHEA, Gerardo “El proceso de
politización…” p.171.
[53] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[54] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[55] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[56] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[57]Revista Análisis, n°252, 7 al 13 de noviembre de 1988,
p.67.
[58] En Chile, forma de llamar a alguien con
quien se mantiene una relación estable.
[59]En Chile, forma de llamar a alguien con
quien se mantiene una relación informal y/o casual.
[60] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[61] MARCELA. Entrevista realizada el 09/12/16…
[62] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[63] El Kolectivo Kamina Libre (KKL) surgió al interior de la Cárcel de Alta
Seguridad por algunos miembros del Lautaro que terminaron su militancia en la
orgánica, por discrepancias políticas con la Dirección. Su objetivo era lograr
la libertad, alcanzada finalmente en 2003. Una vez libre el último miembro del
KKL, éste se disolvió. Para más información ver SOLAR, Francisco, Resistencia
al interior de la Cárcel de Alta Seguridad: la identidad en el Kolektivo Kamina Libre,
Universidad Academia de Humanismo Cristiano (disponible en línea).
[64] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
El resaltado me pertenece.
[65] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[66] MARCELA. Entrevista realizada el
09/12/16...
[67] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…
[68] MARCELA. Entrevista realizada el 20/09/17…