Una pequeña bitácora. Apuntes para una historia oral de las juventudes

 

A small logbook. Notes for an oral history of youths

 

Laura Luciani

 

Centro Latinoamericano de Investigaciones en Historia Oral,

Universidad Nacional de Rosario,

Investigaciones Socio-históricas Regionales,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

lauluciani@gmail.com

 

              Resumen

 

Este artículo reflexiona sobre los encuentros (y desencuentros) entre la historia oral y la historia de las juventudes en Argentina. Campo nuevo, incipiente, pero en expansión, los estudios de las juventudes se han valido de diversas estrategias metodológicas que permiten construir un espacio de transdiciplinareidad. Las investigaciones existentes evidencian la clara tendencia al estudio de procesos históricos recientes, no obstante, el uso de las entrevistas ha sido una herramienta posible, aunque no siempre utilizada. Ello ha derivado en que la incorporación de la historia oral para la investigación en la historia de las juventudes no se constituyera en agenda relevante.  El siguiente artículo tiene como objetivo señalar algunos problemas y potencialidades en el vínculo entre ambas a partir de la propia experiencia como entrevistadora.

Palabras claves: juventudes, historia oral, historia reciente, movimiento estudiantil.

 

               Abstract

 

This article discusses the encounters (and disagreements) between oral history and the history of youth in Argentina. New field, incipient but expanding, youth studies has used various methodological strategies that allow building in a space of transdisciplinarity. The investigations show the clear tendency to studies to the  recent historical processes, however, the use of interviews has been a possible tool, although not always used. This has resulted in what the incorporation of oral history and for the investigation of problems in the history of youths not becoming a relevant agenda. The following article aims to point out some problems and potentialities in the link between the two based on your experience as an interviewer.

Keywords: Human Rights Archives, Testimony, Memory, Politics, Chile.

 

 

Introducción

 

Las reflexiones en torno a la historia oral han delineado algunos caminos generales para pensarla como estrategia metodológica, como apuesta narrativa o subdisciplina, que permiten identificar sus aportes a la historia.[1] Asimismo su incorporación como parte del oficio ha permitido ampliar los interrogantes, o mejor dicho, abrir caminos a diversas formas de acercamiento a los procesos sociales recientes o las memorias de esos pasados. Ello constituye una de las marcas centrales de la historia oral en Argentina, su vínculo estrecho con los inicios de la historia reciente.[2] No obstante, esa relación no implica la sinonimia entre ambas ya que muchas investigaciones que abordan problemáticas recientes se han desarrollado sin incorporar testimonios. En esa línea el siguiente artículo pretende explorar, desde la propia experiencia (porque si algo otorga el trabajo con fuentes orales es experiencia, acumulativa y en ocasiones transmisible) para pensar los cruces y aportes mutuos en los estudios de historia oral y juventudes.

La propuesta que acerco pretende ser un llamado de alerta que se construye a partir de una línea curva, en ocasiones concéntrica, sobre temas y problemas que han guiado mi práctica disciplinar en los últimos años a partir del trabajo con entrevistas. Las reflexiones y análisis que se proponen aquí forman parte de indagaciones surgidas al calor de diversas investigaciones para las cuales he entrevistado a personas respecto de diversas temáticas, fundamentalmente centradas en sus experiencias vitales en torno al mundo estudiantil,  espacios de ocio, militancia política en ámbitos juveniles (en agrupaciones de base de organizaciones políticas y político-militares), participantes de proyectos estatales destinados a estudiantes y/o jóvenes, entre mediados de los años sesenta y mediados de los años ochenta. Allí hay una deliberada selección de los y las entrevistadas a partir de momentos de su cronología que socialmente son asumidas como los años de juventud y a partir de su relación con espacios y ámbitos generalmente considerados juveniles.

El artículo no es una receta ni una cartografía. Podríamos imaginarlo más bien como una pequeña bitácora, un diario que recoge experiencias surgidas a partir del diálogo en el marco de las entrevistas, que esboza los vínculos tejidos entre la historia de las juventudes y la historia oral en un recorrido personal que puede guiar futuros derroteros. En esa línea la propuesta no pretende abonar un camino unilateral sino abrir a una lectura dialógica entre la historia oral y la historia de las juventudes. Es decir que la historia oral como estrategia metodológica puede potenciar iniciativas en la historia de las juventudes pero al mismo tiempo estos estudios también habilitan algunas reflexiones que pueden ser insumo para historiadores/as orales que no necesariamente están construyendo sus análisis en clave generacional. Con este objetivo doble el presente artículo señala un breve recorrido de los estudios sobre juventudes en Argentina y sus aportes para abrevar posteriormente en un análisis realizado a partir de las propias experiencias de entrevistas y los relatos que he ido recogiendo a lo largo de la última década.

 

Hacia una historia de las juventudes en Argentina

 

Las historiografías de argentina y de países europeos respecto de la historia de juventudes evidencian una notable diferencia en sus recorridos. Mientras que en el viejo continente es un campo ya consolidado y amplio, aquí se verifica un significativo impulso, en claro crecimiento, pero a la vez fragmentario y en vías de consolidación. Los fundamentos de este interés reciente por historizar las juventudes devienen de cruces entre producción académica, recuperación de narrativas conmemorativas, memorias y la visibilidad adquirida por jóvenes en procesos de movilización actual.

Ponderamos en primer lugar que en los inicios del siglo XXI las lecturas generacionales se resignificaron producto de la emergente participación política de jóvenes en experiencias como #yosoy132, #indignados, #lesjovenes o su participación en movimientos sociopolíticos nacionales, de movilización estudiantil donde sin dudas un referente de la última década la constituye los y las estudiantes en Chile y la muy significativa incorporación de las jóvenes en movimientos de mujeres y feministas. Experiencias que, por otra parte, evidencian nuevas formas de pensar la política y las modalidades de movilización social a partir del uso y apropiación de tecnologías y nuevas formas de territorialización de la protesta pero que reabrieron las preguntas en torno a las experiencias de acción y participación juvenil.[3]

En paralelo a este proceso, se destaca en los últimos dos años la profusión y visibilización por diversos medios de las narrativas de memorias sobre la participación estudiantil en la Argentina reciente. Las conmemoraciones a 50 años de los procesos de movilización social emergentes que pusieron a estudiantes y obreros en el centro de la historia mundial y nacional agitaron una relectura creativa sobre las movilizaciones juveniles y estudiantiles que habilitan nuevos enfoques.

Vale señalar que los estudios sobre movimientos estudiantiles en Argentina ya constituyen un ámbito consolidado producto de investigaciones colectivas e individuales. No obstante, los enfoques desarrollados se alejan de las claves generacionales y las definiciones que se han planteado desde los estudios de juventudes tanto a nivel local como trasnacional, por lo cual el desarrollo y consolidación de ese espacio tangencialmente influyó en el crecimiento de los estudios juveniles. Con ello no pretendemos minimizar sus aportes en torno a algunas coyunturas específicas donde la movilización de jóvenes estudiantes universitarios/as ha sido significativa sino los recorridos diferentes que ha planteado. [4]

Por último, consideramos que los avances en la investigación académica a nivel trasnacional tuvieron cierta influencia en los estudios locales. Ya hace unas décadas las investigaciones han planteado la importancia de los y las jóvenes como actores centrales en la coyuntura de posguerra a nivel mundial[5]  pero en Argentina este énfasis adquirió relevancia solo en la última década. En este sentido la recuperación de algunas problemáticas en clave de los estudios de juventudes ha permitido abrir el interrogante sobre las experiencias juveniles en general y estudiantiles en particular tanto en el presente como en el pasado reciente.  Asimismo, la consolidación de los estudios de historia reciente sobre los años sesenta/setenta y fundamentalmente las investigaciones orientadas a los cambios socio culturales en esas décadas se enfocaron en las prácticas juveniles y temas concomitantes, como familia, consumos culturales y relaciones de pareja. Al mismo tiempo los estudios sobre militancia en los años sesenta y setenta, aún sin abonar en tesis explicativas respecto de su participación, señalan casi hasta el cansancio el carácter juvenil de los y las militantes de las organizaciones político militares y sus agrupaciones de base asumiendo que esa década fue juvenil y contestataria.[6]

Asimismo, estos recorridos tuvieron algunos impulsos significativos a partir de espacios, grupos e investigaciones individuales que abonaron el crecimiento de los estudios sobre juventudes en las ciencias sociales.[7] El particular crecimiento de exploraciones en torno a la temática ha permitido debatir incluso si ya hay un punto de saturación o agotamiento de la problemática. Sin embargo, estos interrogantes pierden sentido si los realizamos en torno a la disciplina histórica donde –como ya señalamos- este avance es más lento y fragmentario.[8] Con todo ello, no podemos dejar de enumerar algunos nudos claves en la agenda del estudio de las juventudes en Argentina que merecen ser destacados. En primer lugar, ha abrevado en asumir la definición y redefinición de las juventudes (en plural) como construcción social, cultural, política y relacional en las sociedades contemporáneas que impone entender en una trama dialógica políticas y experiencias juveniles así como la recuperación del concepto de generación que habilita lecturas de ciertas tendencias, procesos y experiencias de cambio.[9]

Sobre estas bases, los estudios sobre juventudes en Argentina exhiben una gran persistencia en la investigación sobre coyunturas específicas de la historia reciente, en tanto irrumpen como momentos en los cuales las claves generacionales asumen una mayor visibilidad y los y las jóvenes emergen como sujetos relevantes de esos procesos sociales. Ello permite comprender por qué las décadas del sesenta y del ochenta surgen como los períodos sobre los cuales se verifican centralmente los primeros núcleos investigativos de la temática y son más intermitentes las referencias a otros períodos de la historia argentina.

Es evidente que los años de la posguerra, y un poco más tardíamente en Argentina (y América Latina en general) los contornos de determinadas juventudes, se definieron enlazando prácticas de consumo, de mercado, cultural, ampliación de espacios de ocio y educación en sectores medios y trabajadores. Ese proceso sociocultural se anudó a aceleradas experiencias políticas contestatarias (en su mayoría), que cuestionaban el orden imperante, creando espacios para el disenso y la confrontación, espacios en los cuales los y las jóvenes también se definían como sujetos políticos visibles.[10]  Asimismo es posible señalar que hacia los años ochenta y en el contexto de transición democrática convergieron una activa participación política de los y las jóvenes, experiencias culturales específicas y la solidificación de ciertas políticas de estado direccionadas a este sector de la población. Ello nos permite entender por qué esa década es también un momento diáfano en la construcción de juventudes en términos institucionales, políticos, culturales y de mayor visibilidad de los y las jóvenes aunque con horizontes representativos y experienciales muy diferentes a las visualizadas en los sesenta/setenta.[11] Otro momento clave para el abordaje de las juventudes se centró en los inicios del siglo XXI, en tanto se evidencia allí la recuperación de la clave generacional como proceso de construcción de la subjetividad política de muchos y muchas jóvenes. En esa línea un conjunto de trabajos abrevan en pensar las nuevas expresiones militantes y las experiencias de movilización juveniles emergentes luego de la crisis del 2001.[12]

La referencia que hacemos permite ponderar dos cuestiones. En primer lugar, que hay una estrecha relación entre los contextos que habilitaron la mirada sobre prácticas juveniles y la investigación académica. En segundo lugar que los periodos a los cuales se direccionaron la mayoría de las investigaciones se centraron en momentos en que los y las jóvenes irrumpen con dinámicas propias en diversos ámbitos siendo escasas las indagaciones en torno a juventudes en aquellos períodos en que sus prácticas tienden a ser menos estridentes, lo cual advierte la intermitencia con la cuales “entran y salen” de la historia que construimos.

Sin dudas hay tópicos que se definen centrales, no obstante considero necesario revisitar algunas de las lecturas realizadas no ya para constatar los amplios arcos de investigación que se encuentran en claro desarrollo sino para abrir nuevos interrogantes, problemas que nos ayuden a construir una historia de las juventudes en Argentina, continua y sistemática. En esa línea, un primer problema supone deconstruir gran parte de las periodizaciones que se plantearon y abrir la mirada hacia aquellos contextos opacos, menos visibles, donde las experiencias juveniles no adquieren la fama de la prensa, de los discursos políticos, de las preocupaciones urgentes de la agenda social y política. Junto con ello es necesario revisar la periodización más habitual ya que nos ha limitado a la hora de asumir una mirada de más largo alcance que incluya a las juventudes desde principios del siglo XX.[13] Es posible pensar que esta ausencia deviene de una historiografía que se ha centrado en la posguerra (periodización que a priori muchos hemos validado a lo largo de estos años), en momento de consolidación de una representación específica del sujeto joven que mantenemos hasta la actualidad e impide evidenciar las representaciones de juventudes por fuera de esos esquemas.

La incidencia de algunos supuestos en torno al ser joven también ha obturado un análisis más problemático y complejo. Sin dudas gran parte de las investigaciones se han establecido (asumidas o no) en los estudios sobre espacios urbanos y en escasa o nula medida se ha esforzado por pensar experiencias por fuera de ellos, inclusive fuera de las grandes ciudades. Por otro lado, aún cuando hay una manifiesta intencionalidad hacia la interseccionalidad que repiense el cruce entre juventudes género, etnia y clase -y en muchos casos ese esfuerzo rinde frutos- urge afianzar esos caminos. Especialmente porque la construcción de representaciones y discursos políticos en torno a una juventud predeterminada contaminan y direccionan las miradas hacia un sujeto específico.

Todo ello evidencia que aún con pasos firmes los estudios históricos sobre juventudes tienen un largo trecho por transitar y las estrategias metodológicas para desarrollarlos deben ser repensadas para imaginar nuevos territorios de investigación. En esa línea, los cruces entre juventudes e historia oral plantean un recorrido posible.

 

Historia Oral e Historia de las juventudes como campos simbióticos

 

Las investigaciones sobre juventudes en Argentina que hemos mencionado nos revelan que las herramientas de la historia oral se constituyen en general como un insumo metodológico intermitente, escasamente valorado o explorado teóricamente. Vale decir, que en líneas generales las investigaciones desarrolladas sobre juventudes aún cuando refieren a procesos sociales más bien recientes no se desarrollaron exclusivamente sobre el trabajo de entrevistas ni han ponderado los aportes que la historia oral puede proveerle.[14] Al mismo tiempo consideramos que la historia oral como apuesta historiográfica puede enriquecerse de lecturas que los estudios sobre juventudes han propuesto. En este sentido sostenemos que es posible pensarlas como campos en simbiosis. Asumir un concepto ajeno a las ciencias sociales suele tener mala prensa, pero por definición (mínima) simbiosis es la asociación íntima entre especies diferentes cuya relación las beneficia mutuamente en su desarrollo vital y esa idea me permite metaforizar el modo en que concibo las potencialidades de ambas.

Si partimos de un lugar común, podríamos sostener algunas de las premisas generales que se han planteado para incorporar la historia oral como estrategia metodológica en las investigaciones. Allí un cúmulo de referencias se convocan. La historia oral como historia desde abajo, de los que no tienen voz, premisas que ya han sido revisitadas y cuestionadas por quienes la practican porque en definitiva los de abajo siempre han tenido historia y voz, aun cuando no siempre ha sido escuchada. Asimismo, las fuentes documentales estatales, han hablado a través de diversos dispositivos de los sectores subalternos, en todo caso, podemos argumentar que su voz ha estado mediada por las instituciones.

Si pensamos específicamente en los estudios de juventudes, asumir que quienes son referenciados en tanto jóvenes no tienen voz es un tanto problemático porque construimos de hecho un conjunto homogéneo que no diferencia a partir de otras variables que son centrales para pensar las formas de construcción de juventudes: clase y género (y probablemente debiésemos incorporar algunas más) y habilitan a construir juventudes múltiples que densifican los estudios históricos. Podríamos pensar, en todo caso, que la historia oral da lugar a las diversas experiencias cuando difícilmente son dimensionadas en toda su riqueza por los documentos escritos. La historia oral habilita la indagación de algunos aspectos centrales en la vida personal y las acciones colectivas que surgen a partir del despliegue de políticas estatales, experiencias culturales, pero también a aspectos de la vida cotidiana, familiar, escolar, universitaria o respecto de construcciones identitarias, participación política y movilizaciones. Es decir abre caminos para el estudio de dinámicas de socialización y participación juvenil.

Pero más allá de estas apuestas más generales su mayor contribución refiere a aspectos centrales en la configuración de las representaciones de juventudes en los sujetos mismos. Esto quiere decir que, si partimos de pensar a la juventud como una construcción sociocultural, dinámica, cambiante, relacional, las formas en que los y las entrevistadas nos cuentan “su juventud” a través de anécdotas, recuerdos revelan mucho más sobre sus formas de concebir qué es ser joven, una construcción imaginada que debe ser desenlazada a partir de las entrevistas y su análisis.

“¿Qué hacías cuando eras joven?” es una pregunta frecuente que en algún momento del diálogo puede surgir. Y las respuestas se traman en un inestable equilibrio entre aquello que consideran sus años juveniles, los modos de concebir a las juventudes en general en el contexto actual de los entrevistados/as y las cargas de sentidos sobre esa coyuntura histórica sobre la cual enlaza sus recuerdos. Un difícil equilibrio donde las definiciones de juventud no son estáticas sino móviles y complejas. Por eso realizar esa pregunta supone indagar en territorios mucho más extensos que aquellos de los cuales el o la entrevistada nos narran (y los y las entrevistadoras preguntamos).

Ya las y los historiadores orales nos han alertado sobre el relato como autorrepresentación y la necesidad de recurrir al género literario para comprender los modos en que cada persona legitima ante sí y los demás su propia historia.[15] Así, el modo en que pretendemos objetivar nuestra experiencia de vida hilvana sentidos construidos desde la identidad actual, ubicándonos en roles específicos que tiene variantes según el momento o la persona a quien (o frente a quienes) se narra. En esa línea es posible pensar que los modos en que cada sujeto cuenta su experiencia de juventud también aluden a ciertas representaciones que asumen modos específicos de narrarlas. 

En una apuesta tentativa para indagar este aspecto propongo retomar los llamados mitos en torno a la juventud que planteara ya en un clásico libro Cecilia Braslavsky. La autora sostiene que suele representarse a jóvenes en un conjunto monocromático surgiendo tres estereotipos: la juventud dorada, la juventud blanca y la juventud gris. La primera hace referencia a la identificación de jóvenes como sujetos despreocupados/privilegiados que asumen ese como un pleno tiempo de “moratoria social”; la segunda a la asunción de jóvenes como redentores de la sociedad y la juventud gris, identifica a jóvenes como depositarios de los males sociales.[16] Estos mitos que hegemonizan las representaciones sociales en torno a las juventudes suelen permear las construcciones narrativas de las personas entrevistadas cuando buscan definir los contornos de su propia experiencia juvenil, asumiendo en general una fusión en diversos grados entre juventud dorada y blanca, es decir la juventud como cambio social o época feliz.

En general estas asociaciones suelen frecuentar en parte los relatos de los y las entrevistadas cuando partimos de la pregunta sobre sus años de juventud que se asocian inmediatamente a determinadas anécdotas y recuerdos y se reafirman de un modo peculiar cuando derivan de las historias narradas por quienes además abrazaron muy tempranamente la militancia política. En las entrevistas que realizadas a quienes tuvieron militancia estudiantil secundaria y/o universitaria en los años sesenta/setenta surge rápidamente algunas de estas representaciones. Ello deriva en parte de la general asociación entre juventud/militancia/cambio social que asumen las lecturas sobre aquel período. Al mismo tiempo debe constatarse que para muchos y muchas entrevistadas, militantes jóvenes entonces, esos constituyeron los mejores años de su vida. En ese sentido la construcción a partir de preguntas generales sobre su juventud tienden a llevar el escenario hacia la militancia política y/o el espacio en donde ella se territorializó.[17]

La síntesis militancia/ juventud asume un rol preponderante donde una y otra se solapan constantemente, donde las anécdotas aluden al universo de la militancia casi en exclusivo. Al mismo tiempo, esa narrativa se pone en tensión cuando se integran al relato otros aspectos generalmente configurativos del universo joven. Por ello es posible advertir que la militancia como espacio choca/redefine y fusiona los consumos culturales segmentados hacia una población específica, advirtiendo los contornos (porosos en ocasiones) de una cultura juvenil militante. Al mismo tiempo la sinonimia entre militancia y juventud, entre juventud y cambio social o juventud como tempo feliz también forman parte de las cargas de sentidos de los y las entrevistadoras, impidiendo pensar juventudes más complejas y dinámicas.

En ocasiones cuando realizo entrevistas sobre experiencias juveniles en otros contextos históricos esta asociación no asume las mismas variantes y marca algunas diferencias. Por ello las veces que he planteado la misma pregunta a quienes se definieron como jóvenes militantes actuando en la última dictadura militar, las respuestas, los modos en que se construyeron variaron ya fuera porque la militancia no se asumió desde el lugar de juventud blanca o dorada, ya que su práctica política estaba mediada por la proscripción o la cárcel legal o ilegal. Al mismo tiempo, para quienes no fueron militantes las respuestas a la pregunta tiende a construir dos lecturas en ocasiones disociadas, sobre espacios y consumos segmentados, o sobre la anulación de experiencias juveniles en dictadura. El acercamiento a estos mitos nos permite pensar que las formas en que los y las entrevistadas asumen la narración de “sus años jóvenes” construye no sólo cierto simbolismo sobre los modos de pensar las juventudes sino también de construir una narrativa sobre los cimientos de sus propias identidades y sus experiencias particulares que ponderan y resignifican determinadas prácticas y sentidos con los cuales asocian al universo juvenil.

He advertido que en ocasiones los relatos se asumen en forma diferenciada cuando lo hacen desde el territorio juvenil, asentando sus narrativas en lo que llamaré simbólicamente el lugar inimputable de “cosa de chicos/as”. Cuando desarrollé por ejemplo mi investigación sobre las experiencias juveniles en el proyecto Argentinos! Marchemos hacia las fronteras realicé entrevistas a varones y mujeres que participaron de la experiencia.

El proyecto creado por Gendarmería y organizado desde el Ministerio de Educación supuso el traslado de jóvenes estudiantes secundarios y/o terciarios a ciudades de fronteras.[18] En mi investigación entrevisté a un conjunto de jóvenes varones de una Nacional 1 de Rosario que participaron de la experiencia, y también a quien entonces fuera una profesora de 21 años de la Escuela Nacional de Títeres que formó parte de otro grupo participante de esa institución.[19] Los modos de acceder a las entrevistas y los relatos de las experiencias difirieron significativamente en uno y otro caso. Quienes fueron estudiantes secundarios y tenían en ese entonces entre 16 y 17 años, no mostraron muchas dificultades a la hora de organizar el encuentro y la entrevista fluyó contando en parte la experiencia, inclusive respecto de la relación con los gendarmes y las lecturas que en la actualidad hacían de aquel suceso. Era una experiencia más que habían tenido como estudiantes y jóvenes y las motivaciones personales sobre la participación variaban entre el interés turístico, mejorar las notas, ayudar o gusto por el proyecto.

No obstante, cuando la entrevista se direccionó hacia la profesora los derroteros fueron más sinuosos. En principio la dificultad por acceder a la entrevista, alegando diversos motivos ajenos al hecho mismo que íbamos a hablar (oportunamente aclaré mi tema de investigación, juventudes en dictadura y específicamente que quería hablar sobre el proyecto de Gendarmería). Luego de varias posposiciones llegué a la entrevista y el modo en que se desarrolló marcó también ciertas diferencias. La primera parte de su relato estuvo dedicada a explicar y fundamentar su participación en Argentinos! Marchemos hacia las fronteras. La fundamentación se construyó en base a diversos ejes: una profesora joven, recién recibida, de un pueblo de Entre Ríos que desconocía las dinámicas institucionales de la escuela y por no participar de algunas actividades fue castigada por la dirección de la escuela obligándola a formar parte del proyecto. La otra fundamentación que surgió planteaba la necesidad de repensar que lugar ocupaba Gendarmería y los lugares de frontera en su vida, ya que era oriunda de la provincia de Entre Ríos y el contacto con los uniformados parte de su vida cotidiana.

Estas explicaciones intentaban poner en otro plano su participación. La pregunta que debemos hacernos en este caso es ¿por qué aquellos estudiantes de apenas unos años menos no narraban sus experiencias en términos de justificación y nuestra entrevistada sí? En esa línea es posible pensar que el rol de cada uno en el proyecto, una como docente (adulto) y otros como estudiantes (jóvenes) marcaban diferencias en el modo de autopercibirse frente a Gendarmería y su propuesta. La concepción de que su condición de adulta (que constantemente tensaba en su relato con la imagen de la profesora joven recién recibida) la obligaba a explicitar los motivos por los cuales participó de una iniciativa desarrollada en dictadura por una institución militar. La preocupación estribaba en no ser concebida como quien manifiesta apoyos, consenso o colaboración con la dictadura. Ello no se evidenciaba en el resto de las entrevistas en las cuales quienes narraban lo hacían asumiendo su lugar de joven ajeno al mundo adulto, por lo cual la participación no necesitaba de fundamentos.

En una perspectiva similar podrían considerarse otras entrevistas. Tomo por ejemplo las realizadas a estudiantes del Liceo Militar Aeronáutico, una escuela de la Armada que fue creada en 1979 y que abrió sus puertas un año después, en dictadura. En ese caso entrevisté a dos varones de la primera promoción del liceo que iniciaron sus estudios en dictadura y culminaron ya en democracia. En ambos, las narrativas sobre el liceo militar estaban asentadas en definir a esta como institución educativa, mucho menos asociada a la dictadura y a la Fuerza Armada que la creó y más al compañerismo y relatos que normalizaban la experiencia estudiantil en contexto dictatorial, homologándola a la de otros y otras jóvenes escolarizadxs. No obstante, una anécdota rompe esa monotonía -sin interrumpirla completamente- cuando uno de ellos relata:

 

“Tenía un plus extra. Porque a mí después del final, después de la guerra de Malvinas, te acordás que hubo mucha… en contra de los militares todo eso y vos tenés, nosotros usábamos uniforme para ir, para venir, en la calle y todas las cosas. A mí me daba, no te digo vergüenza pero cierta cosita…

-Miedo a que la gente te dijera algo?

-Sí te dijera, algo te cargaban todo, pero en realidad…

-¿Y te decían algo?

-Sí. Milico de mierda qué sé yo. Pero yo en realidad, yo no iba a ningún lado. No es que vos salís con el uniforme. Siempre venía a mi casa, iba, venía (…)

-pero daba un poco…?

Sí, Pero no era algo que me traumara (…) no era algo que me marcó”.[20]

 

Si bien ya he señalado diversas maneras de interpretar estas entrevistas[21], me parece sugerente preguntarnos por qué esa relación con la institución militar se presenta como menos traumática o compleja en los recuerdos y no derivan en una preocupación sobres temas nodales a la hora de pensar las Fuerzas Armadas en dictadura, la represión y/o los posicionamientos sociales hacia ellas ya en democracia o inclusive en la actualidad. En este sentido es interesante el señalamiento del liceo como escuela, más asociado a lo juvenil que a la institución militar, disociada de ella. Los entrevistados insistieron permanentemente en la idea de que sus prácticas eran ajenas las Fuerzas Armadas y ajenas a la dictadura misma, como jóvenes no contaminados, diferenciados del mundo adulto, y por tanto, escindidos del contexto histórico. 

Al retomar estos casos no queremos impugnar o validar esas experiencias, sino que nos proponemos advertir que ellas son narradas a partir de determinados criterios de adultez/juventud donde se normalizan sus acciones. Criterios que legitiman las decisiones tomadas y al mismo tiempo les permite aceptar de buen grado o postergar una entrevista. Así, cuando las decisiones, comportamientos y prácticas se asocian al universo joven, resulta menos dramático expresarlas en tanto es “cosa de chicos/as” y por tanto más sencillo de narrar.  Pero en cuanto estas prácticas derivan de aquello que al momento de la entrevista identifican como parte de su vida adulta, las necesidades de fundamentar esos derroteros se convierten en el eje central sobre el cual de desarrolla el encuentro.

Lo señalado hasta aquí obliga al menos a distinguir una señal de alerta. Las investigaciones a las que nos remitimos refieren a procesos sociales que ya tienen más de tres o cuatro décadas y por tanto las entrevistas son a personas que viven una experiencia diferente en términos cronológicos y se asumen desde un lugar de adultos. Ahora bien, es posible pensar que si las entrevistas las remitimos a personas cuya franja etaria es más cercana a aquello que identifican como sus años juveniles, las concepciones de ese como un territorio de “cosa de chicos/as” probablemente adquiera menos carácter frente a otros modos de argumentar y posicionar sus decisiones.

Más allá de estas formas de autorrepresentación que pueden surgir a través de las entrevistas en forma intermitente -y que ayudan a quien narra su historia a posicionarse frente a quien lo entrevista- las lecturas en claves de estudios de juventudes también potencian las investigaciones en otros aspectos. La vida y experiencia personal junto a las relaciones intergeneracionales y parentales son territorios poco explorados, generalmente soslayados en las entrevistas ya que no constituyen, en general, un aspecto central de los relatos que recogemos. No obstante, esa despreocupación por estos aspectos deviene en parte del hecho de que tendemos a pensar las entrevistas en diálogo con un adulto o adulta cuyos relatos también suelen ser asumidos (tanto por quien habla como quien escucha) en clave adulta, aún cuando hablan de procesos pasados. Asimismo, algunos ámbitos de la vida en clave juvenil también son soslayados en el diálogo ya que solemos asumir las experiencias juveniles a partir de determinados aspectos como los espacios de ocio, la escuela y mucho menos sobre experiencias familiares, o experiencias laborales que marcan fronteras más complejas a la hora de definir ese universo.

Para ser más precisa, en ocasiones las indagaciones suelen obviar las especificidades que hacen a las experiencias de juventudes, sus propias dinámicas, soslayadas por nuestras preguntas. Un ejemplo puede iluminar algunos de los aspectos que estamos planteando. Vuelvo sobre algunos problemas que ya he señalado a partir de mis propias investigaciones, específicamente a la hora de indagar sobre las experiencias en agrupaciones políticas en los y las jóvenes. En general, los interrogantes en torno a la construcción de las identidades militantes si bien retoman algunos aspectos de la vida familiar, fundamentalmente cuando trazan una historia de vida, lo hacen en torno a las adscripciones políticas de padres y madres para identificar puntos de reconocimiento o ruptura de tradiciones (algo que suele emerger sin necesidad de preguntas en las entrevistas). En menor medida se enriquecen esas narrativas incorporando las tensiones intergeneracionales que la adscripción política y militante imprimió en las vidas de los y las entrevistadas y en general suele asumirse como una decisión individual y adulta, exenta de tensiones y conflictos parentales. Cuando las entrevistas las realizamos a personas que muy tempranamente iniciaron su militancia, que aún vivían en la casa de sus padres y madres, su propia definición política estaba permeada también por las nociones y definiciones familiares en torno a los y las jóvenes y los límites a sus acciones.

Los pasajes de algunas entrevistas que fui realizando me permiten ponderar estas cuestiones. En algunos casos la militancia expresa un punto de tensión al interior de la familia que deriva el ocultamiento a los padres o lo conflictivo de las relaciones, mientras que en otros pareciera ser parte aceptada como un aspecto de la propia experiencia de hijos e hijas generando menores tensiones a la vida familiar. Así los relatos cruzan horizontes diversos y mientras algunas personas entrevistadas iniciaron su militancia a los 14 años confrontando a su familia, otras lo ocultaron y hubo quienes la configuraron en las tradiciones familiares, es decir lo hicieron con el conocimiento, aceptación y no sin ciertas prevenciones de resguardo. Estos relatos permiten ponderar las dificultades en la militancia, las tensiones entre familiares, el ocultamiento de las propias posiciones políticas que no solo evidencian contextos de clandestinidad sino las particulares experiencias y relaciones con padres y madres. La incorporación de la clave generacional en todas estas lecturas permite deconstruir la idea de una militancia que asumimos como decisiones de sujetos adultos y habilitan las reflexiones en relación a los entornos no solo militantes sino extramilitantes, familiares y de amistades inclusive.

Otros aspectos donde la relación entre historia oral y estudios sobre juventudes pueden echar luz refiere a la comprensión de diversas experiencias juveniles incorporando las variables clase, género así como los análisis en las relaciones entre pares y las experiencias de diversas cohortes juveniles. En las entrevistas que fui desarrollando estos aspectos surgen con más o menos énfasis destacando cómo lo juvenil adquiere sentidos diversos y se convierte en el ordenador de los recuerdos o en aspectos más periféricos según se narre la propia historia. No es casual que para quienes trabajaban los espacios de socialización asociados a lo juvenil parecían ajenos a la propia experiencia. Así Gloria que trabajaba en un taller textil cuando inició la escuela secundaria a sus 13 años, señalaba que incluso los vínculos con compañeros de estudios estaban limitados por esa experiencia

 

“porque era de clase trabajadora, los chicos trabajaban, todos trabajaban o por lo menos… no todos no, pero la gran mayoría trabajaba [refiere a estudiantes del turno nocturno]. Entonces el mundo estudiantil era diferente, diferente al resto digamos de turnos diurnos en cualquier escuela y diferente no solamente porque no había tiempo (…) porque solo el hecho de trabajar, de entrar en el mercado laboral obviamente la mentalidad es distinta”.[22]

 

Asimismo en las investigaciones en torno a la militancia, algunas derivas interesantes han surgido de los trabajos que en perspectiva de género introdujeron lecturas respecto de la participación de las mujeres, fundamentalmente las organizaciones armadas, sus vínculos de pareja o la maternidad.[23] No obstante considero que una lectura en clave generacional permitiría incorporar algunos matices respecto de cómo esas problemáticas también se traman en las cronologías vitales y las representaciones sociales sobre ellas. Las entrevistas a quienes iniciaron su militancia ya en la escuela secundaria en los setenta atravesando experiencias muy diversas me ha permitido advertir en forma incipiente narrativas que abordan aspectos poco explorados como las relaciones sexuales, las concepciones de virginidad en varones y mujeres,[24] las tramas entre relaciones de pareja, vida familiar y las amistades dentro y fuera del espacio militante. Estos temas complejizan la lectura en torno a un proceso de radicalización política en una sociedad que transita entre estereotipos diversos y en ocasiones antagónicos en torno a los y las jóvenes, sexualidad, matrimonio, los consumos culturales, las relaciones familiares, etc. Al mismo tiempo habilita matices y complejidades en la interacción entre subgeneraciones militantes que comparten un núcleo de preocupaciones, pero cuyas experiencias vitales se diferencian significativamente. Laura, militante estudiantil a principios de los años setenta y presa política durante la última dictadura militar nos relata respecto de las diferentes experiencias en torno a la sexualidad dentro del mundo militante:

 

 “Nosotras hicimos una encuesta, te voy a contar, en la cana (…) hicimos una encuesta para ver en qué año, a qué edad habían perdido la virginidad (…)

(entrevistadora): Las chicas… porque estaban…

(entrevistada): Claro, en Devoto, donde estábamos las mujeres (…) Las pusimos… como se llama… (…) las clasificamos. Y las más pendejas éramos las que habíamos perdido la virginidad más pendejas y en los lugares más inhabituales, que sé yo parques, plazas... A medida que iban pasando, eran más grandes… pasando los 18 y eso.”[25]

 

En este punto y más allá de lo certero de los datos es interesante como ellas consignaban en ese espacio las diferencias generacionales con las militantes “viejas”. Diferencias que no se traducían en términos de militancia política sino de la asunción de las decisiones sobre sus propios cuerpos y su sexualidad, pero que al mismo tiempo las diferenciaba de las prácticas de otras mujeres no militantes de la misma franja etaria. Este tipo de lecturas que evidencian diferencias significativas en las formas de asumir las sexualidades en subgeneraciones de jóvenes ha sido poco explorada. Y no solo porque los estudios de juventudes tienen mucho camino por delante sino porque estas preguntas no han sido realizadas. O por lo menos no han sido realizadas incorporando la clave generacional que permita enriquecer las investigaciones.

 

A modo de conclusión

 

Cuando inicié mis primeras entrevistas referidas a la temática cargaba con ciertas preocupaciones. Una parte de eso tenía mucho de personal, las dudas respecto de mi capacidad para relacionarme y emprender un encuentro cara a cara con personas conocidas y desconocidas, la preocupación (siempre vigente) de ser una mala entrevistadora. Pero el temor fundamental era al rechazo in límine; que aquellas personas a las cuales quería entrevistar no aceptaran la llamada, no respondieran un correo o simplemente no desearan hablar sobre sus experiencias pasadas. No obstante, a lo largo de estos años realicé entrevistas a distintos universos de varones y mujeres con experiencias completamente diferentes entre sí, algunas inclusive con las cuales me era difícil sentir empatía evidenciando que el deseo de hablar podía ser similar -o mayor- al deseo de escucha. Ello me llevó a pensar que lo juvenil (vía de acercamiento central) era un territorio donde muchos y muchas se sentían a salvo, un espacio no contaminado de sus propias vidas, y por lo cual la decisión de hablar respondía también a una concepción de juventud dorada, blanca o de cosa de chicos/as que hemos desarrollado aquí. Probablemente también se debió a muchas otras cuestiones que no pondero aquí pero que habilitaron esos primeros encuentros y generosamente me acercaron a otras personas y espacios anudados a sus experiencias juveniles.

Asimismo, el trabajo con fuentes orales me ha permitido complejizar la mirada atendiendo a las variables de género y clase que cruzan la dimensión generacional y enriquecen nuestras investigaciones fundamentalmente sobre momentos en los cuales lo juvenil emerge como dato pero sin demasiadas explicaciones. Ello contribuye ya no a potenciar los estudios sobre las juventudes en Argentina sino fundamentalmente a tensionar miradas más generales sobre los procesos sociales. Al mismo tiempo la incorporación de lo generacional, y de las relaciones intergeneracionales permite claves menos visibilizadas de los comportamientos y prácticas en determinados contextos históricos.  

Por último, vale señalar que a lo largo de estos años también aprendí a afinar la escucha. Se evidencia en las peguntas, los énfasis y los caminos que fui eligiendo en entrevistas realizadas en distintos momentos (de mi vida personal y académica). Volviendo a releer, pero fundamentalmente a escuchar (y escucharme en) las entrevistas, las anécdotas, el diálogo, las risas se vuelven menos tensas y habilitan a territorios inexplorados. Pero también se advierte que la comodidad del diálogo no siempre es con todas las personas igual o posible. O que en ocasiones fueron las mismas personas entrevistadas que guiaron las preguntas de posteriores encuentros con otros y otras. Que temas menos visibles o explorados son habilitados no por la pregunta sino y fundamentalmente por la escucha. ¿Cómo hablar si no de cuestiones tan personales e íntimas, aun de años tan lejanos, si quien debe escuchar parece enredarse en sus propias preocupaciones? Así los estudios sobre juventudes habilitan nuevos caminos y nuevas preguntas que validan el uso de la historia oral. Al mismo tiempo la historia oral se enriquece de las intervenciones que los estudios de juventudes aportan al análisis de entrevistas.

 

 

 

Bibliografía

 

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FECHA DE RECEPCIÓN: 12/04/2020

FECHA DE ACEPTACIÓN: 16/06/2020



[1] Sin ánimos de saturar las lecturas en ese sentido dejamos algunas que han sido parte central de la propia formación. PORTELLI, Alessandro “Lo que hace diferente a la historia oral”, en SCHWARZSTEIN Dora (comp.) La historia oral. CEAL, Buenos Aires, 1991; FRASER, Ronald "La historia oral como historia desde abajo" en Revista Ayer, 12, Marcial Pons Editor, España, 1993; PORTELLI, Alessandro La orden ya fue ejecutada. Roma, las fosas Ardeatinas, la memoria. FCE, Buenos Aires, 2003; THOMPSON, Paul “Historia Oral e Contemporaneidad” en ANUARIO 20, Homo Sapiens Ediciones, Rosario, año 2005; POZZI, Pablo “Esencia y práctica de la Historia Oral” en Tempo e Argumento, vol. 4, n 1, 2012. Disponible online en DOI: 10.5965/2175180304012012061.

[2] VIANO, Cristina “Historia reciente e  historia oral. Algunas reflexiones sobre un derrotero inseparable en la historiografía argentina actual”, en  NECOECHEA GRACIA, Gerardo y Antonio MONTENEGRO (comps) Caminos de historia y memoria en América Latina, Coedición Universidad de Buenos Aires, Red Latinoamericana de Historia Oral (RELAHO) e Imago Mundi, Buenos Aires, 2011.

 

[3] Para retomar esta temática, y solo como algunas opciones disponibles sugerimos REGUILLO Rosana Paisajes insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio, Ned, Barcelona, 2017; SANCHEZ, José, Eduard BALLESTÉ y Carlos FEIXA (eds.) ¿Qué fue la primavera indignada? Movimientos sociales, política y juventud en tres continentes, Editorial Milenio, Barcelona, 2019.

[4] Destacamos en esta línea de investigaciones los trabajos de Pablo Bonavena, Mariano Millán, Sebastián Califa y Natalia Vega.

[5] PASSERINI, Luisa “La juventud, metáfora del cambio social (dos debates sobre los jóvenes en la Italia fascista y en los Estados Unidos durante los años cincuenta)”, en LEVI, Giovanni y Jean Claude SCHMITT Historia de los jóvenes, T. II, Taurus, Madrid, 1996.

[6] Un trabajo pionero en esa clave es CATARUZZA, Alejandro "El mundo por hacer. Una propuesta para el análisis de la cultura juvenil en la Argentina de los años setenta", Entrepasados, Buenos Aires, 13, 1997.

[7] Esa profusión de investigaciones desarrolladas fundamentalmente desde la sociología, la antropología, las ciencias de la educación y la ciencia política que retoman las problemáticas juveniles en sus diversas aristas exceden los objetivos de este artículo por lo cual no las trataremos aquí. Retomamos en cambio aquellas que se produjeron en el ámbito de la propia disciplina y que reseñamos a lo largo del artículo. Asimismo, destacamos aquellas instancias colectivas que han impulsado la historia de las juventudes como la Red de Investigadorxs en Juventudes en Argentina (REIJA) nacida en el año 2004 o el grupo de trabajo “Juventudes e infancias: políticas, culturas e instituciones sociales” del instituto Gino Germani que ha desarrollado un trabajo sistemático desde el año 2007, dedicado a los análisis respecto de jóvenes y participación política desde la transición democrática a la actualidad.

[8] DI LEO, Pablo, Nicolás DAMIN, Sebastián FUENTES, Melina VÁZQUEZ, Rafael BLANCO, Ana NATALUCCI “Jóvenes, juvenil, juventudes hacia la búsqueda de nuevos debates”, en Argumentos, n°18, Ciudad de Buenos Aires, 2016.  Inclusive entre de las preocupaciones se identifica los escasos abordajes en clave histórica los procesos juveniles.

[9] Entre las lecturas europeas más revisitadas para los estudios argentinos citamos: BOURDIEU, Pierre “La juventud no es más que una palabra”, en Sociología y cultura, Grijalbo, México, 2002; MANHEIMM, Karl “El problema de las generaciones”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62, (1928), Madrid, 1993; FEIXA, Carlos y Carmen LECCARDI “El concepto de generación en las teorías de la juventud”, en Última Década, 34, Santiago de Chile, 2011. Entre las investigaciones históricas más clásicas la completa compilación de LEVI, Giovanni. y Jean Claude SCHMITT Historia de los jóvenes, op cit., y más recientemente: SOUTO, Sandra “Juventud, teoría e historia: la formación de un sujeto social y de un objeto de análisis”, en Revista HAOL, n°13, Cádiz, 2007.

[10] Citamos aquí como referencias algunos trabajos que y sistematizan investigaciones que tienen algunos años. MANZANO, Valeria La era de la juventud en Argentina. Cultura, política y sexualidad dese Perón hasta Videla, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2018 así como una diversidad de artículos de los cuales destacamos: BARTOLUCCI, Mónica “Juventud rebelde y peronistas con camisa. El clima cultural de una nueva generación durante el gobierno de Onganía”, en Estudios Sociales, año XVI, Buenos Aires, 2006, FAVERO, Bettina “Opiniones y actitudes de los jóvenes en los años 1960. Una inmensa minoría en una encuesta realizada por José Enrique Miguens”, en Páginas,  año 10, 22, Rosario, 2018. Disponible online en: http://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas [consulta: 04/02/2020]; ERLICH, Laura, “Nacionalismo y arquetipo heroico en la Juventud Peronista a comienzos de la década del 60”, IEHS, 28, Tandil, 2013; BARTOLUCCI, Mónica y FAVERO, Bettina “No solo rebeldes. Cáqueros y mersas como representación de lo juvenil en los años ‘60” en Estudios de teoría Literaria: revista digital: artes, letras y humanidades, vol 9, 18, 2020. Disponible online en: https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/etl/article/view/3951/4075 [consulta 29/04/2020].

[11] Sobre la década del ochenta referenciamos VÁZQUEZ, Melina, Pablo VOMMARO, Pedro NUÑEZ y Rafael BLANCO Militancias juveniles en la Argentina democrática. Trayectorias, espacios y figuras de activismo, Imago Mundi, Buenos Aires, 2017, que sistematiza un conjunto de investigaciones ya en desarrollo de lxs autorxs y sus equipos de trabajo. También MANZANO, Valeria “El psicobolche: juventud, cultura y política en la Argentina de la década de 1980”. Izquierdas, 41, Santiago, 2018. Disponible online en  http://dx.doi.org/10.4067/S0718-50492018000400250. [última consulta 21/11/2019]

[12] Ya existen una diversidad de artículos que se construyen en esta línea, a modo informativo destacamos uno de los libros construidos en esta línea: BERETTA, Diego et. al. (comp.) Políticas de juventudes y participación política, CLACSO- UNR, Buenos Aires, 2019.

[13]  En ocasiones algunas de estas problemáticas han sido tangencialmente abordadas, especialmente cuando se investiga sobre el movimiento reformista y el movimiento estudiantil pero pocas veces desde los estudios sobre juventudes. Asimismo, es notable en este sentido la escasa percepción de la creación de las diversas agrupaciones juveniles en los partidos de izquierda de la primera mitad del siglo en Argentina y América Latina en general.

[14] Una excepción lo constituye FAVERO, Bettina “Las voces de una juventud silenciosa: Memoria y política entre los jóvenes durante los ’60 (Mar del Plata – Argentina)”, en Historia y memoria, 12, Colombia, 2016.

[15] PORTELLI, Alessandro “Historia oral, diálogos y géneros narrativos”, en: Anuario; 26, Rosario, 2014. Disponible en: https://anuariodehistoria.unr.edu.ar/index.php/Anuario/article/view/149/178; JAMES, Daniel Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política, Manantial, Buenos Aires, 2005.

[16] BRASLAVSKY, Cecilia La Juventud argentina: informe de situación, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1986, p.13.

[17] Las entrevistas que tomo aquí son en general entrevistas que he realizado a lo largo de mis investigaciones, la primera para mi tesis doctoral juventud en dictadura y la segunda para mis investigaciones sobre las tomas de escuelas secundarias en 1973. No obstante, he realizado entrevistas a quienes iniciaron su militancia antes de los años setenta pero que no he incluido en este trabajo. Las experiencias que tomo sobre militancia refieren a jóvenes varones y mujeres que tempranamente entre los 14 y 17 años iniciaron su militancia en escuelas secundarias, lo cual permite condensar más la sinonimia entre juventud, escuela militancia en los relatos obtenidos.

[18] Sobre el proyecto ver LUCIANI, Laura Juventud en dictadura. Representaciones, políticas y experiencias juveniles. Rosario 1976-1983, La Plata: UNLP; Posadas: UNMisiones; Los Polvorines: UNGS, 2017,http://libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/catalog/book/80; p. 127 y ss.

[19] Vale aclarar que de la Escuela Nacional de Títeres fue la única persona que pude contactar que participó del encuentro.

[20] Entrevista a Néstor C. Entrevista realizada en octubre de 2012. Néstor fue primera promoción del Liceo Aeronáutico Militar de Funes 1980-1984 y actualmente es médico. 45 años al momento de la entrevista.

[21] LUCIANI, Laura. Juventud en dictadura, op cit., p. 148 y ss.

[22] Gloria C. Entrevista realizada en abril de 2009. Ingresó al Superior de Comercio en el año 1971 y comenzó a militar en la UES a partir del año 1974. Para fines del año siguiente cuando aún era estudiante secundaria fue detenida siendo presa política hasta 1978. Luego salió del país y volvió en la contraofensiva de Montoneros. Regresó definitivamente al país ya en democracia. 51 años al momento de la entrevista.

[23] NOGUERA, Ana Revoltosas y revolucionarias: Mujeres y militancia en la Córdoba setentista, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2019; OBERTI, Alejandra Las Revolucionarias. Militancia, afectividad y vida cotidiana en los años setenta, Edhasa, Buenos Aires, 2015; VIANO, Cristina, “Pinceladas sobre las relaciones de género en la nueva izquierda peronista de los primeros años ‘70”, Temas de Mujeres, 7. Revista del CEHIM (Centro de Estudios Históricos Interdisciplinarios Sobre las Mujeres). Universidad Nacional de Tucumán. 2011, Disponible online en http://www.filo.unt.edu.ar/rev/temas/num7.htm; ANDÚJAR, Andrea, Débora D ́ANTONIO, Fernanda GIL LOZANO, Karin GRAMMÁTICO, María Laura ROSA (Comp.) De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los 70 en la Argentina, Luxemburg, Buenos Aires, 2009.

[24] Vale señalar que estos tópicos suelen surgir más libremente en entrevistadas mujeres que varones. Confluyen en ello probablemente algunas variables, el primero que quien entrevista es mujer y eso hace al menos para muchos varones la diferencia para hablar de esto u otros temas. El segundo, un tempo de empoderamiento de las mujeres que hace a este como un momento particular para narrar (y escuchar) ciertos temas antes vedados, especialmente sobre el cuerpo y la sexualidad.

[25] Laura F. Entrevista realizada en forma conjunta con Claudia A. en febrero de 2020. Laura fue estudiante del Normal 2, miembro de la UES y posteriormente de la JUP. En la última dictadura fue detenida ilegalmente y luego presa política. Actualmente es docente universitaria, ingeniera y dirigente gremial. 62 años al momento de la entrevista.