Imbricaciones de género, corporeidad y sexualidad en una mujer trans

(Ciudad de México, 1972-2015) [1]

 

 

Interweaving of gender, corporeity and sexuality in a trans woman

(Mexico City, 1972-2015)

 

 

Sergio Moreno Juárez

(Universidad Nacional Autónoma de México), Mexico

smoj82@gmail.com

 

 

 

 

 

Resumen

El presente ensayo narra la experiencia de vida de una mujer trans que superó los condicionamientos sociales fundamentados en el binarismo cromosómico y la genitalidad para configurar una identidad de género coherente con su feminidad. El relato fue elaborado a partir del rescate de su testimonio de vida y se complementó con el análisis de su peculiar construcción identitaria. Asimismo, la adopción de una postura disidente respecto a la concepción y el tratamiento del sida condicionó su interacción con los varones y consecuentemente su exclusión social. Finalmente, la apropiación de discursos y espacios, la performatividad, el ejercicio pleno de su sexualidad y la resignificación de su cuerpo como mecanismo alternativo a la reasignación quirúrgica le permitieron representar otra forma de ser mujer en la ciudad de México.

Palabras clave: identidad de género, trans, sida, disidencia, sexualidad

 

 

Abstract

This essay narrates the life experience of a trans woman who overcame the social conditioning based on chromosomal binarism and genitality to configure a gender identity coherent with her femininity. The story was elaborated from the rescue of his testimony of life and was complemented with the analysis of his peculiar identity construction. Likewise, the adoption of a dissenting position, regarding the conception and treatment of AIDS, conditioned their interaction with men and consequently their social exclusion. Finally, the appropriation of discourses and spaces, the performativity, the full exercise of her sexuality and the resignification of her body as an alternative mechanism to surgical reassignment allowed her to represent another way of being a woman in Mexico City.

Keywords: gender identity, trans, AIDS, dissent, sexuality

 

 

 

El año 1997 constituye un referente democrático en la historia reciente de México y, de manera específica, de la ciudad de México.[2] Ese año, por vez primera, los capitalinos eligieron de manera directa a su jefe de gobierno,[3] resultando ganador en los comicios electorales el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, candidato por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).[4] La ciudad se convirtió en baluarte de la apertura y la pluralidad democrática, el PRD devino fuerza política a nivel nacional y el partido oficial perdió la mayoría relativa de las curules en la LVII Legislatura del Congreso de la Unión (1997-2000). Incluso, el PRD designó a la activista potosina Patria Jiménez diputada federal plurinominal por el Distrito Federal, convirtiéndose públicamente en la primera congresista lesbiana en la historia del país. Esta muestra de apertura y democratización se manifestó igualmente en la celebración del primer Festival Mix de Diversidad Sexual en Cine y Video –la muestra internacional de cine con temática LGBT más antigua de la ciudad de México y Latinoamérica– y en la realización de la XI Semana Cultural Lésbico-Gay[5] y la XIX Marcha del Orgullo de la ciudad de México.[6]

Las manifestaciones culturales y políticas de la comunidad LGBT[7] suelen visibilizar la opresión histórico-social de un conjunto heterogéneo de identidades y posibilidades erótico-afectivas que, al contravenir el binarismo sexo genérico y la reproducción sistémica de la monogamia heterosexual, cuestionan la estructura patriarcal –familia, iglesia, Estado– y la moral burguesa cimentada en la permisividad y compulsión sexual de los varones. El alto costo social de esta transgresión lo constituyen la discriminación y los crímenes de odio. Asimismo, las diversas manifestaciones de la comunidad LGBT democratizan el uso y apropiación de los espacios públicos –calles, plazas cívicas, alamedas y jardines– y el proceso de ciudadanización a través del reconocimiento, respeto e inclusión de las diversas identidades de género. En ese sentido, la XIX Marcha del Orgullo convocó a la comunidad LGBT capitalina y nacional a manifestarse públicamente en defensa de los derechos sexuales y en contra de los crímenes de odio por homofobia cometidos en el Distrito Federal y en los estados de Chiapas y Sinaloa.[8]

La Marcha del Orgullo de 1997 fue la primera que incluyó en su organización a los antros gays de la Zona Rosa –área de intensa actividad comercial y cultural en la colonia Juárez–, situación que dividió a los colectivos LGBT y acrecentó el flujo de personas y el impacto visual y mediático de la manifestación. La participación activa de la ciudadanía evidenció que la ciudad de México se consolidaba a nivel nacional como el bastión de la democratización política y sexual. Una de esas ciudadanas comprometidas con la defensa y promoción de los derechos humanos y civiles de la comunidad LGBT fue la joven universitaria y activista trans Tavata, quien acudió a la manifestación para exigir el cese de la discriminación social por identidad de género y orientación sexual. Durante la marcha recibió una hoja volante que la desconcertó al afirmar que “el VIH no existía”, pero el origen de su perturbación fue el resultado negativo de una prueba de detección de sida que se realizó con anterioridad, consciente de que el desenfreno sexual que supuso su salida del clóset podría conllevar graves repercusiones en su salud.

Aquel verano de 1997, Tavata se dio a la tarea de investigar en internet todo lo referente al movimiento disidente, el cual niega la existencia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y replantea el estudio científico y ético del sida y sus agentes causantes. La lectura minuciosa de reportes científicos y médicos y su experiencia de vida influyeron de manera determinante en la reafirmación de una postura disidente que signó su construcción identitaria. Cabe destacar que la identidad de género es una construcción social –al igual que la sexualidad y el disciplinamiento corporal– regulada anatómica, cromosómica y moralmente por la norma heterosexual. No obstante, los sujetos que transgreden ese intento regulatorio y normalizador suelen visibilizar –quizá de mejor modo– la tensa relación existente entre lo corpóreo, lo genital y lo erótico-afectivo en la configuración subjetiva de la identidad y el deseo. La activista trans Silvia Parada advierte que el disciplinamiento corporal, sexual y de género contraviene el deseo, la identidad y la definición sexual de las personas, motivo por el cual ser trans deviene necesidad “por cuestión de equivalencia, de coherencia interna y externa, de plenitud”.[9]

En las siguientes líneas se ofrece un relato sobre la experiencia de vida de Tavata, mujer trans que subvirtió los preceptos de género, corporeidad y sexualidad fundamentados en la genitalidad y la carga cromosómica para construir(se) una identidad femenina a partir del reconocimiento de su disidencia. Los testimonios o experiencias de vida[10] constituyen un referente privilegiado para el análisis de los aspectos subjetivos que inciden en la configuración identitaria y en la interacción social, pues a partir de la identificación de las peculiaridades del sujeto de estudio resulta posible dilucidar aquellos aspectos que replican o confrontan al complejo entramado social. El relato se fundamenta en la información recabada durante una serie de entrevistas –una sesión autobiográfica y dos semidirigidas– realizadas entre los meses de abril y agosto de 2011 en las instalaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I), al oriente de la ciudad de México, institución donde Tavata cursó estudios universitarios en antropología social y sociología y practicó atletismo hasta el momento de su muerte, acaecida en enero de 2015.

 

Saberse diferente: vida escolar, erotismo y despertar sexual

El estudio de la identidad y la expresión de género, la sexualidad, el deseo y el placer como construcciones socioculturales condicionadas por los preceptos ético-morales, la norma heterosexual y la estructura patriarcal ha permitido superar el esencialismo comúnmente atribuido a los procesos de diferenciación individual y a las relaciones interpersonales para visibilizar una serie de procesos más complejos de definición e interacción social. Pese a ello, la sociedad continúa regulando y normativizando los cuerpos, sus usos y posibilidades identitarias, erótico-afectivas y reproductivas en función de las dicotomías anatómicas, cromosómicas y ético-morales. La filósofa Diana Maffía señala que la sexualidad humana está regulada por un disciplinamiento anatómico, a pesar de que los genitales pueden presentar cierta ambigüedad derivada de su “naturaleza dual”.[11] Este disciplinamiento suele contravenir el deseo, la identidad y la definición sexual de las personas, sobre todo durante la adolescencia, etapa de la vida en la que comienzan a definir su personalidad y enfrentan “cambios a nivel mental, físico y espiritual”.[12]

La activista chilena Silvia Parada advierte que los cambios experimentados durante la adolescencia se tornan extremos en el caso específico de las mujeres trans debido a que “no hay identificación con el sexo biológico”, razón por la cual “se remueve todo orden que tenías, tanto el equilibrio interno como la armonía con el entorno en que estábamos acostumbradas a vivir”. De este modo, la transgresión del disciplinamiento corporal y sexual se convierte en una necesidad con el fin de “dejar el mundo masculino y sumergirse en el femenino” para sentirse “más segura por cuestión de equivalencia, de coherencia interna y externa, de plenitud”.[13] Las personas trans suelen concebir una sociedad ideal en la que sus miembros “se construyan ajenos a la dicotomía femenino-masculino, proponiéndose como sujetos maleables por sí mismos”, conscientes de que el deseo, la orientación sexual o la identidad no dependen del sexo biológico o cromosómico ni de la genitalidad.[14] Sin embargo, cotidianamente reproducen los roles de género asociados a una identidad femenina o masculina para evitar la exclusión de la dinámica social.

Tavata recurrió a la performatividad masculina para evitar ser objeto de discriminación durante su infancia y adolescencia debido a que al momento de nacer, el 2 de febrero de 1972, se le asignó una identidad masculina acorde con la valoración médico-genital. Cabe mencionar que esa observación científica, dicotómica y falocéntrica logró contener su deseo identitario a lo largo de dos décadas. Registrada oficialmente con el nombre de Octavio, Tavata fue la tercera de cuatro hijos –dos varones y dos mujeres– concebidos al interior de una familia tradicional asentada al oriente de la ciudad de México. Su madre, originaria del estado de Puebla, llegó a la capital del país en busca de trabajo como asistente doméstica, empleo que le permitió apoyar económicamente a sus padres y ahorrar dinero suficiente para la compra de un terreno que garantizara su retorno a la tierra natal. No obstante, en ese continuo andar por la ciudad conoció al amor de su vida, un varón con el que convivió en unión libre por ser padre de familia. Esta situación propició continuos conflictos y la ausencia recurrente –en ambos hogares– del pater familias.

La ciudad de México había modificado su aspecto provinciano a principios de los años setenta, dando paso a una mancha urbana que se expandía incesantemente hacia el oriente y norponiente del Estado de México. El incremento poblacional que experimentó la ciudad –aproximadamente ocho millones y medio de habitantes, es decir, el 22 % de la población total del país– fue motivado por los altos índices de natalidad, la disminución de la mortalidad y el arribo de migrantes procedentes del interior de la república, propiciando hacinamiento y falta de vivienda, servicios básicos –agua potable, luz, drenaje, alumbrado público, transporte, seguridad pública– y fuentes de trabajo con salarios dignos para el excedente de mano de obra.[15] A estos problemas urbanísticos se sumaron las demandas democráticas de los estudiantes, severamente reprimidos durante la manifestación del 10 de junio de 1971 –matanza del jueves de Corpus– por el grupo paramilitar de los “Halcones”, y los homosexuales capitalinos. Estos últimos comenzaron a organizarse en torno a la actriz, dramaturga y activista lesbiana Nancy Cárdenas (1934-1994).

Desde finales de 1971, la coahuilense Nancy Cárdenas y otros intelectuales mexicanos –entre ellos Carlos Monsiváis (1938-2010)– convocaron a los homosexuales capitalinos a organizarse en la defensa y promoción de sus derechos, dando por resultado la integración del Frente de Liberación Homosexual (FLH), precursor –junto con su homólogo argentino– en la defensa de los derechos humanos y civiles de los homosexuales latinoamericanos.[16] Este hecho sin precedentes fue intrascendente para los padres de Tavata, quienes no podían saber o incluso impedir que alguno de sus hijos tuviera una identidad de género u orientación sexual diferente a las preestablecidas en función del sexo anatómico y la heteronorma. En ese sentido, Tavata definió a su padre como “una persona muy machista, autoritaria e intolerante” que la violentó desde siempre por tener un comportamiento femenino. De esa relación malsana entre padre e hijo derivó un distanciamiento profundo con sus hermanos, quienes continuamente la humillaron y violentaron física y emocionalmente alentados por su propio padre.

La agresividad del padre y los hermanos se exacerbó al ingresar Tavata a la escuela primaria, ya que los golpes fueron más frecuentes por no aprenderse las lecciones escolares, por usar los tacones y la ropa de su mamá o incluso por tener una voz “muy chillona”. Cabe mencionar que su padre y sus hermanos prescindieron de su nombre de pila –Octavio o su diminutivo Tavo– para denominarla “joto”, “marica” o “puto”. De esta manera, sus propios familiares intervinieron en su proceso de diferenciación, ya que el estigma asociado a las etiquetas infamantes adjudicadas a un niño indefenso devino motivo de orgullo, reivindicación y resistencia –años más tarde– para la joven universitaria y activista trans. Mientras tanto, Tavata tuvo que aprender a reprimir sus sentimientos, gustos y deseos para intentar aminorar la reprimenda física y emocional, sobre todo cuando descubrió cierta atracción por los “niños bonitos” de su salón de clases. La confusión se acrecentó cuando halló placentero el ver, tocar y oler los pies desnudos de sus compañeros, antecedente de uno de sus fetiches sexuales durante la vida adulta.

Otro aspecto que vinculó Tavata con su propio despertar sexual fue cuando rozó su pene con las nalgas de la profesora de tercer grado de primaria –aproximadamente a los nueve años de edad–, situación que le resultó placentera y le permitió ir descubriendo paulatinamente las zonas erógenas de su cuerpo. El placer íntimo y solitario derivado de la masturbación no impidió que siguiera propiciando roces accidentales con sus compañeros sin demostrarles afecto por temor al rechazo, al castigo y al estigma social. Pese a ello, algunos compañeros de la escuela la apodaron “loca” o “jota” por tener una voz “muy delgada” y, principalmente, porque nunca tuvo novia. Ante esta situación, Tavata comenzó a “fantasear eróticamente” con los “chicos guapos” que veía en la escuela o en la calle, hasta el momento en que conoció a Alejandro –a la edad de trece años– en la secundaria. A partir de ese momento, Alejandro y Tavata devinieron protagonistas de múltiples escenas eróticas ficticias en el ejército y la marina, lugar donde recurrentemente eran castigados forzándolos a trapear completamente desnudos la cubierta de un barco.

La fantasía erótica alimentó su deseo de admirar varones completamente desnudos, situación que se presentó durante sus clases de natación en la Escuela Nacional Preparatoria No. 7 “La Viga”. La experiencia fue de lo más convencional en un ambiente de tradición homosocial,[17] pues es común que los varones convivan, estrechen lazos de amistad y jueguen eróticamente en escuelas, albercas, parques o gimnasios, espacios propicios para la construcción sociocultural de la masculinidad,[18] la reafirmación de la identidad sexual o la cópula sexual. Sin embargo, aquella ocasión Tavata se conformó solamente con observar al desinhibido adonis que era masturbado por otro compañero. Como se puede apreciar, el proceso de diferenciación durante la infancia y la adolescencia resultó definitorio en la configuración identitaria de Tavata, ya que a partir de la fantasía erótica y la represión emocional transgredió el binarismo heterosexual y evadió la agobiante compulsión sexual juvenil. Asimismo, el saberse diferente sin referente alguno acrecentó su temor a la censura y al estigma social por lo menos hasta su ingreso a la universidad, espacio de sociabilización donde pudo reconocerse en sus pares homosexuales y trans.

Reconocerse diferente: homosociabilidad y vida sexual en la universidad

A principios de los años noventa, Tavata ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para realizar estudios profesionales en administración. El largo recorrido hasta el campus universitario –al sur de la ciudad de México– y la sociabilización en la Facultad de Contaduría y Administración (FCA) le permitieron alejarse momentáneamente del estricto control familiar. Pese a ello, decidió desertar tras dos años de estudio al descubrir que no tenía vocación para el área administrativa. Sin embargo, el principal motivo de su deserción fue un amor platónico. Tavata conoció a Roberto en la FCA desde el primer día de clases y entabló con él una amistad entrañable, al grado de acompañarlo hasta la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) –actual Facultad de Estudios Superiores (FES)– Acatlán en Naucalpan, Estado de México para visitar a su novia. Con el paso del tiempo comenzó a enamorarse de él, aunque nunca le confesó su amor por temor al rechazo, conformándose con ser su principal confidente hasta el momento en que decidió alejarse definitivamente.

Posteriormente, Tavata ingresó a la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I) –al oriente de la ciudad de México– para realizar estudios en sociología y antropología social y, de manera simultánea, se integró al equipo universitario de atletismo como corredora de fondo. El recorrido diario de las instalaciones universitarias le permitió identificar espacios de sociabilización y encuentros furtivos entre varones, como los sanitarios de la biblioteca, las regaderas del gimnasio o la zona arbolada de las áreas deportivas. Fue precisamente en los sanitarios de la biblioteca donde consumó su primer encuentro sexual con otro estudiante universitario. Esa primera experiencia le permitió reafirmar su orientación sexual a partir del disfrute de un goce reprimido. Además, el saberse diferente a sus compañeros de clase y el reconocerse a partir de la identificación con otro estudiante universitario le dio la fortaleza necesaria para aceptarse y valorarse –en un primer momento– como homosexual. No obstante, su propia aceptación no garantizó ni propició el aprecio y la aceptación familiar y social.[19]

El estigma y la discriminación no contuvieron a Tavata en su decisión de salir del clóset o –en sus propios términos– “desclosetarse” para “mostrarse al mundo” sin tener que recurrir a ademanes o comportamientos varoniles aprendidos deliberadamente con el fin de evitar la violencia física o emocional y la exclusión.[20] La salida del clóset o come out es una construcción metafórica vinculada generalmente con la identidad gay que consiste en la liberación de los propios prejuicios o –de un modo más literal– en salir a la calle para apropiársela mediante la creación de discursos y espacios propios o alternativos para la comunidad LGBT.[21] Este proceso de liberación conlleva una lucha continua contra las “etiquetas inventadas desde el poder” para crear –en palabras del antropólogo y activista Xabier Lizarraga Cruchaga– “una nueva moral, más allá de los miedos históricos y religiosos, más allá de los intereses económicos individuales (o individualizados), de las estrategias estatales que se olvidan del palpitar cotidiano”.[22] Consciente de ello, Tavata se asumió miembro de la comunidad del “arcobaleno”.[23]

El “desclosetamiento” [sic] conllevó de manera inmediata la configuración de una identidad propia y definitoria de su condición trans. El primer paso fue la creación de un “nombre de batalla” a partir de su nombre de pila, pero no le agradó la idea de llamarse Octavia por eso decidió feminizar y adaptar el diminutivo Tavo, dando por resultado Tavata. De hecho, consiguió que sus amistades y compañeros de clase la identificaran como tal ante el desconcierto de otras personas, debido a que la vestimenta sigue siendo un marcador diferencial de la identidad de género. El siguiente paso fue la superación de los propios temores y prejuicios para permitir la libre expresión de su feminidad sin recurrir al travestismo corporal –solamente verbal o del habla–, aunque ocasionalmente participó travestida en el carnaval de los antiguos barrios del pueblo de Iztapalapa, al oriente de la ciudad de México. Finalmente, tras años de represión Tavata se permitió ser feliz, mostrándose a la sociedad despreocupada por fingir, aparentar o cuidar sus “modismos y amaneramientos”.

El primer encuentro sexual que sostuvo Tavata en la UAM-I le permitió integrarse a un circuito claramente definido. La presencia de estudiantes, obreros y vecinos de colonias aledañas en los espacios de homosociabilidad –sanitarios, gimnasio, circuito de atletismo– evidencia que la comunidad estudiantil y circunvecina tiene amplio conocimiento de los encuentros furtivos entre varones al interior del campus. Los mecanismos de ligue suelen ser variados: desde recorridos persistentes, miradas lascivas o exhibición de genitales hasta la pinta de graffitis –mensajes cifrados o explícitos– en los sanitarios.[24] No obstante, los encuentros sexuales de Tavata no se restringieron al campus, ya que su “desclosetamiento” [sic] le dio visibilidad y cierta preeminencia en otros espacios homosociales: salas de cine, bares, vapores,[25] plazas, parques, puentes y estacionamientos vehiculares o cualquier lugar público propicio para la cópula sexual bajo el amparo del entendimiento, la oscuridad y el anonimato. Uno de esos encuentros –con dos sujetos desconocidos y sin protección– la hizo tomar consciencia del desenfreno sexual que supuso su salida del clóset, motivo por el cual decidió realizarse una prueba de detección de sida cuyo resultado fue finalmente negativo.

Construirse desde la diferencia: disidencia y corporeidad

Un año después, durante la XIX Marcha del Orgullo de la ciudad de México, Tavata recibió una hoja volante en la que leyó que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) no existía.[26] Aquel verano de 1997 lo dedicó a la lectura de reportes médicos, artículos científicos e investigaciones periodísticas centradas en el estudio del denominado “fraude científico” del doctor Robert Gallo, biomédico estadounidense que afirmó haber aislado y purificado el VIH en el año 1984.[27] El fraude consistió en la falsificación de resultados, la modificación del reporte científico preparado por el doctor Mikulas Popovic y el uso de muestras de un cultivo francés –enviadas por el científico Luc Montagnier del Instituto Pasteur– sin reconocerlo públicamente. Contradictoriamente, en el año 2008 fue galardonado el doctor Montagnier con el premio Nobel por haber aislado el VIH, a pesar de que en repetidas ocasiones declaró que el virus no era capaz de matar célula alguna, pues para hacerlo necesita la presencia de cofactores de origen nutricional y psicoemocional, como los malos hábitos alimenticios, el alcoholismo, el uso de drogas, el miedo, la angustia o el estrés.[28]

El descubrimiento del “fraude científico” y la ambigüedad en las declaraciones del doctor Montagnier respecto a si realizó o no la purificación del retrovirus dividieron a la comunidad científica internacional y permitieron a Tavata reafirmar su postura disidente.[29] Al respecto, Arturo Cosme Valadez advierte que el disidente

reivindica para sí la naturaleza de la sexualidad que el ancien régime extravió en la sociedad; reafirma la libertad individual y con ello contrapone una moral fundada en la elección a la contradictoria moralina de biologicistas, naturalistas y teólogos –tempranos y tardíos– que durante siglos se han empecinado en entender a la sexualidad como un mal necesario, ajeno a la misión reproductiva de la especie; por último, el disidente reclama para sí –para su goce y su dignidad– el cuerpo, y pretende hacer de la sexualidad una cultura.[30]

 

De acuerdo con los señalamientos de Cosme Valadez, Tavata reivindicó la naturaleza de su sexualidad al asumirse homosexual y posteriormente mujer trans,[31] pero también reafirmó su libertad e individualidad al decidir sobre su propio cuerpo y sostener relaciones sexuales sin preservativo. No obstante, lo que caracteriza al disidente es su distanciamiento de la “común doctrina, creencia o conducta” para conquistar su propia individualidad.[32] Ese fue el sentido de la disidencia en Tavata al cuestionar y contravenir los “discursos hegemónicos en torno a la enfermedad [en este caso el sida] y su [agente] causante”: el VIH. Esta postura crítica y subversiva motivó continuas confrontaciones con amigos y académicos que no reconocieron ni respetaron su diferencia, individualidad y libre elección.

Actualmente, ser diferente constituye un derecho esencial fundamentado en el reconocimiento de la individualidad, autodeterminación, especificidad y dignidad de todo ser humano por el simple hecho de serlo, sin anteponer prejuicios o valores. Al respecto, el filósofo Rubén R. García Clarck señala que el reconocimiento del derecho a la diferencia no representa el retorno a una “situación de desigualdad jurídica” sino más bien el “establecimiento de un orden jurídico diferenciado que reconozca la diversidad cultural y evite que una identidad cultural se imponga a las demás”. De este modo se garantiza que cualquier persona tenga derecho a “desarrollar libremente sus potencialidades y a constituir a través de sus actos, de su interacción social, una identidad propia, de manera original”.[33] A pesar de ello, Tavata fue acosada, censurada y discriminada por contravenir los discursos hegemónicos del binarismo sexual, la heteronormatividad y la concepción/transmisión del sida.

La identidad trans disidente de Tavata tampoco tuvo cabida al interior de la comunidad LGBT a pesar de que reivindicó una de las “formas diversas en que se organizan cuerpo, género, deseo y práctica sexual”.[34] Cabe señalar que la diversidad sexual no garantiza ni persigue la unidad u homogeneidad de las identidades y expresiones de género, los usos y posibilidades del cuerpo, la orientación, el deseo o el placer sexual, sino que promueve la igualdad a partir del reconocimiento de las diferencias. Sin embargo, las mujeres trans suelen ser confrontadas y discriminadas cotidianamente a causa de su peculiar “moda femenina” o porque supuestamente estereotipan y estigmatizan la condición homosexual.[35] La idea misma de la diversidad sexual surgió como categoría política, subversiva, contestataria y aglutinante de un “amplio espectro de identidades sexuales” que no fueron contempladas ni representadas por la identidad gay,[36] pues esta resultó insuficiente frente a la inmensa variedad de posibilidades erótico-afectivas y expresiones de género de mujeres y varones que no se identifican o asumen homosexuales.[37]

Prueba de ello fue la pluralidad de experiencias sexuales que vivió Tavata al interior de la UAM-I con estudiantes, obreros y vecinos que no cuestionaron su orientación sexual o identidad de género a partir de sus deseos y prácticas erótico-afectivas. La compulsión y permisividad sexual de estos varones –jóvenes provenientes generalmente de la zona oriente de la ciudad de México y el Estado de México– incentivó su fluidez erótica sin ningún tipo de reparo en las contrariedades derivadas de la práctica común del bareback o “sexo a pelo”. Tavata aseguró que nunca contrajo infección o enfermedad sexual alguna a pesar de que la mayoría de sus parejas prescindieron del condón con la excusa recurrente de que “no se sentía igual”.[38] Este tipo de práctica es muy común en el corredor sexual universitario por el atractivo que genera y por la amplia disponibilidad de varones, aun cuando la institución realiza continuas campañas de distribución de condones,[39] jornadas académicas de concientización y talleres de salud sexual y reproductiva.[40]

Tavata percibió entre los jóvenes universitarios un desconocimiento generalizado de su salud sexual, pues incluso aquellos con los que pudo conversar –antes o después de la cópula sexual– mostraron cierto interés por la disidencia en la medida en que podrían seguir “cogiendo a pelo” sin contagiarse de sida, pero no repararon en la posibilidad de contraer otro tipo de infección o enfermedad sexual. Los científicos, médicos y especialistas disidentes recomiendan el uso del condón durante la práctica de sexo anal, oral o vaginal para evitar el contacto con el semen –concebido como una sustancia inmunosupresora– o el contagio de infecciones y enfermedades de transmisión sexual que pudieran desencadenar un cuadro clínico comúnmente asociado al sida. De hecho, la disidencia es más que una concepción alternativa del sida,[41] al constituir un estilo de vida y una postura crítica y subversiva frente al multimillonario negocio farmacéutico-industrial creado en torno al VIH.[42]

Contradictoriamente, Tavata contravino los principios básicos del estilo de vida propuesto por los disidentes –a pesar de seguir un riguroso régimen alimenticio lacto-vegetariano y practicar atletismo–, pues los excesos y desenfrenos sexuales debilitan gradualmente el sistema inmunológico, afectando sus funciones básicas de vigilancia, equilibrio y defensa del organismo. Aunado a ello, los disidentes recomiendan evitar el contacto continuo con el semen por tratarse de una sustancia inmunosupresora que genera estrés oxidativo a nivel celular, deficiencias inmunológicas severas y propensión a un grave cuadro clínico.[43] Pese a ello, Tavata prescindió del uso de preservativos durante la felación o la penetración anal por considerar –quizá de manera inconsciente– que no corría riesgo de infección ya que sus jugos gástricos podían acabar con cualquier “bicho”.

La censura oficial de la disidencia jamás hizo claudicar a Tavata en su defensa de la concepción del sida como un cuadro clínico severo multicausal y no como una enfermedad viral infecciosa.[44] En cambio, concibió al VIH como una “invención del sistema mundial para, como siempre, tener cautiva a la población” por medio de la medicalización. La medicalización o patologización de la sexualidad también es una forma de ejercer control sobre los cuerpos, identidades, deseos y placeres sexuales de las personas en un afán por normar y regular su comportamiento social de acuerdo a los principios o ejes rectores de la moral burguesa. Tavata criticó igualmente el escaso interés médico por realizar intervenciones quirúrgicas de reasignación de sexo a bajo costo, manifestando en repetidas ocasiones el deseo de modificar su apariencia física en función del ideal estético de belleza femenina occidental: joven, alta, blanca y delgada. Los escasos recursos económicos y el desempleo no le impidieron imaginarse e idealizarse con senos turgentes, caderas redondeadas, nariz afilada, labios carnosos y, sobre todo, un tono de piel más claro.

En México, la apariencia física, el tono de piel y la vestimenta suelen condicionar las relaciones sociales o incluso acrecentar la deseabilidad de las personas, razón por la cual Tavata consideró que socialmente había sido excluida de cualquier posibilidad amorosa. Durante las entrevistas insistió en la racialización de su apariencia física como una mujer “muy autóctona”, suscitando escaso o nulo interés entre los varones de su predilección: jóvenes altos, blancos y barbados. Indudablemente esa autopercepción dejó entrever la interiorización de la discriminación socio-étnica de la que fue objeto, apegándose convincentemente al deseo inconmensurable de modificar su apariencia física conforme a los patrones estéticos occidentales y el sistema sexo-genérico en tanto cuerpo definido-deseado-poseído-dominado por la visión masculina. Pero al verse imposibilitada de acceder a cirugías estéticas y de reasignación de sexo hizo uso de los recursos a su alcance para ser coherente con su identidad de género: el travestismo verbal para ser (re)conocida como mujer y la fantasía erótica para satisfacer su deseo sexual.

El deseo apasionado por construirse desde la diferencia permitió a Tavata (re)significar las partes constitutivas de su organismo: la garganta devino vagina, mientras que la campanilla o úvula fungió como clítoris. Cabe destacar que el sexo oral o felación fue su especialidad ya que la penetración anal siempre le resultó molesta. La configuración corpórea que realizó Tavata se fundamentó en la híper sexualización de un cuerpo femenino invertido al conceptualizar su cavidad bucal-vaginal como receptora exclusiva del órgano genital masculino. De ese modo, la significación de la úvula como clítoris le permitió tener acceso al placer sexual a través del continuo frote entre el pene y su campanilla durante la felatio. Esta (re)significación corporal la mantuvo oculta para evitar la burla o el desconcierto de sus parejas sexuales, quienes probablemente no podrían comprender la necesidad imperiosa de erotizar su vida e imaginarse mujer, día con día.

Reflexiones finales

El estudio histórico de la sexualidad humana –al igual que la construcción crítica, subversiva o marginal de las identidades y expresiones de género que contravienen el binarismo sexual– es un territorio inexplorado en la fértil producción historiográfica mexicana. No obstante, han proliferado sugerentes aportes (multi)disciplinarios que visibilizan formas alternativas de vivencia y significación corpórea, identitaria y sexual en el siglo XX.[45] En ese sentido, los testimonios o experiencias vivenciales constituyen una fuente privilegiada para el análisis de los aspectos subjetivos que dimensionan la interacción social a partir del entrecruce de la diferenciación etaria, étnico-racial o de género, la orientación sexual, la jerarquización social y el disciplinamiento corporal. Asimismo, el estudio de esas peculiaridades subjetivas permite cuestionar o incluso deconstruir el binarismo anatómico y cromosómico preestablecido por los códigos ético-morales y médico-científicos occidentales.

El rescate de las experiencias de vida trans permite reconstruir y relatar otra historia, generalmente silenciada a causa de la desestabilización de los principios o ejes rectores de enunciación y diferenciación social –considerados inamovibles– que supone, como la identidad o la expresión de género y la heteronorma. La visibilización de esos relatos denuncia las injusticias, la discriminación, la vulnerabilidad –laboral, económica, social– y la violencia machista que condiciona sistémicamente la existencia trans, pero también busca incidir –como señala Ana Carrozo– en la “generación de un aporte académico que oficie de germen de debate y reflexión”.[46] En general, la subversión del binarismo cromosómico, anatómico y de género deviene exclusión social, por tal motivo resultan imprescindibles los testimonios trans para problematizar y comprender las tensiones y los conflictos sociales.

Como se pudo observar, Tavata encarnó esas tensiones y conflictos al manifestar una identidad trans femenina disidente a partir de la apropiación de discursos científicos y espacios públicos. No obstante, tuvo que recurrir a la performatividad masculina para evitar la exclusión social durante sus primeros años de vida y femenina –travestismo verbal, interpretación simbólica del cuerpo– para insertarse en el mundo de las mujeres por coherencia identitaria. La identidad trans femenina que logró construir(se) fue el medio adecuado para cuestionar y contravenir el desempeño varonil esperado desde el momento de su nacimiento, ya que la genitalidad no definió ni condicionó su identidad de género y su orientación sexual. En otras palabras, las imbricaciones de género, corporeidad y sexualidad permitieron a Tavata transgredir los condicionamientos sociales para encarnar una forma alternativa de ser mujer en los albores del siglo XXI.

 

 

Bibliografía:

 

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FECHA DE RECEPCIÓN:

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Ciudad de México, febrero de 2019

 



[1] Un primer acercamiento al análisis de esta experiencia trans fue presentado en el Segundo Congreso Universitario de Historia Oral “Actores, territorios y movimientos sociales en México y América Latina” en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México con la ponencia “Tavata, transgresora, subversiva y disidente” (noviembre de 2013). El prefijo trans es un término ampliamente utilizado en la academia y el activismo LGBT que –siguiendo a la activista mexicana Alexandra Rodríguez de Ruiz– define a aquellas personas cuya identidad y expresión de género o conducta no coincide con el sexo asignado al nacer. El término aglutina a transgéneros, transexuales y travestis, pero en el presente relato refiere específicamente a una mujer transgénero. Véase RODRÍGUEZ DE RUIZ, Alexandra, “La cultura trans: afrontando retos y resistiendo estigma desde la mirada del activismo” en DURÁN MATUTE, Inés y Rocío MORENO (coords.) Voces del México de abajo. Reflexiones en torno a la propuesta del CIG, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, 2018, p. 129.

[2] Anteriormente, la ciudad de México era denominada Distrito Federal (DF), pero a partir de la reforma constitucional del año 2016 se modificó su nomenclatura y estatus jurídico en tanto entidad federativa autónoma, sin perder su condición jurisdiccional y administrativa –oficialmente instituida por el pacto federal de 1824– como sede de los poderes de la unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos.

[3] La reforma constitucional de 1993 dotó de mayor autonomía al DF a través de la instauración de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) –en sustitución de la Asamblea de Representantes (1988)– y la creación de la jefatura de Gobierno (GDF), primer cargo representativo del poder ejecutivo local de elección popular. El jefe de gobierno sustituyó al regente o jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), instancia administrativa instaurada por la reforma constitucional de 1928 que suprimió el régimen municipal del DF. Dicha reforma otorgó al presidente de la república facultades extraordinarias para designar al regente y demás funcionarios administrativos capitalinos, ejerciendo un control totalitario sobre la capital del país y violentando el pacto federal de 1824, ratificado por las cartas magnas de 1857 y 1917.

[4] En 1989 el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, junto con otros líderes e intelectuales de izquierda y de la denominada “corriente democrática” del Partido Revolucionario Institucional (PRI) –Heberto Castillo, Ifigenia Martínez, Gilberto Rincón Gallardo, Porfirio Muñoz Ledo, Amalia García, entre otros–, fundó sobre las bases del Partido Mexicano Socialista (PMS) el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en respuesta a los fraudulentos comicios electorales de 1988. El fraude electoral del 88, sancionado por la “caída del sistema” durante el conteo de votos que favorecía al candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), el ingeniero Cárdenas Solórzano, por encima de los candidatos del partido oficial –el economista neoliberal Carlos Salinas de Gortari–, el Partido Acción Nacional (PAN) –el ingeniero y líder empresarial sinaloense Manuel Clouthier– y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) –la activista coahuilense Rosario Ibarra de Piedra– garantizó la continuidad de los regímenes priístas hasta la alternancia política del año 2000.

[5] La Semana Cultural Lésbico-Gay del Museo Universitario del Chopo fue instituida en el año 1987 con el fin de presentar anualmente las propuestas políticas y culturales de la comunidad LGBT a través de conferencias y muestras de arte –cartel, pintura, escultura, música, teatro– dirigidas al público en general. El antecedente inmediato de la Semana Cultural lo constituyen las exposiciones y muestras literarias organizadas por el colectivo Sex Pol a finales de los años setenta, la Semana Cultural en la galería Alaíde Foppa (1982), las Jornadas de Cultura Homosexual (1984) y la Semana Cultural Gay del Club de Periodistas (1985) en la ciudad de México. La XI Semana Cultural Lésbico-Gay del año 1997 estuvo dedicada al escritor, poeta y político tabasqueño Carlos Pellicer (1897-1977) con el título “Rompiendo fronteras”. Véase HERRERA BERNAL, Martha Miradas, voces y versiones. La Semana Cultural Lésbica-Gay en el Museo del Chopo, tesis de licenciatura en ciencias de la comunicación, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.

[6] La primera manifestación pública de la comunidad LGBT en México ocurrió en 1978, durante la marcha conmemorativa de los diez años de la matanza estudiantil, perpetrada el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, al norte de la ciudad de México. Un año después, en 1979, se realizó la primera marcha homosexual de la ciudad de México, a favor de la libre expresión sexual y en contra de la represión social y policial. Esta manifestación coincidió con el décimo aniversario de los disturbios del bar Stonewall Inn de Greenwich Village, New York (EUA), iniciados el 28 de junio de 1969 en respuesta a las continuas redadas policiacas en contra de sus parroquianos: homosexuales, travestis, sexoservidores y personas en situación de calle. La denuncia de las redadas y del uso excesivo de la fuerza pública hermanaron a las diversas manifestaciones homosexuales en EUA, México y otras partes del mundo durante sus primeros años.

[7] El acrónimo LGBT –formado por las iniciales de las identidades Lésbica, Gay, Bisexual y Trans– representa a las diversas identidades y expresiones de género o posibilidades erótico-afectivas no binarias ni heterosexuales. Comúnmente suele agregarse al final del acrónimo la inicial I (Intersex), Q (Queer) o A (Asexual) para incluir otras identidades invisibilizadas en el contexto de la diversidad sexual occidental, no obstante, para efectos de análisis y representatividad será considerada únicamente la variante inicial: LGBT.

[8] Véase BALBUENA BELLO, Raúl, Lilian Paola OVALLE MARROQUÍN y Carlos Felipe VILLEGAS ROBERTSON “Organización política gay y espacio público” en Trace, núm. 63, junio 2013, pp. 50-59; GONZÁLEZ PÉREZ, María de Jesús “Marcha del orgullo por la diversidad sexual. Manifestación colectiva que desafía las políticas del cuerpo” en El cotidiano, núm. 131, mayo-junio 2005, pp. 90-97; JIMÉNEZ DE SANDI, Alfonso “La marcha del orgullo LGBT de la ciudad de México” en Perspectivas. Revista de ciencias sociales, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 1-13.

[9] PARADA, Silvia “Identidad sexual en las personas transgénero” en VIDAL, Francisco y Carla DONOSO (eds.) Cuerpo y sexualidad, Santiago de Chile, FLACSO, Universidad ARCIS, Vivo Positivo, 2002, p. 123.

[10] El testimonio oral fue empleado por los sociólogos William Isaac Thomas (1863-1947) y Florian Witold Znaniecki (1882-1958) como una fuente privilegiada para el rescate de la historia de vida de los migrantes y criminales estadounidenses durante el primer tercio del siglo XX. Posteriormente, los antropólogos contribuyeron a la popularización de las historias de vida mediante la elaboración de relatos con información entrecruzada, es decir, fuentes de diverso origen que contextualizaron y ampliaron el testimonio oral, superando el relato biográfico e interpretando, en la medida de lo posible, los silencios y olvidos de los informantes. Véase GOY, Joseph “Historia oral” en LE GOFF, Jacques, Roger CHARTIER y Jacques REVEL (dirs.) La nueva historia, Bilbao, Mensajero, s./a., pp. 510-512.

[11] Maffía sostiene que es “tan fuerte […] el dogma sobre la dicotomía anatómica, que cuando no se la encuentra se la produce” mediante el disciplinamiento o la manipulación genital. Véase MAFFÍA, Diana “Introducción” en MAFFÍA, Diana (comp.) Sexualidades migrantes: género y transgénero, Buenos Aires, Feminaria, 2003, p. 5.

[12] PARADA, Silvia “Identidad sexual…”, cit., p. 123.

[13] PARADA, Silvia “Identidad sexual…”, cit., p. 123.

[14] GIBERTI, Eva “Transgéneros: síntesis y aperturas” en MAFFÍA, Diana (comp.) Sexualidades migrantes…, cit., p. 33.

[15] Véase GREAVES LAINÉ, Cecilia “El México contemporáneo (1940-1980)” en ESCALANTE GONZALBO, Pablo et al Historia mínima de la vida cotidiana en México, México, El Colegio de México, 2010, pp. 241-264; LÓPEZ, María de la Paz “Las mujeres en el umbral del siglo XX” en LAMAS, Marta (coord.) Miradas feministas sobre las mexicanas del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica, Conaculta, 2007, pp. 88-96.

[16] MARQUET, Antonio ¡Que se quede el infinito sin estrellas! La cultura gay al final del milenio, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2001.

[17] El historiador Víctor M. Macías-González señala que la remodelación urbanística y modernizante de la ciudad de México en el cambio de siglo XIX-XX configuró determinados sitios, como “los vestidores de los baños, las duchas, los vapores, los gimnasios, los salones de masaje y demás estancias” en espacios urbanos homosociales por excelencia. Véase MACÍAS-GONZÁLEZ, Víctor M. “Entre lilos limpios y sucias sarasas: la homosexualidad en los baños de la ciudad de México, 1880-1910” en COLLADO, María del Carmen (coord.) Miradas recurrentes. La ciudad de México en los siglos XIX y XX, vol. II, México, Instituto Mora, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2004, pp. 293-310.

[18] La construcción sociocultural de la masculinidad es un proceso continuo e inacabado que sufre continuas modificaciones espacio-temporales y conlleva complejos rituales de definición y diferenciación. Por este motivo, la masculinidad no puede ser enunciada más que relacionalmente, en función de ciertos caracteres o expresiones que supuestamente la definen, como la valentía, la agresividad, la frialdad, la capacidad de decisión, la heterosexualidad, la virilidad o la compulsión sexual. Sin embargo, al ser un proceso relacional, debe ser exhibida, vista y calificada por otros varones, por eso comúnmente se fomentan o permiten determinados juegos y prácticas homoeróticas –tocamientos, besos, caricias, masturbación o penetración (real o simbólica) mutua– sin cuestionar la orientación o el deseo sexual de los involucrados. Algunos aspectos referentes a la construcción sociocultural de la masculinidad fueron abordados en mi tesina de licenciatura. Véase MORENO JUÁREZ, Sergio “Masculinidades en la ciudad de México durante el porfiriato”, tesina de licenciatura en historia, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2007.

[19] La construcción, definición y adopción de una identidad es un proceso relacional que permite a las personas tomar una posición respecto a la generalidad, a través de la interiorización y repetición de las representaciones socioculturales previamente establecidas o, como advierte Joan W. Scott, “inventadas”. En otras palabras, la identidad “se construye” a partir de la “relación compleja y múltiple con los otros” por medio de “repeticiones imaginadas”. La “identificación (que produce identidad) opera […] como un fantasy echo, repitiendo en el tiempo y a través de las generaciones el proceso que constituye a los individuos como actores sociales y políticos”. Véase SCOTT, Joan W. “El eco de la fantasía: la historia y la construcción de la identidad” en Ayer, núm. 62, 2006, pp. 111-123.

[20] José Ramón Enríquez advierte que el homosexual suele ser “víctima de sí mismo” al reproducir los roles de género que regulan y normativizan el deber ser de los varones y las mujeres en un sistema binario heterosexual, razón por la cual la salida del clóset conlleva un proceso de liberación de esos condicionantes que comienza al “mirarse al espejo y sonreírse” para “entreabrir las puertas del propio clóset” y “dejar entrar el aire fresco y respirar por fin, pase lo que pase”. Véase ENRÍQUEZ, José Ramón “Prólogo” en LIZARRAGA CRUCHAGA, Xabier Una historia sociocultural de la homosexualidad, México, Paidós, 2003, p. 15.

[21] El antropólogo Rodrigo Laguarda señala que la identidad gay es relacional e incompleta porque alude a la toma de posición de determinados sujetos frente a una generalidad y siempre está en proceso de construcción. Además, está conformada por “representaciones interiorizadas que conducen a los sujetos hacia una definición de sí mismos” y se caracteriza, básicamente, por “la formación de redes sociales y el establecimiento de lugares en que los individuos participan por un interés mutuo”, “el desarrollo del sentimiento de pertenencia a un grupo específico de la sociedad”, “el surgimiento de una formación social autónoma con suficiente autoconciencia como para atribuirse derechos políticos” y “por la posibilidad de establecer relaciones exclusivas e igualitarias entre personas del mismo sexo”. Por su parte, el antropólogo y activista Xabier Lizarraga Cruchaga señala que ser gay implica “el trabajo de construir constantemente, a partir de la preferencia homosexual, una cultura, una forma de mirar, una perspectiva, un discurso plural de la diferencia”. Véase LAGUARDA, Rodrigo Ser gay en la ciudad de México: lucha de representaciones y apropiación de una identidad, 1968-1982, México, Instituto Mora, Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009, pp. 19-27 y 65; LIZARRAGA CRUCHAGA, Xabier Una historia sociocultural…, p. 169.

[22] LIZARRAGA CRUCHAGA, Xabier Una historia sociocultural…, cit., p. 154.

[23] Tavata empleó el término arcobaleno (arcoiris en italiano) para referirse metafóricamente a la gama de posibilidades sexuales y erótico-afectivas que representa la comunidad LGBT –no sólo mexicana sino internacional– simbolizadas por la bandera del arcoiris. Cabe mencionar que la bandera multicolor fue diseñada en 1978 por el californiano Gilbert Baker ante la falta de un ícono pop homosexual “alternativo, colorido y optimista”. Originalmente, la bandera tenía ocho barras –rosa, rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta– que representaban la sexualidad, la vida, la sanación, el sol, la naturaleza, el arte, la armonía y el espíritu propio de la comunidad homosexual de San Francisco. El teñido y la hechura de la primera bandera fueron manuales, imposibilitando su producción masiva y en serie ante la dificultad de conseguir tela color rosa mexicano. Además, se pensó que la bandera no tendría simetría o practicidad con tantos colores, por tal motivo fueron eliminadas las barras rosa e índigo. Sin embargo, en la actualidad la bandera sigue adaptándose, agregándole nuevos colores y tonos para simbolizar la tan ansiada diversidad de prácticas y posibilidades sexuales y erótico-afectivas. Véase s./a. “La bandera del arcoíris” en Nota’n queer, año 1, núm. 0, 2002. En: http://www.investigacionesqueer.org. Disponible el 19 de enero de 2013.

[24] Los graffitis de los sanitarios de la UAM-I suelen incluir lenguaje obsceno y con alto contenido sexual, así como símbolos fálicos, números telefónicos o información detallada para garantizar un posterior encuentro erótico-afectivo. El anonimato del graffiti y su peculiar ocultamiento-visibilidad en un espacio cerrado de uso común permite, incluso, la denuncia de acosadores o la suscitación de airados debates en los que los usuarios cuestionan la cientificidad y utilidad social de las disciplinas sociales y humanísticas, los logros académicos de las licenciaturas impartidas en el campus universitario o la prevalencia homosexual en determinado campo epistémico. Asimismo, a través del graffiti se alerta sobre aquellos varones posiblemente infectados de sida, sífilis u otra enfermedad o infección de transmisión sexual con el fin de evitar, supuestamente, el contagio. En general, los usos y simbolismos del graffiti en los sanitarios constituyen un universo temático escasamente explorado que excede los intereses del presente análisis. Cabe mencionar que la pervivencia de la práctica posibilita su estudio en relación con el espacio y el soporte, el contenido, el simbolismo o significado social y el discurso sexual.

[25] El historiador Víctor M. Macías-González asegura que los baños y vapores públicos fueron los “primeros reductos de la homosexualidad” en la ciudad de México, pues “eran los únicos lugares en el paisaje urbano donde se podían congregar hombres desnudos sin levantar sospecha alguna y, mediante observación furtiva, miradas soslayadas y comentarios discretos conocer y reconocer a los que compartían su atracción por sus semejantes”. Véase MACÍAS-GONZÁLEZ, Víctor M. “Entre lilos limpios…”, cit., pp. 295-299.

[26] Desde la primavera de 1981, cuando los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos reportaron los primeros casos de infección, se han producido múltiples controversias en torno al sida y sus posibles agentes causantes. Actualmente, existen dos corrientes de estudio, concepción y tratamiento del sida: la “oficial” y la “disidente”. Los científicos “oficialistas” sostienen que el sida es una enfermedad viral, sumamente infecciosa, causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que se transmite por vía sanguínea, perinatal, lactante o sexual. Los científicos “disidentes”, por el contrario, aseguran que el VIH no existe o, si existiera, sería un virus pasajero. Asimismo, consideran que el sida es la “más severa de todas las inmunodeficiencias adquiridas”, motivada por la malnutrición y la exposición continua y prolongada a agentes estresantes de tipo químico, biológico, nutricional, mental o físico, que generan estrés celular oxidativo. Véase LOPERA SÁNCHEZ, Andrés “Ciencia o ficción”. En Asociación Monarcas México, A.C., http://www.monarcas.org. Disponible el 7 de julio de 2011; GIRALDO, Roberto “Los agentes estresantes inmunológicos son la verdadera causa del sida”. En: Roberto Giraldo, http://www.robertogiraldo.com. Disponible el 7 de junio de 2013; DUESBERG, Peter, KOEHNLEIN, Claus and RASNICK, David “The chemical bases of the various AIDS epidemics: recreational drugs, anti-viral chemotherapy and malnutrition” in J. Biosci, vol. 28, no. 4, June 2003, pp. 383-389.

[27] La revista Sciences, en su edición del 4 de mayo de 1984, publicó cuatro reportes de investigación remitidos a la redacción por el doctor Robert Gallo, en los cuales evidenciaba la existencia de un virus de la inmunodeficiencia humana, así como sus procedimientos de purificación y aislamiento. Jean L. Marx adelantó en un artículo introductorio la hazaña de Robert Gallo y su equipo científico al descubrir el virus HTLV-III causante del sida. Véase MARX, Jean L. “Strong New Candidate for AIDS Agent” in Science, American Association for the Advancement of Science, vol. 224, no. 4648, 4 may 1984, pp. 475-477.

[28] Luis Botinas asegura que el “fraude científico” de Robert Gallo comenzó a salir a la luz pública el día 19 de noviembre de 1989, tras la publicación del informe elaborado por John Crewdson, “The Great AIDS Quest”, en el periódico Chicago Tribune. Crewdson aseguró que el descubrimiento de Gallo “fue un error o un robo”, pues las evidencias arrojaban “datos falseados y experimentos secretos, virus fantasmas y genes desaparecidos, resultados irreproducibles y notas de laboratorio embrolladas, cultivos sin etiquetar y fotografías manipuladas”. Posteriormente, el 8 de enero de 1993 la revista Science publicó un artículo en el que culpaba a Gallo de mala práctica y falta de ética científica. Por último, la periodista Janine Roberts publicó en 2008 una relación cronológica exhaustiva del fraude, titulada Miedo a lo invisible. Cuán temerosos debemos estar de virus y vacunas, de VIH y SIDA. La investigación de Roberts denunció el apoyo institucional estadounidense al “virus americano” de Gallo, así como los intereses económicos ocultos tras su rápida oficialización, pues de ser considerada la “probable causa” del sida el VIH devino “verdad política y social”. Véase BOTINAS, Luis “La versión oficial del Sida se basa en un fraude científico del Dr. Robert Gallo” en Discovery Salud, núm. 115, abril de 2009, pp. 22-32.

[29] Científicos, médicos y especialistas de más de 50 países han exigido el replanteamiento científico del sida, pues el fraude científico de Gallo y los experimentos irrepetibles de Montagnier han propiciado una crisis del método científico. A raíz de esto, fue conformado el comité mundial Rethinking AIDS. Véase s./a. “Asociación Monarcas México, A.C.”. En Asociación Monarcas México, A.C., http://www.monarcas.org. Disponible el 7 de junio de 2011.

[30] COSME VALADEZ, Arturo “Presentación” en SALINAS HERNÁNDEZ, Héctor Miguel Políticas de disidencia sexual en México, México, Conapred, 2008, p. 11.

[31] Tavata aseguró que nunca se asumió gay porque esa configuración identitaria conlleva un status socioeconómico alto y la inserción en un mercado específico y exclusivo. Sin embargo, comúnmente utilizó el término para definirse frente a los demás al considerar que era un término de uso común en la sociedad.

[32] COSME VALADEZ, Arturo “Presentación…”, cit., p. 11.

[33] El Estado liberal garantizó la igualdad jurídica frente a la desigualdad natural, pero fue “incapaz de contrarrestar las desigualdades económica y social, derivadas del libre mercado”. Véase GARCÍA CLARCK, Rubén R. Derecho a la diferencia y combate a la discriminación, México, Conapred, 2008, p. 8-27.

[34] LIST REYES, Mauricio Hablo por mi diferencia, México, Eón, Fundación Arcoiris, 2009, p. 197.

[35] GONZÁLEZ PÉREZ, César O. Travestidos al desnudo, México, Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa, 2003, pp. 7-37.

[36] GONZÁLEZ PÉREZ, César O. Travestidos…, cit., p. 35.

[37] La cultura occidental nombra, clasifica y cataloga toda acción humana, por eso se pensó que la categoría identitaria gay abarcaría todo tipo de variantes, usos y posibilidades erótico-afectivas entre varones. Sin embargo, existen otras posibilidades de encuentros sexuales: bisexualidad, asexualidad o incluso hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH).

[38] Generalmente los varones prescinden del uso de preservativos fundamentándose en dos concepciones erróneas: la limitación o eliminación del placer sexual y la supuesta inmunidad del sujeto sexualmente activo o penetrador. De este modo, se conjuga la escasa o nula educación sexual con la falta de una cultura preventiva y del cuidado de sí que suele incidir negativamente en la salud sexual de los varones. Un estudio comparativo realizado por José Ramiro Caballero sobre la incidencia de infecciones de transmisión sexual (ITS) y sida entre la población adolescente y joven mexicana, demostró que los adolescentes y jóvenes en edad promedio de 15 a 24 años constituyen el grupo poblacional más vulnerable al contagio de ITS, mientras que los jóvenes de 25-39 años son más vulnerables al contagio y padecimiento de sida. Asimismo, las cifras ofrecidas por CENSIDA (2013) arrojaron datos reveladores sobre el grupo poblacional juvenil que coincide con la edad promedio de los universitarios capitalinos: 96 % de los casos registrados de sida han sido transmitidos por vía sexual; el promedio de edad del contagio está alrededor de los 23 años; el 80 % de los casos registrados son varones; se estima que hay 182 mil personas contagiadas a nivel nacional; y el D.F. ocupa el primer lugar, a nivel nacional, con 20 398 casos registrados. Véase CABALLERO HOYOS, José Ramiro “Factores de comportamiento asociados al riesgo de ITS y del VIH en adolescentes y jóvenes mexicanos. Revisión de estudios publicados entre 1983 y 2006” en STERN, Claudio (coord.) Adolescentes en México, México, El Colegio de México, Population Council, 2008, pp. 133-184; HUESCA, Patricia “Prepara SSA acción legal contra grupos que niegan existencia del sida” en La Crónica de Hoy, 10 de febrero de 2013. En: http://www.cronica.com.mx. Disponible el 17 de febrero de 2013.

[39] Roberto Giraldo critica los programas y campañas de prevención del sida por no representar una solución adecuada, ya que bajo el slogan del “sexo seguro” son distribuidas cantidades exorbitantes de condones que “no solo no han logrado disminuir las cifras del SIDA, sino que han promovido la promiscuidad”. No obstante, considera que deben seguirse utilizando para evitar embarazos no deseados, la transmisión de infecciones o enfermedades y las acciones inmunosupresoras del semen. Véase GIRALDO, Roberto “Los agentes…”, cit.

[40] La UAM-I ofrece múltiples herramientas de apoyo y asesoría a la comunidad universitaria en materia de salud sexual y reproductiva, como el programa “Jóvenes, sexualidad y salud reproductiva” –dependiente del Departamento de Reproducción Biológica (División de Ciencias Biológicas y de la Salud) y la Coordinación de Servicios Integrados para el Bienestar– o la “Línea UAM de apoyo psicológico por teléfono”, a través de la sección “¿Qué tanto sabes de sida?”. Asimismo, el Colectivo Universitario de Diversidad Sexual-Iztapalapa (CUDS-I), el Taller de Teatro Universitario (TATUAMI), la Coordinación de la Licenciatura en Psicología y la Coordinación de Extensión Universitaria han organizado múltiples semanas culturales, talleres y cursos de diversidad sexual.

[41] El doctor Roberto Giraldo afirma que el sida es un “síndrome tóxico y nutricional causado por exposiciones múltiples, repetidas y crónicas a agentes estresantes” que causan “efectos inmunotóxicos, inmunogénicos o ambos, los cuales generan un estado de estrés oxidativo en las células inmunocompetentes y en las reacciones metabólicas del sistema inmune y otros sistemas”. En ese sentido, los doctores Peter Duesberg, Claus Koehnlein y David Rasnick aseguran que los agentes estresantes y oxidativos más comunes son las drogas recreativas (inhalantes de nitritos o poppers, anfetaminas, cocaína, heroína, esteroides), las drogas antivirales (AZT), la malnutrición, la falta de agua potable y la exposición a materia fecal. Este enfoque tóxico, nutricional y oxidativo del sida permite su prevención, tratamiento y erradicación “efectiva, fácil y barata” al aplicar los principios básicos del tratamiento de enfermedades tóxico-degenerativas crónicas: reduciendo la exposición a agentes estresantes, desintoxicando órganos y sistemas afectados y estimulando el sistema inmune, así como otros sistemas debilitados. Véase GIRALDO, Roberto “Los agentes...”, cit.; DUESBERG, Peter, Claus KOEHNLEIN and David RASNICK “The chemical bases...”, cit., pp. 383-404.

[42] El periodista Humberto Padgett evidenció en el año 2008 que los medicamentos asociados al tratamiento del VIH en México tienen un elevado costo derivado del lucro farmacéutico. Tan solo en 2003, la Secretaría de Salud destinó trescientos cincuenta millones de pesos para la compra de paquetes antirretrovirales, mientras que en el año 2008 se estimó un total de mil quinientos ochenta y seis millones de pesos ante la implementación de una política de acceso universal gratuito, la llegada de medicamentos de nueva generación y la ampliación de la esperanza de vida de los pacientes. Sin embargo, el costo de los medicamentos en México fue el más elevado en comparación con otros países latinoamericanos debido a que el tratamiento de inicio –compuesto por tres medicamentos– se calculó en “4 mil 223 dólares por paciente al año; en Brasil, en mil dólares; en Guatemala […] en 327 dólares, y en Honduras en 322 dólares”. Véase PADGETT, Humberto “Los mercenarios del sida en México” en Emeequis, núm. 131, 4 de agosto de 2008, pp. 18-24.

[43] El debilitamiento del sistema inmune permite la aparición simultánea de tumores, infecciones y enfermedades oportunistas y definitorias del sida, como el sarcoma de Kaposy, la tuberculosis o las infecciones entéricas. Véase DUESBERG, Peter, Claus KOEHNLEIN and David RASNICK “The chemical bases...”, cit., pp. 385-404; GIRALDO, Roberto “Los agentes…”, cit.

[44] La controversial presentación de Roberto Stock Silverman –investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM– en el noticiario “Reporte 13” de Ricardo Rocha, el 13 de diciembre de 2012, alertó a las autoridades de dependencias gubernamentales y organismos civiles porque México adscribió desde un principio la postura oficialista de la concepción y el tratamiento viral infeccioso del sida. El doctor Stock expuso las alternativas ofrecidas desde la disidencia y negó el carácter infeccioso del sida así como la existencia del VIH. De manera inmediata, el subsecretario de la Secretaría de Salud, Mauricio Hernández, declaró “que la dependencia actuar[ía] legalmente contra organizaciones que niegan la existencia de sida en México”. Ese señalamiento erróneo polarizó y desinformó aún más a la sociedad, ya que los disidentes no niegan la existencia del sida, solamente defienden su replanteamiento científico. El problema reside en la común concepción del síndrome (sida) y el virus (VIH) como términos sinónimos e indisociables, pero resulta necesario e indispensable diferenciarlos y no confundirlos para comprender la postura médico-científica disidente. Véase HUESCA, Patricia “Prepara SSA acciones…”, cit.

[45] Véase CANO, Gabriela “Inocultables realidades del deseo. Amelio Robles, masculinidad (transgénero) en la Revolución mexicana” en CANO, Gabriela, Mary Kay VAUGHAN y Jocelyn OLCOTT (comps.) Género, poder y política en el México posrevolucionario, México, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 61-90; MACÍAS-GONZÁLEZ, Víctor M. “Entre lilos limpios…”, cit., pp. 293-310; SCHUESSLER, Michael K. y CAPISTRÁN Miguel (coords.) México se escribe con J. Una historia de la cultura gay, México, Temas de hoy, 2010.

[46] CARROZO, Ana Material descartable. Relatos trans en las márgenes del sistema, La Plata, Universidad de La Plata, 2018, p. 77.