El ayuno docente: cuerpos, vulnerabilidad y estrategias de protesta durante la Carpa Blanca (1997-1999)

Teaching fasting: bodies, vulnerability and protest strategies during the White Carp (1997-1999)

 

 

María Laura Giudici Navarro

                                                                 (Universidad Nacional de Rosario), Argentina

navarro.mlaura@gmail.com

 

 

 

 

            

 Resumen

 

El presente trabajo se propone indagar sobre el rol de los cuerpos y las corporalidades durante el período del conflicto sindical docente de finales de 1990 en la Plaza del Congreso, Buenos Aires. Siendo el ayuno la estrategia de protesta elegida por les docentes que erigieron la Carpa Blanca, es de nuestro interés analizar la importancia de esta práctica como acto político de resistencia y su papel en la (re)producción de la unidad colectiva del movimiento sindical docente. Intentaremos abordar, desde una perspectiva espacial, el uso de esos cuerpos como infraestructura para la protesta ante las reformas de corte neoliberal emprendidas durante el menemismo, que debilitaron al sistema educativo y pusieron en jaque las condiciones vitales de les trabajadores de la educación. Se hará hincapié en la utilización estratégica de la vulnerabilidad como condición de posibilidad para transgredir la barrera entre el ámbito público y privado. Para dar cuenta de ello, hemos empleado como insumo una serie de entrevistas realizadas a una de las participantes del ayuno y cotejaremos con algunos aportes teóricos para ilustrar la potencia de agenciamiento político de esas corporalidades y la importancia de los testimonios orales para la construcción de fuentes históricas.

 

Palabras clave: ayuno, docentes; acampe, neoliberalismo, vulnerabilidad

 

 

Abstract

This work aims to investigate the role of bodies and corporealities during the period of the teacher union conflict in late 1990 in the Congress Square, Buenos Aires. Being the fasting the type of protest chosen by the teachers, who erected the White Tent, it is in our interest to analyze the importance of this practice as a political act of resistance and its role in the (re)production of the collective unity of the teaching trade union movement. We will try to approach, from a spatial perspective, the use of these bodies as an infrastructure for protest against neoliberal reforms undertaken during the government of Carlos Menem, which weakened the educational system and put the vital conditions of the workers in education at risk. Emphasis will be placed on the strategic use of vulnerability as a condition of possibility to transgress the barrier between the public and private spheres. To account for this, we have used as source a series of interviews with one of the participants of the fasting, which we will compare with some theoretical contributions to illustrate the power of political agency of these corporealities and the importance of oral testimonies for the construction of historical sources.

Keywords: fasting, teachers, occupy protest, neoliberalism, vulnerability

 

 

“Habitar consigo, habitarse a sí, nombra por lo tanto el rasgo fundamental de la existencia humana: la forma de vida del hombre es, en palabras de Hölderlin, una “vida habitante.”

Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos.

“No nos corresponde a los filósofos separar el alma del cuerpo […] no somos ranas pensantes, ni aparatos de objetivación y de registro sin entrañas; hemos de parir continuamente nuestros pensamientos desde el fondo de nuestros dolores…”

Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia.

“Nuestros cuerpos nunca viven exactamente en la historia, en la época. Son diversos en el espacio pero también en el tiempo.

Porque la historia de un cuerpo es la lucha (de género, de clase) con la narración heredada.”

María Inés La Greca, Escribo entre dos mujeres.

 

Comentarios introductorios

A lo largo del presente trabajo, nos proponemos indagar sobre el rol de los cuerpos y las corporalidades durante el período del conflicto sindical docente de finales de la década 1990 en la Plaza del Congreso de Buenos Aires. Haciendo frente a la avanzada neoliberal materializada en las reformas educativas introducidas por el menemismo, la CTERA decide hacer a un lado la histórica estrategia del paro y propone erigir una carpa de cara al Palacio Legislativo con ayunos rotativos de maestres. En consonancia, es de nuestro interés analizar la importancia de esta práctica como acto político de resistencia y su papel en la (re)producción de la unidad colectiva del movimiento sindical docente.

Organizada con una logística inédita, la puesta en acción de la carpa y los ayunos lograron transgredir la barrera entre el ámbito privado y el público. Siendo la vulnerabilidad de esos cuerpos la condición de posibilidad para romper con la atomización e individualización propias del neoliberalismo, así como también la potencia de agenciamiento político, intentaremos abordar desde una perspectiva espacial el uso de esos cuerpos como infraestructura para la protesta.[1] La Carpa fue instalada con la intención de simular un ámbito escolar. De color blanco, la carpa y los guardapolvos de les docentes trataban de apelar, de algún modo, a la memoria individual de cada argentine escolarizade.

El núcleo de las críticas a la Transformación Educativa menemista estaba compuesto por el rechazo al carácter inconsulto para con el sector docente de las reformas, la significativa ausencia de participación sindical en los procesos de toma de decisión, las premisas tecnocráticas que estructuraban las nuevas modificaciones, la falta de un planeamiento exhaustivo sobre los efectos de dichas reformas, así como la apelación a dispositivos “improvisados” en la aplicación de ejes estructurales. Sobre estos reclamos se establece uno nucleado en el imaginario ciudadano argentino: la educación como derecho social que debe ser garantizado por el Estado.[2]

Ante las reformas emprendidas durante el menemismo, que debilitaron al sistema educativo y pusieron en jaque la condición de les trabajadores de la educación, la Carpa surge como un espacio de resistencia ante el desamparo estatal para con escuelas, docentes y alumnes, y un espacio de reivindicación para una variedad de luchas políticas. Para dar cuenta de ello, hemos empleado como insumo una serie de entrevistas realizadas a una de las participantes del ayuno[3], que cotejaremos con algunos aportes teóricos. Tomando el concepto de embodiment del antropólogo Thomas Csordas (1990) y las teorizaciones sobre la vulnerabilidad de los cuerpos presentadas por Judith Butler (2017), intentaremos trabajar sobre la experiencia de les ayunantes y la resistencia colectiva de las corporalidades.

En este trabajo, intentamos trabajar de manera conjunta con la entrevistada para construir hipótesis edificadas a través de las metodologías de la historia oral. Buscando crear nuevas fuentes históricas sobre la Carpa Blanca docente de 1997, afirmo el carácter político (y por momentos también autobiográfico) de mi participación. Pensando a nuestros deseos como flujos creadores de sentido, intentamos articular esta narración a través de multiplicidades y desviaciones.[4] Entendiendo que nuestra tarea se desarrolla con una memoria ya interpretada, no intentamos buscar un significado original o develar signos primarios o enigmáticos, sino que comprendemos al proceso de entrevistas como una exégesis que en su propia formulación reacomoda y reformula dialécticamente su sentido. Como bien dice Portelli, “el hecho histórico relevante, más que el propio acontecimiento en sí, es la memoria”.[5]

Por último, cabe aclarar que la elección de realizar este trabajo utilizando lenguaje inclusivo es la expresión de un posicionamiento político, encarnando una noción sobre teoría de género que intenta permitirse una marca no binaria en el lenguaje, pudiendo referirnos así a sujetes sociales en sentido amplio sin la imposición del universal masculino o la utilización del binarismo femenino/masculino excluyente, y aprovechando las diversidades que la letra “e” habilita.

 

Contexto de las entrevistas

Las entrevistas fueron realizadas entre junio de 2017 y febrero de 2018, en la ciudad de Rosario, en el Centro Cultural Israelita donde funciona el Kinder “Ana Frank”. H. nació en la década de 1970, es maestra jardinera y sindicalista docente. Trabaja en una escuela de Granadero Baigorria y los sábados viaja a Rosario para pasar la tarde en el Kinder. Dice disfrutar y encontrar un propósito en compartir su tiempo con niñes y adolescentes. Tiende a tener siempre presente en su discurso al Movimiento Pedagógico Latinoamericano y la importancia de este en su vida docente, así como a AMSAFÉ y la influencia que tuvo esta agrupación sindical en su formación como trabajadora de la educación desde joven.

Los contextos de producción de las entrevistas sostienen la imagen e identidad que ella formula a lo largo de sus narraciones. Se hacen tangibles los roles de maestra por vocación, trabajadora de la educación por elección, militante de los derechos de les niñes y defensora de ámbitos culturales públicos. Su presencia en el Kinder transmite cierta idea de continuidad de ideales, de una subjetividad que se construye a través de la perseverancia en pos de una causa y de un agenciamiento consciente que opera integrando premisas, espacios y sujetes.

La entrevista se construye sobre las fronteras entre lo público y lo privado. Tanto lo dicho como los silencios están entretejidos en el entramado de esos dos mundos, siendo el pasaje de uno a otro un flujo constante, donde la memoria aparece como estrategia y la identidad se (re)define en el diálogo con la otredad. Ambas mutan de manera espejada, creando una narración que, en su voluntad de coherencia y armonía, produce representaciones de lo real compatibles con la imagen de le sujete.

El auge neoliberal y la Transformación Educativa

A finales de los años 1980, el Banco Mundial dio a conocer un estudio sobre vivienda, educación y salud en Argentina, donde señalaba como problemas fundamentales de este “sector social” la centralización, la universalización y la ausencia de coordinación entre el sector público y el privado. Con ese fin, propuso ciertas medidas que apuntaban a la reformulación de políticas sociales en base a los conceptos de “eficiencia” y “equidad”, a la reestructuración de las instituciones estatales encargadas de la planificación y administraciones de servicios sociales y a la redefinición del rol del Estado en cuanto a la gestión de las poblaciones “dependientes” de los servicios públicos.[6] Así mismo, en 1989 se formuló un paquete de reformas neoliberales establecido en el llamado Consenso de Washington por entidades como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para los países “en desarrollo”, donde se planteaban como lineamientos principales la reducción del Estado, la estabilización macroeconómica, la liberalización de la economía y el crecimiento del mercado dentro de la esfera interior.

Si bien el proceso de desmantelamiento del Estado de Bienestar, de la estructura salarial “fordista”[7] y el consecuente auge de las políticas sociales y económicas de corte neoliberal datan de la década de 1970, estas medidas comenzaron a desplegarse con mayor alcance y profundidad durante la del 1990, poniendo en acción un programa de disciplinamiento fiscal y ajuste estructural con un vaciamiento presupuestario más pronunciado. Las bases de legitimidad social para el consecuente recorte de la presencia del Estado en el sector económico y de servicios sociales se dio gracias a la construcción de una serie de discursos que se anclaban en el cuestionamiento del Estado de Bienestar y el planteo de su ineficiencia, sobre la idea de un individualismo dogmático[8], donde cada persona está librada a su mérito personal y las redes comunitarias de solidaridad pasan a ser un estorbo, y sobre un nuevo “sentido común” pedagógico acerca del ámbito educativo.

Tópicos como descentralización, calidad, progreso tecnológico, mercado laboral, cambio, transformación, participación y autonomía comenzaron a tomar protagonismo, mientras la clásica concepción humanista de la educación era dejada de lado. A mediados de 1990, esas políticas de ajuste se combinaron con una profunda recesión, derivando en desocupación masiva, disminución de todos los índices de bienestar socioeconómico y consecutivos procesos de descolectivización social. El contenido recesivo actuó deprimiendo las oportunidades de empleo, las remuneraciones reales y precarizando y flexibilizando las condiciones laborales.[9]

Sin embargo, también es 1995 el año donde las formas de llevar a cabo protestas tuvieron un giro cualitativo. Se fue conformando progresivamente una resistencia que se aleja de las llevadas a cabo hasta ese momento, centrando su eje ya no en el alcance cuantitativo de las protestas si no en la reivindicación de la importancia social de los reclamos desarrollados y la necesidad de conjurar simbolismos capaces de llamar la atención de la opinión pública y mediática. Los cambios estructurales producidos por el menemismo son acompañados por cambios en la tradición de los sistemas de acción colectiva, surgiendo no sólo nuevas formas de organización y puesta en acción de los reclamos, sino nueves actores, territorialidades, consignas y lenguajes. Lo que está en juego es la legitimidad del aparato estatal, de los discursos que la orquestan y el derecho a la aparición y al reconocimiento de les nueves actores sociales. Los cuerpos actúan en la calle, jugando con la espacialidad, reorganizándola con miras a impugnar aquella legitimidad y así reformular las condiciones de posibilidad de aparición reguladas por el aparato estatal. La influencia es dialéctica entre los movimientos sociales y el Estado, ambos actúan y se reconfiguran por la acción del otro.[10]

Partiendo de una matriz de desregulación y concentración económica, el gobierno menemista reformó el sistema educativo siguiendo esas máximas. Esta fue articulada sobre dos puntos. En primer lugar, para poder acceder al Plan Brady de reestructuración de la deuda externa, creado en 1989 por el Secretario de Tesoro de Estados Unidos, se dictaminó la provincialización de las cargas económicas de la educación primaria y secundaria (Ley de Transferencia Nº 24.049, 1992). En segundo lugar, se estipuló la nacionalización de la planificación sobre los ejes de la política educativa, desapareciendo la vieja estructura del sistema educativo, dividiéndose en Educación Inicial, Educación General Básica y Educación Polimodal y extendiendo la obligatoriedad de los años de educación de siete a diez. Asimismo, aparecen lineamientos que responden a ideas empresariales y se dirigen a la formación de une alumne en miras del ámbito laboral (Ley Federal de Educación Nº 24.195, 1993).[11] Al respecto, H. señala:

Había un vaciamiento en cuanto a la ideología y había un vaciamiento en lo pedagógico. Los maestros nos ocupábamos de darles de comer a los pibes, de conseguirles las zapatillas, de conseguirles los abrigos. […] Y, además, habían dinamitado lo nacional, entonces el Plan Nacional fue mandar las escuelas, la responsabilidad a las provincias sin presupuesto. Esto es “te hacés cargo, o sea, te doy las escuelas, pero no te doy ni un mango para sostenerlas”. Todo era un desastre y, además, desconocíamos la realidad de las otras provincias.

 

En consonancia con la ola de ajuste sistemático impulsada por el Estado, estas leyes apuntaban a fragmentar el conflicto sindical-docente y excluir a les actores interesades en cuestiones reivindicativas pedagógicas y extra-pedagógicas de la participación de debates técnico-educativos. Como estrategia de lucha, el movimiento sindical docente planteó la necesidad de politizar la cuestión, tramando alianzas con otros sindicatos, partidos y actorxs sociales y llevando los conflictos provinciales hacia una visibilidad de nivel nacional. Teniendo como antecedente a la “Marcha Blanca” que el sindicalismo docente había impulsado en 1988, luego de una histórica huelga nacional con una duración mayor a cuarenta días, y como forma de confrontación al programa de ajuste estatal, se eligió instalar una carpa frente al Congreso Nacional y llevar a cabo un ayuno rotativo de voluntaries. Si bien comenzó como una apuesta a corto plazo, se extendió a lo largo de mil tres días. La Carpa Blanca funcionó desde el 2 de abril de 1997 hasta el 30 de diciembre de 1999, conformándose así como un punto de inflexión dentro del desarrollo del movimiento docente y social argentino. H. comenta al respecto que:

La Carpa se erigió en un momento de individualización absoluta de todo. El neoliberalismo te hacía creer que el otro no existía. […] El pueblo se moría de hambre, bueno, nosotros los maestros le ponemos el pecho y la espalda a esto, se lo ponemos en serio. Se lo vamos a poner a un ayuno para mostrarle al Congreso cómo está la educación.

 

Stella Maldonado recoge en un cuaderno, compartido en las redes sociales hace poco tiempo por su hija Ana Teplitzky, algunas instantáneas de su experiencia como ayunante. Allí anota:

Qué bien lo definen los pibes de la Escuela Media Nº 2 de Haedo: “presten atención, lo que ayuna es la educación.”

 

En febrero de 1997, el sindicato lleva a cabo el Primer Congreso Educativo, donde se plantea la necesidad de una convocatoria a un gran debate educativo que logre integrar lo pedagógico, lo cultural, lo político y lo económico, “reconstruyendo a la educación como espacio público y derecho social”.[12] Una vez superado el descreimiento y mutismo inicial gubernamental, la Carpa y sus ayunantes lograron abrir el debate social y político sobre la situación actual y el futuro de la educación pública. De este modo, fue tomando forma una de las premisas estipuladas por CTERA desde el inicio: que el rechazo a las reformas adquiera relevancia nacional.

 

 

 

 

 

 

 

Aunar fuerzas: convergencias reivindicativas

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro de texto: Marcha contra el ajuste, 1999.

La Carpa Blanca también puede ser considerada como un punto de convergencia y resonancia de luchas sindicales y resistencias sociales muy heterogéneas. En efecto, en el espacio político, simbólico y mediático abierto por la Carpa confluyeron reclamos y denuncias de distinto tipo, tenor y radicalidad contra la política gubernamental. Se centraron allí protestas y reivindicaciones, antiguas y recientes. Sobre la relevancia que adquirió progresivamente la cuestión educativa, H. ilustra:

Se le dio bastante pelota. Hubo mesetas, porque como todo, con el tiempo se va diluyendo. Sí nos salvaba que, a ver, venía Serrat a Argentina y pasaba por la carpa, venían las murgas uruguayas, que en aquella época era cuando recién empezaban a venir, y eran las de nombres más conocidos que eran “Falta y resto”, “Araca la cana”, pasaban por la carpa, o sea, nadie que tuviera un compromiso social dejó de pasar por la carpa.

Maldonado, en consonancia, relata en su cuaderno pequeños fragmentos que ilustran las convergencias políticas y la variedad de subjetividades que se acercaban a la Carpa para apoyar la protesta:

Graciela Montes, Gustavo Roldán, Graciela Cabral y otros escritores llegan a la noche, traen afecto y nos cuentan cuentos, no hacen más que reafirmar la solidez del vínculo entre los maestros y los que escriben pensando en serio en lo pibes.

[…] Debe tener como ochenta años, pelo largo blanco y una estampa envidiable. Se llama Luis Quesada y dice que no pudo venir antes porque estaba enfermo. Trae su apoyo como veterano de la Guerra Civil Española.


[…] La mamá de un médico desaparecido en la dictadura nos trae las chaquetillas y guardapolvos de su hijo que guardó durante veinte años: “este es el lugar más indicado para que estén.”

H. con su cartel de “Docente argentino

ayunando”.

La nueva estrategia espacial permitió una amplia visibilización del conflicto sindical-docente y logró conquistar la adhesión de amplios sectores sociales que no sólo mostraban su posicionamiento político de forma mediática, sino que concurrían a la instalación y participaban de las actividades llevadas a cabo por les docentes. Partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones sindicales, organismos de derechos humanos, intelectuales, deportistas, artistas, periodistas, entre otros, se acercaron a la Carpa para demostrar su apoyo al reclamo docente, sumando de este modo legitimidad a la lucha. La permanencia en la plaza permitió la circulación continuada de gran variedad de colectivos e individuos y así también se instaló en el campo social como un reclamo legítimo/legitimado por la persistencia de sus actores. El ayuno se consolidó como una estrategia que permeó en la sensibilidad social y demostró, abriendo el debate, la gravedad de la situación educativa nacional. Replicado simbólicamente a través de consignas escritas en carteles como “docente argentino ayunando” u “hoy somos todos docentes”, el ayuno produjo una relevancia simbólica significativa, siendo asociado con el “hambre” del país y el deterioro de las condiciones laborales de los docentes, que no contaban con la garantía de pago a término ni con salarios dignos.

El conflicto se hizo carne consolidando cierto sentido de comunidad[13] dentro de la agrupación docente provincializada y fragmentada por el neoliberalismo. H. señala que la estrategia elegida logró poner frente a frente realidades muy disímiles, logrando de este modo romper con el desconocimiento y el cerco de información logrado con la fragmentación de la reforma educativa, así como cambiar el sesgo negativo que la figura de le docente había adquirido durante el menemismo:

Veníamos muy cacheteados los maestros, con que hacíamos paro, con que no dábamos clases. Venía muy fragmentada la lucha. De hecho, nadie conocía la realidad del otro. Cuando fuimos llegando a la Carpa nos fuimos enterando de qué pasaba en Chaco, Jujuy… No lo podíamos creer. […] Fue tan sutil lo que hicieron, que se fragmentó todo. Era juntar los pedazos. Había que buscar algo que nos uniera de punta a punta del país y no fuera paro.

[…] Era muy grotesco, porque pasamos de ser los maestros que no querían dar clases a los tipos que se están cagando de hambre por la educación pública.

 

Maldonado comenta, a su vez, la extensión de ese sentido de comunidad por fuera del movimiento docente. Les docentes, castigades hasta el momento por la opinión pública, comenzaron a convertirse en un ícono de lucha y resistencia a la crisis económica y social, así como figuras heroicas de la educación pública:

La Carpa es como un templo, hay una especie de comunión mística en el grupo. La gente deposita ofrendas y le imprime a nuestra medida características salvacionistas. He escuchado a varios padres decir a sus hijos: “ellos están luchando por nosotros”.

[…] “Traje a mis hijas para que vean este ejemplo y que todavía queda gente que se sacrifica por los otros”, dice un taxista que ya había estado trayendo su solidaridad, yerba y un osito de peluche.

[…] Paradoja 1: uno aquí se siente muy raro, la gente nos agradece, nos felicita, nos trata como si fuéramos héroes y nosotros nos sentimos como fuera del tiempo y del espacio. Estamos despersonalizados, porque representamos “a”, simbolizamos “a”.

En la narrativa de H., la Carpa se presenta como una utopía contra-hegemónica. Frente al desgaste social y político producido por la avanzada neoliberal del menemismo, los sindicatos docentes deciden tomar una medida alternativa. La erección de la Carpa implica la apuesta a una utopía situada en el espacio. Quizás podríamos inferir que el término heterotopía es aplicable a este acontecimiento. Foucault las define como “lugares que se oponen a todos los otros, que están destinados de algún modo a borrarlos, a neutralizarlos o a purificarlos. Son de alguna manera contraespacios”.[14] La Carpa en el discurso de H. es un esbozo de proyecto que impugna al estatal, es la conformación de un espacio-otro que irrumpe en lo público, no como una eventualidad transitoria y efímera, sino como un reclamo de temporalidad larga e historizable. En consonancia, ella señala el retorno a la idea del maestro como “héroe absoluto” dentro del imaginario colectivo nacional.

Decían que habían dinamitado la escuela pública y nosotros estábamos juntado los pedazos, y al juntar los pedazos de la escuela pública, juntamos los pedazos de la sociedad.

Si el concepto de espacio público es definido arquitectónicamente a través de la idea de límite, mediante la exclusión de lo no-público y la diferenciación por contraste con lo privado[15], con la Carpa se rompe la división al construir una amalgama con la plaza-pública y los cuerpos-privados. La idea de constituirla como un lugar abierto a todes es su condición de posibilidad: el impulso se dirige hacia la formación de un espacio real que rectifique la impotencia de los establecimientos escolares en su individualidad y su desconexión. Bajo su techo se organiza un movimiento sindical docente desmembrado y se lo rearticula discursivamente, enunciando así una identidad colectiva vivificada.

A la vez que los cuerpos reclamaban para sí el carácter público de ese espacio, lo reconfiguran y reproducen de manera performativa. La Carpa se erigió como apropiación del entorno, como vuelta de tuerca de la funcionalidad clásica de la plaza; se enunció en ella reafirmando su carácter de bien colectivo. Operaba a la inversa de las lógicas de vaciamiento estatal, ocupando un espacio público no para privatizarlo, sino para devolverlo al campo popular como ágora.[16] Se planta e invita a que la miren, pero no como voyeur desde una ventana alejada, invita a ser mirada, tocada, intervenida, abrazada. La apropiación de la plaza no funciona como cercamiento privado, sino que se refuncionaliza a través de una apertura a lo comunal. Sin embargo, la puesta en acto de la Carpa, que podríamos analizar como un happening continuado[17], conlleva algo de obra conceptual así como también un poco de “circo mediático”. H. rememora caudales de gente pasando en precesión, mirándoles continuamente, tocando las paredes de tela de la Carpa como dibujando una postal que roza imágenes del culto mariano. Al respecto, Maldonado describe:

La carpa tiene algo de circo, en ella nos exhibimos como ejemplares exóticos: una maestra de una escuela privada de devoto que pasó por la carpa le explica a sus alumnos " hay otras realidades, hay lugares en que los maestros no cobran y los chicos no pueden ir a la escuela"

Butler señala, retomando a Arendt, que “el «verdadero» espacio está entonces «entre la gente»”[18], lo que significa que la acción que ocurre en un sitio concreto, configura a su vez un espacio propio a la alianza. Sin embargo, agrega que son los cuerpos los que actúan de soporte para que ese espacio intersticial pueda surgir. Ese intersticio es creado a través de la comunión de lo privado, de la sociabilidad plural que anula la oda neoliberal al individualismo.

H. habla de la percepción de una escuela pública dinamitada, de juntar sus pedazos y, al hacerlo, reconstruir una sociedad desmembrada. La carpa es postulada como refugio, punto de encuentro donde la dimensión emocional cobra importancia y convoca a muchos sectores sociales. Ella habla de afecto, con Madres de Plaza de Mayo que se acercan a dar ánimos y niñes encariñades, de una adhesión a la lucha sostenida por la solidaridad y las visitas al espacio físico de la Carpa.[19] Al respecto, Maldonado ilustra:

Ya es casi la hora de acostarse, una señora joven y su hija de 9 años: “tuve que traerla, porque se puso a llorar porque los maestros no comen.”

Sin embargo, esta utopía-otra no funciona sólo como defensa, sino que la ofensiva enunciada es constitutiva de sí misma. Ante un gobierno que no tiene interés en negociar y frente a una sociedad que desconoce otras realidades provinciales, la Carpa aparece como la puesta en escena de una multiplicidad de experiencias. Convirtiendo la cotidianeidad en acto público, se enuncia como un espacio de resistencia nacional. Es un escenario, una vidriera que apela a la visibilización de una emergencia educativa, un “testimonio de denuncia”.[20]

Esta visibilización quiebra la hegemonía discursiva estatal, dándole paso a la enunciación pública de una heterogeneidad de experiencias que el plan de provincialización de la educación intentó acallar mediante un profundo desmembramiento. H. habla de un aislamiento al interior del movimiento docente, de un desconocimiento de otras realidades y conflictos. El gobierno nacional emprendía la retirada del financiamiento de la educación pública y dejaba a cada provincia a su suerte. “Cada provincia se hace cargo de sus escuelas”, explica ella. Construir una posición política alternativa que rechace la matriz neoliberal implicaba articular los conflictos periféricos y darles una proyección nacional. Esto se logra a través de la apuesta espacial de una voluntad de unidad del movimiento sindical docente. No sólo se defiende el derecho al acceso universal a la educación pública financiado por el Estado, sino que se reclama un espacio de participación, debate y toma de decisiones que progresivamente se les estaba negado a les educadores. Si el gobierno se encarga de particionar espacialmente al movimiento docente, la Carpa lo aglutina. Si no existe un espacio habilitado para el reclamo, ella lo crea. Lo diluido se rearticula conscientemente al afirmarse en un lugar del espacio público.

Así, se instala la educación pública como tema apremiante en la agenda política. Apelando a la clásica concepción de la educación como un derecho ciudadano que juega un rol fundamental respecto a la movilidad social dentro del imaginario argentino, se utilizan los medios de prensa para difundir el reclamo, masificar la incidencia de la protesta y ganar la opinión pública. Con una retórica ofensiva, se politiza las reivindicaciones y se adquiere notable repercusión. De este modo, se da el pasaje de un conflicto sindical a un reclamo cívico[21], materializándose una reivindicación ciudadana a través de la enunciación en el espacio público frente al Congreso.

Fue la manera de instalar el tema. Con esto del aislamiento que habían logrado, fue una manera de que el país hablara de lo que pasaba, de mostrarlo. Y, además, en lo personal me pasaron cosas muy fuertes. Yo creo que fue una escuela de militancia de la ostia. Nosotros amanecíamos leyendo todos los diarios, venían Marta Maffei y Hugo Yasky a sentarse y charlar con nosotros para analizar el tema.

La potencia contrahegemónica de la Carpa implica una reformulación de los tipos clásicos de protesta. Surge una nueva forma de acción colectiva, directa y multi-sectorial, donde la apropiación temporal del espacio público se posiciona como estrategia predilecta. Quizás es el movimiento piquetero el mejor ejemplo de este cambio. Operando bajo la misma coyuntura socioeconómica, donde la desarticulación de marcos sociales y laborales se efectúa de manera intempestiva, la descolectivización toma un carácter masivo y la desocupación y precarización afecta sectores muy heterogéneos de la población[22], les piqueteres plantean como táctica un tipo de acción disruptiva cuya arista territorial es constitutiva.

El paro, como elemento tradicional de lucha docente, ya no resultaba funcional. Los sindicatos docentes reformulan la estrategia y erigen la Carpa frente al Congreso. H. recuerda:

La CTERA pedía una ley de financiamiento educativo y la derogación de la Ley Federal de Educación. Decide poner esta carpa… O sea, ya estaba todo desgastado. Los paros no iban más, la sociedad era una lucha permanente de todos contra todos. Entonces, la CTERA […] decide poner una carpa de ayuno frente al Congreso, con la idea de que en quince días se resolvía. Mil tres días después la levantamos…

La resistencia se redirige y se hace cuerpo en la Carpa; la lucha activa se impone en el espacio cotidiano y lo reconfigura. Toman una parte de la plaza y la revitalizan imprimiéndole el dinamismo de la protesta. La carga simbólica propia de ésta es resignificada; la fastuosidad de sus monumentos se ve opacada por una modesta carpa alquilada que se impone a través de la porosidad de sus paredes de tela, siempre abiertas a quien esté dispuesto a solidarizarse con la lucha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando alrededor del cuerpo: claves de lectura, entrevista a H. y el cuerpo (de le) docente

Partiendo desde una perspectiva antropológica, retomamos la orientación metodológica propuesta por Thomas Csordas al respecto del concepto de embodiment o corporalidad/es, donde se plantea la necesidad de superar principios dualísticos que operan de diferentes maneras como definiciones teóricas hegemónicas con raíces imbricadas en el cartesianismo. Basándose en los aportes de Merleau-Ponty y Bourdieu, marca asimismo que ambos mantienen ciertos dualismos, como sujeto-objeto en el campo de la percepción para el primero, y estructura-práctica respecto al dominio de la práctica para el segundo, que impiden pensar a los cuerpos no como objetos, sino como partes integrales del sujeto percibido. En el nivel de la percepción del mundo vivido, la dicotomía mente-cuerpo no está dada de forma inmanente, sino que es una relación construida para con ese mundo a través de la cual los cuerpos pueden volverse objetos. Cuando esta división se vuelve borrosa y el cuerpo-objeto no es tomado como algo “natural”, les otres también dejan de ser objetos para ser percibidos como otros-yo.[23] Así, podríamos plantear que la objetivación de dichos cuerpos se da, no a través de la ontogénesis, sino mediante la construcción de relaciones culturales y de poder a lo largo de la vida del sujeto. Quizás de este modo, la idea de vulnerabilidad como la base de las relaciones sociales cobre mayor sentido, entendiéndola como constitutiva del sujeto como un todo y no como algo que caracterice exclusivamente su biología objetivada.

Así mismo, desde un punto de vista ontológico-existencial, podríamos plantear que ayunar implica anteponer el uso del cuerpo por sobre el cuidado del mismo, subordinándolo a la finalidad constitutiva del acto. Si el cuidado es lo que vuelve visible al cuerpo, si es lo que se inscribe en la estructura del ser-en-sí y caracteriza la relación originaria del ser-ahí con su mundo, anteponer el uso implica trastocar la relación con el presente y proponer a la habitabilidad del cuerpo como nueva relación con el mundo. Así, habitar es estar en una relación con el uso al punto de la inapropiabilidad. Compartir este habitar es compartir la constitución del ser-en-sí, compartir lo inapropiable.[24]

A través del acto colectivo del ayuno, se disputa una lucha por la existencia de los cuerpos, sobre qué cuerpos pueden vivir y qué saberes existir. El neoliberalismo no sólo es un programa político, sino que plantea discursivamente relatos que habilitan o niegan la habitabilidad del mundo. Ayunar es rebelarse, hacer un uso impropio del cuerpo; es producir un temblor conceptual que desestabiliza las burocracias y tecnocracias que rigen el sentido común neoliberal. [25] Con el acto del ayuno se crea realidad partiendo de la ruptura y el resquebrajamiento del ideal racionalista. Si el sujeto soberano propuesto por la Modernidad, y reafirmado nuevamente con el neoliberalismo, es aquel que ejerce soberanía sobre su propio cuerpo, la intimidad resulta la sustancia biopolítica por excelencia. Es esta intimidad la que se pone en juego en la política[26], así como la idea de privacidad y el acceso (de)limitado a aquella zona inapropiable de no-conocimiento. Si el uso de los cuerpos se sustituye por el dominio sobre la privacidad, el trato familiar con une misme ingresa en una zona aún más oscura de no-dominio y desconocimiento, es decir, acciones que realizamos con-el-cuerpo o en-el-cuerpo que formaban parte de la inapropiabilidad de dicho uso y se desdibujaban en la cotidianeidad, pasan a formar parte de la privacidad ingresando así a un campo aún más oscuro donde la relación del ser-en-sí con el uso inapropiable se vuelve desconocida y se esconde tras la forma de intimidad. Entonces, lo que el ayuno colectivo pone en juego es la reapropiación del uso, la puesta en evidencia de su relación con la intimidad y las relaciones de poder que operan en el ámbito de lo privado. Ayunar resulta un acto en pos de apropiarse de aquella inapropiabilidad del ser a través del uso político del cuerpo.

Por otro lado, desde una perspectiva foucaultiana, podríamos presumir que el cuerpo aparece en el contexto de la Carpa como lugar absoluto[27] donde también se dirime el conflicto social. Ante la desoladora desposesión neoliberal, se presenta como el último y único soporte, como infraestructura para la protesta.[28] Es en este espacio-otro que crea la Carpa donde las corporalidades surgen como instrumento de lucha y se enuncian en la escena pública convirtiendo su vulnerabilidad en flujos contrahegemónicos; se presentan y actúan en conjunto bajo condiciones que ponen en riesgo su propia existencia. La protesta docente se construye también en y con esos cuerpos que insisten con deslegitimar la afrenta estatal.[29] Son cuerpos significantes que hacen carne el sufrimiento de sus alumnes, que se alzan colectivamente a sí mismos como pequeños espacios de resistencia. El ámbito privado que usualmente los cobija es dejado de lado, siendo ahora lo público el lugar donde posicionarse. Actuando como espejos de la desidia estatal, intentan reflejar conflictos invisibilizados y se construyen así como ficción política.

Vos cuando sos maestro no estás vendiendo lavarropas. Es decir, cuando laburás con pibes desde esta concepción de la educación, el cuerpo está presente permanentemente. Está en lo cotidiano, en el aula. Por eso me parece que se dio de manera natural. El poner el cuerpo para el maestro es cotidiano, y lo ponés de veinte mil maneras diferentes. Lo ponés haciéndole upa a un pibe que se lastimó o conteniendo a uno que tiene un brote psicótico, porque el padre lo cagó a palos. Y el cuerpo está.

 

Controlades por un equipo médico, el alimento de les ayunantes consistía en agua, infusiones calientes, sopas y leche de soja con jugo de frutas. Al principio, se propuso un ayuno de treinta días con miras a que el conflicto se resolvería a la brevedad. Cuando el panorama dejó entrever las probabilidades de que se extienda de manera indefinida, los días se acortaron a la mitad. El límite para abandonar el ayuno se trazaba en el 10% del descenso del peso inicial, así como ante la aparición de cualquier enfermedad que pudiera surgir durante el ayuno. Sin embargo, lo emocional juega un rol fundamental en el mantenimiento de les ayunantes. H. señala:

Ayunar era entregar todo. Nos dejaba en un lugar de vulnerabilidad muy fuerte. Lo afectivo te potenciaba. Y no sólo lo conocido sino lo afectivo “nuevo”. La necesidad del abrazo, la necesidad del otro. La contención.

[…] La energía que le da al cuerpo la mística. Era todo un combo, esto de lo afectivo, lo ideológico. Era muy fuerte. Se tocaba la energía. Que una Madre de Plaza de Mayo, con todo lo que pasó, venga y me diga que no afloje… ¡Ni se te ocurría aflojar!

A su vez, ella va entretejiendo su experiencia personal con la del colectivo. Los estragos que trae aparejados ayunar son doblemente difíciles de sobrellevar para ella: al desgaste físico se le suma el emocional. Ayunar es morirse de hambre, como lamentablemente lo hizo su padre o como lo hacen sus alumnes; es tener frío, no poder leer, verse aplastado por un cansancio inverosímil. No comer es alejarse de la realidad, soltar el mundo. Sin embargo, el ayuno como acto político de resistencia se transforma en un arma. Recalca una y otra vez que su lucha implica poner la cara y el cuerpo. Ayunar sostenide por otres rompe con las regulaciones individualistas y produce performativamente una identidad colectiva.

Yo trabajaba en un jardín de Cabin 9 y los chicos estaban desesperados, porque ellos sabían de qué trataba eso de “no comer”. […] Ahí entendí porque mis alumnos tenían mucho frío todo el año, porque cuando no comés, te morís del frío y no hay nada que te lo haga pasar. Y porque no entendían cuando yo les hablaba, porque llega un punto que... Yo ayuné dos veces, la primera vez ayuné dos turnos seguidos, catorce días. A partir del décimo, era leer los títulos de los diarios y no entender nada…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro de texto: Recambio de ayunantes. 

 

También aquí podemos vislumbrar un juego de estrategias: cuando lo verbal es ignorado, lo corporal surge como escenario y potencia de un agenciamiento político. Como dijo H., los maestros le ponen “la espalda y el pecho” al hambre del pueblo. El cuerpo es el espacio donde las subjetividades se corporizan, donde se combate lo más profundo de la alienación, donde se reclama el derecho a una vida “más vivible”. Es en esa construcción común, en esa comunión política donde se abandona la pasividad del papel de víctima y se abraza la resistencia como potencia de vida.

Cuerpos vulnerables: infraestructura para la resistencia

Como ejercicio teórico podemos intentar pensar al neoliberalismo, además de cómo un programa de gubernamentabilidad que empalma con la construcción de su propio lenguaje y formas de ser, como una ontología en sí misma. Encastrando lo real en un discurso práctico sobre el ser mismo de las cosas logra prescindir de cualquier ética o constitución subjetiva, dándole piedra libre a su difusión carente de inconvenientes. Así mismo, el discurso neoliberal se instala en el sentido común y en el imaginario social y traza lineamientos que responden a ideas tales como meritocracia o empresarie de sí misme, apuntando a la destrucción total de formas colectivas que obstaculicen el ideal de un mercado “puro”. Su tipo de gubernamentabilidad escapa tanto a las totalidades como al individualismo autónomo liberal; estructurándose a partir de nodos singulares-universales es capaz de permear en todo lo real e irreductible.[30]

A través de la puesta en escena de la Carpa y de su longevidad y persistencia como modo de protesta a lo largo de dos años, podemos señalar la emergencia de una forma de soberanía popular que se construye sobre la coexistencia plural como alternativa ética a la idea de resposabilización individual.[31] Por lo tanto, concebir el concepto de vulnerabilidad sin tener en cuenta las relaciones de poder que juegan con y a través de ella, sería un ejercicio nulo. Siguiendo la propuesta de Butler, donde recalca que aquella es la condición necesaria para el reconocimiento de la dependencia mutua básica de las relaciones sociales, entendemos que es menester reivindicar la dimensión social y colectiva del cuerpo. A su vez, la vulnerabilidad/invulnerabilidad son analizadas como consecuencias políticas que, repartidas de manera desigual a través de relaciones de poder, actúan sobre y a través de los cuerpos.[32] La resistencia viene a poner en juego esa vulnerabilidad así como la exposición de los cuerpos. Como recordamos, les ayunantes rememoran su experiencia como un momento de gran exposición y vulnerabilidad, donde la Carpa por momentos simulaba ser una pecera donde se imponía una transparencia constante para con el público que circulaba a su alrededor.

Las corporalidades hablan políticamente expresando su precariedad, así como su potencia política. Acampar y ayunar constituyen actos que reclaman para sí el derecho a la aparición, a la persistencia y a la desobediencia. En ellos, es el cuerpo lo que se pone en riesgo, y en consecuencia, muestra su valor en el propio acto del ayuno. Así también ocurre una producción de sentido a través de la experiencia compartida, de la comunión de los cuerpos en, irónicamente, la no-comunión. Se hace manifiesta la idea de que se está viviendo una situación compartida que rompe con aquella moralidad individualizadora que intenta convertir la autonomía en mito de autosuficiencia. Si la vulnerabilidad es tanto innata como regulada socialmente, la resistencia de los cuerpos congregados funciona como punto de partida para desarticular las lógicas neoliberales que colocan a la precariedad dentro de la esfera de responsabilización individual. Habitar el cuerpo como infraestructura de resistencia implica posicionarse contra el vaciamiento estatal, material y simbólico, y reafirmar el derecho a la existencia y a la vida vivible y habitable. Cuando las necesidades privadas e íntimas son puestas en debate en el espacio de la Carpa, se pone la lupa en el aspecto social y colectivo que trae aparejado el acto de comer y se logra superar la distinción entre lo público y lo privado.

Las reivindicaciones propuestas por CTERA son planteadas con el cuerpo, mostrando que éste no es un objeto aislado de los procesos de significación social, sino que es una corporalidad que establece su dependencia con otros cuerpos. Realizar una huelga de hambre implica asumir ciertos riesgos y abandonar la reproducción de sí para abrazar la vulnerabilidad. Sin embargo, el ayuno colectivo no sólo muestra la cualidad política del cuerpo como algo propio de la condición humana, sino que reafirma la potencia colectiva de las corporalidades. Butler precisa que siendo la vulnerabilidad una condición de sociabilidad, ésta no se puede encontrarse bajo una óptica contractualista. Compartir la habitabilidad de la vulnerabilidad así como su resistencia debe leerse como un posicionamiento ético inquebrantable.

 

 

Comentarios finales

A lo largo del trabajo hemos tratado de exponer la experiencia de acampe y ayuno que protagonizaron les docentes a finales de la década de 1990. Las reformas propuestas a través de la Transformación Educativa atinaron a fragmentar la lucha docente y dispersar su unidad. Así mismo, la descentralización del sistema educativo en pos del mantenimiento a cargo de las administraciones provinciales implicó cierto grado de deslegitimación del sindicato docente a nivel nacional. La formación de un discurso neoliberal sobre la educación reconfiguró la figura de le maestre como trabajadore, convirtiéndola en una imagen negativa para la opinión pública.

La instalación y permanencia prolongada de la Carpa frente al Congreso de la Nación, junto al ayuno rotativo de maestres (sindicalizados o no) fue la estrategia de confrontación que eligió CTERA para poder manifestar su reprobación ante el desmantelamiento del sistema educativo. Su reclamo por una ley nacional que garantice los recursos necesarios para un fondo de financiamiento de la educación pública, así como la exigencia del pago en forma y tiempo de los salarios docentes de todas las provincias del país, fueron dos de las premisas fundamentales sobre las que se articuló la lucha.

La Carpa se configura como una apuesta espacial y simbólica, siendo la puesta en acción de un nuevo tipo de protesta territorial que estaba cobrando fuerza a lo largo del territorio: el acampe. Planteándose como una heterotopía, la Carpa se significa como la escuela de la educación soñada y reclamada que abre sus puertas a cualquiera que pueda conectar sus vivencias con la lucha docente, el negativo de la situación que atraviesan los establecimientos educativos a lo largo del país y la unión sindical que combate la fragmentación y provincialización orquestada por el Estado. Allí surge el ayuno como postura política y simbólica de los cuerpos que intentan hacer carne el hambre que las reformas neoliberales y la desidia estatal traían al país. El pasaje de un acto íntimo, propio de la esfera de lo privado, a un statement o denuncia, demuestra el agenciamiento político de las corporalidades y la potencia creativa y reivindicativa de su alianza.

Con el tiempo, recibió la adhesión generalizada de la sociedad y se conformó como punto de inflexión para el movimiento sindical docente. Este logró rearmarse y recuperar fuerza a nivel nacional y la figura de le docente volvió a convertirse en imagen ejemplar de ideales ciudadanos dentro el imaginario colectivo argentino. El ayuno fue visto como el sacrificio, incluso a veces como un martirio, que probaba el compromiso de les docentes con la educación pública y la sociedad en general, retomando así la profundamente instalada idea de la “vocación docente”. El reclamo nunca fue estipulado solamente desde la esfera de los derechos de les trabajadores, sino que les docentes se plantearon a sí mismes como testimonio de lucha ante la desidia estatal para con las escuelas y les niñes.

Así mismo, el espacio de la Carpa fue conformándose como un “paraguas” simbólico que podía alojar una gran heterogeneidad de reclamos y actores. La articulación de prácticas de producción simbólica muy activas, lograron la creación y difusión a lo largo del campo social de consignas (famoses utilizando carteles que rezaban “Hoy somos todos docentes”), imágenes (la instalación de la Carpa en la plaza frente al Congreso) y emblemas (cada grupo de ayuno tenía un pin representativo, por ejemplo, algunos decían “Chau, Susana” jugando con el famoso programa de Susana Giménez y el pedido de renuncia para la Ministra Decibe).

A través de una lógica sindical novedosa, el movimiento docente se apropió del espacio público y articuló un discurso en torno a él. Se abandonaron las formas tradicionales de confrontación y apareció una protesta de escala nacional, orquestada de manera sostenida (quizás sí con mesetas de estancamiento) a lo largo de dos años. El sindicato tomó como estrategia central impactar sobre la opinión pública a través de la difusión mediática de sus reclamos. Así, se configuró una acción simbólica, reivindicativa y ofensiva que logró reposicionar la figura del Estado como co-garante de la educación pública. Y es a partir del espacio, tanto de la plaza como de las corporalidades, desde donde se ejerció la presión política.

Intentando deconstruir la clásica concepción del espacio y los cuerpos vistos a modo de simples soportes, a lo largo del trabajo pretendimos desarrollar un análisis que rescatara de la narrativa de la entrevistada la marcada presencia de lo espacial como parte constitutiva de una forma de protesta y de producción de una dinámica particular a través de la cual corporalidades, subjetividades y colectivos interactúan en el umbral entre lo público y lo privado. A lo largo de la narración de H. aparece repetidas veces la idea de un colectivo articulado sobre una identidad que, si bien tiene un gran componente tradicional, se reformula y reajusta a los cambiantes contextos político-sociales. El desmembramiento de la comunidad educativa producto de la avanzada neoliberal sólo es aplacado gracias a los años de lucha en y alrededor de la Carpa. Es en ella donde los cuerpos en su plena potencia política refundan el movimiento sindical docente y donde la vulnerabilidad es reinterpretada como forma de resistencia. Les docentes, ya vulnerades por el aparato estatal, se apropian de su fragilidad para convertirla en estandarte. La dependencia obligada de le otre es parte constitutiva de la condición humana, no sólo desde la perspectiva biológica, sino tomando al sujeto como una corporalidad completa que se encuentra atada a lo colectivo y lo emocional dentro de su campo de percepción. Les docentes eligen ayunar, decidiendo romper con la utilización productiva del cuerpo y afirmando una suerte de “aquí estoy, aquí soy, mi cuerpo es con otros, mi vulnerabilidad se convierte en comunión, la comunión se convierte en base para la resistencia.”

 

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FECHA DE RECEPCIÓN: Rosario, Santa Fe

Enero de 2019

 

FECHA DE ACEPTACIÓN:

 



[1] ROY, Ananya “The 21st Century Metropolis: New Geographies of Theory”, Regional Studies, Vol. 43.6, 2009, p. 823.

[2] SUÁREZ, Daniel (Coord.) Conflicto social y protesta docente en América Latina. Estudio de caso: El conflicto docente en Argentina (1997 – 2003), Fundación Laboratorio de Políticas Públicas, Buenos Aires, 2005, p. 9.

[3] H. Entrevistas realizadas entre junio de 2017 y febrero de 2018, en Rosario, Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: María Laura Giudici Navarro. [La entrevistada autorizó el uso de los contenidos de la entrevista; más para preservar su privacidad se omitieron algunos datos personales].

[4] PORTELLI, Alessandro, citado en FRASER, Ronald “La historia oral como historia desde abajo”, en Revista Ayer, Nº 12, Marcial Pons Editor, España, 1993, p. 82.

[5] PORTELLI, Alessandro, op. cit., p. 86.

[6] MANZANO, Virginia “La transformación del sector social en Argentina durante la década del 90: las políticas como espacios de acción colectiva y de regulación social”, Rumbos TS, Año VI, Nº 6, 2011, p. 17.

[7] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Buenos Aires, Biblos, 2009, p. 14.

[8] BUSTELO, Eduardo “La producción del Estado de Malestar. Ajuste y política social en América Latina”, Salud Pública de México, Vol. 33, Nº 3, p. 221.

[9] BUSTELO, Eduardo, op. cit., pp. 222-223.

[10] BUTLER, Judith Cuerpos aliados y lucha política, Paidós Buenos Aires, 2017.

[11] NARDACCHIONE, Gabriel Andrés “La disputa retórico-educativa en la Argentina de los años 1990. Entre la modernización del sistema y la defensa de la escuela pública”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, Vol. 17, Nº 53, 2012, p. 410.

[12] SUÁREZ, Daniel, op. cit., p. 23.

[13] SUÁREZ, Daniel, op. cit., p. 26.

[14] FOUCAULT, Michel El cuerpo utópico. Las heterotopías, Dominó, Buenos Aires, 2010, p. 20.

[15] ARROYO, Julio Espacio público. Entre afirmaciones y desplazamientos, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2015, p. 12.

[16] SARLO, Beatriz “La carpa blanca restauró el espacio público”, Brecha Gorda, Montevideo, 1999, citada en SUÁREZ, Daniel (Coord.) Conflicto social y protesta docente en América Latina. Estudio de caso: El conflicto docente en Argentina (1997 – 2003), Fundación Laboratorio de Políticas Públicas, Buenos Aires, 2005, p. 25.

[17] SARLO, Beatriz op. cit., p. 26.

[18] BUTLER, Judith Cuerpos aliados y lucha política, Paidós Buenos Aires, 2017, p. 77.

[19] SUÁREZ, Daniel Reforma del Estado, protesta social y conflicto docente en la Argentina (1997 - 2003). Un caso para el estudio de la conflictividad educativa en América Latina, Fundación Laboratorio de Políticas Públicas, Año 5, Nº 24, Buenos Aires, 2005, recuperado de https://bit.ly/2sqs8RB. Disponible en enero de 2019.

[20] YASKY, Hugo, citado en MARGULIS, Alejandro y LÓPEZ, Alejandra “El largo ayuno de los docentes”, La Nación, Buenos Aires, 29/06/97, recuperado de https://www.lanacion.com.ar/211253-el-largo-ayuno-de-los-docentes/amp/211253. Disponible en enero de 2019.

[21] SVAMPA, op. cit., p. 28.

[22] SVAMPA, op. cit., p. 53.

[23] CSORDAS, Thomas J. “Embodiment as a Paradigm for Anthropology”, Ethos, Vol. 18, Nº 1, 1990, p. 37.

[24] AGAMBEN, Giorgio El uso de los cuerpos: homo sacer IV, 2, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires. 2017, p. 172.

[25] FLORES, val “Los cuerpos que (no) imaginamos. Lengua, poder y educación”, Estudios del ISHIR, Vol. 8, Nº 21, 2018, p. 31.

[26] Agamben, op. cit., p. 180-181.

[27] FOUCAULT, Michel, op. cit., p. 7.

[28] ROY, Ananya, op. cit., p. 823.

[29] LÓPEZ, María “Un cuerpo y otro cuerpo”, Página 12, Buenos Aires, Sección Las12, 1/08/17, recuperado de https://www.pagina12.com.ar/55721-un-cuerpo-y-otro-cuerpo. Disponible en enero de 2019.

[30] FARRÁN, Roque “Pensar el neoliberalismo: ontología, prácticas de sí, modalidad”, en Bordes. Revista de política, derecho y sociedad. Universidad Nacional de José C. Paz, 22/08/16, recuperado dehttp://revistabordes.com.ar/pensar-el-neoliberalismo-ontologia-practicas-de-si-nodalidad/. Disponible en enero de 2019.

[31] Butler, Judith, op. cit., p. 23.

[32] Butler, Judith, op. cit., p. 99.