El ayuno docente:
cuerpos, vulnerabilidad y estrategias de protesta durante la Carpa Blanca
(1997-1999)
Teaching fasting: bodies, vulnerability and protest
strategies during the White Carp (1997-1999)
María Laura Giudici
Navarro
(Universidad
Nacional de Rosario), Argentina
Resumen
El presente
trabajo se propone indagar sobre el rol de los cuerpos y las corporalidades
durante el período del conflicto sindical docente de finales de 1990 en la
Plaza del Congreso, Buenos Aires. Siendo el ayuno la estrategia de protesta
elegida por les docentes que erigieron la Carpa Blanca, es de nuestro interés
analizar la importancia de esta práctica como acto político de resistencia y su
papel en la (re)producción de la unidad colectiva del movimiento sindical
docente. Intentaremos abordar, desde una perspectiva espacial, el uso de esos
cuerpos como infraestructura para la protesta ante las reformas de corte
neoliberal emprendidas durante el menemismo, que debilitaron al sistema
educativo y pusieron en jaque las condiciones vitales de les trabajadores de la
educación. Se hará hincapié en la utilización estratégica de la vulnerabilidad
como condición de posibilidad para transgredir la barrera entre el ámbito
público y privado. Para dar cuenta de ello, hemos empleado como insumo una
serie de entrevistas realizadas a una de las participantes del ayuno y
cotejaremos con algunos aportes teóricos para ilustrar la potencia de
agenciamiento político de esas corporalidades y la importancia de los
testimonios orales para la construcción de fuentes históricas.
Palabras clave: ayuno,
docentes; acampe, neoliberalismo, vulnerabilidad
Abstract
This work aims to investigate the role of bodies and corporealities
during the period of the teacher union conflict in late 1990 in the Congress
Square, Buenos Aires. Being the fasting the type of protest chosen by the
teachers, who erected the White Tent, it is in our interest to analyze the
importance of this practice as a political act of resistance and its role in
the (re)production of the collective unity of the teaching trade union
movement. We will try to approach, from a spatial perspective, the use of these
bodies as an infrastructure for protest against neoliberal reforms undertaken
during the government of Carlos Menem, which weakened the educational system
and put the vital
conditions of the workers in education at risk. Emphasis will be
placed on the strategic use of vulnerability as a condition of possibility to
transgress the barrier between the public and private spheres. To account for
this, we have used as source a series of interviews with one of the
participants of the fasting, which we will compare with
some theoretical contributions to illustrate the power of political agency of
these corporealities and the importance of oral
testimonies for the construction of historical sources.
Keywords: fasting, teachers, occupy protest, neoliberalism,
vulnerability
“Habitar consigo, habitarse a sí, nombra por lo tanto el
rasgo fundamental de la existencia humana: la forma de vida del hombre es, en
palabras de Hölderlin, una “vida habitante.”
Giorgio Agamben, El
uso de los cuerpos.
“No nos corresponde a los
filósofos separar el alma del cuerpo […] no somos ranas pensantes, ni aparatos
de objetivación y de registro sin entrañas; hemos de parir continuamente nuestros
pensamientos desde el fondo de nuestros dolores…”
Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia.
“Nuestros cuerpos nunca viven exactamente en la historia, en
la época. Son diversos en el espacio pero también en el tiempo.
Porque la historia de un cuerpo es la lucha (de género, de
clase) con la narración heredada.”
María Inés La Greca, Escribo
entre dos mujeres.
Comentarios introductorios
A lo largo del presente trabajo, nos proponemos indagar
sobre el rol de los cuerpos y las corporalidades durante el período del
conflicto sindical docente de finales de la década 1990 en la Plaza del
Congreso de Buenos Aires. Haciendo frente a la avanzada neoliberal
materializada en las reformas educativas introducidas por el menemismo, la
CTERA decide hacer a un lado la histórica estrategia del paro y propone erigir
una carpa de cara al Palacio Legislativo con ayunos rotativos de maestres. En
consonancia, es de nuestro interés analizar la importancia de esta práctica
como acto político de resistencia y su papel en la (re)producción de la unidad
colectiva del movimiento sindical docente.
Organizada con una logística inédita, la puesta en acción de
la carpa y los ayunos lograron transgredir la barrera entre el ámbito privado y
el público. Siendo la vulnerabilidad de esos cuerpos la condición de
posibilidad para romper con la atomización e individualización propias del
neoliberalismo, así como también la potencia de agenciamiento político,
intentaremos abordar desde una perspectiva espacial el uso de esos cuerpos como
infraestructura para la protesta.[1] La
Carpa fue instalada con la intención de simular un ámbito escolar. De color
blanco, la carpa y los guardapolvos de les docentes trataban de apelar, de
algún modo, a la memoria individual de cada argentine
escolarizade.
El núcleo de las
críticas a la Transformación Educativa menemista estaba compuesto por el
rechazo al carácter inconsulto para con el sector docente de las reformas, la
significativa ausencia de participación sindical en los procesos de toma de
decisión, las premisas tecnocráticas que estructuraban las nuevas
modificaciones, la falta de un planeamiento exhaustivo sobre los efectos de
dichas reformas, así como la apelación a dispositivos “improvisados” en la
aplicación de ejes estructurales. Sobre estos reclamos se establece uno
nucleado en el imaginario ciudadano argentino: la educación como derecho social
que debe ser garantizado por el Estado.[2]
Ante las reformas emprendidas durante el menemismo, que
debilitaron al sistema educativo y pusieron en jaque la condición de les
trabajadores de la educación, la Carpa surge como un espacio de resistencia
ante el desamparo estatal para con escuelas, docentes y alumnes,
y un espacio de reivindicación para una variedad de luchas políticas. Para dar
cuenta de ello, hemos empleado como insumo una serie de entrevistas realizadas a
una de las participantes del ayuno[3],
que cotejaremos con algunos aportes teóricos. Tomando el concepto de embodiment del
antropólogo Thomas Csordas (1990) y las teorizaciones
sobre la vulnerabilidad de los cuerpos
presentadas por Judith Butler (2017), intentaremos trabajar sobre la
experiencia de les ayunantes y la resistencia colectiva de las corporalidades.
En este trabajo,
intentamos trabajar de manera conjunta con la entrevistada para construir
hipótesis edificadas a través de las metodologías de la historia oral. Buscando
crear nuevas fuentes históricas sobre la Carpa Blanca docente de 1997, afirmo
el carácter político (y por momentos también autobiográfico) de mi
participación. Pensando a nuestros deseos como flujos creadores de sentido,
intentamos articular esta narración a través de multiplicidades y desviaciones.[4]
Entendiendo que nuestra tarea se desarrolla con una memoria ya interpretada, no
intentamos buscar un significado original o develar signos primarios o
enigmáticos, sino que comprendemos al proceso de entrevistas como una exégesis
que en su propia formulación reacomoda y reformula dialécticamente su sentido.
Como bien dice Portelli, “el hecho histórico relevante, más que el propio
acontecimiento en sí, es la memoria”.[5]
Por último, cabe aclarar que la elección de realizar
este trabajo utilizando lenguaje inclusivo es la expresión de un
posicionamiento político, encarnando una noción sobre teoría de género que
intenta permitirse una marca no binaria en el lenguaje, pudiendo referirnos así
a sujetes sociales en sentido amplio sin la imposición del universal masculino
o la utilización del binarismo femenino/masculino excluyente, y aprovechando
las diversidades que la letra “e” habilita.
Contexto de las
entrevistas
Las entrevistas
fueron realizadas entre junio de 2017 y febrero de 2018, en la ciudad de
Rosario, en el Centro Cultural Israelita donde funciona el Kinder
“Ana Frank”. H. nació en la década de 1970, es maestra jardinera y sindicalista
docente. Trabaja en una escuela de Granadero Baigorria y los sábados viaja a
Rosario para pasar la tarde en el Kinder. Dice
disfrutar y encontrar un propósito en compartir su tiempo con niñes y adolescentes. Tiende a tener siempre presente en su
discurso al Movimiento Pedagógico Latinoamericano y la importancia de este en
su vida docente, así como a AMSAFÉ y la influencia que tuvo esta agrupación
sindical en su formación como trabajadora de la educación desde joven.
Los contextos de
producción de las entrevistas sostienen la imagen e identidad que ella formula
a lo largo de sus narraciones. Se hacen tangibles los roles de maestra por
vocación, trabajadora de la educación por elección, militante de los derechos
de les niñes y defensora de ámbitos culturales públicos.
Su presencia en el Kinder transmite cierta idea de
continuidad de ideales, de una subjetividad que se construye a través de la
perseverancia en pos de una causa y de un agenciamiento consciente que opera
integrando premisas, espacios y sujetes.
La
entrevista se construye sobre las fronteras entre lo público y lo privado.
Tanto lo dicho como los silencios están entretejidos en el entramado de esos
dos mundos, siendo el pasaje de uno a otro un flujo constante, donde la memoria
aparece como estrategia y la identidad se (re)define en el diálogo con la
otredad. Ambas mutan de manera espejada, creando una narración que, en su
voluntad de coherencia y armonía, produce representaciones de lo real
compatibles con la imagen de le sujete.
El auge neoliberal y
la Transformación Educativa
A
finales de los años 1980, el Banco Mundial dio a conocer un estudio sobre
vivienda, educación y salud en Argentina, donde señalaba como problemas
fundamentales de este “sector social” la centralización, la universalización y
la ausencia de coordinación entre el sector público y el privado. Con ese fin,
propuso ciertas medidas que apuntaban a la reformulación de políticas sociales
en base a los conceptos de “eficiencia” y “equidad”, a la reestructuración de
las instituciones estatales encargadas de la planificación y administraciones
de servicios sociales y a la redefinición del rol del Estado en cuanto a la
gestión de las poblaciones “dependientes” de los servicios públicos.[6] Así
mismo, en 1989 se formuló un paquete de reformas neoliberales establecido en el
llamado Consenso de Washington por entidades como el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional para los países “en desarrollo”, donde se planteaban
como lineamientos principales la reducción del Estado, la estabilización macroeconómica,
la liberalización de la economía y el crecimiento del mercado dentro de la
esfera interior.
Si bien el proceso
de desmantelamiento del Estado de Bienestar, de la estructura salarial
“fordista”[7] y el
consecuente auge de las políticas sociales y económicas de corte neoliberal
datan de la década de 1970, estas medidas comenzaron a desplegarse con mayor
alcance y profundidad durante la del 1990, poniendo en acción un programa de disciplinamiento fiscal y ajuste estructural con un
vaciamiento presupuestario más pronunciado. Las bases de legitimidad social
para el consecuente recorte de la presencia del Estado en el sector económico y
de servicios sociales se dio gracias a la construcción de una serie de
discursos que se anclaban en el cuestionamiento del Estado de Bienestar y el
planteo de su ineficiencia, sobre la idea de un individualismo dogmático[8],
donde cada persona está librada a su mérito personal y las redes comunitarias
de solidaridad pasan a ser un estorbo, y sobre un nuevo “sentido común”
pedagógico acerca del ámbito educativo.
Tópicos como
descentralización, calidad, progreso tecnológico, mercado laboral, cambio,
transformación, participación y autonomía comenzaron a tomar protagonismo,
mientras la clásica concepción humanista de la educación era dejada de lado. A
mediados de 1990, esas políticas de ajuste se combinaron con una profunda
recesión, derivando en desocupación masiva, disminución de todos los índices de
bienestar socioeconómico y consecutivos procesos de descolectivización
social. El contenido recesivo actuó deprimiendo las oportunidades de empleo,
las remuneraciones reales y precarizando y flexibilizando las condiciones
laborales.[9]
Sin embargo, también
es 1995 el año donde las formas de llevar a cabo protestas tuvieron un giro cualitativo.
Se fue conformando progresivamente una resistencia que se aleja de las llevadas
a cabo hasta ese momento, centrando su eje ya no en el alcance cuantitativo de
las protestas si no en la reivindicación de la importancia social de los
reclamos desarrollados y la necesidad de conjurar simbolismos capaces de llamar
la atención de la opinión pública y mediática. Los cambios estructurales
producidos por el menemismo son acompañados por cambios en la tradición de los
sistemas de acción colectiva, surgiendo no sólo nuevas formas de organización y
puesta en acción de los reclamos, sino nueves actores, territorialidades,
consignas y lenguajes. Lo que está en juego es la legitimidad del aparato
estatal, de los discursos que la orquestan y el derecho a la aparición y al
reconocimiento de les nueves actores sociales. Los cuerpos actúan en la calle,
jugando con la espacialidad, reorganizándola con miras a impugnar aquella
legitimidad y así reformular las condiciones de posibilidad de aparición
reguladas por el aparato estatal. La influencia es dialéctica entre los
movimientos sociales y el Estado, ambos actúan y se reconfiguran por la acción
del otro.[10]
Partiendo de una
matriz de desregulación y concentración económica, el gobierno menemista
reformó el sistema educativo siguiendo esas máximas. Esta fue articulada sobre
dos puntos. En primer lugar, para poder acceder al Plan Brady de
reestructuración de la deuda externa, creado en 1989 por el Secretario de
Tesoro de Estados Unidos, se dictaminó la provincialización de las cargas
económicas de la educación primaria y secundaria (Ley de Transferencia Nº
24.049, 1992). En segundo lugar, se estipuló la nacionalización de la
planificación sobre los ejes de la política educativa, desapareciendo la vieja
estructura del sistema educativo, dividiéndose en Educación Inicial, Educación
General Básica y Educación Polimodal y extendiendo la obligatoriedad de los
años de educación de siete a diez. Asimismo, aparecen lineamientos que
responden a ideas empresariales y se dirigen a la formación de une alumne en miras del ámbito laboral (Ley Federal de
Educación Nº 24.195, 1993).[11] Al
respecto, H. señala:
Había un vaciamiento en cuanto a
la ideología y había un vaciamiento en lo pedagógico. Los maestros nos
ocupábamos de darles de comer a los pibes, de conseguirles las zapatillas, de
conseguirles los abrigos. […] Y, además, habían dinamitado lo nacional,
entonces el Plan Nacional fue mandar las escuelas, la responsabilidad a las
provincias sin presupuesto. Esto es “te hacés cargo,
o sea, te doy las escuelas, pero no te doy ni un mango para sostenerlas”. Todo
era un desastre y, además, desconocíamos la realidad de las otras provincias.
En consonancia con
la ola de ajuste sistemático impulsada por el Estado, estas leyes apuntaban a
fragmentar el conflicto sindical-docente y excluir a les actores interesades en cuestiones reivindicativas pedagógicas y
extra-pedagógicas de la participación de debates técnico-educativos. Como
estrategia de lucha, el movimiento sindical docente planteó la necesidad de
politizar la cuestión, tramando alianzas con otros sindicatos, partidos y actorxs sociales y llevando los conflictos provinciales
hacia una visibilidad de nivel nacional. Teniendo como antecedente a la “Marcha
Blanca” que el sindicalismo docente había impulsado en 1988, luego de una
histórica huelga nacional con una duración mayor a cuarenta días, y como forma
de confrontación al programa de ajuste estatal, se eligió instalar una carpa
frente al Congreso Nacional y llevar a cabo un ayuno rotativo de voluntaries. Si bien comenzó como una apuesta a corto
plazo, se extendió a lo largo de mil tres días. La Carpa Blanca funcionó desde
el 2 de abril de 1997 hasta el 30 de diciembre de 1999, conformándose así como
un punto de inflexión dentro del desarrollo del movimiento docente y social
argentino. H. comenta al respecto que:
La Carpa se erigió en un momento
de individualización absoluta de todo. El neoliberalismo te hacía creer que el
otro no existía. […] El pueblo se moría de hambre, bueno, nosotros los maestros
le ponemos el pecho y la espalda a esto, se lo ponemos en serio. Se lo vamos a
poner a un ayuno para mostrarle al Congreso cómo está la educación.
Stella Maldonado
recoge en un cuaderno, compartido en las redes sociales hace poco tiempo por su
hija Ana Teplitzky, algunas instantáneas de su
experiencia como ayunante. Allí anota:
Qué bien lo definen los pibes de
la Escuela Media Nº 2 de Haedo: “presten atención, lo que ayuna es la
educación.”
En febrero de 1997,
el sindicato lleva a cabo el Primer Congreso Educativo, donde se plantea la
necesidad de una convocatoria a un gran debate educativo que logre integrar lo
pedagógico, lo cultural, lo político y lo económico, “reconstruyendo a la
educación como espacio público y derecho social”.[12] Una vez
superado el descreimiento y mutismo inicial gubernamental, la Carpa y sus
ayunantes lograron abrir el debate social y político sobre la situación actual
y el futuro de la educación pública. De este modo, fue tomando forma una de las
premisas estipuladas por CTERA desde el inicio: que el rechazo a las reformas
adquiera relevancia nacional.
Aunar
fuerzas: convergencias reivindicativas
La Carpa Blanca
también puede ser considerada como un punto de convergencia y resonancia de
luchas sindicales y resistencias sociales muy heterogéneas. En efecto, en el
espacio político, simbólico y mediático abierto por la Carpa confluyeron
reclamos y denuncias de distinto tipo, tenor y radicalidad contra la política
gubernamental. Se centraron allí protestas y reivindicaciones, antiguas y
recientes. Sobre la relevancia que adquirió progresivamente la cuestión
educativa, H. ilustra:
Se le dio bastante pelota. Hubo
mesetas, porque como todo, con el tiempo se va diluyendo. Sí nos salvaba que, a
ver, venía Serrat a Argentina y pasaba por la carpa, venían las murgas
uruguayas, que en aquella época era cuando recién empezaban a venir, y eran las
de nombres más conocidos que eran “Falta y resto”, “Araca la cana”, pasaban por
la carpa, o sea, nadie que tuviera un compromiso social dejó de pasar por la
carpa.
Maldonado,
en consonancia, relata en su cuaderno pequeños fragmentos que ilustran las
convergencias políticas y la variedad de subjetividades que se acercaban a la
Carpa para apoyar la protesta:
Graciela Montes, Gustavo Roldán,
Graciela Cabral y otros escritores llegan a la noche, traen afecto y nos
cuentan cuentos, no hacen más que reafirmar la solidez del vínculo entre los
maestros y los que escriben pensando en serio en lo pibes.
[…] Debe tener como ochenta
años, pelo largo blanco y una estampa envidiable. Se llama Luis Quesada y dice
que no pudo venir antes porque estaba enfermo. Trae su apoyo como veterano de
la Guerra Civil Española.
[…] La mamá de un médico
desaparecido en la dictadura nos trae las chaquetillas y guardapolvos de su
hijo que guardó durante veinte años: “este es el lugar más indicado para que
estén.”
H. con su cartel de “Docente argentino
ayunando”.
La nueva estrategia espacial permitió una
amplia visibilización del conflicto sindical-docente
y logró conquistar la adhesión de amplios sectores sociales que no sólo
mostraban su posicionamiento político de forma mediática, sino que concurrían a
la instalación y participaban de las actividades llevadas a cabo por les
docentes. Partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones sindicales,
organismos de derechos humanos, intelectuales, deportistas, artistas,
periodistas, entre otros, se acercaron a la Carpa para demostrar su apoyo al
reclamo docente, sumando de este modo legitimidad a la lucha. La permanencia en
la plaza permitió la circulación continuada de gran variedad de colectivos e
individuos y así también se instaló en el campo social como un reclamo
legítimo/legitimado por la persistencia de sus actores. El ayuno se consolidó
como una estrategia que permeó en la sensibilidad social y demostró, abriendo
el debate, la gravedad de la situación educativa nacional. Replicado
simbólicamente a través de consignas escritas en carteles como “docente
argentino ayunando” u “hoy somos todos docentes”, el ayuno produjo una
relevancia simbólica significativa, siendo asociado con el “hambre” del país y
el deterioro de las condiciones laborales de los docentes, que no contaban con
la garantía de pago a término ni con salarios dignos.
El conflicto se hizo
carne consolidando cierto sentido de
comunidad[13]
dentro de la agrupación docente provincializada y fragmentada por el
neoliberalismo. H. señala que la estrategia elegida logró poner frente a frente
realidades muy disímiles, logrando de este modo romper con el desconocimiento y
el cerco de información logrado con la fragmentación de la reforma educativa,
así como cambiar el sesgo negativo que la figura de le docente había adquirido
durante el menemismo:
Veníamos muy cacheteados los
maestros, con que hacíamos paro, con que no dábamos clases. Venía muy
fragmentada la lucha. De hecho, nadie conocía la realidad del otro. Cuando
fuimos llegando a la Carpa nos fuimos enterando de qué pasaba en Chaco, Jujuy…
No lo podíamos creer. […] Fue tan sutil lo que hicieron, que se fragmentó todo.
Era juntar los pedazos. Había que buscar algo que nos uniera de punta a punta
del país y no fuera paro.
[…] Era muy grotesco, porque
pasamos de ser los maestros que no querían dar clases a los tipos que se están
cagando de hambre por la educación pública.
Maldonado comenta, a
su vez, la extensión de ese sentido de
comunidad por fuera del movimiento docente. Les docentes, castigades hasta el momento por la opinión pública,
comenzaron a convertirse en un ícono de lucha y resistencia a la crisis económica
y social, así como figuras heroicas de la educación pública:
La Carpa es como un templo, hay
una especie de comunión mística en el grupo. La gente deposita ofrendas y le
imprime a nuestra medida características salvacionistas.
He escuchado a varios padres decir a sus hijos: “ellos están luchando por
nosotros”.
[…] “Traje a mis hijas para que
vean este ejemplo y que todavía queda gente que se sacrifica por los otros”,
dice un taxista que ya había estado trayendo su solidaridad, yerba y un osito
de peluche.
[…] Paradoja 1: uno aquí se
siente muy raro, la gente nos agradece, nos felicita, nos trata como si
fuéramos héroes y nosotros nos sentimos como fuera del tiempo y del espacio.
Estamos despersonalizados, porque representamos “a”, simbolizamos “a”.
En
la narrativa de H., la Carpa se presenta como una utopía contra-hegemónica.
Frente al desgaste social y político producido por la avanzada neoliberal del
menemismo, los sindicatos docentes deciden tomar una medida alternativa. La
erección de la Carpa implica la apuesta a una utopía situada en el espacio.
Quizás podríamos inferir que el término heterotopía es aplicable a este acontecimiento. Foucault las
define como “lugares que se oponen a todos los otros, que están destinados de
algún modo a borrarlos, a neutralizarlos o a purificarlos. Son de alguna manera
contraespacios”.[14] La
Carpa en el discurso de H. es un esbozo de proyecto que impugna al estatal, es
la conformación de un espacio-otro que irrumpe en lo público, no como una
eventualidad transitoria y efímera, sino como un reclamo de temporalidad larga
e historizable. En consonancia, ella señala el
retorno a la idea del maestro como “héroe absoluto” dentro del imaginario
colectivo nacional.
Decían que habían dinamitado la
escuela pública y nosotros estábamos juntado los pedazos, y al juntar los
pedazos de la escuela pública, juntamos los pedazos de la sociedad.
Si
el concepto de espacio público es definido arquitectónicamente a través de la
idea de límite, mediante la exclusión de lo no-público y la diferenciación por
contraste con lo privado[15], con la
Carpa se rompe la división al construir una amalgama con la plaza-pública y los
cuerpos-privados. La idea de constituirla como un lugar abierto a todes es su condición de posibilidad: el impulso se dirige hacia
la formación de un espacio real que rectifique la impotencia de los
establecimientos escolares en su individualidad y su desconexión. Bajo su techo
se organiza un movimiento sindical docente desmembrado y se lo rearticula
discursivamente, enunciando así una identidad colectiva vivificada.
A la vez que los
cuerpos reclamaban para sí el carácter público de ese espacio, lo reconfiguran
y reproducen de manera performativa. La Carpa se erigió como apropiación del
entorno, como vuelta de tuerca de la funcionalidad clásica de la plaza; se
enunció en ella reafirmando su carácter de bien colectivo. Operaba
a la inversa de las lógicas de vaciamiento estatal, ocupando un espacio público
no para privatizarlo, sino para devolverlo al campo popular como ágora.[16] Se planta e invita a que la
miren, pero no como voyeur desde una
ventana alejada, invita a ser mirada, tocada, intervenida, abrazada. La
apropiación de la plaza no funciona como cercamiento privado, sino que se refuncionaliza a través de una apertura a lo comunal. Sin
embargo, la puesta en acto de la Carpa, que podríamos analizar como un happening continuado[17],
conlleva algo de obra conceptual así como también un poco de “circo mediático”.
H. rememora caudales de gente pasando en precesión, mirándoles continuamente,
tocando las paredes de tela de la Carpa como dibujando una postal que roza
imágenes del culto mariano. Al respecto, Maldonado describe:
La carpa tiene algo de circo, en
ella nos exhibimos como ejemplares exóticos: una maestra de una escuela privada
de devoto que pasó por la carpa le explica a sus alumnos " hay otras
realidades, hay lugares en que los maestros no cobran y los chicos no pueden ir
a la escuela"
Butler señala, retomando a Arendt, que “el «verdadero» espacio
está entonces «entre la gente»”[18], lo que
significa que la acción que ocurre en un sitio concreto, configura a su vez un
espacio propio a la alianza. Sin embargo, agrega que son los cuerpos los que
actúan de soporte para que ese espacio intersticial pueda surgir. Ese
intersticio es creado a través de la comunión de lo privado, de la sociabilidad
plural que anula la oda neoliberal al individualismo.
H. habla de la
percepción de una escuela pública dinamitada, de juntar sus pedazos y, al
hacerlo, reconstruir una sociedad desmembrada. La carpa es postulada como
refugio, punto de encuentro donde la dimensión emocional cobra importancia y
convoca a muchos sectores sociales. Ella habla de afecto, con Madres de Plaza
de Mayo que se acercan a dar ánimos y niñes encariñades, de una adhesión a la lucha sostenida por la
solidaridad y las visitas al espacio físico de la Carpa.[19]
Al respecto, Maldonado ilustra:
Ya es casi la hora de acostarse,
una señora joven y su hija de 9 años: “tuve que traerla, porque se puso a
llorar porque los maestros no comen.”
Sin embargo, esta
utopía-otra no funciona sólo como defensa, sino que la ofensiva enunciada es
constitutiva de sí misma. Ante un gobierno que no tiene interés en negociar y
frente a una sociedad que desconoce otras realidades provinciales, la Carpa
aparece como la puesta en escena de una multiplicidad de experiencias.
Convirtiendo la cotidianeidad en acto público, se enuncia como un espacio de
resistencia nacional. Es un escenario, una vidriera que apela a la visibilización de una emergencia educativa, un “testimonio
de denuncia”.[20]
Esta visibilización quiebra la hegemonía discursiva estatal,
dándole paso a la enunciación pública de una heterogeneidad de experiencias que
el plan de provincialización de la educación intentó acallar mediante un
profundo desmembramiento. H. habla de un aislamiento al interior del movimiento
docente, de un desconocimiento de otras realidades y conflictos. El gobierno
nacional emprendía la retirada del financiamiento de la educación pública y
dejaba a cada provincia a su suerte. “Cada provincia se hace cargo de sus
escuelas”, explica ella. Construir una posición política alternativa que
rechace la matriz neoliberal implicaba articular los conflictos periféricos y
darles una proyección nacional. Esto se logra a través de la apuesta espacial
de una voluntad de unidad del movimiento sindical docente. No sólo se defiende
el derecho al acceso universal a la educación pública financiado por el Estado,
sino que se reclama un espacio de participación, debate y toma de decisiones
que progresivamente se les estaba negado a les educadores. Si el gobierno se
encarga de particionar espacialmente al movimiento docente, la Carpa lo
aglutina. Si no existe un espacio habilitado para el reclamo, ella lo crea. Lo
diluido se rearticula conscientemente al afirmarse en un lugar del espacio
público.
Así, se instala la
educación pública como tema apremiante en la agenda política. Apelando a la
clásica concepción de la educación como un derecho ciudadano que juega un rol
fundamental respecto a la movilidad social dentro del imaginario argentino, se
utilizan los medios de prensa para difundir el reclamo, masificar la incidencia
de la protesta y ganar la opinión pública. Con una retórica ofensiva, se
politiza las reivindicaciones y se adquiere notable repercusión. De este modo,
se da el pasaje de un conflicto sindical a un reclamo cívico[21],
materializándose una reivindicación ciudadana a través de la enunciación en el
espacio público frente al Congreso.
Fue la manera de instalar el
tema. Con esto del aislamiento que habían logrado, fue una manera de que el
país hablara de lo que pasaba, de mostrarlo. Y, además, en lo personal me
pasaron cosas muy fuertes. Yo creo que fue una escuela de militancia de la
ostia. Nosotros amanecíamos leyendo todos los diarios, venían Marta Maffei y Hugo Yasky a sentarse y
charlar con nosotros para analizar el tema.
La potencia contrahegemónica de la Carpa implica una
reformulación de los tipos clásicos de protesta. Surge una nueva forma de
acción colectiva, directa y multi-sectorial, donde la
apropiación temporal del espacio público se posiciona como estrategia
predilecta. Quizás es el movimiento piquetero el mejor ejemplo de este cambio.
Operando bajo la misma coyuntura socioeconómica, donde la desarticulación de
marcos sociales y laborales se efectúa de manera intempestiva, la descolectivización toma un carácter masivo y la
desocupación y precarización afecta sectores muy heterogéneos de la población[22],
les piqueteres plantean como táctica un tipo de
acción disruptiva cuya arista territorial es constitutiva.
El paro, como elemento tradicional de lucha docente, ya no
resultaba funcional. Los sindicatos docentes reformulan la estrategia y erigen
la Carpa frente al Congreso. H. recuerda:
La CTERA pedía una ley de
financiamiento educativo y la derogación de la Ley Federal de Educación. Decide
poner esta carpa… O sea, ya estaba todo desgastado. Los paros no iban más, la
sociedad era una lucha permanente de todos contra todos. Entonces, la CTERA […]
decide poner una carpa de ayuno frente al Congreso, con la idea de que en
quince días se resolvía. Mil tres días después la levantamos…
La resistencia se redirige y se hace cuerpo en la Carpa; la
lucha activa se impone en el espacio cotidiano y lo reconfigura. Toman una
parte de la plaza y la revitalizan imprimiéndole el dinamismo de la protesta.
La carga simbólica propia de ésta es resignificada; la fastuosidad de sus
monumentos se ve opacada por una modesta carpa alquilada que se impone a través
de la porosidad de sus paredes de tela, siempre abiertas a quien esté dispuesto
a solidarizarse con la lucha.
Pensando
alrededor del cuerpo: claves de lectura, entrevista a H. y el cuerpo (de le)
docente
Partiendo desde una
perspectiva antropológica, retomamos la orientación metodológica propuesta por
Thomas Csordas al respecto del concepto de embodiment o
corporalidad/es, donde se plantea la necesidad de superar principios
dualísticos que operan de diferentes maneras como definiciones teóricas
hegemónicas con raíces imbricadas en el cartesianismo. Basándose en los aportes
de Merleau-Ponty y Bourdieu, marca asimismo que ambos mantienen ciertos
dualismos, como sujeto-objeto en el campo de la percepción para el primero, y
estructura-práctica respecto al dominio de la práctica para el segundo, que
impiden pensar a los cuerpos no como objetos, sino como partes integrales del
sujeto percibido. En el nivel de la percepción del mundo vivido, la dicotomía
mente-cuerpo no está dada de forma inmanente, sino que es una relación
construida para con ese mundo a través de la cual los cuerpos pueden volverse
objetos. Cuando esta división se vuelve borrosa y el cuerpo-objeto no es tomado
como algo “natural”, les otres también dejan de ser
objetos para ser percibidos como otros-yo.[23] Así,
podríamos plantear que la objetivación de dichos cuerpos se da, no a través de
la ontogénesis, sino mediante la construcción de relaciones culturales y de
poder a lo largo de la vida del sujeto. Quizás de este modo, la idea de vulnerabilidad como la base de las
relaciones sociales cobre mayor sentido, entendiéndola como constitutiva del
sujeto como un todo y no como algo que caracterice exclusivamente su biología
objetivada.
Así mismo, desde un
punto de vista ontológico-existencial, podríamos plantear que ayunar implica
anteponer el uso del cuerpo por sobre el cuidado del mismo, subordinándolo a la
finalidad constitutiva del acto. Si el cuidado es lo que vuelve visible al
cuerpo, si es lo que se inscribe en la estructura del ser-en-sí y caracteriza
la relación originaria del ser-ahí con su mundo, anteponer el uso implica
trastocar la relación con el presente y proponer a la habitabilidad del cuerpo
como nueva relación con el mundo. Así, habitar es estar en una relación con el
uso al punto de la inapropiabilidad. Compartir este
habitar es compartir la constitución del ser-en-sí, compartir lo inapropiable.[24]
A través del acto colectivo del ayuno, se disputa una lucha
por la existencia de los cuerpos, sobre qué cuerpos pueden vivir y qué saberes
existir. El neoliberalismo no sólo es un programa político, sino que plantea
discursivamente relatos que habilitan o niegan la habitabilidad del mundo.
Ayunar es rebelarse, hacer un uso impropio del cuerpo; es producir un temblor
conceptual que desestabiliza las burocracias y tecnocracias que rigen el
sentido común neoliberal. [25]
Con el acto del ayuno se crea realidad partiendo de la ruptura y el
resquebrajamiento del ideal racionalista. Si el sujeto soberano propuesto por la
Modernidad, y reafirmado nuevamente con el neoliberalismo, es aquel que ejerce
soberanía sobre su propio cuerpo, la intimidad resulta la sustancia biopolítica
por excelencia. Es esta intimidad la que se pone en juego en la política[26], así
como la idea de privacidad y el acceso (de)limitado a aquella zona inapropiable
de no-conocimiento. Si el uso de los cuerpos se sustituye por el dominio sobre
la privacidad, el trato familiar con une misme
ingresa en una zona aún más oscura de no-dominio y desconocimiento, es decir,
acciones que realizamos con-el-cuerpo o en-el-cuerpo que formaban parte de la inapropiabilidad de dicho uso y se desdibujaban en la
cotidianeidad, pasan a formar parte de la privacidad ingresando así a un campo
aún más oscuro donde la relación del ser-en-sí con el uso inapropiable se
vuelve desconocida y se esconde tras la forma de intimidad. Entonces, lo que el
ayuno colectivo pone en juego es la reapropiación del uso, la puesta en
evidencia de su relación con la intimidad y las relaciones de poder que operan
en el ámbito de lo privado. Ayunar resulta un acto en pos de apropiarse de
aquella inapropiabilidad del ser a través del uso
político del cuerpo.
Por otro lado, desde una perspectiva foucaultiana,
podríamos presumir que el cuerpo aparece en el contexto de la Carpa como lugar absoluto[27] donde también se dirime el conflicto
social. Ante la desoladora desposesión neoliberal, se presenta como el último y
único soporte, como infraestructura para la protesta.[28]
Es en este espacio-otro que crea la Carpa donde las corporalidades surgen como
instrumento de lucha y se enuncian en la escena pública convirtiendo su
vulnerabilidad en flujos contrahegemónicos; se presentan y actúan en conjunto
bajo condiciones que ponen en riesgo su propia existencia. La protesta docente
se construye también en y con esos cuerpos que insisten con deslegitimar la
afrenta estatal.[29]
Son cuerpos significantes que hacen carne el sufrimiento de sus alumnes, que se alzan colectivamente a sí mismos como
pequeños espacios de resistencia. El ámbito privado que usualmente los cobija
es dejado de lado, siendo ahora lo público el lugar donde posicionarse.
Actuando como espejos de la desidia estatal, intentan reflejar conflictos
invisibilizados y se construyen así como ficción política.
Vos cuando sos maestro no estás
vendiendo lavarropas. Es decir, cuando laburás con
pibes desde esta concepción de la educación, el cuerpo está presente
permanentemente. Está en lo cotidiano, en el aula. Por eso me parece que se dio
de manera natural. El poner el cuerpo para el maestro es cotidiano, y lo ponés de veinte mil maneras diferentes. Lo ponés haciéndole upa a un pibe que se lastimó o conteniendo
a uno que tiene un brote psicótico, porque el padre lo cagó a palos. Y el
cuerpo está.
Controlades por un equipo médico, el
alimento de les ayunantes consistía en agua, infusiones calientes, sopas y
leche de soja con jugo de frutas. Al principio, se propuso un ayuno de treinta
días con miras a que el conflicto se resolvería a la brevedad. Cuando el
panorama dejó entrever las probabilidades de que se extienda de manera
indefinida, los días se acortaron a la mitad. El límite para abandonar el ayuno
se trazaba en el 10% del descenso del peso inicial, así como ante la aparición
de cualquier enfermedad que pudiera surgir durante el ayuno. Sin embargo, lo
emocional juega un rol fundamental en el mantenimiento de les ayunantes. H.
señala:
Ayunar era entregar todo. Nos
dejaba en un lugar de vulnerabilidad muy fuerte. Lo afectivo te potenciaba. Y
no sólo lo conocido sino lo afectivo “nuevo”. La necesidad del abrazo, la
necesidad del otro. La contención.
[…] La energía que le da al
cuerpo la mística. Era todo un combo, esto de lo afectivo, lo ideológico. Era
muy fuerte. Se tocaba la energía. Que una Madre de Plaza de Mayo, con todo lo
que pasó, venga y me diga que no afloje… ¡Ni se te ocurría aflojar!
A su vez, ella va entretejiendo su experiencia personal con
la del colectivo. Los estragos que trae aparejados ayunar son doblemente
difíciles de sobrellevar para ella: al desgaste físico se le suma el emocional.
Ayunar es morirse de hambre, como lamentablemente lo hizo su padre o como lo
hacen sus alumnes; es tener frío, no poder leer,
verse aplastado por un cansancio inverosímil. No comer es alejarse de la
realidad, soltar el mundo. Sin embargo, el ayuno como acto político de
resistencia se transforma en un arma. Recalca una y otra vez que su lucha
implica poner la cara y el cuerpo. Ayunar sostenide
por otres rompe con las regulaciones individualistas
y produce performativamente una identidad colectiva.
Yo trabajaba en un jardín de Cabin 9 y los chicos estaban desesperados, porque ellos
sabían de qué trataba eso de “no comer”. […] Ahí entendí porque mis alumnos
tenían mucho frío todo el año, porque cuando no comés,
te morís del frío y no hay nada que te lo haga pasar. Y porque no entendían
cuando yo les hablaba, porque llega un punto que... Yo ayuné dos veces, la
primera vez ayuné dos turnos seguidos, catorce días. A partir del décimo, era
leer los títulos de los diarios y no entender nada…
También aquí podemos vislumbrar un juego de estrategias:
cuando lo verbal es ignorado, lo corporal surge como escenario y potencia de un
agenciamiento político. Como dijo H., los maestros le ponen “la espalda y el
pecho” al hambre del pueblo. El cuerpo es el espacio donde las subjetividades
se corporizan, donde se combate lo más profundo de la alienación, donde se
reclama el derecho a una vida “más vivible”. Es en esa construcción común, en
esa comunión política donde se abandona la pasividad del papel de víctima y se
abraza la resistencia como potencia de vida.
Cuerpos
vulnerables: infraestructura para la resistencia
Como ejercicio
teórico podemos intentar pensar al neoliberalismo, además de cómo un programa
de gubernamentabilidad que empalma con la
construcción de su propio lenguaje y formas de ser, como una ontología en sí misma. Encastrando lo
real en un discurso práctico sobre el ser mismo de las cosas logra prescindir
de cualquier ética o constitución subjetiva, dándole piedra libre a su difusión
carente de inconvenientes. Así mismo, el discurso neoliberal se instala en el
sentido común y en el imaginario social y traza lineamientos que responden a
ideas tales como meritocracia o empresarie de sí misme, apuntando a la destrucción total de formas
colectivas que obstaculicen el ideal de un mercado “puro”. Su tipo de gubernamentabilidad escapa tanto a las totalidades como al
individualismo autónomo liberal; estructurándose a partir de nodos
singulares-universales es capaz de permear en todo lo real e irreductible.[30]
A través de la
puesta en escena de la Carpa y de su longevidad y persistencia como modo de
protesta a lo largo de dos años, podemos señalar la emergencia de una forma de
soberanía popular que se construye sobre la coexistencia plural como
alternativa ética a la idea de resposabilización individual.[31] Por lo
tanto, concebir el concepto de vulnerabilidad
sin tener en cuenta las relaciones de poder que juegan con y a través de ella,
sería un ejercicio nulo. Siguiendo la propuesta de Butler, donde recalca que
aquella es la condición necesaria para el reconocimiento de la dependencia
mutua básica de las relaciones sociales, entendemos que es menester reivindicar
la dimensión social y colectiva del cuerpo. A su vez, la
vulnerabilidad/invulnerabilidad son analizadas como consecuencias políticas que,
repartidas de manera desigual a través de relaciones de poder, actúan sobre y a
través de los cuerpos.[32] La resistencia viene a poner en juego esa
vulnerabilidad así como la exposición de los cuerpos. Como recordamos, les
ayunantes rememoran su experiencia como un momento de gran exposición y
vulnerabilidad, donde la Carpa por momentos simulaba ser una pecera donde se
imponía una transparencia constante para con el público que circulaba a su
alrededor.
Las corporalidades
hablan políticamente expresando su precariedad, así como su potencia política.
Acampar y ayunar constituyen actos que reclaman para sí el derecho a la
aparición, a la persistencia y a la desobediencia. En ellos, es el cuerpo lo
que se pone en riesgo, y en consecuencia, muestra su valor en el propio acto
del ayuno. Así también ocurre una producción de sentido a través de la
experiencia compartida, de la comunión de los cuerpos en, irónicamente, la
no-comunión. Se hace manifiesta la idea de que se está viviendo una situación
compartida que rompe con aquella moralidad individualizadora que intenta
convertir la autonomía en mito de autosuficiencia. Si la vulnerabilidad es
tanto innata como regulada socialmente, la resistencia de los cuerpos
congregados funciona como punto de partida para desarticular las lógicas
neoliberales que colocan a la precariedad dentro de la esfera de
responsabilización individual. Habitar el cuerpo como infraestructura de
resistencia implica posicionarse contra el vaciamiento estatal, material y
simbólico, y reafirmar el derecho a la existencia y a la vida vivible y
habitable. Cuando las necesidades privadas e íntimas son puestas en debate en
el espacio de la Carpa, se pone la lupa en el aspecto social y colectivo que
trae aparejado el acto de comer y se logra superar la distinción entre lo
público y lo privado.
Las
reivindicaciones propuestas por CTERA son planteadas con el cuerpo, mostrando
que éste no es un objeto aislado de los procesos de significación social, sino
que es una corporalidad que establece su dependencia con otros cuerpos.
Realizar una huelga de hambre implica asumir ciertos riesgos y abandonar la
reproducción de sí para abrazar la vulnerabilidad. Sin embargo, el ayuno
colectivo no sólo muestra la cualidad política del cuerpo como algo propio de
la condición humana, sino que reafirma la potencia colectiva de las
corporalidades. Butler precisa que siendo la vulnerabilidad una condición de
sociabilidad, ésta no se puede encontrarse bajo una óptica contractualista.
Compartir la habitabilidad de la vulnerabilidad así como su resistencia debe
leerse como un posicionamiento ético inquebrantable.
Comentarios
finales
A lo largo del
trabajo hemos tratado de exponer la experiencia de acampe y ayuno que
protagonizaron les docentes a finales de la década de 1990. Las reformas
propuestas a través de la Transformación Educativa atinaron a fragmentar la
lucha docente y dispersar su unidad. Así mismo, la descentralización del
sistema educativo en pos del mantenimiento a cargo de las administraciones
provinciales implicó cierto grado de deslegitimación del sindicato docente a
nivel nacional. La formación de un discurso neoliberal sobre la educación
reconfiguró la figura de le maestre como trabajadore,
convirtiéndola en una imagen negativa para la opinión pública.
La instalación y
permanencia prolongada de la Carpa frente al Congreso de la Nación, junto al
ayuno rotativo de maestres (sindicalizados o no) fue la estrategia de
confrontación que eligió CTERA para poder manifestar su reprobación ante el
desmantelamiento del sistema educativo. Su reclamo por una ley nacional que
garantice los recursos necesarios para un fondo de financiamiento de la
educación pública, así como la exigencia del pago en forma y tiempo de los
salarios docentes de todas las provincias del país, fueron dos de las premisas
fundamentales sobre las que se articuló la lucha.
La Carpa se
configura como una apuesta espacial y simbólica, siendo la puesta en acción de
un nuevo tipo de protesta territorial que estaba cobrando fuerza a lo largo del
territorio: el acampe. Planteándose como una heterotopía, la Carpa se
significa como la escuela de la educación soñada y reclamada que abre sus
puertas a cualquiera que pueda conectar sus vivencias con la lucha docente, el
negativo de la situación que atraviesan los establecimientos educativos a lo
largo del país y la unión sindical que combate la fragmentación y
provincialización orquestada por el Estado. Allí surge el ayuno como postura
política y simbólica de los cuerpos que intentan hacer carne el hambre que las
reformas neoliberales y la desidia estatal traían al país. El pasaje de un acto
íntimo, propio de la esfera de lo privado, a un statement o denuncia, demuestra
el agenciamiento político de las corporalidades y la potencia creativa y
reivindicativa de su alianza.
Con el tiempo,
recibió la adhesión generalizada de la sociedad y se conformó como punto de
inflexión para el movimiento sindical docente. Este logró rearmarse y recuperar
fuerza a nivel nacional y la figura de le docente volvió a convertirse en
imagen ejemplar de ideales ciudadanos dentro el imaginario colectivo argentino.
El ayuno fue visto como el sacrificio, incluso a veces como un martirio, que
probaba el compromiso de les docentes con la educación pública y la sociedad en
general, retomando así la profundamente instalada idea de la “vocación
docente”. El reclamo nunca fue estipulado solamente desde la esfera de los
derechos de les trabajadores, sino que les docentes se plantearon a sí mismes como testimonio de lucha ante la desidia estatal
para con las escuelas y les niñes.
Así mismo, el
espacio de la Carpa fue conformándose como un “paraguas” simbólico que podía
alojar una gran heterogeneidad de reclamos y actores. La articulación de
prácticas de producción simbólica muy activas, lograron la creación y difusión
a lo largo del campo social de consignas (famoses
utilizando carteles que rezaban “Hoy somos todos docentes”), imágenes (la
instalación de la Carpa en la plaza frente al Congreso) y emblemas (cada grupo
de ayuno tenía un pin representativo, por ejemplo, algunos decían “Chau,
Susana” jugando con el famoso programa de Susana Giménez y el pedido de
renuncia para la Ministra Decibe).
A través de una
lógica sindical novedosa, el movimiento docente se apropió del espacio público
y articuló un discurso en torno a él. Se abandonaron las formas tradicionales
de confrontación y apareció una protesta de escala nacional, orquestada de
manera sostenida (quizás sí con mesetas de estancamiento) a lo largo de dos
años. El sindicato tomó como estrategia central impactar sobre la opinión
pública a través de la difusión mediática de sus reclamos. Así, se configuró
una acción simbólica, reivindicativa y ofensiva que logró reposicionar la
figura del Estado como co-garante de la educación
pública. Y es a partir del espacio, tanto de la plaza como de las
corporalidades, desde donde se ejerció la presión política.
Intentando
deconstruir la clásica concepción del espacio y los cuerpos vistos a modo de
simples soportes, a lo largo del trabajo pretendimos desarrollar un análisis que
rescatara de la narrativa de la entrevistada la marcada presencia de lo
espacial como parte constitutiva de una forma de protesta y de producción de
una dinámica particular a través de la cual corporalidades, subjetividades y
colectivos interactúan en el umbral entre lo público y lo privado. A lo largo
de la narración de H. aparece repetidas veces la idea de un colectivo
articulado sobre una identidad que, si bien tiene un gran componente
tradicional, se reformula y reajusta a los cambiantes contextos político-sociales.
El desmembramiento de la comunidad educativa producto de la avanzada neoliberal
sólo es aplacado gracias a los años de lucha en y alrededor de la Carpa. Es en
ella donde los cuerpos en su plena potencia política refundan el movimiento sindical
docente y donde la vulnerabilidad es reinterpretada como forma de resistencia.
Les docentes, ya vulnerades por el aparato estatal,
se apropian de su fragilidad para convertirla en estandarte. La dependencia
obligada de le otre es parte constitutiva de la
condición humana, no sólo desde la perspectiva biológica, sino tomando al
sujeto como una corporalidad completa que se encuentra atada a lo colectivo y
lo emocional dentro de su campo de percepción. Les docentes eligen ayunar,
decidiendo romper con la utilización productiva del cuerpo y afirmando una
suerte de “aquí estoy, aquí soy, mi cuerpo es con otros, mi vulnerabilidad se
convierte en comunión, la comunión se convierte en base para la resistencia.”
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FECHA DE ACEPTACIÓN:
[1] ROY, Ananya “The 21st
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[2] SUÁREZ, Daniel
(Coord.) Conflicto social y protesta
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2005, p. 9.
[3] H. Entrevistas realizadas entre junio de 2017 y febrero de
2018, en Rosario, Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: María Laura Giudici Navarro. [La entrevistada autorizó el uso de los
contenidos de la entrevista; más para preservar su privacidad se omitieron
algunos datos personales].
[4] PORTELLI, Alessandro, citado en FRASER, Ronald “La historia oral como
historia desde abajo”, en Revista Ayer,
Nº 12, Marcial Pons Editor, España, 1993, p. 82.
[5] PORTELLI, Alessandro, op. cit., p. 86.
[6] MANZANO, Virginia “La transformación del
sector social en Argentina durante la década del 90: las políticas como
espacios de acción colectiva y de regulación social”, Rumbos TS, Año VI, Nº 6, 2011, p. 17.
[7] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones
piqueteras, Buenos Aires, Biblos, 2009, p. 14.
[8] BUSTELO, Eduardo “La producción del
Estado de Malestar. Ajuste y política social en América Latina”, Salud Pública de México, Vol. 33, Nº 3, p. 221.
[9] BUSTELO, Eduardo, op. cit., pp. 222-223.
[10] BUTLER, Judith Cuerpos aliados y
lucha política, Paidós Buenos Aires, 2017.
[11] NARDACCHIONE,
Gabriel Andrés “La disputa retórico-educativa en la Argentina de los años 1990.
Entre la modernización del sistema y la defensa de la escuela pública”, Revista Mexicana de Investigación
Educativa, Vol. 17, Nº 53, 2012, p. 410.
[12] SUÁREZ, Daniel, op. cit., p.
23.
[13] SUÁREZ,
Daniel, op. cit., p. 26.
[14] FOUCAULT, Michel El cuerpo
utópico. Las heterotopías, Dominó, Buenos Aires,
2010, p. 20.
[15] ARROYO, Julio Espacio público. Entre afirmaciones y
desplazamientos, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2015, p. 12.
[16] SARLO, Beatriz
“La carpa blanca restauró el espacio público”, Brecha Gorda, Montevideo, 1999, citada en SUÁREZ, Daniel (Coord.) Conflicto social y protesta docente en
América Latina. Estudio de caso: El conflicto docente en Argentina (1997 –
2003), Fundación Laboratorio de Políticas Públicas, Buenos Aires, 2005, p.
25.
[17] SARLO, Beatriz
op. cit., p. 26.
[18] BUTLER, Judith Cuerpos aliados y
lucha política, Paidós Buenos Aires, 2017, p. 77.
[19] SUÁREZ, Daniel
Reforma del Estado, protesta social y
conflicto docente en la Argentina (1997 - 2003). Un caso para el estudio de la
conflictividad educativa en América Latina, Fundación Laboratorio de
Políticas Públicas, Año 5, Nº 24, Buenos Aires, 2005, recuperado de
https://bit.ly/2sqs8RB. Disponible en enero de 2019.
[20] YASKY, Hugo, citado en MARGULIS, Alejandro y LÓPEZ,
Alejandra “El largo ayuno de los docentes”, La
Nación, Buenos Aires, 29/06/97, recuperado de
https://www.lanacion.com.ar/211253-el-largo-ayuno-de-los-docentes/amp/211253. Disponible
en enero de 2019.
[21] SVAMPA,
op. cit., p. 28.
[22] SVAMPA,
op. cit., p. 53.
[24] AGAMBEN,
Giorgio El uso de los cuerpos: homo sacer
IV, 2, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires. 2017, p. 172.
[26] Agamben, op.
cit., p. 180-181.
[27] FOUCAULT, Michel, op. cit., p. 7.
[28] ROY, Ananya, op. cit., p. 823.
[29] LÓPEZ, María “Un cuerpo y otro cuerpo”, Página 12, Buenos Aires, Sección Las12, 1/08/17, recuperado de
https://www.pagina12.com.ar/55721-un-cuerpo-y-otro-cuerpo. Disponible en enero
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[31] Butler, Judith, op. cit., p. 23.
[32] Butler, Judith, op. cit., p. 99.