Revista de Educación en Biología, Vol. 26, Nº 2, Julio 2023 | Página 91
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Podemos comparar este proceso con una orquesta, en la que el profesor es el
director. Tiene los conocimientos necesarios para que la enseñanza se produzca, sin
embargo, si es el único actor en este proceso no tenemos el producto nal: la sinfonía. Es
necesario entender que el profesor y el alumno tienen que ser activos en la enseñanza y
el aprendizaje, cada uno tocando su instrumento, porque ambos se complementan en la
música. Sólo así es posible que al nal haya un aprendizaje signicativo (Lenz et al., 2017,
p. 31).
Esta forma de pensar en el currículo y posteriormente en la enseñanza está
presente en nuestra realidad, ya que muchas veces tenemos esta concepción implícita
en nuestras prácticas, un ejemplo de ello es el siguiente fragmento extraído de uno de
los resúmenes, que sigue problematizando la enseñanza tradicional con un enfoque en la
Biología Celular, “[...] la mayoría de los libros didácticos siguen introduciendo el concepto
de célula utilizando los prototipos clásicos de una célula vegetal junto con el de una célula
animal aislada, y que las únicas mejoras han sido la adición de las ultraestructuras de los
orgánulos celulares, que suelen mostrarse en representaciones tridimensionales y en color.
[...] en la enseñanza de la Biología Celular se ha adoptado un único modelo para dibujar
las células, consistente en dos círculos concéntricos, el interior para la membrana nuclear
y el exterior para la membrana celular, también conocido como el modelo del huevo” (D8,
p. 101).
Estas concepciones dicotómicas pueden hacer que el alumno sólo asocie la célula
con los modelos presentados en los libros, no promoviendo asociaciones ni comprendiendo
que las células tienen diferentes formatos: “se corre el riesgo de que estos obstáculos
didácticos sean aún mayores, porque actualmente la enseñanza de la Biología Celular
está más centrada en los procesos intracelulares que en la diferenciación celular y la
organización de las células en órganos y tejidos” (D8, p. 102).
Destacando la posibilidad de pensar y (re)signicar el conocimiento, las concepciones
críticas del currículo abordan cuestiones como la cultura y el poder, teniendo como punto
de partida los años 1960, fuertemente marcados por el inicio de muchos movimientos
sociales, en los que se cuestionó el formato de la sociedad.
A partir de la teoría de Marx, que pretendía descubrir cuál era el verdadero papel del
currículo en la educación, aparecieron también otros pensadores sobre esta nueva forma de
entender y ejecutar un currículo crítico, como Louis Althusser, Pierre Félix Bourdieu, Jean
Claude Passeron, Christian Baudelot, Roger Establet y, en Brasil, Paulo Freire. Estos teóricos
señalaban la necesidad que tenía la sociedad capitalista de reproducir ideológicamente sus
prácticas económicas y, para ellos, la escuela era el lugar donde las cosas podían ocurrir.
La idea de un currículo Crítico se aborda por ejemplo en el D3: “desempeña un papel
clave para el proceso educativo en general, contribuyendo a la mejora de la práctica docente
y del aprendizaje de los alumnos [...] su importancia radica en que además de mediar
conceptos, es capaz de formar ciudadanos críticos-reexivos y con mayor recursividad
para participar en debates y problemas históricos, culturales y sociales” (p. 111).