Página 92 | Revista de Educación en Biología, Vol. 25, Nº 2, Julio 2022
Revisiones, reseñas y comentarios
calidad de estos contenidos es una buena noticia. Y esto es, especialmente, cierto cuando
dicha contribución está dirigida a niñas y niños. Tal es el caso del libro: Una gran familia
(Ginnobili, 2022) escrito por el lósofo Santiago Ginnobili, ilustrado por el artista Guido
Ferro, y publicado por la editorial: “Iamiqué” (Figura 1).
Entre las expertas y expertos en Didáctica de la Biología hay discrepancias sobre
la edad a la cual se podría, o convendría, comenzar la enseñanza de la Biología Evolutiva.
Muchas veces se ha señalado el carácter abstracto de estos modelos, el hecho de que
impliquen formas poco intuitivas de razonamiento probabilístico o la necesidad de que
quien aprende posea un background signicativo de otros conocimientos. En especial de
Genética, para concluir que estos temas recién podrían introducirse en los últimos años
de la escuela media. Sin embargo, posteriormente, se propusieron argumentos en sentido
contrario. La “teoría de la evolución” es difícil de aprender porque, como otras grandes
teorías cientícas (probablemente, todas) es fuertemente contraintuitiva (Rosengren et
al., 2012). Por ejemplo, la idea azar (que es parte de la teoría) choca con las intuiciones
teleológicas (o nalistas) de las personas, según las cuales: “todo existe y sucede para
algo”. Del mismo modo, el carácter continuo del cambio evolutivo choca con las intuiciones
esencialistas de las personas, de acuerdo con las cuales cada organismo individual o cada
especie debe pertenecer a una categoría inmutable claramente delimitada. El punto es que,
a medida que una niña o niño crece y se desarrolla, construye –a partir de ciertos sesgos
más o menos innatos y de sus experiencias e inuencias culturales- teorías intuitivas
o implícitas sobre diversos aspectos del mundo. Así, cada individualidad construye una
suerte de “biología intuitiva” que le permite explicarse y predecir numerosos fenómenos
del dominio biológico. Cuanto más avanza el desarrollo, las concepciones, que forman parte
de esa teoría intuitiva, se encuentran más entrelazadas entre sí, dando mayor consistencia
y, por lo tanto, mayor resistencia al cambio en todo el entramado conceptual. Desde esta
perspectiva, cuanto más demoremos el momento de enfrentar a las y los estudiantes
con evidencias, preguntas y modos de pensar que desafíen y desestabilicen esos modos
intuitivos de razonar, menos probable será que tengamos éxito en nuestro intento de
que construyan modelos explicativos diferentes y más cercanos a los cientícos (Ronfard
et al., 2021). Este es un argumento de peso a favor de una iniciación temprana de la
enseñanza de los modelos evolucionistas, posición que está ganando terreno en el campo
de la Didáctica. Por eso, resulta bienvenido un material bibliográco de calidad que resulte
útil para un primer acercamiento de las niñas y niños a las ideas centrales de esta ciencia.
Esta introducción da el contexto para apreciar, justamente, el valor del libro que es objeto
de esta reseña.
Una gran familia se centra en la gura de Charles Darwin y en una de las grandes
ideas que este expuso en su famoso: El origen de las especies, la de ancestralidad común.
La primera de estas elecciones implica el riesgo, en relación con la llamada: “naturaleza
de la ciencia”, de fomentar la imagen (errónea) de que la ciencia es producto del trabajo
-socialmente descontextualizado- de individuos geniales (Fernández et al., 2012). Sin
embargo, en este caso, este temor no está fundado porque el autor apela a la gura de
Darwin: y se centra en ella, para buscar la identicación de la lectora o el lector con el
naturalista inglés: “como tú, todo el tiempo preguntaba”. Así, el riesgo de transmitir una