¿El aire es materia?
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REVISTA DE ENSEÑANZA DE LA FÍSICA, Vol. 36, n.
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1 (2024) 80
I. INTRODUCCIÓN
El concepto de materia resulta complejo para el alumnado de educación primaria y educación secundaria. Los mayores
problemas surgen por dos motivos fundamentalmente. En primer lugar, cuando el objeto (o fenómeno) de estudio no
es visible por su escala microscópica y, en segundo lugar, cuando existen dificultades para entender la composición
de la materia a partir de su estructura interna (Cascarosa-Salillas et al., 2022a; Martínez-Torregosa et al., 2022; Sarquis
y González, 2022). Estas dificultades se evidencian en la construcción de un modelo mental del aire. A pesar de que
en la etapa de educación primaria se han estudiado los estados de la materia (sólido-líquido-gas), el estudio del aire
en estudiantes de secundaria genera un fuerte conflicto cognitivo debido a su naturaleza imperceptible (Driver, 1988).
También es común que los estudiantes admitan su existencia únicamente cuándo el aire está en movimiento (Demir-
bas y Ertuğrul, 2014; Séré, 1986; Stavy, 1988). Estos modos de comprensión se evidencian cuando el alumnado debe
responder a la pregunta si el aire es o no es materia. Los argumentos de los estudiantes en sus respuestas ayudan a
los investigadores a conocer cómo el alumnado construye su modelo de materia. En las respuestas del alumnado es
habitual encontrar afirmaciones como “el aire no pesa, porque si pesase lo notaríamos” (Mazo Vivar, 2006) o “el aire
no es materia porque no tiene masa y no pesa” (Lorenzo Flores et al., 2018; Stavy, 1988,). Existen numerosas propues-
tas didácticas para el estudio de la naturaleza del aire en las distintas etapas educativas. Muchos de estos diseños
proponen una serie de demostraciones experimentales para evidenciar que el aire es materia (Branca et al., 2022;
Lorenzo Flores et al., 2018; Mazo Vivar, 2006). La inclusión de demostraciones experimentales para trabajar el con-
cepto de aire, permiten al alumnado enfrentarse al conflicto cognitivo que observa (Eshach y Fried, 2005), y también
aumentar su interés al trabajar con hechos perceptibles en su vida diaria (García-Carmona et al., 2014).
Por otro lado, las investigaciones en didáctica de las ciencias experimentales en general, y de la física en particular,
nos llevan a la necesidad de incorporar enfoques didácticos que favorezcan el desarrollo de competencias para una
mejor formación científica (Hodson, 2014). Según Adúriz-Bravo (2017), dos de las prácticas científicas con mayor in-
terés para la enseñanza de la física son la modelización y la argumentación. Estas, unidas a la indagación, conforman
tres prácticas científicas fundamentales en el aprendizaje de la ciencia (Muñoz Campos et al., 2020). La argumentación
se entiende como la capacidad para justificar o refutar una opinión haciendo uso de pruebas (Jiménez Aleixandre,
2010), desarrollar y evaluar argumentos (Duschl y Osborne, 2002) y la capacidad de elegir entre distintas opciones
utilizando los criterios más adecuados (Muñoz Campos et al., 2020). Esta práctica se considera fundamental para el
desarrollo de ciudadanos científicamente competentes (Erduran y Jiménez-Aleixandre, 2008). Por ello, es importante
desarrollar actividades que puedan servir como objeto de discusión y una práctica reflexiva (Cutrera et al., 2021). El
término indagación puede tener distintos significados. Según Couso (2014), la indagación en el ámbito educativo
puede entenderse como una variedad de estrategias de enseñanza y aprendizaje para desarrollar con el alumnado
destrezas de indagación y sobre indagación. Esta perspectiva se conoce como Aprendizaje de las Ciencias Basado en
Indagación (IBSE por sus siglas en inglés). Muchos autores muestran que esta forma de trabajar en el aula favorece el
desarrollo de habilidades, la comprensión conceptual y las actitudes, hacia la ciencia (Aguilera et al., 2018; Bevins y
Price, 2016; McConney et al., 2014; Minner et al., 2010). La construcción de modelos es un aspecto fundamental tanto
en la ciencia como en la educación científica (Justi, 2006), siendo especialmente relevante en una rama de conoci-
miento como la física (Valenzuela y Mena, 2019). El término modelización también ha sido objeto de análisis según
sus acepciones (Oliva, 2019), aunque en este caso, entendemos la modelización como práctica científica en el ámbito
de la educación en ciencias. Esta práctica puede definirse como el desarrollo de conocimientos y destrezas para com-
prender cómo se construyen las ideas científicas (Acher, 2014).
Además de este enfoque didáctico en el que se desarrolla el contenido trabajando las prácticas científicas de mo-
delización, argumentación y modelización, es necesario tener en cuenta la contextualización del aprendizaje. La con-
textualización en la educación científica es un factor fundamental para que el alumnado comprenda la importancia y
la utilidad de la ciencia (Caamaño, 2005) y que el estudiante también pueda servir como difusor de conocimiento
(Sales y Silva, 2023). Para que el contexto sea adecuado, debe ser cercano a la vida diaria del alumnado (Caamaño,
2018) y partir de una situación real (King y Ritchie, 2012). El aprendizaje contextualizado de las ciencias va a propiciar
un aumento del interés del alumnado y que pueda aplicar lo aprendido a otro contexto (Gilbert, 2006). Existen publi-
caciones que muestran diseños didácticos que incluyen el desarrollo de las prácticas científicas y a su vez, han partido
de un aprendizaje con un contexto basado en una situación cotidiana. Por ejemplo, los procedimientos seguidos en
las propuestas realizadas por de Muñoz Campos et al. (2020) o Cascarosa-Salillas, et al. (2022b) ha resultado de utili-
dad para diseñar una secuencia que trabaje conjuntamente las tres prácticas científicas en educación secundaria obli-
gatoria.
Tradicionalmente, el aprendizaje de las ciencias se ha centrado en el conocimiento del contenido. Este conoci-
miento del contenido, además, viene asociado a metodologías educativas de transmisión-recepción (Carrascosa-Alís
et al., (2008). Esto, en muchos casos, provoca que el alumnado que no está habituado a trabajar con este tipo de
conocimiento y de metodología), sea catalogado como alumnado con necesidades educativas especiales. La inclusión