LA ARGENTINA DE LOS '90: REPRESENTACIONES DE IDENTIDADES JUVENILES EN LA NARRATIVA CONTEMPORÁNEA [1]

Giovannini, Silvina *

Resumen:

En el marco de los profundos procesos de transformación que se experimentan durante el período del Menemato (desinstitucionalización, desocialización, despolitización, desdibujamiento y fragmentación de los imaginarios sociales), consideramos que los jóvenes son quienes ponen de manifiesto con mayor visibilidad estas nuevas condiciones de existencia. Como sujetos de prácticas específicas y poseedores de un saber diferenciado, los sujetos juveniles van definiendo sus rasgos identitarios de manera cambiante, dinámica y conflictiva. Nos interesa indagar, entonces, los modos de representación juveniles y enfocarnos específicamente en la narrativización del complejo vínculo entre jóvenes y política.

Desde una perspectiva discursiva, abordamos una serie de ficciones breves pertenecientes a Juan Forn, Martín Rejtman y Guillermo Saccomanno que se circunscriben en el contexto de la Argentina de los noventa y que presentan personajes jóvenes de estatuto referencial social. Trabajamos con la categoría de manchas temáticas de David Viñas (En Drucaroff, 2011) para identificar tópicos recurrentes en el corpus confeccionado: la apatía, la errancia, el repliegue en lo íntimo y ver cómo operan en la representación de las subjetivades literarias juveniles que analizamos.

Palabras clave : representaciones- jóvenes- narrativa- manchas temáticas- política

Abstract:

Within the framework of the deep processes of transformation experienced during the Menemism period (deinstitucionalization, social exclusion, de-politicisation, blurring and fragmentation of the social imaginary), we consider that young people are the ones who exhibit more clearly these new conditions of existence. As subjects of specific practices and holders of an specific knowledge, the youth define their identity features in a changeable, dynamic and conflictive way. We are interested in inquiring the types of youth representation and focus specifically on the narrative of the complex link between young people and politics.

From a discursive perspective, we tackle a series of short fictions which belong to Juan Forn, Martín Rejtman and Guillermo Saccomano: these writers circumscribe in the Argentinian context of the nineties and present young characters of social referential statute. We worked with the category "manchas temáticas" (thematic spots) by David Viñas (from Drucaroff, 2011) to identify the recurring topics in the developed corpus: the apathy, the errancy, the retreat into the innermost and see how these operate in the representation of the youth literary subjectivity that we analyze.

Key words: representations – youth – narrative – politics - "manchas temáticas" (thematic spots)

Hay algo que funciona muy mal allá afuera. Es esta época (...) Hay algo muy gordo

terminando, te aviso, y nosotros ni nos enteramos. Pero está terminando, creéme. No va a haber Tercera Guerra Mundial, ni bombas nucleares, ni Guerra de las Galaxias. No va a haber lluvia roja, ni mutantes, ni radioactividad. Va a seguir cambiando todo como hasta ahora, y en algún momento alguien va a decir: ‘Qué increíble. ¿Así se vivía en el siglo veinte?’

El borde peligroso de las cosas

Forn

Introducción:

Como señala Reguillo Cruz (2000), lo juvenil como problemática social emerge durante la posguerra como resultado de tres procesos complementarios que involucran respectivamente al ámbito educativo, al jurídico y al de la oferta y consumo cultural:

-el aceleramiento industrial, científico y técnico que obligó a una reorganización de los procesos de inserción en el sector productivo. La etapa de instrucción previa al ingreso al mundo del trabajo fue extendiéndose en cantidad de años y en alcance a diferentes sectores sociales.

-la construcción de la figura del menor y de los jóvenes como sujetos de derecho, amparados por el Estado que requirió de una jurisprudencia particular y de la creación de dispositivos especiales para ese segmento de la población que irrumpió masivamente en la escena pública.

-desarrollo y expansión de las industrias culturales que por primera vez ofertaron bienes ‘exclusivos’ para el consumo de los jóvenes. [2]

Si bien estos tres movimientos son de relevancia en la construcción y visibilización de la juventud, la autora advierte que la industria cultural fue la que mejor éxito tuvo en la configuración de identidades juveniles ya que su modo de interpelar a los jóvenes no es de manera vertical sino que se establece desde un simulacro de diálogo.

Según el historiador Eric Hobsbawm:

(..) la cultura juvenil se convirtió en la matriz de la revolución cultural del siglo XX, visible en los comportamientos y costumbres, pero sobre todo en el modo de disponer del ocio, que pasaron a configurar cada vez más el ambiente que respiraban los hombres y mujeres urbanos. (en Reguillo Cruz, 2000:25)

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, los jóvenes fueron adquiriendo reconocimiento en el espacio social, enfrentándose al status quo mediante acciones de resistencia ante determinadas normas sociales, como por ejemplo en el Mayo Francés, en las vanguardias artísticas y en los proyectos revolucionarios. [3] De esta manera se adosaron al significante juventud los significados de rebeldía, indocilidad, insolencia, disconformidad, etc. Algunas propuestas artísticas condensaban esa posición de los jóvenes como por ejemplo el rock, género musical que en sus orígenes se caracterizó por una actitud contestataria.

En la Argentina, después de los convulsionados años sesenta y setenta en donde muchos jóvenes participaron activamente en los acontecimientos políticos y sociales siendo objeto de persecución, tortura, encierro y asesinato por parte del terrorismo de Estado, se abre en los ochenta, un nuevo escenario que los convoca, como artífices del 'futuro' a forjar, al amparo de las instituciones, una nueva democracia.

A este breve período (conocido como la primavera alfonsinista) le siguió la experiencia radical de la desilusión (Saintout, 2006:56). Los procesos de exclusión social que se habían generado como consecuencia de la implementación de modelos económicos de corte netamente liberal se ratificaron y profundizaron durante los noventa. Ante la progresiva retracción del Estado, el mercado colonizó lo social.

La fragmentación de la sociedad argentina nos lleva a considerar esta década como un período clave para indagar configuraciones identitarias ya que, ante la declinación de la clase media, se inician procesos de formación y mutación de las identidades sociales (Wortman, 2003). [4]

A su vez, este proceso que se experimenta en nuestro país se vincula con la crisis de las identidades fuertes (político/nacionales, religiosas) en el mundo occidental, dando cuenta de un nuevo estado de época. En este contexto de profundización de la modernidad-mundo (Ortiz, 1998), el desarrollo de las tecnologías y los medios de comunicación inciden en los modos de interacción y en las prácticas de los sujetos en la vida social.

En este marco, resulta pertinente construir como objeto de estudio las representaciones (discursivas) de los jóvenes ya que:

(…) lo más dramático para estos jóvenes, nacidos entre finales de los setenta y primera mitad de los ochenta, fue echar a andar unas brújulas enloquecidas que apuntan en sentidos contrarios y diversos: la patria dejó de ser el epicentro de la identidad en función del mercado, pero a ellos se les exigió el respeto y el amor por los emblemas patrios…; la familia dejó de parecerse a los ejemplos de los libros, pero a ellos se les siguió reprochando carecer de un padre y una madre como lo indicaba la costumbre; la política se convirtió en una mala palabra por los abusos, la carencia de imaginación y la incapacidad generalizable de sus actores formales, pero a ellos se les demandó interés y compromiso; las instituciones de tan pesadas no pudieron acompañarlos en su viaje, pero a ellos y a ellas se les pidió respeto, obediencia y tributo (Reguillo Cruz 2002: 7)

La perspectiva adoptada es la del análisis del discurso, práctica descriptiva e interpretativa que nos permite hacer uso de y dialogar con distintos saberes de las ciencias sociales (sociología, estudios culturales, entre otros) debido a su dimensión interdisciplinaria. Dicho de otro modo, en tanto consideramos que las nociones aportadas por las ciencias sociales funcionan como operadores de lectura y nos permiten dar cuenta de las prácticas sociales que moldean el discurso, a la vez, éste constituye lo social –lo reproduce, lo modula, lo transforma.

El corpus está compuesto por una serie de relatos pertenecientes a Nadar de noche (1991) de Juan Forn, Rapado (1992) de Martín Rejtman y Animales domésticos (1994) de Guillermo Saccomanno. Son ficciones breves con personajes jóvenes de estatuto referencial social -la Argentina de los años noventa-. Han sido publicadas en ese período por lo cual la contemporaneidad es un rasgo que atraviesa a todos los textos seleccionados y, en consecuencia, un criterio de selección para la construcción del corpus. Resaltamos, además que estos narradores ocupan una posición subalterna respecto del canon académico [5] .

Las nociones de representación e identidad, estrechamente vinculadas, son centrales para esta investigación. Las representaciones sociales organizan micro-relatos que “cumplen un rol activo y altamente económico en los procesos de reproducción y de identificación social.” (Cebrelli y Arancibia, 2005). Es decir que constituyen discursos de conocimientos y creencias que dan forma a identidades socioculturales y políticas. Una identidad, en este sentido, implica siempre un posicionamiento dentro de un campo discursivo dado (Mainguenau, 2005:306).

Precisamente porque las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas. Por otra parte, emergen en el juego de modalidades específicas de poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y la exclusión que signo de una unidad idéntica y naturalmente constituida: una ‘identidad’ en su significado tradicional (es decir, una mismidad omniabarcativa, inconsútil y sin diferenciación interna). (Hall, 2003:18)

Para realizar un recorrido interpretativo por los textos que conforman nuestro corpus tomamos la categoría de “manchas temáticas” que Drucaroff recupera de David Viñas en su ensayo Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la posdictadura (2011). Viñas define esta noción como un espacio temático que significa -que irradia- por impregnación y contagio y, para no correr el riesgo de 'solidificarlo', utiliza la metáfora de 'mancha' para dar cuenta de la impregnabilidad de un 'tema' que se extiende longitudinalmente para encontrar la dimensión 'historia'. (Drucaroff, 2011:291)

Esta categoría nos permite pensar ciertas representaciones y prácticas ligadas a las subjetividades literarias que analizamos (los jóvenes) en clave política ya que operan siempre en relación con núcleos traumáticos del imaginario nacional, núcleos a los que, ya desde lo temático, ya desde lo formal, una literatura vuelve una y otra vez angustiosamente, porque ahí hay algo irresuelto. (Drucaroff, 2011:292)

A continuación, identificamos las manchas temáticas regulares en el corpus construido:

La apatía

En la serie de relatos donde aparece esta mancha temática en primer plano, los protagonistas son todos jóvenes y adolescentes de clase media, media alta, de la capital porteña caracterizados por la soledad, la dificultad para establecer relaciones afectivas, la abulia, el aburrimiento. Es precisamente la literatura de Rejtman la que hace ingresar tempranamente al universo discursivo la representación de jóvenes apáticos. [6] Un nuevo modo de representación en claro contrapunto con una imagen bastante extendida del joven entusiasta y concientizado, asociada a la militancia de los setenta, por un lado. Y, por otro lado, discute con un estereotipo de lo juvenil que instala la televisión (principalmente) en los noventa; sujetos divertidos, informales, en compañía de pares, etc.

Si bien esta construcción de los jóvenes ligada al desinterés, a la falta de proyecto, al ocio no planificado también se puede rastrear en el relato mediático, este discurso los presenta de manera estigmatizante. [7] En cambio, la narrativa que analizamos viene a visibilizar y dar testimonio (sin emitir juicios de valor) precisamente de un estado de incertidumbre, desamparo y malestar en el cual se encuentran los jóvenes en la Argentina de los noventa.

Sus padres desde hace tiempo no le preguntan nada. Ya no le dicen que estudie o que busque algún trabajo. De vez en cuando, Lucio saca algunos billetes de la cartera de la madre. Sabe que ella sabe y que el padre también sabe y que ellos saben que él sabe, pero todos fingen no saber. (Rejtman, 2007:67)

Esa noche no supe qué hacer. No fui a la casa de mi novia porque no tenía regalo. Ya hablaríamos más tarde, pensé. Tampoco quise ir a mi casa ni a la de mis padres. Decidí ir a lo de Fernando y pasar allí el fin de semana. Quería evitar explicaciones. Escuchamos música y vimos televisión. Después dormí en el living. Los padres de él me conocían bien, habíamos sido compañeros desde la primaria y nuestra amistad se basaba más que nada en una especie de indiferencia que compartíamos. (Rejtman, 2007:75)

Estos jóvenes integran, por lo general, configuraciones familiares fragmentadas, disfuncionales. Sus padres se muestran incapaces de cualquier tipo de contención y/o intento de comprensión hacia sus hijos. Pero ese abismo intergeneracional, que queda plasmado en el desencuentro comunicacional o directamente en el no-diálogo existente entre padres e hijos, parece tener que ver más con el desinterés y el abandono que con diferencias en el orden de los valores que se podría arrogar cada segmento etario.

Un martes a la noche como ese, dos semanas atrás, Juan se cruzó a su padre en un hotel alojamiento. Juan salía de un cuarto y caminaba hacia el ascensor cuando lo vio detrás de las puertas que se cerraban. No estuvo seguro hasta más tarde, al ver salir su coche del estacionamiento. No sabía si Elías lo había visto. A la mañana siguiente se volvieron a cruzar, esta vez en la cocina de la casa, desayunando. Ninguno de los dos decía nada y parecían turnarse: cuando uno tomaba café con leche, el otro mordía un pedazo de tostada, y así, mientras la madre, de espaldas a ellos y con la canilla abierta, acomodaba los platos secos en el aparador. (Rejtman, 2007:82)

Cuando Flavio recibió el boletín lo dobló en cuatro y se lo guardó en un bolsillo del blazer. Después, en la pizzería de la esquina del colegio, delante de sus compañeros, le prendió fuego. Ningún pibe en el mundo podía rendir ocho materias en marzo y aprobarlas. Esa tarde, cuando llegó a su casa, la madre hablaba por teléfono; le hizo un mohín falso y siguió hablando. Flavio cruzó el living, entró en su cuarto y levantó el tubo para escuchar la conversación. Ella hablaba con un tipo. Uno nuevo. (Saccomanno, 2008:147)

Esa noche Juan cena con su padre. Por una vez decide no salir y pasar la noche en casa (…) Juan y Elías están sentados en un banco de la plaza. No hay mucho de que hablar y sin embargo la conversación es fluida. Tan fluida que cuando se produce el primer silencio largo, a Juan le parece haber estado hablando con otra persona. Ahora que no hay palabras, se escuchan las respiraciones de ambos, que nunca coinciden, la de Elías un poco más fuerte que la de Juan. Sólo entonces Juan está seguro de estar con su padre. (Retjman, 2007:82)

Una sensación de orfandad atraviesa y configura a los jóvenes de estos relatos y nos permite hablar de un gesto de ruptura en relación con “la herencia” [8] de los padres y al mismo tiempo, una autoconciencia respecto de su condición de vulnerabilidad, precariedad e incertidumbre como generación.

Sin embargo, en este país, en esta época y a nuestra edad, uno a veces se siente un mutante. Incluso sin guerra nuclear ni desechos radioactivos (…) Somos el jamón del sándwich: no entendemos nada, nadie nos entiende. Estamos como el pajarito agarrado a la última rama del árbol que crece al borde del abismo. Un vientito y caemos en… (Forn, 2002:167)

Si bien la inmovilidad, el vacío, la anomia, no son rasgos exclusivos de los jóvenes que construye la narrativa argentina contemporánea, sino que integran la estética globalizada de las nuevas generaciones, Drucaroff advierte un plus de significación que excede el mero clima de época o la referencia a una derrota más abstracta (como la caída del muro de Berlín o las escatologías discursivas ligadas al “fin de la historia” que proliferaron a fines de SXX) y ancla la representación de jóvenes apáticos en relación con nuestra historia reciente, con la experiencia traumática de la dictadura . Es así cómo la apatía y la vida sin trascendencia posible (Drucaroff, 2011:318) dan cuenta de la derrota de la generación de militancia, la del 60-70, del fracaso de la revolución, desde una estrategia discursiva que opera en y por la negación y/o el silencio respecto del pasado.

A las cuatro y veinte, exhausta, Cecilia apaga la video. Boca abajo, la cara hundida en la almohada, se abandona en un sueño sin memoria, como su departamento, que no tiene ni un solo cuadro ni una sola foto. (Saccomanno, 2008:58)

Dormí sin sueños. No más de tres horas, porque a eso de las nueve los obreros de la obra de al lado empezaron a picar ladrillo y eso me despertó. No pude volver a dormirme. Desayuné y me tomé un Lexotanil. Como no pasaba nada, me tomé otro y media hora después otro más. Me levanté de la cama y comí galletitas de agua. Entonces dormí diecisiete horas seguidas. (Rejtman, 2007:72)

Deriva y vagabundeo

Como plantea Maffessoli en Nomadismo. Viajes iniciáticos:

La vida errante (...) se apoya en la intuición de lo efímero de las cosas, de los seres y de sus relaciones. Sentimiento trágico de la vida que, a partir de entonces, se consagrará a gozar, en el presente, de lo que se deja ver, de lo que se puede vivir día tras día, y que obtendrá su sentido en una sucesión de instantes que serán preciosos gracias a su fugacidad. (2004:28)

Esta práctica es recurrente y distintiva en los personajes del corpus. Así, las calles de la ciudad se convierten en verdaderos motivos cronotópicos que, como señala Drucaroff, nos permiten pensar esa errancia involuntaria en su dimensión alegórico-política; en el sentido de que nos enfrentamos al “quiebre del devenir histórico y en consecuencia, ante la imposibilidad de encontrar y pensar un punto de partida, una causa, un origen comprensible… (2011:325)

Gabriel llevaba una mochila con ropa y un par de discos de Jimmy Cliff, porque se iba mudando de casa cada dos o tres días. No tenía un lugar fijo dónde quedarse. (Rejtman, 2007:84)

Ese nomadismo espacial expresa la visión de una carencia de sentido en concebir un lugar como propio si éste no convoca ninguna causa. Estos itinerarios contingentes, efímeros, fragmentarios revelan los obstáculos e imposibilidades para narrar(se) un destino e inauguran a su vez otro tipo de temporalidad que podríamos denominar junto con García Canclini (2005), el hiperpresente: la pura actualidad posmoderna sin proyección colectiva (ni individual) hacia el futuro.

Pero también, si tenemos en cuenta que la sedentarización, en la modernidad, se presentaba como una forma de control social, una puesta en funcionamiento del poder; la “vida errante” vendría a expresar la revuelta, aunque discreta, contra el orden establecido.

Afuera, en cambio, estaba bárbaro: sol gentil y nada de pesadez, una de esas tardes ideales para derivar sin apuro de un lugar a otro, en brazos de la chala. (Forn, 2002:99)

Como plantea Maffesoli, el vagabundeo puede ser, frente a los valores burgueses establecidos, una garantía de creatividad para la posmodernidad. Esto nos permite pensar que esta práctica que ejercen algunos de los personajes de los relatos analizados [9] los convierte en una especie de neoflâneurs que nos recuerdan, otro tipo de exigencia: la de una vida más abierta, poco domesticada, la nostalgia de la aventura. (Maffesoli, 2004:33)

Se dio cuenta de que por primera vez desde que se había casado tenía tiempo libre sin que Marina estuviera enterada. Mientras arrancaba el auto pensó que tendría que estar sintiendo una especie de vértigo. (Rejtman, 2007:46)

(…) el hermano de Alejandro se encontró de pronto siguiendo un Mercedes Benz naranja que circulaba a poca velocidad por la avenida. El Mercedes de vez en cuando tocaba bocina a alguna chica que esperaba el colectivo. Seguir a ese auto le parecía ridículo, pero José Luis no tenía nada mejor que hacer. (Rejtman, 2007:49)

Al menos una vez a la semana, cuando más le cuesta volver a su casa, Alberto sale de un cine y se mete en otro (…) Y sale de la última función reconfortado, pensando que su vida, como una película, desembocará en un final feliz. (Saccomanno, 2008:105)

En este sentido, podemos articular la errancia a la antidomesticación que estaría configurada en y por la narración del abandono del propio espacio material y simbólico, por lo tanto, pasible de ser concebida como una forma de rebeldía. Rebeldía que (aunque quitada o perdida -como veremos más adelante con otros ejemplos-) es enunciada y evaluada como una competencia del sujeto o un estado afectivo que lo impulsa a diferenciarse de los domesticados.

Alberto se asusta y se fascina a la vez con este espectáculo. Tiene miedo de convertirse en uno de esos tipos solitarios y menesterosos. Pero cuando su angustia es muy fuerte, piensa que tal vez lo mejor sería dejarse caer. La caída no es sólo no volver jamás a su casa sino tampoco a Perry Advertising. Dejarse caer es sentarse contra una pared, arrinconarse en un umbral y liquidar la esperanza de un final feliz. Esos tipos, piensa mirando a los cirujas, son realistas de verdad. No esperan nada. Porque no hay nada que esperar de una vida sin amor. Esos tipos, envueltos en diarios, oliendo a su propia inmundicia, seguro que son más felices que él. Un día se dieron cuenta. Un día dijeron basta. Un día pegaron el salto. Ese día cortaron todas las ataduras. Y ahí están, viendo pasar a los demás como si fueran fantasmas. Quizás, piensa Alberto, los verdaderos fantasmas no son esos tipos sino los que son como él mismo. Y al mirar a esos tipos derribados Alberto siente vértigo. (Saccomanno, 2008:107)

(…) otra forma de inquietud, que sólo aparecía en su oficina del Banco, el lugar donde hasta entonces sólo pensaba positivamente: esas horas cada vez más largas en que no podía hacer otra cosa que mirar el techo preguntándose de qué dependían ciertas decisiones, como la de abandonar todo y empezar de nuevo, limpio. (Forn, 2002:135)

Repliegue en lo íntimo/privado

Por otro lado, construimos otra serie de relatos en los cuales el foco está puesto en el plano de “lo doméstico”. Éstos se desarrollan absolutamente en el espacio del departamento y giran en torno a conflictos que no exceden la esfera de lo íntimo. Hay una primacía de la subjetividad cuyos sentidos se nuclean en el orden de lo privado y de la pequeña historia.

Volvió a odiarla por haberle quitado la ferocidad, por haber acelerado el paso del tiempo (…) Ella tenía más miedo, aunque el domesticado fuese él (…) Hasta de eso tenía la culpa ella, hasta el odio le había domesticado. (Forn, 2002:20)

(…) no pretendo que me pongas al día con las noticias. Obviemos la política, el trabajo, el mundo en general, si es posible. Las cosas domésticas, me interesan. Tus hermanas, vos, Marisa, la beba. Esas cosas. (Forn, 2002:192)

Además, la configuración de historias mínimas se presenta como una forma de construcción del relato en la cual el enunciador opta por una perspectiva antiheroica, antireivindicativa que se deriva de los modos de narrar (visibles en recursos como el abandono de la trama, el relato en primera persona, el tono uniformemente aséptico, el predominio de tiempos verbales en presente -principalmente en Rapado-) como así también en los valores puestos en juego en el enunciado, como por ejemplo:

-marcado individualismo: No tiene sentido aferrarse a las cosas de este mundo, piensa. Ni a las cosas ni a las personas. ( Saccomanno, 2008:42)

-clausura del horizonte de expectativas y nula proyección hacia el futuro:

Cuando uno se despierta todos los días en el mismo lugar no le queda más remedio que hacer siempre lo mismo. Como pensar en el Daño, por ejemplo. Yo seguía sin anhelos y sin intenciones, así que no puede decirse que haya salido de viaje. Simplemente saqué el freno. (Forn, 2002:98)

Había sido el año en que el país estuvo a punto de volar en mil pedazos (si es que no había volado ya, sin que nos diéramos cuenta), el año en que se pulverizaron todas las expectativas individuales a corto y a mediano plazo, y con ellas todos los futuros posibles menos aquel que nos resistíamos a imaginar. (Forn, 2002:133)

-ruptura con los mandatos sociales:

En la puerta de mi casa me esperaban dos personas: mi hermana Cynthia y Javier, un compañero de la facultad. Cynthia venía a buscar unos cassettes que me había prestado y yo nunca le había devuelto. Los últimos días había tratado de ubicarme sin resultado. Javier estaba preocupado porque hacía tiempo que no me veía por la facultad y quería avisarme de un examen el lunes siguiente. Cynthia me dijo que era un irresponsable y le preguntó a Javier si yo tenía novia. Javier le dijo que no sabía. Ella, mirándome, dijo: “Ya va siendo hora”. (Rejtman, 2007:73)

Si lo público y lo íntimo son dimensiones que nuestra cultura escinde para ocultar y permitir la opresión política en el ámbito privado (Drucaroff, 2011:252); entonces, lo íntimo es parte específica de lo social (es más, si “lo personal es político” tal como el feminismo desnaturaliza ese espacio y lo reconfigura) y nos sirve como eje para pensar no sólo las relaciones interpersonales de estos personajes que se debaten entre cuatro paredes sino tal vez hacerlo extensivo para reflexionar sobre un “proceso de domesticación” de una sociedad (para pensar metonímicamente a los relatos) que durante los años menemistas “optó” por correrse del espacio público y confinarse en “la comodidad de sus departamentos.”

Es reconfortante esta sensación de estar así, como agazapada en lo negro, iluminada cada tanto por un resplandor eléctrico, protegida en el interior de su departamento como Lourdes se protege en su regazo. (Saccomanno, 2008:59)

La ciudad, afuera, sigue siendo la ciudad convulsionada por la tormenta. El departamento sigue siendo su bunker. (Íbid:68)

El afuera sólo interviene a través de la presencia de los medios de información lo que brinda un anclaje espacio temporal aunque no pareciera perturbar o afectar especialmente a estos personajes que permanecen inconmovibles a los acontecimientos del mundo exterior.

El noticiero habla de corrupción policial y de la caída de un avión en una provincia del norte. Javier repasa rápidamente la lista de conocidos para saber si existe alguna posibilidad de que alguien... pero cierra los ojos y piensa en una canción de The Smiths. (Retjman, 2007:29)

Después de tomar el jugo, Cecilia entreabre la puerta del departamento y levanta los diarios. Los domingos recibe, además de Página/12, La Nación y Clarín. No aguanta Clarín, detesta Clarín, lo aborrece, pero los domingos no puede resistir la tentación del horóscopo. Después de leer su horóscopo, pasa al chiste de Quino y tira Clarín a la basura. (Saccomanno, 2008:43)

Observamos un descreimiento y un distanciamiento generalizado respecto de las instituciones modernas (la familia, la escuela, el trabajo) como así también, la casi nula intervención del afuera da cuenta de un rasgo dominante en los noventa: una profunda desafección de la política. La percepción de la inutilidad de intervenir en “la cosa pública” cuando la política ha sido reducida a la puja de negocios personales antes que de clase.

La crítica está comprada. Todo se compra. Y todos estamos en venta. De una forma o de otra, todos. También todo tiene su precio. Aún cuando no se trate de dinero. (Saccomanno, 2008:113)

La domesticación entonces se relaciona con la subordinación a la vida de pareja, de familia pero también a la exclusión de la política, al distanciamiento de los conflictos sociales y del mundo en general. Hay un reconocimiento, en este sentido, de la pérdida de rebeldía, que parece ya no ser patrimonio de los jóvenes, no al menos de los jóvenes representados en la narrativa analizada, quienes parecen haber sepultado toda mirada nostálgica respecto del pasado y anclarse en un presente perpetuo que impide cualquier tipo de retrospección y a su vez reconoce que toda posibilidad de futuro les está siendo negada, lo cual da cuenta de la condición de precariedad y/o vulnerabilidad en la que están sumidos los jóvenes de la Argentina de los '90.

(…) enseguida sonó el teléfono. Era Betty, desde Curitiba; nos contó que allá también estaba lloviendo y que había ido a ver una vidente y le había preguntado por nosotros. La mujer le dio detalles muy exactos de cómo éramos, nuestras personalidades, nuestras familias, nuestras actividades, pero no había querido hacer predicciones sobre nuestro futuro. De pronto me pareció que mi vida estaba contaminada con signos que significaban algo, pero cuyo significado yo era incapaz de entender. Me sentí muy vulnerable... (Rejtman, 2007:149)

Conclusiones:

Los textos permiten pensar problemas y proyecciones en procesos significantes del presente. Reconocemos en el corpus analizado nuevas modalidades de ser joven ya no vinculadas a proyectos trascendentales en los cuales los jóvenes tendrían un lugar protagónico asignado sino como actores de un presente hecho de historias mínimas. Ante la evidencia de la pérdida de identidades políticas fuertes, los sujetos juveniles que transitan por estos relatos construyen identidad al margen del Estado-nación.

Observamos, entonces, una caracterización de los jóvenes que da cuenta por un lado, de un posicionamiento en contra de los mandatos sociales modernos que imponían la organización de la vida en torno al estudio, al trabajo y la familia; la previsión y el diseño de un proyecto, de un futuro previsible. Por otro lado, el desinterés por la vida como actuación social, el descreimiento de la eficacia de la acción colectiva y, por lo tanto, el no reconocimiento de alguna pertenencia al espacio social o político dan cuenta elípticamente de la derrota de la utopía revolucionaria que marcó a la generación de sus padres.

Consideramos, de todos modos, que las permanentes referencias a su anomia y su nihilismo nos permitan leer en clave política sus modos de decir y hacer. Éstos estarían expresando una tensión y/o ruptura con la tradición y evidenciando marcas de disconformidad y revulsión que, sin hacer explícita en ningún momento una posición de protesta, dan cuenta prematuramente quizás de la devastación del paisaje social y del reverso de “la fiesta menemista”.

Bibliografía:

-Drucaroff, Elsa. (2011) Prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la posdictadura. Buenos Aires: Emecé.

-García Canclini, Néstor (2005) Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de interculturalidad. Consumidores y ciudadanos. Barcelona: Gedisa.

-Hall, Stuart (2003). “Introducción: ¿quién necesita ‘identidad’?” en Cuestiones de identidad cultural. Ed. Amorrortu. Bs. As.

-Maffesoli, Michel (1997, 2004) Nomadismo. Vagabundeos iniciáticos. FCE

-Ortiz, Renato (1998) Otro Territorio. Convenio Andrés Bello, Santa Fe de Bogotá

-Reguillo Cruz, Rossana (2000). Emergencia de las culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Editorial Norma, Argentina.

---------------------------- (2002) “Bautizar el desconcierto” en Tram(p)as de la comunicación y la cultura, Nº 2, La Plata.

-Sidicaro, Ricardo (2008). “La gran mutación de la Argentina de los 90: crisis de los valores y el problema de los jóvenes.” En La Argentina de los jóvenes. Entre la indiferencia y la indignación. Ed. Losada, Argentina.

-Saintout, Florencia (2006). Jóvenes: el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. Ediciones de Periodismo y Comunicación. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad de La Plata. La Plata.

-Wortan, Ana (coord) (2003) Pensar las clases medias. Consumos culturales y estilos de vida urbanos en la Argentina de los noventa. Ed. La Crujía. Bs. As.

Corpus:

-Forn, Juan (1991, 2002) “El karma de ciertas chicas”; “Para Gaby, si quiere”; “El borde peligroso de las cosas” y “Nadar de noche” en Ed. Nadar de noche. Alfaguara, Bs. As.

-Rejtman, Martín (1992, 2007) Rapado. Ed. Interzona, Bs. As.

-Saccomanno, Guillermo (1994, 2008) “Deje su mensaje después de la señal”, “Hoy es muy lunes”, “Fuego” en Animales domésticos. Ed. Booket, Bs. As.



* Técnica correctora-literaria, estudiante avanzada de la Lic. en Letras Modernas. Integrante del proyecto de investigación “Modos de representación de sujetos subalternos y configuración problematizadora de identidades políticas en ficciones argentinas (1954-1976/1983-2009)”, CIFFyH. UNC. cracovich@hotmail.com . Recibido 06/2012. Aceptado 09/2012



[1] El siguiente artículo se desprende del proceso de investigación que me encuentro desarrollando como TFL en Letras Modernas.

[2] La industria musical como emblemática en este sentido para instalar a los jóvenes como sujetos de consumo.

[3] Hay que tener en cuenta que en ese entonces fueron pensados desde su condición de estudiantes, guerrilleros o subversivos en función de su inscripción en los movimientos sociales de cada época.

[4] A diferencia del resto de los países latinoamericanos donde se produjo una polarización de los sectores sociales, en Argentina la constitución de la clase media fue la resultante de procesos económicos, sociales y culturales en donde la escuela pública desarrolló un rol central.

[5] Juan Forn nació en 1959 en Buenos Aires. Tiene publicados, entre otros títulos, Corazones (1987), Frivolidad (1991) y Puras mentiras (2001). Trabajó quince años como editor primero en Emecé y después en Planeta. En 1996 creó el suplemento Radar.

Por su parte, Martín Rejtman nacido en Buenos Aires en 1961, es más conocido por su actividad cinematográfica (Silvia Prieto de 1999 y Los guantes mágicos de 2003, entre otros films) que literaria. Lleva publicados además de Rapado, de donde surgió buena parte del material para el guión de la película homónima, Velcro y yo (1996) y Literatura y otros cuentos (2005). Rapado fue considerada por muchos la piedra fundacional del “nuevo cine argentino”.

Guillermo Saccomanno nació en Buenos Aires en 1948. Entre sus libros se destacan Bajo bandera, El pibe, La lengua del malón. En 2001 le otorgaron el Premio Nacional de Novela por El buen dolor y en el 2010 obtuvo el Premio Biblioteca Breve 2010 por El oficinista. A pesar del enorme éxito de crítica y público que ha conseguido durante su trayectoria como narrador, sigue ocupando una posición periférica respecto del canon académico al igual que Juan Forn.

[6] Representaciones que luego van a pulular en lo que se denominó nuevo cine argentino (NCA) siendo Rejtman considerado uno de los padres del NCA en los albores de la década del noventa.

[7] Florencia Saintout problematiza un relato que se ha ido construyendo desde mediados de los ochenta que ubica a los jóvenes como sujetos apáticos, individualistas, distanciados de las problemáticas sociales, perdidos en el ocio eterno. Una configuración de la condición juvenil que convoca a la necesidad de control y rescate. (2006:60)

[8] Por ejemplo, en “Para Gaby, si quiere” el protagonista recibe una herencia de su tío que dilapida en corto plazo. Leemos allí además de una relación de total desapego en relación con el dinero y la imposibilidad de cualquier tipo de proyección; el rechazo a la responsabilidad implicada en asumirse “heredero” de la generación anterior y sus consecuencias. “La gente dice que la plata corrompe todo anhelo, toda intención. Yo nunca tuve anhelos ni intenciones” (Forn, 2002:98)

[9] Alberto en Hoy es muy lunes, Alejandro enHouse plan with rain drops, Javier Messen en El borde peligroso de las cosas, todos en ese umbral entre una vida domesticada y el deseo de una vida-otra, de una vida errante.