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Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718- 658X. Eleonora Soledad García, La palabra
compartida, un viaje de placer y admiración, Sobre Conversaciones sobre la escritura. Úrsula Le Guin con
David Naimon, pp. 267-271.
decidamos, podremos abrir las puertas literarias y entrar en uno de sus mundos de fantasía o
pensar, a partir de ellos, este en que vivimos.
Esta cuidada edición de Alpha Decay que referimos se estructura en tres partes, cada una
de ellas dedicada a la narrativa, la poesía y el ensayo, respectivamente. Le Guin, quien ha
escrito dentro de estos géneros, acerca respuestas para las preguntas formuladas por David
Naimon, a las que agrega también otras preguntas, gesto propio de quien está comprometido
en el arte de conversar. Respecto de esto último, en la introducción del libro, titulada “Miedo
y asco en la entrevista”, la autora reflexiona respecto de aquello que hace a “la buena
entrevista”, a la que concibe como un encuentro honesto e inteligente con el otro a la luz del
pensamiento reflexivo. Le Guin hace síntesis en una imagen y elige la del vuelo del volante
en el bádminton, porque conversar implica entonces sostenerse en el aire y, sobre todo, echar
a volar con otro. A lo anterior, le vale la confesión de los temores que ha sentido, bien cuando
le ha tocado encontrarse con algún lector desinformado que apenas si llega a la entrevista con
la gacetilla de prensa, o bien cuando se ha encontrado con especialistas en poesía. De su
producción ensayística, nos dice, tampoco ha gustado de hablar, considerando la inmensidad
asertiva que suele exigírseles a los intelectuales respecto de todo. Aunque, a gusto con David
Naimon, lector desde la infancia del maravilloso mundo de magos y dragones de Terramar,
el viaje en el aire de la palabra tiene lugar.
La primera parte del libro reúne las reflexiones “Sobre la narrativa” y fue llevada adelante,
así como la segunda, dedicada a la poesía, en los estudios de la emisora KBOO, una radio
comunitaria del estado de Oregon, financiada por los oyentes y a la que Le Guin reconoce el
profundo compromiso social sostenido a lo largo de los años. Dentro de estas primeras
páginas encontramos desarrollados aspectos sustantivos respecto de la praxis escrituraria,
siendo el punto de partida la advertencia acerca de los límites difusos entre la imitación y el
plagio, en esta era de Internet. Para Le Guin, el ejercicio de escritura debiera de iniciarse en
la imitación de estilos —tal como ha ocurrido en el ámbito de la pintura— a fin de legitimar
esta imitación, por sobre todo, en el ámbito académico, como parte del entrenamiento de
aprendizaje, en el proceso de encontrar la voz propia. Transitada esta parte del camino, sería
entonces mucho más fácil para los jóvenes escritores poder activar la percepción individual,
considerando que la escritura sucede fundamentalmente en el cuerpo y no tanto en una
dimensión teórica o intelectual. De aquí que resulte capital para Le Guin la apertura a poder
escuchar lo que se escribe, resaltando en esto una ligazón indispensable entre ritmo y palabra,
que, nos recuerda, ya estaba presente en “la onda en la mente” a la que refería Virginia Woolf.
Sin embargo, no sería posible esta apertura a la dimensión sonora de la escritura sin la lectura
como ejercicio de escucha, de repeticiones y cesuras, ni sin un sólido conocimiento de las
estructuras gramaticales. Estas últimas, tanto como la imaginación, advertirá la autora más
adelante, continúan siendo soslayadas en el marco de la educación norteamericana,
persistiendo así en el desconocimiento de la lengua y las herramientas del discurso. Solo si
es posible dar con un esqueleto que articula y organiza lo por decir, será posible escribir.
David Naimon, atento y lúcido a estas palabras, condensa en la imagen de un animal con su
esqueleto peculiar y su propio ritmo en el andar la cadencia de la escritura.