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Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Simón Henao, La tradición, historias de una
desconfianza premeditada, pp. 201-220.
aristas marcadamente distintas, el ejercicio crítico propuesto en este artículo plantea los
posibles vínculos entre múltiples diferencias, bien sean discursivas, ideológicas, materiales o
representacionales. De ahí, como veremos, surge el arco crítico que permite poner en conexión
distintas inflexiones de la idea de tradición entre las cuales se encuentran la conversación entre
Cárdenas y Restrepo, el hispanismo alentado por José Enrique Rodó en las primeras décadas
del siglo XX y sus derivados en la polémica del meridiano intelectual de 1927, y la mirada
crítica hacia el término que en la década de los ochenta expresaron Ángel Rama y Antonio
Cornejo Polar.
El sombrero y la pluma
El 1 de enero de 1915 La prensa de Buenos Aires publicó una nota de José Enrique Rodó,
luego recogida en la sección miscelánea de sus Obras completas por Emir Rodríguez Monegal,
con el título “La tradición de los pueblos hispanoamericanos”. Allí, el escritor uruguayo utilizó
una fórmula que, leyéndola más de un siglo después, sirve como excusa para indagar acerca de
una inflexión más que ha tenido la noción de tradición dentro del campo literario
latinoamericano y que, al igual que la historia anterior de Cárdenas y Restrepo, sostiene su
carácter conflictivo en tanto da cuenta de la evidente dicotomía con la que carga la tradición al
ser a la vez continuidad y ruptura. Rodó hablaba ya en su pequeño artículo periodístico acerca
del valor dinámico de la tradición pocos años antes de que en la revista londinense The Egoist
T.S. Eliot, para quien “el concepto de la tradición implica una historia concreta de escritores
que leen y aprenden de sus predecesores” (De Castro, 2007, p. 10), publicara su famoso ensayo
“Tradition and the Individual Talent” donde, entre otras cosas, señala que la tradición implica
un sentido histórico que conlleva “una percepción no solo de lo pasado del pasado, sino de su
presencia” (Eliot 19).
El dinamismo de la tradición al que alude Rodó, además de recordar el clásico Vestigium
alieno vivi (“la verdad es la huella del otro”) de Tito Livio –que indica, como recuerda Pascal
Quignard, que “el hombre no es más que la huella de otro hombre” y que “el sí-mismo es el
vestigio de un sí mismo más antiguo que uno” (2023, p. 132)–, le resulta útil en su
argumentación, tanto para señalar una carencia en América Latina como para denunciar “el
desconocimiento vano y funesto de la continuidad solidaria de las generaciones humanas”
(1967a, p. 1203). Es por esto que Rodó observa con preocupación las consecuencias que
produce el abandono de lo hispánico para los pueblos americanos, algo que por cierto ocupa
un lugar central en el pensamiento americano acerca de la tradición (Sambarino, 1980). Rodó
señala que, a su entender, tal abandono “pudo y debió evitarse, en gran parte, tendiendo a
mantener todo lo que en la herencia del pasado no significara una fuerza indomable de reacción
o de inercia, y procurando adaptar, hasta donde fuese posible, lo imitado a lo propio, la
innovación a la costumbre” (1967a, p. 1204).
Con sostenidos argumentos acerca del pasado real que sostiene a Europa frente a la juventud
de los pueblos de América, el arielista uruguayo –quince años después de la publicación del
célebre Ariel con su esteticismo aristocratizante (Aínsa, 2001, p. 105), sus arquetipos
shakesperianos Ariel, Próspero y Calibán (Melis, 1992), y la fundación de una tradición
arielista en América Latina (Real de Azúa, 1976; Rojas, 2012) que abraza el neohispanismo
(Adelman, 1997, p. 196)–, interpela el desapego por el pasado hispánico que la voluntad
calibánica latinoamericana impulsaba al menos, si no antes, desde las ideas emancipatorias de