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Recial Vol. XV. N° 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Laura Arese. Pensar con Shakespeare, pp.
281-286.
acostumbrados los textos previos. De nuevo encontramos distinciones y tipologías
(suicidio femenino, suicidio masculino, distintos tipos de suicidios subversivos) que son
productivas y multiplicadoras, porque revelan a los personajes en su contradicción, en su
ambivalencia, en sus variadas facetas. Como buena filósofa, la autora analiza, pero como
buena espectadora teatral, también escucha y escudriña: escucha silencios, canciones, y
dobles sentidos; escrudiña objetos, libros, flores, y vestidos. El resultado del recorrido es
el mejor que puede esperarse de esta clase de apuestas de lectura, pues lo que sucede es
que nuestra lectura se transforma: la ahogada Ofelia se convierte en una sirena
amenazante, capaz de decir lo indecible, los silencios se vuelven elocuentes, y las voces
pueden más que los discursos. Rescato en especial del trabajo de Padilla que nos permite
pensar, con Shakespeare, pero más allá de él, las paradojas de la agencia femenina, como
así también nos muestra el arte, sutil y atento, de las múltiples maneras de escuchar una
voz.
El último texto del libro se denomina: “Shakespeare, entre el desquicio y la razón. El
problema de la historia en Romeo y Julieta”. Allí Lucas Franco se dedica a pensar la
experiencia del tiempo desquiciado en una pieza: Romeo y Julieta. Una pieza —Romeo y
Julieta—, un horizonte temporal —el tiempo desquiciado—, pero tres interpretaciones
filosóficas posibles: Maquiavelo, Hobbes y Hegel. Los filósofos son convocados para
ofrecer tres miradas distintas de lo que la pieza nos dice sobre la Historia (historia con
mayúscula). ¿Por qué mueren Julieta y Romeo?, se pregunta Franco. Maquiavelo permite
pensar que el enfrentamiento entre Montescos y Capuletos descubre al conflicto como
una dimensión inherente a la política. Visto maquiavelianamente, Romeo y Julieta mueren
porque la política no puede evitar el conflicto trágico. Hobbes, en cambio, nos obliga a
interpretar que la muerte de los jovencitos hace evidente la necesidad de la domesticación
del conflicto a través del orden estatal. Romeo y Julieta mueren, en ese caso, para que sea
posible el Estado y el “out of joint” se acabe de una vez, aunque el conflicto permanece
latente como posibilidad. Quizás por eso, por esa latencia, es la perspectiva hegeliana la
que más convence al autor. Hegel le permite pensar que las muertes de Romeo y Julieta
enseñan algo: hacen posible la superación del conflicto y la tragedia, sin anularlas. Romeo
y Julieta mueren por tercera vez en este escenario-libro, pero esta vuelta no mueren en
vano. Su muerte tiene un sentido, por cuanto representa una parte de la vida política de la
cual es posible extraer un aprendizaje que conduce al desarrollo de la historia. Para
Franco, si bien Shakespeare se sitúa en un tiempo fuera de quicio, en él podemos
encontrar “una representación, un atisbo, un cierto anhelo de racionalidad histórica” (p.
133). O, en otras palabras, también del autor, “en el fondo del tiempo fuera de quicio hay
un núcleo de sentido que pulsa por salir” (p. 159).
Este es sin duda el texto más polémico del corpus, precisamente por la solución
filosófica que encuentra, al interior de Shakespeare, a las amenazas que representa esa
experiencia histórica de dislocación sobre la que, desde distintos ángulos, discurre todo
el libro. La pregunta es casi inevitable: ¿A dónde conduce el anhelo de orden, de
racionalidad y sentido como clave de lectura de la historia? Dejamos a las futuras lectoras
y lectores la estimulante tarea de explorar y sopesar esta cuestión. Por nuestra parte,
anotamos de nuevo aquí una de las muchas cosas que aprendimos en el camino: el modo
en que la filosofía política puede ser una lente para la literatura, y cómo la literatura puede
iluminar los sentidos que propone la teoría política.
Tiempo loco salió a la luz en un tiempo que merece igual nombre. Esa aparición es
oportuna precisamente en la locura de un tiempo en el que la historia parece no enseñar