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Recial Vol. XV. N° 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Juan Luis Loza León, El
sonido del mundo: experiencia cultural y estética del ruido, pp.269-274.
en llevarla a cabo. Alcántara hace una indicación muy precisa y con una gran dosis de genio, a
Rilke no le desagradan los ruidos, siempre y cuando fueran naturales, y respecto de las
máquinas le desagradaba en realidad que estas no fueran imperceptibles y obedientes al
producir o dejar de producir sonido, pues el poeta hubiera querido que las máquinas se
comportaran como sirvientes fieles e imperceptibles, del mismo modo que la mujer que lo
asistía en el castillo de Muzot.
Hay más, en otro capítulo encontramos —destacado de manera puntual por tratarse del
futurismo italiano vinculado a Mussolini— que el mismo Luigi Russolo parece contradecirse
en sus exaltaciones del ruido, pues consideraba que el silencio era propio de la naturaleza y su
monotonía, mientras que el vigor, la velocidad y la violencia de lo nuevo estaba siempre en el
ruido de máquinas. Al estudiar a los futuristas italianos entre los que está Marinetti, pero sobre
todo Luigi Russolo como impulsor del ruidismo, el libro hace notar que en esta lucha por hacer
coincidir los sonidos de las máquinas con el nacimiento de una nueva voluptuosidad, había
varios antecedentes, pero uno de los destacados era la música colosal de Wagner que buscaba
la saturación y la exaltación mediante el sonido, aunque esta vez, en Russolo se trata de la
saturación y la voluptuosidad sensorial de los ruidos provenientes de lo antinatural, el ruido de
las máquinas que acabarían por abrir la música a nuevas tonalidades, nuevos modos de
producción y en suma a una nueva sensualidad. Buscando distanciarse siempre de los salones,
del refinamiento aburrido y aletargado igual que sus instrumentos y sus sonidos. El libro
explora el hecho de que Luigi Russolo, parece seguir algunos trazos propuestos incluso por
Beethoven, como el mal gusto y los malos modales, exaltados al insulto e interrupción de la
brutalidad futurista. Aquí Juan Alcántara encuentra un problema importante en Russolo, su
interpretación causalista del ruido, que consiste en asociar cada ruido con una fuente de dicho
ruido, es decir, asociar el ruido a la máquina que lo produce; además de la insistencia de
Russolo en acomodar los ruidos por tonos y hasta tesituras, como si no le hubiera sido posible
abandonar completamente la música estructurada hecha por instrumentos musicales que tanto
despreciaba. Russolo sostenía que “Cada ruido tiene su tono, a veces también un acorde que
predomina en el conjunto de sus variaciones irregulares”, y pretendía “afinar y regular
armónica y rítmicamente esos ruidos tan variados” (El arte de los ruidos, p.18).
A propósito de esto, en el libro queda patente la imposibilidad de separar la música del ruido,
esto lo hace con un ejemplo sonde expone que la música de la guitarra no es solo el sonido que
sale de las cuerdas, también es parte de su música el sonido de las uñas o las yemas de los
dedos deslizando sobre las cuerdas, los golpes en la madera, el sonido del tallar de la parte
interna de los dedos en el brazo de la guitarra, etc. Con este y con otros ejemplos, el libro se
aproxima a la conclusión de que la idea europea de la música separada del ruido no es más que
una falsedad. El ruido es parte de la música, es “sonido-ruido” (Russolo, 15). Por eso, de alguna
manera el futurismo es una vanguardia que derrumba las fronteras entre el arte y la vida, aunque
ciertamente, nos hace ver el autor, para la cultura moderna, de modo inevitable, la música ya
es parte de la voluptuosidad del mundanal ruido.
En el libro encontramos que durante el siglo XIX el espíritu burgués se siente alagado y
fascinado por la aparición de los aparatos reproductores de sonido que pueden instalarse en la
intimidad de la casa y también en los espacios abiertos y hasta públicos, esto aparatos instalan
humores, mundos, estados de ánimo tan buscados por el sentimiento burgués. La pianola, el
fonógrafo, el organillo, órganos gigantes, impulsados por vapor o incluso mecánicos. Todos
estos, aunque quizá el fonógrafo con más amplitud que los otros, se vuelven una especie de
ruido que se integrará a la cultura burguesa y continuará transformándola.