Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v15.n25.45633
Ficciones sobre el cuerpo indígena: La Martina Chapanay
Julieta Tello Bustos
Instituto Regional de Planeamiento y Hábitat
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de San Juan, Argentina
julieta230991@gmail.com
ORCID: 0009-0001-3609-5713
Recibido 11/12/2023. Aceptado 23/04/2024
Resumen
Este artículo, que surge a partir de mi vínculo y acercamiento a la lucha warpe, vincula procesos
históricos y ficciones literarias con las indagaciones por la producción y apropiación
contemporánea, histórica y patrimonial del cuerpo indígena, en este caso, en la figura de la
Martina Chapanay. Para ello me detengo en el análisis de los textos de tres autores en particular:
La Chapanay (1884) de Pedro Echagüe, Martina Chapanay. Realidad y mito (1962) de Marcos
Estrada y Martina Chapanay, montonera del Zonda (2000) de Mabel Pagano. Esta selección
responde a un criterio temático que se focaliza en las formas de narrar el cuerpo indígena, y
discursivo ya que se trata del análisis de textos narrativos en clave biográfica que focaliza en
las formas en que cada ficción (re)escribe, nombra, silencia, humilla o reivindica el cuerpo de
la Martina. Entiendo aquí el término ficciones en un sentido cultural amplio que agrupa
construcciones no solo discursivas, sino también ideológicas (Arnés, 2016). En ese sentido, en
estos textos advierto particulares formaciones históricas de alteridad, otredad (Briones, 2005)
que operan en torno de la producción de sentidos sobre el cuerpo warpe como sujeto histórico
y colectivo.
Palabras clave: ficciones; cuerpo indígena; Martina Chapanay
Fictions about the indigenous body: La Martina Chapanay
Abstract
The paper herein stemmed from my attachment and approach to Warpe struggle by associating
historical processes and non-fiction literature to investigations of contemporary, historical and
patrimonial production and apprehension of the indigenous body. This investigation is about
the figure called "La Martina Chapanay''. For this purpose, my analysis especially takes into
account the following texts of three different authors: La Chapanay (1884) written by Pedro
Echagüe, Martina Chapanay. Realidad y mito (1962) written by Marcos Estrada and Martina
Chapanay, montonera del Zonda (2000) written by Mabel Pagano. This selection not only
responds to a cluster approach, due to the fact that it focuses on describing the indigenous body,
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
but also, it responds to a discursive approach, since this analysis of narrative texts is done under
biographic terms, focusing on the way that each fiction (re)writes, names, silences, humiliates
and claims La Martina's body. Herein, I use he word fictions in a broad cultural sense that
involves not only discursive but also ideological constructions (Arnés, 2016). In this regard, I
notice in these texts that some particular historical clusters of alterity, otherness (Briones, 2005)
work around the production of meanings about the Warpe body as a historical and collective
subject.
Keywords: fictions; indigenous body; Martina Chapanay
Introducción
Desde los años 80 y 90 del siglo XX, en el marco de procesos de reivindicación étnico-
políticos y culturales del Pueblo Warpe, organizadas bajo el amparo de la reforma
constitucional de 1994 y lo ordenado en la Ley de Comunidades Indígenas (Ley Nacional n.°
23.302), las nuevas comunidades warpes emprendieron demandas de orden territorial y
cultural, entre las que se encuentran los petitorios por el regreso al territorio de los ancestros y
ancestras considerados warpes exhumados en excavaciones de coleccionistas y arqueólogos
durante la primera mitad del siglo XX en adelante. La comunidad warpe del Territorio del
Kuyum
1
inició demandas formalizadas en expedientes que tramitaron durante una década en la
Universidad Nacional de San Juan, lo que abrió debates inéditos en Cuyo por la
despatrimonialización de cuerpos indígenas (Jofré, 2014 Jofré, 2020; Gómez y Jofré, 2022).
La disputa por los cuerpos de los ancestros y ancestras ha permitido empezar a deconstruir
y descolonizar la imaginería patrimonial que durante tanto tiempo copó los discursos
gubernamentales y regímenes de cuidado del “patrimonio del Estado”. Este artículo surge a
partir de mi vínculo y acercamiento a esa lucha warpe, mediante la vinculación de procesos
históricos y ficciones literarias con las indagaciones por la producción y apropiación
contemporánea, histórica y patrimonial del cuerpo indígena, en este caso, en la figura de la
Martina Chapanay. Para ello me detengo en el análisis de los textos de tres autores en particular:
La Chapanay (1884) de Pedro Echagüe, Martina Chapanay. Realidad y mito (1962) de Marcos
Estrada y Martina Chapanay, montonera del Zonda (2000) de Mabel Pagano. Esta selección
responde a un criterio temático, que se focaliza en las formas de narrar el cuerpo indígena, y
discursivo ya que se trata del análisis de textos narrativos en clave biográfica que focalizan en
las formas en que cada ficción (re)escribe, nombra, silencia, humilla o reivindica el cuerpo de
la Martina. A la vez, en estos textos advierto particulares formaciones históricas de alteridad,
otredad (Briones, 2005) que operan en torno de la producción de sentidos sobre el cuerpo warpe
como sujeto histórico y colectivo. En este sentido, entiendo aquí el término ficciones en un
sentido cultural amplio que agrupa “construcciones discursivas, ideológicas e imaginarias
fundantes de los lazos sociales que se concentran, combinan y superponen” (Arnés, 2016, p35).
Así, las ficciones surgen y se cristalizan durante procesos históricos interviniendo en la cultura
y los modos de la vida colectiva hasta llegar a instaurarse como hegemónicas.
El archivo de las memorias de la Martina Chapanay, no solo está hecho de narrativas
populares orales, sino que también ha sido configurado en buena medida por las apropiaciones
intelectuales representadas por las ficciones literarias y artísticas producidas en el siglo XIX
(Quiroga, 1865; Echagüe, 1884), XX (Estrada, 1962, 1979; Chertudi, 1969) y XXI (Pagano,
2000). Las autoras warpes Nadia Gómez y Carina Jofré (2022) han señalado que el archivo de
la demanda warpe es regulado y sometido por un discurso procedente de una matriz
provincial de colonialidad otrificadora de los sujetos y comunidades indígenas decretados
extintos a la llegada española. Asimismo, mi interés en la noción de memoria(s), está ligada a
las memorias indígenas subalternizadas en los archivos oficiales del Estado, abonados en buena
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
medida por las ficciones producidas en la literatura y las disciplinas científicas, entre otras. En
la antropología, la producción de memorias subalternas en pueblos indígenas se ha vinculado
tradicionalmente al estudio de las narrativas del pasado y ha sido interpretada también como
una construcción del presente.
La Martina Chapanay, como se la nombra y recuerda en los Territorios del Kuyum (o región
de Cuyo), es una de las mujeres indígenas aún presente en la memoria de las masas populares.
Sin duda, es una ancestra mítica activa en las memorias warpes y diaguitas, junto a imágenes
masculinas, como la del montonero Santos Guayama. En este sentido, el cuerpo de la Martina
encarna al personaje histórico, pero también representa al cuerpo colectivo de quienes hacia el
siglo XIX fueron descaracterizados étnicamente como “indios” adherentes a las montoneras
federadas en las provincias de San Juan, Mendoza, San Luis, La Rioja y Catamarca (de la
Fuente, 2007; Escolar, 2007, 2022).
La anticipación de sentido que opera como hipótesis orientadora en esta investigación es
que la Martina Chapanay personifica una frontera epistémica, sexual, racial y cultural
(Anzaldúa, 2016) ya que en ella cristalizan tanto las disputas entre la nación y las provincias
federadas en el siglo XIX, como también disputas contemporáneas por la patrimonialización
(producción y apropiación) del cuerpo warpe, sus memorias y archivos. En tal sentido, entiendo
que el cuerpo de la Martina producido en las ficciones de la imaginación literaria puede ser
comprendido como territorio de disputas políticas y simbólicas, y, en consecuencia, cada
ficción propone e instaura particulares formas de (re)escribir su cuerpo a través de la
producción de memorias que alimentan a la vez que instituyen viejos y nuevos archivos.
El cuerpo de la montonera warpe incomodó y sigue incomodando porque pone en
cuestionamiento una serie de presupuestos en torno al binomio moderno sexo-género y
desestabiliza el orden heteronormativo ya que encarna lo abyecto, lo que está fuera de la norma,
de lo permitido, de lo correcto.
Ficciones normativas: cruces entre género y nación. La Chapanay (1884) de Pedro
Echagüe
…en torno suyo han brotado, como flores silvestres,
innumerables leyendas que cuentan las hazañas,
nunca superadas, de la varonil bienhechora de las travesías...
La Chapanay (1884)
Pedro Echagüe, escritor argentino egresado del Colegio de Ciencias Morales e integrante de
las filas del ejército unitario de Lavalle, publica su texto bajo uno de los ideales de la generación
del 37: la literatura como herramienta de compromiso social del escritor, ideal bastante
meditado y con propósitos claramente políticos. De ahí deviene su necesidad de escribir
pensando en una literatura nacional que represente sus costumbres, su naturaleza, su gente y
así estampar el sello de lo nacional.
Como muchos de los relatos ficcionalizados del siglo XIX, Echagüe lo que hace en su texto
es idealizar la figura de Martina Chapanay tratando de conciliar a la protagonista con los ideales
de su época (Fanchin, 2014). Esto lo lleva a cabo principalmente a través de la construcción de
un relato en clave biográfica y mediante el uso del narrador omnisciente, ambos rasgos muy
presentes en la ficción decimonónica. Así, Echagüe presenta a la protagonista como una
heroína, como paradigma de “lo nacional”, haciendo que el relato tome rasgos de la épica. En
este sentido, el texto cuenta la vida heroica de Martina Chapanay quien pasa a ser un ejemplar
humano superior por llevar a cabo actos que en ocasiones resultan sobrehumanos, a pesar de
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
los infortunios y desgracias que tiene que sortear, a pesar de las injusticias cometidas en su
contra. Tal es así, que el texto comienza, casi a manera de justificación, de la siguiente manera:
Su historia, mezcla tal vez de verdad e imaginación, está de todos modos,
referida en este libro, tal como el autor la recogde labios de algunos que la
conocieron, y de la tradición local. No se han formado de otro modo los
romances y las gestas de grandes literaturas. (p.4)
En diálogo con De Certeau, Mario Rufer (2016), reflexiona sobre la idea de ficción o los
procedimientos de ficcionalización no como sinónimos de fantasía, sino en relación con la
imposibilidad de recrear un hecho en su totalidad. Esto se ve claramente en el fragmento citado
arriba donde queda explicitado el borde desdibujado entre realidad y ficción para
posteriormente comparar el texto y su forma de producción con los grandes relatos literarios.
Este último recurso queda habilitado por la analogía que previamente se ha hecho entre la
protagonista del texto, Martina, con el Quijote de Cervantes:
En la primera parte de su vida no fue precisamente una ladrona, sino una
sometida al bandolero con quien vivía. Cuando se emancipó de él, se entregó al
bien, y hay sin duda una gran nobleza de ese gaucho-hembra que se convierte
en una especie de Quijote de las travesías cuyanas, primero por natural
honradez, y luego por su afán de redimirse de culpas anteriores. (p.3)
Por otro lado, en el texto de Echagüe hay un constante intento de justificar el
comportamiento o decisiones de la protagonista y para eso el autor decide recurrir a referencias
religiosas. Respecto a esa relación entre Iglesia y Estado en la literatura, Gabriel Giorgi
considera que:
las discusiones en torno a la herencia católica y colonial se suman a los debates
sobre los mecanismos disciplinarios de los Estado-nación modernos y de los
mercados en la era neoliberal, produciendo análisis sobre las construcciones
culturales y políticas en torno a la femineidad, la masculinidad, la
heterosexualidad normativa y sus alteridades queer. En esta dirección, se trata
de observar cómo ciertas construcciones hegemónicas de la identidad colectiva
identidades nacionales, regionales, étnicas, políticas, etc. se constituyen a
partir de una subordinación o evacuación de otras posibilidades de performance
genérica y de prácticas sexuales que aparecen como inferiores, intolerables o
irreales. (2004, p.70)
Esta relación se vuelve evidente de manera particular al final del texto donde la protagonista
consigue el “perdón divino” cuando finalmente puede devolver en su lecho de muerte el motín
que había robado hacía unos años atrás a las caravanas de la Virgen del Loreto. Este gesto
pretende limpiar y reivindicar la imagen y conciencia de Martina, pues no es hasta ese momento
que puede morir tranquila, luego de agonizar varios días. En este punto, adhiero a las palabras
de Ana Fanchin quien hace una lectura política de las últimas páginas del texto de Echagüe y
sostiene que:
Con este cierre, el acérrimo escritor unitario se esmera en elevarla al pedestal
de los “buenos cristianos”, omitiendo anécdotas que circulaban acerca de su
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
participación en las huestes federales, ni tampoco alude a otras tantas
narraciones que han perdurado sobre sus libres amoríos o habitual concurrencia
a pulperías, lugares proscriptos para las mujeres. Por el contrario, como hombre
de su tiempo, exalta la popularidad de Martina por su conversión de bandida a
protectora de viajeros. (2014, p.9)
Asimismo, resulta interesante detenerse en las referencias del cuerpo travestido de Martina
(Chumbita, 2011; Fanchin, 2014) que, aunque en una primera lectura parecen ser meramente
descriptivas, llaman la atención no solo por su recurrencia en el relato, sino sobre todo por el
tono disciplinador que adquieren en la voz narradora a medida que avanza la trama:
Martina estaba ahora vestida y armada como un hombre. Se había ensayado
largamente en el manejo de las armas, particularmente en la daga, que llegó a
esgrimir con una agilidad y una destreza superiores a las del mismo Cuero, y
aprendió sin mayores esfuerzos todas las otras actividades campestres del
gaucho, como que su tendencia hombruna la inclinó siempre a ellas.
Este rudo aprendizaje inicial, la dejó apta para la existencia que había de llevar
después; en adelante no hizo sino perfeccionar su educación de marimacho.
(Echagüe, 1884, p.25)
Durante dos años, Martina Chapanay se condujo correctamente en casa de su
bienhechora. Parecía que su cabeza había recobrado el equilibrio propio de su
sexo, y se evitaba hacer alusión ante ella a su vida y hechos anteriores. Semanas
enteras pasaba la oveja vuelta al redil al lado de su señora, encerrada por propia
voluntad y entregada a las labores que ésta le enseñó. (p.68)
Así la muy cristiana y buena señora doña Clara Sánchez, que no se había
decidido a enseñarle a su protegida las primeras letras, se resolvía sin
vacilaciones a armarla gaucha aventurera... Aberraciones son éstas, propias de
nuestra humana condición. (p.71)
La primera de estas tres citas pertenece al capítulo VIII, es decir que aparece apenas inicia
el texto de Echagüe. De carácter descriptivo, el fragmento resalta las cualidades de Martina,
sus dones y habilidades, propias de alguien “rebelde y varonil” o con “varoniles inclinaciones”,
como se la caracteriza en los capítulos previos. Si bien el uso de la palabra “marimacho” es un
signo evidente de la lectura que se hace del cuerpo de Martina, esta primera descripción es sutil
en comparación a las que le siguen y hasta pareciera querer justificar o reivindicar esa
educación ya que, según se relata, es lo que le posibilitará soportar los acontecimientos que
deberá sortear en su vida futura. Pero a medida que el relato avanza aparecen otras expresiones
que dejan al descubierto el sesgo moral del autor respecto al cuerpo, elección de la vestimenta
y comportamiento de Martina, como puede verse en los otros dos fragmentos citados. En el
segundo, se hace referencia a cierta “corrección” y “equilibrio” en el cuerpo, mente y
comportamiento de Martina, s “adecuados a su sexo”, mientras que su vida anterior aparece
como tabú, no se nombra, no existe. Hay, además, una animalización de la protagonista usando
la metáfora, con claros matices religiosos, de la oveja que retoma el buen camino. Ya en el
tercero, la vuelta de Martina a su vida anterior es considerada una aberración y en la operación
de oponer la enseñanza de la lengua escrita a la de “gaucha aventurera” se hace una clara
alusión al binomio civilización/barbarie.
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
Estas aproximaciones de lectura nos permiten decir que en el texto de Echagüe el cuerpo de
Martina exhibe los dispositivos políticos del campo cultural y el contexto histórico que lo
producen. En este sentido, Adrián Melo en Historia de la literatura gay en Argentina (2011)
sostiene que la creación y formación de una nación precisa ficciones míticas que la constituyan
y, particularmente en las ficciones fundantes argentinas, la figura del héroe nacional aparece
con valores de masculinidad y virilidad. De esta manera, las voces subalternas (Spivak, 1998),
es decir todas aquellas identidades por fuera de la norma (mujeres, homosexuales, transexuales,
travestis, no binarias) son expulsadas de los discursos del estado nacional y provincial. En el
siguiente fragmento queda claro el rechazo que siente la protagonista cuando, al volver a Las
Lagunas, los habitantes, confundiéndola y dirigiéndose a ella primeramente como varón, le
piden que se retire una vez que Martina les muestra su identidad:
Entraba la noche cuando la Chapanay repugnada de su tierra natal, emprendió
nuevamente la marcha al paso lento de su caballo. ¿Qué haría? ¿Adónde iría?
Ella misma lo ignoraba. En su propia patria se sentía tan desamparada y tan sola
como si estuviera en los desiertos africanos. Sin embargo era preciso
sobreponerse a los contrastes. Se dijo que por algo vestía traje de hombre y que
era aquel el momento de poner a prueba sus dotes varoniles de que hacía alarde.
¡Valor! Ya mostraría ella, más tarde, hasta donde alcanzaban sus buenas
intenciones. (p.75)
Estas reflexiones y lecturas de la Chapanay surgen también a partir de los aportes de Gabriel
Giorgi en Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la literatura argentina
contemporánea (2004) donde habla de ficciones normativas para referirse a aquellos discursos
que se instauran y definen cuáles serán aquellas existencias que se deben corregir o exterminar
por desviarse del proyecto disciplinador. Por su parte, en la misma línea que Giorgi, en Poses
de fin de siglo (2012) Sylvia Molloy plantea el cruce entre género y nación para hablar de la
potencia desestabilizadora de la pose en cuanto gesto político lo que lleva a la autora a
considerar que las culturas, especialmente en el siglo XIX, se leen como cuerpos y los cuerpos
se leen y posan para ser leídos como declaraciones culturales. Así, el texto de Echagüe funciona
como una ficción normativa que intenta corregir constantemente lo que Martina representa, es
decir, intenta disciplinar su cuerpo indígena, abyecto y fuera de la norma según los ideales de
la época, para instalar un relato de reivindicación, con previo disciplinamiento y posterior
idealización.
Ficciones híbridas: Ficcionalizar la historia, historizar la ficción. Martina Chapanay.
Realidad y mito (1962) de Marcos Estrada
Años después el nombre de Martina
comenzó a emplearse en la población sanjuanina como mote ingenioso,
señalándose de esta forma a una joven valiente, indómita o audaz;
esa costumbre simpática y tradicional ha continuado hasta el presente
Martina Chapanay. Realidad y mito (1962)
Avanzado ya el siglo XX, el historiador e investigador Marcos Estrada publica en 1962
Martina Chapanay. Realidad y mito al cumplirse exactamente cuatro siglos de la fundación de
San Juan y setenta y ocho años después de la publicación del texto de Echagüe, La Chapanay
(1884). El título advierte una distinción entre lo que hay de real y de leyenda en torno a la
figura de Martina. Sin embargo, el texto de Estrada es un ensayo y, como es característico de
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
este tipo textual, su escritura es híbrida, es decir, oscila entre lo literario, lo histórico, la
investigación, la argumentación y la crítica.
Si bien el texto comienza con una detallada descripción del físico y del carácter de Martina
y luego puntualiza algunos datos biográficos, como el año de su nacimiento en 1800
2
,
inmediatamente después el texto de Estada adquiere un tono predominantemente expositivo
para caracterizar al pueblo huarpe (sic): las zonas que habitaban, qué cazaban, los trabajos a
los que eran sometidos, los alzamientos y luchas con los españoles, etc. La descripción se
vuelve exhaustiva, al punto de diluir la figura de Martina, la cual reaparece varias páginas más
adelante con la narración del día de su nacimiento. Este estilo de escritura híbrida se sostiene
en todo el texto y hace que la voz del autor se intercale y hasta se confunda por momentos con
la voz de un narrador omnisciente, que cada tanto aparece como una voz otra separada por
un doble espacio del que podríamos decir es el texto principal.
En uno de sus viajes al Pueblo Viejo (Concepción) con el objeto de vender
mercaderías, Martina Chapanay conoció a quien tendría trascendente
participación en su vida. Tratábase de un gaucho joven, agraciado, fuerte, de
mirada inteligente, bronceado por el sol y con aire de forastero. … Martina, de
regreso a Zonda con los suyos, se puso a reflexionar quién sería aquel mozo tan
simpático, bien “empilchado”, dueño de un caballo sobresaliente, ensillado con
prendas de plata. Pensó olvidar la incidencia, pero poco después llegó a la
conclusión de que aquel hombre le interesaba. (pp. 52-53)
Entonces, el relato de la vida de Martina en el texto de Estrada aparece con la forma de un
relato enmarcado donde a veces la misma figura autoral parece entrar en ese juego de ficción.
Esta característica de escritura híbrida puede también encontrar explicación considerando las
condiciones de producción del texto que dan cuenta de un proceso fragmentado que abarcó
varios años, durante los cuales sufrió modificaciones y correcciones, como puede leerse en los
datos de la imprenta al final del libro:
Este ensayo sobre Martina Chapanay se imprimió en el Taller Gráfico “Varese”,
sito en la avenida Guido Spano 81, Villa Lynch. Fue escrito en el año 1939. Lo
completó su autor con referencias históricas en el año 1952 y con varias notas
en los años 1959 y 1962, dedicándolo a la provincia de San Juan al cumplirse el
cuarto siglo de su fundación, por el capitán Juan de Jufré y Montesa, efectuada
el día 13 de junio del año 1562. (p. 208)
En este punto, resulta interesante preguntarnos si acaso para el autor el relato de la vida de
la protagonista no es en realidad una excusa que le permite ensayar las condiciones
sociohistóricas de la época de la cual Martina fue contemporánea. En esa empresa, con o sin
intención, se intercalan y desdibujan las fronteras en un doble proceso: la ficcionalización de
la historia y la historización de la ficción. Entonces, la referencia del subtítulo del texto de
Estrada, al que hicimos referencia más arriba, puede ser leída no como una distinción tajante,
sino más bien como una continuidad y diálogo de voces entre la Martina histórica y la Martina
legendaria, entre realidad y mito o entre realidad y ficción.
Al final del texto, la escritura adquiere un tono marcadamente argumentativo y centra su
atención en La Chapanay (1884). Estrada no escatima en críticas a la novela de Echagüe:
primero, la compara con el texto de Pedro D. Quiroga, Martina Chapanay, leyenda histórica
americana (1865), no precisamente para halagarla, sino todo lo contrario; segundo, critica las
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
omisiones de la novela (especialmente se refiere a la no referencia de su participación en las
columnas de las luchas federales) ya que no hace justicia a su protagonista” (p.151); y tercero,
remata diciendo que el texto de Echagüe “muestra poca precisión en las fechas” lo cual lo
vuelve “contradictorio e inexacto” (p. 156):
Pedro D. Quiroga, que en 1865 publica su Tradición Histórica esto es,
diecinueve años antes de que Echagüe presente su novela, lega a la posteridad
el conjunto de ordenadas referencias de la vida de Martina Chapanay que hemos
dado a conocer: son más dignas de fe que la ficticia, extensa y fantástica novela
escrita por Echagüe, que, por haber sido actor en aquella época, debió sentirse
más tarde en deuda como historiador si no componía un trabajo sobre el
extraordinario personaje, omitido en su hora.
Al leer a Echagüe, acompañar la acción, los pormenores novelescos y los
diálogos, se comprende su aspiración de escribir algo sensacional, acorde con
la extraordinaria realidad de la que le faltó referencias, redactándolo a la manera
de los cuentos de aventuras europeos. Hasta el origen de Martina es en esta obra
pura inventiva del autor. Para Quiroga, como para nosotros, fue hija de
Chapanay, último cacique de Zonda, de antiguo linaje huarpe, que, como
expresa su apellido, desarrolló su ascendencia “en una región sin pantanos”
(Valle Fértil). (p.151)
3
Sin embargo, su trabajo como crítico literario deja mucho que desear ya que podemos notar
ciertas contradicciones relacionadas con su concepción de lo literario. El texto de Echagüe
puede ser leído como una novela histórica, sí, pero la necesidad de Estrada de rectificar
constantemente cada referencia que aparece en el texto rompe con el pacto ficcional que
hacemos al leer un texto literario. Quizá, lo que Estrada no le perdona a Echagüe es haberse
salido de la disciplina, es decir, que siendo historiador escriba un relato ficcional para hablar
de un personaje y hechos históricos. Lo más interesante es que tampoco se lo perdona a
mismo, entonces nos encontramos con un texto que, incluso cuando aparece la voz narradora,
nunca deja de citar a historiadores, escritores o testimonios en primera persona ni de introducir
pies de página con aclaraciones, referencias históricas y datos geográficos para cubrir su
necesidad de comprobar que lo que ahí se cuenta es “real”, sucedió y forma parte de la historia.
A diferencia de Echagüe, Estrada no asume su ficción.
El ensayo Martina Chapanay. Realidad y mito (1962), oscila en esa contradicción del autor,
quien por momentos da lugar al juego ficcional pero luego siente la necesidad de volver a su
disciplina, al terreno de lo comprobable, de lo creíble, de lo seguro, de lo “auténtico” como
opuesto a lo “ficcional”, en palabras del propio escritor. En este sentido, considerando la
hibridez de su ensayo, el uso del narrador omnisciente e incluso a pesar de la crítica que hace
a su colega, me arriesgo a decir que Estrada, como historiador, es muy bueno escribiendo
ficción.
Ficciones que reescriben: Martina Chapanay. Montonera del Zonda (2000) de Mabel
Pagano
¿Y alguien puede contar de sus luchas o hablar de sus montoneras como yo, que las viví de
adentro? Porque, ¿quién ha arriesgado su cuero como Martina Chapanay, en montones de combates
para defenderla de todos los que se creyeron sus dueños?
Martina Chapanay. Montonera del Zonda (2000)
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
Apenas iniciado en siglo XXI, en el 2000, la escritora Mabel Pagano publica Martina
Chapanay. Montonera del Zonda. La novela está dividida en seis partes tituladas: Lagunera de
Guanacache, Leona de la sierra, Colorada del tigre, Salteadora de los llanos, Montonera del
Chacho y Gaucha de la travesía. A su vez, cada una de estas secciones inicia con un breve
epígrafe distinto citando a autores que han escrito sobre Martina, entre ellos Juan Pablo
Echagüe, Marcos Estrada y Pedro D. Quiroga.
A diferencia de La Chapanay (1884) de Echagüe y Martina Chapanay. Realidad y mito
(1962) de Estrada, la novela de Pagano intercala la voz de un narrador omnisciente con la de
un narrador en primera persona protagonista, es decir, aparece la voz de Martina y es ella quien
relata parte de su propia historia:
Soy de esta tierra del huarpe, silencioso señor del valle del Zonda, de la cuenca
del Potu y de las lagunas de Guanacache.
Siempre sentí orgullo de haber nacido en esta región en la que no hay
términos medios. Donde lo fértil y lo árido existen juntos, como enemigos que
se respetan. ¿Quién conoce como yo esta tierra áspera y brava, generosa y
rebelde? ¿Alguien ha recorrido como yo sus poblados, sus valles, sus desiertos,
sus mesetas y sus ríos? ¿Quién ha caminado como yo por travesías, montes,
bosques y desiertos, por llanos y cornisas? ¿Alguien conoce como yo el canto
de todos sus pájaros, la forma de todos sus peces, el pelo de todos sus animales?
¿Quién sabe de las mejores cuevas para protegerse de los temporales o cómo
llegar hasta la aguada más escondida? (2009, p. 15)
Asimismo, parte de la historia se cuenta en estilo directo, es decir el narrador en tercera
persona introduce la voz de otros personajes como puede verse en el siguiente diálogo:
Aburrida de perseguir sapos y de meter los pies en los charcos, Martina se
sentaba bajo el alero de totora, y pedía a su madre:
Cuéntame de cuando yo nací.
¡Pero, Martina! ¿Otra vez? Si ya te lo conté muchas veces…
No importa- insistía, sacudiendo las trenzas oscuras.
Está bien. Ya te dije que aunque era el mes de septiembre, la noche estaba
muy fría.
—Y además llovía…
¿Ves? - dijo la madre, sonriendo-. Si conoces la historia mejor que yo…
Igual me gusta escucharla contándola- contestó ella, mientras iba a sentarse
a los pies de Mercedes y apoyaba la cabeza en su falda. La madre, acariciándole
las trenzas retomó su relato. (2009, p.16)
Sin embargo, más allá de los nuevos modos de contar que propone esta ficción en relación
con las dos anteriores, lo que me interesa destacar es su propuesta de reescritura como acto de
reapropiación de un repertorio literario y cultural (Cabrera, 2020). Teniendo en cuenta la
Primera Parte de la novela, titulada Lagunera de Guanacache, puntualizo en tres fragmentos
que dan cuenta de esto: el primero, el enfrentamiento de la protagonista con un puma; el
segundo, el día de su nacimiento; el tercero, la incorporación de la figura de la india Mariana.
El primero de ellos es el que abre la novela:
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
Sabe que el puma está ahí afuera, que la está esperando. Hace rato que observa
sus movimientos. Lo ve aparecer y desaparecer como un relámpago, vibrante y
fugaz entre los espinillos. Dos días atrás, cuando se dio cuenta que no
codiciaba sus cuatro cabras flacas, sino a ella, decidió enfrentarlo, sola, porque
desde que Oso y Niñito murieran no quiso encariñarse más con perros. Lo
derribó con un golpe de la bola perdida y cuando se acercó para clavarle el
cuquillo, él, levantando bruscamente la cabeza, alcanzó a hincarle los colmillos
en el brazo. Le metió el filo hasta el mango, pero un momento antes, los ojos de
ambos se habían encontrado. Por eso, mientras la sombra avanzaba sobre una
luna enrojecida, Martina Chapanay está segura de que él está ahí. Que fue a
buscarla, como una visión se lo había anticipado casi en el principio de su vida.
Y sabe que no tendrá que esperarla mucho tiempo. Que ella irá a encontrarlo
con la última alucinación de su fiebre, con el latido final de su agonía. (Pagano,
2009, p.13-14)
Este fragmento, aunque más breve, relata el mismo enfrentamiento que se narra en el
capítulo XXII de La Chapanay (1884), con algunas diferencias. El texto de Echagüe menciona
a un león, no un puma, y da cierto protagonismo a Oso y Niñito, los perros que acompañan a
Martina, mientras que en la novela de Pagano se dice que estos han muerto. Sin embargo, la
diferencia en la que me interesa puntualizar es que mientras en la novela de Echagüe el relato
aparece dentro de los últimos capítulos de su ficción, en el texto de Pagano este enfrentamiento
entre Martina y el puma inicia la novela. Es decir, el primero prioriza una narración lineal que
se ciñe a una sucesión cronológica de los hechos tratando de que el relato sea lo más cercano
posible al orden en que pudieron suceder ciertos acontecimientos en la vida de la protagonista.
El segundo inicia con una Martina adulta, en un escenario similar, pero sin la necesidad de
anclar el relato a referencias históricas que ubiquen temporal y espacialmente la acción ni la
urgencia de explicitar antes quienes fueron sus padres, dónde o cómo nació. En este sentido, la
atención está puesta en el personaje ficcional y no en la reconstrucción histórica de los
acontecimientos.
Algo similar ocurre en el segundo fragmento:
Bueno, entonces quedamos en que llovía en todo el valle. Tu padre estaba en
la habitación principal con sus parientes y los hombres más ancianos. Todos se
habían sentado en el suelo sobre ponchos y pieles y se habían engalanado para
la ocasión con las mejores plumas, que tenían adornando sus cabezas. Se
hablaba muy poco y se fumaba mucho. Los hornillos de las pipas habían
empezado a enturbiar el aire con el humo. Yo le había pedido a la india Juana,
encargada de cuidarme, que dejara un poco apartado el cuero que cubría la
puerta de la habitación donde me encontraba, para poder verlos mientras
esperaba. Cuando mis dolores fueron en aumento, Juana llamó a la curandera y
al vilcu, que llegaron enseguida y que, según la costumbre, traían las mejillas,
la nariz, la barba y el labio inferior pintados de azul. (2009, pp.16-17)
En este caso, el texto citado guarda similitudes con el ensayo La Martina Chapanay.
Realidad y mito (1962) ya que ambos se refieren al mismo momento: el nacimiento de Martina.
Ambos textos reparan en la presencia de la curandera
4
y el vilcu
5
, el color azul de las mejillas,
la barba, la nariz y los labios, la posición de los cuerpos con plumas en sus cabezas, sentados
en el suelo “sobre ponchos y pieles”. No obstante, la principal diferencia está nuevamente en
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
los modos de narrar. Mientras que en el texto de Estrada quien cuenta este episodio es la voz
narradora, en el de Pagano aparece el estilo directo que hace que intervengan las voces de los
personajes, en este caso la de la madre contando a su hija lo que sucedió aquel día.
En el tercer fragmento la novela de Pagano propone un giro. Al momento del parto no solo
están presente el vilcu y la curandera, sino que se incorpora un tercer personaje: Mariana.
Y Mariana, ¿cuándo entró?
Ella había aparecido misteriosamente a la mañana. En realidad, nadie la vio
llegar: cuando amaneció, ya estaba sentada allá, debajo de aquel algarrobo.
¿Y cómo era, mamá?
Era una india muy vieja, flaca, alta, cara como la piedra, piel de cobre y pelo
gris, largo y enredado. Fumaba unos cigarros grandes que se llevaba a la boca
despacio para chuparlos bien fuertes y después soltaba un humo que la envolvía
toda, hasta que ella lo hacía desaparecer con movimientos de sus manos, que
parecían garras. Nunca la habían visto pero todos sabían de ella por boca de los
arrieros y las habladurías de la gente. (p.17)
A medida que avanza el relato, en el diálogo que tienen Martina y su madre, nos enteramos
de que se trata de la india Mariana y se narra brevemente su historia
6
. A diferencia del ensayo
de Estrada, donde el vilcu es quien enuncia la profecía, en la novela de Pagano es la anciana
quien dirige el vaticinio a los padres de la recién nacida tejiendo, y vuelve a escribir las
narrativas de ambas mujeres.
A pesar de tratarse de fragmentos similares, la novela actualiza y (re)escribe el repertorio
de lo que hasta el momento se había escrito de Martina. Retomando lo analizado en los
apartados anteriores, Ana Fanchín (2014) sostiene que los textos de Echague y Estrada, como
muchos de los relatos ficcionalizados del siglo XIX, idealizan la figura de Martina Chapanay
tratando de conciliar a la protagonista con los ideales de su época, razón por la cual ambos
autores parecen incluso contradecirse. Un planteo similar hace Escolar en Los dones étnicos de
la nación (2007):
Los contemporáneos que escribieron sobre ella, Pedro Echagüe con su novela
La Chapanay (1930 [1884]) es el principal ejemplo, han abundado en detalles
(reales o inventados) de su biografía, coincidiendo en una serie de aspectos: su
conducta violenta, volcada a las reyertas y duelos a cuchillo, los asaltos a
caravanas o arrieros, capitaneando bandas, y su tardía reividicación como
pacífica baqueana de animales perdidos y protectora de viajeros en los montes
o estepas de la travesía.
La versión de Echagüe, la principal novela sanjuanina luego de la obra múltiple
de Domingo Faustino Sarmiento, inaugura una evidente despolitización de lo
que otros escritores anteriores (Quiroga, 1865) y posteriores (Estrada, 1962) sin
embargo han destacado: su participación como montonera en las guerras civiles
entre las décadas de 1820 y 1860, particularmente junto a las tropas de Facundo
o el Chacho Peñaloza, su carácter de heroína huarpe, hija de un cacique y su
posición de líder de formas de resistencia campesina asimilables a prácticas de
bandolerismo social. (2007, p.92)
En este sentido, Mabel Pagano, como lectora de los textos de Echagüe y Estrada (entre
otros), reescribe el archivo literario del siglo XIX y XX e inaugura desde el 2000 una manera
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
de leer y ficcionalizar la figura de la protagonista. Este gesto, por un lado, expone cierta
hegemonía de la escritura sobre los relatos que circulan de manera oral, ya que este modo de
escritura se alimenta principalmente de textos canónicos que han llegado a ese lugar por modos
de circulación que privilegian ciertos sectores de la crítica literaria, como de decisiones
editoriales, por tanto, políticas. Por otro lado, la novela disputa los sentidos o pone en jaque la
noción de “lo original” (Derridá, 1997; Rufer, 2016), es decir, introduce nuevos modos de leer
textos canonizados sobre La Martina Chapanay. En este sentido, reescribir textos que son,
canónicamente, considerados fundantes de cierta imaginería, introduce una serie de
cuestionamientos a las formas discursivas con las que se identifica a la patria” por cuanto
introduce interrogaciones y discontinuidades dentro de los discursos que se han cristalizado
como la “tradición”.
Conclusiones
A lo largo de este artículo me he propuesto analizar ficciones en torno al cuerpo indígena
sobre la Martina Chapanay, y a partir de los textos de tres autores en particular: La Chapanay
(1884) de Pedro Echagüe, Martina Chapanay. Realidad y mito (1962) de Marcos Estrada y
Martina Chapanay, montonera del Zonda (2000) de Mabel Pagano.
En primer lugar, vimos cómo el texto de Echagüe funciona como una ficción normativa que
intenta corregir constantemente lo que Martina representa, es decir, intenta disciplinar su
cuerpo indígena, abyecto y fuera de la norma según los ideales de la época, para instalar un
relato de reivindicación, con previo disciplinamiento y posterior idealización. En segundo
lugar, en el texto de Estrada nos encontramos con un ensayo híbrido que, incluso cuando
aparece la voz narradora, nunca deja de citar a historiadores, escritores o testimonios en primera
persona ni de introducir pies de página con aclaraciones, referencias históricas y datos
geográficos para cubrir su necesidad de comprobar que lo que ahí se cuenta es real, sucedió y
forma parte de la historia. Por último, el texto de Pagano reescribe el archivo literario del siglo
XIX y XX e inaugura desde el 2000 una nueva manera de releer y ficcionalizar la figura de la
protagonista; es decir, la novela propone una reescritura como acto de reapropiación de un
repertorio literario y cultural, y a la vez introduce una serie de cuestionamientos a las formas
discursivas con las que se identifica a la patria.
La Martina sigue siendo una referencia ética y política para los pueblos y comunidades
warpes, para los sectores populares que se identifican con su valentía por la defensa del
territorio, y para quienes desafían los estereotipos del cuerpo manso y sexualizado de las
mujeres warpes (Amta Paz Argentina Quiroga, en Jofré 2014a; Escolar, 2007). En las
memorias de la india montonera se vuelven visibles y tensionan disputas contemporáneas por
la apropiación y también patrimonialización de su cuerpo, su archivo y su memoria como
legado de la nación y del pueblo warpe. Actualmente, y en el marco de políticas culturales
patrimoniales federales, la figura de la Martina Chapanay captura el interés de las agendas
culturales del Estado, por ejemplo, a través de llamados a concursos literarios, audiovisuales,
teatrales, donde se ponen en juego nuevas reescrituras artísticas y performáticas sobre los
tópicos que su imagen convoca.
A partir de aquí, habilito nuevas preguntas: ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de la
ficción normativa a finales del siglo XIX?, ¿cuáles son los contextos de producción histórica y
literaria de la escritura ensayo hibrido?, ¿la ficción normativa que inicia con Echague, sigue
funcionando en el texto de Estrada y Pagano?, ¿o qué es lo que se normativiza en el siglo XX
y XXI?, ¿cuál es y cómo se configura el archivo o los archivos de las memorias de la Martina
Chapanay?, ¿cómo funcionan estos archivos en tanto espacios de poder organizados por una
selección previa construidos a partir de las ficciones literarias del siglo XIX, XX y XXI?
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
¿Qué ficciones del género, del sexo y de la raza sustentan estos archivos en tanto patrimonios
de la nación y la provincia?, ¿qué otras memorias moldean nuevas ficciones donde se reescribe
el cuerpo de la Martina Chapanay?, ¿qué es lo que estos archivos develan y ocultan? ¿Cuáles
son y cómo se producen los silencios, las ausencias, las dudas y las contradicciones de las que
están hechas esas memorias, sobre las cuales también se reescribe la historia warpe en el marco
de nuevas políticas estatales neoindigenistas y de interculturalidad?, ¿qué reescrituras del
cuerpo warpe en la figura de la Martina Chapanay reinstituyen estas ficciones? ¿A qué
ficciones patrimoniales sobre el cuerpo de mujeres y disidencias indígenas contribuyen estas
ficciones? ¿Qué archivos (re)producen?
Por último, me animo a decir que estas ficciones literarias e históricas reproducen a su vez
ficciones de las alteridades políticas del proyecto nacional del siglo XIX y en tal sentido se
proponen construir imágenes que operan en el campo político cultural de la época. En este
sentido, este artículo busca contribuir a la identificación de estos dispositivos mostrando las
marcas que estas ficciones produjeron en el cuerpo político de la Martina Chapanay y a
preguntarse por las decisiones estéticas, literarias y/o políticas que hacen que una misma vida
vuelva a ser contada de maneras tan distintas.
Referencias bibliográficas
Anzaldúa, G. (1987/2016). Borderlands / La Frontera. La nueva mestiza [Traducido por
Carmen Valle]. Capitan Swing Libros.
Arnés, L. (2016). Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina. Buenos
Aires: Madreselva.
Briones, C. (2005). Formaciones de alteridad: contextos globales, procesos nacionales y
provinciales. En C. Briones (Ed.), Cartografías Argentinas. Políticas indigenistas y
formaciones provinciales de alteridad (pp. 9-36). Editorial Antropofagia.
Cabrera, F. (2020). El peso de la escritura: crítica feminista y ficciones del cuerpo. En Revista
Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, 22, 1-17. Recuperado de
https://www.academia.edu/43167649/El_peso_de_la_escritura_cr%C3%ADtica_femi
nista_y_ficciones_del_cuerpo
Chertudi, S. (1969). Martina Chapanay, personaje legendario. El Monitor de la Educación
Común, 93-98.
Chumbita, H. (2011). La causa perdida del Comandante Severo Chumbita. Rebelión de
Montoneras federales 1862-1868. Buenos Aires: Editorial Roos.
de la Fuente, A. (2007) Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de La
Rioja durante el proceso de formación del estado nacional argentino (1853-1870).
Buenos Aires: Prometeo.
Echagüe, P. (1884/1924). La Chapanay. Buenos Aires: Coni.
Escolar, D. (2007). Los dones étnicos de la Nación. Identidades huarpes y modos de
producción de soberanía en Argentina. Buenos Aires: Prometeo.
Escolar, D. (2022). Los Indios Montoneros. Un desierto rebelde para la nación argentina
(Guanacache, siglos XVIII-XX). Buenos Aires: Prometeo.
Estrada, M. (1962). Martina Chapanay. Realidad y Mito. Buenos Aires: Varese.
Estrada, M. (1979) Martina Chapanay Arquetipo Del Gaucho. Buenos Aires: Tucuma.
Fanchin, A. (2014). Martina Chapanay en la construcción literaria y en el imaginario popular.
Revista Dos Puntas, 10:6, 115-128. Recuperado de
https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/aljaba/article/view/5199/7639
Giorgi, G. (2004). Sueños de exterminio: Homosexualidad y representación en la literatura
argentina contemporánea. Buenos Aires: Beatriz Viterbo.
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Julieta Tello Bustos, Ficciones sobre el cuerpo
indígena: La Martina Chapanay, pp. 243-256.
Gómez, N. y Jofré, C. (2022). El regreso de nuestros ancestros a su morada: Reflexiones sobre
los archivos de la demanda warpe desde la mirada de sus protagonistas. En I. C. Jofré
(Ed.), Cartografía de conflictos en territorios indígenas del Cuyum (pp. 451-505) San
Juan: Editorial Universidad Nacional de San Juan.
Jofré, I. C. (coor.). (2014). Memorias del Útero. En Conversaciones con el Amta Warpe Paz
Argentina Quiroga. Comunidad Warpe del Territorio del Cuyum [Tomo realizado con
la colaboración del Fondo Nacional de las Artes]. San Juan: Ediciones de
Autor.
Jofré, I. C. (2020). Cuerpos/as que duelen. Cosmopolítica y violencia sobre cuerpos/as
indígenas reclamados como ancestros/as warpes. Intersticios De La política y la
Cultura. Intervenciones Latinoamericanas, 9(17). Recuperado de
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/intersticios/article/view/28908
Jofré, I. C. (Editora). (2022). Introducción. En I.C. Jofré (Ed.), Cartografía de conflictos en
territorios indígenas del Cuyum (pp. 21-57). San Juan: Editorial Universidad Nacional
de San Juan.
Melo, A. (2011). Historia de la literatura gay en Argentina. Representaciones de la
homosexualidad masculina en la ficción literaria. Buenos Aires: Ediciones Lea.
Molloy, S. (2012). Poses de fin de siglo. Desbordes del género en la modernidad. Buenos
Aires: Eterna Cadencia.
Pagano, M. (2000/2009). Martina Chapanay. Montonera del Zonda. Buenos Aires: Ediciones
de Boulevard.
Quiroga, P. D. (1865). Martina Chapanay, Leyenda Histórica Americana. Buenos Aires:
Peuser.
Spivak, G. (1998/2017). ¿Puede hablar el sujeto subalterno? Revista Orbis tertius. Memoria
Académica, 175-235. Recuperado de
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2732/pr.2732.pdf
Notas
1
Territorios del Kuyum es la forma en que las comunidades warpes actuales nombramos un territorio amplio que
abarcó antiguamente los territorios dominados por la denominda administración de la antigua Región de Cuyo
integrada por Mendoza, San Juan, San Luis, y eventualmente parte de La Rioja. Para una discusión informada del
concepto y su empleo warpe contemporáneo, véase Jofré (2022).
2
En este dato el autor discrepa con Echagüe, quien marca como año de nacimiento de Martina el 1811, haciéndolo
coincidir con el año de nacimiento de Sarmiento (Fanchin, 2014).
3
Se refiere a que, según la novela de Echagüe el padre de Martina no era warpe: “Juan Chapanay, su padre, solía
recordar complacido que era un indio puro. Natural del Chaco, había sido arrebatado de la tribu de los Tobas a la
edad de seis años” (Echagüe, 1884, p.5).
4
“Jampana” o “médico-drogista”, según Estrada (1962, p.22).
5
“Clarividente”, según Estrada (1962, p.22).
6
“… había desaparecido del sitio donde habitaba en el camino a Mendoza. Allí, debajo de un algarrobo muy viejo
que aún está, hablaba con los que iban a verla y les contaba leyendas y cuentos de su propia vida” (Pagano, 2009,
p.17).