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Recial Vol. XV. N° 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Felipe A. Matti, Literatura menor y sentido: la
máquina de expresión como acontecimiento en Gilles Deleuze, pp. 205-226.
propio punto de subdesarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, su propio desierto”
(Deleuze y Guattari, 1990, p. 31 [1974, p. 33]). Esta operación no es otra cosa que la
persecución del deseo, que opera como apertura a la pura posibilidad de una nueva
estratificación. Esta nueva estratificación de la lengua desterritorializada “es la posibilidad de
instaurar desde dentro un ejercicio menor de una lengua incluso mayor” (Deleuze y Guattari,
1990, p. 32 [1974, p. 34]). De este modo, la literatura deviene una máquina colectiva de
expresión y adquiere la aptitud para arrastrar los contenidos, arrojar la lengua a una relación de
desterritorialización múltiple hasta alcanzar “una expresión perfecta y no formada, una
expresión material intensa” (Deleuze y Guattari, 1990, p. 33 [1974, p. 34]).
Esta nueva formalización es un acontecer. Dado el carácter desterritorializado del sujeto de
enunciación, y dado que la función enunciativa responde a un deseo de desarticulación y
desfundación, la literatura menor emerge como una nueva emisión de singularidades, una nueva
distribución de acontecimientos. Por ende, todo indicaría que la máquina de expresión no sería
en sí misma un acontecimiento, sino más bien un particular proceso a partir del cual las
estructuras del lenguaje se colapsan y posibilitan la pura expresión del sentido, lo cual tiene
como consecuencia el acontecimiento de un nuevo estrato lingüístico. Pero ¿cómo arrancar de
nuestra propia lengua una literatura menor? En la literatura menor la palabra se desterritorializa
y pasa a formar parte de una lengua atravesada por la línea de abolición que libera la materia
viva expresiva, de tal modo que hable por sí misma sin necesidad de estar formada: “este
lenguaje arrancado al sentido, conquistado al sentido, que realiza una neutralización activa del
sentido, ya no encuentra su dirección sino en un acento de palabra, una inflexión” (Deleuze y
Guattari, 1990, p. 35 [1974, p. 38]). Ya no hay aquí designación de algo según un sentido
propio, ni asignación de metáforas según un sentido figurado, sino que la cosa forma una
secuencia de estados intensivos, un circuito de intensidades puras “que se puede recorrer en un
sentido o en otro, de arriba abajo o de abajo arriba” (Deleuze y Guattari, 1990, p. 36 [1974, p.
40]). Lo que hay ahora es una distribución de estados persistentes dentro de la palabra, donde
la cosa designada y las otras cosas ligadas proposicionalmente a ella “ya no son sino
intensidades recorridas por los sonidos o las palabras desterritorializadas que siguen su línea de
fuga” (Deleuze y Guattari, 1990, p. 37 [1974, p. 40]). En este plano, “ya no hay sujeto de la
enunciación, ni sujeto del enunciado” (Deleuze y Guattari, 1990, p. 37 [1974, p. 41]), sino un
circuito de estados intensivos que, en conjunto, forman un devenir mutuo en el interior de un
agenciamiento necesariamente múltiple o colectivo que profiere las palabras.
La desterritorialización del sujeto significa que la enunciación ya no proviene de una unidad,
ni tampoco de lo múltiple, sino que es emitido por multiplicidades: “en ese momento Uno y
múltiple, al mismo tiempo que sujeto de la enunciación y sujeto del enunciado, pierden
absolutamente todo sentido” (Deleuze, 2017b, p. 183). Una vez que la enunciación es arrojada
por la multiplicidad, sucede que la división entre sujeto de enunciación y sujeto de enunciado
deviene totalmente imposible, porque la emisión de singularidades es efectuada por una
subjetividad fluida que persigue su propio deseo, que es la operación de un nuevo
agenciamiento. Por ende, este proceso de desterritorialización es también la producción de un
flujo, que Deleuze y Guattari definirán como campo de inmanencia, un plano donde los
enunciados se efectuarán por agentes colectivos de enunciación, que fuerzan al contenido a
salirse por la línea de fuga y a la expresión a actualizarse en nuevos enunciados. En efecto, para
que haya máquina de expresión y acontezcan nuevos enunciados, es menesteroso que el campo
de enunciación se vuelva un plano virtual donde la total posibilidad de hecho está dada, donde
todo contenido es desestratificado y se establece un lenguaje intensivo. En este plano, todo lo