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Recial Vol. XV. N° 25 (Enero- Junio 2024) ISSN 2718-658X. Victoria Scotto, El ChatGPT y el fin de la historia:
una elaboración teórica sobre sus peligros y promesas leídos desde la filología, pp. 118-146.
la lengua -eso es filosofía- sino la teoría de la lengua-como-es-usada-en-los-textos”; por ello
la filología logra tomar “los textos, su historia, su forma de ser, su textualidad, por no
mencionar su contenido, y, sobre todo, como motor primario, la lengua en la que ese texto
ha sido compuesto” “como fin en sí mismo” (Pollock, 2016: 16). Al historizar las
condiciones de posibilidad del propio objeto de estudio, incorpora una dimensión globalista
en las humanidades, y da lugar a una pluralidad de metodologías dentro de los límites de la
tarea problematizando la construcción del conocimiento, reivindicando la memoria,
abriendo el pasado a la crítica responsable, facilitando el encuentro con la belleza y la
creatividad interna de los textos y permitiendo “la experiencia intelectual incomparable de
hablar con los muertos” (Pollock, 2016, pp.13-16). El problema, sin embargo, es que la
filología cuenta con un objeto de estudio —la lengua utilizada en los textos—, una teoría
general de interpretación de su objeto —la hermenéutica— y una serie de herramientas
metodológicas —el análisis gramatical, la crítica textual, el estudio retórico-histórico— pero
no cuenta hoy con un lugar distintivo en la división disciplinar del trabajo intelectual
académico institucionalizado.
Volverse a la filología representa un gesto político asociado a la recuperación de la
memoria, del pasado y el presente, para establecer lecturas novedosas, que se vinculen con
la singularidad de la experiencia de los sujetos que las conducen; para la filología, la
producción de textos y la lectura son eventos contextualmente únicos, fenómenos
atravesados por la contingencia de sus infinitas proyecciones y semantizaciones. La
automatización de los textos vacía de singularidad la producción, los chatbots eliminan la
contingencia reemplazándola por operaciones aleatorias de sustitución: un chat con una
inteligencia artificial de lenguaje automático es el sitio en el que el valor de los signos dentro
del sistema se reduce radicalmente, donde las palabras pierden afectividad y profundidad, y
todo análisis lingüístico, retórico, contextual se encuentra con su límite, que es,
precisamente, no poder asignar decisiones a ninguna consciencia. De la misma forma, el chat
repetirá lecturas originales, creativas que un humano habrá plasmado como texto en internet,
pero la procesará apenas como datos asociados a otras palabras.
En términos de las elaboraciones de Pollock, entonces, leer filológicamente significa
asignar contexto, conectar creativamente ideas diferentes, apropiarlas en relación con una
serie de eventos singulares y transformarlas precisamente por la utilización de ciertas
expresiones y no otras; es decir, constituir una narrativa, una producción mucho más allá del
mero encadenamiento de la información, y producir, a partir de ella, un texto. En este sentido,
un chatbot es incapaz de (re)crear la vinculación entre relato e información, entre
singularidad y regularidad; tampoco podrá producir lecturas comparadas, intertextuales, ni
ofrecer interpretaciones creativas. Esto no supone que todos los lectores humanos puedan
realizar todas estas operaciones, pero sí podrán hacerlo aquellos que hayan alcanzado cierto
grado de alfabetización académica: en este punto, desde la filología se pueden comenzar
empresas que transformen las herramientas tecnológicas como los chatbots sin eliminarlas.
La filología, gracias a su perspectiva acerca de qué significa leer, podría proponer modelos
de lenguaje que ofrezcan soluciones para los tres problemas presentados aquí: modelos que
tengan trazabilidad de los textos de los que se alimentan, y se los muestre al usuario; que a