.
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XV. N° 24 (Julio - Diciembre 2023) ISSN 2718-658X. Emilia Gatica Caverzacio. Discursos sobre
la histeria: construcción de subjetividades femeninas. Sobre repeticiones y potencias, pp. 334-346.
Nos detendremos en este punto en el que presentan a las mujeres, a ciertas mujeres, con un
nodo problemático sexual y síntomas característicos que oscilan entre ciertas anormalidades,
fuera de toda regla, mil formas espectaculares de poner el cuerpo, entre otras definiciones
grandilocuentes sobre lo excesivo, incontrolable y dramático en/de la histeria. Para ello,
volvemos al ensayo “Histeria” (1888) en el que Freud intenta, en cierta medida, definirla como
una neurosis en el sentido más estricto del término y no como una bolsa de sentido que aúna
cualquier desorden nervioso. Por lo tanto, enumera su sintomatología en: ataques convulsivos,
zonas histerógenas (hipersensibles), perturbaciones de la sensibilidad, perturbaciones de la
actividad sensorial, parálisis, contracturas. Todas sintomatologías que comparten ser
“fenómenos histéricos (que) tienen preferentemente el carácter de lo excesivo” (Freud, 1888,
p. 52). Lo interesante en este texto radica en los ejemplos de mujeres histéricas, siendo los
casos representativos de la sintomatología mencionada anteriormente.
Luego, en Estudios sobre la histeria (1895), Freud consideraba equívoco aplicar el nombre
de histeria a toda neurosis que presentara en su complejo de síntomas algún rasgo histérico. A
pesar de reconocer a la histeria como el término más antiguo, y a su vez, más usado para
determinar enfermedades que pertenezcan al orden de la exageración y la alteración de una
suerte de normalidad nerviosa, alega necesario reconocer que había llegado a ser abusiva en un
punto, al haber acumulado injustificadamente, la histeria, multitud de rasgos de perversión y
degeneración, dialogando con los postulados médicos propuestos, en un primer momento, por
Charcot.
Dirá entonces que la concepción más justa sobre las neurosis parecía ser comprenderlas
como mixtas. En este sentido, atiende a la dificultad de hallar formas puras de histeria. Sin
embargo, el autor no niega la histeria como afección neurótica independiente, considerándola
tan solo como manifestación psíquica de la neurosis de angustia, sino que puede tratarse
aisladamente pues en la terapia se persigue un fin práctico: la supresión del estado patológico
en su totalidad. Por tanto, es fundamental separar la parte de la histeria en los cuadros
patológicos de las neurosis mixtas para empezar a cobrar autonomía teórica y clínica.
Una vez realizada esta separación, se vuelve posible dar expresión concreta y precisa el
valor terapéutico del método catártico para tratar la histeria. Afirma, en principio, que es
susceptible suprimir cualquier síntoma histérico a través del mencionado método catártico,
siendo, en cambio, impotente contra los fenómenos de la neurastenia, y no actuando sino muy
raras veces sobre las consecuencias psíquicas de la neurosis de angustia. De este modo, su
eficacia terapéutica dependerá en cada caso de que el componente histérico del cuadro
patológico ocupe en él —o no— un lugar más importante, desde el punto de vista práctico, que
los otros componentes neuróticos.
El método catártico no actúa sobre las condiciones causales de la histeria, por tanto, no
puede evitar que surjan nuevos síntomas en el lugar de los suprimidos. En consecuencia,
podemos atribuir a dicho método un lugar sobresaliente dentro del cuadro de la terapia de las
neurosis, pero limitar estrictamente su alcance a este sector. Sin embargo, no afirma haber
logrado la supresión de los síntomas histéricos, aunque entiende que tales resultados negativos
han obedecido siempre a circunstancias personales del paciente y no a deficiencias del método.
Según Freud, las personas histéricas se liberan de los síntomas histéricos en cuanto reproducen
las impresiones patógenas causales, dándoles expresión verbal y exteriorizando el afecto; la
labor terapéutica consiste en incitarlos a hacerlo ya que en más de una ocasión el terapeuta se
topa con cierta resistencia por parte de sus pacientes, resistencia que debe vencer. Aquí
reconocemos la importancia y la necesidad de tener un espacio terapéutico en este caso que
habilite la palabra y la exteriorización del afecto. Algo del método puede fallar, pero a la vez
permitió un camino hacia una suerte de cura. Es en este punto del ensayo cuando el asunto da