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Recial Vol. XV. N° 24 (Julio - Diciembre 2023) ISSN 2718-658X. Rocío Alfageme Triviño, La artificialidad
temporal o magia en los reinos élficos en The Lord of the Rings, pp. 280-294.
En contacto con los elfos, la nostalgia de absoluto se despierta de modo más
acuciante. La casa de Elrond es un enclave «celeste» en medio de la profanidad,
es un espacio sacro donde se vive un reflejo particularmente vivo de la
eternidad. (Ferro, 1996, p. 191).
Por su pantalla de intemporalidad, los reinos élficos se aproximan a la eternidad ante los
ojos mortales. Lothlórien se presenta como una especie de paraíso terrenal donde se pueden
ver las cosas es su estado más próximo al original. A su vez, este espacio sirve a los integrantes
de la Comunidad para dejar de lado, aunque de forma escueta, el dolor y la pérdida que han
sufrido en el mundo exterior, aquel que está fuera de los márgenes de Lothlórien. Sin embargo,
su estatismo, producido por la detención del cambio, no implica la detención del paso del
tiempo mismo (Conf., XI. 23. 30), ya que el tiempo sigue pasando y los hobbits se darán cuenta
de esto cuando abandonen Lothlórien finalmente. De esta forma, si bien no hay un paralelo con
la eternidad en la Tierra Media, sí existe un encantamiento que procura imitarla de forma
intencional. De boca de Sam escuchamos esta intención de forma clara: “It 's wonderfully quiet
here. Nothing seems to be going on, and nobody seems to want it to” (Tolkien, 2007a, p. 361).
Aquí menciona la existencia de una intención detrás de ese tiempo maravilloso y, nuevamente,
se pone en duda si hay alguna “magia” actuando detrás de todo eso.
La pantalla generada por los elfos no es más que eso, una ilusión, un encantamiento que
solo busca la belleza. El reino entero ha sido cuidado y mejorado, lo que lo ha hecho formar
parte de su arte: es una subcreación. Los elfos han llegado a amar tanto la obra que crearon que
esta parece volverse central en sus existencias. Quizás algo de esto esté en el comentario de
Sam: “Whether they've made the land, or the land’s made them, it’s hard to say, if you take my
meaning” (Tolkien, 2007a, p. 360). Tal vez el pueblo y la tierra se han influido recíprocamente,
haciendo que el artista modifique y mejore la obra de arte, mientras que la obra de arte los
termina enamorando. Como ha mencionado Tolkien, los hombres suelen enamorarse de sus
creaciones: “It may become possessive, clinging to the things made as ‘its own’, the sub-creator
wishes to be the Lord and God of his private creation. He will rebel against the laws of the
Creator – especially against mortality” (1981, Letter 131). Si bien esta cita refiere a la actitud
de los hombres, también puede relacionarse con el apego que los elfos tienen con sus obras, ya
que estas son creadas para combatir el cambio. El amor que ata a los elfos a sus creaciones
impide que estos puedan soportar el desvanecimiento y envejecimiento natural. Un árbol que
llega a su esplendor luego se seca; el verano es seguido por el otoño y el invierno; las ciudades,
personas y creaciones surgen, crecen y llegan a su máximo punto de belleza, pero finalmente
desaparecen. Como dice Legolas: “Yet beneath the Sun all things must wear to an end at last”
(Tolkien, 2007a, p. 388). Evitar que los efectos del paso del tiempo sean visibles, ¿no es
rechazar un aspecto central de la mortalidad? La muerte, entendida como la desaparición de
seres vivos, lugares u objetos, solo es una cara más del proceso del cambio temporal, aunque
es la última y más dolorosa.
Los cambios dan cuenta de que nada es estático, por lo que es posible advertir en los elfos
una oposición a las leyes naturales del mundo en el que viven. Tal aspecto es mencionado por
Tolkien en la carta 181: “But the Elvish weakness is in these terms naturally to regret the past,
and to become unwilling to face change” (1981, Letter 181). Aunque en menor medida, este
aprecio por la obra de arte nos recuerda a Fëanor, quien se apegó en demasía a los Silmarilli.
En Lothlórien, el tiempo no parece correr, y en esto hay una leve rebeldía para con el deseo de
Eru, cuya voluntad es que las cosas del mundo mengüen. Lo único que es inmortal en la historia
es aquello que, a diferencia de los elfos, no está atado a Arda y al tiempo: el alma inmortal de