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Recial Vol. XIV. N° 24 (Julio - Diciembre 2023) ISSN 2718-658X. Tomás Siac, Nuevos acercamientos al
neobarroso latinoamericano en poéticas travestis: una escritura aguafiestas y enojada, pp. 155-175.
Volver a Rodriguez: habitar como crítica en sí misma
A través del recorrido teórico-crítico realizado anteriormente, resulta pertinente detenernos,
puntualizar, y explicitar estos cruces transdisciplinarios que se presentan en la obra de Rodriguez.
Como habíamos mencionado al principio, la propuesta del análisis de esta poética es la sospecha
de que esta escritura es ampliamente reticente a las tecnologías y guiones de felicidad, como así
también a las maneras de narrar y entablar cuerpos, una crítica acérrima a las manera de hacer
cuerpo/s, y que, por lo tanto, lejos de pensarse como ejemplo, se erige como un texto clave, casi
modélico, de una apuesta crítica donde responder a la sociedad moderna neoliberal. A través del
uso de la figura travesti, como política/poética latinoamericana neobarrosa, podemos afirmar que
se instaura un proceso de re-ontologizacion y re-afectación de las tramas discursivas, que se
pretendían estancas —por los protocolos de habitabilidad que instaura la felicidad— y ahora
pueden percibirse mutables, descristalizados. Para asentar estas ideas es que retomaremos los tres
conceptos que hilan el entramado teórico para vincularlos con la producción artístico-crítica de
esta poeta.
En primer lugar, habíamos abordado la noción de felicidad como un tópico clave del giro
afectivo en tanto se entabla como una (bio)política de los cuerpos. Esto, sin lugar a dudas, derivó
en la construcción de criterios morales para evaluar las formas de habitabilidad en el seno de lo
social, y por lo tanto, constituyó una práctica objetivante, que deriva en la subjetivación, de los
cuerpos como posibilidad de leerlos, analizarlos, y en especial, juzgarlos. Bajo estos criterios, que
tienen como fin las concreciones de corporalidades sumisas —con respecto a los roles
heteropatriarcales, mencionados con anterioridad—, los sujetos son subjetivados bajo el signo de
lo eufórico y lo disfórico. Estos polos valorativos son fundamentales para abordar esta poética
porque son el signo que va a permear la discursividad travesti de Claudia Rodriguez, es decir,
teniendo en cuenta que su cuerpo es siempre un signo negativo en el seno de la sociedad feliz y
capitalista, ella no tiene más que habitar desde esa exterioridad. La poeta dice: “Cuando vi morir
a King Kong supe que era a mí a quien la industria estaba matando, no se puede ser tan grande,
tan fea y vivir en el centro de la ciudad” (Rodriguez, 2021, p. 39), como diciéndonos que su cuerpo
es feo —bajo el signo de lo disfórico— y que por esa misma razón es expulsada. Un King Kong
que cae del Empire State es congruente a una travesti chilena, como Claudia Rodriguez, que decide
abrir la boca, colgarse de algún rascacielos chileno y gritar: la imposibilidad misma. “Siempre los
malos de la película morían o quedaban tullidos, ninguno se salvaba de su cruel destino”
(Rodriguez, 2021, p. 39), y en eso la poeta no es excepción: su cuerpo es permanentemente puesto
en el filo del daño por la peligrosidad que representa. La travesti es expulsada del centro de la
ciudad, como símbolo de la pérdida de toda participación en el agora. Su negatividad es la pérdida
de toda posibilidad de entablar un discurso porque nada de lo que dice es prominente en cuanto no
representa una contribución al bien común, es decir, la felicidad. El sujeto es disfórico y sus
discursos, discursividades y cuerpo(s) también lo es: todo es malo, todo es infeliz. Frente a ese
manto de infelicidad que se instaura en la travesti es que Rodriguez arguye: “Mi cuerpo, mi deseo
y todo mi mundo fueron excluidos de todo lo importante de la nación, por razones semejantes a lo
peligroso” y que bajo esa operación excluyente de la sociedad feliz es que se produjo “la peor de
las violencias de la modernidad… Me refiero a la incapacidad de defendernos, de defender nuestro
derecho a existir aquí, en este territorio, raras, feas, maltrechas” (Rodriguez, 2021, pp. 67-68).
Como podemos apreciar, el uso constante de adjetivos disfóricos, es decir, no-felices, expone la