Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIV. N° 24 (Julio - Diciembre 2023) ISSN 2718-658X. Paula Massano, Una lectura afectiva de la
figura crítica de Calibán en el teatro de Marcos Azevedo, pp. 139-154.
Es evidente, en este momento del monólogo teatral, que estamos ante una propagación de
las intensidades en expansión. Calibán está habitando un espacio que encierra un doble
movimiento: devenir lo que no es para devenir lo que es. Este movimiento se puede ver en la
escena en la que está explorando diferentes materiales de expresión y busca en un lenguaje que
no le pertenece: español, francés, portugués, inglés; esto lo hace devenir lo que no es, pero, al
mismo tiempo, es una operación ineludible cuando estamos frente al encuentro con lo otro. La
posibilidad de acoger los afectos generados a partir de allí es lo que va a permitirle a Calibán
devenir lo que es; en otras palabras, a pesar de no hablar su lengua natal, puede hablar en
singular.
Aquel fragmento de la obra de Shakespeare del que la tradición de la cultura revolucionaria
latinoamericana se apropió para forjar el símbolo de Calibán como nuestro americano se cae
en la obra de Azevedo. Calibán no usa el lenguaje de este para maldecirlo o insultarlo, sino
que, al apropiarse del lenguaje del colonizador, este no hace más que quejarse y desaparecer,
en otras palabras, devenir lo que no es. Calibán se ve asfixiado por el juego de lenguaje que
habita, que le provoca una pérdida de sentido a las formas en las cuales su vida se encuentra
plasmada. No sabe cómo pronunciar su nombre, no encuentra palabras para nombrarse. Esto
se puede observar en la escena en la que aparece con un periódico en la mano e intenta aprender
a leer, aprender a hablar, a expresarse para ser comprendido por el otro, por Próspero, por sí
mismo (recordemos que estamos ante un monólogo).
El uso que Marcos Azevedo hace de la hoja del diario, del saco de vestir y el portafolios nos
evidencia que estamos ante un nuevo personaje-conceptual que habita un nuevo tiempo, uno
que está atravesado por los flujos globales. En esa escena en la que Calibán intenta leer, dice:
A…Aló…Ali… a lin… a língua… lin-gu-a, linguagem, linhagem, linhagem,
gem, gem, gente, gentes, entes, ex, ex-gente, es… és… vós… voz…, esta voz,
escavo, escravo! Cravo, avo, avô, vô, vôo, vou, ou…u …outro… u ou Word…
world… world wide web? Ué? Epa…pala, palabro, labra, labor, libro, lavra,
palavra… palavras cruzadas! … Eu… meu nome…. Não pense, trabalhe,
animal! Mas perdoa, nome meu é… Cale a boca, Canibal! B…bo…boca, bo-
ca, cal…calib…, caliboca… calibão, Caliban! … Mas todo o dia cortar lenha,
barbear mestre, acender fogo, limpar livros, esfregar chão, carregar agua …
punição, castigo … Oh, dor! (Azevedo, en Jáuregui, 2005, p. 816).
Las condiciones que definen al Calibán de Azevedo, ante el avance del capitalismo en su
forma contemporánea, bajo el régimen colonial-capitalístico, para decirlo en las palabras de
Rolnik (2019a), no son solo la raza, ni la nación, ni el mestizaje, sino el trabajo y el dolor,
categorías propias por su condición colonial. Aquella figura de Calibán que desbordó la
vanguardia cultural con su fuerza del deseo de creación y de acción bajo una política de
subjetivación identitaria serviría hoy como combustible al capitalismo del deseo que se apropia
de los modos de producción de la subjetividad. El capitalismo se alimenta de todas aquellas
subjetividades emergentes, convirtiéndolas en estilos de vida que finalmente son consumidos
en el mercado. Por ello, las cartografías vigentes que daban consistencia y continuidad a
Calibán en las décadas de los 60 y los 70 comienzan a derrumbarse.
Ese Calibán rebelde, que se apropiaba de la lengua del amo para insultarlo, nos permitió ver
una subjetividad emergente que denunciaba la articulación entre una totalidad racializada de la