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Recial Vol. XIV. N° 24 (Julio - Diciembre 2023) ISSN 2718-658X. Natalia Taccetta
Imaginación, aura y despertar como figuraciones de la crítica, pp. 43-61.
reflexiona en estos años. La fotografía se apropia “sin trabas de las cosas perecederas que
postulan un sitio en los archivos de nuestra memoria” (Benjamin, 1991, p. 644-645), mientras
la disposición del recuerdo voluntario, ahora favorecido por las técnicas de reproducción,
“recorta el ámbito de juego de la fantasía” (beschneidet den Spielraum der Phantasie) (1991,
p. 645). En algún sentido, Benjamin sigue a Baudelaire en su desconfianza frente a la fotografía
para la producción o reproducción de la belleza. Lo expresa claramente: mientras el arte
“persigue lo bello y, si bien muy simplemente, lo ‘reproduce’, lo recupera (como Fausto a
Helena) de las honduras del tiempo”, esto ya no ocurre “en la reproducción técnica”, pues “en
ella lo bello no tiene lugar” (In ihr hat das Schöne keine Stelle) (1991, p. 646).
Si las imágenes de la memoria involuntaria à la Proust tienen aura, la fotografía participa
de su decadencia al no devolver la mirada, siendo que a esta le es inherente la expectativa de
ser correspondida. Si la mirada tiene siempre la expectativa de ser correspondida y la
experiencia del aura consiste para Benjamin “en la transposición de una forma de reacción
normal en la sociedad humana frente a la relación de lo inanimado o de la naturaleza para con
el hombre”, entonces, “quien es mirado o cree que es mirado levanta la vista” (1991, p. 646).
En esta convergencia de aura y mirada —que cifra la constelación conceptual que permite
pensar la experiencia del aura como la capacidad de alzar la vista— pueden hallarse nuevas
figuraciones del levantamiento.
Esta exploración se puede seguir más de cerca en el texto “Was ist Aura?”, de 1937,
fragmento de los “papeles parisinos” encontrados por Giorgio Agamben y publicado en la
edición de las obras completas de 2012 Werke und Nachlass, sobre el que el citado texto de
Naishtat llama la atención. Allí, el aura, también vinculada a la depreciación y la decadencia,
aparece unido a la mirada de la masa y constituye el lugar específico en el que Benjamin
desplaza la definición de aura desde los términos de distancia y lejanía hacia la mirada y la
espera de ser correspondida. Indagar sobre la potencia de este “alzar la mirada”, permite el
deslizamiento definitivo a la cuestión del levantamiento y sus gestos críticos. “Alzar la mirada”
puede funcionar como alegoría recurrente para dar cuenta de los tiempos de insurrección o
levantamiento en tanto momento aurático de una temporalidad que exige acciones cuando “un
grupo de personas ha llegado al límite” (Butler, 2017, p. 21), tal como dice Judith Butler en su
texto “Revuelta” para el catálogo de la muestra Sublevaciones.
En la intervención de 1937, Benjamin comienza diciendo que la experiencia del aura
descansa en la transferencia “de una forma de reacción normal en la sociedad, a la relación de
la naturaleza con el hombre” (Benjamin, 2012a, p. 304). El aura es dar una respuesta como
quien se cree mirado y entonces “alza la mirada” (schlägt den Blick auf). Se trata de una
respuesta con “capacidad repleta de poesía” (2012a, p. 305), que implica el tener experiencia
del aura como un hacer (“Aura einer Erscheinung oder eines Wesens erfahren”) y, por eso,
conlleva advertir esta capacidad que Benjamin vincula también con el sueño. “En el mundo hay
tanta aura como queda sueño en él”, dirá Benjamin (2012a, p. 305), pues tanto el sueño como
la vigilia tienen el arte de la mirada. Este deslizamiento le recuerda también a la mirada de la
amada que ya no solo alza los ojos para ver a su amado, sino que “empieza a parecerse más a
la mirada con que el despreciado mira al despreciador, el oprimido al opresor” (Benjamin, 2012,
p. 305).
Anticipando la cuestión del despertar, quien alza la mirada es también el que ha “despertado
de todos los sueños, tanto de la noche como del día” (Benjamin, 2012a, p. 305). Se trata de un
despertar que puede emerger en la forma de masa cuando se ha alcanzado determinado grado
(Grad). Precisamente, a partir de este punto, solo queda la disposición a mirar.