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Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Susana Haug Morales, Formas distópicas
alternativas para destruir y repensar el motivo insular/caribeño en dos ficciones cubanas del siglo XXI, pp. 192-
204.
absurdo, ironía, irreverencia y esquizofrenia hasta llevarlo a predios como el irrealismo, el
realismo ilógico, delirante o esquizo. En mayor consonancia y sincronía con los flujos globales,
con los ritmos acelerados de la globalización, con las identidades líquidas y ambiguas, con las
pulsiones diaspóricas y centrífugas de muchas literaturas hispanoamericanas, caribeñas y de
otras regiones, hoy día, algunas ficciones de autores encapsulados bajo el rótulo de
“Generación Cero” o “Año Cero” parecen llevar a la práctica, sin proponérselo, los reclamos
de la Poética de la Relación y el Tout-Monde de Glissant, de la teoría del caos de Benítez Rojo,
de la visión archipielágica de Brathwaite, o de las literaturas sin residencia fija de Ottmar Ette.
Y digo sin proponérselo porque, en apariencia, las obras de estos autores cubanos, la mayoría
nacidos en o trasladados a La Habana para luego migrar a distintos puntos del planeta, fuera de
la condición diaspórica de sus protagonistas, y de algunas menciones a espacios insulares, poco
tendrían que ver con una interpretación muy reducida de los discursos identitarios sobre el
Caribe, de sus heteróclitas formas de vida, o la tematización de una insularidad entendida de
manera estrecha y estereotipada. Para muchos escritores jóvenes, sobre todo habaneros o
habanocéntricos (esto sucede en menor medida con el Oriente del país, que siente más cercanías
geoculturales con el área antillana), sus referentes culturales (literarios, audiovisuales,
tecnológicos) no están en la región caribeña ni en sus literaturas y capital cultural, que
desconocen y ven como ajenos, y a veces ni siquiera en Hispanoamérica, sino en Europa
occidental, en Norteamérica, en el universo asiático y en otras comarcas remotas desligadas de
la Caribana. Pero esta desconexión es solo aparente. Si el mapa de referentes identitarios y las
cartografías de la pertenencia (Aínsa, 2014) han cambiado, es porque de igual modo han
mutado, se han actualizado y expandido las metáforas, conceptos, teorías y experiencias de
vida sobre lo hispanoamericano y lo caribeño, áreas que insertan, aunque con asimetrías y
desfases, en el devenir de la literatura mundial, pluriversal o del mundo (Ette, en Gesine Muller,
y Dunia Gras, 2015). En las propuestas estéticas de estas escrituras que críticos de aquí y de
allá han llamado flotantes, post-todo, ingrávidas, del después, trashficcionales, postcubanas,
deslocalizadas (Calomarde, 2019a, 2019b, 2022; Casamayor-Cisneros, 2012; Rojas, 2018;
Timmer, 2019; Viera, 2020, 2022), herederas del rizoma, del in-between y la mímica de
Bhabha, y de la liviandad descomprometida con la nostalgia, los paradigmas heroicos y las
retóricas oficiales del siglo pasado, ya no se trata de debatirse agónicamente entre lo nacional
y lo foráneo, el adentro versus el afuera, la adscripción al telos autóctono o la traición apátrida;
tampoco interesa optar por una de las dos metáforas antitéticas sobre la identidad cubana, la
versión lezamiana utópica del habitar la Isla como una fiesta innombrable, frente al contra-
relato piñeriano distópico de la maldita circunstancia del agua por todas partes, sino que, por
fin, se abren con libertad infinitas opciones e iteraciones posibles de lo cubano más allá del
peso agobiante de la Isla, más allá del gesto trágico, nostálgico, sufrido, o tropical-carnavalesco
que parecía inevitable. Si el primer gran desborde transnacional que rompe con el paradigma
de la fijeza se produce con la oleada migratoria hacia Miami, convertida desde entonces en
prolongación y provincia extraterritorial de La Habana y Cuba (Fornés, 2009), en ciudad a un
tiempo extranjera, cosmopolita, y local para tantos miles de cubanos asentados allí desde los
60, las posteriores movilizaciones diaspóricas y fugas masivas hacia otras geografías dispersas
han permitido también vincular e incorporar estos nuevos espacios, pluralidades y gentes (de
cierta manera, en paisajes visibles o invisibles, sumergidos o aflorados) al ámbito de la
imaginación, la realidad y la creación insular. Ello genera, por fuerza, otras lógicas de la