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Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Elzbieta Sklodowska, Una caja de
resonancias: Los (noventa) archivos habaneros de Dainerys Machado Vento, pp.72-90.
mundista” (p. 54) contrasta no solamente con aquel viejo pijama de Mickey Mouse sino también
con varias referencias a la escasez de la ropa femenina en Cuba que aparecen en otros cuentos
(“[S]e iba a querer cambiar de ropa y no tenía nada más sexy para ponerse. No tenía nada más para
ponerse”; “City Hall,” p. 26; “los elásticos deshilachados”; “Un bikini verde”, p. 47).
A pesar de su aparente metamorfosis, de adolescente en mujer y de habanera en miamense, a la
narradora de “Don’t smoke in bed” le queda claro que en Miami nunca podrá enmascarar el
“pecado original” de haber llegado en una balsa. Ni el dinero, ni la educación, ni los viajes, ni el
éxito profesional resultan suficientes para borrar el estigma de “balsera”:
Se ve que no tienes un dólar para pagarte una depilación que valga la pena, balsera.”
Y ella, que hace por lo menos cinco años que no regresa a Cuba, de todos modos
siente el peso de su pantalón empedrado de balsera… Y ella se sabe balsera con
pasaje de regreso a México, balsera con visa de entradas múltiples a Estados
Unidos, balsera académica, balsera recién llegada de un congreso de Chicago,
balsera soltera que habla español, inglés y francés, pero solo porque está buscando
trabajo y no marido. Me voy a depilar todo el cuerpo, señorita, pero empiece por el
bollo que si me duele ya me lo llevo hecho (p. 56).
Al final, la única forma de resistencia que queda es la (auto)ironía: “Aquí los tratados
académicos no importan porque las pequeñas batallas de la vida la siguen ganando mujeres con
uñas de gelly, siempre inconformes con sus cuerpos perfectos” (p. 56); “La balsera resistió y pagó
la depilación más cara y dolorosa del mundo, Así que además de balsera es oficialmente pendeja”
(p. 57). Es significativo que también en otros cuentos (“Es de familia”; “La editorial”; “Las
mañanas del sábado”) las voces narrativas pertenecen a mujeres que saben manejar el lenguaje con
aplomo y gran destreza profesional. Son escritoras, periodistas, profesoras, investigadoras
académicas, pero en ninguna de las noventa Habanas parecen encontrar un “cuarto propio” para
sus habilidades y su talento.
El cuento que cierra el volumen, “Historia de la flaca a la que golpearon por romper el orden
natural de las casas y las cosas”, no solamente ostenta el título más largo del libro entero, sino que
es el más extenso. La perspectiva, aunque fragmentada, adquiere su totalidad omnipresente y
omnisciente gracias a la configuración de la voz narrativa, que pertenece a la ciudad misma. De
hecho, esta Habana —una de las tantas Habanas de Machado Vento— podría interpretarse como
una reencarnación del pueblo de Ixtepec de la novela Los recuerdos del porvenir (1963) de Elena
Garro (1916-1998). A diferencia de Ixtepec —metamorfoseado en una piedra del cementerio—,
La Habana-narradora-protagonista de “Historia de la flaca…” aparenta ser un personaje de carne
y hueso. No obstante, comparte con aquel ficticio pueblo mexicano la extraordinaria dedicación
voyeurista a fisgonear, vigilar, espiar, entrometerse en la intimidad de sus habitantes, escuchar los
chismes y repetir los rumores. Esta Habana omnivigilante es también como El Aleph borgeano
que a pesar de su carácter metafísicamente abstracto (“es uno de los puntos del espacio que
contiene todos los puntos” (Borges, 1974, p. 623) pudo revelarse a un niño cuando éste rompió la
prohibición de los adultos y bajó por la escalera del comedor al sótano para descubrir “el lugar
donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos” (Borges,