Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.



https://doi.org/10.53971/2718.658x.v14.n23.41228


Prestar oídos al poema

Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente

Matías Moscardi

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
moscardimatias@gmail.com.

ORCID: 0000-0002-0355-942X
Recibido 23/05/2022 Aceptado 17/10/2022



Resumen

En el presente artículo, propongo un recorrido a partir de cuatro escenas en las que se articulan
distintas relaciones entre escucha y afectividad: el odio, el amor, la política y la alteridad. Cada
apartado pone en foco distintos libros de la última década: Odio a la poesía objetivista, de
Francisco Garamona; Vos ahora voz, de Franco Rivero; Sequía y Una bomba nos está matando a
todos
, de Gabriel Reches; y Martes dedo, de Alfonsina Brión. Mi objetivo es analizar el
funcionamiento solidario entre escucha y afectividad a través de los efectos formales y
compositivos sobre los textos. Como hipótesis, parto de la idea de que la escucha marca en los
poemas una forma de relación con el otro. Metodológicamente, retomo los trabajos de Florencia
Garramuño y Luciana di Leone sobre poesía y afectividad. A su vez, me remito a las teorías de la
escucha esbozadas por Jean-Luc Nancy y Peter Szendy. A modo de aporte al campo específico
de la crítica de poesía argentina, si bien el artículo propone un recorrido por libros puntuales, la
problemática planteada podría pensarse de manera transversal como una línea de composición
posible para la poesía del presente.

Palabras clave: poesía argentina contemporánea; afectividad; escucha; voz; alteridad



Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.


The ear to the poem

Listening and affectivity in recent Argentine poetry

Abstract

In this paper, I present an itinerary based on four scenes that explore different relationships
between listening and affectivity: hate, love, politics, and otherness. Each section focuses on
various books of contemporary Argentine poetry from the past decade: Odio a la poesía
objetivista
, by Francisco Garamona; Vos ahora voz, by Franco Rivero; Sequía and Una bomba
nos está matando a todos
, by Gabriel Reches; and Martes dedo, by Alfonsina Brión. My
objective is to how listening and affectivity interact in a mutually supportive manner, examining
the formal and compositional effects in these texts. As a working hypothesis, I propose that
listening establishes a form of connection with the other within the poems. Methodologically, I
draw on the studies of Florencia Garramuño and Luciana di Leone on poetry and affectivity.
Additionally, I refer to the theories on listening, primarily from Jean-Luc Nancy and Peter
Szendy. This article contributes to the field of Argentine poetry criticism by presenting an
itinerary through specific books, while also suggesting that the issue raised can be considered
transversally as a potential compositional approach in contemporary poetry.


Keywords: contemporary Argentine poetry; affectivity; listening; voice; otherness



Los oídos del odio

Odio la poesía objetivista: así se llama el libro que Francisco Garamona publica, en 2016, por

la editorial rosarina Iván Rosado. Resulta prácticamente imposible no empezar a leer en busca de
las razones de ese odio declarado. En paralelo, existe otra expectativa: la de ir al encuentro de un
texto virulento, polémico, en contra del objetivismo. Todos los elementos paratextuales están
dispuestos para reforzar ese efecto. La tapa es una obra del artista plástico Mondongo, que emula
una naturaleza muerta con pescados. Para un lector familiarizado con el objetivismo, la imagen
podría evocar el poema de Daniel García Helder “Sobre la corrupción”, que termina con el
“hedor de los pescados exangües/ pudriéndose al sol sobre los mostradores/ de venta, en la costa”
(García Helder, 1990, p. 43). El epígrafe está tomado del libro La música antes, de Martín Prieto:
“No te olvides de la música./ Pero no te olvides tampoco que la música cambia” (Prieto, en
Garamona, 2016, p. 7). Y, sin embargo, a medida que el libro avanza, ese odio parecería no tener
lugar, no estar expresado en ninguna parte. Esto señala Cristian Molina en una de las dos únicas
reseñas:


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

El énfasis en las ‘cosas simples’ es lo que aún une, a pesar del odio aparente, en
un verdadero gesto de amor la poesía del presente con el objetivismo, para el cual
la simplicidad de un objeto era el motivo de distanciamiento de la oscuridad
lingüística de otras poéticas, al tiempo que el motivo de su escritura. (2017).



En este aspecto, la lectura de Juan Laxagueborde coincide con la de Molina:


Si [Garamona] tituló su libro Odio la poesía objetivista es un poco para radicarse
en el homenaje activo a los propios objetivistas … El objetivismo es una tradición
extensa en la poesía argentina y aún se está reescribiendo —como en Garamona,
que tiene de objetivista el desparpajo de decir sin más las cosas, y de subjetivista
la pasión por reírse de ellas—. Entonces el odio es, en Francisco, risa. Es tomar
todas sus lecturas de escuela objetivista —Cantón, Gianuzzi, Bignozzi, Helder,
Prieto, Cucurto…— para pasar del entendimiento a la comicidad. (2016).



Aunque estoy de acuerdo con las lecturas de Molina y Laxagueborde, hay algo de ese odio

que queda desligado en ellas, sin objeto: al traducirlo como amor o humor, su potencia es
explicada y anulada. En lugar de clausurar el odio del título quisiera pensar su funcionamiento
silencioso. En Las vueltas del odio. Gestos, escrituras, políticas, Gabriel Giorgi sostiene que “el
odio es una disputa por lo decible, por los pactos de dicción que definen la posibilidad de la vida
democrática —los lugares de enunciación, de interpelación, de lectura—” (2020, p. 20). Lo que
Giorgi denomina “escrituras performáticas del odio” (2020, p. 21) implica “una redistribución de
voces, objetos, tonos y sentidos” (p. 34). La cuestión, en definitiva, es “qué le hace el odio a la
escritura
, qué potencias activa en ella, cómo transforma sus circuitos, sus escribas y lectorxs, sus
interpelaciones y puntos ciegos” (pp. 35-36).

Bajo estas premisas, el odio vuelve ostensibles dos desplazamientos centrales. Para empezar,
la visión del objetivismo es suplantada por la pasión. Una vez que pasamos por el epígrafe de
Prieto sobre la música y sus cambios, el odio se transforma en oído. Si bien no se trata de un
palíndromo, “oído” aparece en la palabra “odio” cuando es leída en sentido inverso, de atrás
hacia adelante. Quizás así también haya que leer el libro de Garamona. En efecto, el arco se
cierra y recomienza cuando llegamos a la “Nota del autor” incluida al final:



Todos los poemas que integran Odio a la poesía objetivista fueron dictados
personalmente o por teléfono a las siguientes personas: Fernanda Laguna, Javier
Barilaro, Nicolás Moguilevsky, Tálata Rodríguez, Javier Fernández Paupy,
Guillermo Iuso y Fabio Kacero. Agradezco a todos ellos su amistad y
colaboración. El proyecto surgió de la idea de hacer poemas sin inspiración


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

alguna, dejándome llevar por la corriente propia que generaban las palabras. Fue
una especie de experimento que hice con mis amigos desde octubre de 2015 a
febrero de 2016, guiándome bajo la premisa de que la poesía debe ser un acto
experimental y colectivo. (2016, p. 73).



Hay una pronunciación del odio: se dice en voz alta, pero no se escribe. La escritura es el

otro, el que escucha. Aunque Garamona solo declara una parte del circuito compositivo en el
cual la voz se pronuncia como dictado y los otros escuchan el poema. Ahora bien, todo dictum
comporta una transcripción que, en este caso, queda relegada a los amigos. De completar
imaginariamente el círculo del cual esta nota esboza solo su mitad, se supone que los que
escuchan transcriben fielmente el poema y reenvían el texto al autor. En este movimiento, la
autoría misma aparece interrogada: porque el poeta no es el que escribe, sino el que dicta, el que
se hace escuchar. La voz y la escucha componen el arco del proceso poético que desemboca en la
escritura solo como instancia final, como decantación. Sin esa intervención del otro como oyente
no habría odio posible: sin oído no hay odio. Si el objetivismo es oculocentrista1, entonces ese
odio viene a reivindicar el oído como centro del poema: del poema como puesta en foco de cierto
espectro visual, al poema como deriva improvisada de la voz. La escritura ocupa un lugar
meramente instrumental en los procesos que describe Garamona. Por eso, el odio deberá
pensarse como una metodología, como un modo de hacer. Escuchemos:



Deploré siempre por ser padre
a los escritores que en sus libros
mataban a un niño
(igual hay grandes excepciones)
me parecía cobarde, sensiblero,
incluso cursi, además de ser una imagen chota.
La muerte de un niño
siempre es la muerte de un niño.
Pero no sé por qué hablo de esto...
La primera vez que fui padre sentía terror
de que algo así le pasara al fruto de mi descendencia.
Pero pensaba: si yo estoy vivo
y también todos mis amigos
¿por qué no van a estar vivos
los hijos que yo engendré?
Estoy cansado, la inspiración es un mito
que se inventaron los vagos.
El herrero del cementerio
hace cruces de siete de la mañana


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

a cinco de la tarde,
quisiera comprarle una
para clavarla en el aire.
— Dame un pucho, querida amiga...
Odio la poesía objetivista.
Porque siempre pinta una escena
que está predeterminada,
para eso están los pintores hiperrealistas
que además, si tienen suerte,
pueden vivir de su obra.
Yo en vez de vivir escribí que vivía.
(Lo dije en otro libro igual.)
Aunque me divertí bastante,
cogí, fumé, viajé además conocí
a mucha gente interesante
y también me drogué un poco.
¿Un lápiz que no dibuja sigue siendo igual un lápiz?
La belleza es relativa …
Chau amigos, nos vemos en la próxima.
Y a vos te digo: estás solo muchacho,
la demanda es infinita. (2016, pp. 65-67).



¿Qué sucede en el poema? ¿Dónde aparece enmarcado el odio? O, mejor dicho: ¿cuándo

aparece, antes de qué? No se trata de un poema conversacional. Parece más bien una deriva de
tintes psicoanalíticos, propia de la asociación libre: ¿cómo pasar de las reflexiones de un padre
sobre la muerte de un hijo a la poesía objetivista si no es por medio de un salto abrupto? Ese
movimiento está justificado por la idea de parricidio que hilvana de manera latente el poema. A
su vez, las reflexiones sobre la muerte decantan en una especie de “repaso” de la vida y en una
despedida final. No estoy diciendo que el poema no tenga algo de premeditado: digo que asume
la forma de la improvisación, de un decir en voz alta. Deriva, salto y desajuste son la marca
general del libro: abandonar la escena, el marco, el foco. Ahí está puesto el odio como oído: en el
funcionamiento del poema como dispositivo vocal-auditivo que solo en una segunda instancia —
ni siquiera contemplada ni mencionada en la nota final— deviene escritura.

En definitiva, el odio tiene sus razones: por medio del conector causal, se despeja su
motivación. Y ese principio es exclusivamente procedimental: se circunscribe a un modo
específico de escribir poesía basado en el armado de una escena y construido en la relación
“predeterminada” entre lo visible y lo decible como coordenadas compositivas privilegiadas del
poema. Se trata, podríamos decir, de un odio técnico: es esa predeterminación como punto de
partida lo que aparece como odiado, una forma de organización sensible del poema. Por su parte,
el libro propone la suya: los poemas fueron dictados, de manera improvisada, siguiendo “la


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

corriente propia que generaban las palabras”. Ese carácter espontáneo del poema contrasta a su
vez con el fuerte grado de previsión, calibración y ajuste de los poemas objetivistas, muchas
veces programáticos. Por otro lado, es ostensible que el ojo y la mirada ya no son los centros
gravitatorios del poema. La reconfiguración sensible se da, en el libro de Garamona,
principalmente a través del oído. Pasamos del territorio visual como punto de partida del poema
al territorio sonoro, con todo lo que esto implica: impacto en la materialidad del poema, en su
organización, en su lógica sensible.


La escucha amorosa: desafección y sordera


En el libro Poesía y elecciones afectivas. Edición y escritura en la poesía contemporánea,

Luciana di Leone sostiene que los afectos ocupan un lugar preponderante en la poesía de las
últimas décadas. De acuerdo con di Leone:



Se entenderá la noción de afecto en su doble referencia: como afecto y como
sentimiento, para referirse e insistir en su dinámica relacional, por la cual los
sujetos y discursos involucrados son vulnerados, desfigurados y reconfigurados
por esta fuerza que varía continuamente. Por tanto, nos encontramos dentro de un
paradigma en el que la idea de afecto se aleja de cualquier asociación con la
expresión de una interioridad inalcanzable, que marcará la definición romántica y
erudita de la lírica. Por el contrario, el afecto se produce como resultado de una
relación en la que el límite entre el interior y el exterior ya no es determinable.
Consecuencia de efectos del paso de un cuerpo –que bien puede ser una voz, un
texto, un fantasma– sobre otro, de una mutua modificación, no la expresión
unidireccional de un sentimiento más o menos puro. (2014, pp. 31-32). [Mi
traducción].


Para di Leone, la condición de posibilidad del afecto es su potencia de problematización. En

este sentido quise desplegar el odio que aparece en el libro de Garamona, no como la expresión
de una interioridad, sino como un afecto que permite interrogar los modos de escribir poesía en
el presente. Escuchar desde el odio era abrir el poema a otra metodología para así deconstruir el
oculocentrismo objetivista. Desde el odio se escuchaba el motor del poema: el oído del odio
implicaba inconformismo técnico, la impugnación de un hacer determinado y la sustitución por
otro tipo de organización sensible.

Ahora bien, en vos ahora voz, de Franco Rivero, pasamos de los oídos del odio a la escucha
amorosa. ¿Qué permitiría escuchar el amor y cuál es su diferencia con la escucha del odio?
Como veremos, el amor implicará una crisis de la relación misma entre escucha y afectividad.
Precisamente, será por medio de la relación amorosa, de la retención del conflicto, que la


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

imposibilidad de escuchar coincidirá con la desafección. Dicho de otro modo, sin afecto,
parecería no haber escucha sino puro aturdimiento:



un plato
cae

una palabra
también

y se rompe

ruido seco
a herida

entre nosotros

aturde

(2018, p. 17)



En el libro de Rivero, el amor aparece como la imposibilidad de escuchar, un tipo de escucha

atrofiada. La voz de la persona amada, que en el título del libro se anuncia como efecto de una
transformación pronominal, es más bien un fantasma cuya presencia señala el agujero de una
ausencia infranqueable. Si el odio era pura destinación, ese desplazamiento/mutación del vos
hacia la voz habla de lo contrario: la clausura del vocativo, su transformación en una voz
espectral, resonante, a la cual es inútil dirigirse porque ya no responde. La escucha amorosa se
torna así una escucha cuasi-refleja, una escucha que se repliega sobre sí misma. Antes que
escuchar, escucharse:



te gusta
decirme
las cosas

como enseñándome

nunca aprendo
me arrincono


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

no confundas
posición fetal
con
tenés razón

ves
estos ojos
no son
los mismos

ven

voy a cerrar
la puerta
voy a limpiarme
de tu voz
me empecé a escuchar

estoy hablando

(p. 15)



Roland Barthes habla de la escucha amorosa en estos términos: “Tal es el sentido de lo que se

llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un
principio igualitario de repartición de los bienes de palabra” (2002, p. 113). En Rivero, la
escucha amorosa viene a señalar, como imposibilidad, ese “principio igualitario” de la palabra:
“me hablás de pie/ te escucho/ sentado” (p. 14). Por el contrario, lo que deja constantemente
como saldo el aturdimiento, la saturación del oído, es una disimetría elocutiva como signo del
amor no correspondido. Hay que entender esto literalmente como una voz que solo puede
hacerse oír, pero ante la cual no se puede hablar. La voz del amor que aparece en el libro de
Rivero es una voz sorda, una voz sin oídos, la voz del grito:



no sirve hablar

te escucho gritar
e intento
hablar
pero tengo los oídos llenos
de tu voz


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.


y me salen las palabras que querés
no las que quisiera decir
es que gritás guiando
como quien da instrucciones
y solo puedo responder
lo que no quiero

este amor es una trampa
de palabras
nadie sale vivo de eso

(p. 18)



El conflicto amoroso problematiza la posibilidad misma de la escucha desconectada del

afecto: las palabras son trampas, hablar no sirve, los oídos están solapados con una voz que es
puro grito, una voz casi animalizada, refractaria al significado, una voz ruidosa, que no
contribuye a producir sentido. En definitiva, una voz que no puede escribirse: en ningún
momento sabemos nada de lo que esa voz efectivamente dice, porque lo que llega al poema son
sus efectos ensordecedores, su carácter inhibitorio de la audición, su interferencia. La voz del
otro no es una “voz articulada”: los poemas de Rivero nos ponen frente a la crudeza de una voz,
a su espinosa aspereza. Asimismo, el ruido de la voz amorosa modifica la ecualización elemental
del amor. El silencio habla, las palabras son mudas como cascotes con oídos:



tirás palabras

como piedras

soy el blanco

hago eco
del golpe

siento
esas palabras
repicando
dentro
aunque
no las tires


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

más
aunque
me ames

oigo
las palabras
que callé
porque igual
están ahí
escuchan

(p. 13)



Dicho de otro modo: la escucha amorosa exige un replanteo acerca del reparto de esos bienes

elocutivos a los que se refería Barthes. En efecto, Barthes piensa al enamorado como un “oyente
monstruoso, reducido a un inmenso órgano auditivo —como si la escucha misma entrara en
estado de enunciación—: en mí, es la oreja la que habla” (2002, p. 216). Se trata del fenómeno
de resonancia: una palabra resuena dolorosamente en la consciencia del sujeto, dice Barthes. Por
eso, en el libro de Rivero oír —de manera excepcional, cuando se puede— siempre es un acto de
recuperación de lo no-dicho: no se oye lo articulado por las palabras sino lo acallado por ellas, lo
que no llegó a pronunciarse. El silencio adquiere así su densidad táctil: “A veces escucho una
voz/ hago tanto silencio que el aire/ parece una mano/ la siento en el hombro” (Rivero, 2018, p.
54). Este parecería ser el último resquicio de la escucha, una escucha refugiada en sí misma, casi
solipsista, replegada, que solo parece posible en esa relación consigo, con su propio adentro, pero
que recusa toda posibilidad de contacto con el otro y por eso también “monstruosa”:



hice un adentro
en mí
el amor era un afuera
y hablaba

callé
y callar no fue
hacer silencio

te limpié a palabras
que no oías

te dejé a silencios


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.


(p. 39)



La escucha amorosa es, en su reverso, la clausura misma de la escucha como afectividad. Una

escucha desafectada sería, por lo tanto, aquella escucha desligada del otro, un oído que solo
puede hablar, desconectada de toda alteridad, y aun así determinada fantasmáticamente por los
restos de una voz que no contiene ninguna palabra, ningún significante, una voz que es puro
impacto sobre el cuerpo:



medís
el impacto
que tus palabras
habrán hecho
en mí

un suspiro

tres segundos

y hablás

de nuevo

cómo será tu amor
por mí
si calculás
hasta eso

(p. 12)



En el libro de Rivero el amor es lo contrario del afecto: un amor que mide el tiempo, calcula

las pausas, como una especie de aritmética del daño, una voz sin palabras, inaudible en sus
sentidos, cuya recepción solo es posible como piedra, grito, ruido o golpe, al punto de estar
sustraída por completo de toda humanidad. Aunque al final, el derecho inexpugnable de la voz,
su destino último y su redención, sea el canto: “eso sí/ no me pidan que no cante/ aunque mi voz
sea horrible” (p. 47).


La escucha política: médiums y fantasmas


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.


Byung-Chun Han sostiene que “la escucha tiene una dimensión política. Es una acción, una

participación activa en la existencia de otros” (2017, p. 49). Pero ¿qué significa escuchar
políticamente? ¿La escucha política es una escucha amorosa o una escucha del odio? ¿Es sorda o
plena? ¿Involucra al otro o lo excluye? Podríamos releer la definición de “reparto de lo sensible”,
de Jacques Rancière, en clave de escucha:



Es una delimitación de tiempos y espacios, de lo visible y lo invisible, de la
palabra y el ruido, de lo que define a la vez el lugar y el dilema de la política como
forma de experiencia. La política se refiere a lo que se ve y a lo que se puede
decir, a quién tiene competencia para ver y calidad para decir. (2014, p. 20).



Mladen Dolar coincide con Rancière cuando afirma que


la institución misma de lo político depende de una cierta división, una división en
el interior de la voz, su partición. Porque para entender lo político tenemos que
discernir entre la mera voz por un lado y el habla, la voz inteligible por el otro.
(2007, pp. 129-130).



En este sentido, y para empezar, podríamos decir que la escucha política sería aquella que

permite distinguir la palabra del ruido: una escucha selectiva que participa activamente de ese
reparto.

En 2019, Gabriel Reches publicó dos libros en cuya portada no se anuncia como autor de los
poemas, sino como “médium poético”. El autor de Sequía que figura en la tapa es, por el
contrario, Mauricio Macri; mientras que la autora de Una bomba nos está matando a todos es
María Eugenia Vidal. Las dos ediciones se encuentran antecedidas por el mismo prólogo de
Reches:



Hace unos meses, sin proponérmelo, detecté que el presidente Mauricio Macri y la
gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal utilizan sus discursos públicos para
elevar nuestra experiencia perceptiva a través del tráfico encriptado de poemas.
Sus medidas políticas y económicas, sus dislates y declaraciones, no persiguen
otra misión que la de conectarnos con lo inconcebible.

Como lxs viejos cabalistxs, desde entonces, a espaldas de mi familia, dedico
parte de mi tiempo a descifrar la verdad poética que late bajo el aparente vacío
conceptual de sus discursos. Entrecierro los ojos frente a la prosa retórica que


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

obtengo de las páginas oficiales y encuentro aquello que parecía oculto pero, a la
vista de todxs, esperaba ser recuperado. La poesía.

Por respeto a las escrituras de Macri y Vidal, el procedimiento utilizado para la
captura de sentido, es únicamente de extracción. El texto poético aparece por mera
supresión de palabras, sin que agregue una sola letra ni altere el orden de lo escrito
en sus discursos originales.

Hoy estoy en condiciones de presentar los poemarios Sequía, de Mauricio
Macri; y Una Bomba Nos Está Matando a Todos, de María Eugenia Vidal. Habrá
quienes interpreten la publicación como un intento de legitimar a aquellos
gobernantes que, con sus medidas, empujan a la industria editorial hacia la
quiebra.

Con prístina humildad les digo: no soy quien para ocultar, aquello que el azar
me reveló. (2019a, 2019b, p. 5).



Tal y como la entiende Reches, la escucha política procede por extracción y supresión,

fundidas en una misma y única operatoria. A su vez, se define a sí misma como la escucha de
una “verdad poética” subyacente. En otras palabras, la escucha política no sería, de acuerdo con
estos parámetros, la escucha de la política, sino la escucha de la poesía en la política. La marca
de la postura política del mismo Reches queda más que clara cuando se refiere al “vacío
conceptual” de los discursos macristas y a sus “dislates”.

¿Qué significa, entonces, presentarse como “médium poético” o concebir la escucha política
en estos términos? En su libro Resonancia siniestra. El oyente como médium, David Toop habla
de las cualidades espectrales del sonido: “en todo escrito hay voces que moran”, dice Toop
(2016, p. 12). Toda escucha guarda un halo fantasmático que le es propio:



El oído se pone en sintonía con señales distantes, escucha a escondidas a los
fantasmas y su parloteo. Sin ser capaz de escribir una historia sólida, el que
escucha accede al desfasaje del tiempo … el sonido es una resonancia siniestra —
una relación con lo racional y lo inexplicable que deseamos y tememos al mismo
tiempo—. (2016, pp. 11-12).



Y agrega:


Espero mostrar que el sonido —y por sonido entiendo el continuo total del
espectro de lo audible y lo inaudible, incluyendo el silencio, el ruido, el sonido
implícito e imaginado— puede ser identificado como un subtexto, algo oculto por
la incertidumbre de la historia en el interior de los medios silenciosos. (. 18).


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.



Toop parte de la premisa de que todo sonido tiene algo de acusmático, una voz sin cuerpo

visible cuya procedencia o fuente no podemos determinar. “Y es por eso que se hace imposible
distinguir del todo lo que se escucha y lo que se alucina” (p. 20). En este contexto, un “médium
poético” no sería simplemente el que descifra un mensaje encriptado a modo de subtexto: es
también aquel que pone el cuerpo en (el) lugar del fantasma, el que ejerce una escucha alucinada,
a medio camino entre lo real y lo imaginario. Un “médium poético” escucha el inexplicable
parloteo de los fantasmas, su desfasaje. Y, sobre todo: vuelve audible lo inaudible, transforma el
ruido en palabras. En el libro Médiums y fantasmas, Robert Tocquet define al médium de esta
manera:


En la doctrina y en el lenguaje de los espiritistas, el médium es una persona
dotada de poderes paranormales que le permiten comunicarse con el más allá, o
sea, recibir los mensajes de los espíritus … Los médiums suelen dividirse en dos
grandes categorías: los de efectos intelectuales y los de efectos físicos o
materiales. Los primeros poseen, en un alto grado, el don de la videncia, es decir,
la posibilidad de llegar a conocer, de un modo no sensorial, ya pensamientos
normalmente inaccesibles al espíritu, ya cosas sensibles, ya acontecimientos
futuros. (1974, p. 261).



Dice Robert Tocquet:



Cuando se experimenta con un médium extraordinario … se produce con gran
frecuencia ruidos insólitos, que han recibido el nombre de raps. Rap es una
palabra inglesa que significa ‘golpe’ o ‘choque’. Presentan una gran variedad y
van desde el más ligero crujido, hasta el ruido que produce un yunque al ser
golpeado por un martillo. Sin embargo, el tipo ordinario de rap es un golpe seco,
que recuerda el sonido que da la producción de una chispa eléctrica. (p. 47).



La idea del rap es adecuada al tipo de operatoria de Reches en tanto “médium poético”: son

los pequeños golpes secos del discurso los que el poema capta, los choques entre enunciados, las
chispas que producen al sacarlos de contexto y reubicarlos en el poema, los “ruidos” fantasmales
del discurso político transformados en mensajes inteligibles. Pero el “médium poético”, en el
caso de Reches, no se comunica con los muertos si no con los vivos. Sin embargo, al presentarse
como “médium poético” y no como autor, se asume que el muerto es el discurso político mismo,
en su declarado “vacío conceptual”. Si el médium es aquel que pone circunstancialmente el
cuerpo para que los muertos hablen, acá el cuerpo es el poema, entendido como dispositivo de


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

escucha política, instalada en el lugar de un vacío. Pero ¿no sería el médium, en definitiva, aquel
que es hablado por un espíritu? Acá, en cambio, esas relaciones están invertidas: el “médium
poético” parece, al revés, un fantasma alojado en el cuerpo de un discurso vacío. En este sentido,
la escucha política no sería ni traducción ni impugnación de lo dicho sino pura expropiación,
posesión diabólica: un acto de ventriloquismo del discurso del otro.

¿No decía Zelarayán que no existen los poetas sino “los hablados por la poesía” (2009, p. 71)?
Por eso, en el diagrama de Reches, Macri o Vidal son, justamente, poetas: ellos son los hablados
por la poesía. Reches no se presenta como un médium, porque ser médium sería ser poeta, ser
hablado por la poesía. Si Reches se presenta como “médium poético” es porque ocupa él mismo
el lugar del fantasma: un médium y un “médium poético” son cosas completamente distintas. El
médium cede su cuerpo para que los fantasmas hablen. El “médium poético” es un fantasma en
sí mismo, alojado en el cuerpo discursivo del otro. La escucha política es, entonces,
necesariamente, una escucha parlante, una escucha que tacha, sustrae, extrae y dispone en el
espacio del poema lo dicho literalmente, pero editado. “¿Es posible hacer escuchar una
escucha
?” se pregunta Peter Szendy en su libro Escucha. Una historia del oído melómano (2003,
p. 22). Szendy sostiene que las escuchas quedan escritas en algún lado: la escucha es un modo de
apropiación tonal que se ejerce sobre la materia sonora. Convoca, por definición, a un otro que es
escuchado. “No escuchamos como un solo cuerpo: somos dos y (en consecuencia) siempre uno
más” (p. 172). La escucha, por lo tanto, triangula una instancia adicional, complementaria:
hacerse oír.

En la escucha política no es el otro el que escucha, como sucedía en la escucha del odio.
Tampoco es una escucha desafectada, aturdida, que solo detecta ruido. El “médium poético” es
aquel que recibe la voz del otro. Pero no se trata de un receptor pasivo, sino de aquel que, contra
el trasfondo ruidoso de esos discursos, aun puede distinguir palabras, captarlas súbitamente en el
devenir de la interferencia. Y si bien la operatoria de Reches es netamente textual —trabaja sobre
transcripciones publicadas en sitios oficiales— no hay que perder de vista que el discurso
político, como género, tiene que ver principalmente con la voz y con la escucha (ver Dolar,
2007). En el caso de Garamona, el otro era el oyente que escuchaba fielmente el odio, transcribía
procurando respetar el dictando y, por último, devolvía al autor su voz transformada en texto. En
Rivero, la voz del otro era inaudible como palabra: aparecía, por el contrario, como ruido, como
interferencia. En Reches, quien escucha el discurso es el “médium poético”, que se mueve entre
el ruido y la palabra. Escucha, pero no para respetar un dictum. Tampoco se trata exactamente de
lo contrario, porque el prólogo enfatiza que los poemas no solo están hechos de las palabras de
Macri y Vidal, sino que se ha respetado su orden. El trastrocamiento se da por supresión, por los
parpadeos del oído2. A su vez, el método de Reches remite a géneros asociados con lo que
Kenneth Goldsmith llama “escritura no-creativa”: el “blackout poem”, la “erasure poetry” y la
“found poetry”, todas formas de trabajo con la edición por extracción, tachadura o borradura de
textos previos. Escribe Goldsmith: “La reproducción no-intervencionista de textos permite
abordar temas políticos de una manera más clara y profunda de lo que sería posible con una
crítica convencional … La respuesta de la escritura no-creativa sería replicar y recontextualizar,
sin alteración alguna” (2015, p. 131). Y agrega:


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.



En su empleo autorreflexivo del lenguaje del que se apropia, la escritura no-
creativa recibe la política inherente y heredada de las palabras prestadas: no es
trabajo de los escritores conceptuales dictar el significado moral o político de las
palabras de los demás. Sin embargo, el método o la máquina que crea el poema
plantea una agenda política pone en tela de juicio temas morales y políticos. (p.
152).



“Blackout” significa suspensión, pero también apagón, oscurecimiento, desmayo, bloqueo

informativo. Y algo de eso sucede en los poemas: como si, en medio de un discurso político de
Macri o Vidal, el “médium poético” dormitara y despertara solo en las palabras o frases que
levanta al vuelo cada tanto. Por supuesto, nada está librado al azar: hay una búsqueda deliberada
y consciente en cuanto a esas extracciones. Veamos cómo se extraen algunos versos concretos
del primer poema de Sequía:



I
Un sueño de inútiles es excitante
pero no alegra.
Un techo con agua.
Que se multipliquen las fuentes:

(p. 7)



Empecemos con el contexto del primer verso. “Un sueño” está tomado de la siguiente frase de

Macri: “Queridos argentinos: hoy se está cumpliendo un sueño”3. La otra parte del verso se
extrae de acá: “Todo esto reconozco que puede sonar increíble después de tantos años de
enfrentamientos inútiles, pero es un desafío excitante, es lo que pidieron millones de argentinos
que estaban cansados de la prepotencia y del enfrentamiento inútil”. Vayamos al verso siguiente:
“Vamos a trabajar para que todos puedan tener un techo con agua corriente y cloacas”. Sigue así:
“Vamos a cuidar los trabajos que hoy existen, pero sobre todo a producir una transformación
para que se multipliquen las fuentes de trabajo”. Los dos puntos con los que termina el poema
están tomados del pasaje que sigue, dado que el “médium poético” respeta el orden de aparición
de las palabras y los signos de puntuación: “Iba a hacer especial énfasis en otra intención básica
del periodo que hoy empieza: este gobierno va combatir la corrupción”. ¿Cómo opera, entonces,
el “médium poético”? Un techo con agua corriente son dos cosas, podríamos decir, que se
transforman en una: “Un techo con agua”. El “médium poético” condensa, comprime la imagen.
Pero para hacer emerger la precariedad: un techo con agua es un techo roto. Lo que el discurso


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

de Macri introduce como activo, como promesa de abundancia, el “médium poético” lo convierte
en carencia. En el primer verso sucedía algo parecido. “Un sueño de inútiles es excitante”
aparece al tachar la parte “cumplida” de ese sueño, su activo. Al tachar “enfrentamientos
inútiles”, sucede lo mismo: lo que es inútil para el discurso de Macri es útil para el poema y
viceversa. Por eso todo lo que aparece inscripto como activo es sustraído: el “trabajo” es borrado
de la frase “que se multipliquen las fuentes [de trabajo]”. En un contexto de techos con agua, las
fuentes parecen casi una amenaza o una frivolidad. Lo más importante, creo, es el detalle final:
los dos puntos que dan al blanco de la página, como suspendidos al borde de un precipicio vacío.
Dos puntos que no exponen nada, que se diluyen en el final del poema.

Las frases que rearman los poemas del “médium poético” parecen responder a esa perplejidad
con la que Alberto Girri escribe: “Sospechoso. También desconfiaríamos de nuestros argumentos
si llegáramos a oírlos en boca de adversarios” (1972, p. 75). El “médium poético” vuelve el
discurso macrista contra sí mismo. Por eso insisto en que, más que un médium, estamos ante el
diagrama de posesión diabólica discursiva. Leamos, por ejemplo, estos versos: “Todo lo que
alguna vez nos haya confundido/ está en nuestras manos” (2019a, p. 10). Están tomados de acá:
“Desafiemos todo lo que alguna vez nos haya confundido, está en nuestras manos y en la de
todos nosotros superar las situaciones que nos hayan separado”. El “médium poético” es
deliberadamente paródico. Por supresión de una sola palabra, la frase tropieza con su sentido
contrario: en lugar de desafiar la confusión, la confusión pasa a estar en manos del discurso, es
su único activo.

Veamos un poema de Vidal:


VI
Empezamos a pelear
por primera vez con nadie
con un punto muy duro.
Pusimos candados donde no había nada.

(2019b, p. 14)



Los primeros tres versos están tomados de acá:


Empezamos a pelear contra la corrupción y la violencia institucional dentro de la
fuerza … Iniciamos la Reforma del Sistema Penitenciario por primera vez en
democracia. Un tema con el que nadie se había animado con un punto de partida
muy duro.



Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

Y los versos finales, de acá: “Saneamos la Cúpula Penitenciaria, pusimos cámaras y candados
donde no había nada”4.

En este caso, el “médium poético” cambia directamente lo que el discurso identifica como
enemigo: en lugar de la corrupción aparece “nadie”. Los “candados donde la nada” adquieren un
halo casi espectral en el poema: la imagen queda reducida al absurdo.

Sin embargo, el saldo final es, como se declara en el prólogo, poético. Pero ¿qué sería “lo
poético” para estos poemas? En definitiva, la poesía vuelve audible el vacío, la contradicción, el
sinsentido, el absurdo del discurso político. En este punto, escucha política y escucha poética
aparecen solapadas: poesía es un modo, entre otros, de escuchar la política.


Pasajera en trance: escucha, desplazamiento y alteridad


Hasta acá, vimos cómo la escucha aparecía modulada en distintos libros como centro

gravitatorio del poema: el odio, el amor, la política, no eran temas de la poesía, sino formas de la
escucha que, a su vez, remitían a una relación específica con los otros. En su libro Mundos en
común. Ensayos sobre la inespecificidad del arte
, Florencia Garramuño analiza la construcción
del sujeto en la poesía actual para hablar de “post-yoes, esto es, de yoes que se vacían para dejar
entrar un exterior” (2015, p. 95). Garramuño se refiere a percepciones y sentimientos no como
parte de una subjetividad interior, “sino a partir de un afuera que va penetrando en el sujeto” (p.
96). Por eso, habla también de “sujetos destituidos” y de un tipo de poesía que “muestra modos
de relación con el otro ajenos a toda ontología de la individualidad” (p. 104). Dicha destitución
implica ya no la ausencia de un sujeto en el poema, sino “cierto ahuecamiento del sujeto que se
convierte así en espacio hospitalario para la poesía” (p. 115). En este ahuecamiento del sujeto
quisiera pensar la escucha tal y como aparece en estas escrituras: una escucha predispuesta al
lazo afectivo, tal y como lo entiende di Leone, en una trama relacional que modula distintas
formas de la alteridad. Quedaba claro en el caso de la escucha amorosa: cuando se encuentra
desafectada, lo único que recibe es ruido, aturdimiento, grito, la voz deshumanizada del otro, una
voz insignificante, en tanto no comporta sentido alguno, ni siquiera permite articular palabra;
solo es recibida como impacto sonoro sobre el cuerpo. En los otros casos, en cambio, tanto el
odio como la política abrían la dimensión del otro a partir de distintas relaciones con el lugar de
la escucha en el dictado de la poesía.

Martes dedo, de Alfonsina Brión, comienza con la siguiente nota:


Algunos apuntes de los que me llevaron a dedo entre 2011 y 2012 desde la
escuela a mi casa, desde Mayor Buratovich a Bahía Blanca, desde mi pueblo a la
ciudad en la que vivo. Siempre martes. Noventa kilómetros. Distinta gente. (2014,
p. 5).



Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

La asignación de pertenencia o autoría de esos apuntes es ambigua. “Algunos apuntes de los
que me llevaron a dedo” podría leerse al menos de dos formas: como pertenecientes a los otros o
como apuntes “acerca de” los otros. De cualquier manera, el yo queda desplazado de entrada por
la alteridad: escucha y apunte armarán, como veremos, un mismo dispositivo de desplazamiento.



Chico del correo
futbolero, escucha Pearl Jam.
Casi alzamos a uno de Olimpo
Frena, lo mira, lo conoce
se hablan en broma
— sacate la camiseta y subí
— ni loco, llevame así, entendeme que no me la puedo sacar
— ponete algo arriba, una campera
— ni loco, me entendés, no?
— sí, pero yo no te puedo llevar así, me entendés?
— te entiendo hermano
— bueno, nos vemos, abrazo a tu esposa
— dale, abrazo.
Dejamos al de Olimpo en la ruta y seguimos sin culpa,
él porque es muy de la Villa
yo porque la camioneta es cabina simple y me ahorré un upa.

(2014, p. 7)



Así como Reches “editaba” los discursos de Macri y de Vidal, acá también la escucha

funciona como edición, aunque en un sentido completamente distinto. Porque en el libro de
Brión la escucha no busca el trastrocamiento, el traspié, el tropezón. Por medio de la escucha el
poema recompone la experiencia de un vínculo transitorio, que se constituye en el lapso de ese
viaje de noventa kilómetros. La escucha es, en este libro, casi una escucha flotante, un estado de
trance que predispone el oído al ejercicio de apuntalar lo que queda de la experiencia de esos
otros que desfilan por los poemas. En los poemas nunca aparece el discurso directo, solo en el
caso anterior, donde la voz del personaje retratado se dirige a otro. De lo contrario, el poema
sería pura transcripción de lo dicho. Pero es ostensible que el discurso indirecto busca hacer
aparecer la posición del sujeto bajo el diagrama de aquel ahuecamiento del que habla
Garramuño: un hacerse a un lado que no pasa como clausura o desaparición de la subjetividad
sino como desplazamiento o corrimiento. No es casual que la escucha tenga un contexto móvil,
en auto, en ruta, en viaje: ese movimiento habla de una operatoria poética. El viaje circunscribe
el poema, su instancia de recolección de materiales. La escucha viene ya con una edición que la


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

precede, dada por el contexto que obliga a ciertos intercambios, asociados a la “presentación”
mutua:



Beatriz y Fabián.
Padres de chica que vive
en Capital con mi hermana.
Beatriz habla conmigo
Fabián maneja y se ríe.
Me duermo en la entrada a Bahía.
Me han hablado en ese tramo.
Quedo mal.
Me acercan a Alem aunque
van para Viamonte al 300.
Beatriz de perfil se parece mucho a Mica.

(p. 16)



No parece haber un movimiento periodístico de archivo, de grabación y desgrabación. El

género declarado en la nota introductoria es el apunte, pero a la vez no se explicita si esas notas
se toman en presente o después. Todo parece indicar que estamos ante restos auditivos, estelas de
una conversación, lo que queda del viaje y no ante el producto de una toma de notas en acto:
“Me duermo en la entrada a Bahía./ Me han hablado en ese tramo./ Quedo mal”. Hay algo del
trance en el tono de los poemas: el registro y toma de apuntes exigen la vigilia, pero la escucha
flotante admite la posibilidad del sueño, porque los poemas parecen, más bien, notas mentales,
restos diurnos que quedan dando vueltas en la cabeza de la pasajera-poeta. A la vez, nadie se
duerme en el medio de un poema, menos si de lo que se trata es de tomar notas: en ese dormirse
a la mitad del poema aparece escenificado el desvanecimiento de la subjetividad, la caída en la
somnolencia, un estado de trance en donde los otros siguen hablando y eso es, en definitiva, lo
que importa, que la voz del otro emerja en el lugar donde el sujeto se disipa. “Un sujeto que en la
destitución basa la emergencia de la poesía”, dice Garramuño (2015, p. 115). No hay, por
ejemplo, un andamiaje visual fuerte, no hay datos contextuales muy desarrollados, casi no hay
escena: el poema parece más bien perseguir con presteza el sendero de migajas de una escucha
previa. Es la memoria a corto plazo de esa escucha lo que el poema recompone. Esto tiene que
ver con la velocidad, con una estructura mnemotécnica, con su poder de síntesis: nunca es
exacerbado el perfil de los personajes, no funciona como un registro minucioso, sino más bien
como panorámica, aunque tampoco. El poema es un montaje de retazos hilvanados, el tejido de
una escucha:



Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

Dueño de lonería.
Mucha plata, juega golf.
Auto: mismo el Delorean.
No va a más de 100.
Cree que el que va rápido
morirá más rápido indefectiblemente.
Dice que me vaya a Uruguay
o que Gonzalo venga acá.
Dice que se me está pasando la edad
de tener hijos.
Conoce a mi padre, dice que es buen tipo.
Gritamos para hablar porque lleva un vidrio roto.
No le gusta el mate. Le gusta estar jubilado y los nietos.
Me deja en Don Bosco demasiado lejos.
Transpiro caminando, no encuentro parada.
Se me arruga el guardapolvo para arriba.
Sigo a pie.
No sé a cuál casa ir, tengo mitad de cosas en la vieja
y mitad de otras en Cerrito.

(p. 10)



Hay que notar que los dos comienzos coinciden: “Chico del correo/ futbolero, escucha Pearl

Jam.” y “Dueño de lonería./ Mucha plata, juega golf”. La mayor parte de los poemas comienzan
así, componen un personaje en dos versos con sus coordenadas básicas. Gustos, trabajos,
nombres, a veces alguna mínima marca física: “Yolanda y Nicolás/ Profes de música y
educación física.” (p. 12); “Siembra cebolla, se llama Elbio./ Nariz muy extraña.” (p. 13);
“Capitán de pesca que viene de San Antonio Oeste./ Pelo largo y blanco” (p. 14); “Beatriz y
Fabián./ Padres de chica que vive/ en Capital con mi hermana.” (p. 16). Con estos pocos datos, al
poema le alcanza para trazar sus coordenadas: el grado de relación con la pasajera-poeta —si son
conocidos o extraños— y sobre todo cuestiones asociadas al trabajo y a la clase social. Al mismo
tiempo, es interesante cómo los otros componen, en contrapunto especular, un identikit de la
pasajera-poeta: “Dice que me vaya a Uruguay/ o que Gonzalo venga acá./ Dice que se me está
pasando la edad/ de tener hijos./ Conoce a mi padre, dice que es buen tipo”. Con esas
“devoluciones” ya se arma un relato: hay una relación amorosa “a distancia”, hay una “edad”.
Este tipo de construcciones donde el sujeto aparece como efecto del discurso del otro ocurren en
varios poemas:



Pepe o Pepín.


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

Lo conozco.
Me hace acordar a mi abuelo.
Vamos muy despacito y charlando bien.
Me pasa receta de sopa de vegetales.
Perrito cabeceador arriba de la guantera.
Me lleva a casa de favor.

(p. 17)



Mi nombre es el Rey de la Cumbia
Tuvo boliche en los 90.
Trajo cumbieros de todos lados.
Que le ponga azúcar al mate
que para amarga es la vida.
Pinta melanco. Que lo acompañe el sábado
a escuchar Karina sin El Polaco
que se me va a sanar el corazón.
La Nueva Luna al palo.
Sigue para White.
Me deja en la entrada de Colón.
Hay protesta en Petrobrás.
Se escuchan los bombos.

(p. 18)



El sujeto del poema parece un eco del discurso indirecto: es en los acentos, en los subrayados

de la palabra del otro, donde emerge o irrumpe la subjetividad como algo derivado de la
alteridad. “Me pasa la receta de una sopa de vegetales”: este verso habla más de la pasajera-poeta
que del personaje o, en todo caso, habla de ambos en un mismo movimiento. Sucede lo mismo
acá: “Que lo acompañe el sábado/ a escuchar Karina sin El Polaco/ que se me va a sanar el
corazón”. Porque el discurso indirecto lleva las marcas de un diálogo, de un intercambio que el
poema escribe por esa vía. En este caso, se recupera la misma escena de la relación a distancia
que aparecía antes: “Dice que me vaya a Uruguay/ o que Gonzalo venga acá”. Es lo que los otros
dicen de la pasajera-poeta lo que hace que ella se constituya en el poema como efecto retroactivo
del discurso del otro.


Coda: la escucha afectiva


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

Luciana di Leone explicaba cómo las redes afectivas reconfiguran el estado de la poesía del
presente. En este contexto, encuentra un problema que se repite: las voces que atraviesan la
poesía contemporánea ponen en evidencia la imposibilidad de hablar por sí mismas (ver di
Leone, 2014, p. 23). Garramuño percibe el mismo fenómeno: “El sujeto atravesado por el otro …
resulta en figuras de un sujeto ahuecado que hospitalariamente recibe la afección del otro” (2015,
p. 112). La poesía reencuentra su fortaleza en la propia vulnerabilidad: en el hecho de
autogestionar un espacio que aloje las voces de los otros. Hasta acá, la afectividad. En el análisis
que propuse en este artículo la escucha viene a acoplarse a la afectividad para constituir un
agenciamiento: escucha y afectividad quedan enlazadas en el poema y operan en simultáneo.
Quise proponer cuatro escenas distintas en donde se puede ver en concreto cómo la escucha
modifica el afecto y, en sentido complementario, cómo el afecto modifica los modos de
escuchar.

En el caso de Garamona, el odio no podía leerse si no era bajo el interdicto de una alquimia:
transformado en amor, en homenaje, o en humor, en sátira. Sin embargo, al retener el odio como
afecto productivo aparecía el oído como metodología compositiva: el dictado de la poesía. Esto
no equivale a transformar el odio en amistad sino en un procedimiento poético: el odio permite
impugnar una organización del poema basado en la vista y en el ojo y proponer otra, construida
sobre la escucha y las improvisaciones de la voz. Así, por medio del odio transformado en oído,
se delimitaba un quehacer colectivo como tracción del poema. El odio se constituye en la
escucha y en los otros: el poema se dicta y solo después retorna bajo la forma de la escritura del
otro. El odio/oído hilvana ese circuito: es la escucha la que permite descargar el poema al texto y
devolverlo a quien lo pronunció, a su autor. Pero esta devolución modifica la condición autoral:
la escucha es el soporte afectivo del texto.

En vos ahora voz, de Franco Rivero, veíamos un tipo de escucha amorosa desafectada. Esa
desafección nos permitía comprender algo muy importante en la relación entre escucha y afecto.
Sobre todo, porque, al introducir la desafección, los poemas nos ponían ante la clausura misma
de la escucha: como si no hubiera posibilidad de escuchar sin un lazo afectivo, es decir, sin la
trama relacional que abre el afecto a un otro. La desafección modificaba a su vez los repartos de
la voz en la escucha: la distinción entre ruido y palabra, entre voz humana y voz deshumanizada.
La escucha amorosa se erigía como intento por escuchar lo inaudible, por traducir en vano el
aturdimiento producido por un grito. Y en este punto preciso la escucha amorosa servía como
bisagra para dar el salto a la escucha política.

En la escucha política, tal y como aparecía en los libros de Macri y Vidal editados por Gabriel
Reches, confluían los oídos del odio y la sordera del amor: había algo dictado y algo desoído,
inaudible. Escuchar políticamente era habitar el discurso del otro con oído de editor: tachar,
sustraer, borrar, tijeretear las voces políticas opositoras para que aflore en ellas el fantasma de la
poesía. Pero el texto no nos ponía ante un fantasma siniestro sino más bien chocarrero: el
fantasma poético operaba como audífono para escuchar el dislate, el vacío conceptual de un
discurso político.

Por último, Martes dedo, de Alfonsina Brión, proponía la construcción de la subjetividad por
medio de la escucha, esto es: a partir de la palabra del otro. La escucha armaba un espacio de


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

recepción especular en donde la pasajera-poeta no solo era oyente de la palabra del otro, sino que
en simultáneo se hacía presente a través de ella. Escuchar era dar lugar a la alteridad en el
poema, construir un espacio hospitalario hecho de palabras para alojar a la otredad.

En todos los casos, escucha y afectividad se articulan bajo el espectro de un mismo
funcionamiento solidario que tiene efectos formales y compositivos. Si bien el artículo propone
un recorrido por una serie de libros específicos, hay algo que podría pensarse como marca de
época y que surge de los acuerdos, diálogos y consensos en el corpus de textos teórico-críticos:
cada uno a su manera aborda ya sea distintos aspectos de la afectividad —di Leone y Garramuño
y Giorgi— o la escucha —Nancy, Toop, Szendy y Byung-Chul Han— como formas relacionales
que atraviesan un estado de cosas del presente, tanto en términos estéticos como filosóficos. La
poesía no queda afuera de estas preocupaciones. Por el contrario, participa de los
contemporáneos debates al prestar oídos al poema.



Referencias bibliográficas

Barthes, R. (2002). Fragmentos de un discurso amoroso. Buenos Aires: Siglo XXI.
Brión, A. (2014). Martes dedo. Bahía Blanca: Chuy.
di Leone, L. (2014). Poesia e escolhas afetivas. Edição e escrita na poesia contemporânea. Rio

de Janeiro: Rocco.
Dolar, M. (2007). La política de la voz. En Autor, Una voz y nada más (pp.129-151). Manantial:

Buenos Aires.
Garamona, F. (2016). Odio la poesía objetivista. Rosario: Iván Rosado.
Garramuño, F. (2015). Mundos en común. Ensayos sobre la inespecificidad en el arte. Buenos

Aires: FCE.
Giorgi, G. y Kiffer, A. (2020). Las vueltas del odio. Gestos, escrituras, políticas. Buenos Aires:

Eterna Cadencia.
Girri, A. (1972). Diario de un libro. Buenos Aires: Sudamericana.
Goldsmith, K. (2015). Escritura No-creativa. Gestionando el lenguaje en la era digital. Buenos

Aires: Caja negra.
Han, B. (2017). La expulsión de lo distinto. Buenos Aires: Herder.
Laxagueborde, J. (2016). Odio la poesía objetivista. Recuperado de

https://www.revistaotraparte.com/literatura-argentina/odio-la-poesia-objetivista/
Molina, C. (2017). Odiar la poesía objetivista. Recuperado de

https://www.bazaramericano.com/resenas.php?cod=660&pdf=si
Nancy, J. (2007). A la escucha. Amorrortu: Buenos Aires.
Porrúa, A. (2011). Caligrafía tonal. Ensayos sobre poesía. Buenos Aires: Entropía.
Porrúa, A. (2014). La escucha y sus párpados. Badebec, 4(7) 143-158.
Prieto, M. (2006). Breve historia de la literatura argentina. Buenos Aires: Taurus.
Prieto, M. (2014). Natural. Bahía Blanca: Vox.
Reches, G. (2019a). Sequía. Buenos Aires: Vos tampoco vas a ser feliz.


Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. Matías Moscardi, Prestar oídos al poema.
Escucha y afectividad en la poesía argentina reciente, pp. 321-347.

Reches, G. (2019b). Una bomba no está matando a todos. Buenos Aires: Vos tampoco vas a ser
feliz.

Rivero, F. (2018). vos ahora voz. Buenos Aires: Deacá.
Szendy, P. (2003). Escucha. Una historia del oído melómano. Barcelona: Paidós.
Tocquet, R. (1974). Médiums y fantasmas. Barcelona: Plaza&Janes.
Toop, D. (2013). Resonancia siniestra. El oyente como médium. Buenos Aires: Caja negra.
Zelarayán, R. (2009). Ahora o nunca. Poesía reunida. Buenos Aires: Argonauta.

Notas


1 Me remito a las definiciones desarrolladas por Ana Porrúa (2011). Martín Prieto lo resume así: “La entonación
coloquialista, el léxico llano, cierta tendencia descriptiva y un criterio de objetividad en la representación tanto del
mundo físico como del imaginario” (2006, p. 204).
2 Escribe Porrúa: “No existe, entonces, un oído limpio. En la escucha se abre y se cierra un párpado. En la poesía no
todo se escucha. Podemos registrar los momentos o las materializaciones del silencio como abandono de ciertos
sonidos.” (2014, p. 145).
3 Los discursos de Macri se encuentran publicados en el sitio oficial de la Casa Rosada:
https://www.casarosada.gob.ar/informacion/discursos/35023-palabras-del-presidente-de-la-nacion-mauricio-macri-
ante-la-asamblea-legislativa-en-el-congreso-de-la-nacion
4 Los discursos de Vidal fueron recuperados de https://www.parlamentario.com/2018/03/01/el-discurso-completo-
de-maria-eugenia-vidal-en-su-tercera-apertura-de-periodo-ordinario/