Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. María Jesús Benites, El relato y sus paradojas:
memorias en conflictos y cuentos de guerra, pp. 425-429.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v14.n23.41221
El relato y sus paradojas: memorias en conflicto y cuentos de guerra
Nofal, R. (2022). Cuentos de guerra (36 pp.). Santa Fe: Vera cartonera.
María Jesús Benites
Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina
ORCID:0000-0001-6308-1854
Mjesus.benites@filo.unt.edu.ar
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. María Jesús Benites, El relato y sus paradojas:
memorias en conflictos y cuentos de guerra, pp. 425-429.
El libro Cuentos de guerra, de Rossana Nofal, es impulsado por una búsqueda de
sentidos; en él circulan ideas, pero sobre todo modos de contarlas. Cuentos/guerra es el
ensamble que se condensa en las páginas del libro donde se fragua el itinerario intelectual de
Nofal alrededor de esta idea que para cualquiera de nosotros podría pensarse como una
imposibilidad, pero que ella construye como una serie de encadenamientos de las historias sin
sucesiones porque los cuentos pueden modificar las cronologías hasta el punto de suprimirlas.
El cuento de la guerra es para la estudiosa un dispositivo dúctil de lectura que permite
escuchar en un relato conflictos y tensiones. También el cuento es el modo de historizar una
vida, esa historia de una vida que se convierte en una historia contada. El cuento de guerra
encierra, además, las pugnas por el poder simbólico y político de una escritura que se
reconfigura en sus tensiones significantes y, entonces, nuevamente el cuento como un modo de
interpretar la realidad. Contar, fabular, narrar, relatar, referir e inventar son acciones que
convergen cuando hablamos de este tipo de texto y potencian la complejidad de una categoría
heterogénea, campo de batalla de significaciones y opuestos.
“Estábamos en guerra” (Nofal, 2022, p. 11) afirma enfático en agosto de 2008 el
genocida Antonio Domingo Bussi en el marco del juicio civil por el secuestro y desaparición
de Guillermo Vargas Aignasse e instala esa palabra en la espacialidad con los sentidos que,
despóticamente, pretende imponer. La guerra como categoría material y moral de un estado de
lucha, de armas y enfrentamientos se instala en la sala de audiencias y es reforzada en la
instancia de los alegatos: “En Tucumán había una guerra y los militares actuaron en defensa de
la patria” (Nofal, 2022, p. 11). Guerra y patria componen un binomio tenso que enfrenta
discursos en la sala, escenario al que ingresan los testimonios en conflicto, que intensifica la
palabra clave (guerra) con el tono imperativo de la verdad y el poder.
Las teatralidades de las memorias tensionadas durante ese juicio público y oral, el
primero que por crímenes de lesa humanidad se concretó en Tucumán, son asediadas por la
lectura crítica, intensa e incisiva que propone Nofal en este libro trascendente y necesario,
resultado de años de estudio y organización de un vasto corpus y de construcción de categorías
teóricas precisas.
La trayectoria intelectual de Nofal es atravesada por conceptos centrales sobre la
violencia armada y la guerra revolucionaria, tanto en el campo teórico como en el campo de
los objetos, por el modo en que los modelos de lectura inciden en la producción de los
testimonios de la represión. Sus trabajos constituyen un inventario de las representaciones de
las militancias y de la construcción de un imaginario sobre la violencia a partir de los diversos
géneros, como la novela y el testimonio. Las memorias en conflicto, los testimonios del
desgarro y la violencia política en el Cono Sur surcan las sólidas investigaciones de Nofal,
referente insoslayable en el campo.
El libro tiene sus huellas, revelan esas lecturas sedimentadas, las marcas de lo escrito,
de los avances y los cuestionamientos. Impetuosa, la autora enfrenta aquí nuevos desafíos e
incorpora a su repertorio de abordaje escrituras complejas, otros registros de la palabra impresa.
El riesgo es explícito, tomar ese acto de clausura que supone la lectura de una sentencia y,
desde la lógica del detalle, a partir de ese término guerra que la interpela, poner en escena un
relato que tiene que ser contado. En este punto se instala la pregunta sobre la naturaleza de la
gestualidad del testimonio en la sala de justicia y, por otro lado, los modos testimoniales de
contar una vida. Me detengo en ese registro del lenguaje jurídico que es la sentencia y los
testimonios que la sostienen porque, como afirma la autora:
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Recial Vol. XIV. N° 23 (Enero-Junio 2023) ISSN 2718-658X. María Jesús Benites, El relato y sus paradojas:
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Más allá de la lógica del discurso jurídico, más acá de las vidas que se
construyen en las causas, en este escenario, la palabra oral es prueba y en el
transcurrir de los procedimientos de la justicia penal deviene en materialidad de
documento probatorio. (Nofal, 2022, p. 8).
La sentencia, epítome del lenguaje jurídico escrito, reproduce testimonios, voces que
no se pueden intervenir, discurso directo sobre el que un otro arma tonos, recupera silencios,
reproduce lo que debe ser contado y oído. Es, entonces, un documento que se edita, un recorte,
la figuración de un orden. Las preguntas inevitables: ¿pueden recuperarse los gestos?, ¿cómo
representar en una caligrafía legitimada los silencios y las vacilaciones, los trémulos de una
voz?, o, como se pregunta Ana Longino en el poético prólogo que abre el libro, ¿de qué manera
podemos asomarnos al miedo abismal, a la espera incierta?
Sabemos que el discurso jurídico no solo representa un poder, sino que es además un
poder indisoluble de su soporte institucional, es un discurso imponente esencialmente
normativo, performático y operativo, ya que instaura realidades nuevas, modifica lo existente,
impone modelos de conducta, pero también castigos. Es un lenguaje que atenta muchas veces
contra el derecho a entender que tenemos como ciudadanos y ciudadanas. El discurso jurídico
no es simplemente contrastivo o descriptivo, posee la capacidad intrínseca de la acción. Ser
hacedores implica dar una respuesta, reponer algo que falta. En la sentencia, entonces, lo
dicho/lo vivido, esa experiencia comunicable, como acota Nofal, adquiere el estatuto de
existente es, con todo lo que ello implica.
La siempre asombrosa María Moliner afirmaba que quien maneja la terminología tiene
el poder. El encuadre de lo bélico que nuclea el alegato del imputado constituye una retórica
anclada en términos “técnicos”, como si el uso de un vocabulario específico constituyera una
verdad incuestionable: zona de operaciones, estado de sitio, trincheras, allanamientos o
individuos salpican el testimonio pretendidamente hegemónico del acusado. Frente a ese
discurso monolítico de la intolerancia, Nofal empuja los límites e instala la lógica paradojal de
una literatura de la memoria. Es el lado a y el lado b de la sentencia y el alegato. El constructo
de la paradoja se desplaza de la condición de incertidumbre y se traslada hacia las opciones
interpretativas de la realidad.
En el libro, el horror y la utopía que se introduce con el relato diferido de Carmen Perilli
en el marco de la megacausa, palabra que sobrevive, desde un yo, en la lectura literaria de
Improlijas memorias (Colección Almanaque). Más allá del testimonio literal intervenido en la
sentencia, las memorias improlijas instalan las dobles figuraciones de la palabra y la escritura
que indaga el libro porque, para Nofal, hablar de literatura testimonial permite la configuración
de una nueva agenda vinculada a una ficción sobre las memorias en conflicto y la organización
de su poética que trasciende esas formas normatizadas de la sentencia en tanto género
discursivo cerrado y absoluto.
Hay un compromiso claro por trazar nuevos recorridos y derivas que guían los pasos a
otras constelaciones conceptuales donde el archivo, otra de las imágenes poderosas que se
proyectan en el libro, es el lugar donde sobreviven los relatos, pero también es el rincón de los
silencios, de la letra muerta. Como afirma Arlette Farge en La atracción del archivo (1989), el
archivo es la huella en bruto de vidas que de ningún modo pedían expresarse así, es una
desgarradura en el tejido de los días, el bosquejo realizado de un acontecimiento inesperado.
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memorias en conflictos y cuentos de guerra, pp. 425-429.
El archivo no escribe páginas de historia, describe con palabras de todos los días lo irrisorio y
lo trágico en el mismo tono. El archivo, como condensación de significantes, atraviesa, por lo
tanto, la literatura y la historiografía de nuestro continente. Es en el archivo donde sobreviven
diversos sentidos de la ley y del poder, pero también el modo en que se manipula para instalar
desde allí, paradojalmente, el olvido.
El olvido, la violencia, como otro de los modos narrativos que han configurado la
historia y la literatura en América Latina, se expresan metafóricamente en los cuentos de
guerra, categoría que, como afirma la autora, es:
difícil desmentir ya que los autores del género no tienen el mandato de hablar
por delegación de las víctimas y sus familiares; pueden organizar un relato con
la voluntad de iluminar el imaginario del pasado con claves para lo que vendrá.
(Nofal, 2022, p. 17).
Asimismo, la escritura se dirime entre la verdad narrativa y la verdad histórica. En los
silenciamientos del relato, en lo no dicho sobre las desapariciones forzadas, la violencia, los
laberintos de un sistema perverso y represor operan los cuentos de guerra. Ese vínculo
confidente y luminoso de Nofal con la literatura recorre el libro (donde ingresan las lecturas
otras: la de Cien años de soledad, la de la disruptiva Doña Bárbara, la una desconcertante
Virgen de los sicarios). Ese vínculo pone en escena los desplazamientos entre esas escrituras
de la urgencia (el parte de guerra, otro concepto condensador) y el modo en que la lucha armada
interpela la maquinaria de la memoria, la activa, lee los imaginarios revolucionarios y cuenta
su historia apelando a las estructuras narrativas de ese tipo discursivo.
En cada página, la autora enfatiza su certeza en “los cuentos de guerra”, construye una
instancia tan compleja como la judicial, el escenario de la sala de audiencias y el encuentro con
ese veredicto hacedor de justicia como un acto de rememoración. El testimonio se reconfigura,
así, en un relato; los escuchas, en lectores; la sentencia, en ese cuento que refiere una guerra,
el pretendido absolutismo de quienes creen poseer la verdad se reescribe en la culpabilidad y
la condena. Sin embargo, como afirma la investigadora, más allá de la voluntad de la justicia,
la deuda siempre está pendiente porque el delito es del Estado.
La escena inicial, “cuente lo que pasó esa noche” (Nofal, 2022, p. 7), es una invitación
a la reflexión profunda donde se escenifican, desde el estrado y la figura del juez, la
consideración de las historias personales y las formas particulares de transitar esas experiencias
vividas. Cuentos de guerra es un libro seductor que no solo nos interpela con la agudeza de sus
categorías; es, además, un develamiento de la propia autora de lo que la conmueve, de las
preguntas que la interpelan, de la búsqueda de sentidos de la palabra, de su capacidad para
desentrañar y construir conceptos claves que desplieguen nuevos modos de leer críticamente
los soportes en los que se inscriben los cuentos de guerra, las gestualidades infinitas del
lenguaje nunca pensadas como imposibilidad.