Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre 2022) ISSN 2718-658X. Pamela V. Bórtoli, Lenguaje no binario en
las aulas: lo disruptivo de la emergencia social frente al poder de la norma. pp. 338-352.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v13.n22.39628
Lenguaje no binario en las aulas: lo disruptivo de la emergencia
social frente al poder de la norma
1
Pamela V. Bórtoli
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad Nacional del Litoral. Argentina
CONICET
bortoli_p@hotmail.com.
ORCID 0000-0001-8358-693X
Recibido 10/02/2022 Aceptado 02/08/2022
Resumen
Desde hace algunos años, Argentina es uno de los focos de la aparición, en escenarios
diversos, de ciertos usos lingüísticos cobijados bajo el nombre de lenguaje inclusivo. Este
artículo se centra en el campo de los estudios superiores, en tanto se reconoce su circulación
y el numeroso grupo de universidades nacionales que aprobaron su uso a través de
resoluciones de los Consejo Superior y Consejo Directivo. Se parte de la hipótesis de que es
un desafío de las universidades nacionales diagramar una gramática descriptiva que oriente a
quienes deseen usar el lenguaje inclusivo / no sexista y se avanza en una sistematización que
reconoce tres posturas diferentes: por un lado, una «línea de lenguaje androcéntrico»,
apoyada por quienes sostienen la existencia de una lengua pura y se aferran a la norma; por
otro, una «línea de lenguaje binario», conformada por quienes intentan visibilizar a las
mujeres; por último, una «línea de lenguaje no binario», que agrupa los usos que consideran a
todas las personas no subsumidas en la dicotomía masculino/femenino. Se ofrece una
propuesta didáctica que permite abordar esta problemática y pone a disposición herramientas
para decidir o no utilizar un lenguaje no sexista o inclusivo.
Palabras clave: enseñanza; universidad; lenguaje; inclusión; norma
Non-binary language in the classroom: the disruption of the social emergency in the
face of the power of the norm
Abstract
For some years now, Argentina has been one of the foci of the appearance, in diverse
scenarios, of certain linguistic uses sheltered under the name of “inclusive language”. This
1
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article focuses on the field of higher studies, while recognizing its circulation and the large
group of national universities that approved its use through resolutions of the Superior
Council and the Board of Directors. It is based on the hypothesis that it is a challenge for
national universities to lay out a descriptive grammar that guides those who wish to use
inclusive/non-sexist language and advances in a systematization that recognizes three
different positions: on the one hand, a “line of androcentric language”, supported by those
who support the existence of a pure language and cling to the norm; on the other, a “binary
language line”, made up of those who try to make women visible; finally, a non-binary
language line”, which groups the uses that consider all people not subsumed in the
male/female dichotomy. A didactic proposal is offered that allows addressing this problem
and provides tools to decide or not to use a non-sexist or inclusive language.
Keywords: teaching; university; language; inclusion; norm
En el año 2015, gracias a la renovada visibilidad del feminismo en Argentina
1
, se retoman
una serie de debates acerca de las maneras en que el lenguaje configura el mundo. La
discusión ya había sido planteada muchos años antes, en la década del 70, pero se actualizó
efusivamente a partir de los inicios de las discusiones en torno al Proyecto de Ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo en este país. Se dice “efusivamente”, pues el tema
alcanzó un punto tan álgido que empezó a tratarse en los medios masivos de comunicación,
en las clases de todos los niveles educativos y en casi todas las reuniones sociales de
cualquier tipo: de repente, la gramática de la lengua ocupaba el centro de las discusiones más
acaloradas, entre interlocutores de todo tipo y en los escenarios más insospechados. Una
pregunta multiplicaba ecos en todas las direcciones: ¿cómo se relaciona el lenguaje con las
condiciones sexogenéricas de las personas?
El derrotero de estas discusiones todavía no tiene fin. Particularmente, este artículo se
configura a partir de un hecho relevante para la educación universitaria de nuestro país en
relación con este tema: la aceptación de estos usos por gran parte de las instituciones
universitarias de Argentina. El primer impulso surgió de la Universidad Nacional de Río
Negro en 2017 y provocó una suerte de reacción en cadena de resoluciones de diferentes
Consejos Directivos y Superiores que aprobaron la implementación libre y opcional del
lenguaje no sexista e/o inclusivo en producciones académicas, administrativas, técnicas y de
cualquier otra índole que se generen en los claustros docente, no-docente, graduados/as y
estudiantes, tanto de forma escrita como oral. Entre estas instituciones, se cuentan: la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA, la Facultad de Psicología de la UNR, la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de la UNL, entre muchas otras.
En un trabajo anterior, se ha realizado un análisis en profundidad de las resoluciones de
Consejo Directivo y Superior que respaldaron este cambio, junto a una cartografía de las
instituciones que avanzaron en la aceptación de estos usos (Bórtoli, 2023). Entre los
resultados más relevantes de esa investigación, se destacan dos: por un lado, se evidenció qué
entienden las universidades por lenguaje inclusivo, una nominación cuanto menos
problemática en tanto se intenta responder desde qué centro se incluye y a quiénes. Más allá
de esta cuestión, lo cierto es que, en términos generales, hay acuerdo en sostener que el
lenguaje inclusivo es aquel que nombra a las mujeres y a las diversidades sexuales, que
rompe la idea del uso del masculino como universal y neutro, y también aquel que, entre otras
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posibilidades, propone la utilización de las formas en “e” o de la “x” para evitar usar del
masculino genérico. Por otro lado, la investigación mencionada demostró la responsabilidad
de los talleres de escritura académica de enseñar qué es el lenguaje inclusivo al estudiantado:
como su uso es complejo, es un desafío de las UUNN pensar una gramática descriptiva que
oriente a quienes deseen usarlo para hacerlo de manera tal que sus textos sean coherentes y
cohesivos (Pérez, 2020), para que el uso del lenguaje inclusivo no sea una interferencia que
atente contra el sentido de un texto.
Sobre este último punto avanza este artículo, pues más allá de las discrepancias sobre el
lenguaje inclusivo, una cuestión resulta evidente: estos usos existen, se ponen en práctica y es
necesario construir conocimiento acerca de sus implicancias para poder tomar posición con
argumentos sólidos. En esta oportunidad, interesa socializar herramientas conceptuales y
metodológicas desarrolladas en el marco de la cátedra Taller de Lectura y Producción de
Textos Académicos (FCJS-UNL), que pueden servir para habilitar un pensamiento sobre el
propio proceso de escritura en relación con este tema, es decir, que permiten sistematizar qué
posibilidades se disponen cuando se usa el lenguaje.
El propósito de este artículo no es simplemente alentar el uso del lenguaje no sexista o
inclusivo: entendemos su carácter siempre opcional. No obstante, parte de la premisa de que
quienes se desempeñan en instituciones educativas deben habilitar espacios para construir
una competencia metalingüística (Di Tullio, 2005), esto es, una capacidad para reflexionar a
través de un conjunto de conocimientos provenientes de diversas disciplinas lingüísticas y
afines sobre la propia lengua y sus modos de expresión oral y escrita; sobre todo porque es
preciso crear consciencia de que el lenguaje despliega sentidos que pueden contribuir a
sostener o derribar las desigualdades entre los géneros, la segregación, la discriminación o la
exclusión.
En esa dirección y en relación con la problemática del lenguaje no sexista o inclusivo, es
posible reconocer tres posturas diferentes: por un lado, una «línea de lenguaje androcéntrico»,
apoyada por quienes sostienen la existencia de una lengua pura y se aferran a la norma; por
otro, una «línea de lenguaje binario», conformada por quienes intentan visibilizar a las
mujeres pues consideran que en el uso del masculino genérico refuerza las estructuras
patriarcales; por último, una «línea de lenguaje no binario», que agrupa a los usos que
permiten considerar a todas las personas que no se sienten subsumidas en la dicotomía
masculino/femenino.
Como se explicará, lo que subyace a cada una de estas posturas es una concepción de
lengua diferente. Por eso, interesa reponer los alcances ideológicos de cada una, sistematizar
los principales argumentos que la sostienen y también los contraargumentos que la refutan. A
partir de esto, se construye también una sistematización de la red de opciones disponibles que
brinda cada una de estas líneas.
La línea de lenguaje androcéntrico
Lo que esta línea plantea es la interpretación de lo masculino como lo universal. En este
sentido, se afirma que, en nuestra lengua, es correcto y conveniente el uso del genérico
masculino para hacer referencia a un grupo heterogéneo. Se trata de una postura que sostiene
que las palabras con marca de género masculino (profesor, abogado, alumnos, trabajadores
sociales, etc.) no se emplean solamente para referirse a los individuos de ese sexo, sino
también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a la totalidad de
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los individuos de la especie, sin distinción, es decir que, para esta línea, al decir profesores se
abarca también a profesoras.
Este es un uso normativo, regulado y admitido por las instituciones que reglamentan la
gramática. Como es de suponer, esta línea afirma que el lenguaje inclusivo no es económico
ni “natural” en tanto “deforma” la lengua (cf. Bosque, 2012; Escandell Vidal, 2019; Zorrilla,
2019) apelando a la existencia de una lengua “pura”. Sin embargo, a pesar de esa creencia de
una lengua natural o espontánea, lo que investigadoras como Mara Glozman han analizado
con solvencia es que:
la moral de la lengua que opera (…), que resuena transversalmente [cuando se
usa el masculino genérico], tiene poco y nada de espontánea: se fue forjando
desde la década de 1920, a fuerza de discursos e instrumentos destinados a
producir una clase media que supiera diferenciarse de la clase obrera también
en las formas del decir y en los valores (a)signados a esas formas. (2019, p.
100).
Algunas instituciones de mucho prestigio como la Academia Nacional de Educación, la
Academia Argentina de Letras o la Real Academia Española, lingüistas como Concepción
Company Company (2018) o Ignacio Bosque (2012) y también escritores como Mario
Vargas Llosa o Arturo Pérez Reverte se ubican en esta línea de lenguaje androcéntrico. Por
ejemplo, Alicia Zorrilla, la presidenta actual de la Academia Argentina de Letras, argumenta
sobre este uso:
Creo que no debemos deformar la lengua para defender causas. Tenemos que
saber usar las palabras y que nuestros discursos tengan un contenido rico,
valioso para defender causas. La lengua no tiene por qué renquear. Pido que se
enriquezca el vocabulario de todo el mundo y que todos puedan expresar lo
que quieran cada uno es libre pero usando nuestras palabras, sin
deformarlas. (2019, en línea).
Lo que podemos entrever en esta declaración es el presupuesto de que la lengua es algo
que puede “deformarse” y que esas deformaciones harían “renquear” a la lengua, es decir,
vencerse, inclinarse. En este sentido, tanto la Academia Argentina de Letras como la Real
Academia Española rebaten el uso del lenguaje inclusivo, explicando que:
No es esperable que la morfología del español integre la letra “e” como marca
de género inclusivo, entre otras cosas porque el cambio lingüístico, a nivel
gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de ningún colectivo
de hablantes. (Tuit de la RAE, 15 junio 2018).
O incluso: El llamado «lenguaje inclusivo» supone alterar artificialmente el
funcionamiento de la morfología de género en español bajo la premisa subjetiva de que el uso
del masculino genérico invisibiliza a la mujer. (Tuit de la RAE, 7 diciembre 2018). La
oposición natural/artificial conlleva una carga ideológica analizada con solvencia por Lidia
Becker (2019), quien explica como resultado de su investigación que:
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Aunque los residuos del ideologema del lenguaje como “objeto natural”
continúan perpetuándose en los ámbitos más alejados de la comprensión
sociohistórica dentro de las ciencias lingüísticas, numeroses investigadores e
investigadoras han comprobado que el fundamento ideológico de la oposición
contra el lenguaje no sexista no es sostenible desde el punto de vista de la
lingüística teórica (p. 19).
La separación del lenguaje de la comunidad hablante plantea una serie de presuposiciones
relacionadas con la autoridad científica que debe “resolver” si los usos del lenguaje inclusivo
/ no sexista son adecuados o no. En otras palabras, lo que el debate pone en escena es la
potestad que esta la línea de lenguaje androcéntrico tiene sobre la lengua. Es una cuestión de
más larga data, que discute la función de la Real Academia Española como autoridad en
materia de lenguaje. Al respecto, es interesante lo que sostiene Lucía Niklison (2020), desde
una mirada glotopolítica sobre las respuestas de la RAE al lenguaje inclusivo/no sexista:
Lo que está en juego en esta polémica es la autoridad sobre la lengua (…) [se]
ha puesto de relieve que la lengua no es propiedad de unos pocos catedráticos
en Madrid, sino de quienes la hablan. Si bien las transformaciones impuestas
por el feminismo aún encuentran mucha resistencia, y no solo por parte de la
RAE, su mayor logro no es, quizás, el acatamiento moderado, aunque en
constante crecimiento del lenguaje no sexista o inclusivo, sino el mero hecho
de haberse impuesto como un interlocutor a quien merece la pena responderle.
(p. 30).
El análisis de esta línea de lenguaje androcéntrico implica repensar no solamente el rol de
autoridad de instituciones como la RAE, sino también el rol que tienen hablantes de la lengua
en los procesos de cambio lingüístico. En esa dirección, es pertinente retomar que muchas de
las consultas realizadas a la RAE acerca del uso del leguaje inclusivo se han vuelto virales
por tener un tono sarcástico y burlón. A principios del 2019, una consulta en las redes recibía
la siguiente respuesta:
Usuaria: Hola @Raeinforma, tengo un dilema. Hoy hablando con mi peor es
nada, @JPG_music me di cuenta que puedo decir que una correa es negrA,
pero no que es marronA. ¿Por qué? ¿Estamos discriminando a las marronAs?
Gracias por su atención.
RAE: Hay adjetivos con dos terminaciones, como «rojo, -ja», «amarillo, -lla»
o «listo, -ta», y otros de una sola terminación, válida para el masculino y para
el femenino, como «marrón», «azul» o imbécil. (Tuit de la RAE, 20 de febrero
de 2019).
Al respecto, Sara Pérez y Florencia Moragas (2020) sostienen que la estigmatización
mediante la ridiculización es muy frecuente en el escenario digital en las discusiones y
debates referidos al uso del lenguaje inclusivo. Para ellas, estas maniobras de intervención en
el orden discursivo tienen como objeto defender el statu quo.
Más allá de esto, conviene recuperar que para esta línea de lenguaje androcéntrico el
género gramatical no se corresponde con el género o sexo de las personas y que por ello
conviene hacer el uso del masculino como forma generalizadora para referirse a mujeres y a
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varones, pues esto es económico y natural. Lo que no se reconoce, entonces, es una cuestión
muy claramente evidenciada por Santiago Kalinowski cuando protagonizó el debate con
Beatriz Sarlo, en el marco de la octava Feria de Editores, durante 2019. Allí, Kalinowski
explicó que no es posible concebir la lengua como aséptica, inocente o pura: el hecho de que
el masculino genérico se haya codificado en nuestra lengua como natural es el correlato
gramatical de un ordenamiento patriarcal ancestral de la especie. Básicamente, para
Kalinowski el masculino genérico “es universal lingüístico pues la desigualdad es un
universal humano” (Sarlo y Kalinowski 2019, pp. 25). Dicho de otro modo, el debate acerca
de esos usos inclusivo de la lengua permite dimensionar la producción performativa del
lenguaje (Butler, 2004): el hecho de que las identidades son creadas, reproducidas,
negociadas, impuestas o incluso resistidas a través del discurso” (Grad y Rojo, 2008, p. 8).
La línea de lenguaje binario
En relación con esa primera «línea de lenguaje androcéntrico», el colectivo feminista
advierte, desde los años 70, una violencia simbólica que tiene su correlato en el patriarcado.
Básicamente, desde esta posición se argumenta que, si se entiende que lo que no se nombra
no existe, es posible concebir que no es real que el masculino genérico incluye a las mujeres.
Para estas feministas, la masculinización del lenguaje y el uso del genérico masculino no es
otra cosa que una demostración histórica de la dominación masculina.
Como posible solución, se plantean dos tipos de operaciones sobre la lengua, para lograr la
visibilización de las mujeres: una de ellas sigue las normas gramaticales y otra, no.
En relación con las estrategias normadas, se propone el desdoblamiento de sujetos cuando
la situación lo requiere. De este modo, la forma más expandida fue la duplicación de las
fórmulas: los estudiantes y las estudiantes, así como también el uso de barras: las/os
profesoras/es y paréntesis: los (as) trabajadores(as) sociales.
Estas propuestas de visibilización de mujeres tuvieron bastante éxito en el plano social con
el retorno a la democracia. Por ejemplo, el entonces presidente de la nación, Raúl Alfonsín,
se refirió al público, en la apertura del Congreso Pedagógico Nacional mediante la fórmula
Señoras y Señores Representantes” (1988, pp. 50) y más adelante exhortaba a “las
argentinas y argentinos de hoy”. Esto también puede pensarse como un antecedente del
todos y todas” que popularizó años más tarde la expresidenta argentina Cristina Fernández
de Kirchner en sus discursos políticos. Son usos que funcionan amparados por la norma y
permiten visibilizar a las mujeres.
Sin embargo, las corrientes más conservadoras, como las sostenidas por Company
Company
2
, afirman que no son económicas pues exigen duplicar las palabras con bastante
frecuencia. Al respecto, Valeria Sardi y Carolina Tosi (2021) aconsejan considerar que, en
muchas ocasiones se priorizan otros principios por sobre el de la economía, con el objetivo de
producir un determinado efecto de sentido; por ejemplo, en las fórmulas de cortesía se suelen
usar frases largas como ¿Me podrías traer un café?, frente a la breve y económica orden
¡Dame un café! o ¡Un café! Para ser corteses, entonces, podemos optar por diferentes
construcciones y así obtenemos efectos de sentido disímiles.
Respecto del uso del lenguaje inclusivo, sucedería algo similar: para evitar
“dejar afuera” de un enunciado a alguien que no se siente incluido en la
representación binaria, o para visibilizar a una mujer en un grupo, acudimos al
uso de ciertos recursos, aunque estos nos exijan un esfuerzo extra (revisar la
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frase, incluir un desdoblamiento, apelar a una paráfrasis, etc.). (Sardi y Tosi,
2021, pp. 42-43).
Un poco después, y para el plano de la escritura, estas feministas proponen una estrategia
“no normada” para evitar las jerarquías: el uso de la arroba. De esta manera, para la nea del
lenguaje binario, ya no habrá que pensar si primero escribimos profesora o profesor, pues se
escribe l@s profesor@s o l@s trabajador@s sociales. Con esa propuesta, los dos géneros
son nombrados en simultáneo a partir de esa marca gráfica.
Este uso de la arroba está rechazado por la nea de lenguaje androcéntrico, encarnada por
instituciones como la Real Academia Española y explicada anteriormente. No obstante,
quienes proponen su uso coinciden con Minoldo y Balián acerca de que la lengua no es una
foto, es una película en movimiento; y que la Real Academia Española no dirige la película,
solo la filma (2018). Dicho en otras palabras, el lenguaje antecede a las instituciones, por lo
tanto, son las instituciones las que deben adaptarse a los cambios sociales, y no al revés: todo
cambio lingüístico se inicia con una necesidad comunicativa de quienes usan el lenguaje.
Más allá de esto, presenta como dificultad que no puede usarse de modo sistemático, por
ejemplo, no se puede emplear en el caso el alumno o la alumna o el doctor y la doctora, pues
el género del artículo no se marca con el cambio de una vocal. Además, y aunque disuelva la
jerarquía y evite la duplicación, la arroba no es un signo lingüístico ni permite su empleo en
la oralidad. No obstante estas críticas, este uso es bastante frecuente en varias comunidades
discursivas.
En el siguiente cuadro (Figura 1) se ofrecen las herramientas lingüísticas más frecuentes
para esta línea de lenguaje binario:
Figura 1.
Línea de lenguaje binario: herramientas lingüísticas más frecuentes
Línea de lenguaje binario
Usos normados
Uso no normado
Duplicación
completa
Uso de barra
Uso de
paréntesis
Uso de @
El candidato
El candidato y la
candidata
Los autores
Los autores y las
autoras
El candidato
El/La candidata/a
Los autores
Los/as autores/as
El candidato El
(La) candidato (a)
Los autores
Los(as) autores (as)
Los candidatos
L@s candidat@s
Los autores L@s
autor@s
La línea de lenguaje no binario
Las propuestas para usos no binarios son múltiples y surgen al notar que la duplicación, el
uso de la barra o el paréntesis e incluso de la arroba, sostienen un enfoque binario que
visibiliza únicamente a dos grupos: varones y mujeres, y es incapaz de alojar otras
identidades por fuera del binarismo heterocisexista. Los usos que propone esta línea insisten
en la indecibilidad del género, en la imposibilidad de reducirlo a dos categorías estables.
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En esa dirección, las propuestas también pueden clasificarse entre aceptadas por la norma
o por fuera de la norma. Entre las del primer grupo, lo más frecuente, es usar ciertas
estrategias de invisibilización del género que permiten no focalizar en este aspecto del
lenguaje. Muchas de ellas son recomendadas en diversos manuales sobre usos no sexistas
publicados hace más de dos décadas. Es decir, que una de las estrategias más eficaces para
evitar binarizar el género es hacerlo desaparecer. Esto es posible en español, a partir de
determinadas prácticas que permiten mantenerse en el campo de la corrección lingüística. Por
ejemplo, se sugiere el uso de sustantivos colectivos: en vez de decir los estudiantes se
aconseja el estudiantado; o en vez de los alumnos, el alumnado; incluso frente a los jóvenes
se prefiere la juventud.
En esta línea de lenguaje no binario se ubica también la recomendación de realizar
paráfrasis para evitar visibilizar el género. Es decir, se busca reformular lo dicho para
expresar una idea similar, pero con diferentes palabras, que no tengan un sesgo sexista. Por
ejemplo, en vez de decir señores padres se aconseja querida familia o los investigadores
puede reformularse como el equipo a cargo de la investigación.
Para poder realizar estas paráfrasis se propone la eliminación de palabras con marca de
género. Tanto el sustantivo, el adjetivo, el artículo y algunos pronombres llevan marcas de
género por lo que es preciso prestar mucha atención cuando se opta por este uso. Por ejemplo,
en vez de decir Santa Fe tiene más de 3.400 millones de ciudadanos, conviene expresar Santa
Fe tiene más de 3.400 millones de habitantes, pues la palabra habitante” no tiene marca de
género. O en vez de la expresión Tratan de entenderse entre ellos, se prefiere Tratan de
entenderse mutuamente. O incluso, en vez de afirmar Mi docente está muy contento, se
aconseja Mi docente está muy feliz.
En esa misma dirección, esta línea propone suprimir el sujeto mediante elipsis nominales,
uso del pronombre impersonal se o de oraciones en modo imperativo. Estos usos son muy
adoptados para formularios de ciertas instituciones o incluso en la enunciación de decretos,
leyes, normas. Por ejemplo, en vez de aclarar Los interesados podrán autenticar la
documental ante la plataforma electrónica de ANSES puede decirse Se podrá autenticar la
documental ante la plataforma electrónica de ANSES.
Estos usos se configuran como no binarios y se camuflan en la norma. Al respecto, hay
quienes discuten estos usos pues implican la desaparición de conflictos que aparecen en la
superficie del lenguaje. Frente a esto, se proponen otras formas que, por su carácter
desobediente, son más visibles y disruptivas. Estas estrategias se ubican por fuera de la
norma. Al respecto, Luis Paz sostiene que este uso:
…apareció en las bases, en la calle, de la mano de una de las cosas más
saludables e importantes que nos pasaron como sociedad en los últimos años:
el movimiento transfeminista. Primero como código interno, luego rumor, más
tarde tendencia y finalmente costumbre de uso extendido. En muy poco
tiempo, el lenguaje inclusivo parece haberse resuelto como algo inmanente a
las nuevas generaciones, que no se desprenderá y que con el paso de las
próximas décadas solidificará de modos aún difíciles de saber (2020, en línea).
Uno de estos usos es el que sugiere al reemplazo las a y las o que tengan marca de género
con un asterisco o con una x. De este modo, en vez de todos y todas se prefiere tod*s o todxs.
Estos cambios hacen que no sea preciso suponer la autopercepción de género de nadie. Al
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respecto, Mauro Cabral reconocido activista transgénero argentino por los derechos de las
personas intersex y trans—, escribió el poema “¿Por qué el asterisco?” (2011), explicando las
implicancias del uso del asterisco:
Podríamos escribir siempre los.
Podríamos escribir as/os.
Podríamos escribir las y los.
Podríamos escribir las, los y les.
Podríamos usar una arroba.
Podríamos usar una x.
Pero no. Usamos un asterisco.
¿Y por qué un asterisco?
Porque no multiplica la lengua por uno.
Porque no divide la lengua en dos.
Porque no divide la lengua en tres.
Porque a diferencia de la arroba no terminará siendo la conjunción de una a y
una o.
Porque a diferencia de la x no será leído como tachadura, como anulación,
como intersex.
Porque no se pronuncia.
Porque hace saltar la frase fuera del renglón.
Porque es una tela de araña, un agujero, una estrella.
Porque nos gusta. ¡Faltaba más! (…)
Ahora bien,
el asterisco no se impone.
De todas las cosas,
esa.
Esa es la que más nos gusta.
Estas estrategias de desobediencia lingüística han cobrado fuerza, sobre todo el uso de la -
x en la escritura. No obstante, aparece con su empleo un problema: la imposibilidad de ser
usado en la oralidad, pues son impronunciables. Asimismo, personas con discapacidad tanto
visual como auditiva denuncian que tienen dificultades para procesar estos usos.
Si bien es cierto que hay quienes lo emplean solamente en la escritura, otras personas
prefieren “subir la apuesta” de insubordinación: surgió así el uso de la -e como reemplazo de
marca genérica, una letra que contiene, justamente, a todes. Esta línea surgió con fuerza en
ámbitos contraculturales y de activismo político antisexista, desde muy temprano y tomó
visibilidad en Argentina, a partir de 2018. Es un uso que no viene dado por la escuela ni por
la universidad, ni por la academia ni por los medios de comunicación; sino por ciertos
activismos nacidos al margen de los grupos con poder sobre la lengua, como el colectivo
feminista y el LGBTTTIQA+
3
. Como hemos visto, esto ha ocasionado que, frecuentemente,
sea motivo de desprecio y de burlas.
Al respecto, Valeria Sardi y Carolina Tosi (2021) sostienen:
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El lenguaje inclusivo, que puede entenderse como aquel que objeta el
binarismo (masculino- femenino) se gestó a partir de los estudios de género y
la lucha de los grupos de identidades LGBTTIQA+. Si bien en la mayoría de
los países de habla hispana el uso del lenguaje no sexista en inclusivo se ha
limitado a ciertos sectores de la militancia, a los estudios de género y a
ciertos sectores de la administración pública, en la Argentina ha ocurrido otro
fenómeno. A partir de los movimientos de Ni una menos (iniciado en 2015) y
las marchas y discursos que apoyaron el Proyecto de Ley de Interrupción
Voluntaria del Embarazo (2018 y 2020) el lenguaje inclusivo irrumpió en las
voces de lxs manifestantes e hizo visibles identidades hasta ahora soslayadas.
(p. 14).
Por supuesto, este nuevo uso es antinormativo e implica una modificación de la gramática
establecida. Es preciso saber, que cuando se opta por esta línea de lenguaje no binario, se
debe atender a las flexiones de género de sustantivos, adjetivos, artículos y pronombres. Y
que no es preciso modificar los verbos pues no tienen flexión de género. Veamos algunos
casos: en vez de decir Todos tienen derecho a expresarse, esta línea sugiere decir Todes
tienen derecho a expresarse o en lugar de Los compañeros y las compañeras desaparecidos
están en nosotros y nosotras, se recomienda Les compañeres desaparecides están en
nosotres. Nótese que los verbos subrayados no sufren modificaciones.
Pero además de ello, se aclara que el uso de -e implica la creación de pronombres nuevos
o neutros. A continuación (Figura 2), se socializa una propuesta de pronombres “inclusivos”
tomada del Pequeño manifiesto del género neutro en castellano (Gómez, 2016):
Figura 2.
Propuesta de pronombres inclusivos
Singular
Plural
Elle
Elles
Este, ese, aquél
Estes, eses, aquelles
Mie, tuye, suye, nuestre,
vuestre
Mies, tuyes, suyes, nuestres,
vuestres
Primere, segunde, tercere,
etc.
Primeres, segundes, terceres, etc.
Misme, une, otre, ningune,
etc.
Mismes, unes, otres, ningunes, etc.
Quién
Quiénes, cuántes
Quien, le cual, cuye
Quienes, les cuales, cuyes
Fuente: Gómez, 2016.
Como señalan Sardi y Tosi (2021), también es conveniente seguir pensando qué pasa con
otras transformaciones consonánticas. Por ejemplo: simpático, simpática no serán simpátice,
sino simpátique; mago/maga pasará a ser mague; contiguo/contigua será contigüe; entre otros
casos que será preciso atender el contexto cuando así lo demande.
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Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre 2022) ISSN 2718-658X. Pamela V. Bórtoli, Lenguaje no binario en
las aulas: lo disruptivo de la emergencia social frente al poder de la norma. pp. 338-352.
De acuerdo con Lauría y Zullo (2018), la lengua sufre innovaciones continuamente, como
la introducción de neologismos (chatear, clickear, fake, googlear, selfie, etc.) o incluso de
palabras nuevas (la RAE incorporó recientemente agendar, brunch, cumplemés, identitario,
covidiota, entre otras) sin ocasionar grandes controversias. No obstante, el lenguaje inclusivo
resulta diferente, porque es gestado en forma planificada por grupos minoritarios
históricamente marginados y porque se propone más allá de modificaciones léxicas: afecta a
la flexión nominal, es decir, a la gramática, un conocimiento que ha sido históricamente un
límite para la tolerancia a la innovación.
Como ya se ha afirmado, estos usos no binarios se ubican por fuera de la norma
lingüística, no están reconocidos por las instituciones que regulan la lengua, ya que están
centradas en la norma; pero, sin embargo, existen, circulan, se dicen. Y lo que es más
relevante aún, muchas universidades nacionales, los aceptan como parte de los usos de esta
comunidad discursiva (Bórtoli, 2023). Esto demuestra que el lenguaje inclusivo y el lenguaje
académico pueden coexistir, aunque es preciso reflexionar sobre su uso. Para ello, algunas
instituciones proponen ciertas plataformas que pueden colaborar con el uso de esta
adaptación del lenguaje a formas inclusivas como Modii
4
. En el sitio se explica que:
MODII nació como un proyecto de IWORDS Global ante la necesidad de usar
el lenguaje como una herramienta de cambio social. IWORDS Global es una
empresa social con experiencia en derechos humanos, desarrollo y
sostenibilidad. Desde su fundación, la unidad de lingüística se ha
especializado en la prestación de servicios de calidad, con un enfoque
inclusivo y respetuoso.
Incluso también surgió CaDi
5
, para asistir a las personas que todavía no están
familiarizadas con el uso del lenguaje inclusivo o no sexista, incluso para detectar formas en
las que el sesgo masculino se filtra en la redacción propia. Esta plataforma fue creada por un
grupo de investigadoras y catedráticas de América Latina y España y se presenta como una
herramienta simple y novedosa que funciona realizando “traducciones” a lenguaje inclusivo
que ayuda a comunicar de manera no sexista.
En los cuadros (Figuras 3 y 4) que siguen se ofrecen las herramientas lingüísticas más
frecuentes para esta línea de lenguaje no binario, en sus dos variantes: normadas y por fuera
de la norma.
Figura 3.
Línea de lenguaje no binario: herramientas lingüísticas más frecuentes. Usos normados
Línea de lenguaje no binario
Usos normados: invisibilización del género
Uso de
perífrasis
Uso de
sustantivos
colectivos
Eliminación o
remplazo de
sustantivos y adjetivos
con marca de género
Supresión del
sujeto (uso del
imperativo o
impersonal)
La enfermera
el personal de
enfermería
Los alumnos
el alumnado
Estimados estudiantes
Estimables
estudiantes
El alumno deberá
completar la ficha
Complete la
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Estudiantes
ficha, o
Se deberá
completar la ficha
Los científicos
la comunidad
científica
Los ciudadanos
la ciudadanía
El estudiantado se
mostró satisfecho con el
cursado
El estudiantado
mostró satisfacción en
relación con el cursado.
Para la promoción,
el estudiante deberá
aprobar todos los
TP con nota no
inferior a 6 (seis)
Deberá aprobar
todos los TP con 6
(seis) o más para
promocionar, o
Para
promocionar, se
deberá…
Figura 4.
Línea de lenguaje no binario: herramientas lingüísticas más frecuentes. Usos no normados
Línea de lenguaje no binario
Usos no normados: estrategias disruptivas
*
x
e
Los alumnos
l*s alumn*s
Estimado docente
Estimadx docente
Los estudiantes
Les estudiantes
Además de esos usos regulares, es posible detectar en la cotidianidad la presencia de otros
giros lingüísticos que se vinculan con ese uso disruptivo: términos como cuerpas, equipe,
sujetas. En estos casos, se extrema la intervención en la lengua, aparecen nuevas formas
lingüísticas de disenso que funcionan como espacios de puesta en escena de la otredad
genérica y emergen como huellas de la diversidad históricamente soslayada. Tal como
advierten Sardi y Tosi: “Todas esas formas de lenguaje inclusivo generan efectos de sentido
que nos interpelan como hablantes y por eso muchas veces, incomodan y desestabilizan”
(2021, pp. 64).
En relación con todo lo antedicho, es preciso atender dos cuestiones más: en primer lugar,
vale decir que, cuando se usa el lenguaje inclusivo en la academia y más allá de las
aceptaciones que se dieron en el seno de muchas facultades del país, conviene colocar una
nota aclaratoria cuando se opta por su uso en ese ámbito (que, como hemos visto, es un
espacio signado por los usos formales). O incluso, también es posible aclarar algunas
cuestiones si se prefiere usar la propuesta de la línea purista, por ejemplo, haciendo la
salvedad de que no se considera ese uso sexista.
En segundo lugar, se aconseja tender a la unificación, es decir, una vez que se haya
elegido un recurso (como la -x, la -e, el masculino genérico o la duplicación, etc.) mantenerlo
y no alternarlo con otras formas, para que la lectura de la producción sea más clara. Si bien es
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cierto que existen combinaciones posibles (por ejemplo, el uso de sustantivos colectivos y el
uso del morfema -e), es problemático, por caso, el uso combinado de la -e con la duplicación,
porque sus alcances semánticos son distintos.
Consideraciones finales
En este escrito, se realizó un recorrido por las propuestas de las líneas de lenguaje
androcéntrico, binario y no binario, transparentando la concepción de lengua que corresponde
a cada una y sus alcances ideológicos. Además, se sistematizó la red de opciones disponibles
que brinda cada una de estas líneas y las implicancias de su uso, pues como advierte Glozman
(2019, p. 100):
se está gestando un proceso de institucionalización que incluye
reglamentaciones o declaraciones públicas con el fin de dar un marco de
legitimidad a las producciones escritas y orales que incorporan sus formas o
“modalidades”. Se trata de gestos que, frente a las insistencias retrógradas que
desestiman la relevancia del asunto o que combaten la posibilidad de intervenir
políticamente en las esferas del lenguaje, marcan una posición en un escenario
que actualiza aspectos estructurales y estructurantes de la historia de los
debates argentinos sobre la lengua, las academias y la soberanía.
Entendemos que lo aquí expuesto es relevante para las aulas universitarias, en tanto
permite decidir o no hacer uso de un lenguaje no sexista o inclusivo, sobre el acuerdo de
que esta es una decisión política, no solamente lingüística.
Para finalizar, lo que resta por decir es que la manera en que ordenamos el mundo en
categorías y conceptos se vincula con las formas en las que hablamos y escribimos sobre
nuestras creencias, nuestros valores, nuestros pensamientos, las relaciones interpersonales
que tejemos y, a su vez “con los focos de interés en cada comunidad concreta” (Goddar y
Patterson, 2005, p. 20). Ya se ha dicho que, si bien es cierto que la lengua no es una clave
mágica para conseguir un mundo más igualitario, no se la puede negar como un espacio de
disputa. En este sentido, el lenguaje no solo describe la realidad, sino que también la crea, por
lo que es importante pensar qué se quiere hacer con el lenguaje cuando lo usamos.
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advierte-nid2247672/
Notas
1
Es importante destacar que, aunque este artículo se centra en lo acontecido en este país, las discusiones
exceden el territorio argentino: es posible rastrearlas también es países latinoamericanos como Uruguay,
México, Perú, entre otros. También en países como España, Estados Unidos o Alemania, solo por nombrar
algunos. Además, el debate avanza sobre lo que ocurre en otras lenguas, diferentes al español, como inglés,
alemán, francés, italiano. No obstante, diferentes investigaciones han podido determinar que lugares como
Argentina o España se han constituido como focos de discusión muy relevantes para pensar esta problemática
(cf. Sarlo y Kalinowsky, 2019).
2
Al respecto, se aconseja mirar el debate sobre el lenguaje inclusivo, que se llevó a cabo entre Amelia Valcárcel
y Concepción Company Company en el marco del programa mexicano Largo Aliento. Puede consultarse en
https://www.youtube.com/watch?v=3wxU5YQRDhk
3
LGBTTTIQA+: A lo largo de su historia, este movimiento sufr modificaciones en sus nombres, que
visibilizan los cambios de paradigmas. Así, lo que inicialmente se llamó Movimiento lésbico-gay, pasó a
llamarse LGBT. Así, se ha pasado por numerosas adiciones de letras hasta llegar a LGBTTTIQA+ que es la
denominación al movimiento más actual. Implica reconocer a: lesbianas, gays, bisexuales, travestis,
transexuales, transgéneros, intersex, queer, asexuales. Además, este movimiento reconoce su carácter no
cerrado, por lo que agrega el símbolo + pues se encuentra en constante reconstrucción.
4
Para más información ver https://modii.org/quienes-somos/
5
Para más información ver https://lenguaje-incluyente.ibero.mx/