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Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre 2022) ISSN 2718-658X. Soledad Martínez Zuccardi, Provincia y
novela en los inicios literarios de Elvira Orphée: Dos veranos (1956). pp. 291-308.
el afán de “blanqueamiento” de la clase media (en este caso, don Joaquín —cuyos ojos azules
remiten a una procedencia inmigratoria— y su familia, y la maestra, si bien también ella
misma, como Sixto, es de piel más bien oscura, como se alude en otra zona de la novela). Se
trata de un afán que entronca con la pretendida visión de la Argentina como “país blanco”
(Chamosa, 2008), una representación que supone, como se sabe, la violenta exclusión de gran
parte de la población del país.
El Club Social del pueblo es igualmente un ámbito de incomodidad y vergüenza, no solo
para Sixto, también para don Joaquín y su familia. Al Club acuden todos los domingos, pero
ninguno sabe cómo comportarse. Se sienten incómodos, obligados a imitar conductas y
mostrar que están pasándola bien. Al ser saludado por “el diputado”, don Joaquín ya “no
parece tan arrogante como en su casa; trata de contestar con desenvoltura y, aunque palmea la
espalda del otro, los niños perciben su confusión” (61). Al ver que su padre “se inmoviliza en
la entrada del Club … de nuevo intimidado por la gente”, Teresa grita que encontró una
mesa, “para ocultar su turbación” (62). Los niños fingen euforia y entusiasmo, ignorando la
causa de su desazón: “¿Cómo un día domingo puede dejar esa tristeza?” (62).
El único espacio vivido con plenitud es, según lo anunciado, el río, adonde van a bañarse
los chicos (los cuatro hermanos y Sixto) una siesta de calor. Allí no hay humillación ni
incomodidad sino una sensación de desafío y libertad: “Sus caras muestran la obstinación de
los que han decidido saltar cualquier obstáculo. No hablan. Tienen el paso de capitanes
vencedores y lo saben. … Quieren ser admirados” (99). Además, el río es el ámbito donde
surge la sexualidad incipiente de Sixto y Lala. Es una sensación nueva para el chico: “Por
primera vez Sixto pierde conciencia de sí mismo; algo ha brotado espontáneo y ha actuado
libremente dentro de él. … ¡Vivir así en todo! ¡Poder gritar, poder saltar, poder reír! Poder
hacerlo sin saber que está fingiendo” (105).
Este pueblo imaginario de Dos veranos puede ser vinculado con el cronotopo de la
“pequeña ciudad provinciana”, característico, como ha estudiado Mijail Bajtin, de la novela
europea del siglo XIX. Bajtin se refiere en particular a la variante flaubertiana, cuyo epítome
sería Madame Bovary y su tiempo cíclico de la vida cotidiana: un tiempo “denso y pegajoso”,
carente de acontecimientos, con su ritmo marcado por las rutinas y la repetición de lo
corriente (1975/1989, p. 398). En la novela de Orphée, el ritmo del tedio impregna el texto,
en especial el comienzo y el final. Son numerosos los ejemplos que sugieren el tiempo cíclico
de la vida en el pueblo, hecho de días que se repiten, de monotonía y aburrimiento: “El día
comienza, igual a otros, tedioso”, piensa Sixto al comienzo de la novela, antes de ir a atender
a la señora, cuyo calmo reproche es “el mismo todos los días” (24, cursivas agregadas). La
simulada pelea entre ambos, cuando Sixto masajea las piernas de ella con el ungüento, “se
repite a diario; se ha convertido en un rito” (25, cursivas agregadas). “Toda la mañana
trabaja con desgano y sin prolijidad, como siempre” (30, cursivas agregadas). Por su parte,
Don Joaquín, casi por aburrimiento, por cortar la rutina, inicia una relación con la maestra de
la escuela, a quien ni siquiera considera demasiado atractiva. Pero una vez pasada la novedad
del deslucido romance, vuelve el “antiguo tedio” (126). A tal punto nunca acontece nada en
el pueblo, que Teresa, la hija mayor, fantasea con volver un día a casa y que todos estén
muertos, por asesinato o envenenamiento: “No estaría mal que algo así, terrible, introdujera
alguna variedad en su monótona vida y la convirtiera en personaje” (74).
El cronotopo de la pequeña ciudad provinciana tiene, para Bajtin, su variante “idílica” en
la novela regionalista (1975/1989, p. 398). Pero, y al igual que en el caso de Madame Bovary,