Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre, 2022) ISSN 2718-658X., Aymará de Llano, Elena Altuna, caminante
de la crítica literaria. pp. 247-251.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v13.n22.39622
Elena Altuna, caminante de la crítica literaria
Aymará de Llano
Celehis
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
aymara.dellano@gmail.com
ORCID 0000-0002-2974-0665
Recibido 28/08/2022 Aceptado 23/09/2022
Resumen
Esta nota refiere, en principio, el recuerdo de la figura de Elena Altuna en encuentro con la
autora. Luego, retoma categorías de análisis y del estilo de su escritura, que Altuna acuñó y
desarrolló para sus trabajos sobre la literatura colonial, en sus trabajos críticos sobre la literatura
latinoamericana contemporánea.
Palabras clave: Elena Altuna; caminantes; sujeto migrante; testimonio; crónica; crítica
literaria
Notes on Elena Altuna, walker of literary criticism
Abstract
This note refers, at first, to the memory of the figure of Elena Altuna in a meeting with the
author. Then, it takes up categories of analysis and the style of her writing, which Altuna coined
and developed for her works on colonial literature, in her critical works on contemporary Latin
American literature.
Key words: Elena Altuna; walkers; migrant subject; testimony; chronicle; Literary criticism
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Nostalgia
El mejor recuerdo que tengo de Elena Altuna es su imagen caminando en Cuzco, donde nos
cruzábamos en 1996, “pateando piedras”, como ella decía. Las dos estábamos, por diferentes
motivos, estudiando la literatura andina y comprando vorazmente bibliografía. Aunque ambas
de Argentina, Salta y Mar del Plata están a distancia considerable como para no vernos con
frecuencia, pero solíamos encontrarnos también en congresos, defensas de tesis y otras
reuniones académicas. No obstante, cuando se la nombra, siempre acude a la imagen
cuzqueña, en la Plaza, caminando en diferentes direcciones, cruzándonos.
Caminantes
El título que elegí es una alusión no solo a nuestros encuentros caminantes cusqueños, sino
a su estudio, El discurso colonialista de los caminantes (Siglos XVII-XVIII). En dicho texto
habla del libro colonial como exponente de la suma del saber, regulando lo dicho y sugiriendo
un archivo, que lo conjetura, a nivel simbólico, como conservación y transmisión de memoria
cultural. Su estudio reúne esas características y lo veremos también en su crítica sobre autores
del siglo XX. En estas breves notas esbozaré líneas de trabajo percibidas en mi lectura crítica
de los textos contemporáneos que remedan el trabajo profundo de Altuna sobre los textos
coloniales. Es notable cómo se evidencia su entrenamiento en el discurso colonial y cómo ese
trabajo de aristas filológicas se revierte, con la agudeza de la crítica contemporánea, en estudios
de autores coetáneos a nuestras vidas. Por otro lado, Altuna afirma que el camino es un
dispositivo ordenador de los textos (de ahí que le interesen especialmente los relatos de viajes),
un elemento de inteligibilidad con el que el lector arma un mapa imaginario. Así aparecen, en
ese mapa, los testigos de lo ocurrido y el caminante se focaliza en su trayecto describiendo un
itinerario, de ese modo puede dar cuenta de la heterogeneidad y la migración. Elena hizo su
camino entre los textos coloniales y los del siglo XX, construyendo su trayecto. Intentaré señalar
algunos hitos de ese itinerario.
Trabajo crítico
Como he observado, Elena trasvasa modos de leer los textos coloniales y esas estrategias le
permiten abrir los textos contemporáneos en otras dimensiones. Acostumbrada a maniobrar los
textos del siglo XVI al XVIII, dirigidos a la metrópolis, los discursos son estudiados como objetos
simbólicos operantes en el sistema del Estado. Esto implica posicionarse desde una mirada
panóptica, observando el sistema literario en torno al régimen estatal. Está entrenada para
captar lo contestatario; de ese modo, entra en La tortuga ecuestre, de César Moro, leyéndolo
como impugnación del surrealismo en el contexto cultural peruano, rompiendo con el
ideologema de la tradición. Al entender la situación colonial en tanto mecanismo de control,
pudo interpretar el surrealismo de Moro como un duro golpe a esas estratagemas del
conservadurismo limeño. De tal modo, analiza el título del poemario como imagen surrealista
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que desacraliza la realidad limeña, a la que también ve emblematizada en el piano del primer
poema, que simboliza la decadencia. Nos deja oír el texto de otro modo, basándose en una
figura retórica, la geminatio, logra encontrar el juego de la iteratividad en los poemas de Moro
desde un lugar otro, además de establecer relaciones con la cultura medieval. Lee a contraluz
el texto y surge de ello un sentido diferente, un trabajo con los discursos que remedan el modo
de trabajo de Cornejo Polar, a quien Altuna respeta y de quien toma conceptualizaciones
enriquecedoras para su crítica, como la de sujeto migrante y heterogeneidad.
En su trabajo sobre Pedro Lemebel, Elena muestra su discernimiento sobre la crónica al
enunciar razones de su resurgir en el siglo XX: La vivencia de una temporalidad acelerada
amenazando borrar las huellas de la memoria más reciente, tanto como la necesidad de
testimoniar estos cambios, han conducido a una renovada emergencia de la crónica en el campo
literario latinoamericano (Altuna, 2016c, p. 115). Nuevamente, acaece la necesidad de
testimoniar, que se manifiesta en textos relativamente breves, respecto de las crónicas del
pasado, contradiciendo al poder. Como trabajo de memoria, la crónica funciona a contrapelo
de los discursos hegemónicos: dictaduras, Pinochet, en el caso del escritor chileno. En esto,
como hemos visto, Elena es una avezada crítica para afirmar que estas nuevas crónicas
representan la “resistencia ante las amnesias colectivas y como alternativa ante la seducción de
lo pasajero(p. 116). Desde esas premisas, nuestra crítica salteña entra en las crónicas de
Lemebel desentrañando las huellas de la oralidad, la memoria vivida y la subjetividad. Le
interesa el pasaje y contacto en la geografía urbana, en cuanto a la contrastación centro-
periferia, de ahí que estudie la noción de territorio, ya examinada en las crónicas de caminantes
coloniales, en donde dilucida que el territorio se coloniza por ocupación efectiva, pero también
por escritura (2002, pp. 223-230; el resaltado es mío). Este es un hallazgo crítico, en mi
opinión, relevante porque toma en cuenta y reposiciona al texto escrito, cuestión que, luego,
también revisa en las crónicas de Lemebel, entre otras.
El modelo descriptivo o la mirada descriptora en relatos y crónicas del siglo XVII al XVIII le
llama su atención porque observa que esa literatura de viaje se convierte en modelo de lo
administrativo y, así, sobre la base de ella, se redactan las Cédulas Realas y los interrogatorios.
Por otro lado, ese modelo descriptivo infiltra el territorio también armado por los mapas. Este
modo de mirar se evidencia cuando aparece la autobiografía, desde la línea de trabajo de Sylvia
Molloy, en las aproximaciones a Reinaldo Arenas en Antes que anochezca. Es una nueva
mirada descriptora que revisa los temas axiales como la niñez, el erotismo, la homosexualidad,
la violencia, la naturaleza, el mar, la escritura, la figura de la madre y la familia, los mentores
de su obra [la obra de Arenas], los amigos entrañables, los traidores, el exilio” (2016a, 47).
Elena describe el itinerario de vida de Arenas y demarca hitos vinculados con la revolución, su
exilio y su escritura; siempre relaciona los episodios de su vida personal con la historia política
y social de Cuba.
Desde otro ángulo, y atendiendo a un rasgo de estilo, el auto-inquirirse es frecuente en sus
trabajos; no se trata de preguntas retóricas porque en el desarrollo del artículo va
contestándolas. Son indagaciones que se hace a misma para avanzar en la investigación y
que, al mismo tiempo, le sirven de guía al lector. Así, en su trabajo “La partida inconclusa:
indigenismo y testimonio” (2008), uno de los autores estudiados es José María Arguedas. Su
hipótesis es que la última producción del autor difiere del indigenismo ortodoxo para iniciar un
giro testimonial, ya que Altuna periodiza esta etapa como neo-indigenista desde 1970 a 1980,
en especial, con la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, publicada en 1971. Estas
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nociones fueron desarrolladas posteriormente en un seminario que dictó en 2013 en la
Universidad Nacional de Salta (cfr. Referencias bibliográficas al final). Si volvemos a las
preguntas mediante las que se replantea cuestiones inherentes al armado de la última novela de
Arguedas, advertimos un replanteo sobre la difícil tarea de construir un artefacto novela que
cuenta también del desconcierto experimentado a partir de la modernización, diría yo, más que
modernidad, que implica una larga duración.
¿Cómo se otorga forma novelística a este amasijo de la modernidad que
representa Chimbote, su organización económica, política y social, la
circulación del dinero, las mafias, la llegada de migrantes que, a esas alturas, se
deben contentar con trabajos eventuales; en fin, cómo surge una nueva e
inestable identidad “barrial”? (2008, 127).
Altuna capta así el dilema ante una novela que la crítica temprana calificó de inconclusa por
no aceptar su estructura dislocada y fragmentaria entre los Diarios y los Hervores, que podemos
describir como capítulos sobre la diversidad migrante en Chimbote. En este artículo, la noción
de sujeto migrante, acuñada por Antonio Cornejo Polar y ampliada, luego, por Julio Noriega
Bernuy, le da herramientas para que ella pueda seguir los itinerarios descriptos en el discurso
arguediano aparentemente caótico.
Coda
En su ensayo, La retórica del desagravio, Elena expone una situación agraviante denunciada
en el memorial para que el destinatario, si cabe, otorgue la reparación. Las autoridades del
imperio son los destinatarios, entonces, la posibilidad de solventar dicho agravio depende del
ellos. Esa lógica, el mandato de escritura y la delegación de la palabra como voluntad imperial
de representación en las colonias, habilita a establecer relaciones perspicaces con las lecturas
interpretativas actuales. El análisis de Altuna basado en potentes figuras retóricas da prueba de
sus hipótesis e inducen a pensar en la crítica literaria, en cuanto modos de operación con los
discursos performativos, y hasta en cierto grado, convirtiendo al discurso crítico en un modo
de hacer cosas con palabras, remedando a Austin.
La idea de que el estudio del pasado es necesario para comprender el presente es ya un lema
vigente, iniciado desde los estudios históricos, pero luego resignificado desde otras disciplinas
como el psicoanálisis, por ejemplo. En uno de sus trabajos incluidos en el libro Vertientes de
la contemporaneidad, Altuna aborda la novela Claridad tan obscura, del escritor arequipeño
Carlos Herrera, en donde se alternan dos historias, una novelada personal y otra sobre un
sacerdote jesuita. Esta novela parece escrita a la medida de su crítica; se mueve en ambas
historias y entre documentos de la Compañía de Jesús con suma maestría. Lo más significativo
de ese trabajo es la frase final en la cual insiste en la complementariedad de ambas historias
narradas y acota su “convicción de que el pasado no está clausurado sino siempre sujeto a
nuevas interpretaciones, desde un presente en el que no cesa de incidir” (p. 91). En este
Homenaje también revisitamos su obra, su apacheta, que no está consumada y que continúa
proliferando sentidos.
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Referencias bibliográficas
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Michigan: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polary Latinoamericana
Editores.
Altuna, E. (2005). Retórica del desagravio. Tópicos de seminario, (14), 15-32.
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Altuna, E. (2013). Seminario Indigenismo, neoindigenismo, testimonio: acerca de la
heterogeneidad sociocultural en el área andina. Siglo XX. Recuperado el 29 de
septiembre de 2022 de
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Campuzano (Comps.), Vertientes de la contemporaneidad: géneros híbridos y nuevas
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