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Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre, 2022) ISSN 2718-658X., Aymará de Llano, Elena Altuna, caminante
de la crítica literaria. pp. 247-251.
que desacraliza la realidad limeña, a la que también ve emblematizada en el piano del primer
poema, que simboliza la decadencia. Nos deja oír el texto de otro modo, basándose en una
figura retórica, la geminatio, logra encontrar el juego de la iteratividad en los poemas de Moro
desde un lugar otro, además de establecer relaciones con la cultura medieval. Lee a contraluz
el texto y surge de ello un sentido diferente, un trabajo con los discursos que remedan el modo
de trabajo de Cornejo Polar, a quien Altuna respeta y de quien toma conceptualizaciones
enriquecedoras para su crítica, como la de sujeto migrante y heterogeneidad.
En su trabajo sobre Pedro Lemebel, Elena muestra su discernimiento sobre la crónica al
enunciar razones de su resurgir en el siglo XX: “La vivencia de una temporalidad acelerada
amenazando borrar las huellas de la memoria más reciente, tanto como la necesidad de
testimoniar estos cambios, han conducido a una renovada emergencia de la crónica en el campo
literario latinoamericano” (Altuna, 2016c, p. 115). Nuevamente, acaece la necesidad de
testimoniar, que se manifiesta en textos relativamente breves, respecto de las crónicas del
pasado, contradiciendo al poder. Como trabajo de memoria, la crónica funciona a contrapelo
de los discursos hegemónicos: dictaduras, Pinochet, en el caso del escritor chileno. En esto,
como hemos visto, Elena es una avezada crítica para afirmar que estas nuevas crónicas
representan la “resistencia ante las amnesias colectivas y como alternativa ante la seducción de
lo pasajero” (p. 116). Desde esas premisas, nuestra crítica salteña entra en las crónicas de
Lemebel desentrañando las huellas de la oralidad, la memoria vivida y la subjetividad. Le
interesa el pasaje y contacto en la geografía urbana, en cuanto a la contrastación centro-
periferia, de ahí que estudie la noción de territorio, ya examinada en las crónicas de caminantes
coloniales, en donde dilucida que el territorio se coloniza por ocupación efectiva, pero también
por escritura (2002, pp. 223-230; el resaltado es mío). Este es un hallazgo crítico, en mi
opinión, relevante porque toma en cuenta y reposiciona al texto escrito, cuestión que, luego,
también revisa en las crónicas de Lemebel, entre otras.
El modelo descriptivo o la mirada descriptora en relatos y crónicas del siglo XVII al XVIII le
llama su atención porque observa que esa literatura de viaje se convierte en modelo de lo
administrativo y, así, sobre la base de ella, se redactan las Cédulas Realas y los interrogatorios.
Por otro lado, ese modelo descriptivo infiltra el territorio también armado por los mapas. Este
modo de mirar se evidencia cuando aparece la autobiografía, desde la línea de trabajo de Sylvia
Molloy, en las aproximaciones a Reinaldo Arenas en Antes que anochezca. Es una nueva
mirada descriptora que revisa los “temas axiales como la niñez, el erotismo, la homosexualidad,
la violencia, la naturaleza, el mar, la escritura, la figura de la madre y la familia, los mentores
de su obra [la obra de Arenas], los amigos entrañables, los traidores, el exilio” (2016a, 47).
Elena describe el itinerario de vida de Arenas y demarca hitos vinculados con la revolución, su
exilio y su escritura; siempre relaciona los episodios de su vida personal con la historia política
y social de Cuba.
Desde otro ángulo, y atendiendo a un rasgo de estilo, el auto-inquirirse es frecuente en sus
trabajos; no se trata de preguntas retóricas porque en el desarrollo del artículo va
contestándolas. Son indagaciones que se hace a sí misma para avanzar en la investigación y
que, al mismo tiempo, le sirven de guía al lector. Así, en su trabajo “La partida inconclusa:
indigenismo y testimonio” (2008), uno de los autores estudiados es José María Arguedas. Su
hipótesis es que la última producción del autor difiere del indigenismo ortodoxo para iniciar un
giro testimonial, ya que Altuna periodiza esta etapa como neo-indigenista desde 1970 a 1980,
en especial, con la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, publicada en 1971. Estas