Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre, 2022) ISSN 2718-658X. Viaje, crítica y deconstrucción: La
extranjería argentina, de Marcos Seifert, pp. 372-376.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v13.n22.39621
Viaje, crítica y deconstrucción: La extranjería argentina, de Marcos
Seifert
Seifert, M. (2021). La extranjería argentina. Una literatura entre la pertenencia y el
extrañamiento (345 pp.). Villa María: Editorial Universitaria Villa María (Eduvim).
Facundo Gómez
Universidad de Buenos Aires, Argentina
gomezefacundo@gmail.com
ORCID: 0000-0002-2616-4834
Recibido 12/09//2022 Aceptado 30/10/2022
Ante un horizonte saturado de contemporaneidades post, La extranjería argentina. Una
literatura entre la pertenencia y el extrañamiento, de Marcos Seifert, se constituye como
una intervención de relieve. La obra ensaya un ejercicio de interpretación que jerarquiza
las posibilidades de la crítica literaria en tanto disciplina para revisar tradiciones y
cuestionar discursos sin borronear, desplazar o relativizar el objeto de estudio. A partir de
un detenido trabajo de reflexión teórica, el libro se enfoca en la lectura de textos literarios,
indaga con herramientas metodológicas propias del área y despliega una argumentación
precisa que nunca deja de prestarle atención a la hechura artística del lenguaje. Si en las
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últimas décadas se percibe en el medio académico cierto asedio constante contra la
especificidad literaria considerada perimida, exhausta, el trabajo de Seifert reivindica
la potencialidad de la forma narrativa y de la escritura crítica para pensar desde la ficción
imaginarios y conflictos culturales en tiempos de globalización y crisis civilizatorias.
La extranjería argentina analiza producciones que representan viajes, exilios y
migraciones y se interroga acerca de cómo estas ficciones recrean estéticamente
experiencias de “extranjería”, contactos multiculturales y modos de narrar el
desplazamiento y el desarraigo. En este sentido, la globalización en tanto fenómeno se
impone como marco de referencia general y como desafío central ante el cual los textos
trazan sus particulares intervenciones.
¿Cómo abordan las letras argentinas, desde los últimos años del siglo XX, el
traslado al exterior, el cruce de fronteras, la itinerancia internacional en un mundo
hiperconectado y arrasado por la lógica cultural del neoliberalismo? ¿Cómo escribir
acerca de un tópico central en el canon nacional, que se transforma y reformula ante los
nuevos conflictos y dilemas de la escena mundial? La atención puesta sobre la
globalización y los cambios culturales de la contemporaneidad es uno de los grandes
aportes del libro, ya que anuda el distintivo carácter cosmopolita de las letras argentinas
con los desafíos por interpretar los procesos transnacionales y sus consecuencias en
espacio, sujetos y lenguajes.
La noción de “extranjería” es el prisma a partir del cual se revisan los textos. Se
trata de una construcción teórica que subraya el carácter de extrañamiento y distancia
tendido por las ficciones entre el sujeto que se desplaza y las sociedades con las que
interactúa. El concepto es también pensado como cierto “umbral de extrañeza”, “un
espacio de fluctuación entre lo invisible, indecidible e inclasificable y lo reconocible,
nombrado y categorizado” (Seifert, 2021, p. 24). Se evidencia así una orientación crítica
que concentra sus esfuerzos en leer la desestabilización, el juego y la puesta en duda de
nociones caras a las letras nacionales, tales como la pertenencia, la tradición, la lengua.
La extranjería argentina se divide en dos partes. La primera, “Variaciones del
extrañamiento”, indaga las operaciones ficcionales que enfatizan el aire de extrañeza
producido por el viaje y el asentamiento fuera de las fronteras argentinas. La segunda
parte se titula “Variaciones de la política” y se focaliza en el cuestionamiento de los
relatos frente a los discursos hegemónicos sobre la globalización.
El primer bloque se inicia con el análisis de textos de Hebe Uhart y Sergio Chejfec
sobre la experiencia del viaje y la construcción de la extranjería como distancia y revisión
de lugares comunes. La inspirada fórmula “mínima extranjería” se torna productiva en la
lectura de los trabajos de la escritora argentina, los cuales operan sobre la imagen del
turista para reconfigurar sentidos y despojar de sentidos elitistas el tópico del viaje
letrado. En relación con los textos de Chejfec, se exploran ciertas instancias de
indeterminación que instauran lo extranjero como “estado de suspensión” (p. 52). El
apartado se completa con la revisión del concepto de exilio. El corpus seleccionado
incluye las narrativas de Iosi Havilio y Clara Obligado, quienes retoman la cuestión y la
someten a un proceso de reinvención que liquida la unidad de la experiencia y cuestiona
la determinación de los sujetos involucrados.
A continuación, el capítulo dos se sumerge en la cuestión del arraigo y los modos
en los cuales lo extranjero se constituye a través de un juego de oposiciones, referencias
y entrecruzamientos con la idea de lo propio. De esta manera, el libro ilumina aperturas
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y trastocamientos del sentido de lo familiar, la herencia y los afectos en los relatos de Pía
Bouzas y Paloma Vidal.
El capítulo tres adquiere una importancia central en la propuesta general de la obra,
ya que condensa algunas de sus cuestiones, hipótesis y tensiones decisivas. Seifert
observa con lucidez que, en la literatura argentina, la producción literaria que cifra sus
búsquedas estéticas en dislocar la mirada y explotar las posibilidades del desplazamiento
al exterior del territorio y la cultura nacional no implica marginalidad, sino prestigio y
relevancia.
El capítulo no problematiza esta inflexión ni se pregunta acerca del rol de la crítica
ante esta concepción hegemónica de las letras argentinas, una cuestión sobre la que se
volverá hacia el final de estas páginas. Más bien, se opta por examinar de qué forma los
textos contemporáneos actualizan esta “tradición de extranjería” y confrontan su legado.
Las obras del corpus suponen una transformación del tópico; aunque cada una lo hace
mediante diferentes estrategias discursivas, en conjunto recuperan tópicos y
procedimientos del linaje, pero socaban algunos de manera sustancial las ideas de
identidad, nación, literatura y territorio. Así, en un movimiento que va desde Copi a
Gabriel Vommaro, se identifica una labor de desacralización del viaje a París, tan caro en
la tradición argentina; en los relatos de Chejfec se vislumbran artificios ficcionales que
parten de nombres propios, documentos y diversos materiales para montar una serie de
trazos urbanos; en los cuentos de Pron se constata tanto la voluntad por inscribirse en las
tentativas de la literatura alemana de posguerra, como la plena inserción en el linaje de
Jorge Luis Borges y sus ideas e intervenciones sobre lo nacional y lo universal.
La segunda parte, “Variaciones de la política”, está compuesta por dos capítulos. El
cuarto es el más extenso y conforma, junto al tercero, el otro gran pilar en la arquitectura
argumental del libro. Se inicia con una inquisición sumamente fructífera alrededor de la
idea de globalización y cierta tendencia del pensamiento contemporáneo de concebir el
proceso en términos de liberación de anclajes locales o de flujos desregulados de sujetos
más allá de las fronteras. Seifert debate con estas posturas y elabora una noción de
cosmopolitismo de carácter crítico, a través del cual los personajes viajeros de la ficción,
merced a la extranjería, tienden una mirada distanciada de los diversos entornos para
captar así los matices, conflictos y dilemas de la globalización imperante.
Así, los autores convocados en primera instancia son Pablo Urbanyi, Gabriel
Vommaro y Eduardo Muslip, cuyos relatos extienden la noción de límite e integración
hacia la relación entre humano y animal, revisitan el viaje latinoamericano para despojarlo
de toda narrativa identitaria o enjuician la aparente homogeneidad y transparencia de las
migraciones globales, respectivamente. Luego, la atención se desplaza hacia textos
tramados en torno a la representación de situaciones de precariedad laboral en el presente
globalizado, en las cuales los trabajadores ensayan alianzas, diálogos y conspiraciones
para sobrevivir a los regímenes de explotación en los lugares de destino. Desde esta
coordenada se leen las obras de Gabriel Vommaro y de Mariana Dimópulos. Finalmente,
el capítulo vira hacia la observación de un tema cardinal en la literatura de viajes: la
lengua y la traducción. Así, el libro trabaja con dos obras de Inés Fernández Moreno y
Clara Obligado en tanto problematización y reflexión sobre el castellano en el ámbito
global y los diversos entrecruzamientos entre la norma hegemónica peninsular, la
entonación rioplatense, los acentos latinoamericanos y los múltiples intentos de
traducción ensayados por los personajes en sus traslados.
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El quinto y último capítulo de La extranjería argentina continúa con el análisis
sobre cómo la globalización atraviesa las ficciones contemporáneas, aunque aquí el
dispositivo crítico bucea en formas narrativas pensadas como transposición sutil de
visiones del mundo que confrontan con las imágenes y discursos más usuales sobre el
fenómeno. La extranjería, en este sentido, es una oportunidad para crear modos
alternativos de anudar lazos, vínculos e identidades. El libro concluye entonces con cuatro
recorridos por obras de Pron, Obligado y Andrés Neuman, a través de los cuales se accede
a iluminar las tendencias de estas ficciones a entrelazar vastos y complejos fenómenos
heterogéneos para dar cuenta de lógicas, experiencias y temporalidades implosionadas
por la dinámica global.
Hacia el final del libro, hay un breve epílogo que se despoja de sentido conclusivo
y que prefiere explicitar cómo se pensó la articulación entre las dos grandes partes que lo
constituyen. En lo siguiente, se parte precisamente de este fragmento para subrayar
tensiones y contribuciones de la obra.
En las últimas páginas de La extranjería argentina se afirma que ambos bloques
pueden ser pensados como un juego de movimientos complementarios, una suerte de
sístole y diástole. Además, se enuncia que la mirada exótica parece ser un mecanismo que
se produce a través de un movimiento que se denomina “rebobinado”. Tanto la imagen
del ritmo cardíaco como la del funcionamiento en dos direcciones refieren a un carácter
maquínico. Pues bien, en ciertos aspectos, la argumentación de La extranjería argentina
también avanza con una lógica similar: eficiente y productiva, abstracta y mecánica.
Aunque se plantea una organización en dos grandes bloques y la consiguiente subdivisión
en capítulos, el volumen entero puede ser leído como una proliferación de lecturas
críticas, casi una compilación de trabajos monográficos. Si bien las secciones están
enlazadas a través de vínculos temáticos, no se ofrecen instancias de recuperación sobre
lo dicho, contrastación de ideas o estéticas, conclusiones parciales o finales. El epílogo
es una adenda y no un cierre, por lo que no hay conclusión, reflexión final o final abierto
luego de tantos capítulos de análisis literario.
La otra inflexión del carácter maquínico del texto es el núcleo del trabajo crítico,
que se vuelca a una labor recurrente, esforzada y ubicua, de deconstrucción de tópicos,
tradiciones, conceptos, recursos. Uno tras otro, los textos son sometidos primero a la
identificación de operaciones que rompen o reelaboran elementos propios de la tradición
argentina de la literatura de viaje. Luego, se procede a poner en duda el sentido pleno de
su valor de ruptura o continuidad. La lectura deriva finalmente en matizar las oposiciones,
desarmar todo carácter específico, desmantelar cualquier jerarquización y levantar como
logro de las ficciones la creación de miradas, estructuras y procedimientos oscilantes,
ambiguos, inaprehensibles. Más allá de la indiscutible pertinencia y productividad del
método, esta sostenida tarea de descatalogación termina por uniformizar los sondeos y
hallazgos, ya que toda producción termina por ser ponderada en tanto embestida
desestabilizadora.
Por otro lado, el libro también permite una interrogación crítica acerca de cuál es la
concepción de literatura argentina que subyace en sus enunciados. Un momento relevante
en esta problemática es la presentación del corpus, cuando se lo describe como “textos
narrativos de la literatura argentina que ficcionalizan desplazamientos en el exterior” (p.
23). Aquí el vocablo que condensa la concepción aludida es “exterior”, que denota una
geografía detrás de las fronteras nacionales, generalmente asociada a coordenadas
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espaciales prestigiosas o exóticas (y nunca, salvo contadas excepciones, a países
limítrofes). Pero también implica el anverso de la palabra, “interior”, que, desde la mirada
de Buenos Aires, supone el vasto universo geográfico y cultural del resto de provincias
argentinas. Como este “interior” no es mentado en toda la obra ni sus linajes, debates,
viajeros o conflictos culturales, es evidente que la perspectiva crítica se instala en un
punto geopolítico preciso, que se considera tanto el nexo con ese “exterior” occidental
como la instancia definitiva desde donde se reconstruye y analiza tanto la tradición como
la actualidad del panorama literario.
Como ya hemos visto, el tema adquiere otra vuelta de tuerca en el capítulo tres,
“Una tradición de extranjería”. Allí se observaba: “Entonces, ficcionalizar la experiencia
de extranjería no constituiría un modo de apartarse de la tradición literaria nacional, sino
que sería, curiosamente, la apuesta a retomar y actualizar su legado” (p. 118). El
fragmento demuestra que, al revisar tal aspecto de la literatura argentina, el libro confluye
sin reparos en la construcción de este linaje asentado exclusivamente en el ida y vuelta
entre Buenos Aires y el “exterior”. Por lo tanto, la obra participa en la fundamentación
critica de una idea de las letras nacionales cimentada en un espacio cultural específico,
jerarquizado como instancia legitimadora y estructurante. En un volumen tan sensible a
la necesidad de visibilizar y desestabilizar dispositivos discursivos, llama la atención que
La extranjería argentina oculte su locus de enunciación y no saque conclusiones acerca
de qué significa, qué recorta, qué margina una mirada que mira obsesivamente Europa y
Estados Unidos desde la capital porteña.
Ahora bien, las observaciones anteriores no amenguan ninguno de los grandes
aportes de la obra, que se constituye como un realizado modelo de lectura crítica. La
atención por las formas, la apropiación lúcida de tantos aportes teóricos, el corpus extenso
y generoso, la variada y actualizada bibliografía, la discusión sobre la globalización y las
destacadas exploraciones sobre el canon y lo emergente de la literatura nacional permiten
afirmar que el volumen supone una contribución mayúscula al estudio de las letras
locales. Se puede apostar incluso que, en pocos años, La extranjería argentina devendrá
material de lectura obligatorio para quienes quieran entender las transformaciones de la
producción contemporánea y sus escrituras en torno a los viajes, el desplazamiento y la
migración en un contexto globalizado y pleno de incertidumbres.