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Recial Vol. XIII. N° 22 (Julio-Diciembre, 2022) ISSN 2718-658X. Viaje, crítica y deconstrucción: La
extranjería argentina, de Marcos Seifert, pp. 372-376.
El quinto y último capítulo de La extranjería argentina continúa con el análisis
sobre cómo la globalización atraviesa las ficciones contemporáneas, aunque aquí el
dispositivo crítico bucea en formas narrativas pensadas como transposición sutil de
visiones del mundo que confrontan con las imágenes y discursos más usuales sobre el
fenómeno. La extranjería, en este sentido, es una oportunidad para crear modos
alternativos de anudar lazos, vínculos e identidades. El libro concluye entonces con cuatro
recorridos por obras de Pron, Obligado y Andrés Neuman, a través de los cuales se accede
a iluminar las tendencias de estas ficciones a entrelazar vastos y complejos fenómenos
heterogéneos para dar cuenta de lógicas, experiencias y temporalidades implosionadas
por la dinámica global.
Hacia el final del libro, hay un breve epílogo que se despoja de sentido conclusivo
y que prefiere explicitar cómo se pensó la articulación entre las dos grandes partes que lo
constituyen. En lo siguiente, se parte precisamente de este fragmento para subrayar
tensiones y contribuciones de la obra.
En las últimas páginas de La extranjería argentina se afirma que ambos bloques
pueden ser pensados como un juego de movimientos complementarios, una suerte de
sístole y diástole. Además, se enuncia que la mirada exótica parece ser un mecanismo que
se produce a través de un movimiento que se denomina “rebobinado”. Tanto la imagen
del ritmo cardíaco como la del funcionamiento en dos direcciones refieren a un carácter
maquínico. Pues bien, en ciertos aspectos, la argumentación de La extranjería argentina
también avanza con una lógica similar: eficiente y productiva, abstracta y mecánica.
Aunque se plantea una organización en dos grandes bloques y la consiguiente subdivisión
en capítulos, el volumen entero puede ser leído como una proliferación de lecturas
críticas, casi una compilación de trabajos monográficos. Si bien las secciones están
enlazadas a través de vínculos temáticos, no se ofrecen instancias de recuperación sobre
lo dicho, contrastación de ideas o estéticas, conclusiones parciales o finales. El epílogo
es una adenda y no un cierre, por lo que no hay conclusión, reflexión final o final abierto
luego de tantos capítulos de análisis literario.
La otra inflexión del carácter maquínico del texto es el núcleo del trabajo crítico,
que se vuelca a una labor recurrente, esforzada y ubicua, de deconstrucción de tópicos,
tradiciones, conceptos, recursos. Uno tras otro, los textos son sometidos primero a la
identificación de operaciones que rompen o reelaboran elementos propios de la tradición
argentina de la literatura de viaje. Luego, se procede a poner en duda el sentido pleno de
su valor de ruptura o continuidad. La lectura deriva finalmente en matizar las oposiciones,
desarmar todo carácter específico, desmantelar cualquier jerarquización y levantar como
logro de las ficciones la creación de miradas, estructuras y procedimientos oscilantes,
ambiguos, inaprehensibles. Más allá de la indiscutible pertinencia y productividad del
método, esta sostenida tarea de descatalogación termina por uniformizar los sondeos y
hallazgos, ya que toda producción termina por ser ponderada en tanto embestida
desestabilizadora.
Por otro lado, el libro también permite una interrogación crítica acerca de cuál es la
concepción de literatura argentina que subyace en sus enunciados. Un momento relevante
en esta problemática es la presentación del corpus, cuando se lo describe como “textos
narrativos de la literatura argentina que ficcionalizan desplazamientos en el exterior” (p.
23). Aquí el vocablo que condensa la concepción aludida es “exterior”, que denota una
geografía detrás de las fronteras nacionales, generalmente asociada a coordenadas