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Recial Vol. XIII. N° 21 (Enero-Julio 2022) ISSN 2718-658X. Natalia Elisa Díaz, Botas, trenzas y glitter:
Estrategias para visibilizar las disidencias en el Folklore Argentino, pp. 107-175.
Conclusiones
El folklore como campo de producción simbólica ha construido una cultura afectiva que lee
la vida afectiva y los modos de hacer género de los sujetos a través de una matriz heterosexual.
Los repertorios sociales habilitados en las danzas y músicas folklóricas han construido una
estética de la heterosexualidad, montada sobre ideales de blanquitud y liviandad, que organiza
de manera binaria la experiencia social de los cuerpos, afectos y deseos.
Para visibilizar a las disidencias dentro de las narrativas identitarias habilitadas por el
folklore, es necesario entender que lo que definimos como tradicional es producto de una
selección cuyos sentidos y valores están más vinculados con los intereses y conflictos de
quienes efectuaron la selección que con las propias prácticas. Como el ser nacional es una
categoría de la práctica y no un producto de formas esenciales, es momento de que, al cantar y
bailar, generemos nuevas experiencias y afectos en torno a la argentinidad.
Producir nuevas experiencias y afectos en torno al ser nacional que permitan a las
disidencias mostrarse, sin caer en estereotipos o reduccionismos, implica que los agentes
sociales desplieguen estrategias de territorialización y marcación en los discursos del folklore.
Al multiplicar los espacios de adscripción identitaria, los agentes pueden mostrar cómo
pertenencias de clase, étnicas o sexoafectivas jugaron un papel clave en la construcción de sus
estilos de presentación dentro del campo del folklore, así como en los abordajes estéticos y
temáticos de sus producciones artísticas. Estas marcaciones localizadas permiten erosionar los
lugares tradicionalmente neutrales en los que el ser nacional ha sido narrado. Visibilizar de una
manera localizada amplía los repertorios sociales habilitados por el folklore tanto en las
músicas (opciones temáticas y narrativas) como en las danzas (estilos estéticos, modos de hacer
género y corporalidades habilitadas).
Para que los sujetos disidentes sean bailados y cantados en las narrativas folklóricas, es
necesario combatir a las tecnologías heteronormativas que regulan los procesos de
generización dentro del folklore. Para que esto acontezca, es imprescindible cuestionar ciertas
convenciones que regulan las prácticas dentro del campo, como, por ejemplo, que las músicas
y danzas reproducen una idea de amor romántico heterosexual, que las danzas sociales
necesariamente deben ser ejecutadas por parejas compuestas por un varón y una mujer o que
el uso de ciertos elementos o movimientos coreográficos es exclusivo de un género. Tensionar
estos acuerdos posibilita ampliar el espectro de subjetividades deseadas y deseantes y los
repertorios de recursos (figuras coreográficas, vestimentas, etc.) a través de los cuales podrán
visibilizarse.
Incluir narrativas maricas, trans, travestis, no binarias y queers en la metáfora del ser
nacional obliga, siguiendo a Segato (2007), a pensar la nación como un espacio de
fragmentación y deliberación histórica, donde conviven varios tiempos, varias tramas; una
realidad que se está haciendo permanentemente. Territorializar, marcar y degenerizar son los
caminos para que las disidencias tengan un lugar dentro del ser nacional, para que, como señala
DeNora (2000), las músicas no solo sean un modelo que ofrece al sujeto coordenadas de inicio
y de posibles llegadas, sino que también sean un espacio para la imaginación utópica, donde
como colectivo podamos soñar con otras instituciones y presagiar nuevos mundos.