Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
Recial Vol. XIII. 21 (Enero-Julio 2022) ISSN 2718-658X. Ayleen Julio Díaz, Una resistencia que no
cesa: relatos testimoniales del exilio republicano español en África del Norte, pp. 306-310.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v13.n21.37787
Una resistencia que no cesa: relatos testimoniales del exilio republicano
español en África del Norte
Giuffré, M. (2020). Las voces del olvido: relatos testimoniales concentracionarios del exilio
republicano español en África del Norte (1939 1945) (206 pp). Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Diez Aguas Editores.
Ayleen Julio Díaz
Universidad de Cartagena, Colombia - Universidad de Buenos Aires, Argentina.
harkerland@gmail.com
ORCID: 0000-0003-2200-3889
Recibido 18/03/2022. Aceptado 20/04/2022
En 1939, poco antes del final de la guerra civil española, miles de civiles, militares e
intelectuales que lucharon y estuvieron a favor de la causa republicana se vieron obligados a
emigrar al norte de África para huir de las represalias de los vencedores. Impulsados por el
temor y la prisa, viajaron en lo primero que pudieron abordar: balsas improvisadas, barcos de
carga y, en el mejor de los casos, barcos de pasajeros y avionetas.
No obstante, la esperanza de encontrar un lugar en el que empezar de nuevo duró poco,
pues las autoridades del gobierno colonial francés de Argelia, Túnez y Marruecos lejos de
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ofrecer un exilio con garantías para la vida digna, confinó a la mayoría de las personas en
centros de refugiados y campos de concentración cuyas condiciones no hicieron más que
empeorar con el paso del tiempo. En medio de esta situación, varias de estas personas se
abocaron a la escritura como un espacio desde el cual no solo registrar la experiencia del
exilio y el paso por los campos de concentración, sino también como un lugar posible desde
el cual sobrevivir a una cotidianidad incierta.
Las voces del olvido (2020) libro que parte de una investigación de tesis de maestría
toma por objeto de estudio relatos testimoniales (diarios y memorias) producidos por los
exiliados republicanos en el norte de África, especialmente aquellos que vivieron la
experiencia del campo de concentración, siendo este:
El lugar de la vivencia más extrema, el núcleo simbólico de unión para la
construcción identitaria de la comunidad de exiliados, y el ámbito por el que
en algún momento pasaron todos, ya fueran blandos o duros, convertido luego
en un lugar de evocación. (p.14).
Se abre, de este modo, un nuevo campo de estudio no solo por develar en este lado del mundo
textos cuya existencia nos resultaba hasta ahora desconocida, sino también por ofrecer una
reflexión sobre el valor del relato testimonial como elemento que interpela tanto a la historia
oficial como a un presente que parece repetirse.
Para cumplir dicho objetivo, Mercedes Giuffré divide su investigación en cuatro capítulos
que, a efectos temáticos podemos agrupar en dos partes, siendo la primera aquella dedicada a
las coordenadas teóricas y la delimitación y caracterización del corpus; y la segunda, un
análisis exhaustivo de los textos que lo conforman (diarios y memorias, respectivamente).
Siguiendo este orden, encontramos en el primer capítulo titulado Campos, memoria e
identidad una puerta de entrada al análisis de los textos, en la que se nos ofrecen por lo
menos dos cuestiones: la explicación de los conceptos y términos necesarios para poder
aproximarnos a los relatos testimoniales, y por otro, un recorrido por las diversas
investigaciones relacionadas con la suya. Se destaca la precisión con el que trata los
conceptos de memoria, cuyo objetivo principal es según Giuffré, posibilitar la «intención de
perpetuar la identidad colectiva en la diáspora posterior a la liberación» (p. 31). Este término
se enlaza de forma directa con el de memoria colectiva propuesto por Halbwachs, que es la
que nos va a permitir reconocer cómo los sujetos representan la otredad y a mismos,
elemento que sin duda alguna funciona como un hilo conductor de los textos del corpus.
Otros conceptos centrales son los de testimonio (que en este caso remite a la recepción de los
textos como el producto de vivencias reales construidas ya sea en el momento de la vivencia
o mediante un proceso de recuerdo) y el de identidad, que se ramifica a lo largo de los textos
ya sea en la representación del sujeto en su contexto o en su narración. Complementa este
capítulo la presentación del estado de la cuestión, donde la investigadora, si bien reconoce
trabajos académicos relacionados con la literatura española y los campos de concentración
franceses entre los que sobresalen los trabajos de Bernard Sicot (2008), Paula Simón
(2011) Francie Catie-Arries (2012) y Manuel Sánchez Zapatero (2014), aclara que hasta el
momento de corrección final de su tesis, los textos testimoniales y concentracionarios del
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exilio español en el norte de África no han recibido una debida atención de la crítica
académica, a excepción de la producción de Max Aub, también parte del corpus.
El segundo capítulo del libro, por su parte, está dedicado a la caracterización del corpus.
Aquí, la autora se fija en varios elementos que sirven para organizar el conjunto de las obras
con las que trabaja: el contexto de producción obras escritas en la inmediatez o posteriores
a la experiencia concentracionaria, los posibles motivos para la escritura de estos relatos y
sobre todo, las representaciones presentes en el corpus, de los que rescatamos de forma muy
puntual la insistente autorrepresentación de los autores como resistentes de un régimen
opresivo que a pesar de su inhumanidad, los insufla de fuerzas para continuar y transformar
en lo posible su realidad inmediata.
Asimismo, encontramos aquí los tópicos recurrentes en estas producciones: la fuga de los
campos de concentración, la subsistencia diaria y la formulación de una identidad colectiva
manifiesta tanto en los desplazamientos de las voces narrativas que pasan de la primera
persona del singular al plural desde el punto de vista formal; como la vivencia del hambre,
que se establece como un factor común y, en muchos casos, la creación de códigos
lingüísticos compartidos por los exiliados para poder expresar su experiencia o poder
nombrar lo indecible.
Tras ofrecernos un ambiente propicio para conocer el corpus, llegamos al corazón de la
investigación en los capítulos 3 y 4, en los que Mercedes Giuffré nos presenta en detalle el
corpus, al que clasifica teniendo en cuenta
dos instancias o momentos de escritura: los textos compuestos en la
inmediatez de la experiencia (los diarios y las notas) y los escritos a posteriori
de la misma, mediados por el tiempo, a veces con varias décadas de distancia
(las memorias). (p. 60).
Con esta propuesta, en el capítulo tercero, escoge tres diarios. El diario de Gaskin, de
Antonio Gassó, cuya particularidad es la de no tener ninguna corrección por parte del autor,
lo que nos presenta la experiencia concentracionaria de una forma inmediata, no mediada por
la memoria. Asimismo, cabe resaltar que en este diario ya empieza a esbozarse el forjamiento
de una identidad colectiva, cuyas representaciones de la otredad va a reiterarse a lo largo de
otros textos del corpus. Por su parte, Horas de angustia y esperanza de Antonio Ros nos
muestra la experiencia individual de su autor que, a diferencia del de Gassó, lleva el relato de
su exilio de un modo frívolo, lo que causó el rechazo de muchos compatriotas incluido el
del mismo Max Aub debido a que lejos de narrar la violencia padecida por la comunidad
exiliada, se detiene en describir de forma exhaustiva «la opulencia de cafés, casas, hoteles y
hasta la propiedad de un rico árabe nacionalista» (p. 114). Pero acaso, ¿no podemos creer, en
consonancia con Giuffré que esta narración frívola y enfocada en lo social, no puede ser
acaso un mecanismo para sobrevivir al aislamiento?
Por último en este capítulo, tenemos el Diario de Djelfa de Max Aub, escrito en verso y
cuyo valor, según el autor es el de narrar
La epopeya del ejército español destrozado en los campos de concentración
franceses y el hecho singular de sobrevivir en éstos la única esperanza de
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victoria que nuestros mitres, con los medios que nos negaron, no supieron
lograr. (p. 120).
En este diario confluyen además, los tópicos propios de dicha experiencia, como lo son el
hambre, la muerte de los compañeros, la violencia padecida y una reflexión sobre la injusticia
que el autor realiza continuamente mediante el uso de la ironía.
El cuarto capítulo se detiene en las memorias, escritas por sus autores muchos años
después de haber vivido el flagelo de la violencia en los campos de concentración y la
inhospitalidad propia de vivir bajo el dominio francés. Como sucede con los diarios, en todos
se evidencia la formulación de una identidad colectiva, manifiesta en el uso de la primera
persona del plural a la hora de representarse a mismos como resistentes y sujetos que a
pesar del hambre, la soledad y la persecución política están dispuestos a seguir adelante; del
mismo modo que tienen como objetivo común el ser un objeto de denuncia social para con
quienes ejercieron la violencia. Encontramos aquí entonces El nombre de la libertad, páginas
de mi diario de guerra y exilio (1936 -1945), de Victoriano Barroso; Guerra, exilio y cárcel
de un anarcosindicalista, de Cipriano Mera, cuya motivación principal es la de retratarse para
la posteridad sin perder de vista lo colectivo; Internamiento y resistencia de los españoles en
África del Norte, de Lucio Santiago, Gerónimo Lloris y Rafael Barrera, una suerte de
compendio que le da voz a otros españoles republicanos en el exilio; Yo estuve en Kenadza,
de Deseado Mercadal Bagur, en el que la identidad de la comunidad exiliada se desgaja en
diversos grupos de pertenencia; Por tierras de Moros, de José Muñoz Congost, cuyo
volumen recupera notas y testimonios de sus compañeros y Stanbrook. Vivencias de un
exilio, de Isabel Beltrán, una narración que detalla las penurias también padecidas fuera de
los campos de concentración con un tono optimista y esperanzador.
Cierran este capítulo Guerra, revolución y exilio de un anarcosindicalista, de Antonio
Vargas Rivas, del que se toma la segunda sección, donde el autor cuenta todos los hechos
vividos durante su exilio, que incluyen su paso por los campos de concentración, su fuga y la
vida en la clandestinidad en Oran; Memorias de un refugiado español en África del Norte, de
Carlos Jiménez Margalejo, que sobresale por la exhaustividad de sus descripciones de la
travesía que inicia con el viaje en el Stanbrook, el viaje en tren y la vida en el desierto; y por
último, La odisea del Stanbrook, de Antonio Marco Botella, cuyas primeras noventa ginas
resultan de gran interés para conocer la vida del autor durante su viaje en el mítico barco, los
años transcurridos en Argelia y los campos de concentración.
Algo que vale la pena no dejar olvidado de este libro es la inclusión de un anexo
fotográfico que, amén de dar un mayor peso a los relatos testimoniales, nos permiten abordar
de otro modo la experiencia de los sujetos y lugares que se materializan a través de la imagen
de sí mismos, documentos, dibujos y planos.
Amén de presentar una investigación que se distingue por su precisión teórica y una prosa
ágil que sabe llevar el hilo del objetivo que se propone en cada capítulo, la lectura de Las
voces del olvido, trae consigo no solo una aproximación de textos que hasta este momento,
eran desconocidos para gran parte de la academia argentina, sino también como ya hemos
señalado anteriormente abre un nuevo campo de investigación cuyos frutos habrán de
traducirse en nuevas investigaciones, la ampliación del corpus de relatos testimoniales del
exilio republicano español, trabajos interdisciplinarios que aborden las diversas relaciones
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cesa: relatos testimoniales del exilio republicano español en África del Norte, pp. 306-310.
entre texto y archivo, texto e imagen y las diversas formas que puede tomar el testimonio; e
inclusive, en creaciones literarias cuyo trasfondo, tema o personajes se relacionen con este
momento histórico.
Asimismo, su lectura abre el campo a una reflexión más profunda sobre otros modos de
pensar la literatura testimonial; o yendo más allá, propone otra forma de organizar el corpus
de la literatura del exilio español, espacio del que estos textos han quedado al margen.
Por último, pero no menos importante, Las voces del olvido es un libro que busca a través
de la lectura de los diarios y testimonios, ponernos a pensar cómo el pasado, lejos de ser algo
para archivar y dejar en el olvido, es un elemento que siempre vuelve para interpelarnos sobre
lo que ocurre en nuestra actualidad.