https://doi.org/10.53971/2718.658x.v12.n20.35738

“El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní

en el Paraguay de inicios del siglo XX

Rodrigo Nicolás Villalba Rojas

Universidad Nacional de Formosa

Universidad Nacional del Litoral – Argentina

CONICET rodrigovillalbarojas@gmail.com https://orcid.org/0000-0002-8540-9686 Recibido 10/07/2021. Aceptado 21/09/2021

Resumen

El estudio de la lengua guaraní con una perspectiva filológica floreció entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX. A nuestro entender, el interés erudito sobre la lengua respondió a una coyuntura específica donde el predominio del positivismo permitía nuevos abordajes en materia de estudios lingüísticos y literarios, pero buscó otorgar al guaraní un valor positivo que contradijera al calificativo de “lengua de bárbaros” que pesaba sobre ella. Con todo, el proceso de reconstrucción del prestigio nacional de la lengua atravesó diferentes problemáticas ligadas a las normas de escritura y ortografía. El objetivo de este artículo es analizar algunos episodios y los roles intelectuales que comprendieron el nuevo interés en el guaraní como objeto de estudio, y que hicieron de contrafuertes para la emergencia de una escritura y una literatura nacional en lengua guaraní no indígena durante las primeras décadas del siglo XX. En dicho análisis se pondrán en relación una serie de textos de variada procedencia que abordaremos desde el enfoque de los estudios culturales latinoamericanos. Esta perspectiva nos ayudará a comprender qué procesos, representaciones e ideologías sobre la comunidad, la lengua y la historia entran en tensión a propósito de la cuestión de la lengua.

Palabras clave: lengua guaraní, intelectuales, filología, ortografía, normativización

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons 4.0 Internacional

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

Guarani is a pentagram”. Artifices and oscillations of Guaraní philology in Paraguay at the beginning of the 20th century

Abstract

The study of the Guaraní language from a philological perspective grew up between the end of the 19th century and the first decades of the 20th century. In our opinion, scholarly interest in this language responded to a specific situation where the predominance of positivism allowed new linguistic and literary approaches, but sought give Guarani a positive value that would contradict the label of “language of barbarians” that weighed on it. However, the process of reconstructing the national prestige of the language went through different problems related to writing and spelling norms. The aim of this article is to analyze some episodes and intellectual roles that comprised the new interest in Guarani as an object of study, and which served as a counterforce for the emergence of a national writing and literature in the non-indigenous Guarani language during the first decades of the twentieth century. In this analysis we will establish a relationship between a series of texts of various origins that we will approach from the perspective of Latin American Cultural Studies. This perspective will help us to understand what processes, representations and ideologies about community, language and history come into tension with regard to the language question.

Keywords: guarani language, intellectuals, philology, spelling, standardization

Introducción

El estudio y la enseñanza de la lengua guaraní en el Paraguay en las primeras décadas del siglo XXI marcan una diferencia significativa respecto de un recorte similar proyectado a los primeros veinte o treinta años del siglo XX. Si hoy el panorama permite dar cuenta de una lengua en pleno proceso de estandarización, con una presencia intensa en señalética, prensa, redes sociales, documentos públicos y material pedagógico, la contraparte de hace cien años nos situaba en un espacio de discursividades que anunciaban tanto la inevitable muerte del guaraní como el resignado propósito de registrar los últimos estertores de un remanente “bárbaro”.

Guido Boggiani (1861-1901), el filántropo y explorador italiano que, se asume, murió en manos de indígenas en lo profundo del Chaco, redactaba hacia 1900 una extensa columna en defensa de la dignidad de la lengua guaraní y confrontaba a quienes se despachaban contra la lengua por significar, se decía, el atraso para la civilización. Uno de los ejes argumentales alude al malogrado trabajo de estandarización que había iniciado con el proceso evangelizador en las misiones franciscanas y jesuitas hasta mediados del siglo XVII, cuando el rey Carlos III ordenó la expulsión de estos últimos de los dominios de la corona (cfr. Melià, 2003). El saldo posterior sería el lento declive, máxime porque, según Boggiani, no hubo interés de propios ni ajenos en el equipamiento de la lengua:

Los extranjeros no se preocuparon mucho de ayudar al guaraní a perfeccionarse, introduciendo el arte de la escritura y aquellos métodos de estudio, por los que se conservaron, se modificaron y se perfeccionaron indudablemente todas las lenguas modernas de las naciones más civilizadas; y a pesar de algunos esfuerzos aislados, las dificultades encontradas fueron tantas, que toda idea de conservación fue abandonada… quedando, según lo

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

que piensan algunos, reducido el guaraní, en estos últimos tiempos, a un vil dialecto, a una despreciable geringonza de salvajes, a quien se achacan todos males de que padece el país1. (Boggiani, 1935, p. 54).

El diagnóstico del explorador italiano es un eco de otros juicios similares que permeaban los discursos públicos de la prensa y los espacios académicos. El guaraní continuaba degenerándose y marchaba a la extinción. Pero también, y a pesar de aquella referencia al abandono de “toda idea de conservación”, desde mediados de 1900 fueron cobrando fuerza los argumentos en torno al estudio académico y la conservación de la lengua. Muy pronto la inclusión del idioma —de raíz indígena, pero hablado por una población mayoritariamente mestiza— en las armazones ideológicas del nacionalismo, le fue otorgando un lugar, si no central, al menos interno a las representaciones sobre la identidad y la raza paraguaya.

El estudio de la lengua guaraní con una perspectiva filológica, en suma, esbozó sus primeros antecedentes a fines del siglo XIX y no demoraría mucho en sacar a luz numerosos estudios y propuestas de unificación ortográfica que perseguían propósitos bien diferenciados según desde dónde se mirase la cuestión. Se trató de un renacer en el interés erudito sobre la lengua que respondía a la coyuntura específica, donde el predominio del positivismo permitía nuevos abordajes en materia de estudios lingüísticos y literarios, pero se inscribía, a la vez, en la tradición de los estudios de la lengua que habían formalizado los jesuitas hasta poco antes de su expulsión.

En este artículo realizaremos un breve bosquejo de los episodios y los intelectuales que comprendieron el nuevo interés en el guaraní como objeto de análisis erudito y que hicieron de contrafuertes para la emergencia de una escritura y una literatura en lengua guaraní no indígena durante las primeras décadas del siglo XX. Con este fin, emprenderemos un análisis de textos de variada procedencia, desde los artículos de prensa hasta conferencias y documentos históricos, a partir de los cuales interpretaremos en qué instancias del proceso de constitución de disciplinas o cuerpos letrados se sitúan estos textos en función de la coyuntura histórica. El enfoque de los estudios culturales latinoamericanos (Szurmuk e Irwin, 2009) y el método de la etnohistoria (Areces, 2008), que habilita diferentes niveles de interpretación de los documentos, nos permitirán comprender qué procesos, representaciones e ideologías sobre la comunidad, la lengua y la historia se interrelacionan en el sustrato textual y, en última instancia, aportar conocimiento acerca de las instancias de planificación lingüística que se desarrollaron tempranamente en la historia del Paraguay.

El presente trabajo, en ese sentido, consta de cuatro partes: la primera provee una construcción de la coyuntura y las variables sociales y discursivas que interactuaron en el proceso histórico de principios del siglo XX; la segunda señala etapas en la génesis y el desarrollo temprano de la filología guaraní que propusieron algunos intelectuales del —y desde— el circuito asunceno, partiendo de los ejercicios etimológicos; la tercera y la cuarta analizan algunos intentos de conservación y normalización que ensayaron tempranamente los intelectuales, ya desde los modelos de unificación ortográfica, ya desde la archivación de determinadas manifestaciones de la lengua y la pretendida creación de un museo desde la poco mentada Sociedad Cultura Guaraní (1923), un cuerpo erudito de bases filantrópicas que había tendido a la conservación sistemática de las manifestaciones de la lengua guaraní, en el Paraguay de ese tiempo. Entonces, podemos considerar como etapas del proceso de normalización lingüística (Penner, 2020) tanto los trabajos de normativización ortográfica como la creación de un archivo de la lengua que derivará en la constitución temprana de un corpus literario.

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

El destino del guaraní en la posguerra y los cimientos de la reconstrucción

La presencia protagónica del guaraní paraguayo2 en los soportes escritos se registra con intensidad durante la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza (1865-1870), en la prensa de trinchera. Las intermitencias de la guerra permitieron la proliferación de la propaganda nacionalista y la emergencia de un periódico enteramente escrito en guaraní, Cacique Lambaré (1867-1868), así como el empleo en otras hojas de prensa como Cabichu’i (1867- 1868) y El Centinela (1867) (Caballero y Ferreira, 2009; Huner, 2007). El fin de la contienda, sin embargo, implicó el sofocamiento de estas experiencias de escritura. A la derrota del Paraguay siguió un lento y extenso proceso de reestructuración a nivel social, político, económico y cultural de ese país. La toma de Asunción en 1869 había significado el primer paso en esa transición, cuando el triunvirato provisorio formado por Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya declaró la expulsión del mariscal Francisco Solano López como “asesino de su patria” y oficializó una enseñanza de la historia que lo demonizaba y le atribuía la responsabilidad máxima en el casi exterminio de la sociedad paraguaya, a la que se representaba como devastada y sumida en la barbarie. Y si la categoría barbarie parecía transpuesta directamente desde los programas políticos del Río de La Plata a la compleja y delicada situación del Paraguay, no resultaba difícil amplificar su carga referencial asociando a ella la situación sociolingüística de la población mayoritaria, marcada medularmente por el predominio de la lengua guaraní. Así, a poco de instalado el Triunvirato, también se adoptaron medidas para restringir el empleo de aquella lengua de raíz indígena — transformada por siglos de contacto con el castellano y hablada por la población hispana— en los espacios gubernamentales (Villagra-Batoux, 2016).

En definitiva, con el correr de los años se naturalizó la puesta en dicotomía del eje castellano/guaraní, como extensión del par civilización/barbarie. Los debates en prensa y las conferencias que abordaban la cuestión de la lengua concedían al guaraní un innegable lugar en la identidad del pueblo paraguayo, pero situaban al castellano en un horizonte de progreso, y declaraban la extinción inevitable de la lengua “de los ancestros”, por sus propias limitaciones expresivas.

La meta a corto plazo en el plano de las discursividades involucraba numerosas operaciones de reconstrucción de la sociedad, conforme un modelo de progreso y un marco ideológico que interpretase el devenir social, donde cohabitaban la pobreza avasallante frente a la corrupción política y las especulaciones en materia de tierras públicas que despojaban de toda perspectiva al campesinado. Con todo, desde la tribuna pública y los medios de prensa podía vislumbrarse la necesidad de repensar los propósitos y modelos de organización de la sociedad, la construcción de una nacionalidad basada en los caracteres humanos del Paraguay y la formulación de ideales cívicos que guiarían toda decisión. En función de ello, se priorizaron los niveles de enseñanza secundaria y superior, con la fundación del Colegio Nacional de Asunción, en 1877, y la Universidad Nacional de Asunción, en 1889. El Colegio Nacional se erigió enseguida como el corazón de las dinámicas intelectuales y permitió la germinación de una elite letrada compuesta por paraguayos y migrantes —generalmente argentinos y españoles— que muy pronto se desempeñaron en la prensa y en otras instituciones públicas e intervinieron en debates enfervorecidos sobre los rumbos políticos y económicos3.

Ciertamente, por la reorganización territorial en la posguerra, el Paraguay debió entregar a Brasil y Argentina extensas parcelas de territorio (situación que se complejizó con las discusiones públicas sobre la posibilidad de anexar el Paraguay a la Argentina), lo que tuvo como efecto inmediato y permanente los movimientos migratorios internos de buena parte de la población. Así, si la gente había huido, primero, de los enfrentamientos, después de

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

retornar a sus pueblos devastados no veían otras posibilidades de supervivencia que el éxodo hacia las zonas de provisión segura, aledañas a Asunción.

El Estado paraguayo, empobrecido y sin posibilidad de dar abasto a las necesidades socioeconómicas y sanitarias, recurrió a estrategias de recaudación útiles solo para el corto plazo, como el remate de tierras públicas a los latifundios extranjeros y el aumento descomunal de las tasas aduaneras que arrojaron una consecuente pauperización de las poblaciones campesinas, que sobrevivieron gracias a la agricultura doméstica, sin chances de generar ingresos mediante el trabajo en las chacras (Kleinpenning, 2014).

En buena medida estas conflictividades que recalaban en el campo político se trasladarían enseguida a los debates intelectuales de la prensa o los abordajes más especializados en los espacios académicos, como el Instituto Paraguayo (fundado en 1895), cuya Revista recogía los temas centrales de discusión y análisis en el circuito asunceno. Cuáles eran las causas primeras y genuinas de la miseria generalizada, qué historia del Paraguay contar, cómo representar a su sociedad desde la psicología, la sociología, la filosofía y las leyes, o qué evaluaciones realizar sobre los estancamientos en materia educativa constituían nodos de problematización de estos espacios.

Periódicos y revistas fueron los órganos principales de interacción entre los grupos intelectuales, en una época de proliferación repentina de publicaciones de prensa, pero cuyo número creciente contrastaba con su corta duración. Decenas de periódicos y semanarios se discontinuaban en lapsos muy breves de apenas algunos meses, a la par que la incipiente industria tipográfica intentaba organizarse para abastecer la demanda.

Así y todo, es claro que las imprentas y la prensa respondían a un porcentaje muy reducido de público alfabetizado, que había adquirido competencias básicas de lectura y escritura gracias a la instrucción primaria en castellano (Velázquez Seiferheld, 2019b). El perfil de guaraní-hablantes que accedían a una alfabetización acaso insuficiente en castellano comportaba un obstáculo para las posibilidades de organización y estandarización de la lengua guaraní, más aún si esta tarea no se encontraba en ninguna agenda gubernamental.

Intelectuales como Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Blas Garay y Manuel Gondra participaban con mucha frecuencia en los medios de prensa de fines del siglo XIX, compartiendo espacios de redacción en periódicos como El Progreso, La Unión y El Tiempo. La actuación en más de un espacio de prensa generaba redes de interacción cada vez más abiertas, que permitieron incorporar a nuevos miembros al circuito. Y más allá de que respondían a la coyuntura ofreciendo análisis del estado social o económico del país, también dinamizaban el campo a través de opiniones cruzadas y polémicas.

En suma, las figuras de este cuerpo heterogéneo de intelectuales se preocuparon principalmente por (re)construir un sistema significante que recuperase el valor de lo nacional como eje, donde el prestigio de la nación paraguaya esté dado por el reconocimiento de un pasado glorioso y una ascendencia heroica. En función de ello realizaron indagaciones sobre el pasado e intentaron comprender la situación actual a partir de los análisis del proceso histórico. Este es uno de los pilares del perfil revisionista (entendido el revisionismo como reivindicación de Francisco Solano López, declarado “traidor” por el gobierno aliado y los paraguayos de la Legión), con que fundaron la historiografía contemporánea del Paraguay (Brezzo, 2010; Telesca, 2010).

Fueron tres, en fin, los temas capitales a partir de los cuales intentaron cimentar el programa político nacional. Por un lado, la restitución del pasado heroico, mediante un relato histórico fundado en los testimonios de los sobrevivientes, como hizo Juan O’Leary; por otro, el análisis sociológico del hombre paraguayo, en busca de un modo de comprender y explicar cuáles fueron los motivos por los que pudo sobrevivir a pesar de los embates, y hallar las pruebas de que se trataba de una sociedad capaz de reconstruirse desde las cenizas. Finalmente, y en estrecha relación con los puntos anteriores, la lenta recuperación del valor

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

afectivo del idioma guaraní, como marca de identidad indeleble del pueblo paraguayo, rasgo de cohesión de la comunidad imaginada y patrimonio irrenunciable de la nación.

Este último aspecto no resultaba central y, sin embargo, constituyó uno de los ejes de discusión que favorecieron la paulatina revitalización de una escritura en lengua guaraní en las primeras tres décadas del siglo XX.

Los buscadores de raíces

Tal vez pueda describirse como uno de los principales precursores en el interés filológico por la lengua guaraní a Manuel Gondra (1872-1927), erudito, orador y uno de los referentes máximos del escenario político del Paraguay de las primeras décadas del siglo veinte4. Si bien Gondra es afamado por su errática trayectoria política, Natalicio González, primero, y Raúl Amaral, después, señalan oportunamente que sus ocupaciones de juventud significaron un valioso arranque para abordar la lengua guaraní desde una perspectiva filológica.

Una semblanza sobre Gondra, que elabora Natalicio González, da cuenta de las preocupaciones que lo llevaban a buscar una memoria oral de la lengua y registrarla (cfr. Gondra, 1942, p. 8), y en algunos artículos intentaba explicar aspectos de la historia y la geografía haciendo uso de la etimología guaraní, pero curiosamente nunca publicó ningún trabajo in extenso sobre la cuestión estrictamente ligada a la lengua. Sin embargo, se conserva lo que Amaral (2006) consideró como “exitosa incursión por la filología guaraní” (p. 130): una serie de tres artículos en que Gondra discutió los prejuicios lingüísticos que el historiador Blas Garay (1873-1899) dejaba entrever en el Compendio elemental de historia del Paraguay (1896).

Se trataba de tres columnas que forman parte de una extensa serie de críticas publicadas entre abril y mayo de 1897 en el diario La Democracia, que discutían con el entonces reciente Compendio de Garay. El propósito de estos tres textos era refutar una aseveración del historiador sobre la lengua guaraní y presentar contrapruebas obtenidas mediante una extensa indagación bibliográfica.

En efecto, Garay elaboraba en las primeras páginas de su libro un retrato minucioso — pero no estrictamente documental— del primitivo pueblo guaraní y concluía indicando que “no tenían palabras para expresar las ideas abstractas, y casi todos los diversos estados del ánimo los referían a los del estómago o a sensaciones puramente fisiológicas” (Garay, 1896, p. 16).

Visiblemente defraudado por los trazos superficiales de Garay, Gondra se erige como autor calificado haciendo participar, además de cierta erudición en la materia, su conocimiento íntimo del idioma. Él mismo desenvuelve un listado sustancioso de obras que ha leído, algunas misionales, otras contemporáneas, de filólogos que han estudiado las lenguas amerindias, e hinca los talones para oponerle sus competencias de hablante nativo y rechazar cualquier conclusión sustentada en hojarasca enciclopédica, pues aquello muestra que —como dice en una parte— “ha estudiado el guaraní en su gabinete, en los libros jesuíticos, y no en los labios de los que lo poseen, único lugar donde las lenguas viven” (Gondra, 1942, p. 63).

Pero sus argumentos más interesantes provienen de algunos breves ejercicios etimológicos que dan cuenta de una lógica de estudio de la lengua a partir de las raíces, método que replicarán otros autores en lo sucesivo. No obstante, debemos asumir que algunos de estos análisis aportaban mucho de la propia inventiva, como el propio escritor asume en el decurso de su argumentación apropósito de la expresión py’a (corazón, estómago, entrañas):

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

Considerado el sentido tan lato de la voz pïa, que significaba corazón, estómago y vientre al mismo tiempo, veo su origen en una contracción o aglutinación de dos palabras: , pies, y á, (síncope de ári), sobre, es decir, sobre los pies

Si, pues ella indicaba, lo que está sobre los pies, esto es, el cuerpo (si mi creencia no es equivocada) ¿por qué se ha de decir que cuando la lengua, evolucionando siempre, comenzó a perder sus homonomias [sic], entrando en el período de la diferenciación verbal, la palabra pïá, no expresaría la idea de corazón y sí sólo la de estómago?5 (Gondra, 1942, p. 55).

En contrapartida, otros segmentos de su exposición permiten apreciar la construcción paulatina de Gondra como autor versado a partir de lecturas específicas de la materia filológica, la literatura especializada y las discusiones de su tiempo, imagen que se legitima por el conocimiento directo de la lengua, desde donde puede discutir con los eruditos americanistas (así lo hace en la tercera columna cuando se introduce en el debate sobre la estructura y naturaleza de la lengua: “El polisintetismo del guaraní es para mí evidente” [p. 61] afirma antes de citar y discutir con los especialistas).

Gondra, un intelectual joven que empezaba a dar sus primeros pasos en la vida pública, también cultiva un gesto de intermediario entre el saber y los lectores casuales. Teniendo en cuenta que toda la revisión del Compendio se publicó originalmente en las hojas de la prensa, esta estrategia sitúa a sus textos en un modo divulgativo entre el discurso de la prensa y el registro académico especializado; es un autor que enseña al lector y que exhibe también sus modos de razonar sobre la lengua desde la etimología, las raíces léxicas:

[D]escomponiendo las voces guaraníes, se puede ver muy bien que constan ellas de otras varias, a la manera diré sirviéndome de un símil que me parece expresivo, de cuentas unidas entre sí por el hilo de la aglutinación…

Unos ejemplos aclararán esto. En las palabras colina y montaña, “ïbïtïmí” y “ïbïtïruzú” es fácil notar la formación: los sustantivos “ïbï”, tierra, y “atïra”, montón y los adjetivos miri o mini y guazú o ruzú, pequeño y grande6. (Gondra, 1942, p. 62).

Un detalle que no debe pasar desapercibido en las intervenciones del ensayista es la importancia que otorga a la crítica como ejercicio fundado en exploraciones bibliográficas. Gondra explicita constantemente en el decurso de sus exposiciones, cada uno de los textos citados, pero al final del último artículo vuelve a enunciar, bajo el título de advertencias, no solo algunas rectificaciones o erratas, sino también la lista de los textos de referencia.

Estos breviarios pueden considerarse síntoma de la inminencia de los estudios de corte filológico sobre el guaraní que ya veían abrirse la puerta hacia un camino posible. Pero, a la par, todavía era sustancial construir las circunstancias de producción de esas nuevas miradas lingüísticas, volver a pensar los imaginarios sobre la lengua y, sobre todo, otorgarle una función clara entre las piezas de un sistema ideológico nacional que lograse interpretar fielmente el carácter del pueblo paraguayo. Entre fines del siglo XIX y principios del XX, Manuel Domínguez (1868-1935) cargó en sus espaldas este proyecto que daría origen nada menos que a uno de los ensayos de interpretación nacional más importantes de la historia del Paraguay (véase Telesca, 2020) y a unos curiosos trazos de lo que hoy llamaríamos relativismo lingüístico.

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

Situándose en los debates sobre la historia de la educación nacional, Manuel Domínguez exponía en una conferencia del Instituto Paraguayo a fines del siglo XIX la tensión que rodeaba a la lengua guaraní, desde los pesados prejuicios de la élite acerca de las limitaciones de la lengua indígena hasta su posición liminal, en los bordes de la civilización:

El guaraní es bellísimo. Su prosodia es admirable; tan sonoras, tan onomatopéyicas sus voces, como quizá otro idioma no las tenga… Pero si todo esto es muy cierto y además muy poético, no lo es menos, salvo lo de la poesía, que aquel que no hable otra lengua que el guaraní, estará siempre en cuanto a su estado de civilización, por debajo del que conoce el castellano. (Domínguez, 1897, p. 222).

En las palabras de Domínguez —que adopta un locus enunciativo desde la civilización—, el guaraní se revela atado a un dominio específicamente afectivo, sentimental, que seduce al hombre civilizado, pero que no asegura un estado óptimo de civilización a quien “no hable otra lengua que el guaraní”.

En estas reflexiones, que aprovecha para criticar en cierta medida a las misiones jesuíticas por el solo cultivo del guaraní, Domínguez acaso intuía ya una ventaja en el perfil bilingüe de la incipiente sociedad paraguaya, pero le resultaba mucho más riesgosa la pervivencia de aquella franja monolingüe guaraní de la población, demográficamente mayoritaria si se considera el proceso de mestizaje y la adquisición del guaraní como lengua materna.

El desconocimiento del castellano, y aun su prescindencia displicente por parte de los colonizadores, devenía escollo para la conformación de la sociedad civilizada. “El bárbaro que ha aprendido a expresarse en castellano —dice unas líneas más abajo—, con este solo hecho se ha civilizado”, a lo que agrega sin rodeos, enseguida, “hubiera sido divertido exigir a los maestros jesuitas de las misiones una demostración científica en guaraní puro; por ejemplo, que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos” (Domínguez, 1897, p. 222).

Más allá de esta mirada eurocéntrica, existía un interés genuino por otorgar al idioma una jerarquía que —si no lo equiparaba a las lenguas cultas— diese cuenta de su complejidad y de su capacidad de significación de nociones abstractas o espirituales. Persistía como preocupación un hacer entender qué dimensiones de sentido —más allá de la realidad material y fisiológica— era capaz de comunicar el guaraní.

Por eso, en la conferencia “Causas del heroísmo paraguayo” (1903), Domínguez analiza el idioma guaraní situado en un pueblo también hispanohablante y lo enmarca en el sistema representacional sobre la “raza paraguaya”, constituida por mestizos blancos superiores a otros pueblos americanos7. Su descripción del idioma, allí, acusa una aproximación algo más científica —alude a “su raro polisintetismo” (Domínguez, 1903, p. 659)— que alterna con los atributos que la emparientan con la naturaleza —“la formaron el canto de los pájaros, los rumores del viento” (Domínguez, 1903, p. 659)—. En esta conferencia la lengua ya es una marca de identidad nacional: el mestizaje y el idioma confieren a los paraguayos un pragmatismo y una sagacidad sobresalientes, una tenacidad como pocas. También, gracias a la lengua —parece decir— ha sobrevivido el paraguayo al exterminio y ha vuelto a luchar, y, en síntesis:

Hablando su sonoro guaraní es alegre, otro índice de su salud física y mental, otra prueba de su superioridad… El paraguayo como el francés es alegre, hasta

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

en los trances apurados. No le abate la desgracia y en esto aventaja al francés a quien desconcierta el fracaso. Nuestra gente derrotada hoy, torna y retorna a la carga. Sabe que va a la muerte y se burla con picante ironía de la muerte. (Domínguez, 1903, p. 660).

El guaraní posee la expresión techauka para designar el acto de mostrar como un hacer ver mediado (alguien hace ver a alguien). Este hechaukase, esta intención de hacer ver el lugar constitutivo de la lengua en el “ser paraguayo” llevó, primero, a Manuel Gondra y, luego, a Manuel Domínguez a sostener varias reflexiones sobre el idioma, echando mano del legado jesuita, estudiando unidades léxicas y partículas, ensayando una etimología de la lengua, para fundar, en definitiva, una filología de la lengua guaraní. Pero el guaraní se estudia, para Domínguez, como lengua indígena y en su estado “primitivo” (nunca hace mención directa al guaraní del pueblo paraguayo), acaso como raíz o arqueología de una ciencia del lenguaje. En una anotación sin fecha, recogida póstumamente, anota con entusiasmo:

Y si el Guaraní es para el artista un pentagrama en que la Naturaleza escribió sus armonías, para el filólogo es ciencia profunda que permite escrutar los primeros bostezos del lenguaje, sorprender la germinación de las voces en sus raíces virginales. (Domínguez, 1959, p. 200).

En esa dirección, Domínguez posee una serie de anotaciones, posteriores a 1910, que estudian las raíces guaraníes y su origen onomatopéyico, con lo cual intenta también sostener la tesis del origen onomatopéyico de las lenguas. Domínguez discute en esos textos con autores europeos y americanos, e intenta posicionar —con algunos resultados relativos— el estudio de la lengua en el espacio académico, adaptando sin mayor esfuerzo metodológico el modelo de las gramáticas comparadas indoeuropeas, desde Franz Bopp hasta Ernest Renan y Julio Cejador.

El Domínguez de las etimologías se presenta en toda su amplitud durante el XVII en el Congreso Internacional de Americanistas (que coincidió, en Buenos Aires, con el Centenario de la Revolución de Mayo, 1810-1910), donde adopta una postura similar a la de Gondra para legitimar su autoridad en la materia —“El conocimiento del guaraní y el Tesoro [de la lengua guaraní] de [Antonio Ruiz de] Montoya me sirvieron para el examen de las raíces” (Domínguez, 1912, p. 193)— y, a la vez, prioriza el examen de la lengua indígena en los hablantes indígenas, a pesar de sus esfuerzos teóricos por ligar el idioma como rasgo constitutivo y cohesionador del pueblo paraguayo mestizo:

Fonógrafo que registra todos los sonidos externos, pero máquina viviente capaz de combinar esos sonidos con algunas pocas notas propias –raíces exclamativas– es la impresión que queremos dar del hombre primitivo quien no hubiera hablado en un mundo sin arpas eólicas ni pájaros que canten (Domínguez, 1912, p. 194).

Los visos deterministas del estudio de Domínguez, que imagina un hombre primitivo esencialmente imitador de los sonidos de la naturaleza, sin la cual no hubiese desarrollado el

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

habla, no restan riqueza a los registros sobre el habla y las costumbres (varias de ellas supersticiones) contemporáneas al autor:

Todavía se dice en guaraní de ciertas aves solitarias de canto lastimero y de los perros que ahullan [sic] al ponerse el sol ó en el silencio de la noche, que ó- poró-hȃn-ȗn-bȏn; es decir, que ominan ó anuncian desgracia, fatalidad, cercano porvenir funesto8. (Domínguez, 1912, p. 200).

En esas ilustraciones brevísimas emerge la huella del guaraní como un resto del pasado (“todavía decirse en guaraní”), donde la lengua deviene signo de un remanente primitivo, aunque a veces se lee también como signo de una esencia, summum de la nacionalidad: “Era y es el idioma de nuestros soldados, el santo y seña de la Patria, nos decía un poeta; flor y fruto de su alma, añadía otro; testamento armonioso de una raza, decimos nosotros” (Domínguez, 1959, p. 199).

Con todo, los autores hasta aquí mencionados no llegarían muy lejos en materia filológica, con sus trabajos que abundaban en argumentos y conclusiones más bien especulativas, no fundadas en un análisis sistemático. Y si bien dejaban entrever propósitos específicamente reivindicatorios (restituir a la lengua un prestigio horadado por los discursos de la administración liberal de la posguerra), allanarían el camino para la presentación en sociedad de quien desplegaría extensos y meticulosos estudios filológicos sobre el guaraní, el erudito Moisés Bertoni.

“Cada uno lo escribe como le place, o poco menos”9, el nodo ortográfico

Moisés Santiago Bertoni (1857-1929), un inmigrante suizo que se radicó en el Alto Paraná desde fines del siglo XIX –para asentar una colonia donde realizar investigaciones de botánica– y fundó por esos años la Escuela de Agronomía de Asunción, avanza en el análisis de la lengua entendida ya en un sentido menos especulativo que empírico, preocupado principalmente por el aporte del mundo guaraní a la ciencia botánica. Su interés central por unificar una ortografía del guaraní que sea operativa al lenguaje de la ciencia —en especial, que permita nombrar concretamente en guaraní las especies en catalogación— lo llevó a estudiar la extensión y los alcances de la lengua y la cultura guaraní en toda América. Incluso afirmó apresuradamente que esta había constituido una civilización más amplia que la sociedad incaica, rica en saberes ligados a la medicina y la espiritualidad, considerados por él como los grandes fundamentos de aquella sociedad.

Este estudioso llevó adelante una misión de pretensiones enciclopédicas que lo posicionó en el circuito intelectual asunceno como el hombre de ciencia que poseía las claves para el estudio de la lengua y un poco más, pues también se ha considerado que algunos de sus trabajos buscaron sustentar las teorizaciones sobre el mestizo blanco superior de Domínguez, que se reactualizó en cercanías de la guerra del Chaco (1932-1935) (Telesca, 2010, 2020).

Bertoni impulsó los estudios de la lengua desde un enfoque etnológico positivista y nutrió sus indagaciones de un corpus ecléctico de crónicas, registros y glosarios de los exploradores, naturalistas, etnólogos y misioneros que transitaron la geografía y los pueblos indígenas de Sudamérica y el Caribe. Fruto de esos trabajos, es posible proyectar un atlas lingüístico del guaraní entre las dos regiones subcontinentales de América del Sur y las Antillas centroamericanas. No obstante, una de las críticas centrales a la obra de Bertoni será la referente a los métodos y las fuentes: sus resultados no provenían de exploraciones de primera mano por el territorio, sino de relevamientos bibliográficos muchas veces

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

intervenidos por conclusiones parciales que daban cuenta del desconocimiento de las realidades que describía, o del interés específico por forzar pruebas para ajustarlas a su estructura argumentativa (cfr. Baratti y Candolfi, 2014).

A pesar de estas objeciones, Bertoni logró expandir de tal modo su dominio en la materia que, después de sus trabajos sobre lengua y cultura guaraníes, en especial, la Ortografía guaraní (1914), Influencia de la lengua guaraní en Sud-América y Antillas (1916), La lengua guaraní como documento histórico (1920), las Analogías Lingüísticas Caraibes-Guaraníes (1921) y el extenso tratado La civilización guaraní (1922). Todos estos trabajos marcan un hito, ciertamente, en la producción sobre etnología en el Paraguay y logran situar al erudito suizo como el referente máximo en materia de estudios científicos sobre los guaraníes, a tal punto que influyó significativamente en la escritura del poema en guaraní Ñande ĭpĭ cuéra (Nuestros Antepasados), de Narciso R. Colmán (1929), una obra clave para entender las percepciones y usos de la mitología indígena en la sociedad criolla. Fuera de los textos de Bertoni, no hay otros tratados o estudios minuciosos que se hayan lanzado en Paraguay en los mismos años o en los subsiguientes10.

Una excepción en cuanto a lo estrictamente ortográfico es la propuesta crítica de Juan Francisco Recalde (1885-1947), un médico paraguayo con variada actividad en la vida pública, desde la prensa, docencia e investigación, hasta labores ministeriales y legislativas. Su Nuevo método de ortografía guaraní (1924), que se postulaba como una alternativa al modelo de Bertoni —que “tiene en su exactitud fotográfica su mérito internacional y al mismo tiempo su defecto principal” (p. 3) afirmaba Recalde (1924)—, buscaba sintonizar con la emergencia creciente de escritores populares en guaraní.

Ciertamente, la ortografía del erudito suizo, que se había presentado en sociedad durante el Congreso Científico Internacional Americano de Buenos Aires (1910), y que se publicó en 1914 en Asunción, había nacido de una exigencia metodológica y unas necesidades estrictamente científicas: “Me vi forzado —dice, al hablar del estudio de la ortografía—, obligado a ello como condición previa y necesaria para establecer orden en mis manuscritos” (Bertoni, 1914, p. 3). Ese modelo ortográfico aspiraba a unificar los registros en guaraní de la nomenclatura científica, problema que se hacía visible en textos de diversos autores y con el que el propio Bertoni debía lidiar para avanzar en sus trabajos sobre botánica.

De modo que la crítica de Recalde se posa en ese propósito estrictamente científico que no echaba de ver en otros pormenores ligados a la economía de caracteres o, mismo, a la primera impresión que podía dar la escritura en términos estéticos. Recalde presenta, entonces, un modelo que también tendía a la unificación de criterios, pero intentaba, además, responder a las necesidades del uso corriente y a las exigencias “del espíritu”: “una ortografía que, ganando si es posible en precisión, no pierda nada en belleza” (Recalde, 1924, p. 3).

La propuesta de Recalde, que no trascendió en el tiempo como sí lo hizo la ortografía bertoniana, presentaba como novedad una reflexión minuciosa sobre las posibilidades de representación de los acentos en correlación con la nasalidad, aspiración o guturalidad de vocales y semivocales [Figura 1]. También reflexionaba en torno al sistema de numeración (que recién volvería a tener una formulación concreta hacia 1960, con el modelo de Reinaldo Decoud Larrosa) y a la incorporación de hispanismos, lo que significaba en sí un giro en cuanto al estudio del guaraní en la sociedad no indígena.

En definitiva, los modelos de Bertoni y de Recalde compartían el propósito unificador frente a la arbitrariedad normativa de la denominada grafía tradicional, que emulaba el sistema ortográfico del español, pero recurría a dígrafos o diacríticos para atender a ciertas especificidades del sistema fonológico guaraní, como el puso /ꞌ/ y las formas nasales, la vocal velar /y/ o la consonante aspirada /h/11. En ese sentido, en los apéndices del texto de Recalde, a modo ilustrativo, se recogen textos del cancionero folklórico y la oratura popular criolla e indígena, y se presenta comparativamente cómo se realizarían las transliteraciones desde la

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

grafía tradicional al modelo ortográfico propuesto por él. Una nota final en la Fe de erratas da cuenta del estado de anomia no solo en el orden de lo ortográfico, sino en los propios criterios de escritura segmental:

La unión o desunión de ciertas palabras guaraníes, con sus partículas modificadoras, no ha obedecido a un sistema bien definido —y en la acentuación, aún procurando tenerme dentro de las reglas que había establecido, ha sido en varias ocasiones incorrecta por mi falta de práctica. (Recalde, 1924, p. 99).

El problema de la ortografía es un punto de convergencia y síntoma de la intensificación de un proceso de aprovisionamiento de la lengua, engrosamiento de los registros documentales del guaraní y reactualización permanente de las discusiones en torno a la importancia o no del idioma para el desarrollo de la sociedad.

Si Boggiani, a principios de siglo diagnosticaba el abandono de todo esfuerzo de conservación, estos ensayos sobre la lengua en un nivel meta, a los que debemos sumar la creciente puesta en circulación de textos impresos en guaraní en diferentes géneros (Villalba Rojas, 2020), daban cuenta de un resurgimiento de las prácticas escriturarias en esa lengua. Contra la desazón que expresaba el explorador italiano, la década de 1920 fue nodal, no solo para este resurgimiento, sino para la consolidación de la poesía escrita en lengua guaraní (que continuaría produciéndose por décadas a través los cancioneros) y la cimentación del “nacionalismo lingüístico” que cobraría protagonismo en circunstancias de la guerra del Chaco (Velázquez Seiferheld, 2019a).

Figura 1.

Las vocales en la ortografía de J. F. Recalde

Nota. Se visualiza parte de la propuesta ortográfica de Juan Francisco Recalde para los diferentes acentos vocálicos y nasales. Fuente: Recalde, 1924, p. 13.

La Sociedad Cultura Guaraní al rescate

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

El testimonio material de que ocurría un interés creciente sobre la lengua guaraní fue la conformación de la Sociedad Cultura Guaraní en la Asunción de 1923: un grupo de guaranistas convocaron un cónclave en el gimnasio Paraguayo para formalizar su carácter de cultores de la lengua e intentar dar un estatuto nuevo al idioma de uso mayoritario en el Paraguay.

El 23 de mayo de 1923 estos hombres se autorreconocieron como el primer comité de eruditos reunidos en torno a la búsqueda de consolidación del idioma como patrimonio nacional. Entre los pocos registros hallados sobre Cultura Guaraní, sobresale una dedicatoria que Narciso R. Colmán hiciera a los integrantes de la sociedad en las primeras páginas del diccionario paremiológico Mil refranes guaraníes (1929). Allí se cuentan, entre otros, como estudiosos o divulgadores de la lengua y la cultura guaraní, un heterogéneo grupo de referentes, como el ensayista Juan O’Leary, el maestro y escritor Leopoldo Benítez, el médico veterinario Tomás Osuna y el sociólogo y poeta socialista Anselmo Jover Peralta (ambos autores de uno de los primeros diccionarios guaraní-castellano), el investigador y filántropo Andrés Barbero, y el etnólogo y lingüista Guillermo Tell Bertoni (hijo de Moisés).

En este cuerpo letrado aparecen apenas dos escritores en guaraní que han dejado una obra trascendente: Narciso R. Colmán y Francisco Martín Barrios. También sobresalen los socios honorarios, eruditos o comunicadores ya por entonces consagrados internacionalmente, entre ellos, los ya citados Moisés Bertoni, Manuel Gondra, Manuel Domínguez y Juan Francisco Recalde, además del insoslayable etnólogo alemán Roberto Lehmann-Nitsche.

La brevísima acta fundacional, recogida como anexo de un folleto también breve sobre Ortografía de la lengua guaraní (publicado por la Imprenta Nacional, 1940), contiene dos artículos. En el artículo primero se enumeran tres fines primordiales de la sociedad, mientras que el segundo artículo describe cuatro tareas correspondientes.

Artículo 1° Fundar, bajo los auspicios del Gimnasio Paraguayo, una sociedad con la denominación de Cultura Guaraní, cuyos fines primordiales son:

a)El estudio integral del idioma, su restauración y divulgación;

b)El fomento de la producción científico-literaria del mismo, y

c)El acopio de documentos relativos al idioma y a la raza guaraní. Art. 2° Para realizar estos fines, la sociedad propenderá:

1° A la organización de seminarios en la capital y campaña;

2° A estimular la producción científica y literaria sobre temas relativos a dichos estudios;

3° A unificar la ortografía y la fonética; y

4° A fundar una Biblioteca y Museo de la Raza. (República del Paraguay, 1940, pp. 15–17).

El acta declara la preocupación del cuerpo erudito por la unificación del sistema de escritura del guaraní, así como la investigación científica y el acopio. De sus fines y actividades pueden inferirse las representaciones compartidas sobre cuál era la situación del guaraní como lengua y qué podía hacerse con ella.

En primer lugar, las preocupaciones por su estudio, divulgación y restauración dan cuenta de su situación minorizada, una suerte de lengua horadada que puede restaurarse. Y una parte de esa restauración, puede entenderse, es el establecimiento de una normativa unificada, por la que se luchaba infructuosamente. Es interesante, además, visualizar un intersticio para el debate: se menciona una enseñanza del idioma, pero no a través del idioma, sin dudas atentos

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

a conservar un ideal de bilingüismo que no se explicita, pero que ya había sido insinuado en algunos trabajos, como los de Domínguez.

El “fomento de la producción científico-literaria” del idioma, y su par, el estímulo de “la producción científica y literaria sobre temas relativos a dichos estudios”, llevan implícitos, por su parte, dos puntos de apoyo, dos posiciones ligadas a las jerarquías y dominios de uso de las lenguas, a una situación de diglosia que parece trasladarse de la oralidad a la escritura. En otras palabras, la producción literaria —no lo dicen, pero efectivamente sucede— puede ser en guaraní o en relación con el guaraní, pero la producción científica debe ser sobre el guaraní y en castellano. Esta es una constante: el guaraní nunca se piensa como metalengua, mucho menos como lengua académica, y los académicos paraguayos tardarán mucho tiempo en intentar una escritura del guaraní en ese nivel12, a pesar de haber tenido un precedente insólito en las sugerencias ortográficas del “Morandu” que figuraba en las páginas del periódico Lambaré de 1867 (Villalba Rojas, 2020, p. 43).

Como caso aislado e integral de creación en guaraní y documentación de la lengua, sobresale la figura de Narciso R. Colmán (Rosicrán), mayormente conocido como el poeta de los mitos guaraníes, pero cuya labor lexicográfica todavía espera ser estudiada. Curiosamente, en aquel año, Rosicrán publicó de manera anónima su primer ñe’ẽnga ryru (colección de refranes) bajo el título de Ñe’êngá roviú (Refranes verdioscuros) (1923), un libro que compendiaba algunos destellos del saber coloquial, más cercanos al humor soez e impúdico. En los años sucesivos continuaría ese trabajo íntimamente ligado a la tradición oral, muy preocupado por registrar fielmente las manifestaciones de la lengua, “sin falsificarlos ni desnaturalizarlos, para que los siglos así les sorprendan en este volumen”, dice en Mil refranes guaraníes (Colmán, 1929, p. 7). Con su tarea de archivado, Colmán planteaba un gesto articulador entre la práctica literaria y la misión erudita de la Sociedad.

No obstante este indicio de sintonía con la misión del cuerpo erudito, en sus obras precedentes —todas escritas en guaraní— Colmán ya se hacía eco del caos ortográfico en que estaban sumidos los textos, por la diversidad de autores y de criterios de representación de los sonidos de la lengua. El mismo refranero continúa ese conflicto e incluye una nota sobre la ortografía del volumen, donde el compilador reconoce la labor unificadora de Cultura Guaraní, pero toma distancia por motivos de uniformidad artística:

El autor de esta recopilación, desde que escribió el guaraní ha venido utilizando esta última forma de grafía… de suerte que la adopción de otra ortografía contrariaría a su costumbre y atentaría a la uniformidad de la grafía adoptada en sus obras anteriores. (Colmán, 1929, p. 9).

En el apéndice del póstumo Diccionario botánico (1940), una anotación de Moisés Bertoni, por su parte, muestra todavía el anhelo de consolidar una nomenclatura científica en guaraní que ostente una precisión inconfundible (preocupación que marcó todo su trabajo lingüístico ya desde la Ortografía). Con ese ánimo, y si aun hubiese obstáculo para su uso corriente, concede sin dilaciones la posibilidad de que esta coexista con un sistema gráfico popular, diferencia que había enfatizado Juan F. Recalde en 1924. Ambas perspectivas, la de Recalde, cercana al empleo en las comunicaciones cotidianas, y la de Bertoni, anclada en los usos científicos, coinciden después de todo en la posibilidad de dos sistemas ortográficos sintomáticos de una jerarquía interna al idioma, dos estatus lingüísticos, dos registros bien diferenciados por el dominio de uso, uno más especializado que el otro.

Aparentemente, la dinámica entre lenguas y hablantes no podía escapar de una tensión diglósica (o al menos una compartimentalización de dominios de uso), una fuerza centrípeta

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

que tendía constantemente a la distinción, a la marcación deliberada de la diferencia máxima entre clases de hablantes o, a lo sumo, entre los propósitos con los que se debía emplear cada registro de lengua. Y esta toma de distancia (que parece germinal en la distinción de dominios que expresa el binomio ciencia-literatura en el acta fundacional de Cultura Guaraní) se ejercía desde los estratos más altos de la sociedad. A la clase intelectual le interesaba menos la lengua que los rastros del pasado en la lengua. Su trabajo era una labor de erudición constante. Pretendían el abordaje filológico y acaso solo por eso era necesario fundar el museo y la biblioteca, registrar y aislar los vestigios de la lengua y de la raza, especímenes para el futuro.

La Biblioteca y el Museo de la Raza aparecen, así, como la tarea de rescate urgente de la Sociedad. A propósito, la categoría de raza también exhibe su ambivalencia y motiva otros problemas: ¿qué lengua y qué cultura pretende acopiar este cuerpo erudito: la lengua y la cultura indígena, a las que dan por perimidas y a las que solo les resta la posibilidad de conservación museística, antes de su extinción, o la variedad paraguaya del guaraní, variedad no indígena, que, de todas maneras consideraban horadada, interferida por el castellano?, ¿cuál es el propósito último de este acopio y museificación, considerando que indígenas y mestizos compartían los espacios cotidianamente en cualquiera de las poblaciones del Paraguay, tanto en las más urbanizadas como en las zonas rurales, donde se los homologaba a la masa campesina ya desde fines del siglo XVIII (cfr. Telesca y Wilde, 2011)?

La misión de la sociedad, con todo, encuadra muy bien con las advertencias de Rubén Bareiro Saguier acerca de una “generación indigenista-nacionalista” que comenzó a brotar en los años veinte y se extendió por varias décadas en la figura de diversos autores. En el rótulo que impone Bareiro, los elementos realzan el contraste a favor de un imaginario colonialista de nación que explota la figura del indígena en un sentido retórico, como vestigio de una época ymaguare (primitiva), pero al que no le interesan materialmente los sujetos y comunidades indígenas, pues “habla de un indio idealizado y de situaciones falsas creadas por la visión alienada que la colonización había impuesto” (Bareiro Saguier, 1990, p. 35).

Raza, es muy probable que en relación con la cultura —y por ende el idioma— aluda a la “raza guaraní paraguaya”, no en el sentido de un agenciamiento indígena, sino como una construcción subvertida que asimila, sin decirlo, la representación del mestizo blanco superior que postulara Manuel Domínguez (vid. Telesca, 2020). De lo indígena importan sus herencias remotas, no la carga genética, no las prácticas sociales o religiosas, no las costumbres comunitarias, sí las reminiscencias que traen los últimos sonidos de su lengua primitiva.

Mba’émotepa? (¿Cuál es la palabra?)13, conclusiones y aperturas

Pero, a falta de una ortografía uniforme, cada escritor guaraní escribe a su capricho.

De ahí nace la dificultad para la buena y fácil lectura de las palabras escritas en guaraní para el pueblo lector. Cada uno tiene que andar adivinando primero para dar con el sonido de cada palabra…

Somos de opinión que la [Sociedad] Cultura Guaraní debe tomar sobre sí la gran obra de convocar a una Convención a nuestros guaraniólogos para establecer la uniformidad de la ortografía guaraní en bien de la literatura nacional (Ortografía guaraní, 1926).

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

A modo de síntesis, en el Paraguay de las primeras décadas del siglo XX, la cuestión de la lengua se convirtió en un capítulo de la tarea intelectual de diferentes figuras públicas (de hecho, fue constituyéndose poco a poco un perfil de intelectual de la lengua que todavía espera ser estudiado en profundidad). Este ejercicio de erudición oscilaba entre la práctica de una filología especulativa y una hermenéutica por lo general basada en reconstrucciones intuitivas de la lengua cuyo límite inferior son las gramáticas misionales, pero que paulatinamente —y en el marco de abordajes pretendidamente científicos— se proyectaba ya hacia definiciones pragmáticas con miras a un sistema de escritura con usos predefinidos (la ciencia/la literatura), ya hacia horizontes imprevisibles donde se ensayaban miradas comparativas y asociaciones con otras lenguas del continente y el mundo, a veces no emparentadas con la familia tupi-guaraní.

Durante buena parte del siglo XX, el terreno visible de la lucha intelectual por —pero también con— la lengua guaraní fue el de la escritura y la ortografía, porque existía un espíritu de producción en la lengua que tuvo su expresión material en la proliferación de cancioneros bilingües guaraní-castellano a partir de los años veinte. Uno de sus máximos referentes fue Narciso R. Colmán, que ocupó un lugar central en la poesía en guaraní, y cuyas obras pueden leerse como correlato de la tarea filológica. Y si bien este escritor formó parte activa de Cultura Guaraní, Roberto Romero cita la disconformidad que expresaba Colmán, todavía muchos años después de su participación en el cuerpo erudito:

En el Gimnasio Paraguayo… comenzamos este estudio [el de la ortografía], sin ningún resultado. En el Ateneo Paraguayo, con la presidencia del Ministro de Instrucción Pública, Dr. Juan Francisco Recalde, lo proseguimos, hasta que al fin, tras una lucha tenaz que duró tres meses, conseguimos unificar esta grafía. Después de firmadas las actas de aprobación, dejamos pasar un tiempo y... lejos de cumplir lo que hemos aprobado, seguimos estirando otra vez, cada cual por la senda de nuestras predilecciones…

Debemos elaborar… una forma de ortografía y prosodia uniformes. Entonces, solo con esta ortografía inconmovible podremos comenzar a escribir libros serios, especialmente los textos destinados a la enseñanza o cátedras de idioma nacional que se propicie (Colmán, en Romero, 1991, p. 31).

Parecido sentimiento de contrariedad se lee en el apéndice del póstumo Diccionario, de Moisés Bertoni, quien cae en la cuenta de haber contribuido, con sus buenas intenciones, al caos ortográfico generalizado:

Hace pocos años, un grupo de estudiosos —que es de sentir no fuese más numeroso, pues no pudo reunir en su seno sino a una pequeña minoría de los cultores de la legua guaraní— se propuso poner término a la anarquía grafológica que a pesar de todo seguía reinando en el Paraguay. Desgraciadamente no logró su intento, y el resultado de su actuación, no fue sino el aumento de la anarquía, con la adopción de una grafía más… (Bertoni, 1940, p. 114).

Aun a pesar de los desconciertos, estas extensas intervenciones en torno a la lengua acompañaron muy íntimamente la construcción de una literatura en guaraní y su

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

consolidación en un primer modelo de lengua de escritura literaria. Ciertamente, también en el terreno de la creación poética, la discusión en torno a cuál debía ser la lengua de escritura literaria tomaba carriles propios e imprevisibles, entre autores que procuraban un guaraniete sumamente artificioso y pretendidamente culto y autores que adoptaban la lengua corriente y debían soportar las críticas y marginaciones por alimentar el caos lingüístico14.

En el decurso, algunos literatos que hicieron del guaraní una opción estética para cultivar una literatura nacional se irguieron también en intelectuales de la lengua y desde allí operaron en defensa del idioma. En las primeras tres décadas del siglo XX, la figura de Narciso R. Colmán encajaba cómodamente en ese perfil de poeta cultor de la lengua guaraní, diferenciándose de sus contemporáneos por el grueso de su obra.

Pasarían varias décadas para que, hacia los años 1960-70, comenzaran a tomar protagonismo otros autores de ese tipo cuyas obras todavía restan estudiarse y que influyeron fuertemente en el proceso estandarizador del guaraní, desde Félix de Guarania (que desarrolló el grueso de su obra en el exilio, a causa de la dictadura de Alfredo Stroessner [1954-1989]) hasta escritores ligados al circuito académico y la prensa en Asunción, entre ellos, Tadeo Zarratea, Feliciano Acosta, Susy Delgado y Natalia Krivoshein.

Más cerca en el tiempo, también cobraron presencia por su actividad en los medios de alcance nacional y en las redes sociales de internet otros poetas-lingüistas y mbo’ehárakuéra (docentes), a quienes los nuevos soportes sitúan en espacios de suma interacción con la oralidad, el habla popular y los nuevos públicos. Se trata de cultores de la lengua guaraní que asumen una tarea diversificada de divulgación, creación artística y estudio sistemático de la lengua con una mirada crítica hacia la estandarización. No obstante, las redes sociales desde la pandemia de 2020 han permitido la emergencia y proliferación de nuevas voces, espacios y perfiles en relación con la lengua guaraní y la creación literaria, que involucran otras formas de agenciamiento, otros desafíos de comprensión que nos preguntan cómo abordaremos la complejidad y heterogeneidad de aquello que está sucediendo mientras leemos esto.

Referencias

Amaral, R. (2006). El novecentismo paraguayo. Hombres e ideas de una generación fundamental del Paraguay. Asunción: Servilibro.

Areces, N. R. (2008). La etnohistoria y los estudios regionales. Andes, (19), 15-28.

Baratti, D. y Candolfi, P. (2014). Introducción al primer tomo de La Civilización Guaraní de

Moisés Santiago Bertoni: Etnología. Recuperado de http://www.mosebertoni.ch/pdf/3_prima_introduzione.pdf

Bareiro Saguier, R. (1990). De nuestras lenguas y otros discursos (Vol. 34). Asunción: UCNSA, Biblioteca de Estudios Paraguayos.

Bertoni, M. S. (1914). Ortografía guaraní. Sobre la base de la Ortografía Internacional adoptada por los congresoso de Zoología y Botánica, con arreglo a la Ortografía Lingüística adoptada por el Congreso Científico Internacional de Buenos Aires (1910) y a la generalmente segui. Asunción: M. Brossa.

Bertoni, M. S. (1940). Diccionario Botánico Latino-Guaraní y Guaraní-Latino, con un glosario de vocablos y elementos de la nomenclatura botánica. Introducción a las “Plantas usuales y útiles del Paraguay”. Asunción: Guaraní.

Boggiani, G. (1935). El guaraní. Guarania, 52–56.

Brezzo, L. (2010). Reparar la nación. Discursos históricos y responsabilidades nacionalistas en Paraguay. Historia Mexicana, LX(1), 197–242.

Brezzo, L. (2019). Reconstrucción, poder político y revoluciones (1870-1920). En I. Telesca

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

(Ed.), Nueva historia del Paraguay (pp. 221–250). Buenos Aires: Sudamericana. Caballero, H., y Ferreira, C. (2009). El periodismo de guerra en el Paraguay (1864-1870).

Estudios Paraguayos, XXVIXVI(1–2), 201–214.

Colmán, N. R. (1923). Ñe’êngá Roviú (Refranes verdioscuros). Diccionario carapé, oguerecó va 199 pucá sororó jha peteî cinematógrafo guaraní.

Colmán, N. R. (1929). Mil refranes guaraníes (Ne’ẽngá). Asunción: Imprenta El Arte.

de Guarania, F. (2004). Mba’everaguasu. Ñe’ẽrekokatu ha Ñe’ẽmorangatu. Gramática y literatura guaraní. Asunción: Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní.

Dietrich, W. (2002). Guaraní criollo y guaraní étnico en Paraguay, Argentina y Brasil. En M. Crevels, S. Van de Kerke, S. Meira y H. Van der Voort (Eds.), Current Studies on South American Languages (Indigenous Languages of Latin America, 3, 31-41. Leiden: CNWS.

Domínguez, M. (1897). Historia de la enseñanza nacional. Revista del Instituto Paraguayo, 10.

Domínguez, M. (1903). Causas del heroísmo paraguayo. Revista del Instituto Paraguayo, 38, 643-675.

Domínguez, M. (1912). Raíces guaraníes. En R. Lehmann-Nitsche (Ed.), XVII Congreso Internacional de Americanistas (pp. 193–221). Buenos Aires: Imprenta de Coni Hermanos.

Domínguez, M. (1959). La traición a la patria y otros ensayos. Asunción: Dirección de Publicaciones de las FF. AA. de la Nación.

Garay, B. (1896). Compendio elemental de historia del Paraguay. Asunción: A. de Uribe y Cía.

Gondra, M. (1942). Hombres y letrados de América. Asunción: Guarania.

Guarani Ñe’ẽ Rerekuapavẽ. Academia de la Lengua Guaraní. (2018). Guarani ñe’ẽtekuaa. Gramática Guaraní. Asunción: Servilibro.

Huner, M. K. (2007). Cantando la república: la movilización escrita del lenguaje popular en las trincheras del Paraguay, 1867-1868. Páginas de guarda: revista de lenguaje, edición y cultura escrita, 4, 115-135.

Kleinpenning, J. M. G. (2014). Paraguay rural 1870-1963. Una geografía del progreso, el pillaje y la pobreza. Asunción: Tiempo de Historia.

Melià, B. (1992). La lengua guaraní del Paraguay. Historia, sociedad y literatura. Madrid:

MAPFRE.

Melià, B. (1997). Antropólogos y antropología en el Paraguay. Horizontes Antropológicos, 3(7), 24-35. doi:10.1590/s0104-71831997000300003

Melià, B. (2003). La lengua guaraní en el Paraguay colonial. Asunción: Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch.

Melià, B. (2011). El guaraní y sus transformaciones: guaraní indígena, guaraní criollo y guaraní jesuítico. En G. Wilde (Ed.), Saberes de la conversión. Jesuitas, indígenas e imperios coloniales en las fronteras de la cristiandad (pp. 81.98). Buenos Aires: SB.

Ortografía guaraní. (1926). Ihsoindih. Cultura, ciencia y arte, 10.

Penner, H. (2020). Gestión glotopolítica del Paraguay: ¿primero normativizar, después normalizar? Caracol, (20), 232-269.

Recalde, J. F. (1924). Nuevo método de ortografía guaraní. Asunción: Tipografía del Diario Español.

República del Paraguay. (1940). Ortografía de la lengua guaraní, adoptada por “Cultura Guaraní” del Ateneo Paraguayo, con breve exposición de los antecedentes. Asunción: Imprenta Nacional.

Romero, R. A. (1991). Narciso R. Colmán. El poeta de los guaraníes. En R. Torga (Ed.), Kamba nambi (p. 158). Asunción: Ñandereko.

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

Scavone, R. (2019). Guerra internacional y confrontaciones políticas (1920-1954). En I. Telesca (Ed.), Nueva historia del Paraguay (pp. 251-294). Buenos Aires: Sudamericana.

Szurmuk, M. e Irwin, R. M. (2009). Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos. México: Siglo XXI, Instituto Mora.

Telesca, I. (2010). Paraguay en el centenario: la creación de la nación mestiza. Historia Mexicana, LX(1), 137-195.

Telesca, I. (2020). Mestizo o blanco. Más allá del color del “alma de la raza” paraguaya. En Autor, El que no tiene de inga, tiene de mandinga. Honor y mestizaje en los mundos americanos (pp. 337-366). Madrid: Iberoamericana.

Telesca, I. y Wilde, G. (2011). Antiguos actores de un nuevo régimen: indígenas y afrodescendientes en el Paraguay de la Independencia. Journal de la société des américanistes, 97(2), 177-200.

Velázquez Seiferheld, D. (2019a). El Estado paraguayo ante las lenguas indígenas: una síntesis histórica. En Autor, Paraguay ante el Año Internacional de las Lenguas Indígenas. Ponencias presentadas en la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (p. 49). Asunción: Arandurã - SENAC.

Velázquez Seiferheld, D. (2019b). Mbo’e. Introducción a la historia de la educación paraguaya. Asunción: CAV/Museo del Barro.

Villagra-Batoux, S. D. (2016). El guaraní paraguayo. De la oralidad a la lengua literaria. Asunción: Servilibro.

Villalba Rojas, R. (2020). Che purahéi guarani. La poesía de Narciso R. Colmán en la construcción y primera consolidación de una ‘literatura nacional’ en lengua guaraní (Paraguay, 1917-1929) (Tesis doctoral). Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe.

Notas

1Respeto la ortografía de la fuente primaria.

2En este trabajo hacemos referencia en mayor medida al guaraní no indígena de la región del Cono Sur, también denominado guaraní criollo (que, además, presenta variedades según las regiones: guaraní paraguayo es la variedad campesina del Paraguay, y guaraní correntino, la hablada en la provincia argentina de Corrientes). Para una distinción sintética entre variedades diatópicas y transformaciones del guaraní en la diacronía, véanse Dietrich (2002) y Melià (2011).

3Para una lectura pormenorizada de la situación sociohistórica, véase Brezzo (2019).

4Gondra fue, en efecto, uno de los caudillos del régimen liberal y llegó a ejercer la presidencia del Paraguay en dos lapsos muy breves, 1910-1911 y 1920-1921 (Brezzo, 2019; Scavone, 2019).

5Respeto la ortografía guaraní del texto fuente.

6Respeto la grafía guaraní del texto fuente.

7Para un análisis sintético sobre las ideas de M. Domínguez y sus proyecciones en la historia, véase Telesca (2020).

8Respeto la ortografía de la fuente primaria.

9Bertoni, 1914, p. 5.

10Bertoni muere en 1929, pero sus trabajos continúan circulando y algunos de ellos se editan póstumamente todavía en los años 1940. La línea de corte en los estudios etnográficos y antropológicos se da a mediados de los cuarenta, cuando León Cadogán publica sus primeros artículos sobre los indios mbya del Guairá. No obstante, desde tempranas décadas del siglo XX, se publicaron en Alemania, Francia e Italia algunos estudios etnológicos que no llegaron al Paraguay sino hasta después de los años setenta. Para una síntesis de ese proceso, véase Melià (1997).

11Melià (1992) realiza una aproximación comparativa a tres sistemas de escritura del guaraní, la ortografía tradicional, la ortografía jesuita y la ortografía científica o moderna, que presentan, todas ellas, diferencias respecto del modelo implementado oficialmente en el Paraguay (Guarani Ñe’ẽ Rerekuapavẽ. Academia de la Lengua Guaraní, 2018).

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.

12Los primeros textos que ofrecen un modelo del guaraní como lengua de escritura académica aparecen recién en el siglo XXI. Un ejemplo de este tipo de escrituras es el voluminoso tratado bilingüe de Félix de Guarania,

Mba’everaguasu. Ñe’ẽrekokatu ha ñe’ẽ morangatu. Gramática y literatura guaraní (2004).

13Las adivinanzas, como parte de la oratura guaraní, constituyen un juego de palabras pautado por la fórmula maravichu, maravichu, mba’émotepa? (maravilla, maravilla, ¿cuál es la palabra?).

14Un análisis sintético de la cuestión literaria puede leerse en Melià (1992), y una revisión de las tensiones entre escritores, crítica y lengua literaria durante este período, en Villalba Rojas (2020).

RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Villalba Rojas, Rodrigo Nicolás. “El guaraní es un pentagrama”. Artificios y vaivenes de la filología guaraní en el Paraguay de inicios del siglo XX, PP. 231-250.