https://doi.org/10.53971/2718.658x.v12.n20.35734

La “mordedura de lo real” en Gente conmigo de Syria Poletti

María Florencia Buret

Universidad Nacional de La Plata, Argentina. florencia.buret@gmail.com ORCID: 0000-0002-3964-0561.

Recibido 10/03/2021. Aceptado 31/07/2021

Resumen: Gente conmigo (1962), de Syria Poletti, es una novela retrospectiva, narrada en primera persona, que presenta los conflictos existenciales de Nora Candiani, una inmigrante italiana que se desempeñó como traductora de textos legales en la Argentina. Estando injustamente en la cárcel, Nora recapitula su vida para dilucidar la razón de su encierro y descubrir, así, el engaño del que fue víctima. Los objetivos particulares del presente trabajo son de doble índole: el primero, de orden histórico-político, consiste en señalar de qué modo el condicionamiento físico que padece el personaje le permite a la autora describir aspectos y características de la política inmigratoria argentina de mediados del siglo XX. El segundo, de índole filosófico-literaria, es analizar el devenir existencial de Nora Candiani. La hipótesis principal que orienta el trabajo es que la particular “encarnadura” o corporeidad de la narradora la excluye de determinados sectores de la experiencia humana, condicionando así toda su existencia.

Palabras clave: Syria Poletti, familia, inmigración, existencialismo, escritura

The “bite of the real” in Gente conmigo by Syria Poletti

Abstract: Gente conmigo (1962) by Syria Poletti is a retrospective novel, narrated in 1st person, which presents the existential conflicts of Nora Candiani, an Italian immigrant who worked as a translator of legal documents in Argentina. During her unjust imprisonment, Nora recapitulates her life to elucidate the reason for her confinement and thus uncover the fraud she was a victim of. The objectives of the present work are twofold: the first one, of a historical-political nature, consists in pointing out how the physical conditioning suffered by the character allows the author to describe aspects and characteristics of Argentine immigration policy in the middle of the twentieth century. The second, of a philosophical- literary nature, is to analyze the existential evolution of Nora Candiani. The main hypothesis that guides this work is that the particular “incarnation” or corporeality of the narrator excludes her from certain sectors of human experience, thus conditioning her entire existence. Keywords: Syria Poletti, family, immigration, existentialism, writing

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RECIAL XII, 20 (julio-diciembre 2021) ISSN 2718-658X. Buret, La mordedura de lo real en Gente conmigo de Syria Poletti, pp. 212-230.

1. El Monte Taigeto aún existe

“No me arrojaron al Monte Taigeto por falsa piedad. Estoy ante el precipicio” (Syria Poletti. Gente conmigo).

En Vidas paralelas, en el apartado dedicado a Licurgo, el historiador y filósofo griego, Plutarco (c. 46-c. 120), describió la eugenesia espartana como una práctica de selección de personas, consistente en abandonar al pie del Monte Taigeto a aquellos recién nacidos que, según el veredicto de los ancianos, presentaban alguna deformidad o tenían una contextura física demasiado débil para afrontar la rígida vida guerrera que requería el Estado. En Gente conmigo (1962), Nora Candiani, la narradora protagonista de la novela de Syria Poletti (1917-1991)1, menciona en varias oportunidades esta leyenda espartana —que opera como leitmotiv en la obra— para presentar de un modo sintético y velado la problemática que, en términos de Gabriel Marcel, “muerde” su existencia. Para comprender la profundidad de esta “mordedura”, es necesario tener en cuenta que Nora Candiani, a causa de un defecto físico, es expulsada de distintas áreas de la experiencia afectiva. A lo largo del relato retrospectivo que la narradora realiza desde la cárcel —espacio en el que se encuentra recluida sin saber, inicialmente, la causa—, el lector logra conocer las prácticas sociales eyectoras que operaron sobre ella.

En el presente artículo, intentaremos demostrar cómo Poletti, a través de la presentación de un conjunto de casos migratorios que constituyen una suerte de “antología de la marginalidad y de los abandonos” (Bravo, 2016, p. 128), presenta, con visos negativos, algunas reconfiguraciones familiares producidas en este tipo de contextos y, paralelamente, describe en forma crítica la política inmigratoria argentina, especialmente la correspondiente al primer peronismo (1946-1952). En función de este último enunciado, destacaremos el caso de la narradora, víctima de las prácticas expulsoras que, desde temprano, tuvieron lugar durante los procesos migratorios, y también el caso de la familia de Rafael, ya que permite no solo visibilizar la continuidad y profundización de las prácticas selectivas del período, sino también focalizar los usos políticos de los que fueron objeto los inmigrantes.

A continuación, a través del análisis de la experiencia vital de la narradora, desarrollaremos paralelamente otras dos hipótesis. La primera es considerar a la narración como una novela de aprendizaje donde el camino a la madurez que transita la protagonista va de la mano del ejercicio de ese “extraño oficio” heredado de su abuela e impuesto por Dios. Nuestra segunda hipótesis es que la novela dialoga con postulados existencialistas2 presentes en obras de su tiempo, específicamente, en La Peste de Albert Camus y en El túnel de Ernesto Sábato. Varios argumentos permiten suponer que Poletti conoció las obras mencionadas. En primer lugar, la escritora se vinculó social e intelectualmente con Sábato, quien asistió a algunas de sus reuniones artísticas organizadas por esta autora en su departamento de la calle Venezuela 1449 (Medrano, 1992, p. 36). Además, en 1962, Poletti publicó una significativa reseña de Sobre héroes y tumbas (1961), donde puso de manifiesto una profunda conexión con las ideas del escritor: “Hablar de una obra no es difícil; pero escribir algo objetivo sobre una obra que se nos parece, que dice lo que querríamos decir...

bueno, sí: es difícil” (Poletti, 1962)3. En segundo lugar, las temáticas del absurdo y de la rebelión del hombre, desarrolladas por Albert Camus en su obra literaria y en ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde4, fueron también abordadas por Poletti en su novela Gente conmigo; en este sentido, sus personajes son comparables en los conflictos existencialistas que se plantean. Por último, debemos considerar que tanto Camus como Sábato y Poletti fueron reseñados en la revista Sur (Bordelois, 1963; Chacel, 1948; Sánchez Riva, 1948), donde, además, los dos primeros autores publicaron obras y artículos (Ocampo,

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1967, pp. 313 y 335). En este punto, cabe agregar que el sello editorial Sur fue una empresa que colaboró en la difusión del pensamiento existencialista extranjero5; que la misma editorial publicó, en 1948, El túnel de Sábato y la traducción de La Peste de Camus, efectuada por Rosa Chacel6; y, finalmente, que, gracias a la red de contactos desplegada por Victoria Ocampo, Albert Camus conoció la obra de Sábato y contribuyó a que la primera novela del escritor argentino consiguiera una difusión internacional7.

Por otra parte, cabe añadir que Gente conmigo está en sintonía con algunas concepciones de Gabriel Marcel, un pensador francés que inicia sus reflexiones filosóficas a partir del concepto de encarnadura o corporalidad del existente8, que concibe en términos de “mordedura” la experiencia del encuentro del cuerpo con la realidad, por ser esta una vivencia condicionante de la existencia. También, este autor establece una distinción entre “ser” y “tener” y, como Nora Candiani, conceptualiza a Dios como “misterio”.

2. Seres eyectados por las políticas migratorias argentinas

En nuestro país, los prolegómenos de la política inmigratoria se ubican a comienzos del siglo XIX: el 3 de diciembre de 1810, la Primera Junta expidió una orden estableciendo que ingleses, portugueses y demás extranjeros que no estuviesen en guerra con el nuevo Gobierno podrían trasladarse al país, gozando de todos los derechos del ciudadano (De Cristóforis, 2016, p. 18). En la misma dirección, el 4 de septiembre de 1812, Chiclana, Pueyrredón, Rivadavia y Herrera, el secretario, firmaron el llamado “Primer decreto del gobierno argentino sobre fomento de inmigración” (Ivancich, 1998, p. 33).

A partir de estas y otras pocas normativas implementadas en la década de 18209, se inició una línea de acción política que se institucionalizó en los artículos 20 y 25 de la Constitución Nacional de 185310 y se profundizó, años después, con la promulgación de la primera ley inmigratoria de alcance nacional: la Ley 817, también conocida como Ley Avellaneda, por haber sido sancionada, en 1876, bajo la presidencia de este mandatario. A través de esta legislación, se reglamentaron los procesos migratorios y de colonización en la República Argentina y se estableció, además, un Departamento General de Inmigración. Esta dirección política continuó desarrollándose a lo largo de los siglos XIX y XX, con importantes aceleraciones y desaceleraciones —vinculadas a procesos internacionales con repercusión nacional—, así como con restricciones y selecciones, implementadas todas ellas a través de reglamentos, leyes y decretos11.

La novela de Poletti, si bien presenta el transcurrir vital y profesional de la narradora — desde su infancia italiana hasta su presente como acusada de un delito de falsificación—, pone el acento en el contexto del primer peronismo (1946-1952), mediante la mención de frases como la “señora del Presidente” y el “CIME”, precisiones históricas que enmarcan, específicamente, el relato sobre la familia de Rafael, caso que luego comentaremos12. Durante este período, las corrientes migratorias interrumpidas en 1930, debido a la crisis mundial, habían sido reflotadas bajo una nueva modalidad selectiva y con alta intervención estatal, que difería de las políticas de “poblamiento” y “puertas abiertas” que habían regido en el país, desde mediados del siglo XIX hasta 1930 (Quijada Mauriño, 1989).

En Gente conmigo, mediante la triple caracterización de Nora Candiani —como un sujeto “no apto” físicamente, una inmigrante italiana y una prestigiosa traductora pública—, se ponen de relieve características generales de la emigración italiana y, también, restricciones y particularidades de la política inmigratoria argentina, mediante la exposición concatenada de casos. Las palabras pronunciadas por la autora sobre estos aspectos, que intencionalmente están presentes en la novela, son significativas:

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[Gente conmigo] creció y maduró en la fragua candente de un sentimiento de asombro y de rebeldía frente al absurdo de ciertas situaciones humanas: ... la injusticia de los convenios establecidos entre América y los países emigratorios, convenios que, en la actualidad, además de despiadados, resultan anacrónicos. Por ejemplo, el casamiento por poder entre una pareja de desconocidos o el veto de ingreso al país a los disminuidos físicos ... [La novela] refleja también la trayectoria de la emigración italiana, no ya la del pionero clásico y progresista del siglo pasado, sino la emigración de la última posguerra, la más desprejuiciada y avispada ...13 [La obra buscó también] desentrañar el drama interior y no sólo de los que llegan aquí, sino también de los que se quedan allí, porque a veces la emigración no es más que el crudo egoísmo de los más jóvenes y fuertes. (Poletti, 1977, p. 162).

2.1. Familias de inmigrantes: separación, unión y des-religación

El personaje de Nora Candiani cuenta diferentes casos migratorios que podríamos clasificar de acuerdo con el estado en el que quedó el núcleo familiar tras la partida de algunos de sus miembros. En primer lugar, a través de las historias de la narradora, de Martina y de Teresa, por mencionar solo los casos más individualizados y desarrollados en la novela, Nora muestra cómo la familia acepta, tolera y, luego, naturaliza la exclusión del proyecto migratorio de alguno de sus miembros, ya sea por razones de edad o de aptitud física, es decir, por dos de las restricciones de ingreso al país que, tempranamente, fueron exigidas por la legislación argentina14. Así, mientras que en los pueblos italianos permanecían los ancianos y los “no aptos” físicamente15, hacia América partían los miembros jóvenes y fuertes.

Así se explica que para América se marchara también mi padre, con su oficio de pionero, y mi madre, con sus críos rubios y robustos. Así se comprende por qué resolvieron dejar a dos hijas, Bertina tan trabajadora y formal que ya les procuraba dinero, y yo, porque no les habría sido útil para sembrar ni para criar hombres con ese físico endeble y el extraño oficio que me circulaba en la sangre como otra deficiencia. (Poletti, 1967, p. 12)16.

En la novela, este procedimiento es defendido por Renato, un personaje desamorado y estafador, que siempre persiguió su propio interés: “Es lógico que el país se defienda de tullidos e incapaces. ¡Éste es un país de progreso!” (Poletti, 1967, p. 127).

En segundo lugar, la narradora relata casos, como el suyo propio, en los que, si bien la reunión familiar se concreta, es seguida de un sentimiento de profunda descomunión. Entre las causas que explican esta des-religación espiritual sentida por los personajes, podemos mencionar los cambios que la distancia y el tiempo suelen generar en los individuos y en las relaciones interpersonales. Este fenómeno es presentado tanto desde la perspectiva de los hijos como desde la óptica de las madres. Cuando la narradora se reúne, luego de quince años de separación, con sus padres y hermanos, describe la escena del siguiente modo: “Una extraña familia reencontra[d]a intacta en sus miembros y hasta aumentada, pero desconocida, ajena, como remota o extranjera en su íntima estructura” (Poletti, 1967, p. 35). La perspectiva de la madre es expresada a través del caso de la viejita piamontesa que, pocos meses después de su ingreso al país, quiso regresar a su aldea porque “le resultaba extraño que esos señores

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tan ocupados y expeditivos fueran sus hijos ... no lograba distinguir cuándo las nueras eran nueras o cuándo eran patronas. La intimidaban, al igual que esos nietos prodigiosos, tan sabiondos y formales” (Poletti, 1967, p. 65).

Otro factor de descomunión tras el reencuentro familiar es el descubrimiento de situaciones inesperadas que configuran un nuevo estado de situación y que obstaculizan el retorno a una fase anterior. Este caso, tan frecuente en los procesos migratorios, es presentado a través de la breve y trágica historia de Enzo, de la que, si bien solo se muestra la “punta del iceberg”, Poletti consigue sugerir las dimensiones del “fragmento sumergido” con la frase final:

Enzo llegó de Italia al finalizar la guerra, con su madre hecha una pasita de uva. Y con la cicatriz de una infancia hambrienta sin restañar; cicatriz ahondada en los años de guerrillero que vivió entre los cañaverales, junto a la madre ... Tenía las manos sólidas y firmes, habituadas a la presión de las armas, y una suerte de desesperada ternura por esa mujercita cenicienta y atontada.

Vinieron a verme. Enzo, de pie ante mi escritorio, dijo:

—Mi padre nos preparó un departamento nuevo, con balcón a la calle, ascensor, heladera... Pero ya es tarde. Ahora es demasiado lujo para mamá...

El padre tenía otra mujer, otras casas, otros hijos. Ahora Enzo está en la cárcel. (1967, pp. 64-65).

Finalmente, mediante la trágica historia de Valentina, Nora retrata otro tipo de esquema familiar: su constitución a la distancia y mediante un poder. A través del terrible destino configurado para este personaje, la autora visibiliza las situaciones negativas que implícitamente habilitaba la ley. Según Ivonne Bordelois, en el episodio de esta muchacha que se casa con el solo fin de emigrar de su país:

Hay materia suficiente para una deliciosa tragicomedia de costumbres, o bien una novela amarga, en relámpagos de humor negro. Pero Syria Poletti no nos concede más que atisbos de esto que pudo ser una buena novela; su proyecto más ambicioso, consiste en acumular episodios, cada uno de los cuales se centra en un ‘problema’. Al problema del desarraigo y la inadaptación del inmigrante se suma el problema familiar, el problema sentimental, el problema psicológico, el problema sexual, el problema religioso, el problema ... No es la unidad de experiencia, en el personaje central, de todos estos problemas, la que puede otorgar suficiente cohesión a un repertorio de este tipo. (1963, p. 89).

La reseña que Bordelois escribe para la revista Sur califica negativamente la técnica compositiva de Poletti y no aprecia lo que esta brinda: una mirada panorámica sobre las múltiples y variadas situaciones que atravesaron las familias de inmigrantes, en función de las regulaciones legales17.

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2.2. El sorteo de trabas legales durante el primer peronismo

Además de las “eyecciones” mencionadas anteriormente —aquellas producidas por razones de edad y de aptitud física—, cabe agregar que, a partir del año 1902, las políticas migratorias argentinas restringieron y reprimieron la “inmigración política”, fundamentalmente de orientación anarquista18. Durante la primera gobernación peronista, además de continuar practicándose una selección de tipo ideológico19, el Estado intervino con nuevas restricciones selectivas: por un lado, buscó estimular, principalmente, la inmigración española e italiana, pues consideraba que la cercanía cultural e idiomática con dichas naciones facilitaría su asimilación a las características étnicas, culturales y espirituales argentinas (De Cristóforis, 2016; Quijada Mauriño, 1989)20. Al respecto, en Gente conmigo, la presencia de esta “selección étnica”21 está insinuada a través de la mención, casi exclusiva, de casos de inmigrantes italianos, pese a que, como aclara Nora, ella no solo era traductora de ese idioma, sino también de otros, como el francés (Poletti, 1967, p. 173).

Por otro lado, durante el primer peronismo también se buscó seleccionar a los inmigrantes de acuerdo con sus posibilidades económicas, sus capacidades técnicas y su disponibilidad para trasladarse, permanecer y trabajar lícitamente en el país (Quijada Mauriño, 1989). Este aspecto también aparece mencionado en la novela cuando Nora lee la documentación de Mario Roselli, el italiano que se hacía pasar por un pintor francés de apellido Rousellier y que había hecho figurar en su pasaporte la profesión de perito agrónomo para ingresar a Argentina:

—Tuve que hacer figurar en el pasaporte una profesión técnica —explicó con mal disimulada molestia–. Es un requisito indispensable para entrar en el país.

—Lo—reí—. Hace dos años que Elisa, la dactilógrafa de “Arte Latino” está tratado de conseguir permiso de entrada para su hermano. Pero no lo logra porque él no es un técnico. Es un empleado.

—Claro. El país necesita técnicos. (Poletti, 1967, p. 47).

Aquí también queda evidenciada otra práctica frecuente que tuvo lugar durante el peronismo: el “sorteo” de las trabas legales por parte de los inmigrantes en su arribo a Argentina. Si bien, durante la primera presidencia de Perón, se elaboró una política proclive a recibir y, al mismo tiempo, restringir y seleccionar el flujo migratorio, los inmigrantes desplegaron “estrategias en los intersticios de las prácticas institucionales [e] impidieron en gran medida la concreción de una planificada selectividad” (De Cristóforis, 2011, p. 16). De hecho, en Gente conmigo, la narradora ingresa a nuestro país gracias a que un cónsul argentino hizo trampas a su favor, “omitiendo una prescripción sanitaria” (Poletti, 1967, p. 162), y, al mismo tiempo, ella contribuye para que Rafael, el joven jorobado, y la madre de Teresa, entre otros, ingresen al país.

La narradora es consciente de las serias consecuencias que este tipo de prácticas pueden acarrear y, para ilustrarlo, presenta la crónica de los novios que quisieron, pero no pudieron, reunirse en Buenos Aires:

Él llegó primero; trabajó duro y construyó la casa. Entonces se casaron por poder y ella tomó el barco ... Durante la travesía la contagió el tracoma y no pudo desembarcar. Las prescripciones sanitarias no lo permitieron. Y él tampoco pudo subir a la nave ... Tal vez él haya vuelto a mi estudio para la

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traducción de un nuevo documento con la esperanza pronta a un nuevo trámite.

Me infería un golpe de encontradas reflexiones cada vez que venía. Ella había contraído el tracoma por viajar junto a algún enfermo clandestino.

Un enfermo a quien alguien –un médico o un traductor habría posibilitado el embarco eludiendo o alterando un diagnóstico. (Poletti, 1967, p. 113).

La reflexión de Nora es significativa, pues da cuenta del fenómeno de las restricciones inmigratorias desde distintas perspectivas: por un lado, percibe la necesidad de la existencia de leyes que regulen y ordenen el ingreso de inmigrantes; por el otro, al seguir colaborando con el ingreso de personas, buscando sortear las trabas legales, pone el acento sobre la violencia que se encuentra encarnada en ciertas normativas y que repercuten directamente sobre la autoestima del sujeto y la constitución familiar.

Volviendo al caso de la familia de Rafael, consideramos que esta historia permite visibilizar el uso político del que fueron objeto los inmigrantes. Cuando Nora se siente impotente para auxiliar a Mateo y a Magdalena en el ingreso de su hijo, que había quedado varado en Italia por una “espondilitis aguda de origen tubercular con pústula en la giba” (Poletti, 1967, p. 117), les sugiere, inicialmente, regresar a Italia, pero era imposible porque habían viajado por el CIME sin pagar nada y carecían de dinero. Frente a esta respuesta, Nora escribe a las autoridades médicas dónde está internado Rafael, a fin de que manden un certificado menos comprometedor y, también, aconseja a los padres del muchacho solicitar una entrevista con la “señora del Presidente”22, pues era probable que, con “fines de propaganda política”, se interesara por ellos (Poletti, 1967, pp. 124-125). En este punto es interesante señalar que Syria Poletti entrevistó a Eva Duarte de Perón, quien, en el mes de junio de 1948, había fundado una institución de asistencia social que llevaba su nombre. En la introducción al reportaje publicado en la revista Histonium, de septiembre del mismo año, Poletti describe lo que ve:

[E]stoy en la Secretaría de Trabajo ... Aquí dentro todo hierve. Ya no es la pasión política lo que mueve a estos hombres y sostiene a estas mujeres. Lentos ríos, incesantes, pasan cotidianamente por las puertas amplísimas en busca de una solución para la urgencia del vivir, con el ansia de un consejo o una ayuda que allí encuentran siempre, por obra y decisión generosa de una mujer de excepción: Da. María Eva Duarte de Perón ... Cada rostro es un problema, cada frase insistente, agradecida, el esquema de una solución ...

Comprendo que no hay tiempo aquí para robarlo al pueblo que está junto a ella, que todo lo espera de ella, ni para ese juego pausado de preguntas y respuestas que requiere la entrevista. (1948, p. 585).

En esa oportunidad, la autora tuvo la ocasión de percibir con sus propios ojos la reacción del pueblo frente Eva Duarte, reacción que va a estar representada por el personaje de Magdalena, la madre de Rafael. Si bien su marido, Mateo, no se siente atraído por la propuesta de Nora de entrevistarse con Evita —pues, además de no ser peronista, sabía que meterse en política implicaba siempre salir perdiendo—, su esposa, por el contrario, sostiene que, si “ella” lograba traer a su hijo, además de considerarla “una santa”, estaría dispuesta a hacerse peronista. En este punto es interesante observar cómo Poletti insinúa, con frases

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sencillas, las distintas representaciones sociales de las que fue objeto el personaje de Evita, así como una de las dinámicas de la afiliación política en Argentina.

Posteriormente, sin obtener los resultados esperados, Mateo tuvo “que hacerse de la C.G.T. si qu[ería] conseguir el permiso de embarco” (Poletti, 1967, p. 132). Seis meses después, y con el mismo objetivo, comenzó a hacerle “mandados” a un diputado, el Dr. Masini, hombre que lo involucró en un atentado y que, por este delito, fue apresado y torturado. Tras salir de prisión convertido para siempre en una “piltrafa”, Nora volvió a traducir los papeles de Rafael, esta vez a partir del nuevo certificado médico solicitado anteriormente por ella, y así fue como, finalmente, el joven pudo arribar a Argentina y reencontrarse con sus padres.

Como es posible observar a través del caso de esta familia de calabreses, Poletti busca poner en evidencia la vulnerabilidad en la que se encontraban los inmigrantes — fundamentalmente aquellos que carecían de recursos económicos y hablaban un dialecto “cerrado”23— y el uso político del que potencialmente eran objeto.

3.El camino del “ser”

“Hoy la gente ... [c]ree que ya no [se] arroja a los deformes al abismo. En cambio, tú sabes que [se] reitera esa ley del mil maneras” (Syria Poletti. Gente conmigo).

Al replantear la temática de la materialidad de los cuerpos, Judith Butler aclara que la abyección (del latín ab-jectio) “implica literalmente la acción de arrojar fuera, desechar, excluir ... [Así] designa una condición degradada o excluida dentro de los términos de la sociabilidad” (2012, pp. 19-20). Tomando en cuenta esta acepción, podríamos pensar que Nora Candiani deviene en un “ser abyecto” cuando, a causa de su condición física, es expulsada de áreas específicas de la experiencia social y afectiva: la familia, el amor de pareja y la maternidad (Buret, 2021a). Pero, a su vez, podríamos considerar —en términos de Gabriel Marcel— que, a causa de estas “mordeduras” de lo real, Nora rompe con el orden del “tener” para alcanzar, de la mano del oficio, el camino del “ser”. Para Marcel, todo aquel que tiene algo teme perderlo, y este temor transforma al poseedor en un ser que depende de lo poseído. Si la relación con el propio cuerpo es de posesión, el desarrollo auténtico de la existencia se ve imposibilitado, pues las posesiones tienden a suprimir al que las posee. Una relación satisfactoria con el propio cuerpo debe ser del orden del ser, donde lo que manda es la comunión y la participación (Grassi, 2019).

Ser es coexistir, proyectarse, convivir, relacionarse con el otro más allá del beneficio individual ... es participar, tener la responsabilidad de actuar y de no esconderse en el anonimato del mundo del tener ... Ser es ... [d]ejar de ver al mundo como si fuera un espectáculo y sentirse parte de él. (Lozano Díaz, 2013, pp. 3 y 7).

3.1. Expulsión y autoexclusión de Nora Candiani

La primera exclusión que sufrió la narradora de Gente conmigo fue en la esfera familiar, cuando sus padres, y después su hermana, emigraron a Argentina sin ella. En los dos casos, la razón fue siempre la misma: su cuerpo deforme, su cuerpo “no apto”. En el puerto de Trieste,

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cuando solo Bertina partió, Nora se enteró de que la causa de su “abyección” había sido una restricción legal. Si bien la narradora logró con el tiempo sortear ese obstáculo, la religación con sus padres, como ya dijimos, no tuvo lugar.

La segunda esfera de expulsión es la experiencia del amor de pareja:

—¡Qué estupidez! Entonces, para vos, una persona fea no puede ser querida. [replicó Bertina a su hermana]

—Querida, sí. Pero no amada —dije. Se me hizo un nudo en el estómago, pero continué—: Podrá suscitar afecto, simpatía, piedad, todo menos amor. Menos pasión.

—Es una idea tuya. Una idea fija.

—Sí. Pero lo malo es que no nació de pensamientos abstractos. Se fue formando sola, a golpes de derrotas. (Poletti, 1967, p. 90).

Pese a estas creencias, Nora apostó al amor porque, además, a través de él, creía poder acceder a Dios: “Renato no entendía mi religión. La encontraba absurda. / —¿Por qué no venís a misa? —insistía. / —Ese montaje escenográfico, con borlitas, me molesta ... Necesito los Alpes para hablar con Dios. O tus brazos” (Poletti, 1967, p. 137). Sin embargo, la relación no prosperó porque Renato la traicionó de muchas formas. Además de ser la causa de su encierro y, también, de la privación del amor, este hombre la conminó a abortar, al recordarle las “leyes de la herencia” (Poletti, 1967, p. 194). Pese a su deseo de tener un hijo, Nora transita su tercera fase de expulsión cuando se autoexcluye de la maternidad por “miedo” a que su hijo pudiera sufrir, como ella, de las asfixiantes prácticas eyectoras. Nora encarna este temor en una figura de su pueblo: Chero, el jorobado que, borracho, cantaba injuriando a su madre: “¡Puta tu madre, la jorobada! ¡Puta tu madre, la jorobada! ¡Que te parió! ¡Que te parió!” (Poletti, 1967, p. 190).

3.2. Reacciones frente al absurdo en Gente conmigo y La peste

La narradora protagonista, a través de un relato atrapante, da cuenta del modo en el que, día tras día, pese a no haber sido arrojada al nacer por el Monte Taigeto, se siente constantemente al borde del abismo. La imagen de esta escena legendaria recuerda otra que, indirecta e implícitamente, también es convocada en la novela a través de la reiteración de la palabra “absurdo”. Nos referimos a la historia de Sísifo, el personaje griego que, condenado por los dioses, está obligado a subir una piedra hasta la cima de una colina, para dejarla caer y, nuevamente, volver a recomenzar un ciclo eterno e infinito. Eugenio Castelli señala que en Gente conmigo, “como en Los pasos perdidos de Carpentier, estamos ante una nueva y positiva revaloración del mito de Sísifo, trastocando lo que en la versión clásica era un castigo, en la grandeza de una misión, quizás imposible pero irrenunciable” (1981, p. 102). Para el escritor francés Albert Camus, el castigo de Sísifo representa simbólicamente el sentimiento de lo absurdo, sentimiento que también va a experimentar Nora Candiani, tras sufrir las dos últimas eyecciones: “Quiero a Renato. Quiero un hijo. ¡Eso es vivir! Lo demás es ir muriendo día tras día. Odio mi oficio: ¡un sucedáneo! Me obliga a ser el testimonio cotidiano del absurdo!” (Poletti, 1967, p. 136)24. Aquí, el personaje se encuentra en la instancia donde, al ser plenamente consciente de lo absurdo de la existencia, está rompiendo, en términos de Marcel, con el orden del “tener”.

Vicente Fatone, en su introducción al pensamiento de Gabriel Marcel publicada en Sur, establece un punto de conexión entre la filosofía del francés y el posicionamiento de Camus.

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En el fragmento que citamos a continuación, además de subrayarse ese vínculo, se ofrece una descripción sobre la superación de la tentación al suicidio, que se corresponde con las resoluciones que adoptan los personajes protagónicos de Gente conmigo y La peste:

El mundo del tener es el mundo del deseo, y por su inseguridad constituye como una constante incitación a la desesperanza; ese mundo del deseo no puede, por sí mismo, sino hacerme renegar de él y hasta evadirme de él en el suicidio ... “la posibilidad permanente del suicidio es, en ese sentido, el punto de atracción tal vez esencial de todo pensamiento metafísico auténtico”. (Esta era la pregunta que se había formulado Camus, y a la que no consiguió dar respuesta: ¿Por qué no me suicido?). No puedo esperar, en el mundo, si ese mundo es para mí un espectáculo; tengo que reconocer su miseria, su dolor, su transitoriedad, su nihilidad. Pero si esto no es un espectáculo, si hay una realidad conmigo, si esa realidad es creadora y sustentadora, puedo superar la tentación del suicidio y seguir viviendo a pesar de todo y afirmar que esa realidad quiere, conmigo, lo que este mundo parece no querer. (Fatone, 1951, pp. 42-43).

Frente al sentimiento de absurdidad de la existencia, Nora se rebela con un estilo similar al presentado por Bernard Rieux, el médico ateo de La Peste, de Camus. Si bien Nora y Rieux difieren en su conceptualización de Dios, se rebelan frente a lo absurdo a través de la realización de actos solidarios efectuados por medio de sus oficios (Armellin, 1999). Para ambos, lo que va a dar sentido a la existencia es, en definitiva, participar en el mundo ayudando a los vencidos y es así como estos personajes pueden responder a la llamada del “ser”.

Respecto de La peste, Francisco Gutiérrez Sánchez aclara:

Albert Camus plantea soluciones, no se trata de evadir, hay que hacer un frente común donde se reivindique al ser humano. Es claro para Camus que no existe un Dios que recompense ... [ni] trascendencia que justifique los valores por los cuales los hombres luchan.

De ahí que la posición de Rieux es la posición de Camus; hay un humanismo existencial en ambos, el cual consiste en darle al hombre la oportunidad de vivir dignamente. Se trata de realizarse para llevar a cabo el proyecto de la vida y de servir al prójimo sin otra satisfacción más que la solidaridad. (2001, p. 127).

Además del aspecto religioso, otro elemento en el cual Nora y Rieux no coinciden es en su posicionamiento frente al oficio. Aunque el médico confiesa que cuando se metió en la profesión lo hizo un poco “abstractamente” (Camus, 1995, p. 103), no vaciló cuando se desató la peste en Orán, para él “[l]o esencial era hacer bien su oficio” (Camus, 1995, p. 38). Nora, por el contrario, no tuvo la posibilidad de elegir. Su oficio, consistente en “interpretar a la gente, ver por dentro y decir la verdad” (Poletti, 1967, p. 200), había sido heredado de su abuela e impuesto por Dios. Debido a esta particularidad, podríamos pensar que Gente conmigo es, en el fondo, el relato del aprendizaje que realiza Nora para aceptar esa difícil misión impuesta, heredada y también, paradójicamente, elegida.

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En este punto, resulta oportuno comparar a Nora con Rambert, el periodista parisino de La Peste que, atrapado en Orán, quedó separado de su amada. En un diálogo que mantiene con Rieux y Tarrou, en el que el médico reitera su convicción de que lo único que sabe es que tiene que cumplir su oficio, Rambert responde con furia: “Yo no sé cuál es mi oficio. Es posible que esté equivocado eligiendo el amor” (Camus, 1995, p. 132). Nora, como Rambert, realizó la misma elección, apostó al amor, y luego, al igual que el periodista25, finalmente decidió responder al llamado del ser.

La instancia del prejuicio es otro punto de coincidencia entre ambos personajes: Rambert malinterpreta a Rieux por desconocer su verdadera situación afectiva, y Nora malinterpreta a su abuela por desconocer sus condiciones existenciales. En su ceguera, creyó que a la anciana le había resultado más fácil ejercer el oficio:

Ella había recibido su cuota de belleza, de amor y de hijos. Podía dar ... A mí me transmitió este maldito oficio como herencia de sangre, sin advertir que me faltaba el eje estabilizador de la normalidad física; sin enseñarme a no malgastar mi vida por los demás.

Su clave debió ser el amor. (Poletti, 1967, p. 112).

Recién hacia el final de la novela, Nora logra reinterpretar la situación de su abuela y, de esta forma, consigue completar la última lección de su aprendizaje.

3.3.Entender al otro: la aceptación de “una realidad conmigo”

El personaje de Valentina, la muchacha que se casa por poder con l’uomo rosso, es clave para la progresión del aprendizaje de Nora, ya que, inicialmente, tras el suicidio de la joven, la narradora reflexiona sobre el cumplimiento del oficio heredado. Por un lado, lo que vivencia este personaje suscita en Nora compararse con su abuela: si la vieja del extraño oficio la hubiese asistido, “Valentina no se hubiese arrojado a las vías del tren” (Poletti, 1967, p. 112). La abuela la hubiese comprendido y hubiese podido ver con claridad el enigma que se escondía detrás de su sonrisa. En esta equiparación la narradora no sale airosa, a su aprendizaje le falta otro paso. Valentina y su abuela comparten un rasgo, el de la belleza, que la obnubila y no la deja comprender el sufrimiento que estas figuras misteriosas padecen. Este es un resabio del “orden del tener” que Nora debe superar.

Por otro lado, Valentina se presenta como un personaje con el que la narradora practica voluntariamente su oficio: “Él [Renato] no admitía mi solidaridad con ella. Y menos con Milena, la pintora lesbiana. Él aducía razones éticas” (Poletti, 1967, p. 82), pues Valentina, luego de aceptar ciertos beneficios de su marido —el pasaje en barco y la casa—, al conocerlo, se negó a consumar el matrimonio. Nora no la juzga: “¿Con qué elementos valederos? Ni siquiera logré comprenderla” (Poletti, 1967, p. 83). Por último, tras realizar esta confesión, Nora pronuncia una reflexión sobre la existencia humana que es muy interesante por las resonancias intertextuales que se detectan en ella y porque son esas resonancias las que nos permitirán inferir la tercera razón por la cual sostenemos que Valentina es un personaje clave en el aprendizaje de la narradora. Veamos, primero, qué reflexión existencialista pronuncia Nora:

Estamos presos en nuestro mundo físico como yo en esta celda. Presos y aislados uno de otro por alambres de púas. Queremos comunicarnos y las púas

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nos desgarran la carne sin que logremos tendernos la mano y excavar juntos un túnel de salvación. Sin embargo, nos llamamos: golpeamos las paredes. Nos necesitamos y creamos claves para entendernos a través de los muros. (Poletti, 1967, p. 83).

La reflexión transcripta puede leerse como un comentario a la teoría de la comunicación humana, expuesta por Ernesto Sábato en El túnel26, “quizá la primera expresión cabal de narrativa existencialista entre nosotros [los hispanoamericanos]” (Oviedo, 2002, p. 61)27. Recordemos que, en una entrevista de 1977, el autor expresa que, para él:

La literatura no es un fin, es un instrumento para investigar ... el sentido de la existencia. De la existencia de uno, y por tanto de la existencia humana en general, puesto que el hombre, solo, no existe, todo vivir es con-vivir. (Sábato, en Campra, 1998, p. 168).

Téngase en cuenta también que Sábato continuó interesándose por la corriente existencialista al punto de que, bajo el seudónimo de E. Cavalcanti, a mediados de la década de 1950, “publicó el suplemento ‘¿Qué es el existencialismo?’ en la revista Mundo Argentino, que dirigía” (Fleisher, en Martínez et al., 2018, p. 13).

La teoría de la comunicación que visualiza Sábato se desarrolla explícitamente en el capítulo XXXVI de El túnel. Allí, Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne, su amada y amante, reflexiona sobre la relación que habían mantenido:

Era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí como clave destinada a ella sola ... ¿realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? ¡Qué estúpida ilusión...! No, los pasadizos seguían paralelos como antes, aunque ahora el muro que los separaba fuera como un muro de vidrio y yo pudiese verla a María como una figura silenciosa e intocable ... a veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado ... y hasta pensaba que en esos momentos ... toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en el que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. (Sábato, 2000, pp. 149-150).

Tomando como marco el pensamiento de Castel, observamos que Nora, si bien no comprendió a Valentina, sí logró identificar su clave: “La muchacha me devolvió una sonrisa que era la más sencilla e inesperada encarnación del enigma” (Poletti, 1967, p. 75). Este detalle, que a simple vista podría parecer menor, permite hacer algunas observaciones. En primer lugar, para el cumplimiento del oficio y la interpretación del otro, Nora debe aprender la diferencia entre el “ser” y el “parecer”. Inicialmente, la narradora no realiza esta distinción cuando se trata de Valentina, Renato y su abuela. La belleza y el amor de estos personajes la enceguecen, conduciéndola a una errónea decodificación de la realidad, con diferentes

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consecuencias. Pero luego, tras haber aceptado ver la traición de Renato, Nora descubre la clave del oficio: el papel estratégico de la sonrisa. El desconocimiento de ese artilugio, de naturaleza casi teatral, le había imposibilitado en su momento comprender el callado drama interior de Valentina y de su abuela:

Teresa me escrutaba ... Entonces, apreté los músculos de la cara y creo que compuse la vieja sonrisa del oficio ... Y de pronto me sentí envuelta, o como protegida por un halo extraño, poderoso y sedante a la vez. Sentí caer sobre mi rostro convulsionado una máscara de inalterable adustez: una máscara que vencía la trepidante imagen interior ... Y también de golpe y por primera vez descubrí que la vieja del extraño oficio jamás hablaba de sí misma. Jamás dejó entrever el desgarrón que debió inferirle el olvido en que la dejaron los hijos esparcidos por el mundo. Fue una revelación fulminante: de repente, alguien me arrojaba en pleno rostro la clave de la vieja. (Poletti, 1967, p. 187).

Este es el instante en el que Nora culmina el aprendizaje de su oficio. Logra descubrir la táctica de su abuela y avizorar, también, que bajo esos enigmáticos rostros sonrientes, acechaba otro tipo de “mordeduras de lo real” desconocidas.

En tercer lugar, Nora necesita sobreponerse al sentimiento existencialista de estar encerrados e incomunicados y, por esta razón, no solo concibe la posibilidad de cierto tipo de entendimiento con las personas, sino también cierta difusa conexión con Dios. Es decir, a diferencia de Bernard Rieux —que se declara ateo— y de Juan Pablo Castel —que, pese a sus invocaciones a Dios, no manifiesta ningún sentimiento religioso, sino solo el desencanto frente a la naturaleza humana y un profundo sentimiento de soledad—, Nora no pone en duda la existencia de un ser superior: “Creer en Dios puede ser; pero confiar... / ¿Cómo confiar en un Dios tan cínico que crea el amor para volverlo instrumento de tortura?” (Poletti, 1967, p. 33).

Nora adjudica a Dios atributos que dificultan su comprensión desde una óptica humana. Además de cínico, lo califica de “inhumano” (Poletti, 1967, p. 136) y de “pecador”: “Pienso que también hay pecado en imponer un oficio a las criaturas. Me refiero a Dios... Y también hay pecado en no cumplir con ese mandato, el del oficio, ¿no? Pecado de omisión” (p. 197). Es en esta instancia en la que surge el jesuita Paneloux, el sacerdote de La Peste, como un nuevo punto de comparación. Tras presenciar la muerte de un niño, el personaje de Camus advierte que “es posible que debamos amar lo que no podemos comprender ... es preciso creerlo todo o negarlo todo” (Camus, 1995, pp. 171 y 175). Nora, como Paneloux, conceptualiza a Dios como misterio, como Algo/Alguien incomprensible; sin embargo, a diferencia del sacerdote, no sacrifica su intelecto (Camus, 1999, p. 47), aunque sí reconoce que el oficio de Dios se le hizo carne. Nora siente su presencia cuando compone en su rostro la vieja sonrisa que iluminaba el semblante de su abuela: “de repente, alguien me arrojaba en pleno rostro la clave de la vieja. Alguien, o algo, de una sabiduría misteriosa: sobrehumana” (Poletti, 1967, p. 187).

Para Marcel, la filosofía no trata sobre problemas, sino sobre misterios, y Dios es uno de ellos. Los misterios son cuestiones que nos comprometen y de las cuales formamos parte sin poder separarnos de ellas. Para Nora, también Dios es un “misterio”: “Dios, el tiempo, la muerte y el porqué algunos nacen hermosos y otros deformes se identificaron en un mismo doloroso misterio” (Poletti, 1967, p. 112).

Nora no puede separarse del oficio de Dios y, por eso, termina sus días abocada a él. Casi encarnando el arquetipo de Quirón, el sanador herido, la narradora auxilia y escucha a sujetos

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que padecen sus propios males. A través de las cartas que escribe para los analfabetos, contribuye a restaurar los vínculos familiares que ella no consiguió religar, vínculos que, en su caso, quedaron para siempre erosionados por la distancia y el tiempo.

Quisiéramos finalizar el artículo con una última observación relativa al modo en que Gente conmigo da cuenta de tres importantes formas de escritura que, desde el siglo XIX hasta el momento en que la autora escribe, estuvieron vinculadas con la experiencia migratoria. En primer lugar, se ubican las leyes, facilitadoras u obstaculizadoras de la libre circulación de las personas. También se encuentran las epístolas, donde la figura del “escriba” (Serafin, 2011, p. 170) —encarnada inicialmente en la abuela y, después, en la narradora— emerge debido a que los analfabetos debían recurrir necesariamente a los “extraños oficios” de estos personajes para saber cómo estaban sus familiares y, también, llegado el caso, ayudarlos. La vejez de la abuela de Nora da profundidad temporal a la temática migratoria, cuyos difusos y antiguos orígenes están sugeridos en la existencia de un oficio extraño, de Dios, que se lleva en la sangre y se hereda. Finalmente, la novela presenta una tercera forma de escritura ligada a la inmigración: la escritura de la experiencia; escritura que aparece doblemente delineada por Nora Candiani y por Syria Poletti. Mientras que Nora, en sus cuadernos, registra su existencia migrante y la de otros a quienes socorre y asiste, cumpliendo así su misión religadora, Poletti, a través de su novela, literaturiza su experiencia como inmigrante italiana, proyectando en su personaje —verdadero alter ego de la escritora— algunas de sus propias vivencias, duelos y traumas.

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Notas

1Syria Poletti nació en el año 1917 en Pieve di Cadore, una ciudad italiana de Véneto. Recién a los 21 años, mucho tiempo después de que toda su familia se hubiese trasladado a Argentina, pudo emigrar con la ayuda de una de sus hermanas, sorteando algunas trabas legales vinculadas a la escoliosis congénita que padecía. Una vez emigrada, estudió español y comenzó a trabajar como profesora de italiano. Su producción escrita, que circuló en periódicos, revistas y libros, fue realizada en el nuevo idioma aprendido, y por esta razón la crítica concibió su obra bajo el concepto de Steiner de escritura “desterritorializada” (Bravo Herrera, 2012; Londero, 1993).

2Esta corriente es explícitamente mencionada en Gente conmigo: “Rousellier es italiano ... juega al existencialismo; un existencialismo muy refinado y completo: con barba, pipa y demás accesorios. / Conocí a la mujer. Ella también es existencialista” (Poletti, 1967, p. 46). Aquí la autora, a través del uso de las palabras “juega”, “refinado” y “completo”, deja apuntada su apreciación crítica sobre cierta banalización del existencialismo, mirada que comparte con Albert Camus, quien “tenía un mal concepto de esta corriente”. Según Francisco Gutiérrez Sánchez, “lo que sucedió fue que ésta alcanzó una gran popularidad y la llevó a una cierta vulgarización de algunos términos existencialistas y modos de pensar” (2001, p. 126).

3En un reportaje —recogido y ensamblado con otras entrevistas por Dora Fornaciari— frente a la pregunta de cuáles eran sus escritores argentinos preferidos, Syria Poletti mencionó a varios autores. El primero de la lista fue Borges, “que me abre paso al infinito”, y el segundo, Ernesto Sábato, “que me estremece y apasiona”

(Poletti, 1977, p. 155).

4Estas dos obras ensayísticas de Camus fueron publicadas en Argentina en un único volumen titulado El mito de Sísifo. El hombre rebelde, que ha sido reseñado en la revista Sur por Blanco Amor (1954).

5José Miguel Oviedo señala la importancia que tuvo el sello editorial Sur al traducir y difundir las obras de Albert Camus, Paul Sartre, Graham Greene, Louis-Ferdinand Céline y André Malraux, autores que impactaron profundamente en “nuestra sensibilidad y en la forma como percibíamos la posición del hombre en un mundo desgarrado por grandes tragedias: los bombardeos masivos, los campos de concentración, el exterminio de millones de judíos, el fascismo, el estalinismo y, finamente, la amenaza de la destrucción atómica” (Oviedo, 2002, p. 60). Además de la desintegración de vidas, países e ideales, este autor señala que ciertas notas existencialistas —como el absurdo, la incomunicación, la angustia, la rebelión y la búsqueda de la libertad— comenzaron a dominar el lenguaje y el pensamiento literario.

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6Además de La Peste, la editorial Sur publicó otras dos obras de Albert Camus: Bodas (1953, con la traducción de Jorge Zalamea) y El verano (1954, con la traducción de Alberto Luis Bixio).

7El túnel fue recomendado por Camus a su amigo editor, Michel Gallimard, quien la publicó en francés en 1951 (Correa, 1992, p. 90).

8Marcel profundiza la distinción bergsoniana entre cuerpo-objeto (mi cuerpo como uno más entre otros) y cuerpo-sujeto (“mi” cuerpo, que no puede darse a ninguna conciencia que no sea la propia) (Grassi, 2019).

9Véase Norambuena y Matamoros (2017, pp. 52-53).

10Mientras el artículo 20 establece cuáles son los derechos de los extranjeros y cómo pueden obtener la nacionalización argentina, el artículo 25 señala que el Gobierno federal va a fomentar, específicamente, la inmigración de origen europeo.

11En 1923, el gobierno de Alvear reglamentó la ley Avellaneda, desdoblando el control inmigratorio. El primer chequeo se hacía en el lugar de origen, mediante el visado de la documentación del postulante extranjero en los consulados argentinos; el segundo, en el lugar de arribo. Allí, las autoridades de la Dirección de Inmigración tenían la facultad definitiva para resolver la admisión. En 1938, se agrega por decreto otro requisito: el “permiso de libre desembarco”, que debía ser solicitado por los consulados a la Dirección de Inmigración. Este procedimiento, como analiza Devoto (2001), dio lugar a conflictos entre las dos reparticiones. Para un recorrido histórico y sintético por las leyes y decretos sancionados en nuestro país, véase Ivancich (1998).

12La “señora del Presidente” (Poletti, 1967, p. 123), Eva Duarte de Perón, falleció en julio de 1952, y el CIME (Poletti, 1967, p. 117), el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas, fue un organismo creado en el año 1951 para gestionar los traslados de migrantes y refugiados (Redondo Carrero, 2017). Estos datos permiten ubicar la historia de la familia de Rafael hacia comienzos de la década de 1950.

13En la novela, los rasgos de la “nueva inmigración” (Poletti, 1967, p. 172) están encarnados —y ridiculizados, en algunos casos— mediante los siguientes personajes: el pintor Rousellier, cuya identidad original era la del veronés Mario Roselli; el príncipe Zedir, el célebre pianista supuestamente árabe, pero que, en verdad, era un cremonés llamado Antonio Croatti; y, por último, Gastón Richard, un modisto que se hacía pasar por francés, pero cuya nacionalidad era italiana y su nombre, José Marcuffi. Este último individuo quería que Nora adulterara su partida de nacimiento, cambiando los humildes oficios de sus padres —diariero y campesina— por la profesión de periodista y el título de condesa, respectivamente.

14Con respecto a la edad, según la Ley 817 (art. 14, cap. V), “inmigrante” era todo extranjero jornalero, artesano, industrial, agricultor o profesor, menor 60 años, que arribara al país viajando en 2.ª o 3.ª clase, o con pasajes pagados por el Estado argentino, con intención de instalarse definitivamente. A mediados del siglo XX, el gobierno peronista consideró que esta definición era anacrónica —convirtiendo así el término “inmigrante” en una “categoría histórica”—. Para ese entonces, como señala De Cristóforis (2016, p. 106), la razón del ingreso de los inmigrantes no solo era poblar, sino, y fundamentalmente, desarrollar la agricultura y la industria a fin de satisfacer las demandas del mercado interno. En función de estos nuevos objetivos políticos, el peronismo propuso en el “Proyecto de Ley de Bases”, que no llegó a convertirse en ley, bajar el límite de edad de 60 a 55 años y, además, consideraba deseable que el recién llegado poseyera ciertas disponibilidades económicas (De Cristóforis, 2011, p. 4). En relación con las cuestiones físicas, el Memorial Anual de 1947 da cuenta de esta y otras restricciones: señala que la Dirección General de Migraciones impide la entrada “del indeseable que pueda resultar un elemento peligroso para el orden interno ... del enfermo o lisiado que pueda constituir una carga para el Estado ... [y busca fomentar] la mejor inmigración, el elemento joven y de trabajo, técnicos, obreros especializados, hombres de ciencia, industriales” (De Cristóforis, 2011, p. 6).

15El personaje de Teresa, en un diálogo que mantiene con Nora, expresa sin tapujos esta realidad: “—Vinimos juntos hace veinticinco años ... Pero después él volvió a Italia porque allí teníamos una nena, paralítica, pobrecita. La habíamos dejado con mi madre ... no nos dejaron viajar con ella, por sus piernitas flojas” (Poletti, 1967, p. 32).

16Para la narradora, el extraño oficio provenía “de Dios” (Poletti, 1967, p. 24) y consistía en “escribir cartas para los ignorantes” (p. 10). Eugenio Castelli interpreta el trabajo de traductora de documentos de Nora Candiani como una “nueva versión, en la Argentina, del viejo oficio de redactora de cartas” (Castelli 1981, p. 103), es decir, como una “actualización” del oficio.

17Además de la técnica compositiva, Bordelois cuestiona la dimensión sociológica que presenta la novela, aspecto abordado parcialmente en Buret (2021b), donde esa zona de la obra es revalorizada a partir de la hipótesis general de que los inmigrantes son “sujetos heterogéneos” y de que es en Gente conmigo donde se percibe esa heterogeneidad.

18En los primeros años del siglo XX, debido a magnicidios perpetrados por anarquistas —los asesinatos del rey de Italia, Humberto I (1900), y del presidente estadounidense, William McKinley (1901)— y, también, a causa de sucesos nacionales, como los movimientos huelguísticos —iniciados por los obreros portuarios y extendidos, luego, a diferentes gremios (panaderos, cigarreros, obreros de fábricas de indumentaria, trabajadores de las vías

férreas, etc.)—, Argentina firma, en el marco de la 2.ª Conferencia Interamericana, un tratado internacional de

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extradición y protección con respecto al anarquismo. En consonancia con esta línea ideológica, se implementaron en el país dos instrumentos jurídicos de represión contra los inmigrantes políticos: por un lado, la Ley 4144 de Residencia, basada en un proyecto de 1899 del senador Miguel Cané, consistente en impedir la entrada al país, o bien, expulsar a extranjeros que perturbaran el orden público. Esta ley fue aprobada en 1902 y derogada en 1958, con una breve restauración durante el gobierno de Onganía por la Ley 18235. Por otro lado, en 1910, luego de un atentado anarquista en el Teatro Colón, se aprobó la Ley 7029 de Defensa Social, derogada con la Reforma del Código Penal en 1921 (Ivancich, 1998, pp. 34-39). Esta norma, entre otras cuestiones: prohibía la entrada al país de anarquistas y de extranjeros con condenas; no permitía las reuniones o manifestaciones obreras sin autorización policial; castigaba por apología a quienes difundían los delitos estipulados por dicha ley; y reprimía a quienes intentasen inducir a una persona a tomar parte de una huelga o boicot.

19En este punto, podemos observar que la novela de Poletti no da cuenta del componente antisemita que, dentro de las restricciones ideológicas, operó durante el peronismo. Al respecto, De Cristóforis (2011) señala que la inmigración judía, por ejemplo, estaba asociada, en muchos casos, al llamado “peligro comunista”.

20De acuerdo con la investigación de Quijada Mauriño (1989), para fomentar este tipo de inmigración se pusieron en marcha dos líneas de acción: por un lado, se crearon la Dirección Argentina de Inmigración en Europa (DAIE) —cuyas sedes fueron establecidas en España y en Italia— y la Comisión de Recepción y Encauzamiento de Inmigración (CREI); por otro lado, Argentina firmó convenios con Italia y con España. Debido a que Italia recién salía de la guerra, estaba más poblada que España y presentaba un índice de desocupación muy alto, apresuró y facilitó la marcha de las negociaciones. Así, en febrero de 1947, Italia firmó con Argentina un acuerdo sobre migración. El caso español es diferente porque no había participado de la guerra ni tenía exceso de población. Sin embargo, el hecho de que Argentina le hubiese enviado trigo para paliar los problemas de miseria, hambre y escasez de productos básicos que sufría España hizo que este país se sintiera en deuda con Argentina y vio en la emigración un modo de compensarla. Pero la negociación con España fue más compleja porque los funcionarios españoles no veían la necesidad de que personas con disponibilidad económica y formadas abandonasen su patria. Tampoco estaban de acuerdo con la desespañolización de los emigrantes y su asimilación a la cultura argentina. Finalmente, en octubre de 1948, se firmó un convenio en el que los españoles consiguieron eliminar la mayor parte de las cláusulas que imponían limitaciones a los derechos del inmigrante español.

21Para profundizar en la selección étnica, véase Galante (2005) y Biernat (2005), cuyos trabajos analizan las prácticas discriminatorias planteadas por Santiago Peralta, durante su actuación en la Dirección General de Migraciones, entre noviembre de 1945 y junio de 1947. Este tipo de prácticas discriminatorias, efectuadas por razones étnicas y religiosas, no están representadas en la novela de Poletti y solo sutilmente se alude a ellas.

22Esta manera de mencionar a Eva Duarte sin pronunciar expresamente su nombre no es exclusiva de Poletti. Recordemos que, hacia 1962, cuando se publica Gente conmigo, el cuerpo de la segunda esposa de J. D. Perón hacía ya siete años que se encontraba secuestrado y lo estaría por nueve más. En Santa Evita, Tomás Eloy Martínez señala que el primero en publicar una línea sobre el cadáver de Evita fue Rodolfo Walsh en su cuento “Esa mujer” (1965). Con respecto a él, el escritor argentino escribe una frase que aquí citamos porque también podría aplicarse al texto de Poletti: “La palabra Evita no aparece en el texto. Se la merodea, se la alude, se la invoca, y sin embargo nadie la pronuncia. La palabra no dicha era en ese momento la descripción perfecta del cuerpo que había desaparecido” (Martínez, 1995, p. 301).

23El dialecto de Mateo es tan cerrado que incluso Nora Candiani, italiana y traductora, confiesa que “no lograba entenderlo” (Poletti, 1967, p. 115).

24En El mito de Sísifo, Camus describe lo absurdo como “el estado metafísico del hombre consciente, que no lleva a Dios” (Camus, 1999, p. 50).

25Cuando Tarrou privadamente le informó a Rambert que Rieux también estaba separado de su esposa, el periodista decide responder al llamado del ser: “A la primera hora de la mañana Rambert telefoneó al doctor. /

—¿Aceptaría usted que yo trabaje ahí hasta que haya encontrado el medio de irme?” (Camus, 1995, p. 132). Luego, cuando tuvo la posibilidad de marcharse, Rambert comunicó que no se iría: “Sabía que si se iba tendría vergüenza ... vergüenza de ser el único en ser feliz ... Yo había creído siempre que era extraño en esta ciudad ...

Pero ahora, después de haber visto lo que he visto, sé que soy de aquí” (Camus, 1995, pp. 163-164).

26El túnel (1948) es el primer tomo de una trilogía que se completa con la publicación de otras dos obras: Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974). Respecto del arte de novelar de Sábato, Elisa Calabrese aclara: “Su producción es breve; sólo tres novelas. Pero por ellas fluye una densidad de sentido que las liga estrechamente, hasta el punto de que configuran una verdadera trilogía” (1981, p. 89). Para Juan Antonio Rosado, en la trilogía “el tema de la ceguera adquiere profundidades míticas” (1999, p. 91). Por su parte, Ezequiel Martínez comenta que, mientras que con la primera novela Sábato “recibió las alabanzas de figuras como Albert Camus, Thomas Mann y Pablo Neruda... con las otras dos se consolidó como una de las voces ineludibles en el panorama de la narrativa argentina del siglo veinte” (en Martínez et al., 2018, p. 7).

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27José Miguel Oviedo (2002, p. 62) señala, además, semejanzas entre El túnel y otras dos obras existencialistas: La náusea, de Sartre, publicada en 1938, y El extranjero, de Camus, de 1942. Para un análisis de la relación de El túnel con las obras de Sartre y Camus, véanse Boulaghzalate (2010) y Rosado (2000).

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