Antagonismo creativo en William Blake:

una forma no populista de polarización política

Marco Gabriel Trucco*

Resumen

En el siguiente trabajo, propongo un análisis de cómo la idea de antagonismo en la obra del poeta William Blake es incompatible con el antagonismo populista como lo entiende Ernesto Laclau, y cómo el antagonismo en Blake permite superar algunos obstáculos para el progreso social, que se derivan del modo populista de entender el antagonismo.

La comparación entre las dos formas de antagonismo y sus implicancias está estructurada en tres ejes. El primer eje es la idea de antagonismo en el pensamiento de cada autor, donde diferenciamos las relaciones de negación y de contrariedad en Blake, y la dinámica de amigo/enemigo en Laclau. El segundo eje es la construcción de las identidades, donde exploramos la idea de “particulares minuciosos” en Blake y la de “significante vacío” en Laclau. Y el tercer eje es la posibilidad de progreso derivada de cada idea de antagonismo, donde exploramos el perdón en Blake y el peligro de la “polarización afectiva” (Iyengar, Lektes, Levendusky, Malhorta y Westwood, 2019) en el populismo.

Concluimos que el antagonismo en Blake es más propicio para el progreso porque postula la coexistencia de los contrarios en tensión creativa gracias a la definición precisa de las identidades y el ejercicio del perdón.

Palabras clave: William Blake, Ernesto Laclau, antagonismo, populismo, polarización afectiva

Creative antagonism in William Blake: a non-populist form of politic polarization

Abstract

In this paper we develop an analysis of how the idea of antagonism in the work of the poet William Blake is incompatible with the populist antagonism as Ernesto Laclau understands it, and how the antagonism in Blake helps overcome the obstacles towards progress derived from the populist idea of antagonism.

*Licenciado en Letras Modernas, Universidad Nacional de Córdoba. Doctorando en Letras, Universidad Nacional de Córdoba. marcogabrieltrucco@gmail.com.

Recibido 13/04/2021. Aceptado 20/05/2021.

The comparison between both forms of antagonism and their implications is structured in three topics. The first topic is the idea of antagonism in the thought of each author, where we distinguish the relations of negation and contrariety in Blake, and the friend/enemy dynamics in Laclau. The second topic is the construction of identities, where we explore the idea of “minute particulars” in Blake and “empty signifier” in Laclau. And the third topic is the possibility of progress derived from each idea of antagonism, where we explore the forgiveness in Blake and the danger of “affective polarization” (Iyengar et al., 2019) in populism.

Our conclusion is that Blake’s antagonism better fosters progress by stating the coexistence of contraries in creative tension thanks to a precise definition of identities and the exercise of forgiveness.

Keywords: William Blake, Ernesto Laclau, antagonism, populism, affective polarization

Introducción

En el pensamiento del poeta y pintor William Blake, el antagonismo es una dinámica fundamental de la vida humana, indispensable para el funcionamiento de la política, así como lo es para el populismo tal como lo concibe Ernesto Laclau. Blake comparte con el populismo muchas objeciones al liberalismo clásico. Entiende que el conflicto es parte necesaria de la vida política, en oposición al ideal liberal de la paz perpetua. Entiende que la creatividad discursiva e imaginativa es constitutiva de la realidad y rechaza el ideal liberal de una razón como facultad que revela una verdad de validez universal. Es consciente, como el populismo, de que el único valor en sí mismo, en política, es resolver necesidades reales, y que el funcionamiento de las instituciones republicanas puede ser un medio pero no un fin en sí. Sin embargo, el tipo de antagonismo celebrado por Blake es radicalmente diferente del antagonismo populista, y la clave de la diferencia es cómo entienden la energía humana y, por lo tanto, la fuerza social.

Dos formas de antagonismo en William Blake

Blake distingue entre dos formas de antagonismo: la contrariedad y la negación. En la oposición de contrarios, cada uno de los polos es una forma de energía, y los dos polos son necesarios y se fecundan en la coexistencia. En la oposición como negación, un polo niega la energía del otro, busca obstaculizarla y reprimirla.

Negations are not Contraries: Contraries mutually Exist:

But Negations Exist Not: Exceptions & Objections & Unbeliefs

Exist not… (Jerusalem, en adelante J, placa 17).

La clave es su idea de la energía, porque la energía es la condición de la existencia, y esta idea se desarrolla con mayor detalle en The Marriage of Heaven and Hell (en adelante, MHH).

All Bibles or sacred codes have been the cause of the following Errors.

1.That Man has two real existing principles Viz: a Body & a Soul.

2.That Energy, calld Evil, is alone from the Body, & that Reason, calld Good, is alone from the Soul.

3.That God will torment Man in Eternity for following his Energies.

But the following Contraries to these are true.

1 Man has no Body distinct from his Soul for that calld Body is a portion of the Soul discernd by the five Senses, the chief inlets of Soul in this age.

2 Energy is the only life and is from the Body and Reason is the bound or outward circumference of Energy.

3 Energy is Eternal Delight. (MHH, placa 4).

La energía es la única fuente de vida y toda forma de energía tiene valor, porque, según el verso que cierra la Song of Liberty, “Everything that Lives is Holy”. La actitud ortodoxa que Blake está denunciando, y que en los años de composición de la obra (entre 1790 y 1793) Blake identificaba en la monarquía contrarrevolucionaria y la Iglesia aliada a ella, consiste en impugnar una forma de energía identificándola con el mal y reprimiéndola. Esa actitud es la que Blake denomina “negación”.

En cuanto formas diferentes de energía, los contrarios no solo no deben ser reprimidos, sino que su relación de contrariedad es necesaria para que la energía se manifieste en su conflictiva plenitud.

Without Contraries is no Progression. Attraction and Repulsion, Reason and Energy, Love and Hate, are necessary to Human existence.

From these contraries spring what the religious call Good & Evil. Good is the passive that obeys Reason. Evil is the active springing from Energy. Good is Heaven. Evil is Hell. (MHH, placa 3).

Blake plantea, por un lado, una relación entre formas diferentes y opuestas de energía, que son los polos contrarios, y, por otro lado, un determinado tipo de relación frente a un contrario, que es la negación. La negación no es una forma de energía en sí, sino que es una obstrucción, una represión, una negación propiamente de la energía (tanto propia como de otro). En el Edén que imagina Blake como estado psíquico de la máxima realización creativa y el máximo goce humano, los contrarios se enfrentan en una disputa interminable por la primacía intelectual, pero sin destruirse, sino afirmando cada uno una identidad en progreso. Para que ocurra esa coexistencia productiva de los contrarios (el matrimonio del Cielo y el Infierno) debe haberse superado por completo la negación como dialéctica entre los contrarios. A ese antagonismo de contrarios sin negación podemos llamarlo “antagonismo creativo”. Y es en ese Walhalla de eterna confrontación intelectual donde se encuentra el máximo goce y la máxima realización de la vida, y también donde se abren paso las nuevas demandas y propuestas en el progresivo camino de la emancipación.

A diferencia de Schmitt y Laclau, como veremos más adelante, para Blake lo político no necesita una relación de antagonismo como negación, sino que alcanza su plenitud en una

oposición de contrarios. En línea con los ideales de la Revolución francesa y la independencia americana, para Blake la política es la hermandad, el ámbito del encuentro con el otro, que es, a la vez, el ámbito del desarrollo espiritual

Are not Religion & Politics the Same Thing?

Brotherhood is Religion. (J, placa 57).

El ideal de Blake es una sociedad de individuos libres que desarrollan su máximo potencial creativo. Y para eso necesitan que las oposiciones tengan la dinámica de contrarios que afirman su identidad en la diferencia y no en la negación.

La idea de progreso en William Blake

Para que haya progreso y la energía cree con libertad, los contrarios necesitan coexistir, cada uno conservando su identidad y fecundándose mutuamente en su inmanencia. De eso se trata el matrimonio del Cielo y el Infierno: los opuestos ya no se repudian ni reprimen, como ocurre en la dialéctica de la moral ortodoxa y la política represiva, sino que coexisten en una unión gozosa que no disuelve la identidad de cada polo. Ese matrimonio no se trata de una reconciliación, ni una síntesis que lleva a un nuevo par de contrarios trascendente, ni un término medio, ni una moderación entre los contrarios.

En la sección sobre los modos de ser Prolífico y Devorador, Blake desarrolla en mayor profundidad esta dialéctica.

The Giants who formed this world into its sensual existence and now seem to live in chains, are in truth the causes of its life & the sources of all activity, but the chains are the cunning of weak and tame minds, which have power to resist energy. According to the proverb, the weak in courage is strong in cunning.

Thus one portion of being, is the Prolific. the other, the Devouring: to the devourer it seems as if the producer was in chains, but it is not so, he only takes portions of existence and fancies that the whole.

But the Prolific would cease to be Prolific unless the Devourer as a sea received the excess of his delights…

These two classes of men are always upon earth, & they should be enemies, whoever tries to reconcile them seeks to destroy existence.

Religion is the endeavor to reconcile the two. (MHH, placa 16).

Los contrarios, como porciones del ser, son ambos válidos, y es necesario que la enemistad —entendida como diferenciación, no como intento de destrucción— entre ellos se mantenga, porque una reconciliación disolvería la diferencia y anularía a uno de ellos. Eso es lo que busca la negación: anular una de esas porciones del ser en nombre de una reconciliación que ordene la totalidad humana bajo una autoridad religiosa o estatal. Blake es un profeta de la energía y la creatividad que celebra lo Prolífico como lo más sabio. Pero

lo Devorador no es condenable y es necesario en tanto se mantiene como un contrario. Solo se vuelve condenable cuando deviene en una forma de negación.

Erdman (1977) observa que esta oposición tiene una referencia al conflicto económico entre productores y explotadores que se desarrollaba en los años de la Revolución francesa. Por un lado, estaban los trabajadores, campesinos y artesanos; y, por otro lado, la clase privilegiada integrada por cortesanos, sacerdotes, militares, burócratas y recaudadores de impuestos, que vivían a costa de la riqueza que le extraían a la clase productiva (véase también una descripción de la tensión económica de la época en análogos términos en Thompson, 1968, p. 99). Esa relación en la que la clase privilegiada mutila la energía de la clase productora con la confiscación, la censura y el sometimiento puede dar paso a una relación en la que los contrarios dejan de dañarse. “Incluso en la libertad de un paraíso sin clases siempre habrá trabajo y siempre un público para el artista-artesano” (Erdman, 1977, p. 80). La reconciliación ante un statu quo que ahoga la creatividad y la generación de riquezas es lo que busca la religión; en Blake, un aliado moral del despotismo. El paso de la negación a la contrariedad implica una revolución contra el orden opresor y un nuevo orden marcado por la autonomía y también la competencia entre personas emancipadas y creativas. Blake fomenta un proceso similar cuando protesta contra el pintor neoclásico y presidente de la Royal Academy, Sir Joshua Reynolds, por pedir que la realeza sea generosa con los artistas: “Liberality! We want not Liberality. We want a Fair Price & Proportionate Value & a General Demand for Art” (Annotations to Reynolds, 1988, p. 637). La actitud deferente de los artistas hacia sus mecenas aristócratas es esa reconciliación que busca la autoridad religiosa. En la utopía revolucionaria de Blake, “la ilustración del público general y el mercado abierto para el arte”1 (Thompson, 1993, p. 113) reemplazan el mecenazgo y estimulan las fuerzas creativas en el ámbito de la demanda general, la independencia de los artistas-productores y la pugna por la superioridad intelectual y estética.

Veíamos que la coexistencia de los contrarios posibilita el progreso. Harold Bloom (1971) observa que el progreso significa volverse más humano, y que la marca final de ese desarrollo es el matrimonio de todos los contrarios sin reconciliarlos, lo que sería disolverlos en la unidad. Como la energía es la fuente de toda vida y toda vida es sagrada, progreso significa liberar y crear nuevas formas de energía. Eso supone, por un lado, que el progreso significa derrocar formas de poder que reprimen una manifestación de la energía. En la forma de represión en la realidad social que Blake está denunciando, es el conservadurismo moral que busca confinar a los oprimidos a una aceptación pasiva de la represión en Inglaterra contra los simpatizantes de la Revolución francesa, según afirma Erdman (1977). Pero, además de liberarse de las opresiones, el progreso significa proponer y crear nuevas formas de acción y de goce, liberando la energía originaria prolífica. La revolución, en Blake, no consiste en reprimir ni superar a uno de los contrarios, porque eso generaría un ciclo en el que la rebelión toma el poder del despotismo y se convierte, a su vez, en un nuevo despotismo. Northrop Frye (1979) analiza este proceso en detalle en lo que llama el ciclo de Orc, el personaje mitológico que encarna la rebelión, y Urizen, la tiranía. Revolución, en Blake, significa terminar con la negación como dinámica entre los contrarios y así abrir un camino de progreso no lineal en el que los contrarios se enriquecen en enfrentamiento creativo. En términos de Cielo e Infierno, revolución no significa ni invertir la valoración de cada polo, ni convertir a toda la existencia en Cielo o en Infierno, sino celebrar ese matrimonio donde la vida humana progresa con la manifestación cada vez más libre de cada polo.

La identidad como singularidad definida en William Blake

Esta idea de progreso, en Blake, se deriva del modo en que Blake entiende la identidad, diferenciándose tanto de la metafísica occidental de la tradición platónico-aristotélica como del posestructuralismo de Laclau en su noción de “significante vacío”.

En Blake, cada uno de los polos en una relación antagónica, es decir, las unidades de la identidad, es un minute particular, o particular minucioso. Los minute particulars son “cells of energy in tension with one another. While, in terms of bodily preservation and cooperation, these cells live in ‘Perfect Harmony’, their drive toward individuation and differentiation is characterized by Blake as ‘Mental War’” (Ault, 1974, p. 31).

La armonía perfecta entre estas unidades de energía se refiere a que no se destruyen entre sí, aunque al mismo tiempo buscan diferenciarse e individualizarse. La diferencia entre lo mental y lo corporal en la cita no hace referencia a una diferencia de sustancia, que Blake niega, sino a las dos formas de antagonismo. La guerra mental es la oposición entre contrarios que se esfuerzan por diferenciarse pero no se destruyen, mientras que la guerra corporal es la negación del otro y el intento de destruirlo. Esto tiene dos implicancias que ayudarán a comprender el contraste entre la idea de antagonismo en Blake y la de populismo entendida por Laclau.

La primera implicancia es que la identidad, en Blake, no se construye solo por negación, ni el contrario es quien impide la realización de la propia identidad. Las unidades de identidad, en Blake, necesitan de la oposición para existir, como lo Prolífico no existiría sin lo Devorador. No se trata de una identidad definida por lo que su contrario le impide ser, sino una identidad en la que los contrarios más bien se complementan. Por otro lado, la identidad no depende solo de la oposición, sino que, a la vez, afirma un significado positivo. En ese sentido hay que entender el aforismo “Opposition is true Friendship” (MHH, placa 20): en la medida en que el antagonismo sea una relación de contrarios y no de negación, cada uno de los polos ayuda a definir con mayor detalle los rasgos particulares del otro. Como la energía en Blake solo existe en la forma, cuanto más definida sea la forma, mayor será el despliegue de energía. Es un amigo aquel frente a quien defino los rasgos de mi identidad con mayor minuciosidad, mientras no necesitamos destruirnos para diferenciarnos. Esto conduce a una ética de la pluralidad democrática en la que, así como las células de energía buscan diferenciarse para ganar vitalidad, las identidades conviven contemplándose en su diferencia. Esto está sugerido en el proverbio del Infierno: “The most sublime act is to set another before you” (MHH, placa 7), donde “set another before you” debe leerse como enfrentar la realidad de un otro, tomar conciencia de la diferencia de otra forma de vida.

La segunda implicancia es que cada forma de energía define su identidad con claridad y no de forma vaga o imprecisa. Esto no significa que la forma, en Blake, sea una sustancia objetiva exterior al sujeto e inmutable a lo largo del tiempo empírico. La forma, en Blake, es lo mismo que la energía y que la vida (Frye, 1974), es una creación imaginativa que está siempre abierta a nuevos desarrollos. Incluso cuando los minute particulars están sujetos a los cambios del progreso, en cada instante tienen una forma definida con claridad.

For Art & Science cannot exist but in minutely organized Particulars

And not in generalizing Demonstrations of the Rational Power.

The Infinite alone resides in the Definite & Determinate Identity. (J, placa 55).

“Infinito”, en Blake, no se refiere a lo que se extiende sin límites en el plano matemático o empírico, sino al plano mental de la imaginación, donde la satisfacción del deseo se hace posible. La realización, entonces, de demandas políticas y deseos de acción en el plano social solo puede darse mediante actos definidos, llevados adelante por sujetos que asumen una identidad definida y, sobre todo, que realizan actos definidos. El poder racional que generaliza es una crítica a la teoría del conocimiento de John Locke, que borra las características particulares de los hechos empíricos para que puedan ser descriptos en conjunto por una categoría abstracta y general (cf. Ault, 1974, p. 61). El correlato político que Blake ve en esa teoría del conocimiento es que la razón que pretende ordenar la totalidad a costa de las particularidades crea una tiranía, precisamente, porque restringe el desarrollo de cada energía particular: “One Law for the Lion and Ox is Oppression” (MHH, placa 24).

La identidad es energía positiva, definida en su singularidad, y esa energía es virtud. En cambio, todo lo que obstaculice la energía y desdibuje sus rasgos singulares es vicio.

…As I understand Vice it is a Negative–It does not signify what the laws of Kings & Priests have calld Vice we who are philosophers ought not to call the Staminal Virtues of Humanity by the same name that we call the omissions of intellect springing from poverty.

Every man’s <leading> propensity ought to be calld his leading Virtue & his good Angel. But the Philosophy of Causes & Consequences misled Lavater as it has all his contemporaries. Each thing is its own cause & its own effect. Accident is the omission of act in self & the hindering of act in another. This is Vice but all Act [<from Individual propensity>] is Virtue. To hinder another is not an act it is the contrary it is a restraint on action both in ourselves & in the person hinderd. For he who hinders another omits his own duty at the time.

Murder is Hindering Another Theft is Hindering Another

Backbiting, Undermining, Circumventing & whatever is Negative is Vice. But the origin of this mistake in Lavater & his contemporaries is, They suppose that Woman’s Love is Sin, in consequence all the Loves & Graces with them are Sin. (“Annotations to Lavater”, 1988, p. 601).

Lo que este elocuente pasaje aclara del pensamiento de Blake es que la identidad individual sería la propensión a actuar, un cierto modo en el que el impulso creativo y activo se presenta en los individuos y que permite distinguir al individuo del estado psíquico que está atravesando. Los actos, como actos de generosidad, rebeldía, creatividad, amor, rechazo, condena, etcétera, son positivos al ser su propia causa y efecto, están fuera de la lógica del tiempo y, en ese sentido, son eternos. Y, por último, los vicios no son cierto

tipo de energía, como el goce sexual, sino solamente la negación de los actos enérgicos propios o ajenos.

El perdón creativo en William Blake

Si progresar es dar lugar a todas las formas de vida en su conflictividad, ¿qué hacer, entonces, con quienes ejercen la negación, que para Blake constituye el único y verdadero vicio? La solución de Blake para ese problema es una forma de perdón creativo, que no consiste ni en poner la otra mejilla, ni en tolerar, ni en negociar, ni en olvidar.

Learn… to distinguish the Eternal Human

…from those States or Worlds in which the Spirit travels:

This is the only means to Forgiveness of Enemies. (J, placa 49).

El perdón, en Blake, se da cuando se separa a la persona del estado psíquico por el que está transitando. Y la negación, al no ser una forma de vida ni una identidad, es un estado por donde el espíritu transita, la única verdadera forma de pecado. Para que ese perdón ocurra es necesario, primero, definir con la máxima precisión en qué consiste el error y condenar ese error con contundencia. El Proverbio del Infierno, “A dead body, revenges not injuries(MHH, placa 7), sugiere, anticipando a Freud, que sin una venganza de las injusticias no puede haber una verdadera paz. Y el perdón, en Blake, está más cerca de la venganza que de la tolerancia, porque consiste en un acto enérgico. Pero para no convertirse en una reacción, a su vez, negadora, es preciso el segundo paso de separar la persona del error que ha cometido, lo cual es, a su vez, un nuevo acto creativo, ya que implica formar una imagen de esa persona diferente de la que el presente de la injusticia nos muestra. El acto de perdón constituye una de las formas más elevadas de energía.

Mutual Forgiveness of each Vice,

Such are the Gates of Paradise. (The Gates of Paradise, líneas 1-2).

El perdón es creativo porque define con precisión el estado o error y porque imagina la posibilidad de una persona liberada de ese error. Y es enérgico porque permite terminar con la dinámica de negación, que es obstrucción de la energía propia o del otro. Y también porque, a diferencia de la mera compasión o tolerancia, el perdón para Blake no implica suspender la propia identidad, sino confrontar la identidad propia con la del otro en un acto de reconocimiento y aceptación de las dos identidades.

El populismo como dinámica de negación

Según las dos formas de antagonismo distinguidas por William Blake, el antagonismo que caracteriza al populismo como modo de concebir la política es el de negación y no el de contrariedad. Tomamos de Panizza (2009) la definición de populismo como “un discurso anti statu quo que simplifica el espacio político mediante la división simbólica de

la sociedad entre ‘el pueblo’ (como ‘los de abajo’) y su ‘otro’” (p. 13), cuyo carácter anti statu quo es definitorio, “ya que la constitución plena de las identidades populares necesita la derrota política del ‘otro’, el cual es percibido como opresor o explotador del pueblo, y por lo tanto como el que impide su presencia plena” (Panizza, 2009, p. 13).

Este antagonismo es del orden de la negación porque ese otro contra el cual se define la identidad de pueblo es valorado como ilegítimo, al impedir la realización de ese pueblo y la satisfacción de sus demandas. Cada uno de esos polos en que el discurso populista divide a la sociedad niega al otro, en la medida en que busca eliminar sus creencias y sus proyectos. Las “élites” son insensibles a las demandas del “pueblo”, y ese “pueblo”, a su vez, debe impugnar y limitar el poder de las “élites” para satisfacer esas demandas y realizarse (Laclau, 1990, 2005).

En esta idea de antagonismo de Laclau está presente la influencia de Carl Schmitt, para quien lo político depende de distinción entre amigos y enemigos, y los enemigos no son ni competidores en la economía ni adversarios en el debate, sino grupos que amenazan la existencia del grupo propio integrado por los amigos. Y esa amenaza implica la posibilidad, al menos latente, de un combate físico para destruir al otro (Schmitt, 2009).

A diferencia de esta dinámica de negación, la dinámica de los contrarios, en Blake, admite que cada identidad se desarrolle plenamente en tensión con la contraria. Una tensión que no se resuelve, sino que es el impulso para que esa identidad se desarrolle y progrese, porque las identidades no son estáticas ni están predefinidas, sino que pueden abrirse a caminos nuevos (en eso consiste, para Blake, la creatividad). La dinámica de contrariedad, en Blake, propone un modo de coexistencia armoniosa de los opuestos, que implica un fin de lo político como lo entienden Schmitt y Laclau. El liberalismo clásico, en busca de una creación de riqueza sin obstrucciones, sustituye la lógica de la guerra y la sumisión por la de la competencia eterna en el plano económico y la discusión eterna en el plano moral e intelectual (Schmitt, 2009, p. 100). Blake agrega la creatividad eterna como forma de superar el antagonismo negativo y destructivo. En ese sentido, puede considerarse a Blake un continuador del pensamiento liberal, pero que se propone superar tanto el economicismo como el racionalismo del liberalismo clásico. Esa corrección abre respuestas para los argumentos con que Schmitt y Laclau impugnan la fe liberal en el fin de la enemistad destructiva.

Schmitt (2009) sostiene que el liberalismo tiene dificultades para crear causas que den a la vida un sentido que trascienda la satisfacción de deseos privados. En Blake, la creatividad es la expresión de la suma de las facultades humanas y es la más intensa forma de goce, por lo que excede tanto la ganancia económica como la creación racional de conocimiento, y tiene un valor positivo que excede la mera ausencia de guerra.

Laclau (2005) afirma que el sistema institucional, hijo de la fe liberal en las normas racionalizadas, puede perder la capacidad para responder a demandas nuevas. En Blake, el encuentro con el otro como acto sublime sugiere que el progreso vital involucra tomar conciencia del otro, sus necesidades y su forma de actuar. La respuesta populista que enfatiza más la construcción de un enemigo que la de un plan para efectivamente satisfacer esas demandas proyecta un ciclo de aspiración, desilusión y queja (Panizza, 2009), que desarrollaremos más adelante. Como vimos, para Blake, solo puede haber progreso si la identidad de los individuos y los estados por los que pasa se definen con claridad. Si entendemos la satisfacción de demandas como parte del progreso, el modo populista de construir identidades es un obstáculo para ese progreso.

La construcción de la identidad en el populismo

Mientras para Blake la identidad se construye en minute particulars, para el populismo entendido por Laclau, la identidad política se construye en “significantes vacíos”. Estos últimos son términos que no tienen un significado positivo por sí solos, sino que se cargan de significado en la medida en que articulan o reúnen una serie de demandas frente al grupo social antagónico a quien se responsabiliza de obstaculizar esas demandas. Como ha sido vastamente estudiado, Laclau sostiene que un conjunto de demandas concretas se convierte en una identidad política cuando se articula en torno a un término (el ejemplo por excelencia es pueblo) que funciona como “significante vacío” y otorga cohesión a esas demandas. Basándose en una filosofía del lenguaje con influencias de Hegel, Lacan y, principalmente, Saussure, Laclau (2005) sostiene que las identidades no tienen un significado positivo sino diferencial (ver también Retamozo y Stoessel, 2014). Como el populismo supone una división en dos del campo social, las demandas se articulan bajo el significante vacío en tanto se las entiende como contrapuestas al campo contrario, que impide su realización. Como el sistema social dentro del cual se dan esas diferencias no es un sistema cerrado, Laclau (1990) deduce que, aunque la relación de confrontación se mantenga estable, el contenido de cada uno de los polos e, incluso, la línea divisora entre ellos son inestables y carecen de contornos definidos (cf. Casullo, 2019).

Esto tiene dos implicancias que agudizan el contraste con el pensamiento de Blake. En primer lugar, si las identidades políticas no tienen propuestas y principios con lineamientos definidos, y si incluso sus actos cobran sentido en función de los vaivenes de la vida política que mueven la grieta que separa los polos en conflicto, no puede haber un progreso como lo entiende Blake. La realización de los deseos y la superación de los obstáculos exigen, para Blake, una conciencia clara de cuáles son esos deseos y obstáculos y con qué actos se los aborda. En relación con este problema de la indefinición, Rosanvallon (2020) observa que la lógica populista disuelve la noción de responsabilidad al borrar la diferencia entre representantes y representados y atribuir la culpa por los fracasos al adversario político. Para Blake, el problema de esa disolución de la responsabilidad no es moral, sino más bien que, al no haber un planteo claro y definido de lo que falló, que no tema reconocer si el error no está en el polo antagónico sino en el propio, ese fallo no puede superarse.

La segunda implicancia es que, como señala Martínez Olguín (2013), el populismo de Laclau toma al antagonismo como garantía de emancipación y subordina las voces que plantean demandas particulares y específicas al liderazgo populista. Esto se debe a que, según Laclau (2005), el momento en que se cristaliza el populismo es cuando el liderazgo político, que se supone hace de lazo entre las demandas, deja de estar subordinado a las demandas y las demandas pasan a estar subordinadas a él. Es decir, los sujetos de las demandas pierden su autonomía ante el liderazgo político que las unifica, bajo el supuesto de que solo el antagonismo populista puede posibilitar que se atiendan esas demandas.

La objeción de Blake a esta subordinación está relacionada con la objeción anterior. La emancipación política consiste, para Blake, precisamente en que cada sujeto, individual o colectivo, pueda realizar sus proyectos y afirmar su identidad y su visión del mundo sin hacer ninguna concesión a un poder superior, sin disolver rasgos particulares para participar en una categoría con pretensiones de totalidad, con la excusa de la representación política o con cualquier otra. Esto nos lleva de vuelta a que la diferencia entre los modos de antagonismo en Blake y en el populismo supone la diferencia entre sus respectivos conceptos de lo político. En Blake, la revolución emancipadora no es una inversión del

poder entre clases sociales que se niegan mutuamente. No se trata de intercambiar roles de poder entre clases que se niegan mutuamente, ni de que el movimiento que se atribuye la representación de los oprimidos se atribuya también la facultad de reformular sus demandas y sus identidades. Para Blake, solo hay un progreso hacia la libertad y la autodeterminación cuando se ha establecido otra dialéctica entre las identidades que confrontan en el espacio público, una que acentúa las particularidades en vez de disolverlas. Para Blake, el proyecto populista de una soberanía activa del pueblo fracasa desde su concepción al depender de la categoría vaga, generalizadora e inestable de pueblo.

Obstáculos para el progreso en el populismo

La unificación de diversas demandas bajo la identificación de un mismo movimiento o líder implican un problema reconocido por Laclau y Panizza. Las particularidades de las demandas no pueden encontrar una identidad plena con el movimiento que las articula y las unifica. Eso genera una dialéctica de aspiración, decepción y quejas (Panizza 2009, p. 46). La confrontación populista contra el statu quo promete el cumplimiento de diversas demandas, incluso contradictorias entre sí, que son delegadas al líder que necesita reformularlas e ignorar particularidades. Cualquier proceso de representación política implica que, en alguna medida, las particularidades de los representados se perderán en la mayor generalidad de los representantes. El problema con el populismo es que la disolución de la responsabilidad y la inestabilidad de las propuestas y programas hacen difícil una respuesta a la insatisfacción surgida en la propia base de representados. Ante la queja por las demandas insatisfechas se abren las posibilidades extremas de autoritarismo o revolución permanente, incluida la alternancia con un populismo antagónico que trate al populismo anterior como la nueva oligarquía.

Otro obstáculo para el progreso es afectivo y tiene que ver directamente con el modo en el que el populismo concibe la confrontación política. Mientras que el perdón, como Blake lo entiende, permite superar las relaciones de negación mutua y posibilita el progreso, diferenciando a las personas y sus posibilidades de los errores por los que pasan, el populismo no considera caminos para superar la negación mutua ni puede renunciar al antagonismo. Por eso, el populismo deviene fácilmente en lo que Iyengar, Lektes, Levendusky, Malhorta y Westwood (2019) llamaron “polarización afectiva”, una dinámica en la que el antagonismo se vuelve más emocional que ideológico. En la polarización afectiva, lo que separa a los adversarios no es la clase social ni el extremismo en cuanto a posiciones ideológicas claras, sino más bien un sentido de pertenencia a grupos de sentido. El opositor es visto como hipócrita, egoísta y cerrado, y esa caracterización fácilmente se espeja y se vuelve mutua en un círculo vicioso del que es difícil salir. Toda idea y acto que venga del grupo contrario es tomada como ilegítima e indigna de consideración solo por venir de un grupo hacia el que se siente una aversión afectiva infranqueable. La lógica del populismo tiene dificultades estructurales para renunciar a calificar al opositor como moralmente impugnable a priori, y también tiene dificultades para precisar en qué consisten los vicios, las soluciones para esos vicios, los mecanismos responsables de resolverlos y la eficacia de los mecanismos una vez implementados.

El perdón que concibe Blake y su consecuente paso de la negación a la oposición de contrarios es la dinámica opuesta a la polarización afectiva. Con los momentos de identificar con precisión el vicio, separar el vicio de la persona y, finalmente, adoptar frente

a la persona una actitud que ha dejado atrás el rechazo afectivo, se logra romper el círculo vicioso de la impugnación mutua y abrir un camino de progreso en el que los contrarios enriquecen su identidad en la oposición, en vez de trabarse en impugnaciones mutuas.

Pensamientos finales y preguntas abiertas

Una de las diferencias más elementales entre Blake y el populismo de Laclau es cómo entienden al ser humano. En Blake, el énfasis está puesto en la creación y la acción, mientras que Laclau elige, como elemento básico de la participación política, la demanda. El sujeto, en Blake, es más autónomo y más creativo, mientras que el sujeto del populismo es apenas el sujeto de una demanda, un sujeto más pasivo que necesita de una fuerza política superior para satisfacer sus necesidades, incluso a costa de que sus demandas sean reformuladas o en parte ignoradas. El antagonismo de contrarios, en Blake, es una confrontación entre sujetos autónomos y creativos. El antagonismo populista es la confrontación entre una multitud de demandas agrupadas bajo un líder y una clase acusada de obstaculizar esas demandas. Pero parte de la dificultad para resolver ese conflicto está en que las demandas articuladas bajo un liderazgo populista pierden definición y claridad propositiva, por lo que la confrontación se vuelve más vaga, más afectiva que intelectual. Otro modo de ver esto es que, para el populismo, los sujetos se vuelven autónomos cuando participan en un movimiento de masas dispuesto a confrontar con los adversarios de sus demandas. Mientras que, en Blake, la autonomía es la afirmación, a través de los actos, de una identidad en constante proceso de diferenciación de otras identidades con las que se busca convivir sin negación mutua.

Este énfasis de Blake en la creatividad y la acción está alineado con la pulsión liberal por la creación de riqueza. El deseo de los liberales por terminar con la guerra y la sumisión como ordenadoras de la política responde a la convicción de que el trabajo y la creación de riqueza son el ejercicio de la dignidad y la libertad humanas y debe terminarse con todo lo que obstruya ese trabajo y sus frutos. Lo que Blake le discute a esa tradición es el concepto de riqueza, que, en Blake, es imaginación irreductible a una forma de capital. La relación entre creatividad artística, riqueza económica y libertad política es un tema interesante para indagar con mayor profundidad.

Una objeción desde el pensamiento de Laclau y Schmitt que cabe hacer a nuestros planteos es que el antagonismo creativo de contrarios como lo entiende Blake implica un final de la política, como ocurre con los ideales de paz con competencia económica o debate intelectual. Blake estaría simplemente añadiendo a la tradición liberal una nueva forma de terminar con la política: la competencia estética. Esta objeción es válida, pero solo en la medida en que se toma como único concepto válido de política el de Schmitt, replicado por Laclau. Pero para que esta objeción de Schmitt sea suficiente para señalar la inviabilidad o inconveniencia de lo planteado por Blake, faltaría una argumentación en Schmitt sobre por qué no sería deseable la subversión liberal de lo político (crítica hecha por Vinx, 2019), aplicable también para la subversión blakeana de lo político.

(Adenda posterior) Otra objeción a Blake es su idea de que es posible la libertad política sin restricciones a la acción (John Stuart Mill argumenta que la vida solo es valiosa en la medida en que las acciones de los otros están sujetas a restricciones). El problema aquí es que Blake, además de tener un pensamiento polémico y original, está pensando en el plano psíquico, cuya proyección al plano legal e institucional implicaría una utopía que, al menos en la historia moderna, nunca se ha hecho realidad. Por eso, cabe la objeción de que

Laclau/Schmitt y también otros liberales, como Mill, están pensando en un plano de política institucional pragmática, mientras que Blake no sale nunca de lo meramente especulativo.

Referencias

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Notas

1Traducción propia.