Proust y la geografía literaria. De la iconografía al manuscrito
Mireille Naturel
*
Traducción: Francisco Salaris
Resumen
Si bien André Ferré es conocido como editor, junto con Pierre Clarac, de la primera
edición de À la recherche du temps perdu en la colección de La Pléiade, fue primero el autor
de una tesis y luego de un libro sobre la Géographie de Marcel Proust (Le Sagittaire, 1939).
El resurgimiento editorial de una experiencia de deambulación comentada por Roland
Barthes, tema de una serie de emisiones radiofónicas en 1978, que nos lleva de París a Illiers-
Combray, nos vuelve a sumergir en esos lugares proustianos míticos. La reciente publicación,
por Nathalie Mauriac Dyer, de los Soixante-quinze feuillets, et autres manuscrits inédits,
extraídos de los archivos de Bernard de Fallois, confirma el “deseo obsesivo” que
experimenta Proust por el lugar. Pero lo que interesa aquí es más bien el nacimiento de la
mitología del lugar proustiano para las primeras generaciones de lectores de Proust. El lugar,
en la paradójica fascinación que suscita entre realidad y ficción, es fotografiado, dibujado,
reproducido. La ciudad de Illiers, que se convertirá en Illiers-Combray en 1971, nos servirá
de referencia.
Palabras clave: lugar, geografía, Illiers-Combray, plano
Proust and literary geography. From icongraphy to manuscript
Abstract
Though André Ferré is known, with Pierre Clarac, as the editor of the first publication of À
la recherche du temps perdu in the «Pléiade collection», he nevertheless was the author of a
thesis then of a book about Marcel Proust’s Geography (Le Sagittaire, 1939) too. The
editorial revival of a wandering process commented by Roland Barthes - also the topic of a
series of a radio programme in 1978 - leading us from Paris to Combray transports us back to
proustian mythical places. The latest publication, by Nathalie Mauriac Dyer, of The Seventy-
five folios and other manuscripts, extracted from Bernard de Fallois’s archives, confirms
Marcel Proust’s «obsessive desire» for a place. But what interest us more here is the
emergence of proustian places mythologies for Proust’s first generations of readers. In the
*
Profesora titular de Literatura francesa en la Universidad Sorbonne Nouvelle, París, Francia, Secretaria general
de la Sociedad de Amigos de Marcel Proust (Société des Amis de Marcel Proust et des Amis de Combray).
mireille.naturel@sorbonne-nouvelle.fr
Recibido 12/12/2020 Aceptado 10 /04/2021
paradoxical fascination it engenders between reality and fiction, the place is photographed,
drawn, reproduced. Illiers village, that will become Illiers-Combray in 1971 will serve as a
reference for us.
Keywords: place, geography, Illiers-Combray, map
Proust situó desde un principio su obra del lado del tiempo, titulándola En busca del
tiempo perdido y haciendo de El tiempo recobrado su último volumen. Pero, paralelamente,
la obra de la memoria comienza por una referencia espacial: “Combray”, el pueblo de los
recuerdos de infancia. Ya se sabe hasta qué punto los dos lados, el lado de Swann y el lado de
Guermantes, estructuran este universo y la obra entera. El libro de André Ferré, Géographie
de Marcel Proust, aparecido en 1939 en Éditions du Sagittaire, confirma de manera
académica y científica la importancia de la representación del lugar en la obra de Marcel
Proust. Conocemos la obra canónica de Georges Poulet, L’espace proustien, aparecido en
1963. Contrariamente a Bergson, Proust cree en la metamorfosis del tiempo en espacio. Y
Georges Poulet concluye su estudio afirmando: “El tiempo proustiano es tiempo
espacializado, yuxtapuesto” (Poulet, 1982, p. 136). A lo largo del ensayo, el lugar se analiza
entonces en su relación con el tiempo, en una perspectiva filosófica que no tiene nada que ver
con el método de la geografía literaria, basado en un trabajo de campo. Efectivamente, en su
ographie littéraire, André Ferré rastrea sobre todo itinerarios de escritores, es decir, sus
desplazamientos a través de Francia y de países extranjeros; se interroga sobre el lazo entre el
territorio y la densidad literaria, luego sobre la noción de “paisaje literario”, para concluir que
para el geógrafo un paisaje es “literario” si “la literatura dejó allí huellas materialmente
perceptibles”, que solo podría explicar recurriendo al conocimiento de la obra y de la vida de
un escritor (Ferré, 1946, p. 77). En ese sentido, cita los bustos de escritores en las ciudades, la
señalización que indica un panorama literario en un campo, las estelas, etc., todos signos de
la “piedad literaria” (1946, p. 83) que suscita el escritor. Se detiene en las “peregrinaciones”,
más importantes en Gran Bretaña que en Francia y en los “cultos” que se rinden a los
escritores.
Partiremos del resurgimiento editorial de una experiencia de deambulación comentada por
Roland Barthes, para volver a los orígenes y seguir las fluctuaciones de la geografía literaria
aplicada a Proust, antes de interrogarnos sobre el aporte de la crítica genética en este
dominio.
Deambulación radiofónica
En octubre de 2020 apareció Roland Barthes, Marcel Proust, mélanges, edición
establecida y anotada por Bernard Comment (“Fiction & Cie”, Seuil). Además de los
conocidos artículos de Barthes sobre Proust, especialmente “Proust y los nombres” (1967), y
de un importante dossier sobre “Proust et la photographie. Examen d’un fonds d’archives
photographiques mal connu Séminaire du Collège de France (1980)”, encontramos en este
volumen la transcripción de tres emisiones de France Culture, realizadas en 1987 por Jean
Montalbetti, “Un hombre, una ciudad: Marcel Proust”. El periodista deambula en compañía
de Roland Barthes en tres espacios proustianos emblemáticos, “En busca del faubourg”, “Por
la parte de Combray” y “A la sombra de los jardines y los bosques”.
Estas emisiones tuvieron una gran repercusión, y las conversaciones entre el periodista y
el crítico literario se leen aún con placer e interés. El hecho de que un crítico literario
semiótico, que además denunciaba el “marcellisme”, se preste a este tipo de razonamientos
puede sorprender, incluso aunque afirme la superioridad de la obra sobre la vida, aunque
prefiera la mitología a la biografía. A la reproducción de las fotografías de Nadar que dejan
ver el mismo procedimiento de un retorno a lo real haciendo aparecer los modelos de los
personajes de la obra le sigue la reproducción de fichas de trabajo del crítico. Dos de esas
fichas son planos de Illiers-Combray (la ciudad se llama así desde 1971) dibujados por
Barthes (Figuras 1 y 2), mientras que una página doble representa el barrio de París donde
vivió Proust. Frente a los primeros planos, figuran fichas bibliográficas (una consagrada a los
Proust en Illiers, otra a la tía Léonie/Élisabeth Amiot). Datos y lugares se confrontan. En la
primera ficha, dos líneas en rojo trazan el recorrido de los dos paseos, indicando los dos
lados, el de Swann y el de Guermantes. El primero atraviesa el Pré Catelan
1
con sus espinos y
desemboca en Méréglise; el segundo pasa por Mirougrain y Saint-Éman. Las dos puertas por
las que se sale de acuerdo con el tipo de paseo elegido están señalizadas claramente: la del
jardín y la de la rue du Saint-Esprit.
Figura 1.
BnF, Fondo Barthes, NAF 28630, caja 57
2
Figura 2.
BnF, Fondo Barthes, NAF 28630, caja 57
Durante este recorrido a través de las calles del pueblo, Barthes define la función de
Combray en la obra. En primer lugar, Combray sirve de oposición a París (“el antiParís”,
dice), que seguiría siendo el referente principal de la Recherche. Combray encarna la pequeña
ciudad de provincia, pero también el pueblo de la infancia del lado paterno y, por lo tanto, la
tierra de arraigo y los valores ancestrales; pueblo en el que la familia vacaciona en Pascuas y
en verano, cuando Marcel tiene entre seis y nueve años; luego, a causa de su asma, debe
evitar las gramíneas. Barthes y el periodista proceden a una localización de los lugares
(enumeración de nombres de calles y de diferentes espacios de importancia para Proust), y
realizan así lo que Montalbetti llama “la primera topografía proustiana”, acompañada de lo
que yo designaría como “geografía biográfica” (la casa natal del padre del escritor, la tienda
de telas del tío, etc.). Para el periodista, “En Illiers-Combray, lo real de un pequeño pueblo de
la Beauce y lo imaginario de la obra se reúnen” (Barthes, 2020, p. 78), mientras que Barthes
proclama:
la potencia de la literatura, de la energía literaria que hizo de este lugar, que es
en realidad un lugar bastante banal, modestamente francés, uno de los grandes
lugares míticos de la literatura, que es ahora la literatura universal, ya que
Proust es conocido absolutamente en todos lados. (p. 81).
Sigamos su recorrido. Comienza en la Plaza de la iglesia que, como todas las plazas, es
central. Siempre está la inquietud de ver en esos lugares “el espíritu francés” (Roland Barthes
repite en tres oportunidades las palabras “francésy Francia” al interior de la misma frase).
Los comentarios se ilustran con extractos de Du côté de chez Swann. Dos puntos de
referencia en esta plaza: la tienda de telas del tío Jules Amiot y el almacén de los abuelos
testimonian lo que podría llamarse una sociología geográfica. El primer edificio observado y
comentado es la casa de los abuelos, es decir, aquella en la que nació Adrien Proust, el padre
del escritor. ¿Es una forma de empezar por los orígenes? Se insiste en el ascenso social que
encarna Adrien Proust (hijo de un almacenero, se convierte en Profesor de medicina y en una
eminencia en el mundo de la diplomacia y del poder). En medio de esas preocupaciones
topográficas se desliza, gracias a la presencia de una panadería, un paréntesis sobre el
episodio de la magdalena. Y de la ficción volvemos a lo real, a la verdadera experiencia
vivida por el autor: una rebanada de pan tostado, servida por el abuelo, es decir, lo que está
relatado en los “Proyectos de prefacio” de Contre Sainte-Beuve. En este recorrido se presta
una atención particular a los nombres de las calles, algunos recogidos por Proust
literalmente o modificados, otros rebautizados en función de los Proust y de la obra (así, la
rue du docteur Proust sustituyó a la rue du Saint-Esprit).
Cuando se instaura el diálogo entre la así llamada “dama de la recepción” de la Casa de la
tía onie y los dos visitantes, lo real se confunde aquí también con la ficción: la última
descendiente de los Amiot, propietaria de la casa, se convierte en “la nieta de la tía Léonie”.
Sorprendido por la pequeña dimensión de los lugares, Barthes es nuevamente sensible al
“contraste entre la inmensidad de la descripción literaria y la pequeñez de lo real, que le
aporta oscilación”, y dice apoyar “todo lo que manifiesta la fuerza de la literatura” (p. 86).
La geografía literaria de André Ferré
El recorrido realizado por Roland Barthes y Jean Montabeltti le compete a la geografía
literaria. Esta, realzada recientemente por Michel Collot (Pour une géographie littéraire,
2014), fue primero el objeto de estudio de André Ferré, cuyo nombre permanece asociado
para los proustianos a la primera edición de la Recherche en La Pléiade (1954). Un artículo
de Stéphanie Charles-Nicolas, titulado “¿André Ferré, pionero de la geografía literaria”
[“André Ferré pionnier de la géographie littéraire?] y aparecido en el Bulletin Marcel
Proust n. 70, 2020 (pp. 63-69), hace un balance sobre el aporte de André Ferré en esta nueva
disciplina. André Ferré realiza su tesis sobre La geografía de Marcel Proust”; la transforma
en un libro que citamos en la introducción publicado en 1939, con el mismo título y
acompañada de un “índice de nombres y lugares y de términos geográficos”. A continuación
publica la obra titulada Géographie littéraire (1946). Si hasta ese entonces la Recherche era
conocida por su dimensión psicológica y por su dimensión histórica, los hechos de la
geografía física y humana también tienen su importancia. Ferré era geógrafo de formación y
aplica un verdadero método de geógrafo a la literatura. Comienza por situar a los escritores
en un mapa de Francia. En el caso de Proust, señala su “localización” en tres direcciones:
París, lugar intelectual por excelencia; Illiers, región natal del padre, provincia cercana a París
y de donde provino en su época la burguesía parisina; y Palestina, por los orígenes judíos de
la madre.
André Ferré comienza por estudiar “el espíritu geográfico en Marcel Proust”. Las
circunstancias del término “geográfico” y de sus derivados no son significativas. Ferré se
interesa por el contenido geográfico del relato de Proust y se propone estudiar “los métodos
de la geografía proustiana”. En Proust, la percepción se construye ya por el recuerdo, ya por
la imaginación; es por ello por lo que la geografía es psicológica, subjetiva e impresionista.
El fundamento mismo de la geografía es el viaje: Ferré analiza sus finalidades y sus
modalidades. Subraya especialmente la importancia de las guías y de los folletos de
ferrocarril en la preparación del viaje, a la vez por su función utilitaria y por su capacidad de
ensoñación. En efecto, si la geografía proustiana suele ser proyección en un imaginario, es
también descubrimiento del lugar real, con la problemática que ello conlleva (necesaria
adaptación por el hábito). Ferré habla de “experiencia geográfica”, uno de cuyos
componentes es el modo de locomoción, y analiza lo que llama “información geográfica”, es
decir, los medios de información evocados anteriormente, entremezclando comentarios
literarios (la dimensión engañosa del viaje, la relación entre el viaje y el amor, el país y la
mujer deseada, el conocimiento recíproco de uno por el otro) y consideraciones geográficas.
También se interroga sobre lo que llama “la imaginación geográfica” de Proust. Las ganas de
conocer un lugar nuevo pueden suscitarse por la vista de una obra de arte, por la lectura de
algún libro, por una entonación o una temporada, pero es sobre todo el nombre (el topónimo)
lo que despierta el deseo y la representación imaginaria del lugar. Marcel Proust no está del
lado de la observación, sino de la imaginación. André Ferré usa una fórmula contundente
para definir la posición del escritor: “Si es verdad que Balzac le hace competencia al registro
civil, podríamos decir, de la misma forma, que Marcel Proust le hace competencia al registro
catastral” (Ferré, 1946, p. 41). Pero no nos engañemos: se trata, como lo dice Ferré, de una
“geografía novelada” (p. 41). La geografía que construye Proust actúa en microespacios, en
lo que él gusta de llamar “las regiones” [“les pays”] noción tomada probablemente de
George Sand, en especial de Maîtres sonneurs, cuya intriga vuelve a oponer dos “regiones”,
Berry y Borbonés
3
, ya sean marítimas o terrestres. El espacio construye y reconstruye,
obedeciendo a una lógica interna que materializan los croquis y los mapas provistos por
André Ferré. Así, se integra un esquema de comunicaciones ferroviarias de la región de
Balbec (p. 119), con una leyenda que permite distinguir las Grandes Líneas de la red del
Oeste, las Líneas de la Compañía de Tranvías del Sur de Normandía, el antiguo trazado, las
estaciones y las paradas finales. Al mismo tiempo, se perfila una simbología del paisaje,
especialmente en la estructuración del universo de Combray en sus dos lados. Ferré resume el
método geográfico de Proust en tres palabras: información, imaginación e invención” (p.
45). Subraya en particular el espíritu de síntesis de Proust que, a partir de un detalle, hace
resurgir un territorio ¿Pero no se corresponde esto a su práctica de escritura en general?
El segundo capítulo se titula “Los datos geográficos en En busca del tiempo perdido”. La
materia principal de la geografía es el paisaje. André Ferré afirma que el paisaje no ocupa un
lugar preponderante en la Recherche, y que siempre se cita de forma fragmentaria. Keiichi
Tsumori, en Proust et le paysage (2014), muestra sus múltiples facetas, pasando por un
acercamiento a la arquitectura, a través de una referencia a Ruskin, pero nos alejamos ya de la
geografía literaria. André Ferré distingue con justa razón el papel y el lugar del paisaje: si el
lugar es relativamente limitado, el papel es mucho más importante. Es la escenografía en la
que evolucionan los personajes, la interacción con la mujer amada, el soporte de experiencias
privilegiadas (los espinos, la charca de Montjouvain, los campanarios de Martinville, los tres
árboles de Hudimesnil). La concepción del paisaje en Proust es más estética que geográfica, y
Ferré muestra que suele estar inserta en un marco (p. 66). Pero es también el objeto de una
síntesis de fragmentos que se acercan a mapas geográficos. Los comentarios de los paisajes
pueden ser de naturaleza geográfica; el paisaje solo es fuente de metaforización. Ferré
distingue la geografía física, a la que Proust no era insensible se interesa particularmente
por el clima, el sol, la lluvia, el viento, la geografía marítima, la geografía humana (la
relación del hombre con su medio, el interés mayor por la toponimia), “la geografía
lingüística”, designada así por Proust, que comprende todas las marcas de la pertenencia a un
territorio (vocabulario, entonación), y la geografía urbana (con un plano de París donde se
indican calles y monumentos). El geógrafo se pregunta por la localización de las “regiones”,
demostrando así que tanto aquí como allá el principio de la creación es el de la multiplicidad
de las fuentes. Luego de la frase introductoria —“Combray, capital de la primera provincia
literaria del mundo proustiano, la de la infancia del narrador” (p. 90), Ferré define la
ciudad de Illiers, principal modelo de Combray, por su estatus administrativo, y la localiza
con mucha precisión: “departamento”, “capital”, “cantón”, burgo”, “sobre la orilla
izquierda”, “aguas arriba de la confluencia de”, “en los confines de”, “a 24 kilómetros al
suroeste de”, “26 kilómetros al norte de”, “sobre la línea de ferrocarril”, “a 13 kilómetros de
distancia, hacia el oeste, de la Ruta nacional número 10”. Agrega un plano del pueblo, que
más adelante será reproducido al infinito y que aún la Casa de a Léonie (Museo Marcel
Proust) distribuye a sus visitantes (Figura 3). Los elementos que contiene la leyenda son: la
“Casa de Madame Amiot”, “La hilera de los espinos”, “El pabellón”, “El estanque”, “La
cerca” (p. 91). El plano es evidentemente más completo; allí figuran las direcciones, los dos
lados, “hacia Méréglise” y “hacia Tansonville”, las calles mencionadas en la obra de Proust,
Rue Saint-Hilaire, Rue de l’Oiseau-Flesché, Rue des Fontaines, Rue du Saint-Esprit, etc., la
antigua iglesia Saint-Hilaire (en gran parte destruida), la Iglesia St. Jacques, la Plaza, el Pré
Catelan, el Loir (futuro Vivonne), y dos lugares de pasaje, la pasarela y el repecho. Estos dos
sustantivos comunes pueden parecer triviales para los no proustianos, pero son importantes
en la obra de Proust: la pasarela permite atravesar el Loir/Vivonne para llegar al Pré Catelan,
y el repecho es el pequeño camino que bordea el Pré Catelan y que conduce a los espinos. En
cuanto a los elementos destacados, sitúan al lector en un clima de familiaridad, de
simplicidad, con un toque de misterio. Estos elementos pertenecen por supuesto a la realidad
del pueblo, pero Proust no respeta su topografía, quizás simplemente porque los recuerdos se
deforman con el tiempo. Deformaciones fonéticas y desplazamientos topográficos que Ferré
destaca a partir del ejemplo de los dos lados: "Méséglise" es la transformación de
“Méréglise”, pueblo que no se sitúa en la planicie sino en un paisaje accidentado de los que
se ven en el condado de Perche, y que está atravesado por un río, el Thironne (que da, de
manera parcial, su nombre al Vivonne), un afluente del Loir. En lo que se refiere a Balbec,
Ferré se interesa por el itinerario en ferrocarril indicado por Proust y que es totalmente irreal.
Provee un mapa de la “región de Balbec” [pays du Balbec”] (p. 103), en la que figuran
exclusivamente los nombres de localidades y las líneas de ferrocarril (reales), grandes líneas
y líneas transversales, con las diferentes estaciones del tren de una hora y veinte. Ferré
analiza en detalle estos fenómenos de desplazamiento, de traslado, de transformación, de
superposición. De esta manera, Martinville es una aldea situada a 30 kilómetros de Vieuvicq,
mientras que en la obra el héroe ve los campanarios de las dos ciudades al mismo tiempo;
Martainville —con una “a”— es el nombre de una ciudad del departamento de Calvados. La
experiencia vivida por Proust tenía que ver, en la realidad, con los campanarios de Caen y de
Lisieux, vistos durante un paseo en automóvil con Agostinelli tal como se relata en el
artículo “Impresiones de viaje en automóvil”, aparecido en Le Figaro el 19 de noviembre de
1907.
Figura 3.
4
Proust despierta el interés de los geógrafos aún en nuestros días. Lionel Dupuy, por
ejemplo, trabaja con las vinculaciones entre literatura y geografía. A partir de su tesis realizó
una obra titulada L’imaginaire géographique. Essai de géographie littéraire (2019). En lo
que respecta a En busca del tiempo perdido, constata “la existencia de una trayectividad
[trajectivité] (novelesca, ficticia) que, junto con la trayección [trajection] y la khora
[chorésie] constituyen lo que llamaremos el cronokhoros [chronochore] de la novela
geógrafa” (p. Dupuy, 2019, p. 92). Se apoya en las metáforas y en otras figuras de estilo
como la hipálage para afirmar que la Recherche se basa en un sincretismo geográfico. El
predicado inicial es la discontinuidad del espacio, tal como se percibe a partir de la
representación de los dos lados, figura central para la concepción del espacio. Pero los
lugares se van vinculando poco a poco, especialmente cuando se los recorre en automóvil.
Numerosos episodios muestran la necesidad de reunir visiones opuestas, pero también el
gusto del narrador por las “transversales”. Una atención particular se presta a aquellas
marinas de Elstir en las que las metáforas suprimen toda demarcación, y Balbec
proporcionaría una de las claves hermenéuticas de la obra. Me parece original y pertinente el
concepto de “orientación geográfica”, puesto en paralelo con el de orientación sexual a
propósito de Charlus, percibido por primera vez en Combray, del lado de Méséglise y en
compañía de Madame Swann, cuando él es homosexual y pertenece al lado de Guermantes.
La Recherche se ve entonces como una “novela geógrafa”.
Peregrinaciones y álbumes iconográficos proustianos
“Combray” es decir, Illiers se convirtió en un lugar mítico. La publicación del libro
de André Ferré jugó sin dudas un papel importante en esta puesta en valor de los lugares; la
creación de la Sociedad de Amigos de Marcel Proust y de Amigos de Combray en 1947
contribuyó igualmente a la proyección del pueblo como lugar de culto del mundo proustiano.
Con motivo de su primera Asamblea General, en agosto de 1947, Lucien Goron da una
conferencia titulada “El horizonte de Combray”, reproducida parcialmente en el primer
Bulletin de la Société des Amis de Marcel Proust et des Amis de Combray, que se publica en
1950. La conferencia se pronunció en el Pré Catelan (propiedad de Jules Amiot, tío de Marcel
Proust, que en la Recherche se convierte en el parque de Tansonville). Lucien Goron publica
un tiempo después Le Combray de Marcel Proust e son horizon, Texte accompagné d’un
album proustien, que retoma el texto de una conferencia pronunciada en la Universidad de
Toulouse, acompañada con una proyección de diapositivas. Se supone que el discurso
pronunciado en lugares reales facilita la comprensión de la obra. Hay que subrayar un
segundo hecho: Lucien Goron, así como el secretario general de la Sociedad de Amigos de
Marcel Proust, Philibert-Louis Larcher, era un nativo de la región (era incluso un primo
segundo de Marcel Proust). Este regreso al pasado está cargado de emoción. El álbum se
titula “Illiers-Combray y sus proximidades” y contiene veinte páginas de papel satinado.
Comienza con un “Fragmento del mapa del Estado Mayor de los alrededores de Illiers
(escala: 1/80000)”. A continuación viene un “Plano de Illiers (establecido por Lucien
Goron)”, idéntico al que ya señalamos en la obra de André Ferré. Las vistas aéreas y las
vistas próximas se entremezclan. Se señalan “El castillo real de Tansonville” y “El verdadero
molino de Montjouvin”. Las fotografías son delicadas, difusas, artísticas, nos sumergen en un
universo semi-realista, semi-onírico, con una predilección por los vados, las pasarelas, los
campos, es decir, por aquello que indica la proximidad y la familiaridad de la campaña en
torno a Illiers. Las fotografías de tema acuático están particularmente logradas. Cada
fotografía está ilustrada con una cita de la obra. Si volvemos al texto de la conferencia,
constatamos la misma precisión de André Ferré en la localización del pueblo de Illiers
(kilómetros, línea ferroviaria, mapa de Estado Mayor). Dicho esto, Goron se interesa por los
“tipos de paisaje que componían el horizonte familiar de Marcel Proust niño”, estimando que
el escritor es, en general, fiel a la toponimia. A partir del mapa y de consideraciones
geológicas, Goron describe lo que llama como Proust en su obra la región [le pays],
oponiendo Beauce y Perche. Se detiene en el episodio de los campanarios de Martinville y de
Vieuvicq, proporcionando datos extremadamente precisos: Proust escribió este paisaje a la
edad de quince años, seguramente cuando estaba en Combray y volvía de paseo en el coche
“del doctor Barrois, vecino cercano del tío de Proust”, a quien el autor de la Recherche dio
“el nombre de allí, el de Percepied”. Para él, los dos campanarios de Martinville-le-Sec
asociados por Proust al de Vieuvicq son las dos agujas de la catedral de Chartres. Además del
feudalismo, lo que llama la atención de Lucien Goron sobre Illiers son las calles y los vados
sobre el Loir. Por otra parte, para él el primer modelo de la duquesa de Guermantes es la
baronesa de Goussencourt, señora de Saint-Éman, a quien veía ir a la iglesia los domingos. Y
concluye, retomando una reflexión de Marcel Proust, que para comprender un autor no hay
que buscarlo en los lugares en que vivió y murió, sino en aquellos a los que amó y que lo
inspiraron. El texto termina con una larga cita sobre los dos lados, el de Méséglise y el de
Guermantes. Estos lados son realmente la piedra angular de la geografía proustiana, no solo a
escala de Illiers sino de la obra entera.
En este período que estimula la peregrinación literaria y los relatos-testimonio, la moda es
icónica, pues tras la fotografía y la ilustración se oculta lo real, soporte de la ficción. Esta
moda de la imagen aplicada al lugar de la memoria se encuentra en el manual escolar llamado
“Lagarde y Michard” por el nombre de sus autores. Proust ocupa un lugar central y goza de
gran cantidad de cuadernos de ilustraciones. En la primera página que tiene como leyenda
“A Illiers (Combray), donde el niño Marcel Proust pasaba sus vacaciones” hay dos
fotografías de lugares en blanco y negro, “Puente sobre el Loir (la Vivonne), que el narrador
atravesaba cuando iba «por el lado de Guermantes»” y “Casa de tía Léonie. La ventana de la
izquierda es la de la habitación de Proust”. La casa parece bastante mal mantenida, y la
fachada está recubierta por entramados, lo que permite inscribir la fotografía en un período
intermedio entre los años en que los Proust iban de vacaciones y la restauración a la antigua
de la casa. En efecto, el tío Julien Amiot, apasionado por Argelia, había hecho enmarcar las
ventanas de mosaicos a la oriental, del lado del jardín. Los siguientes propietarios hicieron
reaparecer los entramados antes de que la Sociedad de Amigos de Marcel Proust restaurara
los mosaicos para que los visitantes encontraran la fachada que conoció Proust. Un segundo
cuaderno de imágenes presenta “la habitación de Proust en Illiers”, retratos dos de ellos
fúnebres y diferentes reproducciones artísticas. Esta habitación fue reconstituida fielmente
de acuerdo con la obra, como el conjunto de las partes de la casa. Se constata, entonces, que
para esta generación Proust se confunde con Illiers (que de hecho es solo su lado paterno) y
que las vistas de Illiers tienen una importancia primordial, concebidas como modelos
incontestables de los paisajes de “Combray” (lo real y lo ficcional se confunden: “el Loir” al
lado de “el narrador”).
El Album Proust de la edición de La Pléiade (la primera, de Pierre Clarac y André Ferré)
aparece en 1965; la iconografía es reunida y comentada por los mismos Clarac y Ferré; el
volumen contiene 412 ilustraciones. La sección consagrada a Illiers se abre con la fotografía,
a página completa, del cartel de ingreso a la ciudad, que anuncia “Illiers. El Combray de
Marcel Proust”. Las reproducciones de lugares y de espacios son innumerables, y constan de
múltiples vistas de los lugares más pintorescos, como el Pré Catelan, la propiedad de
Mirougrain y el Loir. Unas leyendas precisan, al igual que en el álbum de Lucien Goron, que
se trata de la “verdadera mansión de Tansonvilley del “verdadero molino de Montjouvin”.
Se afirma, sin embargo, con la ayuda de pruebas, que la imaginación del novelista se tomó
muchas libertades con la topografía” (p. 51).
Los aportes de la crítica genética
Existe un número de una revista que, según mi opinión, asegura la transición entre el
enfoque biográfico y geográfico tradicional de los años cincuenta y el enfoque genético que
aparece en los años setenta: se trata del número de la revista Le Point, Revista artística y
literaria, de 1959, consagrado al Universo de Proust”. En el índice hay cinco entradas:
“Lectores de Proust”, de Bernhard de Fallois, “Las fuentes del Loir en Illiers”, de Marcel
Proust, “Sueños de viaje”, de André Ferré, “Las claves de los tipos y el teclado de temas en
Proust”, de Georges Cattaui, y “Marcel Proust o la angustia creadora”, de Robert Vigneron.
El nombre bisagra es el de Bernard de Fallois, quien en 1952 publica Jean Santeuil y en 1954
Contre Sainte-Beuve. El fragmento clave es “Las fuentes del Loir”, de Marcel Proust. Desde
el primer artículo el de Bernard de Fallois, la iconografía nos lleva hacia un nuevo
universo, o, dicho de otra forma, hacia un nuevo mensaje. Inmediatamente luego del retrato
de cuerpo entero de Proust en el Juego de Palma, a la salida de la exposición de Vermeer en
la que vio el pequeño pedazo de pared amarilla que le sirvió de modelo para su propia
escritura y que le inspiró la muerte del escritor Bergotte, viene una fotografía del estudio de
Marcel Proust en el boulevard Haussmann, es decir, del lugar de escritura. Descubrimos a
continuación el dormitorio de Proust con, nos dice la leyenda, “sobre la mesa los cuadernos
de su gran obra”; luego su salón, antes de llegar a las fotografías de Illiers, el pueblo y la casa
de tía Léonie. Terminamos con retratos familiares. El paisaje el de Illiers, el de la
infancia es entonces central, pero la representación de la escritura está primero.
En medio de estos artículos de crítica literaria figura un fragmento, “Las fuentes del Loir”.
El texto introductorio dice que se trata de un texto inédito cuyo manuscrito pertenece a
Claude Mauriac y que parece contemporáneo de Jean Santeuil. Se dice que fue Léon Pierre-
Quint quien dio título a este texto. Quint murió durante la redacción del artículo que estaba
escribiendo para el número de Le Point. Publicar el fragmento que tituló fue, quizás, una
forma de rendirle homenaje. Pero es también una manera de ilustrar la geografía literaria, el
paisaje bucólico de Combray con sus árboles frutales en flor, sus pájaros, todo bañado en una
atmósfera de delicadeza. Toda esta descripción poética de la naturaleza conduce a la
evocación del objetivo a alcanzar durante los paseos, que parece ser irrealizable y que parece
llevarnos hacia una “región” lejana y misteriosa. La ilustración más perfecta de ello es el
descubrimiento de las fuentes del Loir. Estas, fascinantes e incomprensibles, en su pequeño
lavadero rectangular, con sus renacuajos y sus burbujas, encarnan para el niño lo misterioso y
lo sagrado. Una pequeña fotografía del Loir las ilustra.
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Los setenta y cinco folios y otros manuscritos inéditos [Les Soixante-quinze feuillets, et
autres manuscrits inédits]
Si Bernhard de Fallois se hizo célebre en el mundo proustiano por sus dos ediciones de
Jean Santeuil y de Contre Sainte-Beuve, mencionadas anteriormente, también se hizo célebre
por el misterio que creó mencionando en su prefacio de Contre sainte-Beuve “setenta y cinco
folios” que consultó y que desaparecieron posteriormente (p. 14). A su muerte, en 2018,
fueron encontrados en su casa; Nathalie Mauriac realizó su edición crítica, Les Soixante-
quinze feuillets, et autres manuscrits inédits, publicada en abril de 2021. Esta edición reúne,
luego de la transcripción de los setenta y cinco folios, extractos de cuadernos o de
manuscritos que están en relación con los temas evocados en los folios, especialmente los
Cuadernos 3, 2, 1 y 4, de 1909 a 1910. Así, el primer texto citado que forma parte de los
archivos Fallois, titulado “El manuscrito de Belle-Île”, es la versión más antigua del beso
nocturno; precede a la de Jean Santeuil. Según Nathalie Mauriac, los setenta y cinco folios
fueron redactados entre los primeros meses y el otoño de 1908, quizás incluso hacia fines de
1907, y constituyen las primeras páginas de la Recherche. Se ubicarían entre Jean Santeuil,
abandonado en 1899, y Contre Sainte-Beuve. Contienen seis unidades narrativas: “Una tarde
en la campaña”, “El lado de Villebon y el lado de Méséglise”, “Estadía al lado del mar”,
“Muchachas”, “Nombres nobles” y “Venecia”, títulos dados por los editores. Ahora bien,
estos comienzos, como lo constata Jean-Yves Tadié en su Prefacio, son claramente
autobiográficos: la madre se llama “Jeanne”, la abuela “Adèle”, el narrador “Marcel”. La
primera unidad narrativa, “Una tarde en la campaña”, describe la vida familiar en una casa en
la campaña que se parece mucho a la futura “casa de tía Léonie”; encontramos ya los paseos
por el jardín de la abuela (aquí llamada Adèle), la escena del beso nocturno, la escena de la
separación, en una versión muy diferente de la de la obra publicada (el episodio de los
espinos): aquí es Robert quien no quiere separarse de su cabrito. Sin embargo, las
formulaciones son similares: “Mi pobre cabrito, no eres quien buscaría hacerme daño,
separándome de los que amo” (p. 47). La segunda unidad textual tiene por tema “El lado de
Villebon y el lado de Méséglise” (pp. 53-68) y a través de ella volvemos a la geografía
literaria. Desde la primera frase estamos sumergidos en una realidad diferente de aquella que
conocemos como lectores de la Recherche. El narrador accede al lado de Villebon en coche
con su mecánico (ya es adulto) desde Chartres, tomando la ruta de Nogent-le Rotrou. En la
obra publicada, el roe niño llega con su familia en tren a Combray (Illiers). En los folios
encontrados, los paseos familiares se hacen en las rutas, especialmente en la ruta de
Bonneval. Paradójicamente, esta versión, que es la más antigua, da una impresión de
modernidad, por la alusión al automóvil, pero también por la precisión descriptiva. Hay aún
esa fascinación por un lugar desconocido y lejano, que ya vimos en el fragmento “Las fuentes
del Loir”. Los dos lados no han sido todavía creados como tales; si bien Villebon es un
objetivo que alcanzar, no es aún Guermantes; el lado de Méséglise comienza a hacer su
aparición. En una extensión agregada, los dos lados, el de Villebon y el de Méséglise, se
ponen en paralelo y se oponen como Oriente y Occidente. Nathalie Mauriac estima que este
conjunto que concierne a los dos lados
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es el más trabajado de los setenta y cinco folios. Es,
en efecto, objeto de numerosas reescrituras internas. Si vemos que, luego de muchos tanteos,
el binarismo de los dos lados se pone en marcha, también constatamos que el autor es en este
momento muy sensible a lo que constituye la base de la geografía (las rutas especialmente
la de Bonneval, que no reaparecerá posteriormente, los cerros, el jardín del tío,
diferenciado del parque, los ramos de madera, el pequeño puente de madera y el gran puente
de piedra, etc.) y de la botánica (las múltiples flores que reencontraremos en “Combray”,
especialmente el espino rosa, pero también las frutas, como las fresas). El color azul es
omnipresente, y en este paisaje hay un elemento que resalta por su carácter obsesivo: se trata
de una alameda de árboles por la que la familia pasa durante sus paseos y que no va a dejar de
perseguir al narrador.
El otro interés de este conjunto es que menciona las “Fuentes de Loir” en dos
oportunidades: en la primera, fº 40, figura el título solo, acompañado de una nota, “con miras
a la intercalación del fragmento correspondiente”; en la segunda, 51, aparece la indicación
“Una vez que nos dirigimos más lejos de lo habitual en la ruta de Villebon, llegamos a las
Fuentes del Loir”. Es, entonces, en ese folio 40 donde debía intercalarse el fragmento citado
en Le Point.
Conclusión
Los lugares, especialmente Illiers, convertido en Illiers-Combray, fascinaron a las
primeras generaciones de proustianos, tanto amateurs como especialistas, y suscitaron
capturas que inmortalizaban los paisajes y testimoniaban prácticas rituales, como la
peregrinación. Estas fotografías en blanco y negro se encuentran en las colecciones de
grandes establecimientos de conservación (Biblioteca Nacional de Francia, Jacques Doucet),
a cargo de personajes emblemáticos, especialmente Philibert-Louis Larcher, secretario
general de la Sociedad de Amigos de Marcel Proust y de Amigos de Combray. El lugar de
culto, anclaje del real, fue luego olvidado en provecho de la forma del texto, de las figuras de
la narración. Reaparece gracias al manuscrito, a los folios que son puestos en venta o
reencontrados en una caja de archivos olvidada desde hace décadas. La geografía literaria de
André Ferré renace gracias a las publicaciones de Michel Collot y a las tesis que se ocupan de
esta temática. El lugar vuelve a ser fundamental, como lo era para Proust. El narrador de los
setenta y cinco folios dice experimentar “ese deseo obsesivo de agotar la particularidad física
de una región” (p. 62). Ir más allá, alcanzar lo que creíamos inaccesible, hacer de un lugar
soñado un sitio real, reencontrar lo desconocido, lo extranjero es decir, lo que pertenece al
“otro lado”—; todas son formulaciones para referir ese deseo de lugar que persigue el héroe
narrador de la futura Recherche.
Referencias bibliográficas
Barthes, R. (2020). Marcel Proust: mélanges, édition établie et annotée par Bernard
Comment. París: Seuil.
Charles-Nicolas, S. (2020). André Ferré pionnier de la géographie littéraire? Bulletin Marcel
Proust, 70, 63-69.
Collot, M. (2014). Pour une géographie littéraire. París: Corti.
Dupuy, L. (2019). L’imaginaire géographique. Essai de géographie littéraire. Pau : Presses
de l’Université de Pau et des Pays de l’Adour.
Ferré, A. (1946). Géographie littéraire. Paris : Éd. du Sagittaire.
Goron, L. (S/A). Le Combray de Marcel Proust et son horizon. Texte accompagné d’un
album proustien. Toulouse: Imprimerie Julia.
Naturel, M. (2017). Proust et Les Maîtres sonneurs de George Sand. Bulletin Marcel Proust.
67, 113-121.
Poulet, G. (1982). L’espace proustien. Paris : Gallimard.
Proust, M. (2021). Les Soixante-quinze Feuillets, et autres manuscrits inédits dition établie
par Nathalie Mauriac Dyer, préface de Jean-Yves Tadié). París: Gallimard.
Quémar, C. (1975). Sur deux versions antiguas de los «lados» de Combray. Cahiers Marcel
Proust, 7, 159-282.
Tsumori, K. (2014). Proust et le paysage. Des écrits de jeunesse à la Recherche du temps
perdu. Paris : Honoré Champion.
Univers de Proust. (1959). Le Point, Revue artistique et littéraire, LV/LVI.
Notas
1
Parque situado en Illiers-Combray y diseñado en 1850 por Jules Amiot, tío de Marcel Proust. Toma su nombre
de la región Pré Catelan del Bois de Boulogne. En la Recherche, se trata del parque de Tansonville (N. del T.)
2
La reproducción de las figuras 1 y 2 cuenta con la autorización del Fondo Barthes; las fotografías fueron
tomadas en la Biblioteca Nacional de Francia por la autora del artículo (N. del T.).
3
Ver Mireille Naturel, Proust et Les Maîtres sonneurs de George Sand, Bulletin Marcel Proust 67, 2017, p.
113-121.
4
Derechos reservados, André Ferré, 1946.
5
Este fragmento formaba parte de la Venta Marie-Claude Mante, del 24 de mayo de 2018. Dataría de 1908.
6
Ver el magistral estudio de Claudine Quémar, “Sobre dos versiones antiguas de los “lados” de Combray”
(1975), cuyo comentario está a la vez ilustrado por planos de Illiers (pueblo y alrededores) que ya conocemos y
por maniscrutos (Cuadernos 4, fº 35rº y 12, fº 34rº, en donde se pasa del nombre de “Garmantes” al de
“Guermantes”). [Voir l’étude magistrale de Claudine Quémar, «Sur deux versions anciennes des "côtésˮ de
Combray» dont le commentaire est illustré à la fois des plans d’Illiers (village et environs) que nous connaissons
et de manuscrits (Cahiers 4, 35r° et 12, 34r°où l’on passe du nom de «Garmantes» à celui de
«Guermantes»). “ese deseo obsesivo de agotar la particularidad física de una región”.