ÉTICA-POLÍTICA EN SALMOS, DE ERNESTO CARDENAL

Rogelio Guedea*

Resumen

Desde mediados del siglo pasado en adelante, empezaron a publicar, en diferentes países latinoamericanos, poetas que tuvieron como objetivos: por un lado, promover la democracia como sistema ideal para las sociedades de la época e impulsar el derrocamiento de las dictaduras que padecían países como República Dominicana, El Salvador, Nicaragua, etcétera; y por otro, inaugurar una nueva forma de hacer poesía, más comprometida con las causas sociales y no solo con el lenguaje en sí mismo. Entre esos poetas se encuentra Ernesto Cardenal (1925), figura emblemática de la Revolución Sandinista que terminó en 1979 con más de cuarenta años de dictadura somocista. Ernesto Cardenal publicó varios libros de poesía que hoy son paradigmas de lo que se conoce como poesía social o revolucionaria en Latinoamérica, pero que, lamentablemente, aún no son estudiados con la prolijidad que su importancia requiere. En esta ponencia se reflexionará, precisamente, sobre la propuesta ética-política que Ernesto Cardenal imprimió en su libro Salmos (basándose en un profundo conocimiento de la ética-política y la moral, incluso, religiosa) no solo como una nueva forma de concebir el hecho político en Latinoamérica, sino también para fundar una nueva forma (la exteriorista, término que él mismo acuñó) de hacer poesía.

Palabras clave: ética-política; Ernesto Cardenal; Latinoamérica; poesía; Salmos

POLITICAL-ETHICS IN SALMOS BY ERNESTO CARDENAL

Abstract

From the middle of the last century onwards, poets began to publish in different Latin American countries that aimed, on the one hand, to promote democracy as an ideal system for the societies of the time and promote the overthrow of the dictatorships suffered by countries such as the Dominican Republic, El Salvador, Nicaragua, etc., and, on the other, inaugurate a new way of writing poetry, a poetry more committed to social causes and not only to language itself. Among those poets is Ernesto Cardenal (1925), an emblematic figure of the Sandinista revolution that ended in 1979 with more than forty years of

*Doctor en Letras Hispánicas, Facultad de Letras y Comunicación, Universidad de Colima, México. Correo electrónico: rguedea@hotmail.com. Enviado: 17/11/2019. Aceptado: 14/04/2020.

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Somocista dictatorship. Ernesto Cardenal published several poetry books that today are paradigms of what is known as social or revolutionary poetry in Latin America, but which, unfortunately, are not yet studied with the prolixity that their importance requires. This paper will reflect precisely on the ethical-political proposal that Ernesto Cardenal printed in his book Psalms (based on a deep knowledge of political ethics and even religious morals) not only as a new way of conceiving the political fact in Latin America but, also, to found a new way (the "exteriorist", a term he coined) to make poetry.

Keywords: ethics-politics; Ernesto Cardenal; Latin America; poetry; Salmos

En 1934 fue asesinado Augusto César Sandino a manos del coronel Lisandro Delgadillo, quien fuera miembro de la Guardia Nacional nicaragüense, al frente de la cual estaba el general Anastasio Somoza García. Tres años después —esto es, en 1937—, el propio general Somoza instauraría la dictadura más terrible en la historia de Nicaragua, la cual se prolongaría hasta 1979, fecha en la que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se hizo del poder.

Como se recordará, Sandino fue un guerrillero antimperialista que consiguió, en 1933, la retirada de las tropas estadounidenses que ocupaban el territorio nacional. Un año después sería traicionado y asesinado por el general Somoza con la complicidad de Estados Unidos, y a partir de ese momento su legado revolucionario estaría presente hasta el final de la dictadura somocista.

Al inicio de esta nueva etapa en la vida política y social de Nicaragua, con la instauración del primer Gobierno autocrático luego de la retirada estadounidense, el poeta Ernesto Cardenal era apenas un niño de doce años, pertenecía a una de las familias más respetables del país y seguramente no tenía ni idea de los perjuicios que ocasionaría la dictadura y del papel protagónico que tendría él mismo en su derrocamiento. Gran parte de los años formativos de Cardenal transcurrieron en el extranjero. En México estudió Filosofía y Letras a principios de los años 40. A finales de la misma década, llevó a cabo estudios en Nueva York y, posteriormente, viajó por Europa (España, Suiza e Italia).

En julio de 1950, regresó a Nicaragua y el 4 de abril de 1954 formó parte de la Rebelión de Abril, que fue básicamente un golpe de Estado fallido contra el general Somoza, lo que les costó la vida a muchos de sus amigos de lucha.

En 1957, volvió a Estados Unidos para ingresar en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní (en Kentucky), donde conoció a quien sería una gran influencia en su vida religiosa: Thomas Merton, con quien sostuvo una nutrida correspondencia en la que queda constancia de la importancia que tuvo Merton para la vida espiritual, poética e incluso política de Cardenal. Fue tan grande la influencia de Merton que, a la muerte de este, el propio Cardenal (en Cardenal y Merton, 2003) confesaría: “fue el dolor más grande que yo he tenido en mi vida” (p. 35).

La profunda conversión religiosa que sufrió Ernesto Cardenal tendría un impacto inconmensurable no solo para su posterior actividad revolucionaria (sustentada en la teología de la liberación), sino para su poesía, la cual tendría resonancias religiosas (especialmente católicas) ineludibles.

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Luego de su estadía en Estados Unidos, Cardenal viajó a México en 1959 para estudiar Teología y, en 1965, un año después de publicar sus Salmos, fue ordenado sacerdote en Managua. Entre 1950 y la publicación de Salmos, Ernesto Cardenal realizó una actividad cuya importancia se ha enfatizado poco: fue traductor, junto con José Coronel Urtecho, su mentor, de una significativa cantidad de poetas norteamericanos contemporáneos, sin los cuales su propia obra poética habría sido muy distinta. Todo este legado quedó reunido en su Antología de poesía norteamericana (1963), poesía cuya influencia fue definitiva, tal como lo expresa el propio Cardenal en una entrevista ofrecida a Sergio Ramírez y a Ulises Juárez Polanco:

Sergio Ramírez: Entre Lorca y Neruda, ¿usted prefería a Neruda?

Ernesto Cardenal: Me encantaba Lorca también, pero no me impresionó tanto, tal vez por el romance y no era mucho para mí, mientras que Neruda era un verso libre.

Sergio Ramírez: Cuando me habla de Neruda, ¿me está hablando del Canto general?

Ernesto Cardenal: No, Residencia en la Tierra.

Sergio Ramírez: ¿Y Vallejo?

Ernesto Cardenal: Por esa época empecé también, el único libro que se había publicado de esa época era España, aparta de mí este cáliz, un libro muy especial de él. Él tenía otra poesía más incomprensible anterior, ese libro es un libro muy claro.

Sergio Ramírez: ¿Como Trilce?

Ernesto Cardenal: Sí.

Ulises Juárez Polanco: ¿Y Darío?

Ernesto Cardenal: Darío en la infancia; en la adolescencia me gustó muchísimo, pero ya después dejé a Darío por Neruda, y a Neruda por la poesía norteamericana, que es mi influencia definitiva.

Sergio Ramírez: Que es cuando entramos a esto que se ha llamado el «exteriorismo», que es basado en lo que es la poesía norteamericana.

Ernesto Cardenal: Así es, y especialmente exteriorista desde Whiltman para acá.

Sergio Ramírez: Sandburg, William Carlos Williams, Moore...

Ernesto Cardenal: Sí, toda la gran poesía norteamericana.

Ulises Juárez Polanco: Que tal vez debió de llamarse poesía concreta, como ha dicho usted.

Ernesto Cardenal: Poesía concreta digo yo, que se contrapone a la poesía abstracta, o concretismo podría haber sido, pero había una poesía brasileña que se llamaba así, que no era nada de concreta, era poesía de letras, un juego de letras. (Ramírez y Juárez Polanco, 2019).

Con este bagaje cultural, llegó Ernesto Cardenal a la escritura de su cuarto libro de poemas y uno de los más logrados, luego de Hora 0 (1957), Gethsemani Ky (1960) y

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Epigramas (1961): Salmos. Publicado en 1964, un año después de la Antología de poesía norteamericana, en Salmos, Cardenal hace converger tres ámbitos de sí mismo que en algún tiempo estuvieron desvinculados: la religión católica, la actividad revolucionaria y la poesía misma. Esta es la clave para leer este conjunto de poemas: la clave de la reconciliación consigo mismo, el hecho de haberse dado cuenta de que todo está unido a todo, incluida la ciencia a la religión. Por eso, Cardenal, en la misma entrevista que le realizaron Sergio Ramírez y Ulises Juárez Polanco, afirmó que es posible llegar a Dios de forma más directa por la vía científica que por la religiosa: “No, de ninguna manera, para mí, como dice Haldane, un biólogo inglés, la ciencia es un camino más directo a Dios que la religión, y yo estoy de acuerdo con él” (Ramírez y Juárez Polanco, 2019).

De estos tres ámbitos mencionados que desembocaron en Salmos, habría que visibilizar sus influencias respectivas. Del ámbito religioso fue, sin duda, la Biblia su referente más evidente, en especial, el mismo Salmos, sin el cual el Salmos de Cardenal simplemente no habría existido. Del ámbito revolucionario habría que destacar todo el aspecto de la cultura popular nicaragüense, en lo particular, y latinoamericana, en lo general. Los usos y costumbres de la vida cotidiana también marcaron el tono y el tipo de lenguaje usado por Cardenal en Salmos, aun cuando la dicción bíblica impactó en la propia dicción de Cardenal. Por último, con respecto al ámbito puramente poético, el propio Cardenal ha evidenciado la definitiva influencia de la poesía norteamericana, síntesis estética de su exteriorismo, término que acuñó para definir el tipo de poesía que escribía: sencilla, coloquial, concreta (en el sentido de no abstracta), de cariz popular, etcétera.

Pero, además de la Biblia, de la poesía norteamericana y del “lenguaje del hombre de la calle”, como decía William Carlos Williams, Cardenal también reconoce como influencias la poesía griega y los epigramas, la poesía medieval y al mismo Dante. Para Cardenal la poesía nace de las experiencias del poeta, y para él, si la poesía no se entiende, fracasa. Cardenal se muestra respetuoso con los poetas que disfrutan de la poesía que no se entiende, que disfrutan al no entenderla, pero no comparte el gusto por esa poesía; solo disfruta de aquella poesía que se entiende, invenciones que nacen de la experiencia individual y de la circunstancia cotidiana.

Es importante definir estas coordenadas estéticas de Cardenal para poder entender no solo su Salmos, sino toda su obra poética, escrita bajo estos principios. Para el caso particular de Salmos, Cardenal hace patente su marco de referencias formales, temáticas y de sentido, las cuales tendrán como eje rector los Salmos de la Biblia, que Cardenal adapta a su trágica circunstancia: una sociedad entera sometida a la tiranía de una dictadura atroz, la de los Somoza.

En términos llanos, en el Salmos bíblico nos encontramos con un hombre que padece la tragedia de ser perseguido por sus enemigos, quienes quieren a toda costa someterlo. Él ruega a Dios que lo salve de sus enemigos y que los castigue, dejando caer sobre ellos la dura vara de la justicia. El protagonista jura a Dios cantar su nombre y seguir sus mandatos de rectitud, justicia y equidad, lo que se conoce como temor de Dios, que no es otra cosa que alejarse del mal, a cambio de ser sosegado de esa angustia causada por sus terribles adversarios. El hombre está viviendo una situación desesperante, como se expresa en el salmo 6, en el que se lee:

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Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, / sáname, Yahveh, que mis huesos están desmoronados, / desmoronada totalmente mi alma, / y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo? / Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, / sálvame, por tu amor, / Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; / en el seol, ¿quién te puede alabar? / Estoy extenuado de gemir, / baño mi lecho cada noche, / inundo de lágrimas mi cama. (Biblia de Jerusalén, 1975, Salmos 6:3-7).

El Salmos bíblico se compone de cánticos de alabanza a Dios, lamentos y súplicas, cantos de fe, cantos de gratitud, descripciones de las buenas acciones de Dios; es un libro que está inscrito dentro de las obras sapienciales y didácticas de la Biblia. Se dice que los primeros salmos fueron escritos seis siglos antes de Cristo, pero un aspecto llama poderosamente la atención: la mayoría de ellos se le atribuyen al rey David, quien es considerado un rey justo y valiente, pero también un gran guerrero y poeta, y fue capaz de vencer al gigante Goliat.

La enseñanza que nos deja esta batalla es, por supuesto, que no hay enemigo débil y, sobre todo, que cuando se lucha por un fin justo, ningún obstáculo es imposible de vencer. Como el rey David es el autor de la mayoría de los salmos, es inevitable hacer la analogía con el propio Ernesto Cardenal, quien también fue un guerrero ‒o guerrillero‒ del Frente Sandinista de Liberación Nacional y, además, un poeta; y de igual modo consiguió vencer al Goliat nicaragüense encarnado en el Gobierno tiránico de la dinastía de los Somoza.

Ernesto Cardenal es a David lo que los Somoza son a Goliat. Establecer esta necesaria analogía entre el autor de los salmos bíblicos (David) y el autor de los salmos poéticos modernos (Cardenal) ayuda a esclarecer el sentido de fondo de este último conjunto de textos.

La guerra sandinista contra la dictadura de los Somoza no fue nada fácil y duró más de una década, aunque se intensificó en 1978 con el crimen del periodista Pedro Joaquín Chamorro (Vilas, 1984), lo que terminó finalmente con el exilio de Anastasio Somoza Debayle el 17 de julio de 1979. Este hecho marcó el fin del legado somocista y el consecuente triunfo de la Revolución Sandinista.

Desde el nacimiento del FSLN a principios de la década de los sesenta, Cardenal ya estaba en pie de lucha; de ahí que su libro Salmos coincida con este período de implicación revolucionaria del poeta. Esta lucha, guardando las proporciones, fue la misma que libró el rey David en su momento, y lo impactó de muchas maneras, tal como le sucedió a Ernesto Cardenal. Los poemas de Cardenal no son paráfrasis ni mucho menos plagios de los salmos bíblicos, sino más bien una manera de sujetarse a esa esperanza divina que, en momentos difíciles, es lo único que le queda al doliente para sostenerse en pie. Normalmente, estos cantos nacen cuando se siente la inminencia real de la muerte, ese peligro que subvierte de tajo toda nuestra paz interior. Ernesto Cardenal luchó hombro con hombro con el FSLN, fue uno y parte de ellos. Su labor consistió también en atraer recursos financieros para el sostén de la guerrilla. Deja constancia de ello en La revolución perdida, su libro de memorias.

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En el Ministerio de Relaciones Exteriores, que fue donde me atendieron, me explicaron que ellos tenían un socialismo islámico basado en el Corán; su diferencia con la Unión Soviética consistía en que no eran marxistas ni ateos. El Corán prohíbe el latifundio, y la España de los árabes no tuvo feudalismos. Les interesó la revolución sandinista y aprobaron dar 20 000 dólares. Y los dieron a través de Cuba. (Cardenal, 2005, p. 48).

El poeta-guerrero estaba en peligro de muerte constante, ya que la dictadura de los Somoza fue asesina y los riesgos eran reales, sobre todo por el tipo de actividad que llevaba a cabo Cardenal y el daño que el uso de su poderosa palabra podía ocasionar sobre la tiranía somocista. Al ser un poeta de renombre internacional, el peligro de ser asesinado se incrementaba. En Salmos se consigna esta desesperación y este sufrimiento:

Dios mío Dios mío ¿por qué me has abandonado? / Soy una caricatura de hombre / el desprecio del pueblo / Se burlan de mí en todos los periódicos / Me rodean los tanques blindados / estoy apuntado por las ametralladoras / y cercado de alambradas / las alambradas electrizadas / Todo el día me pasan lista / Me tatuaron un número / Me han fotografiado entre las alambradas / y se pueden contar como en una radiografía todos mis huesos / Me han quitado toda identificación / Me han llevado desnudo a la cámara de gas / y se repartieron mis ropas y mis zapatos / Grito pidiendo morfina y nadie me oye / grito con la camisa de fuerza / grito toda la noche en el asilo de enfermos mentales / en la sala de enfermos incurables / en el ala de enfermos contagiosos / en el asilo de ancianos / agonizo bañado de sudor en la clínica del psiquiatra / me ahogo en la cámara de oxígeno / lloro en la estación de policía. (Cardenal, 1974, p. 31).

Sobre el espíritu de este conjunto de poemas, no se puede soslayar el hecho de que Ernesto Cardenal fue, además de un sacerdote católico, uno de los impulsores más visibles de la teología de la liberación, instaurada en Latinoamérica a finales de la década de los sesenta por el presbítero brasileño Rubem Alves y el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino, sus precursores.

En la teología de la liberación, la apuesta se centra en los pobres, a quienes hay que liberar del yugo que los mantiene en la opresión y la iniquidad, haciéndoles justicia mediante prácticas utilizadas por las ciencias humanas y sociales, no solo por las teológicas y filosóficas (Berryman, 2015). El propio Cardenal publicó en 1975 su libro El evangelio de Solentiname, de gran influencia para la teología de la liberación y una referencia ineludible para la propia Revolución Sandinista. En su Salmos es notoria esta apuesta por la liberación de los oprimidos, propósito que se convierte en el objetivo central del libro. En su poema “¿Por qué me has abandonado?”, escribe:

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Pero yo podré hablar de ti a mis hermanos / Te ensalzaré en la reunión de nuestro pueblo / Resonarán mis himnos en medio de un gran pueblo / Los pobres tendrán un banquete / Nuestro pueblo celebrará una gran fiesta / El pueblo nuevo que va a nacer. (Cardenal, 1974, p. 32).

La idea del hombre nuevo, eje rector de la teología de la liberación, se hace visible en los versos finales del anterior poema y constituye la esencia de Salmos: crear un hombre con una nueva ética y una nueva conciencia política, guiada por las normas morales católicas, que en los salmos bíblicos se manifiestan a través de justicia, la rectitud y la equidad; todo lo contrario —precisamente— a la moral que practicaba la tiranía somocista, que era corrupta, injusta, opresora y desigual, esto es, una moral no temerosa de Dios, porque seguía los mandatos del mal.

En el capítulo “Nicodemo visita a Jesús” del Evangelio de Solentiname, Cardenal esboza lo que es este hombre nuevo:

Nicodemo no entiende cómo uno puede nacer de nuevo: es cuando se crea en uno una nueva conciencia; entonces se vuelve uno un nuevo hombre…

Cuando uno nació, nació inocente ¿verdad? Uno no sabe nada malo. Después cuando uno llega a una edad coge toda cosa mala. Por eso al hacerse uno bueno es como si otra vez naciera del seno de su madre. (1979, pp. 17-18).

Lo que Ernesto Cardenal nos impone en Salmos es, además de una nueva sensibilidad humana (como así lo confirma también Paul W. Borgeson Jr. en su libro Hacia el hombre nuevo: poesía y pensamiento de Ernesto Cardenal [1984]), una nueva ética-política, una manera de hacer política más justa, más democrática, más equitativa, más honesta. Por eso, en el mismo Evangelio de Solentiname, lo reitera:

Julio: Y no es cristiano el que no es político pues. Debe luchar por el bien común, el bien de todos.

Agrega otro: No como los políticos que ahora nos gobiernan, que si una vueltecita damos medio de ladito, nos joden.

Digo yo: La política del evangelio es la comunión de todos los hombres, con todas las cosas en común, y para eso se necesita este nuevo nacimiento. Debemos dejar el hombre viejo (el de la vieja sociedad), dice san Pablo, y revestir- nos del hombre nuevo, sin diferencia de judío o griego, amos o esclavos. El Che también mucho hablaba de este hombre nuevo, el hombre para los demás; el hombre de la sociedad futura; tendrá unas características muy distintas, dice él; ya está naciendo, pero su imagen no está acabada todavía ni puede estarlo. Y el mismo Che en su vida se revistió bastante de este hombre nuevo. (Cardenal, 1979, p. 22).

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Sin demeritar las características de estilo y estéticas de Salmos, propias de una nueva sensibilidad poética que se imponía comunicar a través de un mensaje sencillo y con el uso de un lenguaje coloquial (aspectos que caracterizaron a la generación de Cardenal), no se puede perder de vista que, en el fondo, la propuesta contenida en Salmos no pretende solo contribuir al triunfo de la lucha contra un Gobierno despótico (el somocista), sino crear una revolución interior, una conciencia nueva en el pueblo nicaragüense y, por extensión, en toda la sociedad latinoamericana. De esta nueva conciencia, surgiría una nueva ética- política que permitiría crear una sociedad distinta, más humana y con valores morales más sólidos. En el fondo es esto también lo que plantean los salmos bíblicos: la evolución espiritual del hombre encaminada hacia la práctica del bien (el temor de Dios) y la supresión del mal, tal como se lee en el Salmo 34 de la Biblia:

Venid, hijos, oídme, / el temor de Yahveh voy a enseñaros. / ¿Quién es el hombre que apetece la vida, / deseoso de días para gozar de bienes?

Guarda del mal tu lengua, / tus labios de decir mentira; / apártate del mal y obra el bien, / busca la paz y anda tras ella.

Los ojos de Yahveh sobre los justos, / y sus oídos hacia su clamor, / el rostro de Yahveh contra los malhechores, / para raer de la tierra su memoria. (Biblia de Jerusalén, 1975, Salmos 34:12-17).

Leer Salmos de Ernesto Cardenal es, pues, ser testigos no solo de la nueva sentimentalidad poética que surgía en la Latinoamérica de mediados del siglo pasado, sino, sobre todo, dar cuenta de una nueva conciencia social y política que la generación de este poeta nicaragüense habría de imponer para el futuro de un continente azotado por los regímenes autocráticos y los intervencionismos extranjeros.

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